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ArribaAbajoRomance de la niña cordobesa


En su vecindad el tiempo
parece que no corriera,
pues el invierno es verano,
y el otoño, primavera:
las noches se vuelven días,  5
los días no tienen fecha,
y cuando el sol se termina
parece que el sol empieza.
Sus ojos siempre lejanos
a pesar de su presencia  10
(porque miran de muy lejos
aunque miren de muy cerca),
—65→
son dos pájaros obscuros,
desterrados de la tierra:
uno se llama nostalgia  15
y otro se llama tristeza.
Las mañanas y las tardes
de Córdoba son más bellas
que las del resto del mundo
porque su frente las sueña;  20
y las noches de los otros
(para mí no puede haberlas)
han aprendido su oficio
en la de su cabellera.
Su voz es como el arroyo  25
pensativo de la sierra,
que dulcifica el paisaje
por más huraño que sea,
pues aunque sus aguas dulces
van pensando en lo que piensan,  30
dejan como por descuido
una flor en cada piedra.
En mi vida he visto nada
como sus manos morenas
para alumbrar mi camino  35
con la luz de sus estrellas:
la derecha me señala
el rumbo de su cabeza,
y el seguro derrotero
de su corazón la izquierda.  40
Su presencia es como el vino
que, junto a la chimenea,
toma el viajero cansado
para recobrar sus fuerzas,
mientras el viento y la lluvia  45
están llamando a la puerta,
como queriendo decirle
que en el camino lo esperan.
Quiero vivir en un mundo
maravilloso que tenga  50
su frente por horizonte
—66→
y sus ojos por fronteras,
sin más noches que la dulce
noche de su cabellera,
ni más estrellas de plata  55
que las de sus manos buenas,
soñando mañana y tarde,
por única recompensa,
con el laurel de su nombre
para ceñir mi cabeza,  60
y dando todas las voces
musicales de la tierra
por una sola palabra
de la niña cordobesa.




ArribaAbajoSoneto ausente


El sentido del tiempo se me aclara
desde que te ha dejado y me ha traído,
y el espacio también tiene sentido
desde que con sus leguas nos separa.

El uno tiene ahora canto y cara  5
porque vive de habernos dividido,
y el otro no sería conocido
si no nos escondiera y alejara.

Desde que somos de la lejanía,
el espacio, que apenas existía,  10
existe por habernos apartado.

Y el tiempo que discurre hacia la muerte
no existe por el tiempo que ha pasado
sino por el que falta para verte.

  —67→  


ArribaAbajoLuna de La Calera


No he visto nada
sobre la tierra
como la luna
de La Calera.

La tierra deja  5
de ser de tierra
bajo la luna
de La Calera.

Puesto que toda,
toda la tierra  10
se vuelve luna
de La Calera.

Mi domicilio
ya no es la tierra
sino la luna  15
de La Calera.

¡Vieran qué lindo
es ver la tierra
desde la luna
de La Calera!  20




ArribaAbajoPoema de las cuatro fechas


Esta noche del Jueves Santo llego a la iglesia para velar, el Santísimo.
Necesito estar unas horas acompañando a Nuestro Señor escondido.
Siento una tristeza profunda y estoy muy cansado y tengo un poco de frío.
—68→
Quisiera descansar en alguien que sintiera por mí verdadero cariño.
Si viviera mi pobre madre me sobraría dónde quedarme dormido.  5
Porque tendría su regazo, que para el dolor era el mejor domicilio.
Pero estoy solo como nunca lo estuve en este mundo callado y sombrío.
Y es difícil que haya en la tierra desamparo más grande y más hondo que el mío.
Veo la dicha de los otros igual que la costa desde un barco perdido.
Soy como un perro muerto de hambre y extraviado en un enorme campo de trigo.  10
El corazón me pesa tanto que me hace caer de rodillas ante Cristo.
Lo mismo que un árbol talado que cae lentamente con todos sus nidos.
Con las primeras oraciones acuden al corazón recuerdos distintos.
Y cuatro fechas de mi vida se van salvando para siempre del olvido.

Nuestras pequeñas bicicletas iban por aquella carretera de España.  15
Detrás quedaba Carballino, con sus casas envueltas en la madrugada.
Dejando mi corazón mucho más a obscuras, el amanecer despuntaba.
¿Era posible que pudiera venir, como todos los días, la mañana?
El silencio de mis hermanos era el eco de la soledad de sus almas.
Yo sentía sobre mis hombros algo parecido al peso de una montaña.  20
El paisaje abría los ojos como si no se hubiera enterado de nada.
—69→
Nunca olvidaré que en el monte de Corzos había un ruiseñor que cantaba.
Al llegar a Dacón oímos el nombre querido en la voz de la campana.
Mamá y el mundo habían muerto para siempre y sólo aquella voz los lloraba.

La iglesia de Nuestra Señora de París era propicia como ninguna.  25
Después de una noche vacía resolví descansar a su sombra segura.
El recuerdo de los obispos de piedra resonaba en las naves profundas.
Mi vida era como la muerte junto a la vida eterna de sus sepulturas.
La pasión arreciaba sobre mi cuerpo como el viento sobre la llanura.
Mi juventud era un torrente sonoro, pero tenía las aguas turbias.  30
Unas manos blancas decían la misa del alba en una capilla obscura.
Cuando sonó la campanilla me pareció que se levantaba la luna.
Su resplandor era tan bello que me cubrí la cara con las manos sucias.
Nuestra Señora me decía, sonriendo, que no me abandonaría nunca.

Como una herramienta gastada carecía de todo sentido mi cuerpo.  35
Me habían dicho lentamente las palabras terribles: -Estás muy enfermo.
Yo me sentía separado de los demás por un muro de sufrimiento.
Como las rejas de una cárcel mi cama tenía los barrotes de hierro.
—70→
En aquella soledad era menos difícil el idioma del Salterio.
Para entenderlo era preciso vivir sicut passer solitarius in tecto.  40
Trompetas finales sonaban en la noche sin luz y sin fondo del sueño.
Los ángeles blancos partían y venían volando los ángeles negros.
Pero mis amigos rezaban y rezaban por mi salvación en los templos.
Sus oraciones me llegaban como el rumor del mar al islote desierto.

Córdoba la tuvo escondida mucho tiempo en la música de sus campanas.  45
Vivía encerrada en su sueño como vive la flor en su aroma encerrada.
Me acerqué midiendo los pasos y bajando la voz para no despertarla.
Tenía la frente dormida, los ojos ausentes y las manos cruzadas.
La noche y el piano profundo se quemaban cantando en el fuego de Falla.
El fuego sonoro crecía y hacía una sola de su llama y mi llama.  50
Cuando volvió de aquel incendio, vi que tenía el corazón en la mirada.
Su corazón era una llave que cerraba los cuerpos y abría las almas.
Me atrajo lo mismo que atraen al hombre perdido las hogueras lejanas.
¡Gracias a Dios que entre mi sueño y el suyo no hay ahora ninguna distancia!

Esta noche del jueves Santo vuelvo de la iglesia por el pueblo dormido.  55
—71→
El eco repite en las calles los pensamientos de mis pasos pensativos.
Transfiguradas en recuerdos, las cuatro fechas de mi vida van conmigo.
Entre sus puntos cardinales el mundo de mi memoria está repartido.
¿Será por eso que esta noche siento una sensación tan intensa de alivio?
¿Será que a fuerza de estar lejos el corazón se va olvidando de sí mismo?  60
Sobre las olas de mi frente la paz de un aceite misterioso ha cundido.
Y a la tormenta del cerebro sucede una dulzura de pecho tranquilo.
En el regazo de la sierra distante quisiera descansar como un hijo.
Y oír en silencio mil años la canción temblorosa y lejana del río.
¡Qué cerca me siento esta noche del viento que junta su dolor con el mío!  65
¡Con qué poderosa ternura mira las cosas el corazón que ha sufrido!
Frente a mi casa me detengo porque quiero saber lo que dice este grillo.
Desde el cielo de La Calera, la luna me llama con sus manos de niño.




ArribaAbajoSoneto


Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,

si para estar ahora enamorado  5
fue menester haber estado herido,
—72→
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado  10
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido
que lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.



  —73→  

ArribaAbajoDe La ciudad sin Laura

(1938)


  —74→     —75→  


ArribaAbajoLa ciudad sin Laura


En la ciudad callada y sola mi voz despierta una profunda resonancia.
Mientras la noche va creciendo pronuncio un nombre y este nombre me acompaña.
La soledad es poderosa pero sucumbe ante mi voz enamorada.
No puede haber nada tan fuerte como una voz cuando esa voz es la del alma.
En el sonido con que suena siento el sonido de una música lejana.  5
Y en la energía que la mueve siento el calor de una remota llamarada.
Porque mi voz es una vaga reminiscencia de la música sin causa.
Porque mi amor es una chispa de aquella hoguera que eterniza lo que abrasa.
Para poblar este desierto me basta y sobra con decir una palabra.
El dulce nombre que pronuncio para poblar este desierto es el de Laura.  10

Las cosas son inteligibles porque este nombre de mujer las ilumina.
Porque este nombre las arranca de las tinieblas en que estaban sumergidas.
Una por una recuperan su resplandor espiritual y resucitan.
Una por una se levantan con el candor y la belleza que tenían.
La obscuridad desaparece mientras el sueño silencioso se disipa.  15
—76→
Por este nombre de los nombres hasta la muerte sin palabras tiene vida.
Ya no resuena entre las cosas el gran torrente de las noches y los días.
El tiempo calla y se detiene para escuchar esta perfecta melodía.
Mi vida entera permanece porque este nombre que recuerdo no me olvida.
Porque este nombre me sostiene con emoción desde su tierna lejanía.  20

Cuando mi boca lo ignoraba, la soledad era más honda que el silencio.
Cuando mi boca estaba muda, mi corazón era invisible como el viento.
Se conocía que vivía por la canción que lo tenía prisionero.
Pero vivía en otro mundo; para las cosas de este mundo estaba muerto.
La pesadumbre de las horas era más íntima que nunca en aquel tiempo.  25
Porque las noches eran largas; porque los días de las noches eran lentos.
La tierra estaba más obscura porque faltaban las estrellas en el cielo.
El manantial de donde brota la luz que alumbra el corazón estaba seco.
¿Qué hubiera sido de mi vida sin este nombre que pronuncio en el desierto?
¿Qué hubiera sido de mi vida sin este amor que me acompaña desde lejos?  30

Lejos está la dulce causa del corazón, de la cabeza y de la mano.
Pero su ausencia es la del río, que con la fuente que lo llora vive atado.
Nunca he sentido como ahora la vecindad de la mujer que estoy cantando.
—77→
Cuando el amor está presente no puede haber nada escondido ni lejano.
La luz del fuego que me alumbra ¿no es la que alumbra el corazón del ser amado?  35
La llamarada que me quema ¿no es la del fuego en que se quema sin descanso?
Aunque las leguas se interponen entre nosotros, ya no pueden separarnos.
Porque el amor que vence al tiempo no puede estar sino a cubierto del espacio.
Entre la dicha y mi existencia la diferencia que hubo ayer se va borrando.
El ser que nombro es el que, siendo, me da una vida sin dolor ni sobresalto.  40




ArribaAbajoSoneto unitivo


Tan unidas están nuestras cabezas
y tan atados nuestros corazones,
ya concertadas las inclinaciones
y confundidas las naturalezas,

que nuestros argumentos y razones  5
y nuestras alegrías y tristezas
están jugando al ajedrez con piezas
iguales en color y proporciones.

En el tablero de la vida vemos
empeñados a dos que conocemos,  10
a pesar de que no diferenciamos,

en un juego amoroso que sabemos
sin ganador, porque los dos perdemos,
ni perdedor, porque los dos ganamos.

  —78→  


ArribaAbajoLa noche


Dulce tarea es contemplarte, noche que me has acompañado sin descanso.
Dulce tarea es contemplarte desde la tierra con los ojos desvelados.
¿Por qué razón me da tristeza la muchedumbre silenciosa de tus astros?
¿Cuál es la causa de mi angustia cuando me pierdo entre tus mundos solitarios?
A la deriva por el cielo, son como buques hace tiempo abandonados.  5
Van empujados por un viento desconocido hacia países ignorados.
Hasta el fulgor meditabundo que los anima es un fulgor desamparado.
Desde la tierra dolorosa presiento a veces su clamor desesperado.
¿Serán cómo éste aquellos mundos, noche serena que me llevas de la mano?
Al hombre triste le parece que son felices, porque siempre están lejanos.  10

Dulce tarea es contemplarte, noche que me has acompañado desde niño.
¡Con qué impaciencia te esperaban aquellos ojos en la plaza del Retiro!
Mi corazón de pocos años era pequeño, pero estaba pensativo.
Aunque la sangre no se viera, posiblemente ya estuviera un poco herido.
Mis compañeros se marchaban cuando agrandabas el lucero vespertino.  15
Cuando los otros se alejaban yo me quedaba para verte sin testigos.
—79→
Me impresionaba tu silencio; tu poderosa inmensidad me daba frío.
Y sin embargo ya te amaba con una mezcla de temor y de cariño.
Acaso el alma presintiera que su dolor y tu dolor no eran distintos.
¿Ya no te acuerdas de mis ojos, de aquellos ojos empañados sin motivo?  20

Dulce tarea es contemplarte, noche que me has acompañado desde siempre.
Cuando las penas me agobiaban, tú me tenías compasión y eras más leve.
Con tus estrellas numerosas ibas contando mis heridas indelebles.
Algunas veces alcanzaban, pero eran pocas tus estrellas otras veces.
Yo te bebía con los ojos como la tierra bebe el agua cuando llueve.  25
Tenía sed de que me hablaras y me dijeras el secreto de la muerte.
Tú sabes bien por qué se vive, tú sabes bien por qué se goza y se padece.
Pero callabas y callabas, siempre encerrada en tu silencio indiferente.
No sé por qué me aprisionabas entre obscurísimas y altísimas paredes.
En La Calera y en tu sombra la voz del río murmuraba dulcemente.  30

Dulce tarea es contemplarte, noche que me has acompañado en este mundo.
Lo que esperé toda mi vida vino contigo para siempre en un minuto.
Córdoba entera se apagaba con las campanas temblorosas del crepúsculo.
—80→
Mi vida tiene desde entonces el corazón de una mujer como refugio.
En esta lucha despiadada con el espacio y con el tiempo estoy seguro.  35
Ya no me duele haber nacido y estar muriendo bajo el cielo taciturno.
Porque el amor omnipotente le da sentido verdadero a lo que sufro.
Dios no se olvida de los hombres, aunque parezca muchas veces ciego y mudo.
Eras obscura como siempre, noche que viste el nacimiento de mi júbilo.
Eras obscura como siempre, pero mi amor te iluminó como ninguno.  40

Dulce tarea es contemplarte, noche que ahora como ayer estás conmigo.
Y mucho más desde que siento que en otro ser he descubierto mi destino.
Un regocijo sin fronteras al obstinado sufrimiento ha sucedido.
¿Cómo no estar lleno de gozo cuando se sabe la razón de haber nacido?
Por vez primera en este mundo sé que se puede ver la dicha y estar vivo.  45
Dios ha querido libertarme, Dios ha querido rescatar me del olvido.
Dime que sientes lo que siento, noche que vas eternamente al lado mío.
Dime que sabes y comprendes lo que decimos los que amamos y sufrimos.
Dime que ves, dime que escuchas a las mujeres, a los hombres y a los niños.
Y luego cántame tus cantos hasta dejarme poco a poco adormecido.  50

  —81→  


ArribaAbajoRomance


Aquellas cosas profundas
que yo apenas entendía,
desde que el amor las nombra
me parecen cristalinas.

Aquel tiempo de otro tiempo,  5
que sin gloria transcurría,
desde que el amor lo empuja
tiene lo que no tenía.

Aquella voz apagada
es una voz encendida  10
desde que el amor de fuego
su fervor le comunica.

Aquella frente desierta,
aquella frente perdida,
está mucho menos sola  15
desde que el amor la habita.

Aquellos ojos cerrados
están abiertos y miran
desde que el amor les muestra
riquezas desconocidas.  20

Aquellas manos desnudas
ya no son manos vacías
desde que el amor las llena
con su propia maravilla.

Aquellos pasos sin rumbo,  25
aquellos pasos sin vida,
ya tienen rumbo seguro
desde que el amor los guía.
—82→

Aquel corazón obscuro
luce una luz infinita  30
desde que el amor lo alumbra
con su verdadero día.

Aquel pobre entendimiento
tiene una fuerza más limpia
desde que el amor lo inflama,  35
desde que el amor lo anima.

Aquella pluma de siempre
vive una vida más viva
desde que el amor la mueve,
desde que el amor la inspira.  40

Aquel mundo sin objeto
tiene una razón precisa
desde que el amor eterno
lo sustenta y justifica.

Aquella vida de antaño  45
responde a peso y medida
desde que el amor confunde
su existencia con la mía.




ArribaAbajoEstar enamorado


Estar enamorado, amigos, es encontrar el nombre justo de la vida.
Es dar al fin con la palabra que para hacer frente a la muerte se precisa.
Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel en que el alma está cautiva.
Es levantarse de la tierra con una fuerza que reclama desde arriba.
Es respirar el ancho viento que por encima de la carne se respira.  5
—83→
Es contemplar desde la cumbre de la persona la razón de las heridas.
Es advertir en unos ojos una mirada verdadera que nos mira.
Es escuchar en una boca la propia voz profundamente repetida.
Es sorprender en unas manos ese calor de la perfecta compañía.
Es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra sombra está vencida.  10

Estar enamorado, amigos, es descubrir dónde se juntan cuerpo y alma.
Es percibir en el desierto la cristalina voz de un río que nos llama.
Es ver el mar desde la torre donde ha quedado prisionera nuestra infancia.
Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de cigüeñas y campanas.
Es ocupar un territorio donde conviven los perfumes y las armas.  15
Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo recibirla de su espada.
Es confundir el sentimiento con una hoguera que del pecho se levanta.
Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo ser esclavo de la llama.
Es entender la pensativa conversación del corazón y la distancia.
Es encontrar el derrotero que lleva al reino de la música sin tasa.  20

Estar enamorado, amigos, es adueñarse de las noches y los días.
Es olvidar entre los dedos emocionados la cabeza distraída.
Es recordar a Garcilaso cuando se siente la canción de una herrería.
—84→
Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las primeras golondrinas.
Es ver la estrella de la tarde por la ventana de una casa campesina.  25
Es contemplar un tren que pasa por la montaña con las luces encendidas.
Es comprender perfectamente que no hay fronteras entre el sueño y la vigilia.
Es ignorar en qué consiste la diferencia entre la pena y la alegría.
Es escuchar a medianoche la vagabunda confesión de la llovizna.
Es divisar en las tinieblas del corazón una pequeña lucecita.  30

Estar enamorado, amigos, es padecer espacio y tiempo con dulzura.
Es despertarse una mañana con el secreto de las flores y las frutas.
Es libertarse de sí mismo y estar unido con las otras criaturas.
Es no saber si son ajenas o si son propias las lejanas amarguras.
Es remontar hasta la fuente las aguas turbias del torrente de la angustia.  35
Es compartir la luz del mundo y al mismo tiempo compartir su noche obscura.
Es asombrarse y alegrarse de que la luna todavía sea luna.
Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea de ser hombre es menos dura.
Es empezar a decir siempre y en adelante no volver a decir nunca.
Y es además, amigos míos, estar seguro de tener las manos puras.  40

  —85→  


ArribaAbajoSoneto lejano


Bello sería el río de mi canto,
que arrastra por el mundo su corriente,
si dicho canto no naciera en cuanto
el río se separa de la fuente.

Bello sería el silencioso llanto  5
de la estrella en la noche de mi frente,
si dicha estrella no distara tanto
de quien le da la luz resplandeciente.

Bello sería el árbol de mi vida
si la raíz de amor lo sostuviera  10
sin estar alejada y escondida.

Bello sería el viento que me nombra
si la voz que me llama no estuviera
perdida en la distancia y en la sombra.



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ArribaAbajoDe Poemas elementales

(1942)


  —88→     —89→  


ArribaAbajoLa tierra


Ésta es la tierra en que nacimos para sufrir, ésta es la cuna irremediable.
Ésta es la tierra que algún día nos ha de dar olvido y lecho en cualquier parte.
Aquí vivimos para el tiempo, como las hojas para el viento de la tarde.
Aquí vivimos prisioneros como las flores y los frutos de los árboles.
Como la piedra que no sufre, como los pájaros que sufren y no saben.  5
Como la noche, como el día, como la hoguera, como el río, como el aire.
Todas las cosas languidecen entre sus muros y sus rejas naturales.
El duro cetro que gobierna sobre la tierra dolorosa es una llave.
El hombre mira dulcemente las criaturas con sus ojos inmortales.
Sus ojos son de rey vencido que ve su reino desde el fondo de una cárcel.  10

Pero a pesar de las cadenas, el corazón es arrastrado por el cielo.
El hombre sube de la tierra, como las llamas, por el humo de su sueño.
Cruza los días y las noches con ese vuelo de los pájaros sedientos.
Sigue los pasos de las nubes, entre castillos encantados y guerreros.
—90→
Surca un océano de sombras, donde los astros vagabundos son veleros.  15
Recorre leguas de silencio, leguas de paz, leguas de luz, leguas de viento.
Después de andar leguas y leguas toca las playas encendidas de un lucero.
Pisa la costa suspirada y entra en un mundo cuyo nombre es un misterio.
Vuelve los ojos y pregunta si el otro mundo se ha borrado por completo.
Pero la tierra de los hombres está brillando en lo que ahora es firmamento.  20

La tierra es dura como el hierro; la tierra es negra como el llanto de la noche.
Pero no todo es amargura, pues entre tanta obscuridad también hay flores.
La pesadumbre se aligera y en las tinieblas hay pequeños resplandores.
Hasta el misterio nos consuela, resuelto en formas, en perfumes y en colores.
La tierra duele un poco menos, porque las flores equilibran los dolores.  25
Todo por esas almas fieles, todo por esos comprensivos corazones.
Con esos ojos y esas bocas la tierra viva nos pregunta y nos responde.
Con esas manos inseguras nos acaricia, nos conduce y nos socorre.
Con esos débiles oídos oye gritar en el vacío nuestros nombres.
Con esas lágrimas humildes, la dulce tierra está llorando por el hombre.  30

Aquí nació para salvarnos un ser más puro que la luz de las estrellas.
Mitad de cielo verdadero, la otra mitad era de tierra verdadera.
—91→
Vino a llorar por los que lloran, vino a sufrir para que el hombre no sufriera.
Con la moneda de su cuerpo quiso pagar nuestro rescate a las tinieblas.
Cerró las llagas encendidas y abrió los ojos apagados y las puertas.  35
Para romper nuestras cadenas vino cargado en cuerpo y alma de cadenas.
Subió las fieras a los astros y los gusanos a las últimas esferas.
Y para darnos compañía sentó los ángeles del Cielo a nuestra mesa.
Pero la tierra no lo quiso reconocer, porque la tierra era de tierra.
Lo recibió con sus espinas, con sus guijarros, con su hiel, con su madera.  40

Ésta es la tierra en que nacimos para morir, ésta es la tierra del olvido.
Ésta es la tierra donde un día seremos tierra sin memoria y sin sentido.
Un día triste como todos vendrá la muerte con su noche y con su frío.
La miraremos lentamente, como se miran las estrellas y los niños.
Se acabarán los breves años y en nuestro sueño empezarán los largos siglos.  45
Una tormenta silenciosa nos cubrirá con su pavor definitivo.
De nuestro paso por el mundo no dejaremos ni una imagen ni un vestigio.
No dejaremos ni el recuerdo que deja el viento en la memoria del camino.
Seremos lágrima en la lluvia, chispa en la luz, grito en el mar, gota en el río.
Seremos sombra en las tinieblas, humo en la bruma, soledad en el vacío.  50
—92→




El mar

El mar sin tiempo y sin espacio nos acaricia con sus olas comprensivas.
Su soledad es tan inmensa que se confunde con sus aguas infinitas.
Nadie lo habita, ni lo surca; nadie lo llama, ni lo escucha, ni lo mira.
Vive desnudo como el alma, con su profunda inmensidad por compañía.
No hay bienvenidas en sus puertos; ni en sus obscuros malecones despedidas.  5
Tanto las playas que desea como las playas que abandona están vacías.
Mudas están sus caracolas, y ya no alumbran sus estrellas submarinas.
De los veleros que lo amaron apenas hay reminiscencias imprecisas.
La tierra ignora nuestras dudas y el firmamento nuestras largas agonías.
Sólo este mar que nos comprende puede medir la soledad de nuestras vidas.  10

El mar inunda nuestros ojos con la ternura temblorosa de sus aguas.
Y nos contempla largamente con la dulzura elemental de su mirada.
El poderoso sentimiento del mar sin fin tiene un momento forma humana.
Y entre las aguas invasoras nuestra emoción es más profunda y más amarga.
Para el dolor alternativo de las mareas nuestro ser es una playa.  15
De nuestras venas son las olas que se suceden en las costas más lejanas.
—93→
Algo más grande que nosotros está despierto en nuestra voz abandonada.
Una pasión de carne y hueso tiembla en el pulso de las olas solitarias.
Manos de viento nos golpean el corazón y nos oprimen la garganta.
Sólo este mar que nos contempla sabe medir la soledad de nuestras lágrimas.  20
El mar escucha sin descanso la silenciosa confesión de los recuerdos.
Una emoción incontenible, pero sin voz, sube del fondo de su pecho.
Donde las aguas son profundas como la muerte y el amor, hay un velero.
Bajo las olas pensativas el gran navío de la infancia está durmiendo.
En el abismo es su dulzura como un violín abandonado en un desierto.  25
Nido en el bosque tenebroso, llanto infantil en un camino solo y negro.
Su cuerpo mudo y solitario vive la vida de las flores y los ciegos.
Por lo callado y por lo solo parece un alma ensimisma da en vez de un cuerpo.
Para su amor interminable todos los puertos de la tierra son pequeños.
Sólo este mar que nos escucha puede medir la soledad de nuestros sueños.  30

El mar pregunta por nosotros en el lenguaje de sus olas más obscuras.
(De tan sombrías, ni siquiera tienen la gracia luminosa de la espuma.)
Profundos son sus ojos negros, pero su voz es todavía más profunda.
—94→
Es necesario haber sufrido sin compasión para saber lo que murmura.
Las olas vienen de muy lejos a descansar en nuestro ser, una por una.  35
Vienen sin restos de naufragios y bajo cielos sin estrellas y sin luna.
No vieron islas encantadas, ni blancas velas, ni gaviotas vagabundas.
Desierto igual es imposible fuera del ser por quien suspiran y preguntan.
Sobre las olas desoladas el firmamento está distante como nunca.
Sólo este mar que nos invoca puede medir la soledad de nuestra angustia.  40

El mar sin rumbo y sin amparo busca refugio silencioso en nuestra frente.
Y el movimiento de las olas infatigables se apacigua lentamente.
Sobre las aguas angustiosas una quietud espiritual dicta sus leyes.
La eternidad las tranquiliza con la virtud maravillosa de su aceite.
En las tinieblas infinitas un gran misterio abre las alas para siempre.  45
Y en el abismo solitario todas las formas del olvido están presentes.
En vez de voces hay silencio, y aterradora soledad en vez de seres.
Donde hubo pájaros hay viento, y obscuridad y obscuridad donde hubo peces.
Nuestro dolor y el de las aguas están unidos en la paz de las rompientes.
Sólo este mar que nos conoce puede medir la soledad de nuestra muerte.  50

  —95→  


ArribaAbajoLa lágrima


No sé quién la lloró, pero la siento
(por su calor secreto y su amargura)
como brotada de mi desventura,
como nacida de mi desaliento.

Quizá desde un lejano sufrimiento,  5
desde los ojos de una estrella pura,
se abrió camino por la noche obscura
para llegar hasta mi sentimiento.

Pero la siento mía, porque alumbra
mi corazón con esa luz sin tasa  10
que sólo puede dar el propio fuego:

rayo del mismo sol que me deslumbra,
chispa del mismo incendio que me abrasa,
gota del mismo mar en que me anego.




ArribaAbajoEl viento


En el silencio de la casa, la obscuridad tiene la hondura del silencio.
Pero algo vivo se incorpora y en la profunda obscuridad está despierto.
Un movimiento de ternura se va extendiendo por la tierra y por el cielo.
En el silencio de la noche vuelve a cantar el invisible compañero.
Su mano fiel nos acompaña, pero el sonido de su voz es un recuerdo.  5
Porque está cerca en el espacio y al mismo tiempo está muy lejos en el tiempo.
—96→
Sus dimensiones son las mismas de la nostalgia, del amor y del deseo.
Y es una sola criatura con la distancia, como el alma con el cuerpo.
La noche duerme como nunca, pero el pasado abre los ojos soñolientos.
En las desiertas galerías suenan los pasos melancólicos del viento.  10

El viento fiel se vuelve puro como el cristal, el viento fiel se vuelve brisa.
Sus pasos suenan en la noche como los pasos de papel de la llovizna.
Dedos lejanos interrumpen la soledad de las ventanas pensativas.
Una presencia casi humana llena la paz de las desiertas galerías.
Alguien se acuerda de nosotros, alguien se acerca sin rencor, alguien nos mira.  15
Como en las noches más obscuras de la niñez, alguien nos hace compañía.
Alguien alivia nuestros males, alguien restañó con amor nuestras heridas.
Alguien escucha nuestras quejas y se interpone entre nosotros y la vida.
El corazón, por un instante, vuelve a tener peso de flor y de caricia.
El mundo es leve como el viento que en un segundo nos recuerda y nos olvida.  20

Cuando los pasos se disipan crece un rumor como de música lejana.
La obscuridad meditabunda y el viento frío de la noche lo acompañan.
Es un rumor tan fervoroso como el del fuego y tan feliz como el del agua.
—97→
Pero más firme y duradero, porque su mundo no se anega ni se abrasa.
Algo que suena en lo más hondo del corazón, pero sin voz y sin palabras.  25
Algo que al mismo tiempo es canto, queja, perfume, resplandor y llamarada.
Como un sonido muy profundo que diera flor, como un perfume que cantara.
Como una lágrima que diera luz y calor, como una estrella que llorara.
El corazón enamorado vuelve a latir en el silencio de la casa.
Para que el mundo conmovido pueda escucharlo y comprenderlo el viento calla.  30

Pronto se apagan los latidos y el viento vuelve a su canción maravillosa.
El sentimiento que lo inspira viene del ser; de la raíz de la persona.
Entre sus dedos fugitivos hay una flor que tiene pena en vez de aroma.
En el silencio ensimismado la rosa triste de la lluvia se deshoja.
Tan delicado es su murmullo que no se sabe si es de pétalos o gotas.  35
Sólo se sabe que conmueve, sólo se sabe que su música emociona.
Con una voz indefinida nos dice cosas que parecen nuestras cosas.
Cosas que estaban olvidadas y que recobran el sentido en la memoria.
Pero que apenas recordadas se desvanecen en el alma silenciosa.
Porque su vida es la del viento que se confunde con la lluvia melancólica.  40

Cuando la lluvia se adormece, la voz del viento en la quietud sigue despierta.
—98→
La voz murmura sin descanso y en la memoria los recuerdos le contestan.
El tiempo muerto resucita y está llamando con amor a nuestras puertas.
Pero después nos abandona, recuperando su destino de hoja seca.
Y es como el viento en el espacio, como la espuma de las olas en la arena.  45
Como las nubes en el cielo, como las formas en la sombra y en la niebla.
Cuando el olvido lo rescata, vuelve a ser buque sin destino y sin estela.
Vuelve a ser tiempo sin historia, senda sin rastros, mundo frío, noche ciega.
En el silencio de la casa, la obscuridad es más profunda y más perfecta.
El sueño cierra nuestros ojos y el viento fiel se queda solo en las tinieblas.  50




ArribaAbajoLa hoguera


Sobre la tierra dolorosa reina un silencio más intenso que ninguno.
Y en el silencio de la tierra la obscuridad está creciendo como un fruto.
Cuando la noche es más perfecta, brota una chispa bajo el cielo taciturno.
Y el fuego nace en las tinieblas como una flor en el secreto de un sepulcro.
Una llamita, silenciosa como una lágrima de amor, brilla en el mundo.  5
Y el mundo triste la contempla con la mirada del sediento y del desnudo.
Su débil luz es la del fuego de la emoción, la del relámpago del júbilo.
Y su calor es el del pecho y el de la mano y el del nido y el del surco.
—99→
El fuego sube a las estrellas, como si el suelo en que nació no fuera suyo.
Por la inocencia de su brillo no pueden ser sino de amor sus ojos puros.  10

Pero el deseo, que no duerme, se vuelve brisa y luego viento desatado.
Y el fuego aumenta y se desborda como un torrente incontenible por los campos.
Los viejos bosques se consumen, nido por nido, flor por flor, árbol por árbol.
Por las llanuras sin salida corren ardiendo como antorchas los caballos.
Del vasto incendio suben gritos que por su horrible crispación parecen manos.  15
El gran clamor, hecho de todas las agonías, se apodera del espacio.
Pero la hoguera sólo escucha la voz terrible de su afán desesperado.
Y ésta es más alta que los gritos y más profunda que el dolor y que el espanto.
El fuego avanza por la tierra y al mismo tiempo va subiendo hacia los astros.
El universo es una gota para la sed inextinguible de sus labios.  20

Siempre subiendo y avanzando, la enorme hoguera cubre montes y colinas.
Y entra rugiendo por las calles de la ciudad como una fiera enfurecida.
Sube a los techos de las casas, baja gritando a las bodegas y a las criptas.
Y en un segundo todo es fuego, fuego y más fuego en la ciudad enloquecida.
Fuego las calles y las plazas, fuego los puentes y las cúpulas altivas.  25
—100→
Fuego los ojos y las bocas, fuego los pechos y las manos retorcidas.
Deshecha en gritos espantosos, la gran ciudad es una inmensa pesadilla.
La muerte cunde como un trueno, de corazón en corazón, de vida en vida.
Todo el orgullo de los hombres se desmorona envuelto en humo, viento y chispas.
Y el fuego sube a las estrellas, algo más rojo por la sangre de sus víctimas.  30

Llega un momento en que las llamas están ardiendo hasta en las últimas regiones.
Y en que tos límites del fuego devorador son los del mundo y sus pasiones.
La angustia es dueña de los pechos y el llanto es dueño de los ojos y las voces.
El sufrimiento de las almas es casi el único habitante de la noche.
Todos los seres y las cosas claman al cielo pero el cielo no los oye.  35
El mundo entero está temblando con el temblor de una bandera hecha jirones.
Las cordilleras, los volcanes, los precipicios, las llanuras y los bosques.
Los caseríos, las aldeas, los grandes pueblos, las ciudades, las naciones.
La tierra herida es una copa llena de sangre y de sudor hasta los bordes.
El fuego inmenso la levanta y ofrece a Dios el sufrimiento de los hombres.  40

En lo más alto se detiene con emoción, como si viera y escuchara.
Luego desciende poco a poco, y al descender parece el sol cuando se apaga.
—101→
Como si hubieran comprendido, las llamas vuelven a la tierra devastada.
Y en ella mueren dulcemente, como las olas en la arena de la playa.
Quizá no dejen ni el recuerdo que deja el paso de los buques en el agua.  45
Ni el de las aves en el viento, ni el de las cosas en el tiempo y en el alma.
La noche crece entre los astros como la hierba entre las tumbas olvidadas.
El viento muere con el fuego, y el mundo calla en las tinieblas solitarias.
Brilla una chispa todavía, como en mil siglos de silencio una palabra.
Pero se apaga como todas, y en la tremenda obscuridad no queda nada.  50




ArribaAbajoEl hombre


Un día tuvo entre sus dedos la llavecita misteriosa de la infancia.
Junto a la cuna en que dormía cayó del cielo dulcemente una mañana.
Breve y ligera como el sueño, su pequeñez podía más que las montañas.
Porque su fuerza era la fuerza que hace mover los corazones y las almas.
El oro aquél no procedía de las entrañas de la tierra sin entrañas.  5
La llavecita era del oro que resplandece en las estrellas más lejanas.
Con ella pudo abrir las puertas de la ciudad que por la noche lo esperaba.
Y recorrer todas las cosas como las piezas de una casa abandonada.
Su poderío fue más breve que el poderío de la luz sobre una lágrima.
—102→
Una mañana como todas, la llavecita ya no abría ni cerraba.  10

Entonces vio que sus castillos eran vencidos por el ímpetu del viento.
Vio que sus últimas banderas se confundían por amor con las del fuego.
El tiempo andaba con un ritmo que no era el ritmo jubiloso de otro tiempo.
Porque las horas, los minutos y los segundos transcurrían sin consuelo.
Como si fuera una corona (pero de espinas) lo ceñía el mundo entero.  15
El alma pura era sitiada por el ejército sin número del cuerpo.
Altas murallas defendían aquella luz, aquella paz, aquel silencio.
Pero más alto era el designio que permitía su fracaso en un momento.
En la persona devastada sólo reinaba el huracán de carne y hueso.
Cuando cayó sobre la tierra cerró los ojos, con temor de ver el cielo.  20

Más tarde supo que los hombres eran destellos de una hoguera lejanísima.
Supo que estaban alumbrados por una luz que no se acaba con el día.
Aquella luz era tan grande que no dejaba un solo ser sin compañía.
Desvaneciendo sus tinieblas, en una sola claridad los confundía.
Un solo cuerpo eran sus cuerpos, y sus heridas una sola y ancha herida.  25
Un solo amor los animaba y un solo amor los acercaba y los unía.
Aquellos seres entonaban una canción meditabunda con sus vidas.
—103→
Desde las otras criaturas, Dios lo llamaba con su voz desconocida.
Quiso librarse de la tierra, pero la tierra era más fuerte y no quería.
Quiso llorar, pero sus ojos estaban secos de llorar y no podían.  30

De pronto vio con otros ojos y oyó latir el corazón de otra manera.
Era lo mismo que si el mundo se renovara por adentro y por afuera.
Sintió en su voz las voces libres y las que tienen un sonido de cadenas.
Todas las voces ignoradas estaban juntas en la voz de su conciencia.
Le parecía que la sangre de los demás seguía el curso de sus venas.  35
Y que la suya circulaba con alegría y emoción por las ajenas.
Hasta las quejas más lejanas tenían honda resonancia en su cabeza.
Los sufrimientos de los otros desembocaban en el río de sus penas.
Una mujer desconocida le abría todas las ventanas y las puertas.
El ser abierto recibía toda la luz y todo el viento de la tierra.  40

Luego sintió ceder el mundo bajo sus pies, como un navío derrotado.
La muerte inmensa lo ceñía como las aguas al islote solitario.
Horas, minutos y segundos se le escurrían como arena de las manos.
Ya le quedaba poco tiempo, ya le quedaba en este mundo poco espacio.
—104→
En el silencio de la noche se oía un trueno cada vez menos lejano.  45
La eternidad se aproximaba como si fuera una tormenta sin relámpagos.
Algo más vivo que una estrella resplandecía en las tinieblas, sin embargo.
Una Doncella le mostraba la llavecita milagrosa del pasado.
Quiso acercarse para verla; pero sus pies estaban muertos de cansados.
Un ángel puro como el fuego lo sostenía para siempre de los brazos.  50




ArribaAbajoLa doncella


Mientras el júbilo y el llanto llenan el mundo, la doncella está callada.
Pero sus ojos compasivos están muy cerca de las risas y las lágrimas.
El cuerpo hermoso es un desierto y el alma limpia una ciudad de muchas almas.
Aquél es puro por lo solo, y ésta es perfecta por lo muy acompañada.
En ella el bien es invisible como en el vaso cristalino el bien del agua.  5
Y, sin embargo, el bien la llena de tal manera, que la llena y la rebasa.
Su corazón vive en la tierra con el silencio de la estrella solitaria.
Como la estrella, la doncella nos ilumina con sus ojos sin palabras.
El viento es bello porque llora y el agua es bella porque llora y porque canta.
Pero la flor y la doncella son más hermosas porque nunca dicen nada.  10
—105→

Todas las fuerzas naturales buscan en ella su razón definitiva.
La tierra, el fuego, el agua, el aire lo esperan todo de su voz desconocida.
El mar profundo y dilatado suele caber en su regazo sin mancilla.
Cómo cabezas infantiles, las olas van a descansar en sus rodillas.
Si sus oídos no existieran, la brisa errante y musical no cantaría.  15
Porque no habría en este mundo nadie capaz de comprender lo que suspira.
El cielo vive de su frente como la fruta vive aún de la semilla.
El firmamento es firmamento por la pureza de los ojos que lo miran.
El fuego brilla sin quemarnos porque sus dedos virginales lo apaciguan.
La tierra gira sin tropiezo porque hay en ella una doncella todavía.  20

Hubo una vez una más pura que las demás en un rincón de Galilea.
Porque las otras eran puras, pero María era la flor de la pureza.
La voz eterna del Arcángel iluminó su obscuridad y su pobreza.
Ave María (le decía como nosotros le decimos), gratia plena.
Su corazón, que era un prodigio, quedó suspenso al escuchar la voz aquella.  25
La criatura se asombraba de ver a Dios Nuestro Señor pendiente de ella.
Adán oía entre las sombras y entre las sombras escuchaban los Profetas.
Los pobres muertos, en su patria de polvo y siglos, esperaban la respuesta.
—106→
Cuando la niña abrió los labios, el paraíso lentamente abrió sus puertas.
Y Dios bajó, para salvarnos, al vientre puro de su Madre, la Doncella.  30

La misteriosa economía del universo está pendiente de sus manos.
Porque por algo están unidas constantemente y sin rumor en su regazo.
Esa tarea silenciosa mueve la máquina invisible de los astros.
La fuerza muda y escondida de la oración es la que impide su fracaso.
Por ella el frío es menos frío y el desamparo es mucho menos desamparo.  35
Por ella el hombre sobrelleva su enorme carga de amargura y de cansancio.
Siempre encerrada en su pureza, la dulce niña nos ayuda sin descanso.
La caridad en que se quema nos ilumina con su fuego sacrosanto.
El mundo es grande para todos, pero es pequeño como un niño entre sus brazos.
Puede dormir profundamente, pues la doncella que lo acuna está rezando.  40

Si la doncella no velara, ¿quién dormiría en esta noche tenebrosa?
¿Quién viviría para el débil, para el que sufre soledad, para el que llora?
¿Quién vencería en este mundo la poderosa resistencia de las cosas?
¿Quién pagaría lo que falta pagar a Dios por la belleza de sus obras?
Contra la muerte y el olvido su cuerpo frágil de mujer es una roca.  45
—107→
Dormido en ella, el hombre puede sobrevivir a los peligros que lo acosan.
Sólo viviendo en esa cárcel el hombre es libre como el pájaro y las olas.
Porque ni el tiempo ni el espacio tienen cabida en la prisión maravillosa.
El corazón, esperanzado, distingue al fin algo de luz entre las sombras.
Y el alma, llena de alegría, puede decir con emoción que no está sola.  50




ArribaAbajoEl silencio


No digas nada, no preguntes nada.
Cuando quieras hablar, quédate mudo:
que un silencio sin fin sea tu escudo
y al mismo tiempo tu perfecta espada.

No llames si la puerta está cerrada,  5
no llores si el dolor es más agudo,
no cantes si el camino es menos rudo,
no interrogues sino con la mirada.

Y en la calma profunda y transparente
que poco a poco y silenciosamente  10
inundará tu pecho de este modo,

sentirás el latido enamorado
con que tu corazón recuperado
te irá diciendo todo, todo, todo.

  —108→  


ArribaAbajoEl niño


Ésta es la noche de las noches, ésta es la noche prometida y esperada.
Ésta es la noche en que los cielos se reconcilian con la tierra castigada.
La obscuridad cubre los ojos, la obscuridad cubre los cuerpos y las almas.
Pero el espíritu divino vive en las sombras como ayer sobre las aguas.
La noche pesa mucho menos que de costumbre y es más honda y más humana.  5
La tierra duele mucho menos, y ser feliz no cuesta nada o casi nada.
La luz que viene por el cielo no es la del alba aunque parece la del alba.
Es una estrella incomprensible que por encima de las otras se levanta.
Es una estrella que palpita como un inmenso corazón envuelto en llamas.
Y en cuyo fuego se consumen los que la miran, cuando alumbra y cuando canta.  10

Canta la estrella en el espacio como el ardiente ruiseñor en la espesura.
Pero de pronto se interrumpe, y en la profunda, obscuridad mira y escucha.
Un rayo mudo, pero inmenso, hiere la noche con su espada que fulgura.
Y el firmamento desgarrado muestra su abismo de inocencia y de dulzura.
Un mar de fuego inunda el aire, mientras estalla una tormenta de aleluyas.  15
Todos los ángeles del cielo cantan en coro Gloria a Dios en las alturas...
—109→
Y los pastores se arrodillan, enceguecidos por la luz y por la música.
Con las cabezas inclinadas, oyen temblando lo que el cielo les anuncia.
Cuando la música se apaga, vuelven los ojos a la estrella vagabunda.
Casi perdida en la distancia, la estrella está sobre la entrada de una gruta.  20

Encaminados por la estrella, los hombres llegan y descubren el prodigio.
En la caverna iluminada por el misterio está la Madre con el Niño.
Ella lo mira dulcemente, con su mirada de lucero matutino.
Y Él le responde con la suya, que para el mundo es la del sol recién nacido.
Detrás del Niño y de la Madre se puede ver a San José, medio escondido.  25
Y encastillado en su silencio, como un guerrero en un baluarte de jacinto.
Aquí tuvieron que alojarse, porque en las casas de Belén no había sitio.
El buey y el asno de Isaías, los animales de Habacuc son sus testigos.
Hoy se ha cumplido la promesa y ha comenzado el soberano sacrificio.
El Verbo eterno se hizo carne y en un pesebre está desnudo y tiene frío.  30

Una Doncella más hermosa que las demás ha dado a luz la luz perpetua.
Pero su cuerpo sigue intacto, como una lámpara que alumbra y no se altera.
La eternidad se vuelve historia, y ésta comienza en este instante a ser eterna.
Naciendo en medio de nosotros, Dios pone paz entre la forma y la materia.
—110→
Ya no es incendio que deslumbra, ni obscuridad que hace temblar, ni voz que aterra.  35
Hoy es un niño como todos, que nos infunde compasión porque se queja.
Éste es el árbol que ha nacido para enseñarnos a subir desde la tierra.
Cuando lo poden nuestras culpas, dará más fruto que al principio y con más fuerza.
Durante siglos preguntamos por la verdad, por la virtud, por la belleza.
Dios escuchó nuestras preguntas y en esta forma nos ha dado la respuesta.  40

Todos los ángeles del cielo se han extinguido poco a poco en el espacio.
Y sólo quedan las estrellas, que son las huellas luminosas de sus pasos.
La noche vuelve a su silencio, pero los hombres ya no están desamparados.
Porque en Belén hay un pesebre, y en él un Niño que ha venido a rescatarlos.
Y junto al Niño una Doncella: trono del Rey, fuente del Sol, raíz del Árbol.  45
Nido feliz de la Paloma, cauce de Dios, carne del Verbo soberano.
En un rincón de la caverna soy el testigo más inmóvil y callado.
Al contemplar lo que contemplo siento vergüenza de mi boca y de mis manos.
Entran sin verme los pastores, con sus ofrendas de corderos y de pájaros.
Pero Jesús vuelve los ojos y hacía el lugar en donde estoy tiende los brazos.  50

  —111→  


ArribaAbajoLa patria


Dios la fundó sobre la tierra para que hubiera menos hambre y menos frío.
Dios la fundó sobre la tierra para que fuera soportable su castigo.
Desde aquel día es para el hombre desamparado como el árbol del camino.
Porque da frutos como el árbol y como el árbol tiene sombra y tiene nidos.
Manos de amor la hicieron grande como sus cielos, sus montañas y sus ríos.  5
Como el candor de sus rebaños y la virtud de sus trigales infinitos.
Manos seguras en el día de la victoria y en la noche del vencido.
Tanto en el puño de la espada como en la mano y en el hombro del amigo.
Podemos dar gracias al cielo por la belleza y el honor de su destino.
Y por la dicha interminable de haber nacido en el lugar donde nacimos.  10

Su nombre suena en el silencio con el sonido luminoso de las armas.
Vive de gloria y de justicia como el perfume de la flor vive de savia.
Es un sonido de monedas caritativas que la tierra desparrama.
Y de trigales que maduran sagradamente para el cuerpo y para el alma.
Nombre de luz para los ciegos, nombre de hogar para los hombres sin morada.  15
Para el hambriento y el sediento, nombre de pan y al mismo tiempo nombre de agua.
—112→
Nombre que suena entre los nombres como entre todas las demás la voz amada.
¿Quién no distingue entre los otros el tintineo de la llave de su casa?
Es el amor hecho armonía y el incansable corazón hecho palabra.
Nobles espadas la escribieron para que ahora la pronuncien las campanas.  20

El ancho río de la patria viene cantando de una fuente dolorosa.
Pero este mar que lo recibe recuerda el gusto de las lágrimas remotas.
El árbol fiel que nos cobija tiene raíces torturadas en la sombra.
De aquel obscuro sufrimiento viven las flores y los frutos y las hojas.
Nuestro es el día perdurable, nuestro es el sol, nuestra es la luz maravillosa.  25
Para gozar lo que hoy gozamos fue menester la noche larga y tenebrosa.
Este sosiego pensativo tiene relámpagos de hierro en la memoria.
En los arados impasibles hay un lejano resplandor de espadas rotas.
La patria duerme como un niño, con la cabeza en el regazo de la historia.
Su sueño es dulce y reposado como el que sigue a la virtud y a la victoria.  30

La patria vive dulcemente de las raíces enterradas en el tiempo.
Somos un ser indisoluble con el pasado, como el alma con el cuerpo.
Como la flor con el perfume, como las llamas y la luz con el incendio.
—113→
Como la madre con el hijo que tiene en brazos, como el grito con el eco.
Mucho dolor fue necesario para sembrar lo que cantando recogemos.  35
Nuestra nobleza está fundada con la firmeza del amor en todo aquello.
Como la roca en la montaña, como la dicha de la casa en los cimientos.
Como la piel en nuestra carne, como la carne dolorosa en nuestros huesos.
Seres borrados por los siglos están velando por nosotros desde lejos.
Cuando florecen los linares, sus ojos claros nos contemplan en silencio.  40

Dios la fundó sobre la tierra para que hubiera menos llanto y menos luto.
Dios la fundó para que fuera como un inmenso corazón en este mundo.
Mano sin tasa para el pobre, puerta sin llave, pan sin fin, sol sin crepúsculo.
Dulce regazo para el triste, calor de hogar para el errante y el desnudo.
La caridad es quien inspira su vocación de manantial y de refugio.  45
En las tinieblas de la historia la Cruz del Sur le dicta el rumbo más seguro.
Ninguna fuerza de la tierra podrá torcer este designio y este rumbo.
Por algo hay cielo en la bandera y un gesto noble y fraternal en el escudo.
¡Gracias, Señor, por este pueblo de manos limpias, frentes altas y ojos puros!
¡Gracias, Señor, por esta tierra de bendición y porque somos hijos suyos!  50



  —114→     —115→  

ArribaAbajoDe Poemas de carne y hueso

(1943)


  —116→     —117→  


ArribaAbajoEl hijo


Ya soy feliz, ya tengo un hijo, ya no estoy solo por completo en este mundo.
Ya existe un ser que me acompaña, ya tengo un sitio asegurado en el futuro.
Cuando mi vida estaba sola, todo era en ella indefinido y vagabundo.
El universo era de arena; los días eran como el viento y como el humo.
Desde que estoy acompañado, todo se vuelve más preciso y más seguro.  5
Y entre las cosas recobradas tengo descanso, tengo sombra y tengo rumbo.
Vivo en la tierra como el árbol; tengo cimientos en la tierra como el muro.
Y estoy fundado en esta vida con todo el peso de la frente y de los puños.
Mi corazón estaba seco, mi corazón en este yermo estaba mustio.
Pero por fin ha retoñado, y en este yermo ha dado flor y ha dado fruto.  10

Al florecer y al dar su fruto de bendición, mi corazón mira y se asombra.
No sé si el mundo es el de siempre, pero lo cierto es que lo veo en otra forma.
Todo es más bello y más profundo, todo es más vivo y más perfecto que hasta ahora.
Todo conmueve con más fuerza, todo se imprime con más fuerza en la memoria.
—118→
Los elementos renovados están sujetos dulcemente a nuevas normas.  15
El agua es limpia, el fuego dócil, el aire diáfano y la tierra luminosa.
Todos los seres son tan míos que no los puedo distinguir de mi persona.
Desde el gusano hasta la estrella, desde la piedra que no siente hasta la rosa.
El universo recupera su voz de niño y su mirada candorosa.
Con todo el ser en los sentidos, yo estoy pendiente de sus ojos y su boca.  20

Desde que soy padre de un hijo, vivo en la tierra con el alma y con el cuerpo.
Y en este mundo de los hombres ya tengo parte, ya no soy un forastero.
Siento que todas mis raíces están hundidas como garras en el suelo.
Y que del centro de la tierra sube a mis labios un temblor de sangre y fuego.
Abro los ojos y descubro que ya no hay ser con quien no tenga parentesco.  25
Hasta los hombres más lejanos son mis hermanos en la carne y en los huesos.
En cada voz me reconozco y encuentro un aire familiar en cada gesto.
Veo mi huella en cada huella y oigo el latido de mi pecho en cada pecho.
Ya no me siento desterrado, ya no contemplo el universo desde lejos.
Ahora vivo en este mundo, y en este mundo soy feliz y estoy despierto.  30

Siento algo así como si el alma y el corazón hubieran dado un hondo grito.
Y en ese grito me arrancaran lo más perfecto y lo más puro de mí mismo.
—119→
Un sol que no es el de este mundo llena mi ser con su calor desconocido.
Y con su luz maravillosa me alumbra el alma, el corazón y los sentidos.
Ya estoy seguro para siempre contra la fuerza silenciosa del olvido.  35
Porque ya tengo un eco eterno, porque ya tengo para siempre un eco vivo.
Ya ni la muerte poderosa tendrá poder sobre mi nombre y mi apellido.
Porque este río que hoy empieza los llevará con emoción de siglo en siglo.
Eco de carne de mi carne, que ha de rodar como una piedra en el abismo.
Río de sangre de mi sangre, que ha de correr por este mundo como un río.  40

Desde que soy padre de un hijo, vivo escuchando los lejanos corazones.
Y adivinando los gemidos de los que sufren más allá del horizonte.
Ninguna queja se me oculta, ninguna lágrima furtiva se me esconde.
Estoy atento a las miradas, a los latidos, a los gestos y a las voces.
Comunicado con el mundo, siento sus penas y comparto sus dolores.  45
Y un gran deseo de profunda fraternidad me llena el pecho hasta los bordes.
Quiero que todos en la tierra sean felices como yo, que nadie llore.
Quiero que cesen las querellas y que haya paz y comprensión entre los hombres.
Que hasta las puertas más hostiles giren un día con amor sobre sus goznes.
Y que el amor entre por ellas, y que la vida verdadera empiece entonces.  50

  —120→  


ArribaAbajoSoneto a Mozart


Dame asilo en tu reino compasivo,
príncipe de cristal y de azucena,
pues vengo fatigado y tengo pena,
porque soy de la tierra y estoy vivo.

Hazme un sitio de paz en la serena  5
soledad de tu mundo sensitivo
para olvidar que el tiempo fugitivo
todavía me agobia y me encadena.

Déjame descansar con toda el alma
desvanecida en luminosa calma  10
junto al río de amor de tu armonía,

escuchando el afán del agua pura
por infundirle voz a mi alegría
y silencio sin fin a mi amargura.




ArribaAbajoCanción de cuna


Niño querido
ya viene el sueño
por el camino
de los luceros.

    Y a se sienten  5
   galopar
   sus caballos
   de cristal.
—121→

El sueño cruza
tierras dormidas,  10
y de repente
dobla tu esquina.

   Por tu calle
   ya se ve
   su carroza  15
   de papel.

Niño querido:
el sueño avanza,
y se detiene
frente a tu casa.  20

   Ya levanta
   tu aldabón
   con su mano
   de algodón.

Ya se oye al grillo  25
que, con su llave,
le abre la puerta.
Para que pase.

   Y el viajero
   llega a ti  30
   con su paso
   de alhelí.

  —122→  


ArribaAbajoAlguien


Alguien que está escondido en la espesura
de la noche desierta y silenciosa
canta con una voz de una hermosura
que revela su ser a cada cosa.

Al escuchar la voz maravillosa  5
el mármol siente que su entraña es dura,
la rosa empieza a conocer que es rosa
y la noche recuerda que es obscura.

Es como si del fondo de su llanto
el universo con amor oyera,  10
despierto al fin por el inmenso canto;

se conmoviera con la voz, abriera
los pobres ojos que lloraron tanto
y por primera vez se comprendiera.




ArribaAbajoLas nubes


Largo y penoso es el camino, como esta dura soledad por donde pasa.
Pero sus piedras hieren menos cuando en el cielo compasivo hay nubes blancas.
Basta la gracia de una sola para que se haga llevadera la jornada.
Entonces huye la fatiga, y el desaliento se convierte en esperanza.
Mi corazón busca en sus islas el continente misterioso que le falta.  5
—123→
Y aunque no encuentra lo que busca, presiente el aire de las costas suspiradas.
Entre sus formas fugitivas, mi frente sueña con las formas que no alcanza.
Y al confundirse con el viento tiene una gloria de un segundo en sus estatuas.
Cuando la tierra es más difícil, contemplo el cielo con el alma en la mirada.
Y me parece que las nubes que lo acarician son las mismas de la infancia.  10

Las de aquel tiempo eran muy leves, pero dejaron hondo rastro en mi recuerdo.
Un viento puro las traía con alegría desde el fondo de los cuentos.
Yo las veía levantarse del horizonte, como el humo de un incendio.
Y aproximarse dulcemente, como un rebaño silencioso de corderos.
Ya sobre el techo de mi casa, se convertían en caballos gigantescos.  15
Y el más veloz me arrebataba, y en un segundo me llevaba por el cielo.
De esta manera yo viajaba rumbo a países donde todo era perfecto.
Y donde todo iba tomando la forma, el peso y el color de mi deseo.
Rumbo a ciudades que ofrecían un despertar proporcionado a cada sueño.
Rumbo a palacios que se abrían con una flor y se cerraban con un beso.  20

Luego vinieron otras nubes que me borraron lentamente el horizonte.
Y me llenaron todo el cielo con el estruendo de sus armas en desorden.
—124→
Un huracán desconocido se despertaba entre lejanos resplandores.
Y entre las sombras avanzaba, con la ceguera de un ejército de bronce.
Su voluntad irresistible se apoderaba de mi cuerpo y de la noche.  25
Y resonaba en mi cabeza y en mi pequeño corazón como en un bosque.
En el fragor de la tormenta, la carne infiel dejaba oír su voz enorme.
Y se perdía la del ángel que desde lejos me llamaba por mi nombre.
La polvareda del combate se confundía con los negros nubarrones.
Y el cielo inmenso de los niños era vencido por la tierra de los hombres.  30

Pero después de aquel espanto, la luz volvió de lo más hondo de mí mismo.
Y aparecieron otras nubes en lo más alto del espacio serenísimo.
Su gran sosiego de plegaria se difundía por el aire cristalino.
Y su blancura inmaculada resplandecía en un azul casi divino.
El cielo aquél era tan puro como una estrella recordada por un niño.  35
Y como el sol de la mañana visto en el fondo de una gota de rocío.
Su inmensa calma era un reflejo de aquella paz que me ordenaba los sentidos.
Y al ordenarlos me aclaraba formas, imágenes, perfumes y sonidos.
El alma limpia levantaba sus ojos mudos hacia el cielo, pensativo.
Y se miraba en cada nube, como la luna silenciosa en cada lirio.  40
—125→

Todo pasó, pero en mi frente queda el recuerdo de sus vagas esculturas.
Y este recuerdo es como el viento que anima el sueño de cristal de una laguna.
Cuando este viento se levanta, todas las nubes que viví regresan juntas.
Las del amor, las del hastío, las de la fe, las del temor, las de la duda.
Las que tuvieron mi alegría; las que sintieron la mitad de mi amargura.  45
Las que se fueron con mis sueños; las que trajeron la primera desventura.
Todas las nubes de otro tiempo van invadiendo el corazón y las alturas.
Y algo, que no es una tormenta ni una emoción, en el espacio se insinúa.
Después el viento se detiene, y en el abismo del silencio el alma escucha.
Y cielo y tierra se reúnen en este bien que no es el llanto ni la lluvia.  50




ArribaAbajoNavidad



I

La fe


Por lo desconocida y por lo bella,
por lo profunda y por lo desolada,
esta noche, Señor, es como aquella
que te sirvió de cuna y de posada.

Esta dulce mirada de doncella  5
con que mira la noche abandonada
—126→
es la mirada de la misma estrella
que presenció en silencio tu llegada.

Este dolor es el dolor del hombre
que a pesar de sufrir tuvo confianza  10
en el advenimiento de tu Nombre.

Estos ojos, Señor, son como aquellos
ojos que no perdieron la esperanza
de que vinieras a llorar por ellos.


II

La puerta cerrada


Mientras el Señor errante  15
pedía en tu puerta hogar,
para convertirlo en cielo
por toda la eternidad,
tú, con la puerta cerrada,
no lo dejabas entrar.  20

   Pídele perdón, amigo,
   pídele perdón,
   si ya tienes corazón.

Mientras el Señor hambriento
pedía en tu puerta el pan  25
que luego convertiría
en la hostia del altar,
tú, con la puerta cerrada,
comías el tuyo en paz.

   Pídele perdón, amigo,  30
   pídele perdón,
   si ya tienes corazón.
—127→

Mientras el Señor pedía
de puerta en puerta un lugar
para nacer y salvarte  35
de tu propia soledad,
tú, con la puerta cerrada,
preferías tu orfandad.

   Pídele perdón, amigo,
   pídele perdón,  40
   si ya tienes corazón.


III

Non erat eis locus


No hay sitio para María.
No hay sitio para José.
No hay sitio en ninguna casa.
No hay sitio en todo Belén.  45

No hay sitio para la vida.
No hay sitio para el amor.
No hay sitio para la Estrella
que viene anunciando al Sol.

No hay sitio para la gracia.  50
No ha y sitio para la fe.
No hay sitio para María.
No hay sitio para José.


IV

El establo


Quiso nacer en las casas
de los hombres, por amor  55
—128→
Los hombres estaban ciegos
y le dijeron que no.
Recorrió todas las puertas,
pero ninguna se abrió.
Los pechos, también cerrados,  60
no tenían compasión.

   Señor:
   En un establo es mejor.

Llamó con mano cansada
en la puerta del mesón,  65
pero allí no había sitio
para que naciera Dios.
Recorrió todo Belén
sin hallar un corazón
que le hiciera un lugarcito  70
para nacer por amor.

   Señor:
   en un establo es mejor.

Pero las bestias humildes
reconocieron su voz,  75
y en el establo le dieron
abrigo y consolación.
Y entre el buey agradecido
y el asno lleno de amor,
para salvar a los hombres  80
pudo nacer el Señor.

   Señor:
   en un establo es mejor.
—129→


V

La estrella


Cuando en el cielo profundo
es mayor la obscuridad,  85
aparece dulcemente
la estrella de Navidad;
y en la tierra ensangrentada
por el odio y la maldad,
el hombre que sufre y llora  90
le dice con ansiedad:

   Estrella de amor,
   ¿dónde está el Señor?

Hoy emprende su camino
la estrella de la virtud:  95
del Este, que es un pesebre,
al Oeste, que es la cruz;
y en la noche dolorosa
es una flor que da luz
para que el hombre comprenda  100
que ha llegado su salud.

   Estrella de amor,
   ¿dónde está el Señor?

Los pastores de Belén
la contemplan con amor  105
porque les señaló el sitio
donde un cordero nació,
y los corderos la miran
con la misma devoción
porque les muestra el lugar  110
donde ha nacido un pastor.
—130→

   Estrella de amor,
   ¿dónde está el Señor?

En el altar de la tierra
la misa está en la mitad  115
(Dios ha bajado del cielo
para salvarnos del mal),
y este lucero es el cirio
que se agrega a los demás
cuando ha llegado el momento  120
de que se convierta el pan.

Estrella de amor,
¿dónde está el Señor?


VI

El niño


Levántate y mira
la luz de Belén:  125
en la noche obscura
te alumbra tu Bien.

¿Oyes el sonido
limpio de su voz?
Con boca de niño  130
te llama tu Amor.

¿No sientes el fuego
de su caridad?
En forma de niño
nació tu Verdad.  135

Acércate un poco,
no tengas temor
con manos de niño
te busca el Señor.
—131→

Ponte de rodillas  140
en la tierra fiel:
con ojos de niño
te mira tu Rey.

Háblale sin miedo,
dile tu dolor:  145
con alma de niño
te escucha tu Dios.


VII

Canción final


Esta noche te tengo
en mis brazos, Dios mío,
y al estrechar tu cuerpo  150
pequeño y desvalido,
siento que la mirada
de amor con que te miro
no es de siervo a Señor
sino de padre a hijo.  155

   Dios mío,
   Dios mío
   Hoy eres hijo mío.

En el silencio inmenso
de la noche, Dios mío,  160
me pareces más débil
y hasta más pequeñito;
y en este desamparo
te descubro tan mío
que me quema tu sed  165
y me hiela tu frío.
—132→

   Dios mío,
   Dios mío
   hoy eres hijo mío.

Al pensar en los años  170
que te esperan, Dios mío,
con dos leños cruzados
al final del camino,
tengo miedo del tiempo
y quiero interrumpirlo,  175
con ansia de que seas
eternamente niño.

   Dios mío,
   Dios mío
   hoy eres hijo mío.  180

Y te pido que nunca
me abandones, Dios mío;
que renuncies a todo
por quedarte conmigo;
que te tenga en mis brazos  185
como ahora, dormido,
y que no te despiertes
hasta el fin de los siglos.

   Dios mío,
   Dios mío:  190
hoy eres hijo mío.

  —133→  


ArribaAbajoPoema de las materias sagradas


Bendita seas, agua pura, que nos das nombre inolvidable y vida eterna.
Y que nos alzas en tus olas de redención hasta las últimas estrellas.
Fuiste castigo en el diluvio y eres perdón en el bautismo que renueva.
Mar de justicia para el Arca, pero de amor para la nave de la Iglesia.
Como en el día milagroso, nos dejas paso hacia la costa verdadera.  5
Y, como entonces, te levantas quasi pro muro a la derecha y a la izquierda.
Por celestial misericordia naces de Pedro, como antaño de la piedra.
Y, repartida en cuatro ríos, que son los brazos de la Cruz, riegas la tierra.
En el desierto despiadado florece entonces para el hombre la promesa.
Y una ciudad de firmes torres se va elevando poco a poco de la arena.  10

Bendita seas, sal divina, que abres las puertas misteriosas de las almas.
Para que el cielo las inunde con el torrente luminoso de su gracia.
Tienes el gusto de las olas del Mar sin fondo, sin orillas y sin aguas.
El del Océano absoluto, por donde sólo llega a puerto quien naufraga.
En nuestros labios infecundos eres el germen del amor y la esperanza.  15
Y en nuestras lenguas silenciosas, chispa del Ser que de las lenguas hace llamas.
Desde la pila en que nacemos nos acostumbras al sabor de la jornada.
—134→
Y así nos das la verdadera sabiduría, que es distinta de la humana.
Para que el gusto de la tierra no nos parezca tan penoso en plena marcha.
Y recordemos el del cielo cuando empecemos a sentir el de las lágrimas.  20

Bendito seas, manso aceite, que das la paz con tu mirada compasiva.
Y que sosiegas el torrente de los pecados con tu voz y tus caricias.
Tú nos levantas de la tierra y en lo más alto de los cielos nos confirmas.
Tú que nos unges a la entrada, nos ungirás en el umbral de la partida.
Haces un rey de cada siervo y un buen pastor de cada oveja desvalida.  25
Y de las manos de los hombres, manos que tienen una luz casi divina.
Eres el fruto de la rama que trajo al Arca la paloma fugitiva.
Y de aquel huerto en que una noche Nuestro Señor sintió el dolor de la agonía.
(Tras el bautismo del diluvio, fue necesaria la Paloma con el Crisma.
Y antes del trance doloroso, la Extremaunción prefigurada en las Olivas.)  30

Bendita seas, blanca cera, que con tu fuego haces arder los corazones.
Y que al quemarte en los altares, das testimonio de aquel Sol que no se pone.
Como la Madre sin mancilla, fuiste panal de viva miel para los hombres.
Y en otro gesto de dulzura te das en luz, como la Madre sin reproche.
—135→
Tienes ahora con el fuego la caridad que ayer tuviste con las flores.  35
Después de haber sido remedio de la amargura eres remedio de la noche.
Aunque las sombras son espesas; en la profunda obscuridad nos reconoces.
Y con tus lágrimas ardientes pagas el precio de la luz que nos socorre.
Feliz el hombre que divisa desde el desierto la blancura de tus torres.
Y hacia la luz que brilla en ellas, con firmes pasos se dirige desde entonces.  40

Bendito seas, santo incienso, que nos enseñas a morir dando perfume.
Y que nos muestras el camino por donde el alma con el cielo se reúne.
Mortificado por el fuego, vuelves a Dios Nuestro Señor tus ojos dulces.
Y hecho perfume de plegaria, subes al cielo y con el cielo te confundes.
La misma brasa que te quema te da la fuerza misteriosa con que subes.  45
Tanto más alto es tu deseo cuanto más vivo es el rigor que te destruye.
Eres lo mismo que los hombres, que sólo empiezan a ser libres cuando sufren.
Tu aroma puro es el del alma, que se desprende cuando el cuerpo se consume.
Sobre la tierra desolada, tienes la vida y la esperanza de la nube.
Oculto en ella, nuevamente, Dios nos contempla, nos ampara y nos conduce.  50

  —136→  


ArribaAbajoVersos de la Semana Mayor



I

La cena


Para celebrar la Pascua,
la víspera del dolor,
los apóstoles se juntan
alrededor del Señor,
y el Señor les da su cuerpo  5
en pan de resurrección
y la sangre de sus venas
en vino de redención.

   Ni el pan pan ni el vino vino:
   el pan Dios y el vino Dios.  10

El pan que les comunica
tiene el color y el calor
de la carne que mañana
morirá por nuestro amor,
y el vino que les ofrece  15
tiene el color y el sabor
de la sangre que mañana
será nuestra salvación.

   Ni el pan pan ni el vino vino:
   el pan Dios y el vino Dios.  20

Al empezar a comer
notan que el pan del Señor
les calma el hambre de pan,
pero no el hambre de amor;
y cuando beben el vino  25
sienten que en el corazón
—137→
se apaga la sed del hombre
y se enciende la de Dios.

   Ni el pan pan ni el vino vino:
   el pan Dios y el vino Dios.  30

Aunque el día no ha llegado,
aunque todavía es hoy,
el Señor ya quiere darse
del todo por nuestro amor;
y se parte y se reparte,  35
pero no en llanto y sudor,
sino en un pan y en un vino
que ni pan ni vino son.
   Ni el pan pan ni el vino vino:
   el pan Dios y el vino Dios.  40


II

El gallo


Me dijeron: -¿Lo conoces?
Respondí: -No sé quién es.
Y el gallo, que me escuchaba,
cantó, por primera vez,
con una voz tan potente  45
que, sobre la tierra fiel,
arrastraba como un viento
mis promesas de papel.

   El gallo cantó tres veces,
   y otras tantas te negué.  50

-¿Estabas con Jesucristo?
-Jamás estuve con él.
Y el gallo, que me escuchaba,
—138→
cantó por segunda vez,
conmoviendo con su canto  55
la tierra bajo mis pies,
pero no el alma dormida
como uña piedra en mi ser.

   El gallo cantó tres veces,
   y otras tantas te negué.  60

-¿Eres uno de los suyos?
-Ni lo soy ni lo seré.
Y el gallo, que me escuchaba,
cantó por tercera vez,
para que el mundo supiera  65
que ya estaba por nacer
un día que no sería
de arena, como mi fe.

   El gallo cantó tres veces,
   y otras tantas te negué.  70

Después de escuchar tres veces
mi traición y el canto aquél,
el Señor clavó los ojos
en mi corazón infiel,
y los hundió tan adentro  75
que de dolor desperté,
y ante la noche sagrada
lloré por primera vez.

   El gallo cantó tres veces,
   y otras tantas te negué.  80
—139→


III

Jesús y Barrabás


Este ladrón es Jesús,
y este ladrón Barrabás.
¿A cuál de los dos queréis
que os entregue en libertad?
Es necesario elegir,  85
por toda la eternidad,
entre un ladrón verdadero
y este ladrón: la Verdad.

   -¿Queréis que os suelte a Jesús?
   -Suéltanos a Barrabás.  90

El uno roba los bienes,
el otro la voluntad;
aquél para su provecho,
éste para nuestra paz;
el primero por malicia,  95
el segundo por bondad;
Jesús para nuestro bien,
para su bien Barrabás.

-¿Queréis que os suelte a Jesús?
-Suéltanos a Barrabás.  100

El uno por lo de aquí
y el otro por lo de allá,
cada cual según su amor,
cada cual según su afán,
ambos despojan al hombre  105
de su vida y su caudal:
Barrabás, de todo el oro,
y Jesús de todo el mal.
—140→

   -¿Queréis que os suelte a Jesús?
   -Suéltanos a Barrabás.  110

Los dos esperan al hombre
sin cansarse de esperar:
Barrabás, días y noches,
Jesús, una eternidad;
cada cual a su manera,  115
cada cual en su lugar:
uno en las encrucijadas
y otro en la cruz de verdad.

   -¿Queréis que os suelte a Jesús?
   -Suéltanos a Barrabás.  120


IV

La cruz


Pájaro que te has posado
sobre el hombro de Jesús:
canta con todo tu canto
mientras se apaga su luz,
pues en el mundo callado  125
nadie es capaz, como tú,
de consolar con su canto
al Señor que está en la cruz.

   Hombre, flor, estrella, pájaro:
   esta cruz es vuestra cruz.  130

Estrella que estás mirando
la agonía de Jesús
brilla con todo tu brillo
en el firmamento azul,
pues en él no quedó nada  135
—141→
más sincero que tu luz
para consolar, brillando,
al Señor que está en la cruz.

   Hombre, flor, estrella, pájaro:
   esta cruz es vuestra cruz.  140

Flor que levantas los ojos
humildes hacia Jesús
dale todo tu perfume
desde la tierra sin luz,
pues en la tierra no queda  145
más virtud que tu virtud
de consolar, dando aroma,
al Señor que está en la cruz.

   Hombre, flor, estrella, pájaro:
   esta cruz es vuestra cruz.  150

Hombre que ya tienes alma
y en el alma gratitud
si te alejas de ti mismo
y te acercas a Jesús,
comprenderás que no hay nadie  155
más indicado que tú
para consolar, llorando,
al Señor que está en la cruz.

   Hombre, flor, estrella, pájaro:
   esta cruz es vuestra cruz.  160