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Andanzas americanas de Pedro Ordóñez de Ceballos en dos comedias del Siglo de Oro

Miguel Zugasti


GRISO-Universidad de Navarra



De un tiempo a esta parte la crítica viene llamando la atención ante la escasa incidencia que el tema del descubrimiento, conquista y colonización de América ejerció sobre nuestra literatura clásica. Ruiz Ramón ha insistido varias veces en esta idea1, recordando que no hay un romancero de América, ni una novela de América ni un teatro de América, y habla de una pobreza tanto cuantitativa como cualitativa. La excepción que confirma la regla será, desde luego, La Araucana de Ercilla, sin que debamos pasar por alto la multitud de Crónicas, Tratados, Memoriales, Cartas y Relaciones que hablan del Nuevo Mundo, pero que fueron escritos más desde una perspectiva histórica, descriptiva o cuasi periodística que desde el ámbito de la creación literaria propiamente dicha. Desde la altura del siglo XXI no deja de sorprender, en efecto, la desatención de este tema por parte de nuestros creadores, cuando a la postre ha resultado que la llegada al nuevo continente ha cambiado la historia del mundo2. Pero si bien en líneas generales esto es cierto, como creemos, también es cierto que nuevas investigaciones han ido desenterrando poco a poco algunos textos perdidos o casi desconocidos que van mitigando esta sensación de vacío. No hasta el punto de convertir en abundante una producción escasa, pero sí sacando a luz nuevos items que van dejando las cosas en su justo sitio.

El teatro clásico español, verdadero hontanar de temas y personajes relevantes de la antigüedad, se aproximó a América con gran lentitud. A lo largo del siglo XVI sólo es reseñable la decimonona escena del Auto de las cortes de la Muerte (1557), de Carvajal y Hurtado de Toledo, donde un grupo de indios acude al tribunal de la Muerte para quejarse de los abusos a que son sometidos por los conquistadores3. La toma de contacto con la nueva realidad americana necesitaba de su tiempo y, frente al erial que supone el siglo XVI, se alza un siglo XVII que en lenta progresión va dejando más espacio al tema indiano. De hecho varios de los dramaturgos españoles conocieron en persona el Nuevo Mundo, y éste queda plasmado de alguna forma en su producción: casos de Juan de la Cueva, Diego de Ocaña, Tirso de Molina, Belmonte Bermúdez, Salazar y Torres, etc.4 Con cierta asiduidad se viene repitiendo la pobre cifra de unas diez o doce comedias españolas inspiradas en personajes y episodios señeros de la conquista, número en verdad muy bajo frente a los miles de estrenos que tuvieron lugar a lo largo del barroco. En un trabajo mío de hace unos años (Zugasti, 1996a) intenté ofrecer un repertorio de «comedias indianas» (esto es, comedias españolas de ambiente y temática americanos) que se ajustara más a la realidad de nuestras tablas. Tal repertorio incluye un total de veintitrés comedias conservadas, además de algún auto sacramental, y noticias ciertas de obras estrenadas y hoy perdidas. El panorama, aunque sigue siendo pobre, ya no es tan desalentador, y permite hacer distingos entre lo que es la escasez de piezas indianas y la carencia total, sin olvidarnos de que los mayores ingenios del XVII prestaron atención al tema, asegurando con ello unas cotas de calidad bastante loables. Ahí están por ejemplo las tres comedias de Lope de Vega (Arauco domado, El Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón y El Brasil restituido), las tres de Tirso de Molina (formantes de la trilogía de los Pizarros: Todo es dar en una cosa, Amazonas en las Indias y La lealtad contra la envidia5), o las que Cervantes y Calderón consagraron a sendas historias devotas: El rufián dichoso y La aurora en Copacabana. La nómina se prolonga con piezas de Alonso Remón, Vélez de Guevara, Gaspar de Ávila, Moreto6..., y es susceptible de seguir creciendo a la luz de nuevos hallazgos textuales o lecturas frescas de piezas existentes, para lo cual resulta necesario aunar los esfuerzos de varios investigadores.

Así, en la categoría de las comedias históricas (el género más transitado) el catálogo ha de ampliarse en un título más, el cual afecta a las andanzas americanas del clérigo Pedro Ordóñez de Ceballos: Cuarta parte de la famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido, anónima, de la que trataremos infra. Sobre las aventuras y navegaciones de este personaje histórico ya habíamos dado noticia de las dos obras que al efecto escribió el fraile mercedario Alonso Remón: Primera parte de la famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido, luego complementada con la Segunda parte. Ambas fueron publicadas en 1629 en Jaén, en formato de sueltas, por Pedro de la Cuesta. De ellas nos interesa ahora sólo la Primera parte, pues los actos segundo y tercero se desarrollan de forma íntegra en tierras americanas (en el primer acto aparecen Sevilla, Túnez y Jerusalén). La Segunda parte concentra la acción en el reino de la Cochinchina.

Hay una tercera comedia inspirada en los viajes de Ordóñez de Ceballos, escrita por Fr. Francisco de Guadarrama, trinitario calzado, e intitulada La nueva legisladora y triunfo de la Cruz (Jaén, Pedro de la Cuesta, 1628). No se incluyen aquí episodios americanos de Ordóñez; en los versos finales se promete una segunda parte de la que no hay noticias: «Para que al templo se lleve / a cantar tan alto triunfo, / cuyo fin verá el senado / en el discurso segundo».

Pero las andanzas de Pedro Ordóñez de Ceballos fueron fuente de inspiración para más dramaturgos. Así, en los catálogos de Medel del Castillo y García de la Huerta se cita una Tercera parte que no es la del P. Guadarrama, y en los de Agustín Durán y Barrera y Leirado se habla incluso de una Cuarta parte. A la hora de redactar nuestro «repertorio de comedias indianas» desconocíamos el paradero de tales textos y llegábamos a dudar de su existencia. Pero es el caso que un oportuno artículo de Valladares Reguero, que rescata del olvido otro previo de Homero Serís, arroja nueva luz sobre estas obras, que son de una rareza extremada7. Ambas se publicaron también como sueltas en las prensas de Pedro de la Cuesta, pero con algunas diferencias: mientras que la Tercera parte sale en la ciudad de Jaén en 1628, la Cuarta parte lo hizo en Baeza en 1634. Anticipemos ya que la jornada tercera de la Cuarta parte se ambienta en tierras del Nuevo Mundo, con lo que hay que añadir un item más a la serie de piezas teatrales clásicas que recogen el tema americano. Así que de las cinco comedias que recrean los viajes de Ordóñez de Ceballos alrededor del mundo, dos de ellas (las partes primera y cuarta) dramatizan peripecias acaecidas en el continente recién descubierto por Colón.

Por contraposición a los textos anteriores de Remón y Guadarrama, carecemos ahora de un autor seguro para las partes tercera y cuarta, que debemos dar por anónimas. Es improbable que sean de los mismos Remón o Guadarrama porque no habría motivos especiales para ocultar sus nombres (sin olvidar que Alonso Remón muere en 1632 y la suelta de la Cuarta parte es de 1634, aunque esto no supone ningún obstáculo insalvable). Nótese asimismo que en 1629 Ordóñez escribe que el mercedario «hizo primera parte y la segunda» (ver el «Prólogo al lector» del Tratado de los reinos orientales, citado infra), cuando ya en 1628 se había impreso la Tercera parte, lo que dificulta más la autoría remoniana. Otra posibilidad, bastante verosímil, es que el autor de una o de las dos comedias fuese el propio Ordóñez de Ceballos (Valladares Reguero, pp. 40-42); (ver también infra, el estudio de la Cuarta parte, donde vuelvo sobre este particular). Sólo conozco dos ejemplares conservados de cada una de estas partes tercera y cuarta: a los descritos por Serís y Valladares Reguero custodiados en la Biblioteca de la Hispanic Society of America en Nueva York (101 Or 2), hay que añadir otros idénticos en el British Museum de Londres (11728 e 79)8.


Semblanza de Pedro Ordóñez de Ceballos

Las escasas noticias biográficas que poseemos de este viajero andaluz proceden de sus propios escritos, donde asegura que recorrió más de treinta mil leguas (unas cuatro veces el perímetro ecuatorial terrestre) alrededor del mundo, durante las cuales visitó casi toda Europa, norte y sur de África, Oriente Medio, América, Filipinas, Japón, China, Cochinchina, India, Persia, etc.9 La fuente principal de información es su libro autobiográfico Viaje del mundo (1614)10, que ha de completarse con noticias sueltas de otros escritos suyos, y con los dos capítulos que Bartolomé Jiménez Patón le dedica en la Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén (1628), libro que en una primera instancia fue proyectado por el propio Ordóñez de Ceballos.

Nació en Jaén alrededor de 1547-1550, siendo hijo de padres cristianos. Empezó sus estudios en las escuelas de la Santa Capilla de S. Andrés, en su ciudad natal, como discípulo de Juan de Icíar (pedagogo y calígrafo durangués que fue preceptor del príncipe Carlos, hijo de Felipe II). A los nueve años pasa a Sevilla, acudiendo a la Compañía de Jesús y colegio de maese Rodrigo. A los diecisiete años un incidente le obliga a interrumpir sus estudios y salir de Sevilla, con lo que empezarán sus viajes y navegaciones por las cinco partes del mundo, que se prolongarán durante treinta años, los primeros como seglar y luego como clérigo, tras su ordenación sacerdotal en Santa Fe de Bogotá, de manos del arzobispo D. Luis Zapata de Cárdenas. En la frontera entre los siglos XVI y XVII regresa de nuevo a España, de donde no volverá a salir. Con la salud muy quebrantada, se establece en Jaén y se dedica a escribir sus obras y a darlas a la estampa, cobrando gran reputación (y también enemistades nacidas de la envidia, según afirma en distintos lugares). Se desplaza a Madrid varias veces, recibiendo algunos honores y prebendas: un canonicato en la iglesia de Astorga; cargo de provisor, juez y vicario general de los reinos de Cochinchina, Champáa, Cicir y Laos; chantre de la iglesia de Huamanga en el Perú... pero nunca tomará posesión de ninguno de ellos por el agravamiento de sus enfermedades. Los últimos años de su vida los pasó postrado en la cama y sin visión en el ojo izquierdo. No hay fecha exacta de su muerte, aunque todavía en 1634 y 1635 aparece firmando algunos escritos suyos.

La relación de sus obras es la siguiente11:

  1. Viaje del mundo. Hecho y compuesto por el licenciado Pedro Ordóñez de Ceballos, natural de la insigne ciudad de Jaén. Contiene tres libros, Madrid, Luis Sánchez, 161412. Incluye un retrato del autor que reaparecerá luego en la segunda edición, así como en los Cuarenta triunfos y la Historia de Jaén. Es su obra más famosa, reeditada en 1616 (Madrid, Luis Sánchez13) y en 1691 (Madrid, Juan García Infanzón14). En la imprenta antuerpiense de Michel Colin se publicaron traducciones parciales al holandés (1621), al latín (1622) y al francés (1622), a modo de opúsculo de la Descriptio Indiae Occidentalis de Antonio de Herrera. Otro extracto se tradujo al inglés junto a la obra Pilgrimes de Samuel Purchas (Londres, W. Stansley, 1625). Ya en el siglo XX hay reediciones en Madrid, Nueva Biblioteca de Autores Españoles, vol. 2, 1905; Bogotá, ABC, col. Biblioteca Popular de Cultura Colombiana 8, 1942; Buenos Aires, Espasa-Calpe, col. Austral 695, 1947 (2.ª edición en 1957); Madrid, Aguilar, col. Bibliotheca Indiana I, 1957; Madrid, Aguilar, col. El Globo de Colores, 1965; Madrid, Miraguano-Polifemo, col. Biblioteca de Viajeros Hispánicos 8, 1993.
  2. Cuarenta triunfos de la Santísima Cruz de Cristo N. S. y Maestro, Madrid, Luis Sánchez, 1614. En el «Prólogo al letor» [sic] declara: «Este libro lo tenía para cuarto libro del de mi Viaje, y por parecerme cosas tan distintas lo aparté, y traté las materias y historias que en él verás, todo para aficionarte a la devoción de la Santísima Cruz, y por tu provecho»15.
  3. Tratado de las relaciones verdaderas de los reinos de la China, Cochinchina y Champáa, y otras cosas notables y varios sucesos, sacadas de sus originales, Jaén, Pedro de la Cuesta, 162816.
  4. Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén, Jaén, Pedro de la Cuesta, 162817. (Hay edición facsímil en Jaén, Riquelme y Vargas, 1983). En realidad el libro aparece bajo la responsabilidad de Bartolomé Jiménez Patón, quien declara abiertamente que la primera redacción (que se ocupaba de doce varones famosos y doce maravillas de la ciudad) la hizo Pedro Ordóñez de Ceballos, el cual viéndose imposibilitado de completarlo por su delicada salud, le encarga su conclusión al propio Jiménez Patón. De hecho en varios de los preliminares se insiste en la doble autoría: tasa, suma del privilegio, epigrama latino y soneto de Antonio Martínez de Miota, dedicatoria de Félix Patón y Monsalve, prólogo al lector, etc. Interesan de este libro los capítulos 37 repetido y 38, donde se ofrecen algunos datos nuevos sobre nuestro personaje.
  5. Tratado de los reinos orientales, y hechos de la reina María, y de sus antecesores, Jaén, Pedro de la Cuesta, 1629. Libro misceláneo que recoge obras propias y ajenas, siempre con la figura de Ordóñez -y sus viajes y observaciones geográficas- como eje central. Más adelante volveremos sobre el contenido particular de esta obra.
  6. Tres entremeses famosos a modo de comedia de entretenimiento [a saber: Entremés del rufián, Entremés del astrólogo médico y Entremés del emperador y damas], Baeza, Pedro de la Cuesta, 163418.
  7. Cartas y escritos varios: carta a Jiménez Patón del 30 de septiembre de 1616 donde le pide que continúe su tratado sobre Jaén (incluida en el prólogo al lector de la Historia de Jaén); cinco dedicatorias diferentes a cada una de las cinco comedias inspiradas en sus peregrinaciones alrededor del mundo (las obras citadas de Guadarrama, Primera y Segunda parte del español entre todas las naciones de Remón, y las anónimas partes Tercera y Cuarta); un elogio de D. Luis Merlo de la Fuente y su familia (en los preliminares del libro de B. Jiménez Patón, Decente colocación de la Santa Cruz, Cuenca, Julián de la Iglesia, 1635)19.



Ordóñez de Ceballos como modelo dramático

No es de extrañar que un personaje con este perfil biográfico fuera motivo de inspiración dramática en el siglo XVII, aunque en principio puede sorprender el hecho de que se le hayan dedicado nada menos que cinco comedias20. Lo poco que sabemos sobre la génesis de estas piezas se concentra en los prólogos-dedicatoria que el mismo Ordóñez antepone a cada uno de los dramas. Muy valiosa es la referencia del prólogo al lector (escrito en verso) del Tratado de los reinos orientales, donde se insiste en que las dos comedias de Alonso Remón nacieron tras la lectura de su libro del Viaje del mundo:


En Madrid lo leyó Ramón, un fraile,
y visto tal portento
puso en obra su intento,
y dijo su prelado: «Escribe y hazle
dos comedias famosas
(pues no son fabulosas),
y al vivo en casa las representemos,
y en verlas todos juntos nos holguemos».
Este doctor famoso y gran poeta,
que en el siglo había hecho
docientas de provecho
como persona sabia y tan discreta,
recopiló la historia,
sucesos y vitoria;
hizo primera parte y la segunda,
y en el nombre español su causa funda:
El español entre todas las naciones,
como verás, les puso. [...]
El buen prior y fraile me escribieron,
y tú verás la carta,
y en decir esto basta.
Ambas comedias me las cometieron
como en dedicatoria,
y aquí irá su memoria
para que las imprima y sea claro,
que el español en nada es avaro.



A continuación se reproduce la anunciada carta-dedicatoria de Alonso Remón, donde vuelve a insistirse en el hecho de que ambos dramas se compusieron a resultas de un encargo, práctica muy común entre nuestros dramaturgos áureos, y más cuando se trata de comedias heroicas que buscan enaltecer a algún personaje famoso:

La obediencia mandó que yo hiciese
aquestas dos comedias y escribiese
esta dedicatoria al propio dueño.


Concluida la carta de Remón, vuelve a mencionar Ordóñez de Ceballos vicisitudes varias sobre la composición de una nueva comedia, esta vez de fray Francisco Guadarrama:


Aquestas dos comedias [las de Remón] allegaron
a las manos dichosas,
doctas y tan honrosas,
y leyéndolas más le aficionaron
al Padre Guadarrama,
como aquel que bien ama.
Pidiome las memorias de la reina
que el cochinchino reino bien gobierna;
de antes que yo allá fuese escribió una
comedia tan pomposa,
de verso milagrosa,
que en estilo y asumpto no hay ninguna
que más a mí me agrade. [...]
Pidiome la imprimiese con estotras,
y yo lo aceté luego
acudiendo a su ruego.



Esta tercera comedia, con el título de La nueva legisladora y triunfo de la Cruz, se publica en formato de suelta en 1628 (Jaén, Pedro de la Cuesta), pero el terminus ad quem ha de anteponerse al menos en cuatro años, pues la aprobación y la suma de la licencia datan de 1624. La dedicatoria de Ordóñez que le precede habla de unas cartas enviadas por la reina de Cochinchina en 1615 (terminus a quo)21, con lo que tenemos este lapso de nueve años para la redacción de la obra (aunque todo apunta hacia una mayor proximidad a 1624 que a 1615). Las dos comedias de Remón, al parecer bien conocidas por Guadarrama, han de ser, pues, anteriores, aunque ambas se imprimieron un año después (Jaén, Pedro de la Cuesta, 1629). El margen de escritura oscila ahora entre 1614 (primera edición de la fuente, el Viaje del mundo) y 1624. También nos movemos con bastante imprecisión cronológica respecto de las partes Tercera y Cuarta (continuaciones anónimas de las comedias precedentes), donde ante la carencia de datos externos hemos de conformarnos con las fechas de los pies de imprenta: 1628 y 1634 respectivamente.

La presencia constante del mismo librero (Pedro de la Cuesta), y la relativa cercanía de las fechas en las cinco comedias, inducen a pensar que no estamos ante un hecho casual, sino más bien ante una especie de campaña de promoción orquestada alrededor de Ordóñez de Ceballos, ya sea por él mismo o por alguno de sus benefactores. En esta línea, la publicación de la Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén (de nuevo Pedro de la Cuesta y el año 1628) puede tomarse como un item más de la serie: nótese cómo en el capítulo 37 repetido Jiménez Patón elabora una encendida loa de nuestro personaje y su «historia, la cual considerada y cotejada y comparada con la de muy insignes y muy famosos varones que el mundo celebra, no hallo uno que se le haya aventajado, ni digno de más famoso y heroico nombre» (fols. 210v-211r)22. En lo que a las cinco comedias respecta, podría decirse que estamos ante un ejemplo claro de teatro escrito por encargo, que tiene por objeto ensalzar a una persona concreta glorificando sus andanzas23. Tal proceso compositivo, que salta a la vista en las dos obras de Alonso Remón, puede hacerse extensivo a la comedia de Guadarrama, según se declara en la propia dedicatoria: «Y para sacar a luz algunos sucesos de la reina María antes que yo fuese, por el gusto y mandado de Vuestra Ilustrísima [el Arzobispo y conde de Tarantasia] se hizo esta comedia de La nueva legisladora. Razón suficiente a dirigirla a Vuestra Señoría Ilustrísima, para que siendo amparada de Vuestra Ilustrísima los mordaces no la calumniarán, y los doctos verán que el fin de haberse hecho e impreso es sólo la obediencia»24. No sabemos si en las partes Tercera y Cuarta se dio un proceso similar, aunque quizás fuese del todo innecesario caso de ser el propio Ordóñez su autor.




Localización de los textos

El hecho de que las cinco comedias se imprimiesen sueltas en fechas tan tempranas como es el período 1628-1634, ha propiciado que se conserven pocos ejemplares de las mismas. En la Biblioteca Nacional de Madrid hay un volumen encuadernado bajo el nombre de «comedias varias» (R 10665) que contiene los dos textos de Remón y el de Guadarrama, junto a otros tres títulos de Matías de los Reyes: Dar al tiempo lo que es suyo, Enredos del diablo y Di mentira y sacarás verdad. Las seis sueltas del volumen (algunas en mal estado de conservación) tienen la particularidad de ser de Jaén, Pedro de la Cuesta, años 1628-1629 (en el caso de Enredos del diablo la guillotina ha cortado los datos de imprenta de la portada, aunque han perdurado los de la última página). Asimismo, en fondos todavía sin catalogar de la misma biblioteca, hay sendos ejemplares de las dos partes escritas por Alonso Remón25.

Esto sugiere que en algún momento las sueltas circularon y se vendieron de forma autónoma, aunque pronto Ordóñez de Ceballos trató de agruparlas en un tomo de mayor envergadura, naciendo así el curioso libro misceláneo Tratado de los reinos orientales, y hechos de la reina María, y de sus antecesores. Y tres comedias famosas, una de La mejor legisladora y triunfo de la Santísima Cruz, y dos del español entre todas las naciones, compuestas por dos aficionados religiosos, Jaén, Pedro de la Cuesta, 1629. El tomo lo compondrían, según reza el título, cuatro piezas distintas, cada una con foliación independiente: un tratado en prosa de Ordóñez26, dos comedias de Remón y otra más de Guadarrama27; abren el tomo una «Dedicatoria a la Santa Imagen milagrosa del Buen Suceso» del hospital de la Santa Misericordia de Jaén, y un prólogo «Al lector» en verso del que hemos citado algunos fragmentos, así como sendas dedicatorias a cada una de las cuatro obras colectadas (todo esto firmado por Ordóñez). La naturaleza miscelánea con que nació el libro en cuestión ha propiciado que con el paso del tiempo se haya encuadernado y conservado variando en parte su contenido. Así, en la citada Biblioteca Nacional de Madrid hay un ejemplar del Tratado de los reinos orientales (R 6219) que sólo contiene las tres comedias, idénticas en todo a las sueltas antes referidas, faltando el tratado en prosa. En cambio, el ejemplar de la Hispanic Society of America descrito por Serís y Valladares Reguero (101 Or 2) agrega nuevos textos, completando un total de siete: el Tratado de las relaciones verdaderas y Tres entremeses famosos de Ordóñez, las dos comedias de Remón, la de Guadarrama, más las anónimas partes Tercera y Cuarta de El español entre todas las naciones y clérigo agradecido. En esta línea de alteraciones incesantes de contenido, el volumen de la British Library (11728 e 79) es un facticio que aglutina cuatro comedias: las dos de Remón y sus prolongaciones de las partes Tercera y Cuarta, sin quedar rastros de la pieza de Guadarrama ni de la portada del Tratado de los reinos orientales. Hay noticias de otros ejemplares -que no he tenido a la vista- en la Universidad de Michigan, Ann Arbor (Valladares Reguero, p. 27), y en la Biblioteca Real de Bruselas (VB 66, 12), integrando este último al menos las dos comedias de Remón y la de Guadarrama28.




Ordóñez de Ceballos en América: Primera parte de la famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido, de Alonso Remón

Sobre el marco general de esta especie de pentalogía dramática consagrada a ensalzar la figura del ilustre jiennense, dos son ahora los textos que nos interesan, las comedias Primera y Cuarta, pues en ambas se reviven diversos episodios históricos transcurridos en América. La Primera parte teatraliza en sus dos últimos actos la rebelión de los negros cimarrones confinados en las minas, así como los levantamientos indios en Urabá y Caribana, y la Cuarta parte se ocupa en la jornada tercera del alzamiento de los indios quijos. Todas estas revueltas fueron sofocadas por Ordóñez de Ceballos y referidas en detalle en su autobiográfico Viaje del mundo. Tal y como se ha consignado más arriba, este libro es la fuente indiscutible de Alonso Remón, lo cual se evidencia desde el propio título: El español entre todas las naciones realza la imagen del viajero alrededor del mundo, y con la apostilla del clérigo agradecido se recupera una expresión utilizada a menudo por Ordóñez para referirse a sí mismo (soneto preliminar, capítulo 1 del libro I, subtítulo del libro II, capítulo 38 del libro II...). La misma fuente actúa en la anónima Cuarta parte, aunque aquí se detectan además otras dependencias de los Cuarenta triunfos de la Santísima Cruz (en concreto el «Triunfo X») y de la Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén (cap. 37 repetido), en cuyas páginas se recogen algunos detalles mínimos omitidos en el Viaje del mundo y presentes en esta comedia: me refiero a la visión de la milagrosa cruz del Apóstol Santo Tomás en la ciudad de Malipur (segunda jornada), y a la intervención del indio Capite y su posterior bautismo (tercera jornada).

Ambas comedias se mueven dentro de la órbita genérica del drama histórico, con su especificidad; esto es, se sirven de la historia para caracterizar a los protagonistas y delinear la trama principal, pero sobre dicho fondo se teje también una acción paralela de tono galante o amoroso encarnada por algunos personajes fingidos que se mezclan con otros reales. Asistimos por tanto a la natural convivencia entre poesía e historia, todo ello en aras de aquilatar el valor dramático de las piezas y sin apartarse de las reglas del arte. Recuérdese cómo el Pinciano en su Philosophía antigua poética (vol. II, p. 79) afirma que «al poeta lícito le es alterar la Historia», idea secundada por otro tratadista como Bances Candamo: «La Poesía llega después de la historia i, imitándola, la emmienda, porque aquélla pone los sucessos como son, y ésta los exorna como deuían ser, añadiéndoles perfección, para aprender en ellos» (1970, 50)29. Como he dicho en otro lugar:

La vena creadora de cualquier poeta no puede sujetarse a los límites estrechos de la objetividad histórica; la razón es sencilla: un poeta escribe literatura, ficción, y no tratados de historia. El pretendido realismo documental que a veces se ha exigido es algo anacrónico y ajeno a la época, tanto para creadores como para teóricos y preceptistas. La principal arma del dramaturgo consiste en manipular, transformar hechos de acuerdo con unos intereses particulares, nacidos por exigencias de intriga, enredo, estructura, gradación... en suma, nacidos en pro de una mayor efectividad artística.


(Zugasti, 1993, vol. I, p. 57)                


Desde estos parámetros debemos afrontar el análisis de la acción dramática en las dos comedias que nos ocupan. Alonso Remón planifica el desarrollo de los episodios mayores ajustándose en todo a su fuente: en la Primera parte comprime el libro I del Viaje del mundo, y en la Segunda parte salta al libro II, utilizando sólo los caps. 7-17. El autor de la Cuarta parte sigue un plan similar, recreando los hechos narrados en el libro II, caps. 23-32 aproximadamente, con esporádicas incursiones en materias narradas en otras obras (las ya citadas Cuarenta triunfos e Historia de Jaén).

Centrándonos ahora en la primera comedia del mercedario, es de notar cómo hay un buscado equilibrio, una medida alternancia entre los sucesos de carácter histórico y otros inventados de tono galante. Así, la acción viene marcada por el triángulo amoroso Ordóñez-Lomelín-D.ª Juana. Tras un encuentro fortuito en Sevilla, la dama se ha enamorado de Ordóñez e irá tras él hasta América, valiéndose del disfraz varonil. El galán, por su parte, también está enamorado, pero renuncia a ella por un doble motivo: 1) es sabedor de que su amigo Lomelín ama igualmente a D.ª Juana y no desea enemistarse con él; 2) decide hacerse sacerdote renunciando al amor terrenal. La comedia concluye con la ordenación de Ordóñez y la boda Lomelín-D.ª Juana. Superpuestas sobre el fondo de esta línea amorosa se encadenan las escenas de los distintos viajes a Túnez, Jerusalén y América. Hay que señalar que los tres personajes son históricos, pero de muy distinto rango: mientras que Ordóñez y el capitán Lomelín deambulan de principio a fin por las páginas del Viaje del mundo, la aparición de D.ª Juana es ocasional y se concentra en unas pocas líneas del capítulo inicial:

Siendo ya de edad mayor, pues tenía los diecisiete años, como dicho tengo, pasando un día por una calle, en la esquina de una casa principal, estaba en un balcón una señora, a la cual se le cayó un ramillete que tenía en la mano, y, abajándome por él, dijo un tío mío, llamado Alonso de Andrade de Avendaño, que conmigo iba: «Este ramillete ha de ser de tanta inquietud como el de Muza». Y esto porque me vio su marido alzarle del suelo.

Fue así que, con no haber culpa de parte de nadie, mandó aquel caballero que me matasen. [...]

Por causa de tan continua persecución, me fue forzoso el dejar mis estudios, ponerme espada y aun irme de Sevilla.


(Viaje del mundo, I, 1, p. 19)                


Sobre esta anécdota de una dama anónima que no reaparece en la fuente30, construirá después Remón la intriga amorosa de su comedia, extrayendo el máximo potencial dramático de un lance tan mínimo como atractivo. Así, este episodio del ramillete de flores marca una línea circular en la acción: Ordóñez lo toma en sus manos en la primera escena y mientras lo conserve será un galán conquistador y viajero, para pasar a devolvérselo a D.ª Juana en la última escena y renunciar a su calidad de galán en pro de hacerse sacerdote, posibilitando así el enlace de la dama con Lomelín. (Notaremos de paso que en tal condición de clérigo intervendrá en las otras cuatro comedias a él consagradas).

Como se ha dicho, esta vertiente amorosa de la comedia discurre en paralelo con la histórica, centrada en los viajes y andanzas de Ordóñez por el mundo. El primer acto se divide en tres escenas o bloques de acción, ubicados en Sevilla, Túnez y Jerusalén. En el primer bloque (fols. 1r-4v) aparecen ya los personajes principales -Ordóñez y su criado-gracioso Marcos Ortiz, Lomelín y D.ª Juana-, junto a otros secundarios como el marido celoso (llamado D. Francisco) o D. Juan de Cardona, todos ellos extraídos del Viaje del mundo. Aquí se refiere asimismo cómo el protagonista deja Sevilla y su condición de estudiante, para hacerse soldado y enrolarse junto a Marcos y Lomelín en las galeras comandadas por Cardona. En la parte galante, el dramaturgo tiene buen cuidado de hacer que Lomelín se enamore también de D.ª Juana a primera vista: «Satisfágaos la mujer, / que me pareció del cielo» (fol. 2v), y «Esa mujer es hermosa / y me pareció del cielo. / Si es vuestra, callo, y apelo / si os importa alguna cosa; / pero sino, estando cierto, / si Dios me vuelve a Sevilla, / por Dios que pienso servilla» (fol. 4r).

En el segundo bloque (fols. 5r-8v) los navegantes españoles han llegado a Túnez, donde Mahomad, el bajá y gobernador, los recibe con grandes honores, pues tiene una deuda de amistad con D. Juan de Cardona. Allí comparten comida y mantel con Alí Erbago, a la sazón bajá de Siria y pariente de Mahomad, dando lugar a una escena costumbrista de tono exótico. Las detalladas acotaciones rezan así:

Música de atabales, grande acompañamiento. [...] Pongan criados moros los manteles en el suelo sobre alfombras, y todos siéntense.


(fol. 6v)                


Levanten las mesas y hagan un modo de baile y sarao, y saquen a bailar las moras a los cristianos, o como mejor pareciere. Échese el resto.


(fol. 7v)                


Aquí se localiza un primer elogio de Ordóñez de Ceballos (fol. 7r-v), quien ya aparece con el grado de alférez. Todo lo referido procede del Viaje del mundo (I, 4), aderezándose con leves elementos amorosos: Daraja y Fátima, damas tunecinas, se enamoran de Cardona y Ordóñez, pero ambos lances quedan muy en segundo plano, sin generar ningún enredo digno de mención31. La escena concluye con el acuerdo de que Ordóñez acompañe al bajá de Siria en su viaje a Jerusalén. Saltamos así al tercer bloque (fols. 8v-9v), ambientado en dicha ciudad y con visita especial al Santo Sepulcro. Tras una encendida loa del lugar, termina el acto con una apariencia devota32:

Música. Tiren una cortina, descúbrase un fraile francisco en el aire, y arriba un ángel anunciando a nuestra Señora la Encarnación, y en medio una cruz. El ángel baje, y al otro lado Cristo sube resucitado, glorioso. Y así como ellos pasan mirándolo, se va encubriendo todo, dando fin al primer acto.


(fol. 9v)                


En el entreacto se produce un gran salto temporal y espacial, ya que la acción pasa a desarrollarse en América (Cartagena de Indias). Se prescinde de dramatizar el regreso de Ordóñez a España y otras de sus navegaciones (I, 8-13), pero el apego al modelo está siempre muy marcado; compárese sino este pasaje del Viaje del mundo con el principio del acto segundo:

El segundo día que llegué a Cartagena, saliendo a la marina, pregunté quiénes eran tres soldados que allí estaban, bravos en sus aspectos y vestidos; dijéronme ser los dos capitanes y, el otro, alférez; llegué y, hecho el comedimiento debido, estuve un rato en conversación con ellos; y, apartándose el un capitán, dijo: «Vámonos de aquí, señor capitán, que ya todos se nos atreven», y volviendo las espaldas me dio ocasión a tirarle de un brazo, diciéndole: «Yo soy veedor general de estas armadas y he sido alférez, y me puedo llegar a conversación de capitanes y de gente principal como vuestras mercedes, porque lo soy yo». Agraviose de mis razones y dijo: «Apartémonos de aquí a esta marina». Fuéronse delante los dos capitanes y el alférez y yo; y, transpuestos en un lugar donde no podíamos ser vistos de la ciudad, echamos manos a las espadas, y permitió Dios que a pocas tretas se arrojase con una estocada a mis pechos, que es el medio de proporción que llaman los diestros de filo al cuerpo, y, bajando la muñeca le di por la suya una estocada que le pasé el brazo dos dedos de la muñeca y luego por el molledo, y con la furia que él venía entró la espada de tal manera que queriéndola sacar no pude, y la suya se le cayó, y en un pensamiento la así y me defendí, porque venía descargando un golpe el otro capitán. El alférez echó mano y se fue hacia él, diciéndole: «Señor hermano (porque lo eran), deténgase vuestra merced, y si no perderé el respeto a la mayoría»; y así se reportaron y yo me aparté y le sacaron la espada y me la trajo. Atadas las heridas, se fueron los capitanes, y el alférez y yo por otra parte. Pidiome no lo entendiese nadie y después nos hizo amigos.


(Viaje del mundo, I, 14, p. 73)                


Alonso Remón no desaprovecha la visualidad de este episodio de esgrima -idóneo para los arranques de un nuevo acto-, y escenifica así el percance:

 

Salgan metiendo mano a las espadas dos capitanes y un alférez; el uno tenga pasado el brazo derecho por dos partes con la espada del veedor don Pedro Ordóñez, y él la espada del herido, afirmándose con uno dellos.

 
1.
Téngase vuesa merced,
porque el veedor ha reñido
cual noble y valiente.
2.
Ha sido
hacerle Dios gran merced.20
1.
Y vuesa merced, hermano
(aunque es mi hermano mayor),
si no estima su valor
no me sabré ir a la mano.
La espada que atravesada25
tiene en el brazo saquemos;
todos amigos quedemos.
2.
Desto no se diga nada.

Las citas son largas, pero las creo pertinentes porque revelan la fidelidad con que el dramaturgo sigue a la fuente hasta en detalles nimios. Tras este inicio tan espectacular, la acción se reconduce hacia el tema nuclear del alzamiento de los negros cimarrones33, según referencia del Viaje del mundo, I, 15-16. El acto segundo es divisible en dos macroescenas o bloques de acción. El primero (fols. 9v-12v) se localiza en la citada Cartagena de Indias adonde acaba de llegar Ordóñez. (Aunque en la vida real era la segunda vez que pisaba el Nuevo Mundo, la comedia suprime todo lo relativo a su primera estancia). Pasado el percance con los capitanes, nuestro protagonista es requerido por un General (Pedro Hernández de Bustos, histórico, a la sazón gobernador y general de tierra de Cartagena) que pide explicaciones del caso, lo cual aprovecha Ordóñez para dar cumplida cuenta de sus últimas peripecias: visitas a Marruecos, Francia, Inglaterra, Flandes, Guinea, primer viaje a Indias... Así, por mor de la necesaria economía de información, en apenas un folio (10r-11r) se hace un apretado resumen de lo contenido en seis capítulos (I, 8-13). A la conclusión de la entrevista con el General, Ordóñez es nombrado capitán para la guerra contra los negros cimarrones. Hasta aquí los datos puramente históricos, para abrirse paso ahora la trama sentimental con la llegada a la ciudad de D.ª Juana vestida de soldado. El necesario decoro le hace decir que enviudó en Sevilla hace un año y que se disfrazó de varón para salir en busca de Ordóñez, reprochándole a éste su olvido. Lomelín presencia el encuentro y en un aparte vuelve a recordar su amor por ella («¡Cielos, esta es doña Juana! / Tiemblo y callo, aunque la adoro. / ¡Oh, hermosa sevillana!», fol. 12r), con lo que se restablece la relación triangular entre ellos.

El segundo bloque (fols. 12v-17v) traslada la acción a campo abierto, donde están amotinados los negros cimarrones. La comedia omite la causa del alzamiento, pero en la fuente se deja entrever que son esclavos explotados en las minas34. La escena se abre con un baile de negros y su consiguiente lenguaje afectado, según los rasgos de la estereotipada habla guinea o de negros35. Luego salen los dos cabecillas de la revuelta (Polonia y Martinillo, ambos históricos) aprestándose para el combate con los españoles, quienes llegan comandados por Ordóñez. Tras una escena multitudinaria y plena de dinamismo, acaban dispersándose los contendientes al sonido de los caracoles de guerra, quedando en las tablas la negra Polonia y Ordóñez, que pelean cuerpo a cuerpo. Nuevos pormenores vuelven a ratificarnos en el apego de Alonso Remón al Viaje del mundo: origen cordobés de Polonia, uso de caracoles marinos o fotutos, mención de Bartolomé Pérez, emboscada preparada con sólo nueve escopetas, enfrentamiento Polonia-Ordóñez... Queda unos instantes el escenario vacío (fol. 14r) y, sin corte cronológico, se reanuda la acción en el mismo campo de batalla, aunque con la significativa variante de retomar el tema amoroso, cerrando el paso a los sucesos de carácter histórico. Lomelín expresa en un monólogo la dicotomía entre su amor hacia D.ª Juana y la lealtad debida a su amigo:

A mil negros he muerto,
mátame doña Juana.
Es Ordóñez mi amigo, ella le adora.
¿Qué medio hay, qué concierto?
Morir es cosa llana,
porque mi alma no ha de ser traidora.

(fol. 14v)                


A pesar de esto el dolor lo enajena y quiere matar a Ordóñez, el cual le calma y asegura que no seguirá pretendiendo a D.ª Juana porque sabe de su amor hacia ella. Es un caso más -tampoco hay muchos- de galán que renuncia a una dama para cedérsela a su amigo, dando primacía al sentimiento de la amistad sobre el amor, tema tratado por Lope de Vega (La boda entre dos maridos, Los palacios de Galiana), Tirso de Molina (El amor y el amistad, Cómo han de ser los amigos), Calderón de la Barca (Amigo, amante y leal, Darlo todo y no dar nada), etc.36 La acción se complica innecesariamente con la salida de Polonia, que dice haberse enamorado de su rival Ordóñez (es la tercera mujer a la que le pasa lo mismo en lo que llevamos de comedia). Finaliza el acto con la intervención de Marcos, el gracioso, que sale disfrazado con la guisa de «un dragón como caimán, echando fuego por boca y ojos» (fol. 17v), cuando los negros cimarrones ya se han dispersado en franca derrota.

El tercer acto supone un nuevo salto espacio-temporal, centrándose la acción en el alzamiento de los indios taironas en las tierras de Urabá y Caribana, como siempre reprimido por Ordóñez y el resto de españoles. Los rasgos generales de la trama se hallan en el Viaje del mundo (I, 19-23), pero no dejan de alterarse ciertos detalles como la reaparición de Polonia (ahistórica esta vez) o el nombre del caudillo tairona, Caloco, también inventado, aunque sin duda inspirado en el cabecilla de los indios pijaos, Calocoto, cuyo caso se relata en I, 26-3037. El acto se estructura en tres bloques, iniciándose el primero en un escenario de marina (fols. 18r-20v), con un diálogo Lomelín-D.ª Juana donde éste le notifica que Ordóñez ha muerto ahogado, y que ya no hay obstáculo para la boda. Ella parece acceder a la petición, pero en realidad intenta suicidarse arrojándose al mar. Llega Polonia oportunamente y la retiene, mas con la intención de entregarla al general indio, Caloco, como regalo para su mesa (motivo del canibalismo, siempre asociado a los indios). D.ª Juana, para protegerse, arguye que es hombre y se desdice de sus ropas de dama; inverosímilmente Polonia la cree y se enamora, desechando su idea inicial de inmolación. Tras permanecer unos instantes el escenario vacío reaparecen Ordóñez y Marcos, quienes desmienten la noticia de su muerte a un incrédulo Lomelín, que toma a su amigo por un ánima en pena. Pasada la sorpresa inicial, y preguntándose por el paradero de D.ª Juana, se aprestan para empezar la jornada de Urabá y Caribana.

Como va siendo norma, Alonso Remón sigue las pautas de la fuente en numerosos puntos: naufragio y falsa noticia de la muerte de Ordóñez, victoria contra los barcos rocheleses, pérdida de ropas y ocultamiento en un maizal, menciones del gobernador Cáceres, Mateo Rodríguez, Diego Caravajal, Bartolomé Pérez y Miguel de Eraso, encarecimiento de los indios taironas, cuyo valor es equiparable al de los araucanos... No faltan tampoco algunos cambios de detalle: el naufragio no fue en el mar sino en el Río Grande, la corriente separó a Marcos y Ordóñez, llegando cada uno a destinos diferentes (I, 17), aunque en la comedia permanecen siempre juntos.

El segundo bloque (fols. 20v-26v) es una larga escena de indios que empieza con el enredo amoroso Polonia-Caloco-D.ª Juana, en lo que quizás sea la parte más floja de la obra por su inverosimilitud e impertinencia dramática (¿concesión al gusto del vulgo?). Pronto se recupera el pulso de la acción echando mano de elementos espectaculares y jocosos: hay un vistoso baile («Salen indios con un baile; sacan a Marcos desnudo, puesto en un asador», fol. 22r) y una secuencia donde los indios quieren asar a Marcos, todo lo cual se interrumpe con la entrada de Ordóñez y Lomelín en son guerrero ahuyentando a los amedrentados nativos. Ambos inician la búsqueda de D.ª Juana y, con la ayuda de la india María (histórica), la encuentran en la Casa del Sol vestida con rayos de oro y adorada por los aborígenes como un ídolo más. La acotación reza así:

Tiren una cortina y aparezca una montaña hecha de lienzo, con unas palmas, aunque sean pintadas, cubierto de yerbas, donde esté hecha la Casa del Sol; un arco y altar, y a los dos lados el Sol y la Luna, y en medio en un trono doña Juana con rayos en la cara como los del Sol.


(fol. 23v)                


La revuelta concluye con la consabida victoria española, materializada en la doble vertiente bélica y religiosa: Caloco pide a Ceballos que «vuelvan los encomenderos, / denos Padres de dotrina, / que traza ha sido divina» (fol. 25r). Ordóñez es el encargado de distribuir justicia y prebendas: dicta la boda Caloco-Polonia, reparte entre la tropa el oro obtenido del saqueo de la Casa del Sol (nuevo elemento con fondo histórico: I, 21-22), asegura una vez más que permitirá la boda Lomelín-D.ª Juana. Al final queda el protagonista solo en escena y tiene un sueño o visión en el que se le aparece S. Luis Beltrán augurándole el futuro:

No has de ser casado; advierte
que sacerdote has de ser.
Da a tu amigo esa mujer,
que hoy se mejora tu suerte.
El arzobispo del reino
te ordenará en breve tiempo,
porque no ha llegado el tiempo
que sosiegue tu gobierno.
Más tierras has de pisar,
más trabajos has de ver.

(fol. 26v)                


Con esta apariencia devota culmina el segundo bloque de acción, inspirada muy de cerca en el Viaje del mundo, I, 18, donde se habla por extenso de fray Luis Beltrán y de su relación con los indios taironas, los mismos con los que han lidiado los protagonistas. Como escribe Valladares Reguero (p. 31), la inserción de este sueño va encaminada a explicar dramáticamente el móvil que impulsó a Ordóñez a trocar su condición de seglar por la de eclesiástico. Y este será el tema central del tercer y último bloque (fols. 26v-27v), ubicado en Santa Fe de Bogotá, donde nuestro personaje es ordenado sacerdote por el arzobispo D. Luis Zapata de Cárdenas (I, 30 y II, 1). La comedia concluye con la simbólica devolución a D.ª Juana del ramillete de flores que Ordóñez tomó en Sevilla al inicio de la obra, posibilitando así la tan postergada boda Lomelín-D.ª Juana. El desenlace es fiel reflejo del contenido dual de la pieza, pues vuelven a ir de la mano los hechos históricos y los galantes o amorosos, inventados por el dramaturgo en pro de aquilatar la calidad de su texto.




Ordóñez de Ceballos en América: Cuarta parte de la famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido, anónima

Esta comedia sigue en su desarrollo dramático un proceso muy similar al que venimos viendo. Las líneas maestras diseñadas por Alonso Remón en su díptico inaugural son ahora prolongadas por el anónimo autor: 1) los personajes principales son los mismos (Ordóñez de Ceballos, su criado Marcos Ortiz, la pareja Lomelín-D.ª Juana y su lacayo Matoso38), con algún añadido como D. Vicente y Rafaela (inventados ambos, y sostén de buena parte de la acción secundaria); 2) la materia dramatizada se ajusta mayormente al itinerario seguido en el Viaje del mundo (II, 23-32), con leves adiciones procedentes de los Cuarenta triunfos y de la Historia de Jaén; y 3) el marcado apego a las fuentes históricas se conjuga con nuevas dosis de materia inventada, atañadera sobre todo a lances galantes (D.ª Juana-D. Vicente-Rafaela) o de tono gracioso (Marcos-Matoso).

Como he dicho supra, parece difícil que Alonso Remón hubiese escrito esta comedia y no trascendiera su nombre, y otro tanto cabe decir del P. Guadarrama, a pesar de que prometió una continuación a la suya. Las diferencias de concepción dramática entre La nueva legisladora y la Cuarta parte son enormes, sin olvidar que al menos media un lustro (de 1628-29 a 1634) entre la publicación de esta última comedia y las otras cuatro, lo que le confiere cierta individualidad. La suelta que nos ha llegado posee una «Dedicatoria al Beatísimo Padre San Juan de Dios» escrita en romance (un total de 68 versos) y firmada por Ordóñez, que concluye de esta manera: «El deseo de algún provecho para vuestros pobres, Beatísimo Padre San Juan de Dios, me ha alentado a hacer versos, y siendo vos el protetor [sic] y amparo no tengo temor de los murmuradores». Afirmación un tanto ambigua, pues además de referirse a la dedicatoria podría hacerse extensiva al global de la comedia (Valladares Reguero, p. 41). Coincido con este crítico en que es muy probable que Ordóñez de Ceballos sea el autor, y más teniendo en cuenta la soltura con que se manejan datos de distintas fuentes librescas. En todo caso ha de ser alguien que trató de cerca al jiennense y tuvo la idea (o recibió el encargo) de ocuparse de sus últimas andanzas ultramarinas.

La comedia escenifica las aventuras vividas por Ordóñez y el resto de expedicionarios a su salida del reino de Cochinchina (nótese que la estancia en este lugar fue materia casi exclusiva de la Segunda parte de Remón, La nueva legisladora de Guadarrama y la anónima Tercera parte). La acción se demora por lugares tan distantes como Champáa, el sur de la India, Ceilán (actual Sri Lanka) y América (provincia de los Quijos). La primera jornada se escinde en dos grandes bloques de acción, que ocupan los fols. 3r-7r y 7r-11v respectivamente. Los hechos del primer bloque se concentran en la ciudad real de Champáa, desde donde Ordóñez y su gente se disponen a zarpar rumbo a Goa, en acatamiento de una orden de destierro39. Las líneas maestras de este episodio vienen dadas en el Viaje del mundo, II, 23-24, donde se señala hasta la fecha exacta de la partida: la Pascua de Reyes del año 1592. La acción histórica se resume a la despedida de Ordóñez y Lomelín de varias autoridades de Champáa como D. Gregorio, D. Antonio y el virrey, todos ellos personajes reales que acaban de abrazar la fe católica. En la parte inventada (necesaria apertura dramática al tema galante) participan sobre todo tres personajes: D.ª Juana, que acompaña a Lomelín en su calidad de esposa; D. Vicente, que se ha enamorado de esta última y no cesa de requebrarla, aunque siempre en vano, llegando al punto de sumarse a la expedición española para estar junto a ella; y Rafaela, prometida del anterior que al verse olvidada por él se disfraza de hombre y se asienta como lacayo suyo (adoptando además el significativo nombre de ELEAFAR, palíndromo casi perfecto de RAFAELA).

El segundo bloque acaece en una innominada isla entre Champáa y Goa, adonde llegan los navegantes para encontrarse con Diego Veloso, capitán portugués que obedece órdenes del rey de Camboya. Cuando esperaban un trato amistoso son traicionados por Veloso, quien los apresa para entregarlos al rey camboyano. Al final, Ordóñez negocia la liberación a cambio de una fuerte suma de dinero (todo el suceso, verídico en su esencia, se relata en el Viaje del mundo, II, 25). La acción secundaria la completan las nuevas declaraciones de amor de D. Vicente a D.ª Juana, ahora con la mediación de Rafaela-Eleafar, y diversos parlamentos graciosos de Marcos y Matoso, los cuales inciden en la rivalidad entre castellanos y portugueses.

La segunda jornada también es divisible en dos macroescenas. La primera se extiende por los fols. 12r-17v y acontece en la ciudad india de Malipur (o Mylapore, es la antigua Meliapuram de Ptolomeo, donde hubo un importante asentamiento portugués en el siglo XVI; hoy es un barrio más de la ciudad de Madrás -o Chennai-, capital del estado de Tamil Nadu)40. Allí han llegado los españoles para visitar el sepulcro del Apóstol Santo Tomás. El cura guardián les enseña el lugar (nótese la correspondiente apariencia: «Córrese una cortina y aparezca una cruz en una piedra, y un sepulcro grande», fol. 12v), y les refiere el hecho milagroso de que la cruz se torna de tres colores distintos y destila gotas de agua durante la celebración de la misa en la festividad del santo:

Aquesta divina cruz
es cierto y averiguado
que la hizo con su dedo
Tomás, Apóstol sagrado.
Aquestas pintas que ves
que la piedra han esmaltado
suelen mudar su color
en negro, azul y morado.
El día de aqueste santo
suele hacer este milagro:
cuando empiezan el Evangelio
se torna el color morado
y la cruz se vuelve negra,
y es cierto haber distilado
agua más clara que el sol
hasta que hayan acabado;
después se vuelve de azul
y las pintas encarnado,
y todos los testimonios
tengo muy autenticados.
Esto que os he dicho es cierto,
caso muy averiguado.
Quiérolo enseñar mejor
porque vais certificado;
veníos todos conmigo,
que allí en el claustro encerrados
están todos los papeles,
que me prefiero a enseñarlos.

(fols. 13v-14r)                


Por primera vez nos encontramos con que la fuente no puede ser el Viaje del mundo, donde apenas se concede espacio a los hechos41, sino otro libro del propio Ordóñez de Ceballos: los Cuarenta triunfos de la Santísima Cruz, en cuyo Triunfo X («De los milagros obrados por la Santísima Cruz», fols. 52v-68v) se ofrecen detalles del estandarte real de Goa y de la cruz de Santo Tomás de Malipur. Dada la rareza del libro, reproduzco el pasaje principal en el que a buen seguro se inspiró el comediógrafo:

En la santa iglesia que el Apóstol Santo Tomás edificó, se halló una losa que las letras della declararon su santo martirio, la cual he visto y adorado, y me ha causado tanta admiración que de lágrimas de gozo no podía hablar con un sacerdote portugués, que era allí cura y me enseñaba esta santa reliquia. Y enseñó todos los papeles auténticos, de donde saqué la sustancia, que es ésta: en San Tomé, ciudad real, está un collado adonde estaba edificada una capilla antiquísima, en la cual los naturales de la tierra afirmaban haber sido martirizado el glorioso Apóstol del Señor Santo Tomás por los gentiles enemigos de la religión cristiana. El capitán de la fortaleza y todos los cristianos portugueses, con la devoción deste glorioso santo, acordaron de edificar en aquel propio lugar una sumptuosa iglesia, y en comenzando a abrir las zanjas para los cimientos se halló una cruz labrada en una piedra cuadrada con algunas señales y pintas rojas, como gotas de sangre. Sobre la cruz está una figura como de paloma, y los cuatro estremos y remates de la cruz son en forma de lirio, y tiene un arco o tarja que ciñe y rodea la cruz, y en el arco están entalladas y esculpidas unas letras que ninguno las supo leer. Esta piedra es la que está por retablo en el altar mayor, y acabada la fábrica con gran cuidado para el día del tránsito del glorioso Apóstol, junto todo el pueblo a celebrar los oficios divinos y misa solene, comenzando el diácono el santo Evangelio, a vista de todo el pueblo la cruz de la piedra se mudó de color negro, distilando della agua. Después se mudó el color negro en azul, y las pintas rojas o gotas de sangre resplandecían de color rosado. Y esto sucedió cada año en los días del Apóstol, y no en otros, y lo iban tomando por testimonio todos los años que yo vide, y leí hartos. Cesó este milagro por algún tiempo, y el año de mil y quinientos y sesenta y uno, diciendo la misa el día de la festividad del santo Apóstol, así como se comenzó el santo Evangelio, la cruz se comenzó a llenar de manchas negras, y resplandecían, y comenzó a sudar unas gotas como de rocío, y toda la cruz se paró negra [...]. Y prosiguiendo el santo Evangelio, la cruz resplandeció con tanta claridad que no había quién la pudiese mirar.42


Igual que veníamos apreciando hasta ahora, la acción secundaria prosigue en paralelo a la principal: lo más destacado es que Rafaela-Eleafar revela su verdadera identidad a D.ª Juana; y dentro del espacio concedido al humor vemos cómo Marcos (todavía picado contra los portugueses por la traición de Diego Veloso) se las ingenia para burlarse de Matoso dejándolo en tierra cuando los demás han embarcado. Éste decide seguirlos bordeando la costa a pie.

El segundo bloque o macroescena (fols. 17v-21v) se localiza en la isla de Ceilán, donde un general moro hace caso omiso del salvoconducto de los españoles y detiene a Ordóñez y Marcos, torturándoles y condenándoles a muerte. Matoso es testigo del apresamiento (no se precisa cómo pudo llegar andando desde la costa india hasta Ceilán, pero estos detalles geográficos nunca preocuparon demasiado a nuestros dramaturgos) y se lo comunica a Lomelín, quien parte raudo a ayudar a sus amigos. Al final consigue la inestimable colaboración de otro general (afecto al Gran Mogol de la India, en aquel entonces el emperador Akbar) y libera a los prisioneros. En esencia el suceso proviene del Viaje del mundo, II, 26, aunque con leves variantes: es histórico el apresamiento de Ordóñez, pero no así el de Marcos; también existió el general moro que torturó a nuestro personaje, pero en la liberación no intervino Lomelín, quien por ese entonces estaba navegando hacia el Cabo Comorín (extremo sur de la India). En el apartado de la materia ahistórica D. Vicente sigue requiriendo en amores a D.ª Juana, como siempre en vano; y en lo referente a los dos soldados-graciosos se incide en la cobardía de Marcos ante la tortura (quiere renegar antes de morir a manos de sus captores), además de la escena final donde Matoso ajusta cuentas con Marcos a punta de espada, pero eso sí, peleando de lejos, como valientes de mentira.

Es de notar que en esta jornada se ha alterado un poco el orden cronológico de los hechos, pues en el Viaje del mundo se narra en primer lugar el arribo a Ceilán y luego el de Malipur, lugar que visitó Ordóñez solo, para reencontrarse después con los suyos en el Cabo Comorín (II, 26).

La tercera jornada supone un considerable salto espacio-temporal. Los protagonistas están de nuevo en América sofocando otro levantamiento indio, esta vez en la provincia de los Quijos. Se suprimen los detalles del trayecto que les condujo desde la India hasta el Perú (Viaje del mundo, II, 27-28), y la acción empieza de modo abrupto con el alzamiento de los quijos. Como las anteriores, esta última jornada vuelve a estructurarse en dos grandes bloques: uno se desarrolla en campo abierto donde los aborígenes están amotinados (fols. 21v-25r), y el otro ocurre ya en una ciudad43, a la cual regresan los soldados españoles tras sofocar la rebelión (fols. 25r-34v).

La jornada de los quijos, relatada por extenso en el Viaje del mundo, II, 29-32, conforma la débil base histórica de la primera secuencia. La escena se abre con el general Senacato (se trata del cacique Diego Quispa Senacato, histórico) liderando a los indios alzados. La imaginación del dramaturgo interviene por su cuenta haciendo que Senacato reciba la oportuna ayuda de Capite, general de los urabaes y caribanaes, el cual le escribe una carta en estos términos:

Yo, el general Capite, que lo soy de todos los urabaes y caribanaes, por el grande odio que tengo a toda esta gente [los españoles], y en particular a Ceballos por haberme vencido cuerpo a cuerpo en un bravo desafío, de que resultó haber poblado las ciudades de la Concepción y Santiago de los Caballeros, que después faltando este Ceballos yo las quemé y maté toda su gente, degollando a su general don Diego de Caravajal; y ahora [que] he sabido que este Ceballos ha ido con gente contra ti quise acabarme de vengar, y así he venido con todo mi ejército a tu socorro.


(fol. 22r)                


Las revueltas de los indios taironas en Urabá y Caribana las relató Ordóñez en su libro autobiográfico (I, 19-23), citando la fundación de ambas ciudades y la posterior muerte de Diego Caravajal (p. 115); como se recordará, Alonso Remón dramatiza el episodio en el tercer acto de la Primera parte. La conexión que ahora se hace entre estos lances es totalmente ahistórica (median varios años y muchos kilómetros entre ambos), pero sorprenden tres pequeños detalles: la mención del líder tairona Capite, la pelea que libró cuerpo a cuerpo con Ordóñez, y su ulterior bautismo. En el Viaje del mundo apenas si se rastrean dos leves referencias al caso:

Tuvo diversas batallas y guazavaras y peleó cuerpo a cuerpo con un indio valentísimo y por su vencimiento quedaron en paz y se poblaron dos ciudades, la Concepción y Santiago de los Caballeros.


(«Prólogo al lector», p. 12)                


Y la segunda es del tenor que sigue:

Llegó allí cerca del real un indio todo embijado y a punto de guerra, dando voces con una banderilla de paz, que, oído, dijo Diego que decía que sacasen al mohán, que le quería hablar. Saquélo y preguntole que cuál lo había preso y, diciéndole que yo, dijo que pasaría y pelearía conmigo, y si lo venciese que serviría toda la tierra, y si me venciese que se fuesen de ella todos los españoles. En resolución, concluido el dasafío y traídos seis caciques de rehenes, tuve con este famoso indio una batalla tan brava y tan reñida, que quedó con nombre de la brava batalla del famoso cacique, y quedamos tales que pensaron muriéramos, porque duró desde la mañana hasta ponerse el sol, y hasta los dientes pelearon, pues de dos bocados le tronché un dedo y le saqué un pedazo del carrillo, y, cayendo ambos en la tierra, le cogí las partes inferiores con tanta furia, que se rindió. Saqué nueve heridas; la mayor fue un macanazo en un hombro, que no podía levantar el brazo, y el cacique tenía cinco heridas; las tres referidas eran las peores.


(I, 23, p. 113)                


En ninguna de las citas se da el nombre de Capite ni se facilitan apenas noticias sobre los pormenores del duelo, cosa que sorprende un tanto por ser el Viaje del mundo un libro repleto de lances bélicos, con especial apego al relato de desafíos y peleas cuerpo a cuerpo: se describen varios de ellos protagonizados por Pedro de Lomelín. Sin embargo el anónimo dramaturgo no se ha inventado del todo el nombre de Capite, sino que éste aparece repetido muchas veces en la Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén. Aquí Jiménez Patón dedica un extenso capítulo a delinear la biografía de Ordóñez de Ceballos (cap. 37 repetido); confiesa apoyarse mayormente en las obras conocidas del jiennense, pero pone especial cuidado en iluminar «algunos sucesos que de industria pasó por alto, y sonarán mejor repetidos de boca y pluma ajena (aunque sea la mía) que de la propia [...]. Así, de las hazañas del soldado seglar sólo referiré una, que aunque la prometió para otra ocasión se ha estado hasta ahora en silencio» (fols. 201v y 202v)44. Se trata de la jornada de Urabá, con particular énfasis en el desafío citado con el indio, que ahora se llama Capi. Primero se detallan los pormenores vividos por los taironas para seleccionar a su mejor guerrero (recuerdo directo de lo anotado por Ercilla para los araucanos), resultando que

el que se aventajó en sus fuerzas a todos fue el cacique Capi, al cual hasta los vencidos le dieron el parabién, diciendo todos que sólo él podía aventajárseles sin afrenta suya, antes con honra grande de haber sido recebidos en su competencia. Este cacique Capi se había criado entre españoles, y era de los más nobles y ricos, mozo brioso, alentado, membrudo y ágil, diestro por estremo, y de corpulencia fornida, y que prometía las fuerzas que en las pruebas se habían descubierto; muy atrevido y de todas partes valiente.


(fol. 204v)                


Sucede después el moroso relato de la reñida batalla entre Capi y Ordóñez, que se extiende durante más de cinco folios. No se escatiman detalles llenos de crudeza, como este del desenlace:

Ordóñez le agarró al Capi de sus vergonzosas partes tirándole dellas con su posible fuerza. Le causó gravísimo dolor y sentimiento, de suerte que comenzó a dar voces con su lengua, y constó que en ellas se daba por vencido, y pedía el frasco o mate de agua para que le batizase, confesando ser el poderoso y verdadero el Dios de los cristianos, y sus ídolos burlería. Salíale mucha sangre de las heridas antes recebidas: íbase enflaqueciendo y desmayando; llegó el indio ladino con el agua y declaró lo que decía y pedía Capi. Ordóñez le estaba diciendo «Ríndete o te mataré», y él respondió «Yo me rindo. Déjame, no me mates hasta haberme hecho cristiano [...]. Bautízame, bautízame» [...]. Ordóñez tomó el agua y preguntándole si quería ser cristiano, y Capi respondió que sí, le bautizó con la forma esencial deste sacramento en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, y púsole por nombre Pedro, que es el suyo. Y aunque le había pedido que le matase, viéndole ya cristiano no le quiso obedecer, sino dejalle que viviese en nuestra ley lo que le restase de vida [...]. Desta batalla y victoria resultaron muchas cosas notables en servicio de Dios y del rey: pobláronse las dos ciudades de la Concepción y Santiago, y todas las demás cosas que en el Viaje se cuentan. Sólo este desafío no quise se quedara en silencio, por ser tan notable y tan grande de importancia, principio de tanto bien y hazaña tan honrosa, no sólo para nuestro Ordóñez, mas para su rey y ley.


(fol. 210r-v)                


El anónimo autor de la Cuarta parte conocía bien las circunstancias de este desafío, prolongándose el paralelo a mencionar en la escena final el dato del bautizo45. Ni el nombre del indio (Capi-Capite) ni su bautismo se declaran en el Viaje del mundo, de donde se infiere que nuestro dramaturgo o bien se basa en la Historia de Jaén o bien conoce el episodio por vía oral: quizás porque es amigo personal de Pedro Ordóñez de Ceballos, quizás porque es él mismo quien escribe la comedia. La escena de los Quijos, en resumen, concluye con el éxito militar de los soldados españoles, que repliegan a los indios hacia las montañas. El Viaje del mundo, empero, no refiere grandes enfrentamientos guerreros entre nativos y españoles, antes bien Ordóñez resalta la idea de que en esta ocasión triunfó la diplomacia sobre las armas: «Fui [a Quito] a ver al presidente. Tratamos grandes cosas acerca de aquellos caciques, y lo que estimaba mucho era que sin guerra hubiese de aquellos bárbaros tantos sujetos y cristianos» (II, 32, pp. 336-337). Es de señalar también en esta secuencia un parlamento de Marcos con el juego de teatro dentro del teatro, pues se hace un elogio de Lope de Vega y se habla del personaje del lacayo de comedia que él dejó estereotipado, con su cobardía inherente.

Llegamos así al último bloque de acción de la obra (fols. 25r-34v), ubicado en una innominada ciudad de la provincia de los Quijos, donde se prescinde por completo de la materia histórica para retomar los asuntos de carácter amoroso y gracioso. Afloran nuevos enredos entre D. Vicente-D.ª Juana-Rafaela, y en el apartado cómico vuelven a enfrentarse Marcos y Matoso, ahora ataviados los dos como fantasmas o ánimas en pena, atemorizándose el uno al otro de modo recíproco. El final, con todos los personajes principales en el tablado, es el típico y obligado de bodas múltiples: se casan por fin D. Vicente y Rafaela (que se ha despojado de su atuendo masculino), igual que el general Capite y la india Carabina (hija del general Senacato), haciendo lo propio Matoso y la criada Lucía.








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