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OC, T. VI, p. 302; cf. T III, p. 239.

 

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Cf. especialmente OI, Ts. III, IV, VI; además Chonon Berkowitz, Pérez Galdós, Spanish Liberal Crusader, The University of Wisconsin Press, Madison, Wisconsin, 1948, pp. 198, ss. y Luis Olmet y Arturo García Carraffa, Galdós, Madrid, 1912, 202 pp.

 

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OC, T. III, pp. 112 y 176-77. Un crítico conservador concluye así la semblanza de Emilio Castelar: «Algunos han supuesto que si no se declaró monárquico fue porque no podía ser rey». Alfredo Opisso: Semblanzas políticas del siglo XIX, Herederos de Juan Gili, Barcelona, 1908, p. 342.

 

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Ibid., pp. 113-114. Estanislao Figueras, adversario político de Pi y Margall, compuso hacia 1880, con música de «la donna é mobile», la siguiente sátira. «Yo estoy absorto, / yo estoy estático / con los infundios / de Pi y Margall; / con ese pacto / sinalagmático, / conmutativo, / bilateral». Cf. Opisso, op. cit., p. 301.

 

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Benito Pérez Galdós, Crónica de la quincena (ed. de William H. Shoemaker), Princeton University Press, Princeton, 1948, p. 106. Cf. también, OC, T. III, pp. 115, ss., y 278, ss. Esta crítica de los liberales hacia los partidos de izquierda, provoca polémicas entre unos y otros, ya en 1843. El 17 de marzo, el periódico republicano-federalista, El Huracán, acusa a los liberales de combatir «las sociedades obreras hasta lograr su disolución violenta», y, al mismo tiempo, de haber «sostenido, aplaudido y glorificado la sociedad de los propietarios». En este sentido se manifiesta Ruiz Zorrilla cuando dice: [Los liberales], «¿Entienden por orden que el gobierno... combata las huelgas a cañonazos, sin preguntar a los obreros por qué no se conforman con las condiciones de sus patronos? Yo no quiero ese orden», citado por José Luis Aranguren en Moral y sociedad, Edicusa, Madrid, 1965, p. 175, nota 13. En los años de la Restauración, la antipatía de Galdós por Manuel Ruiz Zorrilla es notoria. Además de su desagrado por sus ideas políticas republicanas, don Benito critica, como en el caso también de Riego, la falta de brillo oratorio del jefe republicano español: «Carece en absoluto de toda brillantez intelectual. No es orador; no entiende de teorías ni de filosofías. [...] Además, bien sabe él que si viniera a España, su rudeza intelectual no le permitiría hacer un papel airoso al lado de Castelar, Salmerón y Pi, hombres de pensamiento elevado y palabra hermosa». OC, T. III, pp. 115-16. Estas apreciaciones contrastan con los documentos y cartas que reproducen Álvarez y Llopis, op. cit. Debemos notar, sin embargo, que la transformación política de Galdós en los primeros años del siglo XX va a modificar en algo su visión de estos republicanos revolucionarios, cf. por ejemplo, OC, T. III, p. 278. El temor de Galdós ante este «republicano furibundo», parece infundado, ya que Ruiz Zorrilla era un «eminent Victorian, austere and high principled; though he never descended to the demagogic romanticism of Iberian revolutionaries he never succeeded in substituting for it a programme that would create a mass party. He offered to the worker the labour legislation of 'advanced capitalist countries', to the peasant, 'the revolution of cheap credit, French viticulture, German reforestation, and English stockrearing'», Carr, op. cit., p. 533.

 

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OC, T. III, pp. 119-20. Sobre todos estos republicanos véanse las páginas admirativas de su correligionario, el portugués Magalhaes Lima, en La Fédération Ibérique, Guillard, Ailland et Cie., Paris-Lisbonne, s.f., pp. 108-125.

 

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Ibid., pp. 120-21. Hacia esta misma época, La revista social (Barcelona, Año V, núm. 169, 1876, p. 676) afectada -como todos los periódicos de oposición- por las censuras del gobierno, publica una estrofa satírica contra la Ley de Prensa:

«Cosas veredes el Cid, / que farán fablar las piedras»; / Conste que en aquellos tiempos / no había leyes de imprenta».

¡Qué no dirían las piedras en época de Galdós! En estos años la Internacional ha sido declarada fuera de la ley y todos los órganos de prensa obrera prohibidos. La revista social, para sobrevivir debe convertirse en una publicación de carácter cultural. Sólo los periódicos clandestinos, de escasa y difícil difusión, lograban escapar la censura del gobierno. Con la caída de Cánovas la prensa obrera retomará su ímpetu inicial aunque las furiosas persecuciones contra la Mano Negra, en 1883, volverían a crear un clima de represión y brutalidad, y afectar una vez más a los periódicos de oposición.

 

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Cf. Hinterhäuser, op. cit., pp. 35, ss., y la reseña de S. Gilman sobre el libro de Hinterhäuser, en Romanische Forschungen, 75, 3/4, 1963, pp. 434-446.

 

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Cf. Jover, op. cit., pp. 284-93; Jaime Vicéns Vives, Historia económica de España, Barcelona, 1959, pp. 674-76; y Antonio Ramos Oliveira, Politics, Economics and Men of Modern Spain, London, 1946, capítulo V, pp. 127-135, para un resumen de la situación social y económica en estos años. El propio Galdós escribe contra la situación española de 1885, año de guerras y crisis económicas, «que no ha oído más que maldiciones y recriminaciones en torno a sí», OI, T. VI, p. 315.

 

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OC, La campaña del Maestrazgo, T. II, p. 876.

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