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Análisis estructural de «El loco Estero»

José Antonio Fábres Bordeu





Dentro de la tradición literaria chilena, a Alberto Blest Gana se le considera como el iniciador o padre de la novela. Muchos son los estudios que se han dedicado a algunas de sus obras y propias han sido sus catalogaciones. Como ejemplo de ello se tiene, dentro de la novela realista, Martín Rivas: de la costumbrista, La aritmética del amor y de la histórica, Durante la Reconquista. No obstante, El loco Estero no ha recibido la debida atención que merece.

El presente estudio se basará en la metodología que bosqueja Cedomil Goic en el prólogo de La novela chilena, la cual consiste en un análisis estructural interno que comprende los aspectos temático, narrativo, estilístico y estético. Dicho análisis revelará, mediante una serie de relaciones entre fondo y forma, el fin didáctico y moralizante de esta obra.

El loco Estero o don Julián, ex capitán del ejército pipiolo en la batalla de Lircay, es puesto en prisión en su propia casa debido a las infundadas acusaciones que su hermana, doña Manuela, por razones pecuniarias le ha hecho. El ñato Díaz, personaje principal y eje de acción de la obra, por amor a Deidamia, sobrina de doña Manuela, determina dar libertad a don Julián. La trama, bastante sencilla en un comienzo, se va complicando a medida que se conoce el entorno de los personajes. Por ejemplo, Matías Cortaza es engañado por su mujer, doña Manuela. Quintaverde, jefe de la policía y pelucón -es decir, del partido conservador y contrario al pipiolo- es amante de doña Manuela y, junto a ella, responsable del cautiverio de don Julián.

Araya en su artículo «Historia y sociedad en la obra de Alberto Blest Gana» señala que: «A nivel de los personajes dos temas recorren toda la obra de Blest Gana, el amor y el dinero» (42). El loco Estero no es excepción. Tanto el amor como el dinero, sin embargo, nunca llegan a ser los temas principales sino tan sólo unas fuerzas motrices que se personalizan en la rivalización de los dos personajes principales. Mientras el amor, por un lado, lleva al ñato a liberar a don Julián, el dinero, por el otro, hace que doña Manuela lo encarcele. De esta manera queda tempranamente establecida una rivalidad entre ambos personajes. El fondo-amor versus dinero o la virtud frente al vicio -y la forma- el ñato contra doña Manuela obran indivisiblemente. Un análisis de texto revelará que dicha relación no es casual ni tampoco fortuita ya que actúa como un vehículo dogmático en el cual la virtud es premiada y el vicio es castigado.

A medida que los demás personajes van apareciendo, las relaciones entre ellos se van complicando. Araya, en su artículo anteriormente citado, habla de la existencia de dos triángulos. De esta manera, lo que comenzó siendo una rivalidad directa entre el ñato y doña Manuela cobra una estructura triangular amorosa doble. El ápice del primer triángulo lo forma doña Manuela, con vértices en don Matías Cortaza, su marido, y Quintaverde, su amante. El segundo triángulo está configurado por Deidamia, por un lado, y por Cardonel, sobrino de Quintaverde, y el ñato Díaz, por el otro. A pesar de esta combinación un poco más compleja que la inicial, los personajes, durante la novela, no se desarrollan en la misma proporción. En otras palabras, si bien es cierto que la estructura se desarrolla y cobra una nueva forma, los personajes permanecen constantes. Como ejemplo de ello tenemos el caso de don Matías. La primera vez que aprendemos de él y del engaño de su señora, lo hacemos por boca de don Guillén:

«[...] [es] una especie de fantasma viviente, sin que pueda saberse si es odio, o si es profundo desprecio, el sentimiento que abriga hacia su mujer. Desde hace algún tiempo, diríase que trata de olvidar su dolor en una continua lectura [...] él mismo me ha dicho que no saldrá de la lectura de dos obras: Robinson Crusoe y el Chileno consolado en su presidio, por don Juan Egaña».


(32)                


Al final de obra, el narrador revela, mediante la descripción de su comportamiento, que don Matías es el mismo: «Tomó de una mesa el tomo de Robinson Crusoe y fue a sentarse como antes al fondo de la huerta» (303).

La constancia en el ñato Díaz también es manifiesta. Su primera aparición es notada por los hijos de don Guillén la cual es seguida por un comentario del narrador que hace sentir al lector inmediata simpatía por él: «-¡El ñato Díaz!... Aquel nombre, con su calificativo chileno de lo que el diccionario de la lengua llama chato, pareció ejercer sobre ellos una fascinación poderosa» (12). Esta «fascinación poderosa» del ñato se repite cuando se alude a su educación y a sus andanzas:

«Se repetía con entusiasta admiración que el ñato, en una pendencia con dos de esos guardianes del orden, les había quitado sus sables [...] -decían los muchachos del barrio- [...]. En todas las fiestas públicas, en todas las procesiones, el ñato era conspicuo al frente de una partida de muchachos bulliciosos [...]».


(46-7)                


Su perseverancia y tenacidad para ganarse la mano de Deidamia, su ingenio para librar a don Julián, su lealtad hacia don Matías, su perspicacia y sagacidad en el trato con Quintaverde forman, entre otras, las innumerables cualidades del ñato Díaz. Su calidad de protagonista y héroe es afirmada por el número de veces que aparece en la obra. De todos los personajes de la novela, el ñato Díaz es el único en intervenir en los veintisiete capítulos y, también, el único en interactuar con todos aquéllos. Dicha frecuencia de aparición demuestra la importancia que el autor concede a éste y, también, la parcialidad con que el narrador presenta sus personajes. Ahora bien, la constancia de los personajes los hace modelos o prototipos de individuos. Esto no quiere decir que ellos sean superficiales ni tampoco implica una falta de complejidad psicológica, sino que, más bien, dentro de su tipo, estos carecen de desarrollo. Dicha inflexibilidad, además de hacer fácil la identificación de cada uno de los personajes, produce en el lector una aversión hacia unos y simpatía hacia otros. La caracterización, un elemento de la estructura de la novela, una vez más apoya el tono didáctico y moralizante de El loco Estero.

El caso de don Julián se presenta desde una perspectiva objetiva y subjetiva. La primera de éstas es hecha por don Guillén en un plano histórico, político y social en que se mezclan personajes y hechos tales como Diego Portales, Joaquín Prieto y la Batalla de Lircay. Esta narración, además, reseña la ambigüedad de la locura de don Julián. La segunda, con la cual el lector tiende a simpatizar desde un principio, es narrada por el ñato. En ésta, se declara la inocencia de don Julián y su determinación a darle libertad. Este tipo de narración lleva al lector a un plano más cercano a la acción ya que revela la resistencia del protagonista frente a los hechos. A pesar de que el tipo de narración también es directo -presentado en forma de diálogo entre el ñato y Javier- éste es subjetivo puesto que el ñato toma una postura frente a la situación. Ante la insistencia de Javier en saber la historia del loco, el ñato le responde: «[...] no es loco, ni nunca lo ha sido; es la pícara de doña Manuela que lo ha encerrado, haciendo creer que es loco, para apoderarse de la plata de don Julián» (45). Dicha subjetividad es subrayada, en un nivel estructural, por el uso de adjetivos, y en uno de fondo, por salir el siempre airoso, incluso ante las derrotas. En la competencia de volantines, por ejemplo, después de haber sido derrotado deslealmente por Agapito, el narrador describe su revés: «La catástrofe no había privado, sin embargo al ñato de su sangre fría» (128), y un poco más tarde: «No le importaba su inmerecida derrota» (130). Ambas perspectivas de narración expresan una opción definidas del narrador y definen su perspectiva de la interpretación de los hechos1. El título y subtítulo también reflejan este desdoblamiento de la narración ya que el primero de ellos revela una narración omnisciente y, el segundo, una mucho más subjetiva e íntima.

Las funciones que cumplen ambas perspectivas son bien específicas. La primera de ellas enmarca la acción en un período histórico determinado; función que, a su vez, sirve de vehículo al narrador para incluir detalles costumbristas que de otra manera quedarían fuera de contexto. Además, la presentación del caso de don Julián por medio de don Guillén -es decir, a través de una narración directa- le permite al narrador dar una aparente objetividad frente a los hechos. Dicha técnica le permite escudarse no sólo a un nivel narrativo sino también a uno ideológico. Este último, claro está, es sólo parcialmente logrado ya que, como se ha señalado anteriormente, todos los esfuerzos están dirigidos hacia la identificación y simpatía del lector para con el ñato.

A pesar que la acción gira en torno a don Julián, él no aparece sino en contadas ocasiones. Antes de ser puesto en libertad por el nato, don Julián ha tenido una participación directa mínima la cual puede resumirse en dos frases hechas desde la cárcel al ñato. La tercera intervención ocurre en el capítulo central de la novela y es en éste, precisamente, cuando es puesto en libertad. Si bien es cierto que en la primera mitad de la obra se ha ido creado una expectación para ver libre al loco y para ver cómo el ñato llevará a cabo su plan, ésta no disminuye en la segunda ya que, tan pronto es puesto en libertad, ataca a su hermana y se ve obligado a ser escondido por el ñato. A pesar de que don Julián interviene un mayor número de veces en la mitad final, nunca son tantas como para prestarle demasiada atención. Don Julián, en conclusión, brilla por su ausencia; su participación durante el transcurso de la novela se puede calificar de latente. Ahora bien, del título se podría inferir o esperar una participación más directa o, al menos, un mayor número de incidencias por parte de don Julián. Es en vista de esta deficiencia, si de deficiencia se tratase, donde el subtítulo «recuerdos de la niñez», cobra especial importancia. Es posible especular que el propósito de Alberto Blest Gana, al escribir El loco Estero, no fue narrar una historia acerca de esta persona que realmente existió2 sino que, como el subtítulo lo indica, fue la evocación de su propia juventud. Haya o no sido éste su propósito, no incumbe a este análisis; lo que sí se puede deducir de semejante situación es que la estructura, otra vez, sirve de vehículo y se complementa con el significado. El título es un elemento vehicular más que Blest Gana explota y emplea para llevar a cabo su afán didáctico y edificador.

Dentro de los rasgos estilísticos, el más obvio es el color local. Escenas como la entrada de Bulnes a Santiago, la Parada Militar, las fiestas del 18 y 19 de septiembre y la competencia de volantines, además de cumplir con una función estética, sirven de trasfondo a la acción. Dichos acontecimientos permiten al ñato mostrar todas sus aptitudes y características. En la competencia de volantines, él y su «estrella» ganan la admiración de sus congéneres hasta tal punto que en un momento dado, el narrador, llevado por su admiración, compara su figura a la de un caballero en justa:

«Invocando el nombre de Deidamia, como los paladines al entrar al torneo, figurábase oír la voz de la chica alentándolo en la endiablada lucha; sentía su fuerza centuplicada por ese estímulo [...]».


(130)                


Estos sucesos pasan a ser una herramienta de caracterización. El héroe se identifica completamente e, incluso, a veces pasa a ser parte de ellos mismos. Por ejemplo, cuando decide vengarse de doña Manuela ridiculizándola en público, éste no lo hace directamente sino a través de Chanfaina, un roto al cual se le describe como «un bulto informe del que las dimensiones solamente sacaban al espíritu de duda sobre si aquello era un perro en reposo o una criatura humana durmiendo» (87). Durante la Parada Militar del 19 de septiembre, el ñato manda a Chanfaina a besar a doña Manuela quedándose él escenificado como uno más de los miles de espectadores que asistían a las fiestas patrias. El narrador quita de la acción al ñato por un momento dejando, una vez más, que la forma y el contenido se mezclen. El color local, de esta manera, sirve de vehículo para que la virtud triunfe sobre el vicio.

El principio estético realista domina la obra. Los tipos de narración, la psicología de los personajes, el propósito moral, la ausencia de digresiones, el color local y un interés por los detalles son sólo algunos de los elementos que dictaminan tal sensibilidad. Dichos principios se expresan en un nivel social y moral. En el primero, se ve al ñato interactuar con los diferentes integrantes de la sociedad representados por distintos personajes. El pertenecer a la clase media le permite entremezclarse con un variado tipo de clases donde Chanfaina y don Julián son los casos extremos. Esta movilidad concede al narrador la autoridad de pasar revista indistintamente por toda la sociedad. Dicho nivel cumple al mismo tiempo con una función empírica ya que a través de él se establecen pruebas fehacientes compuestas de datos y observaciones que evidencian o fundamentan el nivel moral. Guerra, en su obra Texto e ideología en la narrativa chilena, refiriéndose a los artículos costumbristas de Blest Gana, señala la existencia de un plano filosófico que «aspira a comprobar una hipótesis a priori con respecto al Hombre concebido como un ser con atributos inmutables» (32). En El loco Estero la hipótesis consiste en el triunfo de la virtud sobre el vicio; y es confirmada por el escaso desarrollo de los personajes, como se ha señalado anteriormente, y por la inclusión de las escenas costumbristas. En el nivel moral, el lector se da cuenta que las virtudes son premiadas y los vicios castigados3. Doña Manuela, a pesar de su tardío arrepentimiento, muere. El ñato, por otro lado, es recompensado tanto material como espiritualmente puesto que se gana el favor de Deidamia y de don Julián.

Dentro de la obra de Blest Gana, El loco Estero, a pesar de su mediana sencillez argumentativa, y juzgándolo Únicamente desde un punto de vista estructural, se puede afirmar que su afinidad y coherencia lo elevan a la altura de Martín Rivas, la mejor novela aceptada por la crítica. Los temas que representan un medio por el cual se desarrolla la rivalidad de los dos protagonistas; la aparente objetividad del narrador que encubre su propia ideología y el color local que actúa como un medio vehicular didáctico, son todos elementos estructurales que apoyan y convergen en el tema principal de la obra: el triunfo de la virtud y la derrota del vicio.






Bibliografía

  • ARAYA, Guillermo. «Historia y sociedad en la obra de Alberto Blest Gana». Revista de Crítica Literaria Latinoamericana 7, 14 (1981): 29-64.
  • BLEST GANA, Alberto. El loco Estero. Santiago de Chile: Editorial Zig-Zag, 1935.
  • GOIC, Cedomil. Historia de la novela hispanoamericana. Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1972.
  • ——. La novela chilena. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, S. A., 1968.
  • GUERRA CUNNINGHAM, Lucía. Texto e ideología en la narrativa chilena. Minneapolis: The Prisma Institute, 1987.
  • SILVA CASTRO, Raúl. Alberto Blest Gana 1830-1920. Santiago de Chile: Imprenta Universitaria, 1941.


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