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ArribaAbajoDiálogo Séptimo

Naturaleza y construcción de las poesías largas


Metrófilo. Buenos días, Sofronia. Vengo a examinar tus primeros ensayos de poesía.

Sofronia. Aquí está todo lo que he trabajado. En este cuaderno hallarás Sonetos, Canciones, Madrigales, Arias, y hasta Epitafios de sepultura. ¡Más cuánto hallarás que corregir! ¡Cuánto tendrás que disimular, y aun quizá que reír!

Metrófilo. Muy bien... Excelentemente... Hay cosas buenas... Me alegro de tu talento... Estas piezas son todas exactas por su construcción material... Tampoco me puedo quejar por lo que toca al verosímil... No falta, sin un poco de lenguaje poético.

Sofronia. No faltará poco, sino todo; pues nada sé absolutamente de tal lenguaje.

Metrófilo. Lo sabrás en adelante. Hoy es menester acabar la lección sobre el tejido material de todas las composiciones poéticas.

Sofronia. ¿Pues qué todavía queda que decir en esta materia?

Metrófilo. Queda seguramente. En el último Diálogo no te hablé sino de las poesías cortas. Es necesario, que te instruya ahora sobre las largas.

Sofronia. No quisiera, que estas segundas fuesen tantas, que me hiciesen perder la memoria de las primeras.

Metrófilo. Se reducen todas a dos solas clases: Poemas heroicos y Poemas teatrales. Es cierto, que estas grandes poesías no son para todos. Pero aun cuando te viniese gana de hacerlas; las pocas reglas, que te daré, junto con la lección de los buenos autores, te bastarán para poderlo ejecutar.

Sofronia. De los Poemas heroicos, hablando ingenuamente, ni aun el nombre sabía. De los teatrales tengo alguna noticia porque he ido al teatro varias veces.

Metrófilo. El Poema heroico a que se da también el nombre de épico) es una larga poesía, cuyo destino es referir y ensalzar algún grande acontecimiento, o sagrado, o profano.

Sofronia. Insinúame algunos ejemplares, para que puedan servirme de regla.

Metrófilo. La redención del linaje humano, o La destrucción del templo de Jerusalén: he aquí dos argumentos sagrados. La ruina de Troya, o La conquista de la América: he aquí dos profanos. Semejantes sucesos históricos, y otros también de pura invención, pero verosímiles, son objetos dignísimos de un Poema heroico.

Sofronia. ¿Y de dónde le viene ese nombre de heroico?

Metrófilo. Se llama así, porque todo en él ha de ser grande y magnífico: grande el hecho, que se toma por argumento: grande la persona, a quien principalmente se atribuye: grande la expresión, con que se refiere el suceso: y grande aun el verso, con que se canta.

Sofronia. Tanta grandeza no es para mi casa.

Metrófilo. Puede ser que con el tiempo lo sea. Aprende primero todas las reglas para una obra tan grande; y después por ventura no te parecerá tan difícil.

Sofronia. Recibiré con el mayor gusto todos los conocimientos, de que me tuvieres por capaz.

Metrófilo. Comencemos por las reglas más fáciles, relativas a la construcción material del Poema.

Regla Iª. El verso más propio es el de once pies, porque entre todos los versos es el más sonoro y magnífico.

Regla 2ª. La estancia más proporcionada es la que llaman propiamente Octava, porque entre todas las estancias de uso es la más seria y majestuosa.

Regla 3ª. Si basta para el complemento de toda la obra menos de un centenar de Octavas; se compone toda seguida sin división alguna: más si la materia pidiere mayor extensión; se divide el Poema en cuatro, o diez, o más Cantos, cada uno de cuarenta, o sesenta, o más estancias. En estas pocas reglas tienes toda la construcción material del Poema heroico.

Sofronia. Esto es lo de menos. En lo que me falta que saber, estará el mayor trabajo.

Metrófilo. Para quien ama la aplicación no hay trabajo, que canse. Sigue con aliento, mis pasos; y como entendiste la construcción externa del poema, entenderás también la interior. En la primera, o primeras estancias, pondrás dos Preliminares: la Proposición, y la Invocación. La Proposición es una cortísima notificación del argumento, de que se va a tratar. La Invocación es una breve Súplica, que hace el Poeta, para que le salga la poesía con felicidad. Se suele dar el primer lugar a la Proposición, y el segundo a la Invocación: pero también hay ejemplos en contrario.

Sofronia. Quisiera saber a quien se dirige la Invocación o Súplica.

Metrófilo. Si el argumento es cristiano; se enderezan las preces al Altísimo, o bien a un Santo del cielo. Si la materia es gentílica, se pide socorro a alguna Divinidad de los Gentiles. Si el objeto es profano sin relación alguna a religión ni verdadera, ni falsa; se puede dirigir, la Invocación, como se quiere, a Dios, a un Ángel, a Febo, a las Musas: y aun Poetas hay, que la dirigen a un Personaje vivo, encomendándose de algún modo a su protección.

Sofronia. El Poema pues está ya comenzado. Veamos, si podré seguirte en su continuación.

Metrófilo. ¿Y por qué no? La continuación del Poema se reduce toda a una poética narración, en la que se describe con orden casi histórico todo el acontecimiento, de manera que se descubra con claridad su principio, su progreso, y su fin.

Sofronia. El haber de ser poética la narración es lo que me da que pensar; porque no sé todo lo que comprehende esa palabra.

Metrófilo. El que la narración haya de ser poética no quiere decir otra cosa sino que el Poeta la ha de interrumpir, y aumentar con añadiduras de su invención, pero todas verosímiles, y todas bien trabadas con el acontecimiento, de que se trata.

Sofronia. Mas yo necesito saber, de qué calidad han de ser esas añadiduras intermedias.

Metrófilo. Las principales y más apreciadas son tres: La Comparación, la Alocución, y el Episodio. Una breve pintura de un objeto extraño, que sea semejante, por un respeto u otro, a cualquiera de los objetos del asunto del Poema esto se llama Comparación. Un razonamiento, o público, o privado, puesto en boca de alguna persona, que haya tenido parte en el acontecimiento de que se trata: esto se llama Alocución. Una narrativa de un hecho, que no teniendo por sí relación necesaria con el argumento, se refiera por el Poeta con tal naturalidad, que muestre en su origen, y en su fin una relación verosímil con el mismo argumento esto se llama Episodio. En el uso de cualquiera de estos tres intermedios, es menester siempre tener presentes las leyes de la Unidad, y de la Medida.

Sofronia He aquí de repente otras dos reglas, que no sé, cómo se han venido. Insensiblemente me vas cargando, más de lo que sufren mis fuerzas.

Metrófilo. Sígueme animosamente, que al fin toda la carga te parecerá ligera. Las dos leyes de la Unidad, y Medida, son de muy fácil inteligencia.

Unidad. Ha de ser uno el hecho principal, que se tome por asunto; y uno también el personaje principal a quien se atribuya. Todos los demás hechos que se mezclen, se han de dirigir a aquel hecho todas las demás personas, que se introduzcan han de depender de algún modo de aquel personaje.

Medida. El hecho, o la serie de los hechos, de que trate el Poema, ha de ser tal, que pueda todo ejecutarse con verosimilitud en un tiempo de justa medida, la cual, por opinión de los mejores autores, no ha de pasar los límites de un año. He aquí toda la carga de las dos leyes. Fuera de esto, no quiero añadirte otra cosa, sino que el estilo, o el modo de explicarse, ha de ser generalmente serio y majestuoso, ora más o menos sublime, y ora más o menos florido, según las diversas calidades de los hechos o personas, de que se va sucesivamente tratando.

Sofronia. Veo, Metrófilo, que por lo que toca al Poema heroico tú piensas haber acabado. Mas yo con todo quisiera otra cosa de ti.

Metrófilo. Sabes, que puedes mandarme en lo que yo pueda servirte.

Sofronia. Quisiera ver un ensayo de poesía heroica, para poder mejor entender todo lo que me has enseñado.

Metrófilo. Para complacerte enteramente, sería menester, que te leyese desde el primer verso hasta el último toda la Araucana de Ercilla, o toda la Lusíada de Camoens. Es necesario, que te contentes con algún trozo solo. Como la Alocución, y la Narración, son las dos principales ocupaciones del Cantor heroico; te haré ver, como se manejó en estos dos géneros nuestro Don Alonso de Ercilla, el cual después de haber peleado en América contra los pueblos de Arauco escribió en verso su conquista. La Alocución, que él hace, va en boca del viejo Colocolo, que la dirigió a sus Araucanos, razonamiento (dice el señor de Voltaire) infinitamente mejor, que el que hizo Néstor a los Capitanes griegos en la Ilíada de Homero. La Narración, que es la que se sigue inmediatamente, aun cuando no tuviese otra cosa buena, es admirable por la singularidad del hecho que se cuenta en ella.

Alocución


Caciques del Estado defensores,
codicia de mandar no me convida
a pesarme de veros pretensores
de cosa que a mí tanto era debida;
porque según mi edad ya veis, Señores,
que estoy al otro mundo de partida:
mas el amor, que siempre o he mostrado,
a bien aconsejaros me ha incitado.
¿Por qué cargos honrosos pretendemos,
y ser en opinión grande tenidos,
pues que negar al mundo no podemos
haber sido sujetos y vencidos?
¿Y en esto averiguarnos no queremos,
estando aun de españoles oprimidos?
Mejor fuera esta furia ejecutarla
contra el fiero enemigo en la batalla.
¿Qué furor es el vuestro, oh Araucanos,
Qué a perdición os lleva sin sentirlo?
¿Contra vuestras entrañas tenéis manos,
y no contra el tirano en resistirlo?
¿Teniendo tan a golpe a los cristianos,
volvéis contra vosotros el cuchillo?
Si gana de morir os ha movido,
no sea en tan bajo estado y abatido.
Volved las armas y ánimo furioso
a los pechos de aquellos que os han puesto
en dura sujeción con afrentoso
partido, a todo el mundo manifiesto;
lanzad de vos el yugo vergonzoso;
mostrad vuestro valor y fuerza en esto:
no derraméis la sangre del Estado,
que para redimirnos ha quedado.
No me pesa de ver la lozanía
de vuestro corazón, antes me esfuerza:
mas temo, que esa vuestra valentía
por mal gobierno el buen camino tuerza;
que vuelta entre nosotros la porfía,
degolléis vuestra patria con su fuerza.
Cortad pues, si ha de ser de esta manera,
esta vieja garganta la primera:
que esta flaca persona, atormentada
de golpes de fortuna, no procura,
sino el agudo filo de una espada,
pues no la acaba tanta desventura.
Aquella vida es bien afortunada,
que la temprana muerte la asegura.
Pero a nuestro bien público atendiendo,
quiero decir en esto lo que entiendo.
Pares sois en valor y en fortaleza,
el cielo os igualó en el nacimiento:
de linaje, de estado, y de riqueza
hizo a todos igual repartimiento:
y en singular por ánimo y grandeza
podéis tener del mundo el regimiento:
que este gracioso don, no agradecido,
nos ha al presente término traído.
En la virtud de vuestro brazo espero,
que puede en breve tiempo remediarse:
mas ha de haber un Capitán primero,
que todos por él quieran gobernarse.
Éste será quien más un gran madero
Sustentare en el hombro sin pararse;
y pues que sois iguales en la suerte,
procure cada cual de ser más fuerte.

Narración.


Ningún hombre dejó de estar atento,
oyendo del anciano las razones:
y puesto ya silencio al parlamento,
hubo entre ellos diversas opiniones.
Al fin, de general consentimiento
siguiendo las mejores intenciones,
por todos los Caciques acordado
lo propuesto del viejo fue aceptado.
Pues el madero súbito traído
no me atrevo a decir lo que pesaba;
era un macizo líbano fornido,
que con dificultad se rodeaba.
Paycabí lo aferró menos sufrido,
y en los valientes hombros le afirmaba:
seis horas lo sostuvo aquel membrudo,
pero llegar a siete jamás pudo.
Cayocupil al tronco aguija presto,
de ser el más valiente confiado,
y encima de los altos hombros puesto,
lo deja a las cinco horas de cansado.
Gualemo lo probó joven dispuesto,
mas no pasó de allí: y esto acabado,
Angol el grueso leño tomó luego,
Duró seis horas largas en el juego.
Purén tras él lo trujo medio día;
y el esforzado Ongolmo más de medio;
y cuatro horas y media Lebopía,
que de sufrirle más no hubo remedio:
Lemolemo siete horas lo traía,
el cual jamás en todo este comedio
dejó de andar acá y allá saltando,
hasta que ya el vigor le fue faltando.
Elicura a la prueba se previene,
y en sustentar, el líbano trabaja:
a nueve horas dejarle le conviene,
que no pudiera más si fuera paja.
Tucapelo catorce le sostiene,
encareciendo todos la ventaja.
Pero en esto Lincoya apercebido
mudó en un gran silencio aquel ruido.
De los hombros el manto derribando,
las terribles espaldas descubría,
y el duro y grave leño, levantando,
sobre el fornido asiento lo ponía:
corre ligero aquí y allí, mostrando,
que poco aquella carga le impedía.
Era de sol a sol el día pasado,
y el peso sostentaba aun no cansado.
Venía a prisa la noche aborrecida
por la ausencia del sol: pero Diana
les daba claridad con su salida,
mostrándose a tal tiempo más lozana.
Lincoya con la carga no convida,
anque ya despuntaba la mañana;
hasta que llegó el sol al medio cielo,
que dio con ella entonces en el suelo.
No se vio allí persona en tanta gente,
que no quedase atónita de espanto,
creyendo no haber hombre tan potente,
que la pesada carga sufra tanto.
La ventaja le daban justamente
con el gobierno y mando, y todo cuanto
a digno General era debido,
hasta allí justamente merecido.
Ufano andaba el Bárbaro, contento
de haberse más que todos señalado,
cuando Caupolicán a aquel asiento
sin gente a la ligera había llegado.
Tenía un ojo sin luz de nacimiento,
como un fino granate colorado:
pero lo que en la vista le faltaba,
en la fuerza y esfuerzo le sobraba.
Era este noble mozo de alto hecho,
varón de autoridad, grave y severo,
amigo de guardar todo derecho,
áspero, riguroso, justiciero;
de cuerpo grande, y relevado pecho,
hábil, diestro, fortísimo y ligero,
sabio, astuto, sagaz, determinado,
y en cosas de repente reportado.
Fue con alegre muestra, recibido,
aunque no sé, si todos se alegraron:
el caso, en esta suma referido,
por su término y puntos le contaron.
Viendo, que Apolo ya se había escondido
en el profundo mar, determinaron,
que la prueba de aquel se dilatase,
hasta que la esperada luz llegase.
Pasábase la noche en gran porfía,
que causó esta venida entre la gente:
cual se atiene a Lincoya, y cual decía,
que es el Caupolicano más valiente:
apuestas en favor y contra había:
otros sin apostar dudosamente,
hacia el Oriente vueltos aguardaban,
si los febeos caballos asomaban.
Ya la rosada Aurora comenzaba
las nubes a bordar de mil labores,
y a la usada labranza despertaba
la miserable gente, y labradores,
y a los marchitos campos restauraba
la frescura perdida, y los colores,
aclarando los valles la luz nueva,
cuando Caupolican viene a la prueba.
Con un desdén y muestra confiada
asiendo del troncón duro y nudoso,
como si fuera vara delicada,
se lo pone en el hombro poderoso.
La gente enmudeció maravillada
de ver el fuerte cuerpo tan nervoso.
La color a Lincoya se le muda,
poniendo en su victoria mucha duda.
El Bárbaro sagaz despacio andaba,
y a toda prisa entraba el claro día:
el sol las largas sombras acortaba;
mas él nunca descrece en su porfía:
al Ocaso la luz se retiraba;
ni por eso flaqueza en él había:
las estrellas se muestran claramente,
y no muestra cansancio aquel valiente.
Salió la clara Luna a ver la fiesta
del tenebroso albergue húmedo y frío,
desocupando el campo y la foresta
de un negro velo lóbrego y sombrío.
Caupolicán no afloja de su apuesta;
antes con nueva fuerza, y mayor brío,
se mueve, y representa de manera,
como si peso alguno no trujera.
Por entre dos altísimos egidos
la esposa de Titón ya parecía,
los dorados cabellos esparcidos,
que de la fresca helada sacudía,
con que a los mustios prados florecidos
con el húmedo humor reverdecía,
y quedaba engastado así en las flores,
cual perlas entre piedras de colores.
El carro de Faetón sale corriendo
del mar por el camino acostumbrado;
sus sombras van los montes recogiendo
de la vista del sol: y el esforzado
varón el grave peso sosteniendo,
acá y allá se mueve no cansado;
aunque otra vez la negra sombra espesa
tornaba a parecer corriendo apriesa.
La Luna su salida provechosa
por un espacio largo dilataba;
Al fin turbia, encendida, y perezosa,
de rostro y luz escasa se mostraba:
parose al medio curso más hermosa
a ver la extraña prueba en que paraba;
y viéndola en el punto y ser primero,
se derribó en el ártico hemisfero:
Y el Bárbaro en el hombro la gran viga
sin muestra de mudanza y pesadumbre,
venciendo con esfuerzo la fatiga,
y creciendo la fuerza por costumbre.
Apolo en seguimiento de su amiga
tendido había los rayos de su lumbre:
y el hijo de Leocán en el semblante
más firme que al principio y más constante.
Era subido el sol, quando el enorme
peso de las espaldas despedía,
y un salto dio, en lanzándole, disforme,
mostrando que aún más ánimo tenía.
El circunstante pueblo en voz conforme
pronunció la sentencia, y le decía:
sobre tan firmes hombros descargamos
el peso, y grande carga, que tomamos.
El nuevo juego y pleito definido,
con las más ceremonias que supieron,
por sumo Capitán fue recibido,
y a su gobernación se sometieron.
Creció en reputación, fue tan temido,
y en opinión tan grande le tuvieron,
que ausente muchas leguas, de él temblaban,
y casi como a Rey lo respetaban.

Sofronia. Las dos piezas me parecen ambas excelentes, ni sabría, cual tener por mejor.

Metrófilo. La Alocución es admirable por la propiedad y energía de sus razones y pruebas; y la Narración, merece mucho aprecio por la variedad de modos, con que se dice una misma cosa. Repara, en cuantas maneras diversas se describe no sólo la fuerza de sostener el tronco, pero aun la vuelta del Sol y de la Luna.

Sofronia. El Poema heroico, según veo, es sobrado difícil para mí.

Metrófilo. Pero puede hacerse también de argumento jocoso, como lo es el de la Mosqueida; en cuyo caso la poesía no pide tanta nobleza y majestad.

Sofronia. Exigirá sin embargo, que se observen todas las demás reglas, que dijiste.

Metrófilo. Lo exige sin duda: de suerte que aun entonces ha de mantener el Poeta de algún modo la grandeza heroica, dando a los objetos, aunque frívolos, un aspecto de importancia, como si fueran muy graves. No hay más diferencia entre el Poema serio y el jocoso, sino que los pensamientos y expresiones de este segundo, han de llevar el traje de la ridiculez, de que te hablé en el Diálogo antecedente.

Sofronia. Me parece, que con esto se aumenta aún más la dificultad.

Metrófilo. Son muchas las cosas, que al principio parecen difíciles, y luego con el tiempo se van haciendo fáciles, y aun facilísimas. Pero pasemos ya del Poema heroico al teatral, de que alguna idea, según dijiste.

Sofronia. La idea, que tengo, es muy limitada; pues se reduce toda a lo que he visto en los teatros, cuando he ido a ellos para divertirme.

Metrófilo. Pues ya que algo sabes, por poco que sea; dime, qué concepto has formado de las varias composiciones teatrales, a que has asistido.

Sofronia. No puedo decirte otra cosa, sino que algunas son cantadas, y otras no. Se representan sin canto las dos especies de composiciones, que llaman de prosa, Comedias y Tragedias: y se cantan las piezas musicales, a que damos los nombres italianos de Óperas serias, y Óperas bufas. También te puedo añadir, que todas las Tragedias, y aun muchas de las Óperas serias, suelen concluirse con un homicidio; y al contrario las Comedias y Óperas bufas, hablan siempre de amores y cortejos, y rematan por fin con un casamiento.

Metrófilo. Tu descripción del teatro, veo, que corresponde perfectamente a lo que se hace, más no a lo que se debe hacer. Una cosa has dicho muy bien dicha: pero otras hay que no van bien.

Sofronia. He hablado, Metrófilo, según lo que he visto, ni puedo hablar de otra suerte. Tanto entiendo en lo que he dicho bien, como en lo que he dicho mal.

Metrófilo. El punto, en que has acertado, es el de las tres divisiones, que has hecho, de los Poemas teatrales; a las que, para comprehenderlo todo, puede añadirse todavía otra cuarta.

Iª. División. Los Poemas de teatro son de dos calidades: unos sin canto, y otros cantados.

2ª. División. Los Poemas sin canto son de dos especies: Comedia y Tragedia.

3ª. División. Los Poemas cantados son también de dos clases: Serios y jocosos.

4ª. División. Entre los mismos Poemas de música hay unos profanos y otros sagrados. Los primeros suelen llamarse Óperas o Dramas; y a los segundos se da más comúnmente el nombre de Oratorios o Villancicos.

Sofronia. Mis aciertos me has dicho hasta aquí. Dime ahora también mis desaciertos.

Metrófilo. La primera cosa, en que no has acertado, es la suposición, que hiciste, de que puedan componerse piezas teatrales en prosa.

Sofronia. Lo he supuesto así, porque así reamente lo he visto. He leído yo misma varias Comedias y Tragedias sin verso alguno: y aun he oído decir algunas veces entre gente docta, que no es nada verosímil el hacer hablar con versos, y mucho menos con consonantes, no sólo a los Reyes y Guerreros, pero aun a los Pastorcillos y Labradores, que ni aun en buena; prosa saben hablar.

Metrófilo. Pues a pesar de todo esto, los antiguos Cómicos y Trágicos, que han sido y son nuestros maestros, han hablado todos en verso; y este uso se ha conservado en todos los tiempos y pueblos, hasta nuestra edad, que se ha querido distinguir en esto, como en otras muchísimas cosas.

Sofronia. Pero los modernos habrán introducido por ventura esta novedad, para seguir con más rigor las leyes del verosímil.

Metrófilo. La mayor verosimilitud, de que tanto se jactan, no es sino un pretexto. El verdadero motivo, que tienen, es la mayor facilidad, porque con menos trabajo se compone en prosa, que en verso.

Sofronia. Entiendo, que en esto hay menos trabajo. Más hablando ingenuamente, parece también más natural el poner en boca de las gentes el lenguaje que usan que no el que no usan, ni saben.

Metrófilo. Quiero desengañarte, Sofronia: ni sólo esto: quiero de tal suerte persuadirte, que puedas tú misma desengañar a los demás.

Sofronia. Me harás así no un solo favor, sino dos.

Metrófilo. Es menester conocer ante todo, que cosa es una composición teatral. Es una imitación o representación de un hecho, el que fuere, o sucedido, o posible; como lo sería por ejemplo un combate, o un sitio. En ella no habla el Poeta, como en las demás poesías: hablan los Personajes o Interlocutores, los cuales revestidos de la forma y aspecto de los verdaderos Combatientes, dicen y hacen en el teatro aquellas mismas cosas, que dijeran e hicieran los Guerreros en sus reales. Esta es la idea, que has de tener, de toda composición teatral, o cantada, o no. La acción teatral, según esto, no es una acción verdadera; no es una verdadera batalla, en que verdaderamente se choque, se hiera, se mate: es una acción verosímil, imitadora de la verdadera acción: es un retrato poético de combates, de heridas, de muertes. Siendo pues ta acción teatral no un hecho verdadero, sino un hecho poético; no debe tenerse por cosa inverosímil el ejecutarlo en verso según el estilo de toda poesía; antes bien el despojarlo de la forma poética, que como a Poema se le debe, sería seguramente muy inverosímil. Pero quiero convencerte todavía más. Si hubiese razón para reprobar el verso en las composiciones de teatro; debiera igualmente reprobarse en otras muchísimas poesías: en la Égloga por ejemplo, donde los Pastores cuentan en verso las buenas o malas calidades de sus ovejas: en la Canción, con que cantando se queja un Labrador de la estación sobrado enjuta y ardiente, que no le permite la sementera: en el Poema heroico, en que con larga seguida de consonantes anima un General de ejército a sus valerosos Soldados, para que den el asalto a una plaza: en una Elegía finalmente, donde un hombre afligido y moribundo llora con armoniosa ternura su vecina muerte. Pregúntales, Sofronia, a esos encomiadores del verosímil ¿por cuál motivo se permite el verso y la rima, y aun el canto, al Pastor en la Égloga, al Labrador en la Canción, al General en el Poema heroico, y aun al Moribundo en la Elegía? O no sabrán decirte la razón o te responderán seguramente, que los hechos que se cuentan o representan en semejantes poesías, no son hechos verdaderos y reales, sino sólo poéticas imitaciones de lo verdadero, las cuales, por lo mismo porque son poéticas, deben ejecutarse según las leyes de la poesía, ora con versos, ora con consonantes, y ora con canto. Lo mismo sucede, ni más, ni menos, en la acción teatral; pues es preciso confesar que dicha acción no es un verdadero suceso sino una sola imitación del suceso verdadero. Luego no es contrario a la verosimilitud, antes bien muy conforme a ella, el que una Doncella en la comedia hable con versos a su Amante; y un Rey en la tragedia mande con consonantes una prisión y un Capitán en la opera en música rete cantando a su enemigo, y lo desafíe con armoniosas cadencias a la muerte. Si tú insinuares algún día estas razones a los abogados de la prosa; los verás desde luego o cerrar la boca, o tergiversar con respuestas incongruentes13.

Sofronia. Mucho te debo, Metrófilo, po tus sabias reflexiones. Prosigue pues instruyéndome acerca de semejantes errores del vulgo, que así tendré el gusto de poder hablar de ellos aun ante personas inteligentes.

Metrófilo. Me dijiste, que las Comedias, y Óperas bufas, tratan siempre de amores, y acaban siempre con bodas. Así es efectivamente mas este también es un abuso; porque la Comedia, por su institución y naturaleza, no es una presentación de solos amores, sino de cualquiera otro hecho vulgar de personas bajas con fin alegre. Y lo que digo de la Comedia, se ha de entender del mismo modo de la Ópera bufa, que no es otra cosa en substancia sino una Comedia cantada.

Sofronia. ¿Pero qué cosas son las que pueden representarse en la Comedia además de los amores?

Metrófilo. Podrás representar en ella las costumbres y acciones particulares de un Doctorcillo presumido, de un Ávaro ridículo de un Padre prudente, de una Madre discreta de un Hablador enfadoso, de un Joven afectado, de una Mujer vana, de una Criada negligente, de un Abogado ignorante, de un Médico bestial, de un Juez interesado, de un Mercader usurero, y así de otras personas, o buenas, o malas de que el mundo está lleno.

Sofronia. De todas esas cosas hablar en la Comedia, pero siempre con mezcla de amores.

Metrófilo. Muy bien hecho está el que se represente a veces el amor o como argumento principal, o como circunstancia casual de algún otro acontecimiento, porque es el amor realmente una de las pasiones humanas, y aun entre las demás es la más común: pero no es necesario por esto, que en todas las Comedias se hable de esta inclinación del hombre, y mucho menos el que se tome en todas ellas por primero y principal objeto; como si el corazón humano no fuera muy fecundo de tantas otras inclinaciones, o buenas, o malas, que pueden igualmente representarse sobre las tablas con la alabanza, o vituperio, que merecieren. Ni el haberse de acabar la Comedia con fin, alegre obliga a concluirla con un casamiento; porque aunque este sea a la verdad uno de los sucesos más alegres de la vida humana, es cierto, sin embargo, que otras muchas cosas suceden de gran satisfacción y alegría, con las cuales puede darse fin a la Comedia.

Sofronia. Muy bien se me asienta, Metrófilo, este tu modo de pensar, porque efectivamente el oír de continuo, amores y, en todo negocio amores, y no otra cosa sino amores, es cosa que llega a fastidiar y matar.

Metrófilo. Así como puede haber Comedia sin amores, y sin bodas, porque hay en el hombre privado otras pasiones vulgares sin la del amor, y porque está lleno el mundo de otros objetos de alegría sin el de las bodas: así también la Tragedia, aunque su objeto propio son las grandes acciones de las personas ilustres, y su fin generalmente haya de ser melancólico, puede sin embargo subsistir sin muerte alguna, porque pueden sin ella desenvolverse muchas acciones generosas, y representarse sin ella muchos acontecimientos muy funestos. El casamiento en suma se tiene en la vida humana por la mayor alegría de todas, y la muerte al contrario por la mayor desgracia: y ese es el motivo, porque pueden formar el más común argumento de las Comedias y Tragedias, más no el argumento único ni el necesario. Este, Sofronia, es mi sentir, del, cual podrás valerte, si quieres para hablar en las ocasiones.

Sofronia. Lo haré sin duda, y lo haré con mucho gusto; pero necesito todavía, que me expliques algún tanto más la diferencia, que acabas de insinuar, entre la acción de la Tragedia, y la de la Comedia.

Metrófilo. Fácilmente la comprehenderás. Entrambas representaciones, la cómica y la trágica, tienen siempre por objeto alguna acción humana: se diferencia la una de la otra, en que la primera se ocupa en acciones vulgares y de personas privadas; y la segunda en acciones públicas y de personas más altas. Así la rivalidad de dos soberanos en la conquista de un reino puede dar materia a una Tragedia, más no a una Comedia y al contrario la rivalidad de dos Monopolistas en un ramo de comercio será objeto digno de una Comedia, más no de una Tragedia. Otras diferencias hay también entre una y otra composición. En la Comedia se habla con expresiones vulgares y comunes, como se usa entre personas privadas: y en la Tragedia se trata con modales más nobles, como a personas más altas, parece que conviene. La Comedia pone en movimiento las pasiones más triviales, como el amor, la avaricia, la envidia, la vanidad, y otras semejantes; y las reprehende, o corrige, o modera con fórmulas populares y bajas, entre las cuales la mejor es la del ridículo: y la Tragedia al contrario sólo se detiene sobre las pasiones más propias de los hombres grandes, sobre la ambición principalmente, y sobre la prepotencia; y las reprehende, o corrige, o modera con el movimiento, de afectos contrarios, excitando por ejemplo a terror con la justa caída de un ambicioso, o a compasión y dolor con las no merecidas desdichas dé un inocente oprimido. Pero en semejantes correcciones, o trágicas, o cómicas, es menester siempre tener presente la moderación, y huir del exceso. La deformidad del vicio, descubierta a los ojos del pueblo, que es la mejor escuela en la Comedia, no se ha de mezclar con indecencias: y el terror del espíritu, que es la lección más fuerte en la Tragedia, no ha de declinar en barbarie. Por consiguiente los trágicos podrán referir al oído, y aun manifestar a los ojos una muerte, más no una cruel carnicería: y los cómicos podrán presentar al público un Díscolo desperdiciador, que se juega en una noche un patrimonio, más no una Mujer prostituta, que manifiesta en su traje toda su lascivia.

Sofronia. Mucho voy aprendiendo con tus palabras. Conozco ahora la diferencia, que hay, entre la Comedia y Tragedia: más me queda una duda todavía. He reparado varias veces, que en algunas piezas teatrales se mezclan personas altas con bajas, y acciones nobles con plebeyas, hasta Soberanos con Mujercillas, y conquistas con amores.

Metrófilo. No dices mal, Sofronia antes bien con esta duda, que propones, me das motivo para decirte, que se pueden hacer realmente algunas composiciones con mezcla de Comedia y Tragedia denominadas por esto Tragicomedias, y que no has de hacer caso de algunos presumidos de sabios, que al oír este nombre tuercen el rostro, como si se tratara de un Poema de invención moderna, introducido abusivamente por los españoles.

Sofronia. ¿Con qué esta mezcla, que dices, no es cosa nueva, ni mala?

Metrófilo. No, por cierto. No es nueva, porque la conocieron Aristóteles y Ateneo, escritores griegos de mucha fama, y aun la pusieron por obra dos Poetas teatrales, Eurípides y Plauto. Tampoco es cosa mala, ni que merezca reprehenderse; porque siendo, la poesía de teatro una representación de la vida humana, y no otra cosa; y estando sujetos, aun los hombres grandes a las más bajas pasiones de la humanidad; y sucediendo en el mundo, aun más de lo que debiera suceder, el abajarse un Príncipe y un Héroe a muy viles y muy indecentes acciones; no se opone por cierto a las leyes de la verosimilitud, antes bien se conforma mucho con la naturaleza del teatro el representar semejantes cosas sobre las tablas como realmente suceden en la vida humana.

Sofronia. Yo quedo fácilmente convencida de tus razones. Así lo queden también los que las oirán de mi boca.

Metrófilo Todo lo que te he dicho hasta ahora acerca de la Comedia y Tragedia, lo has de aplicar asimismo a todas las demás composiciones teatrales, o cantadas o no, porque todas al cabo se reducen a acciones o trágicas o cómicas. Así la Ópera en música, seria o bufa, sagrada o profana, ha de tener necesariamente las calidades o de Comedia, o de Tragedia, o de Tragicomedia. Y lo mismo digo de otras piezas más pequeñas, que llaman Farsas y Sainetes, en las que a veces se introducen aun las bestias; pues aun semejantes composiciones, por más que regularmente sean malas, conservan siempre algún aire o de Comedia, o de Tragedia.

Sofronia. Pero no dejará de haber alguna diferencia particular entre tan diversas composiciones.

Metrófilo. Casi toda la diferencia se reduce a la diferente calidad de versos que se componen. El Poema cantado se entreteje todo él de Recitados, Arias y Coplas, tres clases de composición poética en que ya estás instruida lo bastante: y el Poeta sin canto se forma de versos más uniformes o todos ellos sueltos, o todos con consonante, o todos con asonante. Otras muchas menudencias las aprenderás por ti misma, leyendo a los buenos Poetas. Aprenderás, que en el Poema sin canto habla siempre un solo Interlocutor a la vez, como suele suceder puntualmente en el trato humano; pero al contrario en el Poema cantado hablan según el estilo de la música ora dos, ora tres, ora cuatro, y ora todos los personajes juntos a manera de Coro. Aprenderás, que en el Poema sin canto el verso más común es el de once pies, o de siete, o bien uno y otro interpolados sin orden, o también el de catorce, que corresponde a dos de a siete; y que en caso de quererlo escribir con consonantes, su forma más regular es la de las parejas, de las que ya te hablé en otra ocasión. Aprenderás, cual es en el Poema cantado el lugar más propio para las Arias, o de una voz, o de muchas; y, cual el lugar más proporcionado para las Coplas y Coros. Aprenderás finalmente, que el Poema sagrado, llamado Oratorio o Villancico, aunque muchas veces se ejecute su música sin las acostumbradas formalidades teatrales, en su formación no se distingue, o no se debe distinguir de la Ópera seria profana, sino es por su argumento sagrado, que o se saca de las historias eclesiásticas, o se inventa libremente según las leyes del verosímil.

Sofronia. Mas hasta ahora no me has dicho palabra ni de Actos, ni de Escenas, ni de otras cosas semejantes, cuya noticia me parece necesaria para poder componer un Poema teatral, de cualquiera especie que se suponga.

Metrófilo. Una cosa tras otra todo lo sabrás. Pero quiero antes advertirte, que las leyes del teatro, de que te hablaré en adelante, son todas generales y comunes, y tanto pertenecen al Poema cantado, como al no cantado; tanto a la Comedia, como a la Tragedia; tanto a la Tragicomedia y al Sainete, como a la Ópera profana, y al Oratorio sagrado, porque todas estas piezas, aunque diferentes entre sí, tienen una misma naturaleza, y convienen todas en la calidad genérica de Poemas teatrales.

Sofronia. Puesto que ya me has dicho lo que convenía acerca de las parciales diferencias de estos varios Poemas; será muy acertado el darme, como dices, las reglas generales, que convengan generalmente a todos.

Metrófilo. Es preciso pues, que yo te informe en primer lugar de las dos divisiones, que ha de tener todo Poema teatral: División interna, y División externa Te hablaré desde luego de la primera. Toda representación, cualquiera que sea, ha de tener interiormente tres partes sucesivas. Primera parte; el Designio: los antiguos lo llamaron Prótasis o Prólogo: su lugar es el principio del Poema. Segunda parte: el Enredo: se llama también Enlace y Atadura: este ha de ocupar el centro, y la más larga carrera de la representación. Tercera parte: el Desenredo: los griegos lo denominaron Catástrofe o Éxodo: su propio lugar es el último.

Sofronia. Entiendo lo del lugar que se ha de dar a cada una de estas tres cosas más no entiendo sus calidades, y quizá ni aun sus nombres.

Metrófilo. El exponer o insinuar desde el principio del Poema en términos o cubiertos, o manifiestos, el último fin, a que aspira el principal personaje: esto es lo que llamo Designio. El dar cuerpo y vigor a las dificultades y obstáculos, que pueden impedir su consecución: en esto consiste el Enredo. El cortar y quitar todos los impedimentos, y concluir el negocio según el designio formado: esto es lo que se llama Desenredar o Desatar.

Sofronia. Me parece, que lo del Designio, supiera tal cual hacerlo de un modo u otro pero en lo del Enredo y Desenredo, confieso que me hallaría muy enredada.

Metrófilo. Los medios principales para sostener el Enredo son dos: el Episodio, y la Peripecia. Se llama Episodio la representación de un nuevo acontecimiento extraño, el cual, aunque tal, es necesario, que salga de la acción principal con la mayor verosimilitud, y con igual verosimilitud vuelva a incorporarse en la misma. Se llama Peripecia la natural imitación de los altos y bajos de la fortuna, en virtud de los cuales pasa continuamente el hombre ora de la felicidad a la desgracia, y ora de la desgracia a la felicidad. Con el juego de semejantes Episodios y Peripecias podrás formar cualquiera especie de Enredo, y acrecentarlo, y llevarlo adelante, cuanto quisieres.

Sofronia. Estos medios, que me propones, parecen fáciles en tu boca; pero no sé, si lo serán para mí en la ejecución. Y si ha de ser difícil el enredar; mucho más lo será sin duda el desatar lo enredado.

Metrófilo. Los mismos medios, que sirven para el Enredo, sirven igualmente para el Desenredo; pues el más complicado embrollo de acontecimientos se puede soltar con toda naturalidad o por medio de un nuevo suceso, que es el Episodio, o por medio de una nueva vicisitud, que es la Peripecia. Pero el modo más fácil para salir de cualquiera embarazo es el que llaman Descubrimiento, que es la improvisa noticia de una cosa ignorada hasta entonces; como sucede por ejemplo cuando uno se halla con un hijo que juzgaba muerto, o descubre ser doncella la que tenía por casada, o encuentra vencedor al que pensaba hallar prisionero.

Sofronia. Me agrada mucho este último expediente, porque me parece el más fácil.

Metrófilo. Ya te has hecho cargo, según veo, de las tres partes internas, en que necesariamente ha de estar dividido todo Poema teatral: el Designio, el Enredo, y el Desenredo.

Sofronia. Es menester ahora, que me expliques la segunda división, que has llamado externa.

Metrófilo. La División externa en el Poema teatral es la misma, que tú insinuaste poco antes.

Sofronia. Será naturalmente la de los Actos y Escenas; pues en todos los libritos de Óperas y Comedias veo dividida la representación en varios Actos y cada uno de estos en un buen número de Escenas.

Metrófilo Esta cabalmente es la división, que llamé externa, porque se ve en lo exterior y se descubre más sensiblemente. Los Actos (empezando por estos) antiguamente eran cinco: Muchos modernos los han reducido a tres; y algunos por abuso aun a dos solos. El primer Acto está destinado para el Designio de la pieza, y para la preparación del Enredo. Se emplean después otros tres Actos, o bien uno solo, en enredar y dificultar el asunto. En el último Acto finalmente se prepara y ejecuta el Desenredo. Este es el método más regular para la distribución de los Actos, ora sean cinco, ora tres solos.

Sofronia. En la distribución de las Escenas, creo, que la libertad será mucho mayor.

Metrófilo. Es cierto, que pueden ser más o menos, según la calidad de los razonamientos, que se van entretejiendo; pues por regla y uso general, cada vez que sale a las tablas un nuevo Interlocutor, se empieza nueva Escena. Son lícitas las Escenas de un solo personaje, cuyo discurso se llama Soliloquio; pues el hablar a solas sobre las tablas, en vano pretenden algunos, ser inverosímil, sucediendo muchas veces, que un hombre delibera y discurre consigo mismo en el retiro de su cuarto, sin ser oído de nadie. Tiene sin esto mucha utilidad el poder hacer saber a todo el auditorio un designio secreto, que para cumplirse, como se intenta, no debe llegar a noticia de los demás Interlocutores, o por mejor decir, de las personas representadas por ellos.

Sofronia. De una duda, quisiera, que me sacases por lo que toca al asunto presente. Veo muchas veces insinuada en el libro una Escena nueva, sin que por eso en el teatro se muden las Escenas.

Metrófilo. Es menester distinguir, Sofronia, en la palabra Escena dos diversos significados. Se llaman así en primer lugar, como he acabado de decirte, las pequeñas partes o piezas, en que se divide el Acto: pero se da también el mismo nombre a los bastidores y telas del teatro, que representan en pintura o un jardín, o una sala, o un campo de batalla, o cualquiera otra cosa. Estas segundas Escenas de tela no se mudan tantas veces como las primeras; antes bien algunos quisieran que no se mudasen jamás.

Sofronia. ¿Y cuál puede ser el motivo de la diversidad de opiniones acerca de la mudanza de las Escenas?

Metrófilo. Fácil cosa es el averiguarlo. Enseñan los Maestros del Arte teatral, que toda la acción del Poema se ha de representar en un solo lugar. Algunos toman esta unidad de lugar con tanto rigor, que donde empiezan la representación, allí mismo la acaban, sin hacer pasar a los Interlocutores ni de un cuarto a otro. Otros al contrario dan al lugar, aunque uno, alguna mayor amplitud, suponiendo que la acción haya sucedido, no en la estrechez de una sola pieza, sino en toda una casa por ejemplo, y aun en toda una ciudad; y en esta suposición hacen pasar a los Interlocutores del estrado al jardín, del jardín al atrio, y del atrio a la plaza. Los primeros, como todo lo ejecutan en un recinto solo, dejan siempre inmobles las mismas telas, en que está figurado aquel recinto. Los segundos al contrario, haciendo pasar varias veces a los Interlocutores de un lugar a otro, necesariamente han de mudar otras tantas veces de pinturas y telas.

Sofronia. ¿Mas quien tiene razón en este pleito escenario?

Metrófilo. Los de la razón son los segundos; porque el Poema teatral ha de representar los hechos sobre las tablas como realmente acontecen entre los hombres y aunque sucede a veces, que algunos negocios se entablan y acaban en un mismo lugar; pero lo cierto es, que muchos de ellos, principalmente los más complicados y difíciles, no pueden llevarse al cabo, sin que pasen los hombres de una a otra pieza, y aun de una casa a otra.

Sofronia. Negocios hay, que piden que se pase no sólo a otras casas, pero también a otras ciudades, y aun a otros reinos. En este caso los Interlocutores en el breve tiempo de la representación pudieran rodar todo el mundo.

Metrófilo. En todas las cosas es necesaria la moderación. Tanto se peca por exceso, como por defecto.

Sofronia. Es preciso pues, que me fijes los límites justos de la extensión del lugar.

Metrófilo. Rigurosamente hablando, debiera corresponder la extensión del lugar a la extensión del tiempo.

Sofronia. Esto para mí es un misterio.

Metrófilo. Al instante lo entenderás. Dura por ejemplo cuatro horas la representación teatral. El espacio del lugar debiera ser tanto, y no más, cuanto se puede andar en cuatro horas.

Sofronia. Me parece muy razonable esta regla.

Metrófilo. Buena es por cierto: pero la tienen muchos por sobrado rigurosa. Dicen, que el tiempo no se ha de medir por la casual duración de la Comedia o Tragedia, ora más larga, y ora más corta; sino por la verdadera duración, que tuvo, o pudo tener la acción, que se representa.

Sofronia. Esta especie de medida pudiera a mi juicio extenderse no solo a horas, pero aun a meses y años; pues se representa a veces una conquista militar como la de América por ejemplo, que sabe Dios, cuanto duró.

Metrófilo. También en esto han pensado los Maestros del teatro. Con mucha prudencia han tenido por necesario el establecer una especie de proporción o equilibrio entre la duración de la verdadera acción, que pudo ser sobrado larga, y la de la representación, que regularmente es sobrado corta; y en consecuencia de esto han resuelto, que en una pieza teatral de tres, o cuatro, o cinco horas, se pueda representar una acción de quince, o veinte, o veinte y cuatro horas, pero no más larga. Esta resolución es prudentísima según las leyes del Arte poética; porque cuan inverosímil parece el ejecutar en solas cuatro horas una larga seguida de acontecimientos de meses y años; otro tanto parece muy conforme a la verosimilitud el que se puedan apresurar o abreviar los limitados sucesos de un solo día, reduciéndolos al término de unas cuatro horas. Se infiere de aquí, que en cualquiera Poema teatral, o largo, o corto, como fuere, se podrá representar una acción, o una continuación de acciones, que haya durado, o podido durar hasta unas veinte y cuatro horas, pero no más. Fijada esta unidad de tiempo, que así la llaman los Maestros del Arte; se sigue, que la medida del lugar podrá extenderse a tanto y no más, cuanto puedan correr los Interlocutores en el término de las mismas veinte y cuatro horas.

Sofronia Todo esto va bien de palabra; más no entiendo, como pueda ir bien en la práctica. Yo por ejemplo quiero representar el descubrimiento de la América. Para hacer viajar al Señor Colón desde Génova su patria hasta tierras tan apartadas, no me bastan por cierto veinte y cuatro horas de tiempo, ni nueve o diez leguas de lugar.

Metrófilo. La dificultad está bien fundada; pero el remedio es facilísimo. Empiécese la acción teatral no desde Génova, de donde salió Colón, sino desde las mismas tierras americanas, donde fue su paradero; y represéntese allí todo lo que hizo en el último día de su conquista, o de su descubrimiento.

Sofronia. Pero si los oyentes no, saben todo lo que hizo Colón antes de aquel día; si no tienen noticia de sus viajes, de sus trabajos, de sus émulos, de lo mucho por fin, que le costó una tan grande empresa; no podrán seguramente formar idea de la magnitud de la acción, que se representa.

Metrófilo. Sabiamente hablas, Sofronia; y me dan mucho gusto estas dificultades tan discretas, saliendo de tu boca. Pero sabe, que para informar al auditorio de todos los hechos anteriores a la acción, no es menester, que se le notifiquen por representación, bastando, que se le cuenten.

Sofronia. ¿Mas quién los ha de contar? ¿Y de qué modo, y en qué tiempo?

Metrófilo. Cualquiera de los Interlocutores, a principio de la acción, o después de adelantada, puede ponerse a consultar o tratar con cualquiera de sus compañeros, y conversando con él, ir haciendo memoria oportunamente de las cosas pasadas, de suerte que los presentes puedan entender sin el menor trabajo todas las relaciones, que hay entre los hechos sucedidos antes, y los que van entonces sucediendo. He aquí un modo naturalísimo para trabar y entretejer todos los hechos de un año, y aun de un siglo entero, si fuere menester, sin pasar más allá de las medidas, que te he insinuado, de tiempo, y de lugar.

Sofronia. Es cierto, que me has explicado con la mayor claridad las dos leyes, que me parecían tan difíciles, de unidad de lugar, y unidad de tiempo.

Metrófilo. Pero hay todavía otras dos unidades, que igualmente deben observarse: unidad de persona, y unidad de acción.

Sofronia. Esto si, que no lo entiendo de veras; pues siempre he visto en el teatro, que son muchas las personas que hablan, y muchas las acciones que se representan.

Metrófilo. Es así, como tú dices efectivamente. En el teatro se representan muchas acciones una tras otra y hablan también en él muchas personas, tres cuatro, seis, y aun a veces más: pero es menester advertir, que todas las acciones, que se representan se han de dirigir a una sola acción principal por ejemplo al descubrimiento de la América y asimismo todas las personas, que hablan, han de dirigir de algun modo sus designios a un solo personaje principal, que es el que llaman los griegos Protagonista, por ejemplo Colón. La principal acción una y el principal personaje uno, han de lucir y ocupar el primer lugar en todo Poema teatral. He aquí en que consisten las dos unidades de persona, y de acción.

Sofronia. Sobrado va creciendo el numero de las leyes teatrales. No sé, si podrá abarcar mi memoria tantas cosas.

Metrófilo. Puedo casi decir, que he acabado con ellas. Pero sin embargo para tu mayor instrucción quiero todavía añadir algo. Has de procurar, que la acción en cualquiera Poema teatral comparezca entera y cumplida, que es decir, que se conozca y se vea (según te dije poco antes, hablando del Poema heroico) su principio, su progreso, y su fin.

Sofronia. ¿Hay más Leyes todavía?

Metrófilo. Otra, y no más. No te figures, que todos los Interlocutores en el Poema trágico han de ser graves y majestuosos, y en el cómico al contrario todos ridículos y chocarreros. Estas son ideas de gente vulgar. Lo cierto es, que en cualquiera Poema, cómico o trágico, cantado o no cantado, el lenguaje de los Interlocutores, y aun todo su modo y trato, ha de ser semejante al natural. El Soberano ha de hablar con majestad, el Súbdito con rendimiento, el Pastor con ingenuidad, la Mujercilla con sencillez, el Doctor con exactitud, el Altivo con arrogancia, el Tímido con mesura, el Político con astucia, el Ingenioso con agudezas, el Necio con sandeces, y así cada cual según su carácter. El arte de poner en boca de cada uno su propio lenguaje característico, es la mejor prenda, que puede tener un compositor de piezas teatrales: y cuando esto falta, no hay que esperar aplauso, ni aprobación.

Sofronia. ¿Acabaste por fin, Metrófilo?

Metrófilo. Ahora sí, que acabé. Repíteme todo lo que te he dicho; y luego te dejo.

Sofronia. Si has de esperar de mí todo eso; tendré el gusto de disfrutar de tu compañía por largo tiempo.

Metrófilo. Entiendo donde van a parar tus cumplimientos. Hablaré yo por ti. Las poesías largas, de que hoy se ha tratado, se reducen a dos clases: Poema heroico, y Poema teatral. Uno y otro es capaz o de seriedad, o de burla. Entrambos se dirigen a notificar al público algún acontecimiento humano, el primero por medio de narración, y el segundo con la viva representación. El Poema heroico (de que se habló en primer lugar) ha de ser grandioso por todas sus partes; de manera que aun en argumento ridículo ha de afectar el Poeta grandiosidad. Se da principio a él con dos Preliminares: Proposición e Invocación. Se prosigue después con una sucesiva Narración del hecho, interrumpida e ilustrada con Comparaciones, con Alocuciones, y con Episodios. Se han de observar en él tres Unidades; la de las acciones, que se han de referir todas a un solo hecho; la de las personas, que han de tener todas relación con un solo personaje; y la el tiempo, que no ha de exceder los límites de un solo año. Estas son las principales leyes del Poema heroico. El teatral es de diversas especies; uno con canto y otro sin él; uno trágico, y otro cómico; uno simple, y otro mixto; uno serio, y otro bufo; uno sagrado, y otro profano: pero todas estas piezas tan varias se reducen por fin a dos solas: Comedia y Tragedia. La Comedia emplea personas privadas; representa acciones vulgares; maneja pasiones comunes; gusta de acabar con alegría; pero no siempre con la de las bodas. La Tragedia emplea personas ilustres; representa acciones públicas; maneja pasiones de Héroes; gusta de acabar con amargura; más no siempre con la de la muerte. Entrambas rehúsan la prosa, y exigen por su naturaleza el verso. Entrambas piden en la expresión tanta diversidad, cuanta la hubiere en los caracteres de sus personajes. Entrambas están atadas, con cuatro especies de unidad: la de un tiempo solo, que no pase de la medida de un día: la de un lugar solo, el que se pueda andar en el mismo espacio de tiempo: la de un hecho solo, a que se refieran y dirijan todos los demás acontecimientos: la de un personaje solo, con quien tengan relación todas las personas inferiores. Toda pieza teatral ha de tener dos divisiones, una interna, y otra externa. Sus partes internas son tres, Designio, Enredo, y Desenredo: el Episodio, la Peripecia, y el Descubrimiento, son los mejores medios para enredar y desenredar con la mayor propiedad. Externamente se divide el Poema en cinco o tres Actos; y cada Acto en más o menos Escenas. La palabra Escena tiene dos significados: se toma por una de las partes, en qué se divide el Acto y se da el mismo nombre a las telas pintadas que representan el lugar, en que sucedió la acción. Se muda la Escena en el primer sentido, cuantas veces sale a las tablas un nuevo Interlocutor: y se muda en el segundo sentido, siempre que pasan los representantes de un lugar a otro. Si tú observaras todas estas leyes; te harás dueña con el tiempo de las dos clases de poesía, que te he explicado, teatral, y heroica.

Sofronia. Lo que depende de mí, es aplicarme, y ejercitarme. Si después de esto no me salieren bien las cuentas no será culpa tuya, ni mía.