Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


 

1

EMMA S. SPERATTI PIÑERO, La elaboración artística en Tirano Banderas, México, 1957.

 

2

A. ZAMORA VICENTE, Las Sonatas de Ramón del Valle Inclán. Buenos Aires, 1951. (Colección de Estudios Estilísticos, IV); reeditada en Madrid, Gredos, 1955 y 1966.

 

3

Los espejos desempeñan, además, un papel importante en la poesía de aire modernista y fácil de principios de siglo, especialmente los decorativos de los cafés (como en Luces de bohemia): «Yo te he visto en el fondo de un espejo encantado...» dice Villaespesa. Del mismo es este ejemplo: «En el único espejo, como en una / gangrenosa y pálida laguna / dejaron su espejismo los desiertos, / y en sus aguas verdosas y estancadas, / se ven todas las cosas deformadas, / como en el fondo de unos ojos muertos» (Los cafés de Madrid, Obras, II, pág. 890). También son acorde con la vida de bohemia en este pasaje de Emilio Carrere: «Café humilde y melancólico / cuyos espejos reflejan / pálidos rostros cercados / por las flotantes melenas; / amplias chalinas al viento / y ojos de enormes ojeras» (Café de artistas, Antología, pág. 167).

 

4

PEDRO SALINAS, Significación del esperpento o Valle Inclán hijo pródigo del 98, en Cuadernos americanos, México, VI, 1947. (Recogido en Literatura española, siglo XX, 2.ª edición, México, 1949, Págs. 87-114.)

 

5

A. ZAMORA VICENTE, Evocación del esperpento, en La Nación, Buenos Aires, mayo, 1951.

 

6

GUILLERMO DE TORRE, Valle Inclán o el rostro y la máscara, en La difícil universalidad española, Madrid, Gredos, 1965.

 

7

Espigando en estos testimonios, recogidos por significativos: «En cuanto anochecía, la Puerta del Sol era mi centro. Recuerdo que allí pasó muchas veces ante mi vista el fantasma sombrío de una especie de esqueleto con melena merovingia, capa, chistera y una faja en vez de corbata, arrollada mil veces al pescuezo. Era Valle Inclán, desconocido» (PRUDENCIO IGLESIAS HERMIDA, Gente extraña, pág. 118). «Una tarde, frente a la puerta del Casino de Madrid un grupo de caballeros despiadados le hizo burla [a Valle] (su extraña presencia incitaba, justo es decirlo), y la emprendió a palos con todos». (LUIS RUIZ CONTRERAS, Memorias de un desmemoriado, pág. 199.)

 

8

En 1908, golfemia podía ser recogida como sustantivo usual en Madrid. Véase ROBERTO PASTOR Y MOLINA, Vocabulario de madrileñismos, en Revue Hispanique, XVIII, 1908, núm. 53, págs. 51-72.

 

9

Obras completas, V, pág. 234. También recuerda las librerías de los Pueyo, EDUARDO ZAMACOIS, Un hombre que se va, pág. 172.

 

10

El trato entre Burell y Sawa nos lo recuerda Azorín en Charivari (1897). Sawa, refiriéndose a un artículo propio, aparecido en El Heraldo, artículo, según Azorín, «desatinado e incongruente hasta lo inverosímil» dice a este último: «-Ayer vi a Burell por la calle y me dijo: He leído eso. ¡Así se escribe, maestro!» (Obras, I, Pág. 271). (Véase también Iluminaciones en la sombra, pág. 134. donde Sawa habla de su consideración por Burell.)

Prudencio Iglesias Hermida nos ilustra algo sobre la estimación que Burell disfrutó: «Repaso una colección de periódicos un poco vieja. Salta la firma de Julio Burell y leo distraído unos párrafos primeros. La sorpresa me clava al suelo. ¿Es posible que este hombre sea ministro? Un ministro es un ser gris, y este Julio Burell es un escritor estupendo, el primer periodista de esta época» (Gente extraña, pág. 182). Burell ha vuelto a ser recordado por Azorín en JORGE CAMPOS, Conversaciones con Azorín, páginas 23 y 52.

Sin embargo, y como prueba de la niebla voluntariosa que rodea estas figuras, recordaré que se ha pensado también en Augusto González Besada, personaje con el que Valle mantuvo relación. (J. CEPEDA ADÁN, El fondo histórico, social de Luces de bohemia, en Cuadernos hispanoamericanos, julio-agosto, 1966, pág. 241)

Indice