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No es esta una lectura exclusivamente mía o nueva. Ya en 1976 John H. Sinnigen (y no es el único) venía a proponer algo similar.

 

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Como ejemplo más reciente, Teresa Bordons, «Releyendo Tristana». En este excelente artículo, Teresa Bordons tiene ocasión de remitir a trabajos «pioneros» de Marina Mayoral, E. H. Friedritan, Susan Kirkpatrick y Bridget Aldaraca.

 

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Por ejemplo, dirigiéndose a Ángel Guerra: «Yo no dispongo nada. Digo lo que se me ocurre, y usted hace después lo que cree más conveniente» (1512).

 

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Un sólo ejemplo, de Torquemada en el purgatorio: «¡Qué cosas hace Dios! En todo tenía una suerte loca, aquel indino de Torquemada, y no ponía mano en ningún negocio que no le saliese como una seda [...] ¿Por qué le favorecía la fortuna?[...] [Pero] No hay que hablar tanto de la ciega fortuna, ni creer la pamplina de que esta va y viene con los ojos vendados [...] Era... las cosas claras, era que don Francisco poseía un talento de primer orden para los negocios» (1022).

 

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Tendencia esta mucho más afín a los anti-liberales dictados de Pío IX que a las encíclicas de su sucesor, León XIII (Papa de 1878 a 1903), especialmente Libertas (1888), en la que se trata de «armonizar» los principios de la Iglesia con el liberalismo, y Rerum novarum (1891), donde, por ejemplo, se propone (erradamente) que el trabajo no es una mercancía y que, por tanto, ha de evitarse en lo posible la explotación de los trabajadores. Pero no ha de extrañarnos que la España de la familia Águila y afines estuviese más cerca del conservador Pío IX que de su sucesor.

 

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En su todavía magistral libro, Casalduero, en interpretación positiva de Cruz, opina que en la serie de Torquemada Galdós muestra que «la Materia sin el Espíritu es la muerte» (137).

 

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Recuérdense estas palabras con que termina la Primera Parte de la novela: «Lo que a renglón seguido se cuenta, ¿es verídica historia, o una invención de esas que por la doble virtud del arte expeditivo de quien las escribe, y la credulidad de quien las lee, resultan como una ilusión de la realidad? Y oigo, además, otras preguntas: '¿Quién demonios ha escrito lo que sigue? ¿Ha sido usted, o el reportero, o la tía Chanfaina, o el gitano viejo?...' [...] El narrador se oculta» (1691).

 

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Desde la primera página el narrador de Halma parece divertirse mucho dando a la protagonista ese su -por varias razones- extraordinario nombre completo.

 

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Situado en el momento del modernismo cristiano (tolerado por León XIII, pero condenado en su totalidad por el siguiente Papa, Pío X), Nazarín parece estar muy lejos del teorizar de gentes de su tiempo, como Loisy, acerca de la necesidad de casar la ciencia moderna con la religión; lo suyo es la práctica de Cristo, especialmente en su relación con los pobres. Pero parece haber una continuidad entre las preocupaciones de aquellos llamados «modernistas» cristianos, el inmediatamente posterior humanismo científico de Teilhard de Chardin, ciertas doctrinas de Juan XXIII y los sacerdotes de la «liberación», tal vez especialmente en Latinoamérica.

 

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En la edición de Alberto Ghiraldo se da como fecha del artículo «abril 15 de 1885", lo cual es absolutamente imposible, ya que, por iniciativa de la Internacional Socialista y en recuerdo de los «mártires» de Chicago de 1886, el Primero de Mayo se inició como día de los trabajadores del mundo en 1889; y en España se celebró por primera vez en 1890. Por tanto, lo más probable es que el artículo sea de 1895.

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