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Apuntes para una autobiografía1: Vicente Medina Tomás

Alfredo Vera Botí



Resumen:

Vicente Medina, durante toda su vida tuvo un interés especial por configurarse una biografía de poeta y de escritor reconocido, por la que luchó con todas sus fuerzas. La mayor parte de sus escritos son autobiográficos, pero no como composiciones inspiradas en el entorno que vivió, sino que, en buena parte de los casos, son sus propios dolores y alegrías los que expuso en primera persona. A partir de algunos fragmentos de sus obras, se ha elaborado esta «autobiografía», a modo de un centón lírico en el que casi siempre se ha dejado la palabra al poeta, que es quien mejor sabía lo que quiso contarnos.

Palabras clave: Vicente Medina, Biografía, Literatura, Poesía, Generación del 98.

Abstract:

Throughout his whole life Vicente Medina showed a particular interest in writing a renowned poet and writer biography. He fought for it despite his few economical resources. The majority of his writings are autobiographic, not about his background, but mostly about his joys and pains experienced in first person. The present autobiography has been elaborated from extracts of his works, as a literaty amalgam in which the words of the poet have been left since he was the person who best knew what he wanted to tell us.

Keywords: Vicente Medina, Biography, Literature, Poetry, Generation of 98.





1.

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Vicente Medina (Fotografía h. 1905)

El día 27 de octubre de 1866, festividad de San Vicente, nació en Archena (Murcia) Vicente Medina Tomás, hijo de una familia muy humilde. Su padre, Juan de Dios, era jornalero y su madre, Joaquina, tenía que ayudar al sostenimiento del hogar cosiendo en una sastrería.

Pero dejemos que él mismo nos cuente su vida:

«Mi padre fue de clase modestísima y desempeñó los oficios más humildes: de mozuelo, iba al monte por haces de leña que traía a sus espaldas, y estuvo sirviendo de mozo de labranza en casa de unos parientes suyos; pero era despejado y se propuso dedicarse a trabajos menos penosos. Entonces aprendió, por las noches, a leer, escribir y contar, y se dedicó a dar lecciones en las casas de campo. Se despertó en él mucha afición a la lectura de romances e historias, y leía cuanto pillaba, gastando sus pequeños ahorros en papeles de estos.

Después fue camarero en alguna oficina del balneario de Archena (Murcia), nuestro pueblo natal, y en vista de su gran afición a los libros, el administrador del balneario le aconsejó que pidiese algunos a Madrid y pusiese en el balneario un puestecillo de ellos. Así lo hizo; luego pidió periódicos también, y yo que entonces tenía unos ocho años, vendía los periódicos con mi padre, por las calles, las fondas y los cafés, voceando: La Correspondencia, El Imparcial, El Globo... Esto era por el año 75»2.

«Yo no he sido un discípulo muy aplicado, fui poco tiempo a la escuela y desigualmente, a causa de tener que ayudar a mi padre en la venta de periódicos y libros en el Balneario de Archena, cuyas temporadas eran tres meses en primavera y tres en otoño».

El maestro, Don Miguel Medina, padre de Inocencio Medina Vera3, y tío mío, no tenía de mí un concepto extraordinario ni mucho menos. Yo le parecía buen muchacho pero no figuré entre sus discípulos distinguidos»4.

«De los ocho años a los trece, vendí periódicos en la calle y libros en el puesto, yendo con mi padre, durante los meses que cerraba el balneario, a vender libros y romances a los pueblos de la comarca»5.

Los sábados, día de mercado en el pueblo de Mula


«Poníamos en la plaza
el puestecillo
y los romances colgados
con pinzas en los hilicos.
De la posada traía
mi padre pescado frito,
que sobre el pan lo comíamos
calentico»6.

«Estas excursiones las hacíamos a pie y con el hato a cuestas; alguna vez hicimos jornadas de ocho a doce leguas»7.

Y luego


«Nos volvíamos a Archena
andandico8,
con unas pesetas en el bolsillo»9.

Las largas horas que se pasaba el joven Medina en su puestecillo de libros le llevaron a matar el tiempo leyendo lo que halla a mano: Espronceda, Bécquer, Campoamor, Alarcón, Valera, Lamartine, etc...

Pero esto era a los trece años y como

«es natural, todo desflorado, saltando lo que me cansaba, cosas buenas sin digerirlas bien. Estas lecturas dejaron en mí excelente predisposición.

Entonces, ya a los trece años, fui poeta de original modo: empecé a sentir esos amores deliciosos de la niñez en que se tiene novia sin declararse a ella, tal vez sin hablar con ella tampoco, quizás sin mirarla. Se dice a los amigos sintiendo profunda emoción, furtivamente, con gran misterio: «¡Aquella es mi novia, la del vestidito azul!» y se añade. «No mires que puede mirar, no sabe que todavía la quiero!...

Pues entonces leía con mucho afán mis poetas favoritos, y así que encontraba en ellos unos versos que eran aproximada expresión de mi estado de ánimo, de mi sentir, ya los estaba copiando y, firmados por mí, los enviaba a la niña del vestidito azul»10.


«Morenica tenía la cara
Negricos los ojos»11

Esta niña será su amor nunca olvidado y tantas veces cantado y llorado en sus años de poeta. Era su Rufinica, Rufina Crevillén.

Año 1879:

«A los trece años me envió mi padre a Madrid, con el buen deseo de hacer de mí un hombre de provecho. Fui a casa de un señor Procurador de Tribunales, para hacer compañía a un hijo suyo, ir al colegio y a paseo con él y, según propuso mi padre, estudiar yo, al mismo tiempo una carrerita corta... Efectivamente: acompañaba al muchacho, llevaba las togas de los abogados al palacio de Justicia y me dedicaba en la casa a ocupaciones bien modestas. Por las mañanas embetunaba tres o cuatro pares de botas, luego iba al mercado con la señora llevando la cesta de la compra, algunas veces acarreaba agua, trayendo un cántaro a hombros desde una fuente de la vecindad.

Comprendí cual iba a ser mi carrera en aquella casa, un día que el procurador me dijo incomodado, porque no le había limpiado las botas a su gusto: ¡No vas a ser nunca nada! Es necesario que aprendas bien a dar el betún, que luego cuando vayas al servicio [militar] y seas asistente, no te pesará».

Me marché de casa del procurador»12.

Unos protectores suyos le buscaron un nuevo empleo: ahora un comercio en el que compraban periódicos atrasados para envolver.

«Al año y pico me dejé el comercio, no era aquello para mí. Regresé al pueblo.

La noche de Sábado Santo, en la huerta, los novios ponen a las novias enramadas de flores a la reja. Yo tenía entonces 16 años, también llené de flores una ventana. ¡Y entre las flores esparcí versos! Eran los primeros que hacía, incorrectos, pero espontáneos, sentidos. En ellos encomendaba a las flores que hablasen por mí, que confesasen mi ternura a la niña que dormía, en tanto que yo llenaba la ventana de versos y flores»13.

Algún tiempo después ya podía Vicente Medina escribir lo que más tarde lloró:


«Yo tenía una novia
Yo tenía un ensueño...
Una noche de mayo
Por fin pudimos vernos...
Y bajo las estrellas,
inocentes como éramos
nos hicimos promesa
de, por siempre, querernos...»14

Así fue como nació el Vicente Medina poeta. Escribió mucho pero, como él mismo dice, desconociendo totalmente la retórica y la poética, y con entera libertad de métrica y rima.

Año 1884:

«Con una mediana instrucción y después de haber sido nuevamente vendedor de libros y algunos meses mancebo de botica, a los dieciocho años ingresé voluntariamente en el servicio militar... En los cuerpos de guardia y en las oficinas hacía versos siempre, aún muy malos; pero ya eran leídos algunos y se me tenía como poeta. ¡Oh suspirado título! Entonces escribí un drama en tres actos larguísimos... ¡Más de cinco mil versos en octavas reales, quintillas, redondillas, seguidillas!... Cuando pienso que aquello estuvo a punto de estrenarse!...»15

Año 1888:

Ya es cabo de Infantería de Marina. Va destinado como escribiente a la Capitanía General del Departamento de Cartagena. Por entonces había solicitado ir a Filipinas.

Desea ver una exposición en Barcelona por lo que se ofrece a llevar unos soldados en una misión oficial. En tren fue hasta la Ciudad Condal, luego embarcó, en la fragata Numancia, hasta Mahón. Allí se le notificó que regresara a Cartagena para ser pasaportado a Filipinas. En Barcelona embarcó en un paquebote y volvió a Cartagena; en esta ciudad tomó un vapor de la Transatlántica en el que fue como cabo de cañón. Antes de hacerse a la mar abierta tocó los puertos españoles de El Grao (Valencia) y de Barcelona. Luego el buque pasó por Port-Said, Suez, Adem, Colombo, Singapore y, finalmente, llegó a Manila.

El viaje fue muy penoso y lleno de calamidades, primero los piojos, que, en Suez invadieron el barco (y de los que no se podían librar), y luego el hambre.

Al año y pico Vicente Medina regresó a España en el crucero de guerra Aragón, después de 65 días de travesía.

Recordemos con sus propias palabras lo que le reportó aquel viaje:

«Fui a Filipinas en donde estuve poco más de un año»16

Nada.

Era el tiempo en que se estaba fraguando la independencia filipina. Un año le fue suficiente: mientras que Vicente Medina era testigo de aquellos hechos, la niña del vestido azul entabló relaciones con un primo suyo y se casó con él.

Desde el archipiélago escribió el «La carta del sordao»:


...«Por eso te escribo...
Por eso te escribo larguica la carta!...
Pa negar y negar que me olvidas,
pa negar y negar que me engañas,
pa que veas que soy siempre el mesmo...
¡aquel que en el poyo te hablaba!...
¡Cuánto tiempo que hace!...
¡Tu madre cosía!... ¡los nenes jugaban!
Dicen que de fijo, de mí no te acuerdas...
que con otro mozo del pueblo te casas...
¡¿porqué no me escribes?!...»17

Al año escaso moría Rufinica de sobreparto. Mucho lloró Vicente Medina esta pérdida.

«Cubierta de Flores» es la historia de aquel amor que me hizo poeta, «¡Toico!» una verdad amarga de aquella misma historia»18

Sus Aires murcianos la recuerdan así:


«Morenica tenía la cara,
negricos los ojos.
me espreció por probe,
me tenía por poco...
Pa saber lo que ya la quería
¡Yo solico, solo!...
¡Pa ella yo naica!
¡Y ella pa mí toico!...»19

Año 1890:

«Regresé de Filipinas, tomé la licencia y volví al pueblo. Tenía entonces 24 años. Traté de vivir con un pequeño comercio de tejidos en otro pueblo cercano, adonde iba con un borriquillo que me llevaba la carga. No pude sostener mucho tiempo aquel lujo de caballería, porque era demasiado gasto el del pienso, y no me quedó otro remedio que llevar yo mismo mi fardo a cuestas... A pesar de la economía y de andar a diario de tres a cuatro leguas con mi tienda al hombro, no podía vivir y tuve que emprender nuevos derroteros.

Hice mi corto equipaje y, con los primeros cuadernos de algunas obras de casas editoriales de Barcelona, y resuelto a embarcarme para Orán (Argelia francesa) en donde pensaba dedicarme al negocio de las suscripciones o a lo que fuese, vine a Cartagena; pero algunos buenos amigos de aquí me disuadieron de seguir tal aventura aconsejándome que me quedase en esta ciudad donde me ayudarían para que hallase un destino. Así lo hice y, después de un mes de apurillos y desalientos en que estuve a punto hasta de hacerme carabinero, encontré colocación en una oficina comercial cuyo dueño era propietario a la vez de dos periódicos: la Gaceta minera y Diario de Cartagena. En la redacción de este conocí a José García Vaso20, crítico literario, futuro abogado entonces, joven de ideales como los míos. Desde aquel momento se hizo mi orientación literaria»21.

Desde ahora García Vaso orientó a Medina. En Vaso encontró al censor y al maestro tantas veces buscado. Crecía su afición literaria y se depuraba según los cauces que le iba indicando su amigo.

«Escribí mucho y sin ton ni son: cuantos artículos, versos cómicos o tristes. En prosa imitaciones de Selgas; en versos imitaciones de Rueda, Campoamor y otros»22.

De esta época es el ¡Naufragio!, publicado en 1895.

«La mayor parte del producto de la venta, si es que tiene alguna esta obrita, se destina al socorro de las familias pobres de las víctimas del Reina Regente»23

Pero sus escritos solo se publicaban en la prensa local: «El Diario de Cartagena», «Cartagena», «Las Noticias» y en «¿....?», semanario satírico fundado por el propio Vicente Medina con otros amigos, entre los que se encontraba García Vaso.

Año 1891:

Vicente Medina en 1891 se casó con Josefica Sánchez Vera, quizás, como lo podía haber hecho con otra, porque la «ella» era su antiguo amor perdido, como cantó luego:


«Se burló caprichoso
de nuestro tiempo
ella se echó otro novio
y yo seguí su ejemplo»24

Año 1898:

Nacieron así Cansera, Murria, etc. que fueron leídas y alabadas por Azorín, y con ellas empezó a darse a conocer. Con estas composiciones y, sobre todo, con la primera, es con la que Medina alcanzó popularidad.

«Y Azorín no fue como tantos otros: nos leyó y publicó en el Progreso artículos que nos dieron a conocer y que nos alentaron. Azorín nos sacó de pila y siempre se lo agradeceremos con toda el alma»25.

«En aquella época y desde hacía bastante tiempo, me hormigueaba el deseo de escribir una obra dramática de costumbres murcianas y en el lenguaje típico de la huerta. Ya con Vaso había intentado yo hacer algo de esto en colaboración, pero nos desanimamos al ver que Filiú y Codina estrenaba María del Carmen26 con un argumento parecido al que nosotros íbamos a empezar. Entonces fue cuando concebí El Rento y empecé a mudar su plan. Yo sentía un cariño que rayaba la ternura, por el lenguaje típico murciano, y se explica este sentimiento porque aquel era mi lenguaje natal»27.

«Cuando tuve esbozado El Rento, me propuse hacer uno estudios del lenguaje que iba a emplear en él, escribiendo algunos romances en el habla de la huerta. El primero de estos romances fue La Barraca, y animado por el éxito que alcanzó entre mis amigos, le siguieron En la cieca, La novia del sordao, Isabelica la Guapa, Carmencica,... Gustaban siempre y me animé.

Habían nacido los Aires murcianos»28.

«Terminé El Rento y se estrenó en Cartagena con el título de Santa, por vía de ensayo. Gustó en general, y, con la experiencia de la representación, lo corregí cuidadosamente»29.

«Hice una edición de El Rento de 100 ejemplares: vendí 50 de estos a los amigos para pagar la tirada, y los 50 restantes los envié a los críticos y a la prensa de gran circulación. A los dos o tres días Martínez Ruiz [Azorín] salía en el Progreso con un artículo elogiándome mucho como autor dramático y me escribía una carta cariñosa. Esto me alentó; y le envié un paquete de mis versos en recortes de periódicos de Cartagena. Sin hacerme esperar publicó un segundo artículo30 en el Progreso alabando mis poesías, me dio a conocer entre sus relaciones literarias y me brindó las columnas de Madrid Cómico.

Todo marchaba bien. Publiqué entonces un tomo de Aires murcianos y al poco el editor Bernardo Rodríguez Serra31, hizo de Aires murcianos, el primer tomo de su biblioteca "Mignon". Por este librito realmente me di a conoces y de él hablaron con excesiva bondad Bonafoux, Leopoldo Alas (Clarín), Urbano González Serrano, Pedro Corominas y otros»32.

Como sus nueve horas de trabajo en las oficinas del Arsenal de Cartagena y en una sombrerería apenas si alcanza las 200 pesetas mensuales.

Por junio murió su padre en Archena. Apenas si tiene para mantener a su larga familia. Había de ayudar a su madre. Se angustia y escribe a Azorín a fines del año 1898:

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Aires murcianos (Con la firma del autor). Portada

«Para atender al mantenimiento de mi numerosa familia, de la que el único sostén soy yo, trabajo más que nunca en la penosa labor de escritorio: atiendo a tres destinos, empezando a las ocho de la mañana y terminando a las 9 de la noche, descansando de estas trece horas, únicamente 30 minutos la mayor parte de los días, o sea, el tiempo tasado para comer. Y estas 13 horas las paso sin levantar cabeza, haciendo facturas, asientos en los libros, escribiendo cartas comerciales... No me queda un claro para mis aficiones artísticas... cuando llegan las nueve de la noche estoy rendido totalmente, sin cabeza para nada, ni para leer... no hago un verso ni una línea en prosa.

La temporada teatral está encima: ¿Espera Ud. todavía que D. Ceferino Palencia33 ponga El Rento?, ¿Y ¡Lorenzo!34?... qué hago con él? Lo tengo todavía en manuscrito y sin estrenar»35.

Año 1899:

El 22 de enero le contestó Azorín:

«Miguel de Unamuno me dice en su última carta: "Vicente Medina me gusta cada día más. Quiero escribir acerca de él y relacionarme con él".

Escríbale usted. Unamuno es uno de los hombres que más valen en España.

Del drama36 no sé nada; es decir, sé que la camarilla que rodea a la Guerrero37 se pone en guardia»38.

Medina prontamente escribió a Unamuno. En el mismo mes de enero ya la respondía el futuro rector salmantino alentándolo y aconsejándole que intente algo con el «idilio» a la manera griega39.

La fama de Vicente Medina crece. Son años en que se escribe mucho de él. Las críticas las recoge con orgullo y las irá publicando después como prólogo de sus libros.

Sin embargo El Rento no se estrena en Madrid.

Su situación económica es la misma. A sus expensas consigue publicar ese mismo año dos dramas: uno es ¡Lorenzo!..., un solo acto, otro, La sombra del hijo, ambos de ambiente huertano como El Rento.

Año 1900:

Vicente Medina siente no poder estrenar su obra y lo mismo que Azorín no ve

«otra solución práctica que el estreno en Madrid. Creo que no necesitaría usted más que dedicarse holgadamente al arte. Esto es algo difícil, pero se consigue; otros lo han logrado»40.

«Mi ideal sería que se representase El Rento. Y desde luego pondré de mi parte lo que pueda»41.

Lo que le conviene hacer es que se vaya a Madrid; así se lo dice a Azorín, pero tiene que confesar, sinceramente, como siempre:

«iría si me lo permitiera mi esclavitud y mi bolsillo, pero solo a ver a los buenos amigos y a gestionar el estudio o la edición de alguna obra... nada más! unos días y, a ser posible, no visto de nadie. ¡Madrid!, ese Madrid "obscuro" me da miedo!

...En mi vida material continuo lo mismo: con mi familión y mis tres destinos; tarea brutal desde las siete de la mañana a las nueve de la noche y cuarenta y seis duros al mes.

En mi vida intelectual, produciendo como siempre: con horas robadas al descanso,...; la desilusión de mi ¡Lorenzo!... 6 representaciones en toda España, a pesar de su éxito "verdadero": 20 duros en total, cobrados por derecho de galería.

...Thuiller42 lleva para estrenarlo en provincias otro drama mío que Ud. no conoce aún: El canto de las lechuzas... un tanto convencional... todo por los míseros ochavos.

Miguel Muñoz43, que está en la Princesa, tiene el ejemplar de Pedrín.

Felisa Lázaro44 tiene el ejemplar y música de La Perla, zarzuela en un acto.

Bartolomé Pérez Casas45, Músico Mayor de Alabarderos, tiene para ponerles música:

¡Lorenzo!... Arreglo a zarzuela, drama lírico en un acto.

La Coplica triste, drama lírico, ópera en tres actos de costumbres huertanas.

La sombra del hijo... esperando turno y una ocasión en que el arte honrado y sentido común abunden un poco»46.

Son tiempos en los que la «cansera» del 98 pasea por toda la generación de escritores:

«Querido Medina:

La lucha literaria es la más estúpida de todas las luchas. El calificativo de "imbécil" es ya, definitivamente, monopolio de la gente de pluma. No me extraña lo que le sucede a usted, no; a mí, a Baroja, a todos los que no somos industriales nos pasa cosa parecida.

Vives47 me preguntó si conocía un poeta para que haga un arreglo del Tenorio, que necesita, y yo le di el nombre de usted. ¿No le ha escrito nada? Hace quince días. Me imprimen en Barcelona una novela: La Voluntad. Y voy a comenzar otro libro, vivido: la Vida obrera.

¡Adelante!

Suyo Martínez Ruiz»48

Vicente Medina está desilusionado, y parece buscar una estrategia de propaganda:

...El día que se antoje, cojo la pluma y escribo un artículo poniéndome de vuelta y media. Nadie como yo para conocerme»49.

Siguió publicando, no obstante, a sus expensas obras como:

Alma de Molino, en 1902.

La Canción de la vida, aparecida en 1903.

Y las segundas ediciones de:

La Canción de la muerte, en 1904.

La Canción de la huerta, en 1905.

etc...50

«Vicente Medina es activísimo, y en sus libros él lo hace todo: compra el papel, elije el tipo de letra, las orlas de los clichés, el tamaño de los títulos, todo, en una palabra es elegido y a gusto de él»51

Sobre esto dijo Medina:

«Reconozco a la vez que esto de editar yo mis libros es una de mis grandes debilidades. Todo lo que hice en mi vida, derecho o torcido, fue por mi arte»52.

La situación económica de toda la familia es insostenible y así de angustiosamente lo escribía su madre:

«Archena 6 de Febrero de 1906.

Mis queridos hijos; ha sido en mi poder la vuestra y la letra de cinco duros. Casa de José Antonio, al pagármela, se han cobrado cinco reales para la cuenta atrasada que dicen importa veintiuna pesetas.

El otro día fue a que me dieran para guisar hasta que tú me mandaras dinero y no me quisieron fiar nada ni allí ni en ninguna parte. Con los cinco duros he pagado lo que debía y me quedan veinte reales para una arroba de harina. Hacen unos fríos atroces y en el pueblo hay una miseria terrible.

Vuestra madre que os quiere Joaquina Tomás»53

Su hermano Juan de Dios no estaba menos necesitado:

«Conque ya sabes. De lo que debemos viejo no des un cuarto pues hoy estamos pa pagar pues ya bendrá (sic) el Verano y además aquí hay poco trabajo»54.

Y Vicente Medina, angustiado y falto de recursos decidió emigrar:

«Yo en España a los cuarenta y un años me di por muerto: hice mi testamento literario con mi libro Poesía, lie los bártulos con el pasaje para el otro mundo»55.

«Y aun habrá quien diga, después de leer to esto, y me pregunte por qué emigré de España.

Lo que siento es que no se puede emigrar de la Tierra sino suicidándose»56.

«Yo emigré de España con ansias de renovación»57.

Era el año 1907.

Con lo que sacó de la venta de unas tierras, que había heredado su mujer a la muerte de sus padres, emprendió la gran aventura del emigrante.

Así se despidió de España:

«Voy a América, querido Bonafoux. Me marcho con toda la familia. Somos siete, y diecisiete que envié por delante hace un año. Nos juntaremos allí mi madre y seis hermanos con las respectivas familias... Yo al frente de la tribu... Me voy a América a ser poeta o a ser vendedor de tomates -¡o lo uno y lo otro!- pues aquí dicen que soy poeta; pero yo sé que vivo como vendedor de tomates»58.

Años 1908 a 1914:

Llegó a Argentina y en Rosario de Santa Fe, cerca de la estación de Hume59, compró el año 1911 unas tierras que en cultivos y costumbres serán una segunda huerta murciana:

«Es tu huerto que te traigo de España y que lo pongo nuevamente en tus manos»

le dijo a Josefina.

Su llegada literaria la anunció Unamuno, y después, en 1911, Juan Más y Pi60 le consagró en Letras españolas un primer estudio, publicado en Buenos Aires.

Vicente Medina pronto se colocó como contable en una fuerte empresa, Remonda y Monserrat61, y su vida empezó a ser más holgada.

Veamos lo que contaba en Cónsul de España, hacia el año 1920:

«Hoy el poeta sería en España un hombre acomodado, casi rico. Tiene una casa-quinta rodeada de un jardín y una huerta. Él ha puesto una infinidad de detalles que recuerdan a España. Los días de descanso toma su coche y va a su finca. Allí escribe sus versos que publica en ediciones esmeradas. Esos libros de versos, sus lecturas y alguna charla furtiva con un amigo que le hable de estas cosas son el manjar espiritual del poeta emigrado»62.

Para Vicente Medina aquella nueva casa era la recreación de su vida de juventud, era la casa en que sus padres lo habían criado en Archena:



«En el patio
todavía la parra
que fue por mi padre un día
plantada...
El pozo también está
como estaba
y agua de él vuelvo a beber
para refrescar mi alma...

Está la casa lo mismo:
la entrada,
la cocina y dos cuartos...
las cámbras63...

También he tenido y tengo
en otras tierras mi casa
y un pozo con agua fresca
y una parra...»64

Año 1915:

Cuando Vicente Medina contaba 49 años, perdió a su esposa:

«Solo la muerte de Josefica le hará percibir toda la profundidad de su amor por ella»65.

Esta nueva y oculta sensación se tradujo en un nuevo libro, Compañera, que empezó a escribir unos meses después de haber quedado viudo y que publicaría en 1921.

«porque ahora que tú te has muerto vives más para mí... Te has elevado tanto que te siento por todas partes».


«Te sigo queriendo
como si vivieras,
¡y mi bien, te has muerto!
[...]
¡Qué poquita cosa, para estos cariños
La muerte y el tiempo».

En aquel mismo año de 1915 fundó una revista literaria: Letras, pero le resultó muy difícil mantenerla:

«Letras que de 32 páginas llegó a reducirse a 8, quedóse anímica y flaca, si no tísica. ¡Pobre revista mía!»66.

Después de cuatro años de publicación, al final de 1919 tuvo que cerrarla.

«Letras nació con la guerra67. Me espantó la guerra, me despertó la guerra, y escribí desde entonces todos los días, para mi revista. Pero escribí tanto que me sobraron originales con los que he formado libros68 que iré publicando»69.

Año 1916:

El 6 de mayo de 1916 su hija Aurora tuvo una niña, que fue la primera nieta de Medina. Su Tirana. Si la muerte de su esposa le había llevado a un libro de recuerdos, el nacimiento de esta niña la condujo a un libro de presentes: La Tirana.

Fue entonces cuando se inició la segunda etapa de la vida de Vicente Medina. Su producción literaria es abundante y su situación económica, buena; por eso inició la publicación de sus Obras Completas en 27 volúmenes, en donde encontramos, entre otras:

  • Contra el Dios de los hombres, 1921.
  • En las Escuelas, 1921
  • La Tirana, 1923.
  • Hacia el sensato comunismo, 1923.
  • Allá lejicos. Nuevos Aires murcianos, 1927.
  • etc...

Pero posiblemente era una situación más acomodada que la que correspondía a sus ingresos como contable y como escritor y cuyas aventura editoriales le fueron conduciendo al error mayor de su vida.

Año 1921:

Vicente Medina, pronto encontró una nueva compañera en Elvira Arcas, cuyos padres habían emigrado desde Hellín, y de la que tuvo dos hijos, pero no se casó con ella hasta el final de sus días.

Y cuando menos se espera... se cumplió el viejo aforismo:

«La mayoría de los hombres honrados lo son por falta de pruebas en contra»

«Lo mío y lo tuyo lo sancionaron y proclamaron los primeros ladrones, para retener y gozar santamente lo ajeno»70.

Año 1924:

La empresa en que trabajaba Vicente Medina, es traspasada a un nuevo propietario y el poeta es cesado en su función de contable, posiblemente porque se aprecian irregularidades graves en los asientos de los libros de cuentas, de los que él no era el único responsable.

Años 1926-1930:

Y con el nuevo propietario estalló la demanda de la empresa. El importe defraudado según el auto de prisión era de 1.764.168 pesos y Medina fue condenado a prisión y al embargo de sus bienes71.

Fueron años duros, que cantó en Carceleras en varios poemas, pero posiblemente ninguno con más sentimiento lírico que el titulado Las llaves del carcelero, que comienza así:


«¡Ay la cárcel,
toda cerrojos y hierros,
y tú cargado de hierros,
carcelero!
[...]
De tus llaves
se oye el tintín, carcelero:
si vas a cerrar ¡qué triste!...
¡qué alegre! si estás abriendo...»72

Allí pasó algún tiempo, 4 años desde julio de 1926, y entre los lisos muros recordaba sus años de juventud, su primer amor nunca olvidado:


«Calle de la Cordera...
mi novia, mi primer sueño...
sueño que en sueño quedó...
¡Rufinica!... ¡versos!
[...]
...¡mi padre
en aquel nicho de yeso!
[...]
¿Y Rufinica? No sabe
decirme el sepulturero.
Yo sé: «¡Cubierta de flores»73
en mi alma la llevo!...
[...]
Fue «mi reina en la fiesta»74
¡Allí mi sueño y mis sueños!
¡sueños que duermen
De la muerte en el sueño!»75

Cuando salió de prisión volvió a España. Lo anunciaban aquellos versos de la Canción de la Huerta:


«Cuando mi honra me llegue,
quiero morirme en mi tierra...
¡verla al cerrarse mis ojos
Y tener mi hoyico en ella!»76.

Años 1930-1931:

Antes pasó por París (1930), ciudad que deseaba conocer desde hacía tiempo y en donde logró dar una conferencia en la Sorbona77.

A su regreso vino a Murcia (1931) y recibió un homenaje en la Universidad. Allí se recitaron versos que le dedicaron los escritores de la región. Uno de ellos fue don Andrés Sobejano. Y de aquí marchó a Madrid.

Años 1932-1937:

En febrero de 1932, fue presentado por don Miguel de Unamuno en el Ateneo de Madrid donde hizo unas lecturas poéticas, o veladas78.

Se siente acabado:

«Temo que alguno os preguntéis: ¿Quién es este poeta?... Tuve mi popularidad, tuve mi tiempo. Soy de los del 98. Entonces se leyeron mis Aires murcianos en toda España., publiqué en Madrid Cómico, en el Heraldo, en el Liberal, en La Esfera y Nuevo Mundo, en España de Galdós, en Blanco y Negro y en La Ilustración Española y Americana.

...El tiempo es muy cruel, y, por animoso que nos vea siempre nos deja atrás.

...Esto me cohíbe, me hace temer que ya no se me entenderá, que con mi lenguaje popular, claro y sencillo, ya no llegue a las mentes y a los corazones.

¿Y yo que creía haber corrido a la par del tiempo! He seguido escribiendo, he leído todos los días, he vivido en el tiempo día a día, y, sin embargo, me he quedado atrás.

Atrás y cansado. ¡Tengo una cansera!...

Pero no, ¡no! Esto de la cansera fue cosa de su tiempo, cosa del 98.

...Ahora ya no quisiera escribir, ya no quisiera hacer versos: no se publican, no los quieren»79.

Sin embargo, Medina se puede permitir el tomar unas semanas de asueto en el verano de 1932 o de 1933, trasladándose a Guardamar del Segura (Alicante), en donde se acababan de fijar las dunas80, hecho que recogió en un bello poema que comienza así:

«Las dunas de Guardamar se están poblando de pino, el páramo desolado será pronto un paraiso»81.

No obstante, Vicente Medina, sigue escribiendo y promete la publicación de un nuevo libro: Terruño. Pero los años que recorren España son tristes. La República se tambalea. Él entra en el Frente Popular. Pero una grave enfermedad le ataca: un cáncer, y ante la situación económica de sus bienes en Argentina y ante el pavor de una guerra civil decide regresar. Medina tan radical como socialista utópico, no se halla tampoco, ahora, aquí a gusto, y poco espera de España. Por eso toma rumbo a su nueva patria: A la Argentina. Allí había escrito años antes:

«No he nacido en Rosario, pero vivo en Rosario y me considero rosarino»82.

Al poco, la Guerra Civil española estalló.

García Lorca, era asesinado en Granada el 19 de agosto de 1936, y desde Montevideo Vicente Medina escribió la «Elegía a García Lorca» que recoge la tristeza que aflige a España:

«Ríos de sangre inocente corren en tierra española, es larga la noche negra y tarde en llegar la aurora»83.

Vicente Medina no verá la aurora que tanto espera. Este fue uno de sus últimos poemas. Su vida se va agotando.

Y allí, en Rosario de Santa Fe acabó sus días el 17 de agosto de 1937.

Su antiguo deseo de


«Cuando mi horica me llegue,
quiero morirme en mi tierra»...

no lo pudo alcanzar; Argentina le había dado una nueva patria y allí América acogió su último aliento, cuando España era un hervidero entre dos bandos hermanos, y le abrió el "hoyico" que aun guarda su recuerdo.



2.

Teodoro Llorente84 hizo un retrato del poeta:

«No hay en su aspecto ni en su fisonomía nada de su estirpe labriega; no muy alto, cenceño, cetrino de color, suelto de movimientos, enérgico en el ademán, su rostro ovalado, aguileño, de barba sedosa, le da el tipo de un árabe de raza fina y aristocrática. Pero el rasgo saliente y característico, que pronto percibí, estaba en sus ojos y su entrecejo, vivísimos aquellos, duro este.

...Este moro murciano no es un soñador fantástico; es un hombre de acción, de lucha, de firmeza, de constancia»85

Vicente Medina se declaraba panteísta espiritual la:

«Naturaleza es Dios86

[...]

Dios en bueno pero es justo»87.

Su pragmatismo le llevó a defender al pobre, al humilde, antes que al bueno:

«El Derecho actual radica en los fuertes, nunca en los débiles»88.

Como socialista utópico pedía que

«Todos tengan que conservar. O que nadie tenga que conservar nada.

[...]

«Se trata de dar el sudor, no la sangre».

Teodoro Llorente dijo que

«Había algo de extraño en aquel entusiasta poeta. Unas veces me parecía un niño con cándidas ilusiones; otras, un iluminado, que casi me daba miedo: siempre un hombre superior, ajeno a toda vulgaridad, con perfecto derecho para quejarse de su suerte. Y con la noble altivez del genio, que se sobrepone a las humanas desdichas»89.

A medida que fue aumentando su fama literaria crecía su espíritu revolucionario; en «Sectaria»90 anunció lo que serán sus escritos sociales. Por esos sus primeras obras, Aires murcianos, ¡Lorenzo!..., El Rento, La canción de la huerta, etc. parecen salidos de la pluma de un Medina apocado, triste y melancólico, pesimista, pero la realidad era muy otra: era un hombre enérgico, decido y luchador, pero no un aventurero. Su espíritu era ordenado y minucioso, como correspondía a un buen contable y, sobre todo, a un hombre de origen humilde que se forjó a sí mismo con esfuerzo y con tesón, y cuyo mejor símbolo lo dejó en «La Canción del Yunque», si la queremos leer también en clave metafórica, con independencia de su indudable intención política:


«El yunque de la República
tiene encendida la fragua:
arreglemos los aperos
para mañana...
No se puede en hierro frío
machacar;
tienes que ponerlo al rojo
si lo quieres moldear»91

Medina había escrito también su teoría del compromiso:

«Creo que el escritor debe intervenir en las luchas políticas y conflictos sociales, pero no como artista, sino como ciudadano más obligado por las armas de que dispone y por la superioridad de inteligencia.

El arte puro, sublime, universal, moraliza (en la acepción amplísima de la palabra) por lo que educa y pule el sentimiento; si el arte, además de ser bueno, arte digno, moraliza (en la acepción corriente de la palabra), no está de más; si el arte para moralizar se falsea, no es arte»92.

Su ideología política le conducirá a publicar en Rosario algunos libros en los que atacaba el capitalismo abusivo de los EE.UU., tras la Primera Guerra Mundial. En resumen, ese es su Dios de los hombres, y viene a condensar el final del conflicto de un modo muy elemental: los EE.UU. solo ayudaron a los perdedores cuando estaban aniquilados y así batiendo y derrotando al vencedor ya exhausto, quedaba Europa completamente a sus pies93.

Vicente Medina llegó a poeta, primero a partir de la lectura de libros que al azar tomaba de los pocos que tenía su padre para vender en el puestecillo; luego siguió los consejos de sus amigos y pidió opinión a los escritores más destacados de la época. Se equivocó, a veces, pero otras compuso poemas entrañables y, como a él le gustaba decir, se incluía en la generación del 98.

Pero en el debate entre su compromiso social y su actividad creadora Medina tenía una verdad primera, que captó Manuel Ugarte, como hemos señalado poco más arriba, y escribió:

«Otros escriben en dos líneas opiniones [sobre la moral en el arte o sobre política social]...; pero ninguno alza la voz en favor del arte por el arte. Es de notar el caso, porque existiendo en España un grupo que se inspira en ese evangelio y habiendo sido consultados todos, cabría interpretar el mutismo como una abjuración. Lo propio de los que poseen una verdad es blandirla y desafiar los tumultos. No se concibe que quien tiene razón se abstenga de hacerla valer y deje subir en silencio la opinión contraria.

Pero quizá los distinguidos escritores de que hablamos se han rehusado en virtud de sus propios principios, que les empujan a elaborar belleza al margen de la acción»94.

Su afán por «hacerse una biografía», en la que «el arte por el arte» quedara como su enseña la fraguó Vicente Medina a base de esfuerzos y penurias, trabajos continuos que le llevaron a editar sus propios trabajos, pero su lucha por hacerse valer, la compuso también, recogiendo todas las críticas públicas y privadas que recibió, que fue publicando de forma separada, junto a los prólogos de algunos de sus libros, como La Canción de la Vida, o en otros en los que su vida misma fluía como el Humo.

Pero el rasgo que más sobresale en Vicente Medina fue su pasmosa sinceridad: no vaciló en contar sus más íntimas realidades, su origen humilde, sus fracasos, sus amores, su prisión, sus ideales, sus alegrías y éxitos, etc., pero no contado de una forma vulgar, pues muy bien decía que

«Observo en mí una propensión: ser en lo familiar literario... ser en lo literario familiar»95

Así nos contó Vicente Medina su vida, a la que se podrían añadir muchos más datos biográficos que brotan de sus poemas y de sus escritos en prosa, pero con los recogidos podemos intentar entender al poeta y, sobre todo, descubrir el alma sufridora del escritor infatigable, al que con frecuencia se le recuerda más por su «murcianismo» ocasional, que por sus escritos más cultos.

Así son los regionalismos insatisfechos.





 
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