Que cantó un corneta
porteño para que la bailaran en sus cantones los defensores de Buenos
Aires en la noche víspera del 3 de febrero de 1853, cuando
amenazó el ex-coronel Lagos que tomaría a viva fuerza la plaza de
Buenos Aires
A salú de los Batallones de Línea
de la Guarnición.
Que Aniceto el Gallo conservaba olvidadas en su
cartera
En la guerra que sostuvo por nueve años la República
Uruguayana contra la invasión devastadora y sangrienta del
ejército de Rosas, cuando en campaña los jefes del partido de la
libertad obtenían algunos triunfos parciales sobre las divisiones
invasoras, en Montevideo los guardias nacionales algo gauchos decían:
«El jefe tal le ha
soplado la viruta en tal parte a tal o cual
jefe rosista». Por ese refrán el Gaucho Aniceto hizo las
décimas siguientes en 1848.
En febrero de 1853, el general Urquiza, con su ejército
entre-riano y una escuadra de buques de guerra, sitiaba por mar y tierra a la
bien defendida y atrincherada ciudad de Buenos Aires, entonces disidente y
segregada de la Confederación Argentina presidida por el referido
general, quien tenía reunido su congreso de diputados en la provincia de
Santa Fe.
A bordo de uno de los vapores que hacían el bloqueo
hallábase de cirujano un don León Fuentes, natural de Buenos
Aires, enemigo de su provincia y por consiguiente muy partidario del general
sitiador.
A ese cirujano
Terutero se le interceptó una carta
que escribió desde el vapor a un amigo suyo, diciéndole, que, sin
falta ninguna, desde el día 2 hasta el 5 de ese mes de enero, el
ejército urquizista atacaría las trincheras y entraría a
Buenos Aires.
A esa carta el gaucho Aniceto el Gallo le contestó con las
décimas que siguen; y para mayor broma Aniceto se dijo ser primo hermano
de don León Fuentes de
Chichipea, porque este apellido tenía
un gallego medio loco que andaba en Buenos Aires, siempre borracho y
bullicioso.
Cuando el Presidente de la Confederación Argentina, doctor
don Santiago Derqui, sucesor del general Urquiza en esa Presidencia,
invadió con un gran ejército a la provincia de Buenos Aires, que
estuvo siete años segregada de la Confederación Argentina, y cuyo
ejército invasor fue completamente derrotado por el de Buenos Aires, en
la batalla de Pavón, el 17 de setiembre de 1862, se dijo antes de esa
invasión que el general Urquiza, ansiando ya volver a ocupar la
presidencia, había instigado mucho al señor Derqui para que
emprendiera esa campaña, de la cual salieron descalabrados ambos; es
decir, el señor Derqui a quien Aniceto el Gallo en su periódico
gaucho le llamaba el presidente PAVO, y el expresidente Urquiza a quien
también Aniceto le llamaba por epíteto: el general TERUTERO.
El ejército de línea y la guardia nacional de Buenos
Aires, formando un personal de 15,000 hombres de las tres armas, al mando del
brigadier general don Kirtolomé Mitre, venció con gran denuedo al
ejército del brigadier general don Justo Urquiza, fuerte de 18,000
hombres, tomándole a la bayoneta 31 piezas de artillería, 11
banderas y 1,800 prisioneros, etc.
La mencionada derrota de Pavón dio mérito a los
versos siguientes.
Poco antes o después de 1844, el señor Sarmiento,
actual presidente de la República Argentina, le regaló en
Montevideo su retrato al señor Ascasubi, quien veinte años
después, en un banquete que tuvo lugar en París, el 4 de julio
1867, le presentó ese su retrato al mismo señor,
saludándolo gauchamente como sigue.
Caballeros y madamas.
Un cuarto de siglo hará
a que cerca de la
Pampa
me dio un amigo su
estampa
como prenda de
amistá;
pues ese amigo aquí está...
5
y en prueba de que les cuento
la verdad, velay presento
su figura con placer,
para lucirla y beber
a la salú de Sarmiento.
10
—483→
Al señor Castelar
En igual de fecha 1867, y en el mismo banquete, Aniceto el Gallo
le dirigió al señor don Emilio Castelar las décimas que
van más abajo, y en razón de que dicho señor había
tardado algo en devolverle un paraguas que le prestó el primero.
Con el cuchillo en la mano
y ojo listo a una botella,
por si acaso me atropella
cierto petizo gitano,
voy a echarle a lo paisano
5
un brindis, sin recelar
que me quiera desafiar
en seguida don Emilio...
contra el cual no pido auxilio
si me saliere a
peliar.
10
Señores: mucha salú
le deseo a Castelar,
y no volverle a prestar
ni el
güeso de un caracú;
porque tiene la habitú
15
mesma de un tal Olascagua,
—484→
vizcaíno que era en Rancagua
un
rigular pagador...
pero muy
empacador
para volver un paragua.
20
Cuentos mitológicos
gauchi-versistas para el álbum de
***
París, agosto 31 de 1868.
Porque una noche de invierno
lira en mano se entró Orfeo,
sin permiso (según creo),
a calentarse al infierno,
furioso el rey del Averno
5
ya iba a morderlo a la puerta,
cuando Orfeo, erguido, cierta
melodía preludió,
que al Demonio lo dejó
con
tamaña boca abierta.
10
Y añaden que el
cancevero,
aquel feroz animal
que del abismo infernal
es el terrible portero,
mansito como un cordero
15
—485→
vino a Orfeo, lo
lambió;
y luego que te expresó
su encanto a miradas tiernas,
con el rabo entre las piernas
el mastín se retiró.
20
Así, de tal lira al son
divino, los
condenados
fueron también
encantaos
todos; y por conclusión
de fiesta el fiero
Plutón,
25
después que tomó una tranca
con
chicha y cerveza blanca,
salió a refrescarse en coche,
y a los diablos esa noche
les hizo dar
puerta franca.
30
Tales encantos allá
cuentan... de que Orfeo solo
no los hizo, pues Apolo
dicen que fue otra
deidá
ante quien no hubo
beldá
35
que a su lira resistiera:
pues, a
Venus que le hiciera
de indiferencia
una mueca...
le haría la
zamacueca
bailar, aunque se
frunciera.
40
¡Qué mágicos!... así fue
el rey David, aquel
mentao
—486→
arpista, que,
encamotao
por una tal
Bersabé,
le anduvo atrás hasta que
45
por ingrata la encantó,
cierta ocasión que la vio
bañándose en una tina,
donde con su arpa divina
el rey le hizo... qué sé yo.
50
Llorar pienso que sería...
lo que le hizo a
Bersabé
David, como al piano
usté
sentir al mesmo lo haría:
y además yo apostaría,
55
para ganar, por sabido,
que, a David, como a Cupido,
al diablo, a Apolo y a Orfeo,
usté los haría creo
llorar a moco tendido.
60
En fin: por si alguno ignora
el deleite sobrehumano
con que
usté, al tocar el piano,
embelesa y enamora,
digo que la encantadora
65
Santa Cecilia bendita
no tendrá, y que necesita...
para el coro celestial
una artista angelical
como es
usté, Margarita.
70
—487→
Invitación
Que en París, a fines del año
1871, le hizo el gaucho Aniceto el Gallo a un amigo suyo, para que este, con su
familia viniese a comer en casa del gaucho Aniceto