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ArribaAbajoDiálogo Segundo

Arte de leer y escribir bien


Sofronia. Bien venido, Metrófilo. Muchos días hace que te espero para oír tu segunda lección.

Metrófilo. De propósito he querido darte todo este tiempo, para que pudieras reflexionar despacio2 sobre la primera.

Sofronia. He reflexionado lo bastante, y creo haber entendido suficientemente las leyes del verisímil. Puedes pasar adelante, si quieres, enseñándome las reglas, que fueren necesarias para habilitarme a la formación del verso.

Metrófilo. Mucho camino has de correr todavía antes de llegar a componer una poesía. ¿Qué dijeras, Sofronia, si quisiese hoy enseñarte a leer y escribir?

Sofronia. Perdiéramos el tiempo uno y otro miserablemente. No tenía yo sino diez años, cuando leía y escribía, como cualquiera otra mujer.

Metrófilo. Pues yo sin embargo puedo asegurarte, que no sólo entre las mujeres, pero aun entre los hombres, son poquísimos los que saben leer y escribir como conviene; y menos todavía, los que saben dar razón del modo, con que escriben y leen. No sé, si tú sabrías decirme por ejemplo, donde se ha de poner la coma, y donde el punto; donde acaba el sentido de un discurso, y donde no acaba; donde se puede cortar la palabra al fin de una raya, y donde no se puede. Estas menudencias y otras semejantes, es preciso saberlas para llegar a escribir con perfección; y mientras esto no sepas, desengáñate, Sofronia, que no podrás componer en verso con la limpieza necesaria.

Sofronia. ¡Oh cuánta es mi ignorancia! ¿Quién me lo hubiera dicho? Empiezo ahora a conocer, que ni aun la cartilla sé.

Metrófilo. No te acobardes, Sofronia. La lección de hoy, es cierto que será la más fastidiosa de todas, y aun quizá la más difícil para ti. Pero cuando hubieres vencido esta dificultad; todas las cosas te parecerán más fáciles, y aun gustosas, y amenas.

Sofronia. Escucharé con el mayor cuidado todo, lo que me dijeres.

Metrófilo. Sabe pues ante todo, que una escritura, o un papel escrito, se compone de letras y de señales. Tratemos primero de lo primero.

Acerca del número de las letras habrás oído hablar con variedad, porque hay quien pone más, y quien menos. Yo pusiera de buena gana entre las superfluas la Y y la X, porque han perdido en nuestra lengua su primitivo valor, y no tienen oficio alguno, que no se cumpla perfectamente con otras. La Y en nuestro idioma no es absolutamente otra cosa sino una I, como se ve en las palabras yema o iema, hay o hai, atalaya o atalaia, que de cualquier modo que se escriban, para nosotros es lo mismo; y si alguna vez hay diferencia, ésta no resulta de la calidad de la letra, sino de su pronunciación breve o larga; como se nota por ejemplo en las voces ráya y raia, la segunda de las cuales no se diferencia de la primera, sino por la pronunciación larga de su I. Más visible todavía es la superfluidad de la X, siendo cierto, que gerga y gigote, se lee y se pronuncia, en castellano, como xerga y xigote; y asimismo jaula, joya, jugo, como xaula, xoya, y xugo: y cuando la X se pronuncia a la latina, como en examen; pudiéramos hacer uso de las dos letras CS escribiendo, como lo leemos, ecsamen y ecsomunión; o bien de la sola S, como lo hacen los italianos, en cuyo caso pronunciáramos con más dulzura esamen y escomunión. Pero dejemos esta cuestión para los Señores Académicos de nuestra lengua, que debieran examinarla y terminarla; contentémonos con quitar del alfabeto, como a superfluas (ya que el uso nos lo permite) las dos letras Ç y K, la primera, de las cuales se suple comúnmente con la C o Z, y la segunda con la C o Q. Según esto, las letras en nuestro idioma no son a lo más sino veinte y cuatro, como te las pongo sobre este papel en grande y pequeña:

A.B. C. D. E. F. G. H. I. J. L. M.
a. b. c. d. e. f. g. h. i. j. l. m.
N. O. P. Q. R. S. T. U. V. X. Y. Z.
n. o. p. q. r. s. t. u. v. x. y. z.

El valor de cada una de estas letras ya lo sabes; y sabrás también, que cinco se llaman vocales a, e, i, o, u, y todas las demás tienen el nombre de consonantes.

Sofronia. Lo sé: más no sé, porque se llaman así.

Metrófilo. Poco importa, que no lo sepas. Sin embargo te lo diré, porque es cosa fácil de entenderse. Se llaman vocales las cinco que te dije antes, y aun la Y que equivale a una I; porque nuestra voz puede pronunciarlas sin ayuda de otra letra. Las demás se llaman con=sonantes, porque suenan con las vocales, sin cuya compañía no se pueden pronunciar. Así para nombrar la letra B es necesario llamar en ayuda la vocal E, y luego decir BE; y para nombrar la Q es preciso acompañarla con la U, y decir QU.

Sofronia. Quedo muy satisfecha de esta razón. Más antes de salir de las letras, quisiera, que me dijeses, cuando se han de escribir las grandes, y cuando las pequeñas, porque veo en esto muy poca uniformidad y constancia.

Metrófilo. Efectivamente hay algunos, que derraman letras grandes con sobrada prodigalidad. Las ocasiones, en que me parece conveniente el ponerlas, son las siguientes.

Iª. Se pone letra grande o mayúscula, al principio de cualquiera escritura, y asimismo después de cada punto.

2ª. Lo mismo se hace con la primera letra de cualquiera persona racional, como Dios, María, Miguel, Antonio.

3ª. Se suele también poner en los nombres de dignidad o empleo, como Santo, Rey, Conde, Gobernador, Capitán, Almoxarife.

4ª. Puede darse también este honor a los nombres propios de reinos, provincias, ciudades, villas, montes, ríos y territorios, como España, Castilla, Madrid, Moncayo, Ebro.

5ª. Puede distinguirse también con letra grande el objeto principal de que se habla, aunque por sí no lo merezca. Así un Médico puede hacerlo con la palabra Calentura, si se pone a escribir de propósito sobre ella.

6ª. Cuando se ofrece finalmente el decir una misma palabra en dos sentidos diferentes, es bien escribirla con letra grande en su sentido más noble, y con pequeña en su significación más baja para quitar todo motivo de equivocación. Habiendo de decir por ejemplo que Mosca no tomó el nombre de la mosca, ni León lo tomó del león; podrás honrar con letra grande a las dos ciudades de León y Mosca, para distinguirlas de las dos bestias del mismo nombre.

Fuera de estas ocasiones que te he insinuado, te aconsejara a no hacer uso de letras grandes, por ser enteramente superfluas.

Sofronia. Tu lección sobre las letras me parece harto fácil.

Metrófilo. Más todavía no está concluida. Es menester, que te explique, como con las letras se forma la sílaba, y con las sílabas la palabra.

Sofronia. Muchas veces he oído hablar de sílabas: pero no sé, si entiendo todo lo que es necesario para distinguirlas.

Metrófilo. Se llama sílaba cualquiera letra o trabazón de letras, que puede pronunciarse con una sola abertura de boca. De esta regla general se sigue, que las vocales, como pueden pronunciarse por sí solas, pueden por sí solas formar sílaba; y las consonantes al contrario, como por sí solas no se pueden pronunciar, no son capaces de formar sílaba sin la compañía de alguna vocal. Observa en cualquiera palabra (por ejemplo en amigo) todas las vocales que tiene. La vocal, que pronunciarán tus labios por sí sola, basta ella sola para formar sílaba: pero la que pronunciares en compañía de una consonante, no forma sílaba sino juntamente con esta.

Sofronia. Entiendo, que en la palabra amigo, siendo tres sus vocales, deben también sus sílabas ser tres: pero sin embargo de esto me hallaría enredada para distinguirlas; porque estando la letra M entre dos vocales, no sé, si debe unirse con la primera, o con la segunda, y si debe pronunciarse am=i=go, o más bien a=mi=go.

Metrófilo. De estas dos divisiones, que has hecho, la primera va mal, la segunda bien.

Sofronia. No basta que me lo digas, si no me descubres y explicas su motivo.

Metrófilo. Parece, que se trata de una niñería. Y con todo esto hallarás muchos sabios y letrados, que no sabrán darte la razón de una cosa tan pueril. Yo te daré una regla facilísima para poder dividir las sílabas de cualquiera palabra sin el menor peligro de errar. He aquí la regla:

«Pondrás en la primera sílaba una, dos o tres letras, hasta que encuentres una vocal y luego pasando adelante, acrecentarás dicha sílaba con todas las consonantes que se siguen, hasta dar con letras tales, que pueda empezar por ellas otra palabra.»

Te haré ver y entender con los ejemplos la certeza y seguridad de esta regla.

Ejemplo I.º En las voces AMIGO y ARMARIO. La letra A, por la cual empiezan estas dos palabras, es una vocal: luego podría bastar por sí sola para formar sílaba.

Veamos ahora en entrambas palabras, que letras siguen despues de la A.

En AMIGO se siguen las dos letras MI. Tenemos en castellano muchas palabras que empiezan por MI, como mijo, mitra, ministerio: luego no es necesario añadir a la primera sílaba de AMIGO ninguna de estas letras. Luego la sola letra A forma la primera sílaba de la palabra AMIGO. En ARMARIO, despues de la vocal A, se siguen las letras RMA. No tenemos en nuestra lengua ninguna palabra, que empiece por semejantes letras: luego debemos añadir la R a la primera sílaba de ARMARIO, y formarla con las dos letras AR. Despues de AR sigue MA, que es principio de muchas palabras españolas, como madre, marido, maestro: luego no hay que pasar adelante, y bastarán las dos letras AR para completar la primera sílaba de ARMARIO.

Ejemplo 2.º En las voces HASTA y HADO. La vocal en estas palabras no se halla hasta la segunda letra: luego las dos primeras letras HA son ambas necesarias para formar la primera sílaba de una y otra palabra.

En HASTA, despues de HA viene STA, que aunque es principio de muchas palabras latinas, no lo es de castellanas: luego su primera sílaba pide la S, y diremos HAS. Síguese TA, que es principio de muchos vocablos, como tajo y tabaco: luego la primera sílaba no pide más.

En la voz HADO, despues de HA viene DO.

En nuestro idioma tenemos muchos nombres que empiezan por DO, como dolor y doblez: luego la primera sílaba de HADO se ha de contentar con las dos solas letras HA.

Ejemplo 3.º En las voces TRILLA y TRISCA. La vocal en estas palabras no se halla hasta la tercera letra: luego en ellas la primera sílaba necesita de las tres letras TRI.

Despues de TRI en TRILLA sigue LLA, que es principio de muchas dicciones, como llama y llave: luego la primera sílaba de TRILLA para en TRI.

Al contrario en TRISCA, despues de TRI, viene SCA, que no es principio de ninguna palabra española: júntese pues a la primera sílaba otra letra, y dígase TRIS. No es necesario pasar adelante, porque despues de TRIS síguese CA, que es principio de muchos nombres, como capa y capuz.

Sofronia. Tus ejemplos son tales, que los entendería una criatura: pero se dirigen todos ellos a enseñarme las primeras sílabas de cada palabra, y nada más. Yo quisiera saber distinguir aun las segundas y las terceras.

Metrófilo. Cuando hubieres separado de una palabra su primera sílaba, no la consideres más, como si no la hubiera; y valte de la misma regla para lo que se sigue. Tomemos por ejemplo la palabra TRAMONTANA.

La primera sílaba de TRAMONTANA es TRA; porque después de TRA sigue MON, que es principio de muchas palabras, como monte y monje. De TRAMONTANA quitando TRA, queda MONTANA.

La primera sílaba de MONTANA es MON; porque despues de MON viene TA, por cuyas letras empiezan muchas voces, como taco y talega. Quitando MON, queda TANA.

La primera sílaba de TANA es TA; porque por las letras NA, que vienen después, empiezan muchas palabras, como nacer y nación. Quitando la sílaba TA, no quedan sino las dos letras NA, que forman otra sílaba perfecta.

He aquí como te sirve la misma regla para distinguir en la palabra TRAMONTANA todas sus sílabas: TRA=MON=TA=NA.

Sofronia. Ya no me queda, Metrófilo, sino una sola dificultad acerca del asunto presente: y es la del modo de dividir las sílabas, cuando se hallan en una misma palabra varias vocales juntas sin ninguna consonante de por medio.

Metrófilo. Tienes mucha razón en proponerme esta duda, pues hay mucha variedad en esto. Puedo darte por ahora dos reglas generales. La primera es, que cuando las vocales son dos solas, se juntan regularmente en una sola sílaba, como sucede en maula y baile; veo y beato; rió y viera; voyme y doy; suelto y luego: y esto es más necesario observarlo, cuando una, de las vocales no se pronuncia, como en guerra y quito. La segunda regla es, que cuando las vocales son tres, es bien dividirlas en dos sílabas, poniendo en la primera sílaba la primera vocal, y en la segunda las dos siguientes en esta forma: va=ya y sa=ya; Re=yes y le=yes; ro=yo y arro=yo; tu=va y alelu=ya: en cuya generalidad no se comprehenden algunas pocas palabras, que aunque tienen sobre el papel tres vocales, no tienen en nuestra boca sino dos, como sucede en quieto. Estas reglas generales, son para leer y escribir; pues por lo que toca a las licencias de los Poetas, te hablaré en otra ocasión.

Sofronia. Esto va bien para dos o tres vocales. Pero aveces se hallan aun más, como sucede por ejemplo en la palabra arroyuelo, en que las vocales unidas, son cuatro.

Sean las vocales o tres o cuatro, y aun más, si es posible; no las has de dividir en más de dos sílabas: y para no errar en la división te daré todavía otra regla, que es la de reparar, que en medio de dichas vocales hallarás siempre una Y o I, que para mí es lo mismo. En la primera sílaba pondrás las vocales que preceden a la I; y en la segunda las siguientes. Así dirás por ejemplo arra=yán, arro=yo, y arro=yuelo.

Sofronia. Jamás hubiera creído, que la lección sobre las letras fuese tan larga.

Metrófilo. Mas por fin está ya concluida. Pasemos ahora a las señales.

Sofronia. Mucho deseo tengo de que me hables de ellas, pues no sé absolutamente lo que son.

Metrófilo. Las señales son los puntos, y las rayas, ora derechas, y ora torcidas, que sirven, de señal al lector para que sepa, donde se ha de parar y donde no; donde se ha de levantar o bajar o doblar la voz; donde se ha de leer con un tono, y donde con otro.

Sofronia. Entiendo, que querrás hablarme de los puntos y comas. Te oiré con mucho gusto; porque sé, que se ponen; mas no sé como ni quando, ni porqué.

Metrófilo. Espero que fácilmente llegaras a comprehenderlo. Quando hablamos o leemos; nos paramos muchas veces para tomar aliento: y estas paradas o pausas, aunque todas brevísimas, son desiguales, unas más largas, y otras más cortas; como podrás repararlo por ti misma, cuando leyeres o oyeres leer un libro. Hacemos una parada momentánea y casi insensible, cuando el discurso todavía no tiene sentido: y esta brevísima parada se señala con una coma. La hacemos un poco mas larga, quando el discurso empieza a tener sentido, mas todavía incompleto o imperfecto: y para señal de esta detención algo más prolija, notamos sobre el papel una coma, y encima de ésta un punto. La pausa es todavía mayor, quando el sentido es tal, qué estaría ya acabado y completo, si el escritor no hubiese querido alargarlo con nueva añadidura: y en este caso se nota dicha pausa con dos puntos. Hacemos finalmente una parada la mas larga de todas, cuando se ha acabado de decir una cosa, y se pasa a decir otra: y este descanso más largo se indica o señala con un punto.

Sofronia. Si no me haces ver patentes con un ejemplo todas estas diferentes pausas, no es fácil que yo las entienda.

Metrófilo. He aquí un discurso con todas ellas. El piadosísimo Criador de los hombres, que provee tan amorosamente aun a las bestias; mucho más cuidado tiene de nosotros, criaturas suyas racionales: y sin embargo entre todas las criaturas, somos nosotros las más desagradecidas. Repara en estas pocas palabras las cuatro pausas que te dije. Seis veces tomas aliento al leerlas; pero ora lo tomas más largo, y ora más breve.

Aliento I.º El piadosísimo Criador de los hombres. Aquí te paras poquísimo, aun sin quererlo, porque en estas pocas palabras todavía no hallas sentido, ni sabes, para que fin se han escrito. He aquí el motivo de la coma.

Aliento II.º Que provee tan amorosamente aun a las bestias. Ahora ya entiendes algo, mas no todavía todo lo que el escritor quiere decirte en su primera proposición. He aquí el motivo del punto y coma, y la razón de una pausa algo menos breve.

Aliento III.º Mucho más cuidado tiene de nosotros. En este lugar, o no te has de parar, ni poner señal alguna; o te has de parar poquísimo, y notar una sola coma; porque las palabras, que se están trabadas, con las antecedentes, y juntamente con ellas un mismo sentido.

Aliento IV.º Criaturas suyas racionales. Aquí el escritor pudiera haber dado fin a su primera proposición, porque el sentido es perfecto, ni para su cumplimiento necesita de lo que se sigue. Más habiendo él querido poner, una añadidura, o segunda parte; debe separarla de la primera con dos puntos; para que entienda el lector, que ha de tomar allí un descanso algo más largo que el antecedente, pero no tanto, como al fin del discurso.

Aliento V.º Y sin embargo entre todas las criaturas. Esta segunda parte de la proposición todavía no tiene sentido: está, pues en tu arbitrio, o pasar adelante sin pararte, o hacer una pausa brevísima, señalándola con una coma.

Aliento VI.º Somos, nosotros las más desagradecidas. Se concluye con esto no sólo la primera, pero aun la segunda parte de toda la proposición. Es preciso pues acabarla con un punto, y con una detención más larga, que todas las antecedentes.

Sofronia. Me parecen muy buenas estas reglas para un discursillo, como el que has hecho: pero a veces se hacen discursos más largos y más complicados.

Metrófilo. Por largo que sea el período que, así llaman los gramáticos a cada trozo de discurso, de punto a punto, siempre las mismas reglas te podrán servir: porque si las partes del período o discursillo, en lugar de ser dos, fueren tres, o cuatro, o cinco; tú no tienes que hacer otra cosa, sino ir replicando los dos puntos, o el punto y coma, según las instrucciones que te he dado.

Sofronia. Todo va bien, Metrófilo: pero me parece, que no todos los libros están escritos con tan grande exactitud, como lo que tú dices.

Metrófilo. Es cierto, que la mayor parte de los libros están mal escritos; porque hay muchas personas, aun doctísimas que no saben hacer uso, como se debe, de las señales, de que hasta ahora te he hablado: y yo conozco a un escritor de mucha doctrina, que antes de dar sus libros a la imprenta los entregaba a un amigo, para que les pusiese todos los puntos y comas, que él no sabía como distribuir. Pero es menester también persuadirse, que no es buen lector, quien no sabe leer bien lo que está mal escrito. Uno que sepa verdaderamente leer, no repara tanto en las comas, que están en el libro, como en las que debieran estar y corre con los ojos, y con el entendimiento más que con la lengua, para ir corrigiendo uno tras otro todos los yerros del libro.

Sofronia. Demasiado me pides. Yo no presumo, ni espero tanto de mí.

Metrófilo. Pues yo te digo, que si quieres, llegarás a todo esto. Basta que te acostumbres a escribir bien con la debida distribución de puntos y comas; y te aseguro, que leerás exactamente cualquiera libro, por mal escrito que esté.

Sofronia. Según esto, fuera de los puntos y comas, no hay otra señal alguna, que sea necesaria para escribir bien.

Metrófilo. No es así, Sofronia. Hay muchas, e igualmente necesarias, pero de más fácil inteligencia.

Sofronia. Dímelas desde luego, sin omitir ninguna.

Metrófilo. Diré pues lo primero, que se usan ciertos puntos, llamados interrogantes;y otros, que se llaman admirativos. El interrogante, que consiste en una S al revés con un punto debajo en esta forma ?, sirve para denotar al lector, que ha de leer con él tono proprio de quien interroga o pregunta: y el admirativo, que no es sino una I al revés !, indica que se ha de leer con tono de admiración o maravilla. Así podrás preguntar a otro con punto interrogante: Cuántos mundos hay? Y el otro podrá responder con punto admirativo: No es acaso uno solo el mundo!

Sofronia. Si no hay más que saber acerca de estos puntos; fácil cosa es el usar de ellos a su tiempo.

Metrófilo. Absolutamente no habría más que decir sobre el asunto, atendida la costumbre general de toda Europa pero no puedo dejar de insinuar un uso propio de nuestra España, por ser utilísimo y digno de imitarse. Todas las naciones ponen el punto interrogante o admirativo, al fin de la proposición: más los Españoles lo ponen al fin y al principio una vez a derechas, y la otra al revés. He aquí las dos mismas proposiciones de antes, escritas con puntos a la española: ¿Cuántos mundos hay? ¡No es acaso uno solo el mundo! Yo he introducido en Italia esta costumbre de mi nación, poniéndola en práctica en algunas de mis obras italianas, porque la considero muy útil, principalmente en proposiciones largas, en las cuales el lector italiano se halla con el punto interrogante o admirativo, cuando ya se le pasó el tiempo para dar a lo que lee el tono, con que debiera leerlo. Varias veces he oído a excelentes lectores, que hallándose de repente con semejantes puntos, han debido volver atrás, para poder entonar, según buena ley, la interrogación o la admiración. En nuestros libros castellanos no sucede este inconveniente, porque desde el principio de la proposición se ve notada la señal del tono, con que se ha de leer.

Sofronia. Esta costumbre es buena para todos; pero mucho más para quien sabe poco de leer, como me sucede a mí.

Metrófilo. Además de los dos puntos, que te he dicho ahora, hay todavía otras señales, que son muy al caso para escribir bien. Las más fáciles de entender son la interrupción, el etcétera, la reticencia, la distinción, y la división. Si no te acordares de estos nombres, aunque fáciles; no te dé cuidado: basta que entiendas la cosa, y sepas su uso.

Sofronia. Esta tu bondad o condescendencia (no practicada por otros maestros) me anima mucho.

Metrófilo. Ve aquí, como tú misma, sin saberlo, has hecho uso de la interrupción, que los gramáticos llaman paréntesis. Repara en aquellas palabras, que dijiste: No practicada por otros maestros. Parece que están separadas de las demás, de suerte que tu discurso, sin ellas, se queda con un sentido perfectísimo. Para que el lector entienda, que semejantes palabras intermedias se han de leer con un tono algo diferente; se acostumbra cerrarlas con dos medias lunas a manera de C, una puesta al principio, y otra al fin. Es cierto, que cuando ellas son pocas, como lo son las tuyas; basta encerrarlas entre dos comas: pero cuando son muchas, y forman una larga interrupción; entonces es necesario hacer uso de las medias lunas, para que el lector no se confunda. Queda con esto explicada la señal de la interrupción, que con la práctica entenderás aun mejor.

El etcétera, que es voz latina, conocida ahora aun por el vulgo, es una abreviatura o señal, con que se indica una cosa, que se calla. Así queriendo tú nombrar los sujetos, que estuvieron ayer en tu casa; podrás decir, que estaban allí el conde Juan, el marqués Esteban, el doctor Alejandro, etc.: y con esta etcétera entenderán todos, que había otros, de quienes o no te acuerdas, o no quieres manifestar los nombres.

La retirencia es otra especie de etcétera, en cuyo lugar se ponen cuatro o cinco puntos seguidos con que se indica alguna cosa, que no se dice, o por ser palabra descompuesta, o porque falta el aliento para decirla. Cuando queremos por ejemplo maltratar a uno, le decimos a medias palabras: Tú eres un..... A fe que si te digo..... También el amante dice a media voz y suspirando: ¡Ay! Clori..... ¡Ay! si supieras.....

La distinción se usa para distinguir algunas palabras entre todas las demás, por ser más dignas o de respeto, o de memoria, o de reflexión. El modo de hacerlo es tirar por debajo de ellas una raya, que las coxa todas; o encerrarlas entre cuatro comas, dos al principio, y dos al fin; o bien escribirlas con caracteres más grandes, o diversamente formados. Si quieres citar por ejemplo el verso de Garcilaso: «Corrientes aguas, puras, cristalinas»: podrás encerrarlo entre cuatro comas. Y si quieres hacer memoria del refrán que dice: De dineros y bondad, la mitad de la mitad; podrás notarlo con una raya por debajo, o escribirlo con letras diferentes de todas las demás.

La división finalmente es una raya, que se pone, o sencilla -, o doble =, al fin de la línea, cuando ésta se acaba con media palabra, y se ha de empezar la siguiente con la otra media. En el uso de esta señal se yerra mucho, porque no todos saben, con que letra se puede acabar la línea, o no se puede.

Sofronia. Me parece, que la línea se podrá acabar con cualquiera letra, con que acabe de llenarse.

Metrófilo. No digas esto, Sofronia. Quien desea escribir bien y con propiedad, debe poner al fin de la línea una sílaba entera, y comenzar con otra sílaba entera la línea, siguiente. Si hubieres de cortar por ejemplo en dos líneas las palabras yerro, aceite, aguado, augurio; no podrás escribir ye=rro, ace=ite, agu=ado, a=ugurio; pero si yer=ro, acei=te, agua=do, au=gurio; porque así lo pide, como te dije antes, la legítima distribución de las sílabas.

Sofronia. ¡Oh! ¡Cuántas cosas es necesario saber para escribir con perfección!

Metrófilo. Y aún no está dicho todo. Quedan todavía otras dos señales, que son también necesarias para escribir bien, la incisión, y el acento.

Sofronia. Los solos nombres bastan para enredarme; pero me consuelo con lo que me has dicho antes, que si no me acuerdo de los nombres, o importa, con tal que me acuerde de lo que significan.

Metrófilo. Empecemos por la incisión, que los griegos, y latinos llamaban apostrofo. No es otra cosa, sino una coma o virgulita, con que se indica al fin de las palabras la falta de las letras, que se omiten.

Sofronia. ¿Pues qué se pueden quitar letras a las palabras?

Metrófilo. Muchas naciones hay que las quitan. Los latinos por ejemplo escribían magi' por magis, audin' por audis=ne; y los italianos escriben grand' por grande, bell' por bello. También nosotros tenemos algo de esto; pues decimos a veces do por donde, quier por quiera, diz por dicen, hi por hijo. Pero hay que notar dos cosas, en que se diferencia nuestra lengua de las demás: la primera es, que nosotros, cuando corramos alguna palabra, no la señalamos con la raya corva, como acostumbran otros pueblos: y la segunda es, que nuestras palabras cortadas o mochas, son poquísimas; siendo en otras lenguas, y sobre todo en la italiana, innumerables. Esta nuestra escasez de palabras abreviadas nos produce un bien y un mal. El efecto malo es la mayor dificultad, que ha en versificar en castellano, que en algunas otras lenguas; porque los Poetas italianos por ejemplo, teniendo plenísima libertad de alargar o acortar infinitas palabras, como mejor les viene; ajustan con mucha facilidad la medida de sus versos: pero nosotros al contrario, no teniendo este arbitrio; no gozamos tampoco de la facilidad, de que ellos gozan. Este es el mal efecto que probamos en nuestro idioma. Pero tenemos un grande contrapeso en nuestro favor: y es el de ahorrarnos el estudio de muchas reglas, de que necesitan los italianos, y otros pueblos extranjeros, para no errar o desbarrar, como muchas veces les sucede, en el uso de cortar sus palabras.

Sofronia. Mucho me alegro de ser española en esta ocasión por el trabajo, de que me libro. Dejemos a los italianos y demás extranjeros toda la pesada honra de sus abreviaturas.

Metrófilo. Oye pues la lección de los acentos, que tan necesaria es para nuestra lengua, como para las demás. En cada palabra, que decimos, hay siempre alguna vocal, que se pronuncia con más distinción, o con más fuerza, o con una especie de pausa o de descanso. Así, cuando dices conde la vocal, que suena más, es la o; y cuando dices condesa, la que se oye más; es la e. La tal vocal, que resuena más que las otras, es la que se llama letra del acento; y sobre ella, para distinguirla, podrás poner una raya o tilde, como quisieres; pues la distinción, que hacen los gramáticos en, tres especies de acentos, uno agudo, otro grave, y otro circunflejo, es estudio inútil para ti. Podrás pues señalar con una pequeña raya la o del cónde, y la e de condésa; aunque regularmente la omiten los escritores, fuera de muy pocas palabras en que el uso lo lleva.

Sofronia. Dos cosas quisiera saber para mi gobierno: ¿cuántos acentos puede tener una palabra?: y cuándo es necesario el ponerlos?

Metrófilo. Cualquiera voz puede tener más o menos acentos, según su extensión mayor o menor. Hablaré separadamente de todas las medidas, de palabras, para que lo entiendas mejor.

Sofronia. Te escucho con el mayor gusto.

Metrófilo. Las palabras de una sílaba sola, aunque tengan más de una vocal, no pueden tener sino un solo acento. Entre semejantes palabras cortas hay varias, que están sujetas a dos sentidos o significaciones diferentes: y para quitar este motivo de equivocación, se acostumbra notarlas con el acento, cuando tienen un sentido; y no notarlas, cuando, tienen otro.

Tienen diferentes sentidos o significaciones, las palabras siguientes.

Si. Escribirás con acento o con raya: Digo, que sí. Sin raya: Te recibo, si vienes.

O. Se escribe con raya: Lo digo ó Pedro, ó Pablo. Sin raya: Escúchame, o Pedro.

Se. Con raya: No sé lo que dicen. Sin ella: Se dicen muchas cosas.

El. Con raya: Solo lo dice él. Sin ella: El uno, y el otro lo dicen.

Que. Con raya: El delito es tan cierto, qué lo confiesa el mismo reo. Sin ella: El mismo reo, que cometió el delito, lo confiesa.

Otro Que. Con raya: ¿Pues qué? no es verdad? Sin ella: Dicen, que es verdad.

De. Con raya: No espero, que me lo dé. Sin ella: De él no lo espero.

Mi. Con raya: No lo quiero para mí. Sin ella: Mi casa está abierta.

Tu. Con raya: Fuiste tú que lo quisiste. Sin ella: Lo quiso tu padre.

Te. Con raya: El agua de té hace sudar. Sin ella: Te daré lo que quieras.

Las voces que acabo de insinuar, tienen todas una sola vocal.; pues aun la palabra que, que tiene realmente dos, es como si tuviera una sola, no pronunciándose en ella sino una. Otras palabras hay, que tienen más de una vocal, y están expuestas aveces a diferente pronunciación, según carga el acento sobre una vocal, o sobre otra. En esta especie de palabras, nuestra lengua castellana observa la misma regla, que en las de arriba. Cuando la voz no está sujeta a equivocaciones, o a diferentes sentidos; no pone acento: escribe sin raya alguna yo, pues, hay, voy, seis, &c. Al contrario, si la palabra está expuesta no solo a dos modos diversos de pronunciación, pero aun a significar dos cosas diferentes; se acostumbra entonces notar el acento, cuando carga sobre la última sílaba; y no notarlo, cuando carga sobre la primera. Así escribirás con acento: Ahí me las den todas: Leí el libro: Oí lo que me dijiste. Y sin acento: Ay de mí: Buena es la lei( o ley ): Oi( o hoy ) es día aciago.

Sofronia. Muy menudas son estas reglas: pero veo, que aprovechan.

Metrófilo. Pasemos a las voces de dos sílabas. Tampoco éstas no tienen, ni pueden tener, sino un solo acento, que ora carga sobre la primera sílaba, y ora sobre la segunda. En el primer caso, la costumbre de nuestra nación es escribir la palabra sin acento alguno, como lo hacemos en mano, pierna, ojo, frente, brazo, cuello, y en otras mil; exceptuadas algunas pocas equívocas, en que se pone aveces para mayor claridad; como en hácia por ejemplo para distinguirlo de hacía. Acerca de las palabras, que tienen el acento sobre la última sílaba, es menester hacer distinción entre las que acaban con vocal, y las que acaban con consonante. En estas últimas, como son amor, volar, decir, mitad, tropel, feliz, capuz, no se pone jamás el acento, sino en caso de equivocación: pero en las que acaban por vocal, se acostumbra ponerlo aun sin necesidad, como en haré, dirá, salí, rompió.

Sofronia. ¿No tienes más que decir acerca de las palabras de dos sílabas?

Metrófilo. Nada más. Y poco también hay que decir sobre las de tres, porque tampoco tienen sino un acento sólo; ora sobre la primera sílaba, como en tímido; ora sobre la segunda, como en sonóro; y ora sobre la tercera, como en amaré. Cuando carga el acento sobre la primera o segunda sílaba; no se acostumbra ponerlo, sino en caso de equivocación; como sucede por ejemplo, en las palabras súplica y suplíca; pues para mayor claridad solemos escribir: Pedro suplíca a Pablo: El Conde hizo una súplica al Rey. Cuando el acento cargare sobre la última sílaba; has de hacer la misma distinción, que te dije antes. Lo notarás, porque así se acostumbra, en las voces que acaban por vocal, como jabalí, cumpliré, y aturdió: y lo omitirás en las que acaban por consonante, como discurrir, entender, resonar, almirez, arcaduz; exceptuando solamente las palabras expuestas a equivocación, como amáras y amarás.

Sofronia. Luego en todas las palabras de una, de dos, o de tres sílabas, el acento no es sino uno solo.

Metrófilo. Hay palabras todavía, más largas con un solo acento; el cual ora se nota en el papel, y ora no, según hay peligro, o no, de equivocarse. Los italianos las tienen no solo de cuatro, pero aun de cinco sílabas; palabras tan ligeras, que difícilmente un castellano las pronunciara. Las nuestras no llegan sino a cuatro; y aun en éstas regularmente no pronunciamos el acento sobre la primera sílaba, como lo acostumbran muchas veces los italianos; sino solo sobre la segunda, que es pronunciación mucho más fácil y reposada. Pueden servir de ejemplo las voces armónico, estímulo, solícito. Sólo en algunas palabras compuestas, como págamelo, déjaselo, sufre nuestro idioma el acento sobre la primera sílaba.

Sofronia. ¿Pues cuáles son las palabras, que tienen más de un acento?

Metrófilo. Son infinitas: mas yo te ahorraré el trabajo de estudiar sobre ellas; porque cualquiera palabra larga, y de más de un acento, puedes tú dividirla en dos, o tres trozos, considerando sobre cada uno de ellos un acento solo.

Sofronia. Me parece buena esta regla: mas no la entiendo.

Metrófilo. Repara, que cuando has de decir alguna palabra larga; tú misma, sin quererlo, ni advertirlo, la partes y divides. Así, para decir misericordioso, te paras involuntariamente a mitad de palabra, diciendo miseri=cordioso. Naturalmente la divides, porque cada acento por sí pide un aliento; y siendo la palabra de dos acentos, alientas en ella dos veces insensiblemente. Pues haz por arte y estudio lo que haces por naturaleza; y verás desde luego con facilidad, cuantos acentos tiene cada palabra, por larga que sea. Te lo haré ver con ejemplos en palabras de todas medidas.

De cuatro sílabas: Contristado o Cocodrilo. Divide la palabra en dos: Cón=tristádo, Cóco=drílo. Cada media palabra tiene un acento.

De cinco sílabas: Precipitado. Lee en dos huelgos Préci=pitádo, o bien Precí=pitádo. De cualquiera manera cada trozo tiene un acento solo.

De seis sílabas Presurosamente. Dilo en dos veces Presurósa=ménte. Queda la palabra partida en dos según sus dos acentos.

De siete sílabas: Determinadísimo. Naturalmente leerás Determína=dísimo. Son dos medias palabras, con un acento cada una.

De ocho sílabas: Misericordiosamente. ¿Qué cosa más natural, que leer en tres veces Míseri=cordiósa=ménte? Cada parte tiene su acento.

De nueve sílabas: Maravillosísimamente. Leerás en la forma más natural Maravíllo=sísima=ménte. Son tres partes de palabra, cada una de ellas con su acento.

De diez sílabas: Indeterminadísimamente. Podrás leer con la mayor naturalidad Ín=determína=dísima=ménte: que son como cuatro voces, con un acento sobre cada una.

No se me ofrece palabra castellana de más de diez sílabas: pero en caso que la hubiere, o alguno arbitrariamente la formare; podrá dividirse en trozos, como las pasadas, dando un acento a cada uno de ellos.

Acerca de notar, o no, el acento en las palabras largas, que exceden el número de tres sílabas; te sirva de regla general lo que dije antes: que no se acostumbra ponerlo (fuera del caso de equivocación) sino cuando carga sobre la última sílaba, que remata con vocal.

Sofronia. En suma lo que saco, es, que las palabras cuando son cortas, se consideran como están; y cuando son largas, se cortan en piezas o partes; y que sobre cada palabra, o parte de palabra, ha de cargar siempre un acento solo.

Metrófilo. Esto puntualmente es lo que te he dicho. Repara pues ahora, que las situaciones del acento son cuatro: ora está en la última sílaba, ora en la penúltima, ora en la ante penúltima, y alguna vez aun en la sílaba antecedente a ésta.

La palabra, que tiene el acento en la última sílaba, como arrayán, se llama palabra aguda.

La que lo tiene en la penúltima sílaba, como divíno, suele llamarse palabra llana.

La que está acentuada en la antepenúltima, como pájaro, se denomina esdrújula.

La que tiene por fin el acento aun antes de la antepenúltima como tómatelo, se llama palabra esdrujulísima.

Sofronia. Muy larga lección ha sido la del acento. No sé si podré acordarme de tantas cosas, tan menudas.

Metrófilo. Te he hablado del acento con tanta difusión, porque es la cosa más necesaria de todas para la armonía del verso, como oirás otro día, si Dios nos da vida. Quisiera ahora, que me repitieses todo lo que te he dicho en la conferencia. de hoy, para ver, si te has hecho cargo de todo.

Sofronia. Yo he estado siempre con la mayor atención y cuidado: pero las teclas que has tocado, son tantas; que es imposible que yo pueda repasarlas todas.

Metrófilo. Las repasaré yo por ti, a fin de que te quede más impreso en la mente todo lo que te he enseñado. Óyeme pues...

No puede ser buen Poeta, quien no sabe leer y escribir con perfección. La escritura perfecta se compone de dos cosas: de letras, y de señales. Las letras conocidas en España son veinte y seis: pero quitando la Ç, y la K (entrambas inútiles y fuera de uso) quedan veinte y cuatro: y aun quedarían veinte y dos solamente como en Italia; si se quitasen la Y y la X; la primera de las cuales en nuestra lengua puede siempre suplirse con la I; y la segunda o con la G, o con la J, o con las dos letras CS, y aun mucho más dulcemente con la S sola. Las letras mayúsculas o grandes, no son necesarias, sino al principio de la escritura, o después de algún punto; o bien cuando se ha de escribir alguna palabra sujeta a equivocación, o algún nombre de persona, o país, o dignidad, o empleo. De la unión de las letras nace la sílaba, y de la unión de las sílabas la palabra. La letra consonante no puede formar sílaba, si no se junta con una vocal: la vocal al contrario puede formarla por sí sola. Dos vocales juntas no forman regularmente, sino una sílaba: pero cuando son tres o más, se acostumbra dividirlas en dos sílabas; y la letra de división suele ser la I d la Y. La regla general para distinguir las sílabas de cada palabra, es la de juntar con cualquiera vocal todas las consonantes que tiene antes, y todas las que tiene después, hasta dar con letras tales, que pueda empezar por ellas otra palabra. Esta es en substancia toda la lección, que te he dado acerca de las letras.

Las señales, te dije, que son los puntos o rayas, con que se da señal al lector, para que pueda leer con la debida variedad de tonos. Dichas señales se reducen a trece: coma, punto y coma, dos puntos, punto solo, punto interrogante, punto admirativo, reticencia, etcétera, interrupción, distinción, división, incisión y acento.

La coma se pone para denotar una pausa insensible, cual corresponde a palabras, que no tienen todavía sentido alguno.

Del punto y coma se hace uso para indicar una pausa algo más sensible, porque ya las palabras tienen algun sentido, pero todavía imperfecto.

Con los dos puntos se insinúa al lector, que tome algo más de aliento, por ser el sentido tan perfecto, que el escritor, aunque lo continúe, pudiera haberlo dejado como está.

El punto solo sirve para intimar al lector una pausa sensible, cual la merece el sentido ya acabado.

El punto interrogante indica, que se debe leer con tono de interrogación o pregunta.

El punto admirativo obliga a leer con el tono de la admiración.

La reticencia, que es la omisión de algunas palabras, que se callan o por modestia, o por falta de aliento, se señala con cuatro o cinco puntos seguidos.

El etcétera es una abreviatura, con, que se da un indicio, general de cualquiera cosa que se calla.

La interrupción (que es la proposición, con que se interrumpe un discurso) se señala con dos medias lunas a manera de C.

La distinción es la con que se distingue una palabra entre todas las demás por medio de rayas, o de comas, o de letras grandes.

La división es la raya con que se divide una palabra en dos mitades poniendo la primera mitad al fin de una línea, y la segunda al principio de otra.

La incisión es. una virgulita con que se insinúa al fin de una palabra la falta de algunas letras, o vocales, o consonantes.

El acento es una pequeña raya, con que se puede señalar en cada palabra la sílaba que resuena más.

Las palabras de una sílaba, o de dos, o de tres, no pueden tener sino un acento solo. Las de cuatro sílabas o cinco pueden tener dos. Las palabras más largas pueden tener tres acentos, y aun cuatro, a medida de su mayor extensión.

Cuando las palabras tienen más de un acento, se dividen y pronuncian por partes, y se reduce cada parte de ellas a un acento solo. Cuando éste carga sobre la última sílaba; la palabra se llama aguda: cuando carga sobre la penúltima; se denomina llana: cuando sobre la antepenúltima; suelen los Poetas llamarla esdrújula: y cuando está el acento aun antes de la sílaba antepenúltima; la palabra se puede llamar esdrujulísima. Con esto te he dado un compendio de toda nuestra conferencia.

Sofronia. No sé, como has podido darme tantas reglas, y tan varias, en una materia tan simple, como lo es la de leer y escribir.

Metrófilo. Te encomiendo que las estudies con el mayor cuidado; porque aunque te parezcan pueriles, son muy provechosas e importantes: y sobre todo son necesarias las noticias, que te he dado acerca de sílabas y acentos, pues de las primeras depende la medida, y de los segundos la armonía del verso.