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Parte segunda447

Constante el gaucho Paulino



ArribaAbajo    Pues, como te iba diciendo,
en cuanto a siguridá,
la cosa, china, se va
enteramente frunciendo.

    Ansí, no me aguanto más,  5
y sea como se fuere,
antes de un mes, si Dios quiere,
alzo moño, lo verás.

    Ya trece años que he troteao
con tantísimo trabajo,  10
cuesta arriba y cuesta abajo,
me tienen muy resabiao...

    de Rosas y su custión,
que el diablo se lo llevara,
con tal que a mí me dejara  15
anidarme en un rincón;

    aonde pobre y sin camisa,
mi alma, teniéndote a vos,
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viviría, como hay Dios,
alegre y muerto de risa...,  20

    con tal que no me sonara
ni de lejos la corneta,
y el sable y la camiseta
¡a la gran punta arronjara!

    Solo deseo agacharme  25
a mi antojo a trabajar,
y a la hora de descansar
a tu lado revolcarme.

    Y mas que duerma en el suelo,
volviendo a mi libertá,  30
con la mayor humildá
daría gracias al cielo...

    Una vez que me libraba
de esta guerra asoladora,
que más crece y nos devora  35
cuando dicen que se acaba.

    ¡Cristo, Andrea!... ¡si ya estoy
hasta el pelo de aburrido,
y caliente, y decidido
a juirme como me voy!  40

    Pues aquí, como animales
el alma echamos sudando,
día y noche trabajando
para jefes y oficiales.

    Así se ven de platudos  45
estos diablos desalmaos,
mientras andan los soldaos
galguiando de hambre y desnudos;
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    que a no ser por lo infeliz
y sin juerzas que he quedao,  50
hasta hoy no hubiese aguantao
sin hacérmeles perdiz.

    Ya del servicio, por junto,
¿qué me resta que esperar,
sino que me haga matar  55
don Juan Manuel? ¿Y a qué asunto?...

    He de aguardar la infinita
que Rosas nos quiere echar,
haciéndome difuntear,
y dejándote viudita?  60

    Ansí me estoy afilando
y poniéndote los puntos,
¡ay-mi-alma! y por vernos juntos
el cuerpo me está hormigueando.

    Sólo temo que al disgusto  65
de verme tan atrasao,
y pobre, y descangallao,
te caigás muerta del susto.

   Ansí un par de calzoncillos
allá me trajinarás,  70
pues los que llevo verás
que apenas tienen fundillos;

    y eso, porque el chiripá
medio los ha apadrinao;
al mesmo que lo ha cuarteao  75
mi tirador de aguará448.
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    ¿Y mi camisa? ¡ay, Jesús!
si en el campo me acostara
creo que se me enredara
encima algún avestruz;  80

    porque tiene un enflecao
por faldas, mangas y cuello,
que si a oscuras la atropello
se me entra por cualquier lao.

    A mi poncho no le iguala  85
el cribo más ojalao,
y en ancas de remendao
tiene más ñudos que un tala449.

    De ahi tengo una camiseta,
¡ah, prenda! ya la verás  90
y ansí mesmo dudarás
si es de encaje o de bayeta.

    Después tengo, y no me pongo
mi bonete colorao,
que como no ha pelechao  95
está color de mondongo;

    por eso a bocha pelada450
ando como limosnero;
eso sí, con el letrero
en la cinta colorada...  100

    VIVA LA FEDERACIÓN!
¡y viva don Juan Manuel!
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¡ahi-juna! y solo por él
nos roban el corazón.

    ¡Ay, Andrea! ahora lamento  105
lo engañado que he vivido,
y que muy tarde he venido
a caer en conocimiento.

    Por ese tenor, recién
oigo a muchos lamentarse,  110
diciendo que el engañarse
es de hombres; y dicen bien.

    Pero el error es un daño,
y como en una escritura
se pone la enmendatura  115
cuando se alvierte un engaño.

    También debe en ciertos casos
el hombre que marcha errao,
viendo que va equivocao,
volverse sobre sus pasos...  120

    Sin deber desesperar,
porque la vida es muy larga,
y como se pone amarga
también se sabe endulzar.

    Es verdá que hay infinitos  125
hombres que yo he conocido,
a quienes les han fundido
todos los animalitos;

   y hoy andan tan aguiluchos451,
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que da ganas de llorar  130
verlos que para pitar
andan recogiendo puchos;

    y echando el alma en servicios
de este y aquel general,
sin que les larguen un rial  135
siquiera para los vicios;

    Como hace mi coronel
don Prudencio el cueriador,
(yo no sé el Gobernador
cómo no se fija en él)...  140

    Que todito el regimiento
lo ha repartido en pionadas,
y en sus faenas y cueriadas
no les da alce ni un momento,

    en las estancias que abarca  145
con más de ochenta majadas
y un sin fin de caballadas
y esos rodeos que marca;

    luego, en los grandes trigales,
que hace sembrar y recoge,  150
sin que ni en la trilla afloje
para yerba cuatro riales;

    Y en ese inmenso cueriar
que en todas partes apura,
pues ya no hoy vaca sigura  155
que él no mande desollar.

    Ansí es que mis ovejitas
se las vendí conociendo
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que me las iba fundiendo,
lo mesmo que las vaquitas;  160

    que al fin me las manotió,
porque dir a repuntarlas,
ni siquiera señalarlas,
nunca me lo permitió.

    Lejos de eso, en mi campito  165
me hizo echar una invernada452
y una tremenda yeguada,
que ahí lo pelaron lueguito.

    ¿Y qué diablos iba a hacer
mi suegro, un viejo quebrao?  170
¡Infeliz! ¿ni qué cuidao
de nada pudo tener?

    Sólo me mandó decir
con el amigo Fernando,
que aquello se iba atrasando,  175
que si yo podría dir.

    Entonces pensé sacar
una licencia cortita;
y esa mesma tardecita
nos mandaron a ensillar...  180

    A unos cien del escuadrón,
con la orden de prepararnos
para de allí ir a golpiarnos
a Langueyú453del tirón.
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    Tan desaviao me encontraba  185
que ni tabaco tenía,
y fui a la pulpería
a ver si el mozo me fiaba.

    Ahi por desgracia topé
al coronel muy risueño,  190
que me dijo: «tengo empeño
de hacer trato con usté;

    «y si anda muy atrasao
hoy mesmo lo puedo armar,
si usté me quiere largar454  195
su terreno y su ganao».

    ¿Qué le iba yo a responder
a semejante propuesta?
Me encogí, y de la respuesta
ya te harás cargo, mujer.  200

    Y, como me vio blandito,
me dijo: «vaya, Donato,
yo quiero que hagamos trato;
apiesé, echará un traguito».

    Y ya también lo mandó  205
al galope a su ayudante,
a decirle al comendante
que ya no marchaba yo.

    De ahi me hizo luego montar
y a las casas me llevó,  210
en donde me engatusó
sin poderle replicar.
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    Por el ganao grande y chico
me dijo que se alargaba,
y por todo me pagaba  215
a siete pesos y pico455.

    Del rancho no me hizo menta;
pero de ahi por la majada,
el campito y la manada,
allí me ajustó una cuenta,  220

    que me calentó los sesos;
y sin poder retrucarle
todo tuve que aflojarle
por dos mil quinientos pesos456...

    Que en papelitos de a cien  225
me contó en una mesita;
y esa mesma nochecita
él me los ganó también;

    porque empezaron a entrar
otros hombres al ratito,  230
y allí el coronel lueguito
se puso al monte a tallar457.

    Y ansí como por favor
me dijo: «Juegue, Jurao...»
que si hubiese reventao  235
habría sido mejor;

    Porque ahí estiré la geta,
y en cuanto nos descuidamos
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a todos los que apuntamos
nos hizo el jefe roleta458.  240

    Finalmente, en la jugada
largué el mono y me apedé459,
y le dije no sé qué
al coronel, de humorada.

    Quién sabe qué le diría;  245
pero él se me retobó,
y al momento se paró
con la mayor fantasía...

    Y largándome un escrito,
me dijo: «Fírmelo usté»,  250
y en cuanto se lo firmé,
replicó: «El trato está listo.

    »Lárguese pronto, Donato,
al campamento, no embrome;
si va cortao, velay, tome  255
treinta pesos de barato460».

    A unas palabras tan tiernas
no tuve más que agacharme,
y como cuzco461 largarme
con el rabo entre las piernas.  260

    Me fui a mi rancho, mamao
de pesadumbre; y al rato
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que me dormí, hasta el barato
me lo habían soliviao.

    Ahí se aumentó mi tristura,  265
por lo que entré a cavilar
y me comencé a secar
de una fuerte calentura.

    Tal me atrasé, que a la cuenta,
como allí en el campamento  270
todos los del regimiento
me llamaban «la osamenta»...

    Decidieron el mandarme
echao sobre una carreta,
antes que a la Recoleta462,  275
a este hospital a curarme;

    aonde he tenido la suerte
en diez meses de arribar,
a fuerza de forcejear
tiro a tiro con la muerte.  280

    Y hoy hacen cinco semanas
que en buenas carnes463 me siento,
aunque a lo zorro aparento
que ando flacón y sin ganas;

    y solo estoy esperando  285
a ño Antonio el portugués,
que dice que antes de un mes
se irá, pues ya está cargando.
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    Ahi tenés que en su lanchón
meterá el bulto tu esposo;  290
y aguardo ser muy dichoso
al verte, mi corazón.

    Ansí, Andrea, por si acaso,
rogale por mí y por vos,
el que me permita Dios  295
llegar y darte un abrazo.

    Conque, será hasta la vista;
si Dios quiere, antes de un mes
y por las dudas podés
tenerme la cama lista.  300

    Y no me culpés de ingrato,
porque muy firme en quererte
es, y será hasta la muerte,
tu fino esposo...

Donato.



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Brindis

Que pronunció Paulino Lucero el 23 de junio de 1851, en un banquete que dio el señor general Urquiza a bordo del vapor oriental Uruguay, para obsequiar a los señores Dres. don Manuel Herrera y Obes y don Luis José de la Peña, en los primeros días del arribo de estos caballeros al pueblo de la Concepción del Uruguay, al cual también volvió Paulino Lucero precisamente a los 20 años después de que en aquellos destinos, contra el poder de la tiranía, había combatido en las filas del infortunado y valeroso general don Juan Lavalle




ArribaAbajo    Costante el gaucho Paulino464
a la patria y al amor,
a los veinte años, señor,
vuelve a caer a este destino;
como patriota argentino  5
sólo cumplo mi deber
viniéndomele a ofrecer
a Vuecelencia, a mi modo;
es decir, con cuerpo y todo
hasta morir o vencer.  10
    Caigo de Montevideo,
ya se hará cargo, señor,
en un apero cantor465
sin más prenda que un sobeo466
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con el mesmo que deseo,  15
a pesar de que ando a gatas,
que nos salga a echar bravatas
el supremo titulao,
para de un pial de volcao
atarle las cuatro patas.  20

    Al fin, del suelo entre-riano
la patria en su ley renace,
contra los esfuerzos que hace
por sucumbirla el tirano:
y a ese gaucho bruto y vano  25
que en Palermo atemoriza,
por si acaso se precisa
algún día coronarlo,
allá va a redomoniarlo467
don Justo José de Urquiza.  30
    Y si piensa Juan Manuel
el pretendiente Corona468,
que se encierra en su persona
toda la patria y su aquel,
ya lo verá del tropel  35
que le vamos a pegar
¡donde pu... untas va a parar
con todo su poderío,
si no se turba en el río
y allí lo hacemos ahugar!  40