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- IV -

                                                       
OH, putañero, a quien la musa mía
condujo a tal altura peregrina
por muchos rumbos que otros no surcaron,
no mis buenos propósitos cesaron!
Aun resta qué saber; y si tuviera 5
lengua de hierro y voz de cañonazo,
a tan difícil arte ambas cedieran;
mas si Apolo a los míseros mortales
quiso enseñar algo útil por mi labio;
si mis preceptos y experiencias valen, 10
pues lo que son rufianas ya has notado,
¡con cuáles versos y con qué alabanzas
te levantara al cielo tu Poeta
si engañas a la puta y alcahueta!
En esto has de estudiar de noche y día, 15
que es malo porque quieren que lo sea;
mas sin ganas no amueles en tu vida
ni a mujer que esté bien con su marido
pero tendrás un puesto conocido,
que es el de los cabrones en la Puerta 20
del Sol, de los cabrones consentidos;
porque debes tener por cosa cierta
que ninguna mujer puta sería
si el cabrón del marido no quisiera.
La vanidad y la holgazanería 25
hacen cabrones, todos estos quieren
que vayan las mujeres petimetras,
la pompa y el fantástico aparato
más de lo que a su clase corresponde,
ellos no cuidan cómo ni de dónde 30
vinieron a su mesa las vajillas,
los vinos y manjares no comprados.
Y aunque oigas que blasonan muy de honrados
y que ellos hablan mal de otros cabrones,
haciendo el ladrón fiel, tú no lo creas; 35
dignos son de silbidos, de rejones,
porque dicen, y acaso en ello aciertan,
que no son los cabrones los casados
que gozan sus mujeres tributarias
sin más pena que ser disimulados: 40
que los cabrones son los que las pagan
después de bien sobadas del marido;
que aun siendo un menestral oscurecido
le hace antesala un grande a su vasallo,
le tributa y se esmera en agradallo, 45
para lograr con susto y a gran precio
las heces que a su vicio le han sobrado.
Hay varias clases de estos picarones;
unos del pueblo y otros que se juzgan
del solar de los godos descendientes, 50
porque los cuernos son como los dientes:
que duelen al salir, pero en llegando
con ellos a comer, los quieren todos;
mas la madera que se cría andando
la peinan muchos por diversos modos, 55
y es tan cabrón el que es cabrón de cuernos
como el magnate con sus cuernos de oro.
Por eso hombres verás como camellos
que apreciarás tratar con sus mujeres
a todas horas, mas que no con ellos, 60
y si por dar lugar a los quehaceres
de la consorte, salen a la Puerta
del Sol, para hacer tiempo, y a su casa
vuelven tosiendo a la hora que conciertan,
dignos de que las iras se conviertan 65
de la justicia, no contra las pobres
mujeres, pues la culpa suya ha sido;
tú, pues tienes ya el puesto conocido,
nótalos, y a su casa ve a porfía,
sin olvidar jamás la economía. 70
Suelen los Racioneros andaluces
comprar esclavas moras a quien hurgan
entre los borcellares desbarbados;
las hijas y mujeres de criados
te harán el mismo efecto, y saber debes 75
que es bueno, y salir suele más barato;
y no te olvidarás de las criadas
tuyas o ajenas, si lograrlas puedes
para todo lo que hay dentro de casa;
y agrádete también echar las redes 80
a las fuertes y sanas lugareñas
que a vender cosas a la corte vienen.
Aunque por lo común son pedigüeñas
se contentan con poco; ánimo corto
tienen, pues temen mucho que se sepa. 85
Estas lo dan por interés movidas,
de la confusa multitud validas,
y van luego a los payos sus maridos
blasonando de honradas, ponderando
los vicios de la corte y publicando 90
que consiste el ser putas las mujeres
en llevar más o menos alfileres,
en gastar escofieta y no montera
como si el ser honesta consistiera
en vestir bata y seda o saya y lana, 95
o si la castidad fuera patana;
y añaden que los males temporales
y el pan caro consiste en los pecados
de las usías de Madrid fatales
porque a todas el diablo se las lleva 100
y no quieren las ánimas que llueva.
Ya sabe el mundo la perversa gente
que son los alguaciles y escribanos:
éstos persiguen a las pobres putas,
no con deseos de extinguir lo malo, 105
pues comen con delitos, y su vida
penden de hombres sin ley, facinerosos,
y la santa virtud es su homicida;
y aunque saben que no es el estafarlas
medio de corregirlas, pues quedando 110
pobres, prosiguen siempre puteando,
las roban con achaque de enmendarlas.
Al diestro putañero le permito
fingirse amigo de esta gran canalla,
pues valen sus noticias un tesoro. 115
Ahorrarás tiempo, males, plata y oro,
si buscar sabes las recién venidas,
pues no piden ni baldan, que aún no tienen
ni salud ni costumbres corrompidas.
Así la inimitable Lavenana 120
se dio a un servidor vuestro en dos pesetas
siendo niña, aún casi doncella y sana.
Mas ya que la lujuria cortesana
se desenfrenó ansiosa y a porfía,
cada cual por dichoso se tenía 125
con llamarse algo padre de sus hijos,
después de aquellos lances tan prolijos
que a contarlos el genio me provoca,
mas la Musa me pone dedo en boca.
Después de esto se tuvo por un héroe 130
el que logró coger en su entrepierna
cinco meses de verdes purgaciones,
a costa de un gran traje y cien doblones.
Ni ¿por qué callaré las conveniencias
que trae la noche al diestro putañero? 135
Es la aprensión un enemigo fiero,
y no más que aprensión es la hermosura;
y no digo que a mujer de ruin figura
escudriñes las tubas falopianas;
mas trueca las hermosas por las sanas, 140
y de la amiga noche apadrinado,
mayormente si son algo garbosas,
en tu aprensión, figúralas hermosas
y serán, si lo piensas, hermosuras,
que hace milagros el amor a oscuras. 145
También he visto yo con muy bonita
carántula tapar la fea cara
a alguna potajera, y de esta suerte
se echa a la misma Venus una vaina;
y quisiera también últimamente 150
que conocieras a la Cafetera,
utilísima, a Sor Vicenta Puti:
ésta hace emplastos, aguas y jaropes,
toca dianas y es buena estafeta,
y lava trapos de las purgaciones; 155
pero huye de ella y de sus dos hermanas,
y su cuñada, que es un podridero,
y a cualquiera que ven, el miembro agarran
y están muy diestras en ponerlo tieso,
y a quien se lo metió luego le plagan. 160
Pero si acaso tu salud estragan
las puercas que lo tienen con gusanos
y les huele a chotuno en los veranos,
Urbina, Juan de Dios y Talavera,
muy experimentados cirujanos 165
en ingles de mancebos disolutos,
te sajarán con delicadas manos;
y los humazos del bermellón rojo
las tenaces ladillas desagarran.
Un cierto aficionado yo conozco, 170
muchacho muy modesto y bien criado,
a maestras de niñas muy devoto,
así que oyó entonar el alabado
espera a las chicuelas, y en callejas,
portales y escaleras conocidas, 175
a trueque de alfileres y de ochavos,
muñecas y confites, él las quita
virguitos sin quejar. La industria alabo,
pero al putero a quien la Musa mía
hizo tan diestro, no le agrade nunca 180
fruta sin madurar. Todas las cosas
tienen su tiempo, y hasta el tercer lustro,
en perfecta sazón no están las mozas.
Entonces sí que el pecho ya robusto,
la alta teta apretada y bien redonda, 185
palpitando a compás, la mano atrae
con magnética fuerza, y del mancebo
lujurioso apetece ser tocada,
y el empeine carnoso de rizada
cerda se puebla, y ya los gruesos labios 190
de la vulva se mueven y humedecen
apeteciendo el miembro masculino
nunca probado, con extremo y ansia
cual las botellas de licor, elixir
que sin tapón su espíritu se exhala 195
como el hambriento estómago apetece
los platos exquisitos de viandas.
¿Quién discurriera que el putero debe
distinguir las naciones y sus genios
como el gran general que guerras mueve? 200
Pues esta industria enseñará mi verso.
Las mujeres de todo el Universo
son siempre a mi apetito lisonjeras,
pero aún los extranjeros anteponen
las españolas a las extranjeras. 205
Una de éstas estaba (y yo no quiero
decir de qué nación, porque no pierdan
las naciones por mí), digo que estaba
con un amigo haciendo aquel negocio
más digno de atención que hay en el mundo, 210
y al tiempo que él con miembro furibundo
las puntas de los pies y las rodillas
apretaba, y empeine, y jadeante
las uñas le clavaba en las costillas,
la sosa malditísima, tirando 215
estaba al techo huesos de cereza
sin sentir las cosquillas de la pieza.
Pero aun en las provincias españolas
hay sus más y sus menos. Las Castillas
dan muy buena pasta a las chiquillas, 220
y alguna hay tal que a Venus se parece.
La soberbia Aragón, que resplandece
en armas y varones señalados,
la corte inunda de robustas mozas
de lujuria feroz no delicada. 225
A mi amigo diestrísimo, no agrada
el rústico aunque sano mujerío
de lo septentrional de las Españas.
Las catalanas son putas de oficio
y manejan el arte sin melindre; 230
éstas, sólo en su figa confiadas,
dejan en la muzada Barcelona
la calle de San Pedro y la del Vidrio,
y en carromatos sus canales cargan.
Es fama que un proyecto han ofrecido 235
al Ministerio, por el cual se obligan
a abastecer la Corte de pescados
y carne fresca y sana; y más han dicho:
que servirán al público barato,
y con tanto cariño y abundancia 240
que no hará falta ni podrá quejarse
la insaciable lujuria cortesana,
pero ha de ser a Cataluña sola
con exclusión de las demás provincias
a quien tal privilegio se conceda, 245
y cualquiera puta que encontrarse pueda
sin ser del Principado, sea entregada
a sus uñas y lengua chapurrada,
y con tal pacto a tributar se obligan
mayor farda que un tiempo los judíos. 250
Pero las hijas de Madrid, que oyeron
en descrédito suyo y de sus gracias
tal propuesta, chillaron y dijeron
que con ojos enjutos tal infamia
no se puede sufrir donde estén ellas, 255
que su fama ha subido a las estrellas;
y sabe todo el mundo lujurioso
que ellas son muy mujeres, más o tanto
que Friné, o Venus, Lamia, Thais y Flora;
que nadie descontento fue hasta ahora 260
de entre sus piernas. ¡Ay, que se dijera
de ellas que necesitan del socorro
de otras putas para una friolera!
Y el Gobierno, justísimo, a su lloro
mostró blandas orejas, no dejando 265
que se estanque esta rama del comercio
cuando todos negocian libremente.
¡Oh, tierra que el Betis transparente
de olivas coronada el puerto envía
de San Lúcar! ¡Oh, noble Andalucía, 270
en caballos y putas las mejores
que Síbaris y Chipre jamás vieron!
Las niñas que en tus límites nacieron,
¿qué espíritus, qué sales infundiste
que tal fuego en el clítoris las diste? 275
No creeré que eran putas de otra tierra
las que hicieron los dioses animales,
ni que otros coños gusto tal encierran.
Del Tartesiano Betis los cristales
doraron el cabello a aquella ingrata 280
de cuyo nombre no quiero acordarme.
Mas si mi Musa de dar preceptos trata,
no olvide el putañero que, con Baco,
de Venus los espíritus se inflaman;
la mezcla de los vinos las aturda; 285
¿qué cosa Venus cuidará borracha?
Y a estas mujeres es pequeña burla
la violencia, pues no son de colegio
ningunas doncellitas: broma y bulla
y botaraterías hacen mil veces 290
más que los suspiros y que el ruego;
tú píllalas, y embóscaselo luego,
y de pagar te excusa tu trabajo,
que nunca paga quien jodió a lo majo.
Ni ¿por qué ha de costar dinero alguno 295
cuando los dos trabajan igualmente
y entrambos hacen una misma cosa?
No extrañes que te encargue el ir decente,
mas no el prolijo adorno te afemine
ni el ungüento tu rostro contamine: 300
¡Vayan lejos de mí los hombrezuelos
que gastan tocador como mujeres,
y no errarás si putos los dijeres!
Al hombre le conviene la limpieza
y no pase de allí; cierto desgaire, 305
desaliño marcial y no afectado
es lo que a una mujer más ha prendado.
Pizarro así, extremeño morenote,
que llevó nuestras armas y banderas
de la otra parte allá del Océano, 310
agradó a la Yupangui, aunque tenía
desfigurado el rostro con flechazos.
No cause a mi discípulo embarazos
la configuración de las facciones,
no siendo las mujeres mascarones: 315
con tal que para ostentación no sea,
la que no se ha probado nunca es fea;
y un carajo de espíritu no debe
reparar en aquesas frioleras,
pues son la primer vez todas hermosas. 320
Pero aunque tienen almas indomables,
juventud española, te aconsejo
que aprendas buenas artes; al dinero
muchas veces las gracias equivalen.
De Castro las estatuas sobresalen 325
con recomendación para el sujeto;
el famoso pincel de Inza, en secreto
lo pide a las muchachas que lo miran.
Los brincos que los pies ligeros tiran
de Paco el Boticario, son valuados 330
tal vez por pesos duros, bien gastados,
y predicando va por esas calles
incontinencia a todas las mujeres,
mas que algunos con todos sus haberes,
Dionisio, cuando altivo le pasea 335
el caballo galán que se pompea,
y él parece, al regirlo, tan astuto,
que vuelve racional al noble bruto.
Ni ¿por qué callaré al atleta hispano,
que al desplantarse intrépido en el llano, 340
el tiro velocísimo tendiendo,
ejecuta y no es vista ni aun pensada
su rápida y prontísima estocada?,
¿o a Carreras, que al son del instrumento
esmero del famoso Granadino, 345
las mozas para con oído atento?
¡Oh, Cala, el de Navarra, no te olvido,
que indio, otomano, o gimnasista griego
nunca agitaron la veloz pelota
cual tú las mueves al tocar el suelo 350
y las mozas se paran al mirarte!
Aguarda, que ya voy a celebrarte,
retórico y dulcísimo poeta:
o bien cantes de amor, o bien de Marte,
mientras mi pluma a esta alma esté sujeta, 355
no dejarán mis versos de alabarte
a ti y a tu divina poesía.
¡Oh! ¡Cuántos triunfos la lujuria mía
debió a esta ciencia! Yo me acuerdo cuando
con mis sonetos, sin pagar la blanca, 360
los ojos encendí de la Belica;
y según yo los iba recitando,
la incontinente y disoluta hembra
se iba en pura lujuria electrizando;
y hasta la madre Luisa, honrada vieja, 365
sintió el antiguo comezón, y el cano
pendejo asió con tabacales yemas,
metiendo hasta el nudillo el dedo largo
por el conducto que salió tal hija
veinte años antes; a los hombres todos 370
viera desenroscándose la pija,
revolviéndose a guisa de serpiente
causando terremoto en los calzones
que revientan saltando los botones,
y no por mano de aprendiz cosidos, 375
sino de costurera muy prolija,
y un furor uterino los sentidos
privó a la honesta y venerable anciana,
tanto que, asiendo con lasciva gana
la vela que arrancó del candelero, 380
la derritió al calor de su mechero,
y madre e hija, ya sin luz, se agarran
de nosotros frenéticas, impuras;
lo que pasó después, estando a oscuras,
decidlo vos, Piérides, que tanto 385
no puedo yo, ni oso,
pues siento enflaquecer mi débil canto.
Esto consigue el verso numeroso,
la elocuencia y divina poesía,
en cualquier lugar, de noche o día; 390
privilegio a ningunas artes concedido,
pues Moya, el tirador, que cual no ha habido
otro más diestro en derribar las aves
más chicas que en el aire están volando,
no siempre tocar puede la arrojada 395
moneda, de un certero escopetazo.
El insigne Fernando, a quien el toro
le da triunfos, aplausos y apellidos,
romper varas no puede en un estrado
como acostumbra en el clamoso circo, 400
sereno, sin mover casi el caballo;
y él, aplaudido con gritar sonoro,
lejos mira la muerte y cerca al toro.
Y el membrudo y fortísimo Bragazas
puesto sobre las patas, que tirando 405
con Hércules y Céspedes ganara,
si en gabinete chico muy pintado
la grande barra de sesenta libras
con ronco aliento y furia despidiera
dando la vuelta al musculoso cuerpo, 410
aún más que enamorar, estremeciera.
Pero de Apolo la arte lisonjera
halló en cualquier parte proporciones,
en todos los lugares y ocasiones;
con ella engañarás a las que engañan, 415
con ella harás creer que dar intentas
aun lo que de no dar intención tienes;
huye frases extrañas y violentas;
pues ¿quién si no el que está falto de mente
declamará delante de la amiga? 420
Ni tampoco tu boca obscena diga,
si no es en muy precisa coyuntura,
joraca, derjo, nesjoco, ni ñoco,
(trasposición se llama esta figura)
en las dos lenguas madres, ni tampoco 425
ignorar sus tres hijas se consiente;
y aunque a Narciso venzas en lo hermoso,
la hermosura del alma es permanente.
No fue hermoso, mas fue muy elocuente
Ulises, el sufrido en los trabajos, 430
y la diosa Calipso arder se siente
cuantas veces de Troya los asaltos
le obligó a repetir Palas robada,
Dolón preso y el bárbaro Caballo.
El cirujano y el médico las pagan 435
con sangrías, visitas, y con purgas
el boticario, y aun las artes bajas
a trueque de puntadas y zapatos;
pero el gran necio que no sabe nada,
a poder de dinero lo hace todo. 440
¡Oh, ricos! No os jactéis con torpe modo,
de conseguir bellezas que, vendidas
son a vuestro dinero solamente;
y ellas luego a la industria aficionadas
de mis doctos discípulos os venden, 445
y es el más tonto aquel que más estafan.
Y porque conocer al enemigo
en todo trance es cosa de importancia,
estudia el tono con que el canto quinto
instruye a las resueltas cortesanas. 450
Así el gran Pedro el Czar, aunque vencido
en Narva, aprendió el arte de la guerra
que enseñó su contrario Carlos doce,
luego en Pultova su victoria horrenda.
Huye tú, pues, de putas que conocen 455
las artes Moratínicas aleves
como de toro ya corrido en plaza.
Mas ya mi Musa rematar pretende
reduciéndolo todo a una palabra.
Ser pérfidos importa solamente: 460
y aunque engañes hoy diez, mañana veinte,
tantas putas llovieron a porfía
que nunca la mitad hubo que hoy día,
y hay donde remudar a todas horas;
y en pago de mis cláusulas sonoras, 465
después de descargados los riñones
y de haberte atacado los calzones,
dirígete a la puerta francamente,
cortesías haciendo y chanceando,
prometiendo volver fingidamente 470
con presentes grandísimos, y cuando
en la calle ya estés, marcha a otra parte
y haz lo propio; y dirás: de tan gran arte
el gran corsario, el práctico y el diestro
el dulce Moratín, fue mi maestro. 475

FIN

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