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Abajo

Antología de textos juanramonianos

Juan Ramón Jiménez

Javier Blasco (comp.)






ArribaAbajoAlmas de violeta (1900)




ArribaAbajo- 1 -


Remembranzas

A Manuel Reina.




Abajo    Recuerdo que cuando niño
me parecía mi pueblo
una blanca maravilla,
un mundo mágico, inmenso;
las casas eran palacios
y catedrales los templos;
y por las verdes campiñas
iba yo siempre contento,
inundado de ventura
al mirar el limpio cielo,
celeste como mi alma,
como mi alma sereno,
creyendo que el horizonte
era de la tierra el término.
No veía en su ignorancia
mi inocente pensamiento,
otro mundo más hermoso
que aquel mundo de mi pueblo;
¡qué blanco, qué blanco todo!,
¡todo qué grande, qué bello!

    Recuerdo también que un día
en que regresé a mi pueblo
después de largos viajes,
me pareció un cementerio;
en su mezquina presencia
se agigantaba mi cuerpo;
las casas no eran palacios
ni catedrales los templos,
y en todas partes reinaban
la soledad y el silencio.
Extraña impresión sentía
buscando en mi pensamiento
la memoria melancólica
de aquellos felices tiempos
en que no soñaba un mundo
como el mundo de mi pueblo.

    ¡Cuántas veces, entre lágrimas
con mis blancos días sueño,
y reconstruyo en mi mente
la visión de aquellos tiempos!

    ¡Ay!, ¡quién de nuevo pudiera
encerrar el pensamiento
en su cárcel de ignorancia!,
¡quién pudiera ver de nuevo
el mundo más sonriente
en el mundo de mi pueblo!




ArribaAbajo- 2 -


A mis penas


ArribaAbajo Cuando lloraba yo tanto,
cuando yo tanto sufría,
mis penas, sólo mis penas,
fueron constantes amigas;
me quedé sin ilusiones,  5
me quedé sin alegrías,
volaron mis esperanzas,
y en el mar de mi desdicha,
pobre y solitario náufrago
sin auxilio me perdía;  10
llegó un momento supremo
en que aborrecí la vida.

Entonces brilló a lo lejos
una azul playa bendita,
la playa del sufrimiento,  15
de las nostalgias divinas;
pensé un instante en la lucha,
sol que alumbró muerto día,
y me abracé a mis dolores
y salvé mi inútil vida.  20

¡Penas mías, yo os bendigo!
¡Yo os bendigo, penas mías,
negras tablas salvadoras
del perfume de mi vida!
Nunca, nunca me olvidéis  25
en el mar de mi desdicha,
entristeced mis amores,
entristeced mis delicias,
que yo gozo con las penas
más que con las alegrías,  30
que jamás puedo olvidarme
de aquella playa bendita,
en donde me embriagasteis
de las nostalgias divinas.
Todo el oro de mis sueños,  35
todo el amor de mi lira,
todas las flores que entreabran
sus cálices en mis días,
todo el fuego de mis ojos,
todo el placer de mis risas,  40
es sólo para vosotras,
adoradas penas mías,
adoradas salvadoras
del perfume de mi vida.




ArribaAbajoNinfeas (1900)




ArribaAbajo- 3 -


Las amantes del miserable


ArribaAbajo    ... Hace un frío tan horrible,
que hasta el cielo se ha vestido con su ropa más compacta...;
cae la nieve en incesante lagrimeo,
como llanto sin consuelo de algún alma dolorida;
de algún alma que en los aires
vaga triste, sin hallar dulce reposo;
de algún alma que no quiere deslizarse de la Tierra
donde viven sus amores más sagrados,
y le envía su recuerdo
en los copos blanquecinos de la nieve;
su recuerdo que entreteje una hermosísima guirnalda
de suspiros, de blasfemias y de besos moribundos...

    Por la calle silenciosa,
va el mendigo con el hambre en sus entrañas...

    No va solo... Es la negra Soledad su compañera;
la conduce a su tugurio,
como a loca prostituta que se vende...;
la compró con sus angustias y tormentos
y ahora va a gozar con ella en el silencio de la noche,
a abrazarla con abrazos delirantes,
a morder sus flojos pechos que no sacian
los carnales apetitos...;
va a dormirse en su regazo,
donde deja los vigores de su vida que se rinde,
donde muere poco a poco entre placeres,
que carcomen los cimientos de su pecho desgarrado,
como el río que, besando con malvada hipocresía
las murallas del palacio que en sus márgenes se duerme,
lentamente lo derrumba...

    Al cruzar por una esquina,
una sombra llama al hombro del mendigo;
una sombra que va envuelta en negra túnica rasgada,
por la cual asoman huesos carcomidos;
una sombra que sonríe, con irónica sonrisa,
y que fija su mirada cavernosa
en los ojos del mendigo temerario,
incitándole a gozar entre sus brazos amorosos...
Es la infame prostituta de las calles de la Vida,
que se entrega dulcemente,
escondiendo a sus espaldas la Guadaña traicionera...
Es la Muerte... pero el pobre la conoce;
ha gustado muchas veces sus caricias espantosas,
sus caricias que son gratas, cuando el alma desespera,
ya en los reinos del martirio...;
muchas veces ha gustado sus caricias, pero siempre,
al mirar una esperanza
que cruzaba sonriente por los cielos tormentosos,
a su veste flotadora se ha agarrado delirante
y se ha envuelto entre sus pliegues de oro y rosa,
y ha reñido mil combates y ha vencido como un héroe...
El mendigo no le teme... Ahora, ahora la desea...

    La desea; que en el mundo
ya no tiene quien le deje un dulce beso de consuelo;
que los hombres lo desprecian
y se mofan de sus míseros andrajos,
de sus míseros andrajos, que son timbre de su gloria;
de la gloria más sublime: de la lucha,
de la lucha formidable, por la lóbrega Existencia.
El mendigo no le teme... Ahora anhela sus caricias...

    La terrible Soledad, no siente celos
de la sombra de la Muerte, que enamora a su mendigo;
la conoce también mucho;
es su amiga más querida; han dormido alegres sueños
abrazadas en los lechos hediondos,
que abandonan los cadáveres;
han gozado los placeres más extraños
celebrando la derrota de las vidas;
la derrota de las vidas por su doble martilleo...

    Va el mendigo sonriendo a su tugurio,
con los brazos enlazados, en los brazos cariñosos
de la negra Soledad y de la Muerte...
Sigilosos callejones atraviesan...

   Ya llegaron... Ya el mendigo cae en el lecho;
ya el mendigo se revuelca con espasmos angustiosos,
con febriles contorsiones,
entre besos y quejidos, y caricias
de sus fúnebres amantes ardorosas, insaciables...

    Los fulgores macilentos
de una tétrica alborada taciturna,
iluminan el cadáver del mendigo
cuyo cuerpo da señales de un combate furibundo...;
el cadáver del mendigo,
con los ojos entornados, con los labios entreabiertos,
como presa de un ensueño de dulcísimos deleites...




ArribaAbajoRimas (1902)




ArribaAbajo- 4 -


Primavera y sentimiento


ArribaAbajo    Estos crepúsculos tibios
son tan azules, que el alma
quiere perderse en las brisas
y embriagarse con la vaga
tinta inefable que el cielo  5
por los espacios derrama,
fundiéndola en las esencias
que todas las flores alzan
para perfumar las frentes
de las estrellas tempranas.  10

   Los pétalos melancólicos
de la rosa de mi alma,
tiemblan, y su dulce aroma
(recuerdos, amor, nostalgia),
se eleva al azul tranquilo,  15
a desleirse en su mágica
suavidad, cual se deslíe
en un sonreír la lágrima
del que sufriendo acaricia
una remota esperanza.  20

    Está desierto el jardín;
las avenidas se alargan
entre la incierta penumbra
de la arboleda lejana.
Ha consumado el crepúsculo  25
su holocausto de escarlata,
y de las fuentes del cielo
(fuentes de fresca fragancia),
las brisas de los países
del sueño, a la tierra bajan  30
un olor de flores nuevas
y un frescor de tenues ráfagas...
Los árboles no se mueven,
y es tan medrosa su calma,
que así parecen mas vivos  35
que cuando agitan las ramas;
y en la onda transparente
del cielo verdoso, vagan
misticismos de suspiros
y perfumes de plegarias.  40

    ¡Qué triste es amarlo todo
sin saber lo que se ama!
Parece que las estrellas
compadecidas me hablan;
pero como están tan lejos,  45
no comprendo sus palabras.
¡Qué triste es tener sin flores
el santo jardín del alma,
soñar con almas floridas,
soñar con sonrisas plácidas,  50
con ojos dulces, con tardes
de primaveras fantásticas!...
¡Qué triste es llorar, sin ojos
que contesten nuestras lágrimas!
Ha entrado la noche; el aire  55
trae un perfume de acacias
y de rosas; el jardín
duerme sus flores... Mañana,
cuando la luna se esconda
y la serena alborada  60
dé al mundo el beso tranquilo
de sus lirios y sus auras,
se inundarán de alegría
estas sendas solitarias;
vendrán los novios por rosas  65
para sus enamoradas;
y los niños y los pájaros
jugarán dichosos... ¡Almas
de oro que no ven la vida
tras las nubes de las lágrimas!  70

   ¡Quién pudiera desleirse
en esa tinta tan vaga
que inunda el espacio de ondas
puras, fragantes y pálidas!
¡Ah, si el mundo fuera siempre  75
una tarde perfumada,
yo lo elevaría al cielo
en el cáliz de mi alma!




ArribaAbajo- 5 -


ArribaAbajo    Me he asomado por la verja
del viejo parque desierto:
todo parece sumido
en un nostálgico sueño.

    Sobre la oscura arboleda,
en el transparente cielo
de la tarde, tiembla y brilla
un diamantino lucero.

    Y del fondo de la umbría
llega acompasado el eco
de algún lago que se queja
al darle una gota un beso.

    Mis ojos pierdo, soñando,
en la bruma del sendero;
una flor que se moría
ya se ha quedado sin pétalos.

    De una rama amarillenta,
al temblar el aire fresco,
una pálida hoja mustia
dando vueltas cae al suelo.

    Ramas y hojas se han movido,
un algo turba el misterio;
de lo espeso de la umbría,
como una nube de incienso,

    surge una virgen fantástica
cuyo suavísimo cuerpo
se adivina vagamente
tras blanco y flotante velo;

    sus ojos clava en los míos
y entre las sombras huyendo,
se pierde callada y triste
en el fondo del sendero.

    Desde el profundo boscaje
llega monótono el eco
de algún lago que suspira
al darle una gota un beso.

    Y allá sobre las magnolias,
en el transparente cielo
de la tarde, tiembla y brilla
una lágrima-lucero.

    El jardín vuelve a sumirse
en melancólico sueño,
y un ruiseñor dulcemente
gime en el hondo silencio.




ArribaAbajoArias tristes (1903)




ArribaAbajo- 6 -


ArribaAbajo   Mi alma es hermana del cielo
gris y de las hojas secas;
sol enfermo del otoño,
mátame con tu tristeza!

    Los árboles del jardín
están cargados de niebla:
mi corazón busca en ellos
esa novia que no encuentra;

    y en el sueño frío y húmedo
me esperan las hojas secas:
si mi alma fuera una hoja
y se perdiera entre ellas!

    El sol ha mandado un rayo
de oro viejo a la arboleda,
un rayo flotante, dulce
luz para las cosas muertas.

    ¡Qué ternura tiene el pobre
sol para las hojas secas!
Una tristeza infinita
vaga por todas las sendas,

    lenta, antigua sinfonía
de música y de esencias,
algo que dora el jardín
de ensueño de primavera.

    Y esa luz de ensueño y oro
que muere en las hojas secas,
alumbra en mi corazón
no sé qué vagas tristezas.




ArribaAbajo- 7 -


ArribaAbajoAlguna noche que he ido
solo al jardín, por los árboles
he visto un hombre enlutado
que no deja de mirarme.

Me sonríe y, lentamente,
no sé cómo, va acercándose,
y sus ojos quietos tienen
un brillo extraño que atrae.

He huido, y desde mi cuarto,
a través de los cristales,
lo he visto subido a un árbol
y sin dejar de mirarme.




ArribaAbajoJardines lejanos (1904)




ArribaAbajo- 8 -


ArribaAbajo   Soy yo quien anda esta noche
por mi cuarto, o el mendigo
que rondaba mi jardín
al caer la tarde...? Miro

   en torno y hallo que todo
es lo mismo y no es lo mismo...
la ventana estaba abierta?
yo no me había dormido?

   El jardín no estaba blanco
de luna...? El cielo era limpio
y azul... Y hay nubes y viento
y el jardín está sombrío...

   Creo que mi barba era
negra... yo estaba vestido
de gris... y mi barba es blanca
y estoy enlutado... ¿Es mío

   este andar? tiene esta voz
que ahora suena en mí, los ritmos
de la voz que yo tenía?
Soy yo...? o soy el mendigo

   que rondaba mi jardín
al caer la tarde...? Miro
en torno... Hay nubes y viento...
El jardín está sombrío...

   ... Y voy y vengo... Es que yo
no me había ya dormido?
Mi barba está blanca... Y todo
es lo mismo y no es lo mismo...




ArribaAbajo- 9 -


ArribaAbajo   Francina, en la primavera
tienes la boca más roja?
-La primavera me pone
siempre más roja la boca.

    -Es que besas más, o es
que las rosas te arrebolan?
-Yo no sé si es mal de besos
o si es dolencia de rosas.

    -Y, te gustan más los labios
o las rosas? -Qué te importa...?
la rosa me sabe a beso,
el beso a beso y a rosa.

   Entonces le puse un beso
en la rosa de su boca...
La tarde de abril moría,
rosamente melancólica;

    las fuentes iban al cielo
con su plata temblorosa...
Francina deshojó a besos
su boca sobre mi boca.




ArribaAbajoPastorales (1905)




ArribaAbajo- 10 -


ArribaAbajo   Los caminos de la tarde
se hacen uno, con la noche.
Por él he de ir a ti,
amor que tanto te escondes.

    Por él he de ir a ti,
como la luz de los montes,
como la brisa del mar,
como el olor de las flores.




ArribaAbajo- 11 -


ArribaAbajo   Cállate, por Dios, que tú
no vas a saber decírmelo;
deja que abran todos mis
sueños y todos mis lirios.

    Mi corazón oye bien
la letra de tu cariño...
el agua lo va contando
entre las flores del río;

    lo va soñando la niebla,
lo están llorando los pinos
y la luna rosa y el
corazón de tu molino...

    No apagues, por Dios, la luz
que arde dentro de mí mismo...
Cállate, por Dios, que tú
no vas a saber decírmelo...




ArribaAbajo- 12 -


ArribaAbajo   Mujer, perfúmame el campo;
da a mi malestar tu aroma,
y que se pongan tus manos
entre el tedio de mis rosas.

    Olor a carne y romero,
traje blanco y verdes hojas,
ojos negros entre todo
lo que azula y lo que dora!

    Y tu risa de amor, y
tus concesiones de novia,
y el bien que siempre me has hecho
con el clavel de tu boca!

    Ay, corazón, que mal lates!
oh, mujer, cómo me llora
el alma entre tu fragancia,
cazadora blanca y rosa!

    Pero mátame de carne,
que me asesine tu boca,
dardo que huela a tu sangre,
lengua, espada dulce y roja!

    Mujer, perfúmame el campo;
da a mi malestar tu aroma,
y que se pongan tus manos
entre el tedio de mis rosas.




ArribaAbajoLas hojas verdes (1909)




ArribaAbajo- 13 -


Otra balada a la luna


C'était, dans la nuit brune,
Sur le clocher jauni,
       La lune,
Comme un point sur un i.

Musset                



ArribaAbajo    -Heine, Laforgue, Verlaine...-
Luna de mi corazón,
niña blanca, si has nacido en
       el Japón,

    baja a mis labios tu cara
de flor de almendro, pues eso
lo necesito yo para
       darte un beso.

    Háblame tú con tu voz
de musmé fresca y gentil,
luna de nardo, de arroz
       y marfil!

    Y si fueres por tu cuna
noble y plácida princesa,
cásate conmigo, luna
       japonesa!

    Estás desnuda, o te endiosa
un velo blanco de tul?
Y tu carne, luna, es rosa
       o es azul?

    Eres pagana, o qué eres?
Di, qué has oído, qué has visto?
También turbó tus placeres
       Jesucristo?

    Va algún alma eterna en ti
a los parques de la cita?
Y tu hermana Ofelia? Di,
       Margarita...

    Te has muerto acaso? Estás yerta?
Se enredó un nombre a tu boca?
Di, luna mía, estás muerta,
       o estás loca?

    Tú, que entre la noche bruna,
en una torre amari-
lla, eres como un punto, oh, luna!
       sobre una i;

    tú, ladrada de los perros,
lámpara azul del amor,
tú, que dorabas los cerros
       al pastor;

    tú, Selene, tú, Diana,
urna de melancolía,
que te vaciarás mañana
       sobre el día;

    deja en mi frente tu estela,
o, como una mariposa,
desde tu magnolia, vuela
       a mi rosa!

    Luna, desde mi balcón
de florecidos cristales,
te mando este corazón
       de rosales!

    Sé mi novia, soberana
ciega, romántica muda,
tú que eres triste, liviana
       y desnuda!

    Emperatriz de jazmines,
bella sin años contados,
alma sin cuerpo, en jardines
       estrellados!

    Oh, rosa de plata! Oh, luna!
Aldea blanca y en calma,
sé el hogar y la fortuna
       de mi alma!




ArribaAbajo- 14 -


Cuarto


ArribaAbajo    ¡Qué quietas están las cosas
y qué bien se está con ellas!
Por todas partes sus manos
con nuestras manos se encuentran.

    ¡Cuántas discretas caricias,
qué respeto por la idea;
cómo miran estasiadas,
el ensueño que uno sueña!

    ¡Cómo les gusta lo que a uno
le gusta; cómo se esperan,
y, a nuestra vuelta, qué dulces
nos sonríen, entreabiertas!

    ¡Cosas -amigas, hermanas,
mujeres-, verdad contenta,
que nos devolvéis, celosas,
las más fugaces estrellas!




ArribaAbajoElegías (1908)




ArribaAbajo- 15 -


ArribaAbajo   He jugado contigo, dolor, y bien merezco
que un corazón vestido de verde me maltrate...
Me adornabas con rosas tristes, y hoy me parezco
a ti, en lo desdeñado, en lo gris y en lo mate.

    Dolor, estás en mí y estoy en ti, como algo
frío y mustio, como un jardín negro de invierno...
ni sé ya lo que vales, ni ya sé lo que valgo,
pero sé que serás tenebroso y eterno!




ArribaAbajo- 16 -


ArribaAbajo   Mujer, abismo en flor, maldita seas! Rosa
de filo, espada tierna, fontana de letargo;
con qué nos muerde, lirio, tu seda? Cómo, diosa,
haces lo negro de oro y haces dulce lo amargo?

    Yo iba cantando, un día, por la pradera de oro,
Dios azulaba el mundo y yo era alegre y fuerte;
tú estabas en la hierba, me abriste tu tesoro,
y yo caí en tus rosas y yo caí en la muerte!

    Ay! cómo das la sombra entre tus labios rojos,
mujer, mármol de tumba, lodo abierto en abrazos?
Tú que pones arriba el cielo de tus ojos,
mientras nos enloquece la tierra de tus brazos!




ArribaAbajoBaladas de primavera (1910)




ArribaAbajo- 17 -


Balada de la mañana de la cruz


ArribaAbajo   Dios está azul. La flauta y el tambor
anuncian ya la cruz de primavera.
Vivan las rosas, las rosas del amor
entre el verdor con sol de la pradera!

    Vámonos, vámonos al campo por romero,
vámonos, vámonos
por romero y por amor...

    Si yo le digo: no quieres que te quiera?,
responderá radiante de pasión:
cuando florezca la cruz de primavera
yo te querré con todo el corazón!

    Vámonos, vámonos al campo por romero,
vámonos, vámonos
por romero y por amor...

    Florecerá la cruz de primavera,
y le diré: ya floreció la cruz.
Responderá: ... tú quieres que te quiera?,
y la mañana se llenará de luz!

    Vámonos, vámonos al campo por romero,
vámonos, vámonos
por romero y por amor.

    Flauta y tambor sollozarán de amores,
la mariposa vendrá con su ilusión...
Ella será la virgen de las flores
y me querrá con todo el corazón!




ArribaAbajo- 18 -


Andando (sueño)


ArribaAbajoAndando, andando;
que quiero oír cada grano
de la arena que voy pisando.
Andando, andando;

dejad atrás los caballos,
que yo quiero llegar tardando
-andando, andando-,
dar mi alma a cada grano
de la tierra que voy pisando.

Andando, andando.
¡Qué dulce entrada en mi campo,
noche inmensa que vas bajando!

Andando, andando.
Mi corazón ya es remanso;
ya soy lo que me está esperando
-andando, andando-,
y mi pie parece, cálido,
que me está el corazón besando.

Andando, andando;
¡que quiero ver todo el llanto
del camino que estoy cantando!




ArribaAbajoLa soledad sonora (1911)




ArribaAbajo- 19 -


ArribaAbajoLe he puesto una rosa triste
a la flauta melancólica:
cuando cante, cantará
con música y con aroma.

Tendrá una voz de mujer,
vacilante, arrulladora,
plata con llanto y sonrisa,
miel de mirada y de boca.

Y será cual si unos dedos
finos jugasen con sombra
por los leves agujeros
de la caña melodiosa...

Tonada que nunca llega,
oída una tarde en la fronda,
tonada que iba a cogerse
y que huía entre las hojas!

Para ver si no se iba,
la engañé con una rosa:
cuando llore, llorará
con música y con aroma.




ArribaAbajo- 20 -


ArribaAbajo    Quería decir un nombre
la música de mi flauta...
No pudo.
    La tarde iba
rosando las verdes ramas...

    Un nombre de un cuerpo blanco,
coronado de esperanzas,
que holló las orillas verdes
unas tardes ya lejanas;

    nombre suave, que era el nombre
sosegado de mi alma,
que en una palabra unía
todas las gratas palabras...

    Hablaba el dulce verdón
no sé qué... Por la cañada
se iba riendo el arroyo
a la sombra de las zarzas;

    un olor a rosa humilde
ungía la tarde clara;
me dolía el corazón
como si me lo rasgaran...

    La mariposa era un nombre,
un nombre llevaba el agua,
flotaba un nombre en el sol,
un nombre el verdón cantaba...

    Quería decir un nombre
la música de mi flauta...
No pudo.
    La tarde iba
sangrando las verdes ramas...




ArribaAbajoPoemas mágicos y dolientes (1911)




ArribaAbajo- 21 -


ArribaAbajo   ¡Impenetrable es tu frente, cual un muro!
Tan cerca de los ojos, ¿cómo retiene preso
tu pensamiento?, ¿cómo su recinto es oscuro
bajo el cabello de oro, sobre el radiante beso?

    Con la movilidad mágica de tus ojos,
la fijeza de dardo de los míos esquivas;
a veces, brillan dentro como ponientes rojos,
a veces, como rápidas estrellas pensativas...

    ¡Mujer, que yo lo vea! Libra de sus penosas
dudas a esta constante nostalgia de mis penas;
¡quiero saber si tu alma es un jardín de rosas,
o un pozo verde, con serpientes y cadenas!




ArribaAbajo- 22 -


ArribaAbajo   Hoz de oro, la luna hirió el cielo violeta...

    Una brisa nocturna erraba, viva y fresca;
Francina iba desnuda, delicada, opulenta;
su cuerpo blanqueaba con esplendor de estrella;
y, en su nitidez mate -nardo, jazmín, camelia-,
se apretaba, soñando, contra las cosas bellas,
como si, en sus presagios estivales, quisiera
poner en su alma vaga el alma eterna de ellas...

    Hoz de oro, la luna hirió el cielo violeta...

    De luna era la fuente, de cielo y de tristeza;
huía la avenida al reino de la niebla;
Francina iba desnuda; los lirios, las violetas
nevaban más, con su morada soñolencia,
la molicie sensual de su frescura egregia;
y miraba, perdidamente, a las estrellas,
y comparaba sus blancuras con la de ella...

    Hoz de oro, la luna hirió el cielo violeta...

    ¡Oh, en el hondo crepúsculo, Francina y las estrellas!
¡Desnudez de cristal y desnudez de tierra!
¡Venus caída al mundo, Francina que se queda
prendida, en un anhelo, en el cielo violeta!

   ... Y un olor esparcido y errante, que recuerda,
el olor indecible de un agua que se fuera,
entre rosas sonámbulas, por prados de leyenda...

    Hoz de oro, la luna hirió el cielo violeta...




ArribaAbajoArte menor (h. 1909)




ArribaAbajo- 23 -


ArribaAbajoSeñor, matadme, si queréis...
¡Pero, Señor, no me matéis!

¡Oh, Señor!, por el sol sonoro,
por la mariposa de oro,
por la rosa y por el lucero,
por los vilanos del sendero,
por el trino del ruiseñor,
por los naranjales en flor,
por la perlería del río,
por el dulce pinar umbrío,
por los suaves labios rojos
de ella, y por sus grandes ojos;

¡Señor, Señor, no me matéis!
Pero, matadme, si queréis...




ArribaAbajo- 24 -


El pajarito verde


ArribaAbajoNo recuerdo...
Ya no viene el cavador
que cavaba en el venero.

No recuerdo...
Sobre la mina han caído
mil siglos de suelos nuevos.

No recuerdo...
El mundo se acabará.
No se encontrará el secreto.




ArribaAbajo- 25 -


Un amiguillo


ArribaAbajo-Pí. Sobre la roja rama
salta el leve pajarillo;
tiene en el pecho la llama,
el estribillo, amarillo.

Amarillo como el sol
fino que bruñe la fronda,
el violento jirasol
y la traspasada onda.

El ambiente es de elejía,
hiriente el ocaso. Y,
corta de melancolía,
insiste la queja: -Pí.

y 2

-Pajarillo, mi alma tiene
el ansia de tu paisaje,
te oye, y tras de ti, se viene
a tu secreto paraje.

En el inflamado oro
de nuestro instante, la vida
se encierra como un tesoro
al que se entra por la herida.

Que me responda tu pío.
Dime que sí. -Pí. -Que sí.
¡Acompáñame el hastío!
¿Vas a ser mi amigo? -Pí.

(1906, Moguer)




ArribaAbajoEsto (1909-1911)




ArribaAbajo- 26 -


ArribaAbajoDespués que entre las flores de la tarde una mano,
que es de nardo y de alas, cerró la sinfonía
romántica de Schubert, aún sonaba el piano
sonoro de fragancias y de melancolía.

Dijo Blanca: No entiendo la música alemana;
y la señora -¡musas!- del forense: A mí. Joven,
no me dice esto nada; y Rosa, la cubana:
Prefiero la sonata -¡oh, sordo!- de Beethoven.

Yo andaba con mi llanto; y por huir de ellas
bajé al Jardín; la noche estaba verde y triste...
Tú, Schubert, caballero de las blancas estrellas,
me viste entre las rosas; yo sé que tú me viste.




ArribaAbajo- 27 -


Escritor


ArribaAbajoTiene algo de fogón o de locomotora...
Entre la mugre intento dilucidar si es bizco.
Es humo lo que habla, es tinta lo que llora.
Fuma una pipa y creo que lo que fuma es cisco.

Da la mano (y la deja pegada entre la nuestra...)
¡La mano negra! Y son de ver los corredores
de su casa estrellados con esa dulce muestra...
-Tome asiento. -¿Yo? ¿Dónde? -¡Qué pringues y qué olores!

Después habla de lutos, de muerte... Hace una glosa
de la bohemia... y toma un huevo en el tintero.
Los versos... de Villon, sin conocerlo. Es cosa
de encomendarlo a las funciones de un manguero.

El cuello bien subido -y es verano-. Unas botas
cambiadas en el Rastro. Director de revista.
«Que si la pluma, que si Verlaine...» Sí, unas gotas
de sublimado -mon ami- y hasta la vista.




ArribaAbajo- 28 -


Banquera


ArribaAbajoEn las noches de plata, bajo los terciopelos
del trust del Paraíso, da una vuelta a la llave,
y rodando, se va a la ajencia de los cielos,
a hacerle un préstamo de grasa a la vieja nave.

Inspirándose en su vejez de tomo y lomo,
farola de sandía lívida, hubiera escrito
Richard Strauss: «Fulana, considerada como
prestamista, con fe, al amor y al infinito.»

Se guarda los recibos en el seno. ¡Si fuera
el cielo un banco, y las estrellas pesetas fijas!
... La araña de su tumba será la primavera
en que cojí, de balde, los besos de sus hijas.




ArribaAbajoPoemas agrestes (1910-1911)




ArribaAbajo- 29 -


La flor solitaria


ArribaAbajoNo vienen en tu busca, pobre flor solitaria;
-y, sin embargo, eres más bella que la rosa
pregonadora, que la mano partidaria
del destino abrió altiva, visible y victoriosa-.

Oyes, solo, en tu olvido, la verdad de la fuente,
que, cantándote amor, te vuelve sobre el cielo,
el verderón te cerca de un misterio elocuente,
la mariposa para por ti su blanco vuelo...

Y nadie sabe, flor, el encanto bendito
de tu soledad única, estasiada y divina,
cuando, a una brisa de oro, teñida de infinito,
el sol se va ocultando tras tu verde colina.




ArribaAbajo- 30 -


ArribaAbajoGranado el oro, está la espiga, al día claro,
encendiendo en la luz su apretado tesoro;
pero se pone triste, y, en un orgullo avaro,
derrama por la tierra, descontenta, su oro.

De nuevo se abre el grano rico en la sombra amiga
-cuna y tumba, almo trueque- de la tierra mojada,
para surjir de nuevo, en otra bella espiga
más redonda, más firme, más alta y más dorada.

Y... ¡otra vez a la tierra! ¡Anhelo inestinguible,
ante la norma única de la espiga perfecta,
de una suprema forma, que eleve a lo imposible
el alma, ¡oh poesía!, infinita, áurea, recta!




ArribaAbajo- 31 -


El viaje definitivo


ArribaAbajo... Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostáljico...

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.




ArribaAbajoLaberinto (1913)




ArribaAbajo- 32 -


Carta a Georgina Hübner en el cielo de Lima


    ... Pero a qué le hablo a usted de mis pobres
cosas melancólicas; a usted, a quien todo sonríe?
... con un libro en la mano, ¡cuánto he pensado
en usted, amigo mío!
    ... Su carta me dio pena y alegría; ¿por qué
tan pequeñita y tan ceremoniosa?

(Cartas de Georgina al poeta.-Verano de 1904.)                



ArribaAbajoEl cónsul del Perú me lo dice: «Georgina
Hübner ha muerto»...

      ¡Has muerto! ¿Por qué? ¿cómo? ¿qué día?

¿Cual oro, al despedirse de mi vida, un ocaso,
iba a rosar la maravilla de tus manos
cruzadas, dulcemente, sobre el parado pecho,
como dos lirios malvas de amor y sentimiento?

... Ya tu espalda ha sentido el ataúd blanco,
tus muslos están ya para siempre cerrados,
en el tierno verdor de tu reciente fosa
el sol poniente inflamará los chuparrosas...
¡ya está más fría y más solitaria La Punta
que cuando tú la viste, huyendo de la tumba,
aquella tarde en que tu ilusión me dijo:
«¡Cuánto he pensado en usted, amigo mío!»...

¿Y yo, Georgina, en ti? Yo no sé cómo eras...
¿morena? ¿casta? ¿triste? ¡Sólo sé que mi pena
parece una mujer, cual tú, que está sentada,
llorando, sollozando, al lado de mi alma!
Sé que mi pena tiene aquella letra suave
que venía, en un vuelo, a través de los mares,
para llamarme «amigo»... o algo más... no sé... ¡algo
que sentía tu corazón de veinte años!

-Me escribiste: «Mi primo me trajo ayer su libro»...
-¿Te acuerdas?- y yo, pálido: -«Pero... usted tiene un primo?»-

Quise entrar en tu vida y ofrecerte mi mano
noble cual una llama, Georgina... En cuantos barcos
salían, fue mi loco corazón en tu busca...
¡yo creía encontrarte, pensativa, en La Punta,
con un libro en la mano, como tú me decías,
soñando, entre las flores, encantarme la vida!...

Ahora, el barco en que iré, una tarde, a buscarte,
no saldrá de este puerto, ni surcará los mares,
irá por lo infinito, con la proa hacia arriba,
buscando, como un ángel, una celeste isla...
¡Oh, Georgina, Georgina! ¡qué cosas!... mis libros
los tendrás en el cielo, y ya le habrás leído
a Dios algunos versos... tú hollarás el poniente
en que mis pensamientos dramáticos se mueren...
desde ahí, tú sabrás que esto no vale nada,
que, salvado el amor, lo demás son palabras...

¡El amor! ¡el amor! ¿Tú sentiste en tus noches
el encanto lejano de mis ardientes voces,
cuando yo, en las estrellas, en la sombra, en la brisa,
sollozando hacia el sur, te llamaba: ¿Georgina?
¿Una onda, quizás, del aire que llevaba
el perfume inefable de mis vagas nostalgias,
pasó junto a tu oído? ¿Tú supiste de mí
los sueños de la estancia, los besos del jardín?

¡Cómo se rompe lo mejor de nuestra vida!
Vivimos... ¿para qué? para mirar los días
de fúnebre color, sin cielo en los remansos...
¡para tener la frente caída entre las manos!
¡para llorar, para anhelar lo que está lejos,
para no pasar nunca el umbral del ensueño,
ah, Georgina, Georgina! ¡para que tú te mueras
una tarde, una noche... y sin que yo lo sepa!

El cónsul del Perú me lo dice: «Georgina
Hübner ha muerto»...

      Has muerto. Estás, sin alma, en Lima,
abriendo rosas blancas debajo de la tierra...

Y si en ninguna parte nuestros brazos se encuentran,
¿qué niño idiota, hijo del odio y del dolor,
hizo el mundo, jugando con pompas de jabón?




ArribaAbajo- 33 -


A Antonio Machado


ArribaAbajo¡Amistad verdadera, claro espejo
en donde la ilusión se mira!
... Parecen esas nubes
más bellas, más tranquilas...
Antonio, siento en esta tarde ardiente
tu corazón entre la brisa...

La tarde huele a gloria;
Apolo inflama fraternales liras
en un ocaso musical de oro
como de mariposas encendidas...
liras sabias y puras,
de cuerdas de ascuas líquidas,
que guirnaldas de rosas inmortales
decorarán, un día.

Sí. ¡Amistad verdadera,
eres la fuente de la vida!
... la fuente que a los prados de la muerte
les lleva floras pensativas
en la serena soledad undosa
de sus corrientes amarillas...

Antonio, ¿sientes esta tarde ardiente
mi corazón entre la brisa?




ArribaAbajoMelancolía (1912)




ArribaAbajo- 34 -


Dedicatoria a la melancolía


...Au coucher du soleil, si ton âme attendrie
tombe en une muette et molle rêverie...

André Chénier.                



ArribaAbajo    Tú que en el parque mustio, frente a los soles rojos
que empurpuran de luz tu altivo desconsuelo,
hastiada y delirante, pierdes tus grandes ojos
tras las bandadas que se alejan por el cielo...

    O que, pálida y dulce, con un libro en la mano,
caminas lentamente por la seca avenida,
y buscas en la rosa postrera del verano
el sentido profundo y eterno de la vida...

    Divina mujer triste! Al lado de la fuente,
soñando con tus brazos, mi corazón te espera...
no seas la ilusión que vuela de la frente,
sino la realidad constante y verdadera!




ArribaAbajo- 35 -


ArribaAbajoBrumoso, en elegante languidez, se copiaba
el cielo violeta en la roja caoba;
dentro, lo gris tenía carne y seda encendidas;
en la tarde venían fragancias de mimosas...

    Un afán imposible de lujos sensuales
llevaba, entre visiones, al alma melancólica,
... afán de llegar pronto... o de no llegar nunca...
a no sé dónde... para qué!... a no sé qué hora...

    La felicidad iba -mas sin decirme nada-
al lado mío... Era de no sé quién... La sombra
del crepúsculo suave le florecía el sueño,
y me miraba, largamente, entre sus rosas...




ArribaAbajoPoemas impersonales (1911)




ArribaAbajo- 36 -


A la luna del arte


(... Después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero...

D. J. MANRIQUE)                


Sun of the Sleepless!


(LORD BYRON)                



ArribaAbajoTe he dado, sol insomne, latido por latido,
todo mi corazón. Tu corona luciente,
como vasallo fiel y noble, la he servido
bien. No me quedan armas que ofrecerte, ni jente.

Tú, en cambio, como pago de esta servidumbre,
que no aprisiona, ni entristece, ni degrada,
me has concedido, reina, la divina costumbre
de tener, como tú, el alma desvelada.

Cuando venga la muerte a llamar a mi puerta,
encontrará en mi choza, entre hojarasca, un leño.
¡Sí, mi fragancia huele ya en lo azul de tu huerta.
Mi canción es ya eterno ruiseñor de tu ensueño!




ArribaAbajo- 37 -


A un poeta (para un libro no escrito)


ArribaAbajoCreemos los nombres.

Derivarán los hombres.
Luego, derivarán las cosas.
Y sólo quedará el mundo de los nombres,
letra del amor de los hombres,
del olor de las rosas.

Del amor y las rosas,
no ha de quedar sino los nombres.
¡Creemos los nombres!




ArribaAbajo- 38 -


Melancolía

A Keats


...Then glut thy sorro-w ou a
morning rose, or ou the reinbow
of the salí sand-wave...

(KEATS: Ode ou Melancholy.)                



ArribaAbajo¿Y en dónde, dulce Keats, está la rosa
de la aurora, la rosa
para hartarme la pena?
¿En dónde el arco iris de la salada ola de arena?

¡Melancolía, luna llena
de este vano desierto
seco y verde!
¡Donde el olor que vuelve a darme la azucena
que mi memoria poco a poco pierde,
huele, en su luz, a yerto!

¿Es sueño, es cierto, esta melancolía,
que ya sabe que no tendrá otra hora,
su gris unanimidad fría,
que no tendrá, que no tendrá la aurora
que le rinda tu rosa soñadora,
ni la brisa
que le traiga tu arco iris de oro y risa?

Obliga tú, Keats pálido, con tu lira la mano
de Dios y haz que me abra
bien, bien los ojos estos
que de la rosa ven el iris solamente
de tu fresca palabra
en los surcos funestos
de mi frente.



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