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231

Parece excesivamente rebuscada la interpretación de Regalado García (op. cit., 473 y ss.), que ve en la Madre de El caballero encantado una derivación mitológica indoeuropea o, quizá, griega y celtíbera. Lo mismo cree Correa (op. cit., pp. 267-270). Parece más lógico pensar en influencias cervantinas, en este caso en la figura alegórica de España de La Numancia. Personaje exacto al de la Madre, bajo el nombre de Clío o Mariclío, representa un papel fundamental en la última serie de Episodios Nacionales; cf. Miguel Enguídanos, «Mariclío, musa galdosiana», PSA (junio 1961), pp. 235-249.

 

232

En torno al casticismo (ed. Austral, Madrid, 1964, 6.ª), p. 143.

 

233

Cf. «Soñemos, alma, soñemos», en Memoranda, pp. 2G7 y 241; Cánovas, ed. cit., p. 1354. Sin embargo, y como dice Tuñón de Lara (op. cit., p. 140), «la intrahistoria era... una conquista objetiva, que iba más lejos que su autor». Y cita un texto de Joaquín Costa, al cual conviene añadir otro, mucho más significativo: «la España chica, formada de los grandes, la que se ve, la que mete el ruido, la de los órganos, la que ha ocupado y ocupa a los historiadores y a los periodistas; la otra, la España grande, formada de los pequeños, la silenciosa y que no se ve, semejante a los mapas mudos de las Escuelas» (artículo publicado en El ribagorzano, 20-IX-1906; apud Tierno Galván, op. cit., p. 152, nota). Acerca del concepto intrahistórico de Galdós, cf. Carlos Clavería, «El pensamiento histórico de Galdós», Revista Nacional de Cultura, XIX (1957), 175-176; Regalado García, op. cit., pp. 268, 296-297, 353, 469, 489; Denah Lida, «Sobre el krausismo de Galdós», AG, II (1967), 24-25, nota.

 

234

Así, cuando Tarsis-Gil sueña con la Madre («y dormido volvió a sentirse junto a ella... y dormido decía: soñemos, alma, soñemos», p. 230), recordamos de inmediato dos pasajes de En torno al casticismo (pp. 50 y 101, ed. cit.) en que Unamuno cita al Segismundo de La vida es sueño en un contexto no muy alejado del galdosiano y de sus intenciones. No olvidemos que ya en 1903 escribe Galdós su importante ensayo titulado, precisamente, «Soñemos, alma, soñemos», que termina con frase de evidente corte unamuniano: «¿Es esto soñar? ¡Desgraciado del pueblo que no tiene algún ensueño constitutivo y crónico, norma para la realidad, jalón plantado en las lejanías de su camino!» (Memoranda, p. 245). La apasionada defensa del pueblo y de sus valores, que permea todo El caballero encantado es muy similar a la de En torno al casticismo; cf. especialmente el resumen del párrafo final (p. 146 ed. cit.). Acerca de diferentes aspectos de las relaciones entre Galdós y Unamuno, cf. Berkowitz, «Unamuno's Relations with Galdós», TIR, VIII, (1940), 327-338; Segundo Serrano Poncela, «Unamuno y los clásicos», La Torre, IX (1961), 530-535; Schraibman, «Galdós y Unamuno», en Spanish Thought and Letters in the Twentieth Century (Vanderbilt University Press, 1966), pp. 451-482. Capítulo interesantísimo de estas relaciones es el de la influencia de Galdós sobre Unamuno; me limito a recordar aquí lo dicho por Carlos Blanco Aguinaga (Unamuno, teórico del lenguaje, México, 1954, p. 21): «¿Qué sería Unamuno... sin el krausismo... Qué sería sin los patriotas catalanes que tanto influyeron en él? ¿Qué sin Galdós?».

 

235

Cf. Robert Ricard, Aspects de Galdós (París, 1963), p. 95.

 

236

Cf. entre otros trabajos de menor importancia, Berkowitz, «Galdós and Giner: A Literary Friendship», Spanish Review, I (1934), 64-68; Vicente Cacho Viu, La Institución Libre de Enseñanza, I (Madrid, 1962), 507-512; Shoemaker, «Sol y sombra de Giner en Galdós», Homenaje a Rodríguez-Moñino, II 213-225; Tuñón de Lara, op. cit., pp. 123-125; Denah Lida, art. cit.

 

237

Cito por la ed. de Madrid, 1928; I, 42-43.

 

238

Apud Blanquat, «Au temps d'Electra», p. 308.

 

239

Cf. textos semejantes en La primera república, ed. cit., 1182 y 1186. Ya en El amigo Manso (1882) señalaba Galdós las limitaciones de una educación exclusivamente krausista e institucionista: Manolito Peña, el discípulo del buen Manso, se independiza de las enseñanzas recibidas, va más allá, pues «el hombre de pensamiento descubre la verdad; pero quien goza de ella y utiliza sus celestiales dones es el hombre de acción, el hombre de mundo, que vive en las particularidades, en las contingencias y en el ajetreo de los hechos comunes» (OC, IV, 1264).

 

240

Como ha dicho Ángel del Río, «el significado es obvio, elemental, y una vez más debemos extrañamos de que ni españoles ni americanos hayan prestado la menor atención a este mensaje del gran novelista», mensaje que como señala el mismo crítico, lanza Galdós repetidamente en sus últimos años («Notas sobre el tema de América en Galdós», NRFH, XV (1961), 295; el artículo de del Río ocupa las pp. 279-296, y ha sido incluido en sus Estudios galdosianos, Nueva York, 1969, pp. 119-139).