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En una entrevista de 1988, Aridjis reconoce esta preocupación por el destino de la humanidad como el motor de su quehacer literario y político, pues su activismo a favor del ecologismo y su empeño como presidente del Pen Club Internacional nos obliga a considerar lo extraliterario cuando analizamos su obra completa:

«Es un momento crítico, el hombre afronta dos muertes: una individual y otra como especie. Somos responsables de la civilización entera, es una responsabilidad que no la había conocido ningún hombre antes, salvo nuestra generación. [...] Mi literatura está cada vez más vinculada a este destino del hombre, yo sé bien que hay autores que no les importa mucho, pero para mí es fundamental el tema [...]».


(Ramírez: 166)                


Diez años después de esta entrevista, Aridjis sistematiza su cosmovisión milenarista en el ensayo Apocalipsis con figuras, del cual destacamos el capítulo 10, «El milenio del Sol».

 

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En Los hijos del limo Paz ofrece la definición más concisa del simultaneísmo literario al describir el procedimiento poético de Apollinaire: «En Zone [...] el poeta camina por las calles de París y, como si fuese un doloroso y viviente imán, atrae otros tiempos y otros lugares. Todo confluye y se presenta, se hace presente, en un pedazo de tiempo inmóvil que es asimismo un pedazo de espacio en movimiento» (175).

 

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Dos observaciones al respecto. Primero, el efecto que este procedimiento narratológico tiene sobre la imposibilidad de clasificar la obra aridjiana según los géneros de la retórica clásica fue reconocido de inmediato por Rodríguez Monegal (149). Segundo, Guillermo Sucre reconoce tempranamente el anhelo presentista de la estética aridjiana al escribir lo siguiente en 1975: «Lo que ve Aridjis [...] es un mundo que, siendo igual a nuestro mundo real, constituye también su encarnación primordial, original: una naturaleza mítica a la que se tiene acceso por los sentidos, por la desnudez de los sentidos» (360-361).

 

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El término fue acuñado por Jaime Giordano respecto a Morirás lejos (1967) de José Emilio Pacheco, novela marcada profundamente por la estética presentista, y que coincidió con la publicación de Perséfone.

 

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El último Adán se publica por primera vez, en forma abreviada, al final de la colección Playa nudista (1982). Ideada originalmente como una visualización poética del mundo devastado por la guerra nuclear, se reedita en 1986 como el texto principal de la misma colección. Esta segunda revisión del texto original es la que analizo en el presente estudio, y es el texto en prosa que todavía considero el más logrado del autor.

 

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De hecho, la densidad semántica de las imágenes produce un efecto en el texto mismo que invita a segmentarlo en forma de versículos.

 

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La escena de la separación contra-textualiza el relato bíblico de la creación de Eva: «Durante el sueño, ella se ha apartado de él, se ha desvanecido. [...] Al tocar su pecho sus manos palpan una herida húmeda, que lo atraviesa de lado a lado y se pierde en la tiniebla exterior, como si la noche y su ser fueran una misma cosa» (18). Compárese con los siguientes versículos del libro de Génesis: «Entonces Yavé hizo caer en un profundo sueño al hombre y éste se durmió. Y le sacó una de sus costillas, tapando el hueco con carne. De la costilla que Yavé había sacado al hombre, formó una mujer y la llevó ante el hombre» (GN 2: 21-22).

 

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Para una muestra de los dos puntos de vista, véase Lechner y Campos respectivamente.