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151

Leopoldo Alas, «El Niño de la Bola (Alarcón)», Solos de Clarín, Madrid, Alianza, Libro de Bolsillo, n.º 350, 1971, pág. 217.

 

152

Pedro Antonio de Alarcón, op. cit., págs. 98-99.

 

153

Ibíd., pág. 10.

 

154

La imagen que de Manuel da don Pedro Antonio corresponde a la de Robinsón, pero don Juan Valera me inspira anotar la posibilidad de que exista alguna conexión entre el personaje del autor andaluz (nació en Guadix) y el protagonista de una novela árabe que «la escribió un mahometano natural de Guadix, que vivió en el siglo XII de nuestra Era y que tenía por nombre Abubequer Abentofail». («El filósofo autodidacto», Crítica literaria. Estudios críticos. Historia y política. Miscelánea, volumen 2 de las Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1942, pág. 1023). La semejanza entre el protagonista de El Niño de la Bola y el de El filósofo autodidacto radica en que ambos logran vencer a la naturaleza a través de su sentido de la utilidad y de su razón. Por otra parte, si el mismo don Juan Valera está en lo cierto, parece existir cierta línea de continuidad e influencia entre la novela árabe y la obra de Defoe:

Las aventuras de Robinson Crusoe, que tanto nos han embelesado a todos cuando niños, y cuya lectura nos deleita aún, bien podemos jactarnos de que, hasta cierto punto, han sido inspiradas por la obra del antiguo novelista de Guadix (Ibíd.).



 

155

Pedro Antonio de Alarcón, op. cit., págs. 70-71 y 96-99.

 

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El protagonista del libro de Defoe de tal manera representaba el ideal de hombre de la Ilustración que -en nuestra Península- uno de los máximos eruditos, don Tomás de Iriarte, tradujo al castellano un texto de Heinrich Campe sobre este personaje, con el título de El nuevo Robinsón, historia moral, reducida a diálogos para instrucción y entretenimiento de niños y jóvenes de ambos sexos (Madrid, Imp. de Cano, 1789). A juzgar por el número de ediciones que contabiliza José F. Montesinos (Introducción a una historia de la novela en España en el siglo XIX, Madrid, Castalia, 1982), catorce en concreto desde 1800 hasta 1850 de El nuevo Robinsón y más de seis de las Aventuras de Robinsón Crusoe en el espacio de quince años (1835-1850), la figura del héroe de Daniel Defoe contó con una gran aceptación, no sólo en el período ilustrado, sino también en la primera mitad del siglo XIX.

 

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En un próximo estudio demostraré cómo -para Alarcón- la psique romántica de sus personajes (Fabián Conde en El escándalo, Manuel Venegas y doña Luisita en El Niño de la Bola y la protagonista de La pródiga) se presenta siempre como producto de una educación rusoniana. El novelista andaluz interpretó de igual manera las personalidades románticas de su época, como -por ejemplo- Lord Byron, Edgar Allan Poe o Napoleón, lo que indica que don Pedro Antonio fue consciente del papel determinante que jugó Rousseau en la nueva atmósfera mental de las últimas décadas del siglo XVIII y en la primera mitad del XIX.

 

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La nueva atmósfera mental a la que aludí en la anterior cita y su dependencia directa del filósofo franco-ginebrino es un lugar común cultural de la crítica contemporánea. Al respecto, pueden nombrarse algunos de sus máximos defensores: Marcelino Menéndez Pelayo (Historia de las ideas estéticas en España, Santander, C.S.I.C.-Aldus, 1917), Miguel S. Oliver (en op. cit.), Irving Babbit (Rousseau and Romanticism, Boston, Houghton Mifflin Company,1919), Juan Miguel Bargallo Cirio (Rousseau. El estado de la naturaleza y el romanticismo político, Buenos Aires, Librería Jurídica, 1952), etc.

Aquéllos que estén interesados en la influencia concreta de Jean-Jacques Rousseau en España pueden consultar los diferentes trabajos de Jefferson R. Spell («Pigmalion in Spain», Romanic Review, 2, 1934, págs 395-401; «Rousseau’s 1750 Discourse in Spain», Hispanic Review, 2, 1934, págs. 334-344; «A Tentative Bibliography of Spanish Traslations of the Works of Rousseau», Hispanic Review, 2, 1934, págs. 134-152; Rousseau in the Spanish World before 1833, Austin, University of Texas, 1938; y el artículo sobre el mismo tema de Ángel del Río («Algunas notas sobre Rousseau en España», Hispania, 19, 1936, págs. 105-116).

 

159

Pedro Antonio de Alarcón, op. cit., pág. 10.

 

160

Ibíd., pág. 12.