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Antología poética

Gertrudis Gómez de Avellaneda



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Al partir

Soneto

                                            ¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
La noche cubre con su opaco velo,
Como cubre el dolor mi triste frente.
   ¡Voy a partir! La chusma diligente, 5
Para arrancarme del nativo suelo
Las velas iza, y pronta a su desvelo
La brisa acude de tu zona ardiente.
   ¡Adiós, patria feliz, edén querido!
¡Doquier que el hado en su furor me impela, 10
Tu dulce nombre halagará mi oído!
¡Adiós!... Ya cruje la turgente vela...
El ancla se alza... el buque, estremecido,
Las olas corta y silencioso vuela!
 
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La vuelta a la patria

Saludo

   ¡Perla del mar! ¡Cuba hermosa!
Después de ausencia tan larga
Que por más de cuatro lustros
Conté sus horas infaustas,
   Torno al fin, torno a pisar 5
Tus siempre queridas playas,
De júbilo henchido el pecho,
De entusiasmo ardiendo el alma.
   ¡Salud, oh tierra bendita,
Tranquilo edén de mi infancia, 10
Que encierras tantos recuerdos
De mis sueños de esperanza!
   ¡Salud, salud, nobles hijos
De aquesta mi dulce patria!
¡Hermanos, que hacéis su gloria! 15
¡Hermanas, que sois su gala!
   ¡Salud!... Si afectos profundos
Traducir pueden palabras,
Por los ámbitos queridos
Llevad, -¡brisas perfumadas, 20
   Que habéis mecido mi cuna
Entre plátanos y palmas!-
Llevad los tiernos saludos
Que a Cuba mi amor consagra.
   Llevadlos por esos campos 25
Que vuestro soplo embalsama,
Y en cuyo ambiente de vida
Mi corazón se restaura:
   Por esos campos felices,
Que nunca el cierzo maltrata, 30
Y cuya pompa perenne
Melifluos sinsontes cantan.
   Esos campos do la ceiba
Hasta las nubes levanta
De su copa el verde toldo, 35
Que grato frescor derrama:
   Donde el cedro y la caoba
Confunden sus grandes ramas,
Y el yarey y el cocotero
Sus lindas pencas enlazan 40
   Donde el naranjo y la piña
Vierten al par su fragancia;
Donde responde sonora
A vuestros besos la caña;
   Donde ostentan los cafetos 45
Sus flores de filigrana,
Y sus granos de rubíes
Y sus hojas de esmeraldas.
   Llevadlos por esos bosques
Que jamás el sol traspasa, 50
Y a cuya sombra poética,
Do refrescáis vuestras alas,
   Se escucha en la siesta ardiente
-Cual vago concento de hadas
La misteriosa armonía 55
De árboles, pájaros, aguas,
   Que en soledades secretas,
Con ignotas concordancias,
Susurran, trinan, murmuran,
Entre el silencio y la calma. 60
   Llevadlos por esos montes,
De cuyas vírgenes faldas
Se desprenden mil arroyos
En limpias ondas de plata.
   Llevadlos por los vergeles, 65
Llevadlos por las sabanas
En cuyo inmenso horizonte
Quiero perder mis miradas.
   ¡Llevadlos férvidos, puros,
Cual de mi seno se exhalan 70
-Aunque del labio el acento
A formularlos no alcanza,
   Desde la punta Maisí
Hasta la orilla del Mantua;
Desde el pico de Tarquino 75
A las costas de Guanaja!
   Doquier los oiga ese cielo,
Al que otro ninguno iguala,
Y a cuya luz, de mi mente
Revivir siento la llama: 80
   Doquier los oiga esta tierra
De juventud coronada,
Y a la que el sol de los trópicos
Con rayos de amor abrasa:
   Doquier los hijos de Cuba 85
La voz oigan de esta hermana,
Que vuelve al seno materno
-Después de ausencia tan larga
   Con el semblante marchito
Por el tiempo y la desgracia, 90
Mas de gozo henchido el pecho,
De entusiasmo ardiendo el alma.
   Pero ¡ah! decidles que en vano
Sus ecos le pido a mi arpa;
Pues sólo del corazón 95
Los gritos de amor se arrancan.
 
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A un cocuyo

   Dime, luz misteriosa,
Que ante mis ojos vagas,
Y mi interés despiertas,
Y mi vigilia encantas,
 
   ¿Eres quizás del cielo 5
Lumbrera destronada,
Que por la tierra mísera
Peregrinando pasas?
 
   ¿Eres un genio o silfo
De nuestra virgen patria, 10
Que de su joven vida
Contienes la ígnea savia?
 
   ¿Eres de un ser querido
Quizás errante ánima,
Que a demandarme vienes 15
Recuerdos y plegarias;
 
   O bien fulgente chispa
De las brillantes alas
Con que sostiene al triste
La célica esperanza? 20
 
   No sé; mas cuando luces
Hermosa a mis miradas,
De tropicales noches
En la solemne calma,
 
   -Ya exhalación perdida 25
Cruces la esfera diáfana,
Ya cual la brisa juegues
Meciéndote en las cañas;
 
   Ya cual diamante puro
Te engastes en las palmas, 30
Cuyo susurro imitas,
Cuyo verdor esmaltas;-
 
   Paréceme que siento
Revelación extraña
De místicos amores 35
Entre tu brillo y mi alma.
 
   Paréceme que existen
Secretas concordancias
Entre el afán que oculto
Y entre el fulgor que exhalas. 40
 
   ¡Oh, pues, lucero o silfo,
Ánima o genio, lanza
Más vívidos destellos
Mientras mi voz te canta!
 
   Los sones de mi ¡ira, 45
Las chispas de tu llama,
Confúndanse y circulen
Por montes y sabanas,
 
   Y suban hasta el cielo
Del campo en la fragancia, 50
Allá do las estrellas
Simpáticas los llaman
 
   ¡Allá do el trono asienta
El que comprende y tasa
De toda luz la esencia, 55
De todo afán la causa!
 
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A él

   No existe lazo ya: todo está roto:
Plúgole al cielo así: ¡bendito sea!
Amargo cáliz con placer agoto:
Mi alma reposa al fin: nada desea.
 
   Te amé, no te amo ya: piénsolo al menos: 5
¡Nunca, si fuere error, la verdad mire!
Que tantos años de amarguras llenos
Trague el olvido; el corazón respire.
 
   Lo has destrozado sin piedad: mi orgullo
Una vez y otra vez pisaste insano... 10
Mas nunca el labio exhalará un murmullo
Para acusar tu proceder tirano.
 
   De graves faltas vengador terrible,
Dócil llenaste tu misión: ¿lo ignoras?
No era tuyo el poder que irresistible 15
Postró ante ti mis fuerzas vencedoras.
 
   ¡Quísolo Dios y fue: gloria a su nombre!
Todo se terminó: recobro aliento:
¡Ángel de las venganzas! ya eres hombre
Ni amor ni miedo al contemplarte siento. 20
 
   Cayó tu cetro, se embotó tu espada...
Mas ¡ay! ¡cuán triste libertad respiro!
Hice un mundo de ti, que hoy se anonada,
Y en honda y vasta soledad me miro.
 
   ¡Vive dichoso tú! Si en algún día 25
Ves este adiós que te dirijo eterno,
Sabe que aún tienes en el alma mía
Generoso perdón, cariño tierno.
 
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A él

   En la aurora lisonjera
De mi juventud florida,
En aquella edad primera
-Breve y dulce primavera,
De tantas flores vestida- 5
 
   Recuerdo que cierto día
Vagaba con lento paso
Por una floresta umbría,
Mientras que el sol descendía
Melancólico a su ocaso. 10
 
   Mi alma -que el campo enajena-
Se agitaba en vago anhelo,
Y en aquella hora serena
-De místico encanto llena
Bajo del tórrido cielo- 15
 
   Me pareció que el sinsonte
Que sobre el nido piaba;
Y la luz que acariciaba
La parda cresta del monte,
Cuando apacible espiraba; 20
 
   Y el céfiro, que al capullo
Suspiros daba fugaz;
Y del arroyo el murmullo,
Que acompañaba el arrullo
De la paloma torcaz; 25
 
   Y de la oveja el balido,
Y el cántico del pastor,
Y el soñoliento rumor
Del ramaje estremecido
¡Todo me hablaba de amor! 30
 
   Yo -temblando de emoción-
Escuché concento tal,
Y en cada palpitación
Comprendí que el corazón
Llamaba a un ser ideal. 35
 
   Entonces ¡ah! de repente,
-No como sombra de un sueño,
Sino vivo, amante, ardiente
Se presentó ante mi mente
El que era su ignoto dueño. 40
 
   Reflejaba su mirada
El azul del cielo hermoso;
No cual brilla en la alborada,
Sino en la tarde, esmaltada
Por tornasol misterioso. 45
 
   Ni hercúlea talla tenía,
Mas esbelto -cual la palma-
Su altiva cabeza erguía,
Que alumbrada parecía
Por resplandores del alma. 50
 
   Yo, en profundo arrobamiento,
De su hálito los olores
Cogí en las alas del viento,
Mezclado con el aliento
De las balsámicas flores; 55
 
   Y hasta su voz percibía
-Llena de extraña dulzura-
En toda aquella armonía
Con que el campo despedía
Del astro rey la luz pura. 60
 
   ¡Oh alma! di: ¿quién era aquel
Fantasma amado y sin nombre?
¿Un genio? ¿un ángel? ¿un hombre?
¡Ah! lo sabes! era él;
Que su poder no te asombre. 65
 
   Volaban los años, y yo vanamente
Buscando seguía mi hermosa visión...
Mas dio al fin la hora; brillar vi tu frente,
Y «es él», dijo al punto mi fiel corazón.
 
   Porque era, no hay duda, tu imagen querida, 70
-Que el alma inspirada logró adivinar-
Aquella que en alba feliz de mi vida
Miré para nunca poderla olvidar.
 
   Por ti fue mi dulce suspiro primero;
Por ti mi constante, secreto anhelar 75
Y en balde el destino -mostrándose fiero-
Tendió entre nosotros las olas del mar.
 
   Buscando aquel mundo que en sueños veía,
Surcolas un tiempo valiente Colón
Por ti -sueño y mundo del ánima mía- 80
También yo he surcado su inmensa extensión.
 
   Que no tan exacta la aguja al marino
Señala el lucero que lo ha de guiar,
Cual fija mi mente marcaba el camino
De hallar de mi vida la estrella polar. 85
 
   Mas ¡ay! yo en mi patria conozco serpiente
Que ejerce en las aves terrible poder...
Las mira, les lanza su soplo atrayente,
Y al punto en sus fauces las hace caer.
 
   ¿Y quién no ha mirado gentil mariposa 90
Siguiendo la llama que la ha de abrasar?
¿ quién a la fuente no vio presurosa
Correr a perderse sin nombre en el mar?
 
   ¡Poder que me arrastras! ¿Serás tú mi llama?
¿Serás mi océano? ¿mi sierpe serás? 95
¿Qué importa? Mi pecho te acepta y te ama,
Ya vida, ya muerte le aguarde detrás.
 
   A la hoja que el viento potente arrebata,
¿De qué le sirviera su rumbo inquirir?
Ya la alce a las nubes, ya al cieno la abata, 100
Volando, volando le habrá de seguir.
 
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Soneto

Imitando una oda de safo

   ¡Feliz quien junto a ti por ti suspira!
¡Quien oye el eco de tu voz sonora!
¡Quien el halago de tu risa adora
Y el blando aroma de tu aliento aspira!
   Ventura tanta -que envidioso admira 5
El querubín que en el empíreo mora-
El alma turba, al corazón devora,
Y el torpe acento, al expresarla, espira.
   Ante mis ojos desparece el mundo,
Y por mis venas circular ligero 10
El fuego siento del amor profundo.
   Trémula, en vano resistirte quiero...
De ardiente llanto mi mejilla inundo,
¡Deliro, gozo, te bendigo y muero!
 
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Significado de la palabra yo amé

Imitación de Parny

   Con yo amé dice cualquiera
Esta verdad desolante:
-Todo en el mundo es quimera,
No hay ventura verdadera
Ni sentimiento constante.- 5
   Yo amé significa: -«Nada
Le basta al hombre jamás:
La pasión más delicada,
La promesa más sagrada,
Son humo y viento ¡y no más!» 10
 
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Al Excmo. Sr. Don Pedro Sabater

(Poco después marido de la autora)

Con motivo de haberle enviado a ésta

unos versos en que pretendía hacer su retrato

   La pintura que hacéis prueba evidente
Es del hábil pincel que la ha trazado:
En ella advierto creadora mente
Y de entusiasta amor fuego sagrado.
 
   Toques valientes, vivo colorido, 5
Dignidad de expresión, conjunto grato
Todo es bello, ¡oh amigo! El parecido
Sólo le falta a tan feliz retrato.
 
   En vuestro genio, sí, no en el modelo,
Esos rasgos halláis tan ideales, 10
Que sólo al pensamiento otorga el cielo
Engendrar en su luz bellezas tales.
 
   Si como me pintáis, así os parece
Verme, creed que a confusión me muevo;
Pues tanto vuestra mente me engrandece, 15
Que ni a mirarme como soy me atrevo.
 
   Regio ropaje a su placer me viste
Vuestra exaltada y rica fantasía,
Y entre tanto fulgor no sé si existe
Algo real de la sustancia mía. 20
 
   ¡Desdichada de mí si el tiempo alado
Se lleva en pos el fúlgido atavío,
Y halláis un día, atónito, turbado,
El esqueleto descarnado y frío!...
 
   En esta tierra de miseria y lloro 25
Dispensad compasión, cariño tierno;
Mas no gastéis tan pródigo el tesoro
De admiración y amor que os dio el Eterno.
 
   Lo que se cambia y envejece y pasa,
Lo que se estrecha en límites mezquinos, 30
No es nada para el alma -que se abrasa
Anhelando de amor goces divinos.-
 
   ¿Ventura reclamáis de mí, que en vano
Tras de su sombra consumí mi brío?...
¡A mí, del polvo mísero gusano, 35
Que de mi propia mezquindad me río!
 
   Queréis volar, y os arrastráis despacio,
Y en pobre cieno vuestro afán se abisma
¡Salid, salid del tiempo y del espacio
Y traspasad vuestra esperanza misma! 40
 
   Yo, como vos, para admirar nacida;
Yo, como vos, para el amor creada;
Por admirar y amar diera mi vida...
Para admirar y amar no encuentro nada.
 
   Siempre el límite hallé: siempre, doquiera, 45
La imperfección en cuanto toco y veo
No juzgo al universo una quimera,
porque en él busco a Dios, porque en Dios creo.
 
   Tú eres, ¡Señor!, belleza y poesía;
Tú solo, amor, verdad, ventura y gloria; 50
Todo es, mirado en Ti, luz y armonía;
Todo es, fuera de Ti, sombra y escoria.
 
   ¡Oh, desdichado quien -de juicio escaso-
Hallar la dicha en lo finito intente
Quien en turbio licor y estrecho vaso 55
Quiera apagar la sed que interna siente!
 
   No así jamás os profanéis, ¡oh amigo!
No en esas aras de vuestra alma bella
ídolo vano alcéis, que yo os predigo
Que con desdén y horror lo hundirá ella. 60
 
   Queredme bien, compadecedme y hasta:
No apreciéis cual diamante humilde arcilla:
Dadle el tesoro que jamás se gasta
A Aquel que siempre permanece y brilla.
 
   Yo no puedo sembrar de eternas flores 65
La senda que corréis de frágil vida;
Pero si en ella recogéis dolores,
Un alma encontraréis que los divida.
 
Yo pasaré con vos por entre abrojos;
El uno al otro apoyo nos daremos; 70
Y ambos, alzando al cielo nuestros ojos,
Allá la dicha y el amor busquemos.
 
   ¿Qué más podéis pedir? ¿Qué más pudiera
Ofrecer con verdad mi pobre pecho?
Ternura os doy con efusión sincera 75
¡De mi ídolo el altar ya está deshecho!
 
   No igual suerte me deis, ¡oh, vos, que en esta
Tierra de maldición sois mi consuelo!
¡No me queráis alzar ara funesta!
¡No me pidáis en el destierro el cielo! 80
 
   Vedme cual soy en mí, no en vuestra mente,
Bien que el retrato destrocéis con ira;
Que, aunque cual creación brille eminente,
Vale más la verdad que la mentira.
 
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Elegía I

Después de la muerte de mi marido

   Otra vez llanto, soledad, tinieblas...
¡Huyó cual humo la ilusión querida!
¡La luz amada que alumbró mi vida
         Un relámpago fue!
 
   Brilló para probar sombra pasada; 5
Brilló para anunciar sombra futura;
Brilló para morir... y en noche oscura
         Para siempre quedé.
 
   Tras luengos años de tormenta ruda
Comenzaba a gozar benigna calma; 10
Mas ¡ay! que sólo por burlar el alma
         La abandonó el dolor.
 
   Así la pérfida alimaña finge
Que a su presa infeliz escapar deja,
Y con las garras extendidas, ceja 15
         Para asirla mejor.
 
   El que ayer era mi sostén y amparo,
Hoy de la muerte es mísero trofeo
¡Por corona nupcial me dio Himeneo
         Mustio y triste ciprés! 20
 
   De juventud, de amor, de fuerza henchido,
Su porvenir ¡cuán vasto parecía...
Mas la mañana terminó su día:
         ¡Ya del tiempo no es!
 
   Nada me resta, ¡oh Dios! Sus rotas alas 25
Pliega gimiendo mi esperanza bella
Hoy sus decretos el destino sella;
         Ya irrevocables son.
 
   Al golpe atroz que me desgarra el pecho
Quizás mi pobre vida no sucumba; 30
Mas con los restos que tragó esa tumba
         Se hunde mi corazón.
 
   ¡Alma noble y amante! tú, ante el trono
De la infinita paternal clemencia,
Por la que fue mitad de tu existencia 35
         ¡Pide, pide piedad!
 
   Baje un rayo de luz que alumbre mi alma
En este abismo de pavor profundo,
Hasta que pueda abandonar del mundo
         La inmensa soledad! 40
 
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Elegía II

   Cánticos de tus vírgenes sagradas,
Que de tu amor proclaman las dulzuras,
Son esas voces que de unción colmadas,
Llegan al corazón graves y puras.
 
   Tu soberana mano ¡Ser eterno! 5
Me ha conducido a tan amable asilo:
Yo reconozco tu favor paterno
Y empieza el pecho a respirar tranquilo.
 
   Permite, pues, que al religioso coro
Hoy se asocie, aunque indigna, la voz mía: 10
Cubierta de ciprés mi lira de oro,
Para alabarte aún hallará armonía.
 
   De tu justicia el formidable azote
En mí se ensangrentó por tiempo largo;
Mas si lo quieres tú, que el labio agote 15
Del cáliz de la vida el dejo amargo.
 
   Prolongue a su placer mi senda triste
Tu providencia inescrutable y alta;
Que si la fe de tu bondad me asiste,
Vigor para sufrir nunca me falta 20
 
   Rompes mis lazos cual estambres leves;
Cuanto encumbra mi amor tu mano aterra;
Tú haces, Señor, exhalaciones breves
Las esperanzas que fundé en la tierra.
 
   Así, lo sé, tu voluntad me intima 25
Que sólo busque en Ti sostén y asiento;
Que cuanto el hombre en su locura estima
Es humo y polvo que dispersa el viento.
 
   Mas no condenes, ¡ah! que acerbo llanto
Riegue ese polvo que me fue querido 30
Bendiciendo mi voz tu fallo santo,
Deja gemir al corazón herido.
 
   El alma que a tu seno encumbró el vuelo,
Obedeciendo a tu querer, Dios mío,
Por toda herencia me dejó en el suelo 35
Ese sepulcro silencioso y frío.
 
   Y ni ese triste bien permite el hado
Pueda yo siempre custodiar amante
Bajo extranjero cielo abandonado
Lo he de dejar, para gemir distante. 40
 
   ¡Oh esposas de Jesús! Cuando aquel llegue
Forzoso instante de la ausencia impía,
Permitid ¡ay! que ese sepulcro os legue,
Y en él al corazón que os lo confía.
 
   Ya lo purificó la desventura, 45
Y vuestro puro afecto lo embalsama:
No olvidéis, pues, que en esa sepultura
Velando queda un corazón que os ama.
 
   Y tú, ¡Señor! que entre tus hijas santas
Hoy me toleras con piedad benigna, 50
Acepta con sus himnos a tus plantas
Las bendiciones de tu sierva indigna.
 
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Mi mal

Soneto

A...

   En vano ansiosa tu amistad procura
Adivinar el mal que me atormenta;
En vano, amigo, conmovida intenta
Revelarlo mi voz a tu ternura.
   Puede explicarse el ansia, la locura 5
Con que el amor sus fuegos alimenta...
Puede el dolor, la saña más violenta,
Exhalar por el labio su amargura...
   Mas de decir mi malestar profundo,
No halla mi voz, mi pensamiento medio, 10
Y al indagar su origen me confundo:
   Pero es un mal terrible, sin remedio,
Que hace odiosa la vida, odioso el mundo,
Que seca el corazón... ¡En fin, es tedio!
 
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Epitafio

Para grabarse en la tumba de un escéptico

Imitación de Parny

   Tuvo el que yace aquí cordura extrema:
Para evitar error dudó de todo:
La existencia de Dios puso en problema,
Y -dudando vivir- vivió a su modo.
   Cansado al fin de caos tan profundo, 5
Huyó por esta puerta diligente,
Para ir a preguntar al otro mundo
Lo que en éste creer cuadra al prudente.
 
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A la luna

   Tú, que rigiendo de la noche el carro,
Sus sombras vistes de cambiantes bellos,
Dando entre nubes -que en silencio arrollas-
         Puros destellos,
 
   Para que mi alma te bendiga y ame, 5
Cubre veloz tu lámpara importuna...
Cuando eclipsada mi ventura lloro,
         ¡Vélate, luna!
 
   Tú, que mis horas de placer miraste,
Huye y no alumbres mi profunda pena 10
No sobre restos de esperanzas muertas
         Brilles serena.
 
   Pero ¡no escuchas! Del dolor al grito
Sigues tu marcha majestuosa y lenta,
Nunca temiendo la que a mí me postra, 15
         Ruda tormenta.
 
   Siempre de infausto sentimiento libre,
Nada perturba tu sublime calma
Mientras que uncida de pasión al yugo,
         Rómpese mi alma. 20
 
   Si parda nube de tu luz celosa
Breve momento sus destellos vela,
Para lanzarla de tu excelso trono
         Céfiro vuela.
 
   Vuela, y de nuevo tu apacible frente 25
Luce, y argenta la extensión del cielo
¡Nadie ¡ay! disipa de mi pobre vida
         Sombras de duelo!
 
   Bástete, pues, tan superior destino;
Con tu belleza al trovador inflama; 30
Sobre los campos y las gayas flores
         Perlas derrama;
 
   Pero no ofendas insensible a un pecho
Para quien no hay consolación ninguna
Cuando eclipsada mi ventura lloro, 35
         ¡Vélate, luna!
 
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La noche de insomnio y el alba

Fantasía

            Noche
            Triste
            Viste
            Ya,
            Aire, 5
            Cielo,
            Suelo,
            Mar.
            Brindándole
            Al mundo 10
            Profundo
               Solaz,
            Derraman
            Los sueños
               Beleños 15
               De paz;
            Y se gozan
            En letargo,
            Tras el largo
            Padecer, 20
               Los heridos
            Corazones,
            Con visiones
            De placer.
         Mas siempre velan 25
         Mis tristes ojos;
         Ciñen abrojos
         Mi mustia sien;
            Sin que las treguas
         Del pensamiento 30
         A este tormento
         Descanso den.
            El mudo reposo
         Fatiga mi mente;
         La atmósfera ardiente 35
         Me abrasa doquier;
            Y en torno circulan
         Con rápido giro
         Fantasmas que miro
         Brotar y crecer. 40
         ¡Dadme aire! Necesito
      De espacio inmensurable,
      Do del insomnio al grito
      Se alce el silencio y hable!
         Lanzadme presto fuera 45
      De angostos aposentos...
      ¡Quiero medir la esfera!
      ¡Quiero aspirar los vientos!
      Por fin dejé el tenebroso
   Recinto de mis paredes 50
   Por fin, ¡oh espíritu!, puedes
   Por el espacio volar
      Mas, ¡ay!, que la noche oscura,
   Cual un sarcófago inmenso,
   Envuelve con manto denso 55
   Calles, campos, cielo, mar.
   Ni un eco se escucha, ni un ave
Respira, turbando la calma;
Silencio tan hondo, tan grave,
Suspende el aliento del alma. 60
   El mundo de nuevo sumido
Parece en la nada medrosa;
Parece que el tiempo rendido
Plegando sus alas reposa.
   Mas ¡qué siento! ¡Balsámico ambiente 65
Se derrama de pronto!... El capuz
De la noche rasgando, en Oriente
Se abre paso triunfante la luz.
   ¡Es el alba! Se alejan las sombras,
Y con nubes de azul y arrebol 70
Se matizan etéreas alfombras,
Donde el trono se asiente del sol.
   Ya rompe los vapores matutinos
La parda cresta del vecino monte;
Ya ensaya el ave sus melifluos trinos; 75
Ya se despeja inmenso el horizonte.
   Tras luenga noche de vigilia ardiente
Es más bella la luz, más pura el aura
¡Cómo este libre y perfumado ambiente
Ensancha el pecho, el corazón restaura! 80
   Cual virgen que el beso de amor lisonjero
Recibe agitada con dulce rubor,
Del rey de los astros al rayo primero
Natura palpita bañada de albor.
   Y así, cual guerrero que oyó enardecido 85
De bélica trompa la mágica voz,
Él lanza impetuoso, de fuego vestido,
Al campo del éter su carro veloz.
   ¡Yo palpito, tu gloria mirando sublime,
Noble autor de los vivos y varios colores! 90
¡Te saludo si puro matizas las flores!
¡Te saludo si esmaltas fulgente la mar!
   En incendio la esfera zafírea que surcas,
Ya convierte tu lumbre radiante y fecunda,
Y aún la pena que el alma destroza profunda, 95
Se suspende mirando tu marcha triunfal.
   ¡Ay! de la ardiente zona do tienes almo asiento,
Tus rayos a mi cuna lanzaste abrasador
¡Por eso en ígneas alas remonto el pensamiento,
Y arde mi pecho en llamas de inextinguible amor! 100
   Mas quiero que tu lumbre mis ansias ilumine,
Mis lágrimas reflejen destellos de tu luz,
y sólo cuando yerta la muerte se avecine
La noche tienda triste su fúnebre capuz.
   ¡Qué horrible me fuera, brillando tu fuego fecundo, 105
Cerrar estos ojos, que nunca se cansan de verte;
En tanto que ardiente brotase la vida en el mundo,
Cuajada sintiendo la sangre por hielo de muerte!
   ¡Horrible me fuera que al dulce murmurio del aura,
Unido mi ronco gemido postrero sonase; 110
Que el plácido soplo que al suelo cansado restaura,
El último aliento del pecho doliente apagase!
   ¡Guarde, guarde la noche callada sus sombras de duelo,
hasta el triste momento del sueño que nunca termina;
Y aunque hiera mis ojos, cansados por largo desvelo, 115
Dale, ¡oh sol! a mi frente, ya mustia, tu llama divina!
   Y encendida mi mente inspirada, con férvido acento
-Al compás de la lira sonora- tus dignos loores
Lanzará, fatigando las alas del rápido viento,
A do quiera que lleguen triunfantes tus sacros fulgores! 120
 
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Los duendes

Imitación de Víctor Hugo

E como i gru van cantando lor lai

Facendo in aer di se lunga riga;         

Cosi vid'io venir traendo guai            

Ombra portate d'aIla de-tta briga.      
DANTE
   Palacios y chozas,
Campos y ciudad,
Brutos, aves, hombres,
Todo duerme ya;
 
   Que cubren las sombras 5
Del cielo la faz,
Y guardan silencio
Los vientos y el mar.
 
   Sólo un rumor se percibe,
Vago, débil y fugaz 10
El aliento de la noche,
Que llena la inmensidad;
 
   Y cual un alma se queja
Perseguida sin cesar
Por una llama invisible 15
De la región infernal.
 
   Mas crece el rumor... sí, ¡crece,
Y ninguno fue jamás
Tan importuno y extraño,
Tan pavoroso y tenaz! 20
 
   Ya parece de los búhos
La horrible voz sepulcral;
Ya de un inmenso gentío
El confuso respirar;
 
   Ya fatídica campana 25
vibrando en la oscuridad,
Cuyos sonidos mil ecos
Repitiendo en torno van.
 
   Pero no; cual cascabeles
Que mueve mano vivaz, 30
Que inarmónicos sones
Oigo en los aires vagar.
 
   Ora se cambian... podría
Presumirse, que a compás
Bailan niños juguetones 35
Sobre rollos de cristal,
 
   Que se chocan, que se quiebran,
Que saltan acá y allá,
Revolviéndose en fragmentos
Con un ruido sin igual. 40
 
   Son, ¡oh cielo! son los duendes,
Que enemigos de mi paz
Cada noche, en turba inmensa,
Visitan mi soledad.
 
   Son los duendes, que mi insomnio 45
Parece siempre evocar,
Para burlarme, aturdirme,
Volverme loca quizás.
 
   ¡Ay! mi lámpara se extingue,
Y oigo al enjambre fatal 50
Que en confuso tropel cruza,
Surcando la inmensidad!
 
      ¡El techo retiembla
   Sobre mí agitado!
   ¡Cual pino quemado 55
   Lo escucho crujir!
      ¡La viga se dobla
   Como junco blando!
   ¡La puerta, girando,
   Se comienza a abrir! 60
      ¡Los goznes mohosos
   Rechinan con ruido!
   ¡Con bronco estallido
   Se parte el dintel!
      ¡Y veo entre nubes 65
   De impuros vapores,
   De extraños colores
   Confuso tropel!
 
      La horrible falange
   Forma batallones. 70
   Vampiros, dragones
   Vuelan en montón,
      Y pasan lanzando
   Gemidos dolientes
   ¡Sus alas rugientes 75
   Les presta Aquilón!
 
      Acaso ¡ay! se posen
   Sobre mi morada,
   Ceda desquiciada
   La antigua pared, 80
      Y al impulso ruede
   De la horda maldita,
   Cual hoja marchita
   Del viento a merced.
 
      ¡Oh Musa! si tu mano 85
   Me ofrece libertad,
   Prosternaré mi frente
   Delante de tu altar.
      De estos hijos impuros
   De la noche fatal, 90
   Sálvame compasiva,
   Sálvame por piedad!
 
      Haz que en vano sus alas,
   Con capricho tenaz,
   De mis viejos balcones 95
   Azoten el cristal,
      Y cerradas mis puertas
   No dejen penetrar
   El aliento maldito
   De su boca infernal. 100
 
      ¡Ah! pasaron! las cohortes
   Huyen ya, de furor llenas
   Mas en los aires cadenas
   Aún me parecen crujir.
      Allá al remoto horizonte 105
   La horrible cuadrilla avanza,
   Y se escucha en lontananza
   De sus alas el batir.
 
      Bajo su vuelo impetuoso
   Tiemblan las selvas vecinas, 110
   Doblándose las encinas,
   Removida su raíz.
      ¡Cómo en torno de la luna
   Dibujan faja sangrienta,
   Y en las nubes, que ella argenta, 115
   Forman extraño matiz!
 
      Mas ya las rasgan -huyendo-
   Mis enemigos veloces...
   Ya sus discordantes voces
   Apenas puedo escuchar; 120
      Siendo el ruido tan confuso,
   A proporción que se aleja,
   Que imita de la corneja
   El fatídico graznar,
  
      Y del granizo el sonido 125
   Cayendo en un viejo techo,
   O bien rodando deshecho
   Desde elevada canal.
      Pero más dulce se torna
   Ya es de una fuente el murmullo 130
   Ya el melancólico arrullo
   De la tórtola leal
    
      Ya de piadosa plegaria
   Es la sílaba postrera...
   Ya de la ola, en la ribera, 135
   El espirante rumor
      O es el aura -que en las ramas
   Juega con vuelo liviano-
   O acaso el eco lejano
   Del insomne ruiseñor. 140
 
         Todo cesa...
      Ningún ruido
      A mi oído
      Llega ya;
         Todo calla, 145
      Y el reposo
      Silencioso
      Tornará.
            Ya benigno
      Vierte el sueño 150
      Su beleño
      Por mi sien,
            Y en sosiego
      Tan profundo
      Duerme el mundo... 155
      ¡Y yo también!
 
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El recuerdo importuno

Soneto

   ¿Serás del alma eterna compañera,
Tenaz memoria de veloz ventura?
¿Por qué el recuerdo interminable dura,
Si el bien pasó cual ráfaga ligera?
   ¡Tú, negro olvido, que con hambre fiera 5
Abres ¡ay! sin cesar tu boca oscura,
De glorias mil inmensa sepultura
Y del dolor consolación postrera!
   Si a tu vasto poder ninguno asombra,
Y al orbe riges con tu cetro frío, 10
¡Ven! que su dios mi corazón te nombra.
   ¡Ven y devora este fantasma impío,
De pasado placer pálida sombra,
De placer por venir nublo sombrío!
 
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A la luna

Imitación de Byron

   ¡Sol del que triste vela!
   ¡Astro de lumbre fría,
Cuyos trémulos rayos, de la noche
Para mostrar las sombras sólo brillan!
 
   ¡Oh, cuánto te semejas 5
   De la pasada dicha
Al pálido recuerdo, que del alma
Sólo hace ver la soledad sombría!
 
   Reflejo de una llama
   Ya oculta o extinguida, 10
Llena la mente, pero no la enciende;
Vive en el alma, pero no la anima.
 
   Descubre, cual tú, sombras
   Que esmalta y acaricia;
Y como a ti, tan sólo la contempla 15
El dolor mudo en férvida vigilia.
 
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Al destino

   Escrito estaba, sí: se rompe en vano
Una vez y otra la fatal cadena,
Y mi vigor por recobrar me afano.
Escrito estaba: el cielo me condena
A tornar siempre al cautiverio rudo, 5
            Y yo obediente acudo,
            Restaurando eslabones
Que cada vez más rígidos me oprimen;
Pues del yugo fatal no me redimen
De mi altivez postreras convulsiones. 10
 
   ¡Heme aquí! ¡Tuya soy! ¡Dispón, destino,
De tu víctima dócil! Yo me entrego
Cual hoja seca al raudo torbellino
            Que la arrebata ciego.
   ¡Tuya soy! ¡Heme aquí! ¡Todo lo puedes! 15
Tu capricho es mi ley: sacia tu saña...
Pero sabe, ¡oh cruel!, que no me engaña
La sonrisa falaz que hoy me concedes.
 
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Las contradicciones

Imitación de Petrarca

Soneto

   No encuentro paz, ni me permiten guerra;
De fuego devorado, sufro el frío;
Abrazo un mundo, y quédome vacío;
Me lanzo al cielo, y préndeme la tierra.
   Ni libre soy, ni la prisión me encierra; 5
Veo sin luz, sin voz hablar ansío;
Temo sin esperar, sin placer río;
Nada me da valor, nada me aterra.
   Busco el peligro cuando auxilio imploro;
Al sentirme morir me encuentro fuerte; 10
Valiente pienso ser, y débil lloro.
   Cúmplese así mi extraordinaria suerte;
Siempre a los pies de la beldad que adoro,
Y no quiere mi vida ni mi muerte.
 
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A una joven madre

En la pérdida de su hijo

¿Por qué lloras ¡oh Emilia! con dolor tanto?
-¡Ay! he perdido al ángel que era mi encanto...
         Ni aun leves huellas
Dejaron en el mundo sus plantas bellas.
 
-Te engañas, joven madre; templa tu duelo; 5
Que ese ángel -aunque libre remonta el vuelo-
         Te sigue amante
Doquiera que dirijas tu paso errante.
 
¿No admiras, cuando baña la tibia esfera
Del alba sonrosada la luz primera, 10
         Con qué armonía
Cielo y tierra saludan al nuevo día?
 
Pues sabe, joven madre, que cada aurora
Por las manos de un ángel su faz colora,
         Y aquel concento 15
Se lo enseña a natura su dulce acento.
 
Cuando del sol el rayo postrero expira,
¿No escuchas un suspiro que en torno gira,
         Y un soplo leve
No acaricia tu rostro, tus rizos mueve? 20
 
   Pues dicen, joven madre, que en cada tarde
Hay un ángel que el rayo postrero guarde;
         Y es su sonrisa
La que te llega en alas de fresca brisa.
 
En el silencio grave de la alta noche, 25
Cuando la luna oculta su lento coche,
         ¿Ves blanca estrella
Que trémula en tu frente su luz destella?
 
Pues oye, joven madre: las almas puras
Viajan por esos astros de las alturas; 30
         Y es su mirada
La que a halagarte llega dulce y callada.
 
Aun ora, que me escuchas, ¿pierde tu oído
Cierto eco misterioso, que al mío unido,
         Vierte en tu alma 35
Bálsamo delicioso, que su afán calma?...
 
Pues mira, joven madre, dolor tan rudo
Sólo un ángel celeste consolar pudo,
         Y oigo al que dice:
«No llores más, no llores yo soy felice!» 40
 
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Romance

Contestando a otro de una señorita

   No soy maga ni sirena,
Ni querub ni pitonisa,
Como en tus versos galanos
Me llamas hoy, bella niña.
   Gertrudis tengo por nombre, 5
Cual recibido en la pila;
Me dice Tula mi madre,
Y mis amigos la imitan.
   Prescinde, pues, te lo ruego,
De las Safos y Corinas, 10
Y simplemente me nombra
Gertrudis, Tula o amiga.
   Amiga, sí; que aunque tanto
Contra tu sexo te indignas,
Y de maligno lo acusas 15
Y de envidioso lo tildas,
   En mí pretendo probarte
Que hay en almas femeninas,
Para lo hermoso entusiasmo,
Para lo bueno justicia. 20
   Naturaleza madrastra
No fue (lo ves en ti misma)
Con la mitad de la especie
Que la razón ilumina.
   No son las fuerzas corpóreas 25
De las del alma medida,
No se encumbra el pensamiento
Por el vigor de las fibras.
   Perdona, pues, si no acato
Aquel fallo que me intimas; 30
Como no acepto el elogio
En que lo envuelves benigna.
   No, no aliento ambición noble,
Como engañada imaginas,
De que en páginas de gloria 35
Mi humilde nombre se escriba.
   Canto como canta el ave,
Como las ramas se agitan,
Como las fuentes murmuran,
Como las auras suspiran. 40
   Canto porque al cielo plugo
Darme el estro que me anima;
Como dio brillo a los astros,
Como dio al orbe armonías.
   Canto porque hay en mi pecho 45
Secretas cuerdas que vibran
A cada afecto del alma,
A cada azar de la vida.
   Canto porque hay luz y sombras,
Porque hay pesar y alegría, 50
Porque hay temor y esperanza,
Porque hay amor y hay perfidia.
   Canto porque existo y siento,
Porque lo bello me admira,
Porque lo bello me encanta, 55
Porque lo malo me irrita.
   Canto porque ve mi mente
Concordancias infinitas,
Y placeres misteriosos,
Y verdades escondidas. 60
   Canto porque hay en los seres
Sus condiciones precisas:
Corre el agua, vuela el ave,
Silba el viento, y el sol brilla.
   Canto sin saber yo propia 65
Lo que el canto significa,
Y si al mundo, que lo escucha,
Asombro o lástima inspira.
   El ruiseñor no ambiciona
Que lo aplaudan cuando trina 70
Latidos son de su seno
Sus nocturnas melodías.
   Modera, pues, tu alabanza,
Y de mi frente retira
La inmarchitable corona 75
Que tu amor me pronostica.
   Premiando nobles esfuerzos,
Sienes más heroicas ciña;
Que yo al cantar solo cumplo
La condición de mi vida. 80
 

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