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Indice


1.       EMMA S. SPERATTI PIÑERO, La elaboración artística en Tirano Banderas, México, 1957.

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2.       A. ZAMORA VICENTE, Las Sonatas de Ramón del Valle Inclán. Buenos Aires, 1951. (Colección de Estudios Estilísticos, IV); reeditada en Madrid, Gredos, 1955 y 1966.

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3.       Los espejos desempeñan, además, un papel importante en la poesía de aire modernista y fácil de principios de siglo, especialmente los decorativos de los cafés (como en Luces de bohemia): «Yo te he visto en el fondo de un espejo encantado...» dice Villaespesa. Del mismo es este ejemplo: «En el único espejo, como en una / gangrenosa y pálida laguna / dejaron su espejismo los desiertos, / y en sus aguas verdosas y estancadas, / se ven todas las cosas deformadas, / como en el fondo de unos ojos muertos» (Los cafés de Madrid, Obras, II, pág. 890). También son acorde con la vida de bohemia en este pasaje de Emilio Carrere: «Café humilde y melancólico / cuyos espejos reflejan / pálidos rostros cercados / por las flotantes melenas; / amplias chalinas al viento / y ojos de enormes ojeras» (Café de artistas, Antología, pág. 167).

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4.       PEDRO SALINAS, Significación del esperpento o Valle Inclán hijo pródigo del 98, en Cuadernos americanos, México, VI, 1947. (Recogido en Literatura española, siglo XX, 2.ª edición, México, 1949, Págs. 87-114.)

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5.       A. ZAMORA VICENTE, Evocación del esperpento, en La Nación, Buenos Aires, mayo, 1951.

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6.       GUILLERMO DE TORRE, Valle Inclán o el rostro y la máscara, en La difícil universalidad española, Madrid, Gredos, 1965.

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7.       Espigando en estos testimonios, recogidos por significativos: «En cuanto anochecía, la Puerta del Sol era mi centro. Recuerdo que allí pasó muchas veces ante mi vista el fantasma sombrío de una especie de esqueleto con melena merovingia, capa, chistera y una faja en vez de corbata, arrollada mil veces al pescuezo. Era Valle Inclán, desconocido» (PRUDENCIO IGLESIAS HERMIDA, Gente extraña, pág. 118) «Una tarde, frente a la puerta del Casino de Madrid un grupo de caballeros despiadados le hizo burla [a Valle] (su extraña presencia incitaba, justo es decirlo), y la emprendió a palos con todos». (LUIS RUIZ CONTRERAS, Memorias de un desmemoriado, pág. 199.)

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8.       En 1908, golfemia podía ser recogida como sustantivo usual en Madrid. Véase ROBERTO PASTOR Y MOLINA, Vocabulario de madrileñismos, en Revue Hispanique, XVIII, 1908, núm. 53, págs. 51-72.

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9.       Obras completas, V, pág. 234. También recuerda las librerías de los Pueyo, EDUARDO ZAMACOIS, Un hombre que se va, pág. 172.

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10.       El trato entre Burell y Sawa nos lo recuerda Azorín en Charivari (1897). Sawa, refiriéndose a un artículo propio, aparecido en El Heraldo, artículo, según Azorín, «desatinado e incongruente hasta lo inverosímil» dice a este último: «-Ayer vi a Burell por la calle y me dijo: He leído eso. ¡Así se escribe, maestro!» (Obras, I, Pág. 271). (Véase también Iluminaciones en la sombra, pág. 134. donde Sawa habla de su consideración por Burell.)

     Prudencio Iglesias Hermida nos ilustra algo sobre la estimación que Burell disfrutó: «Repaso una colección de periódicos un poco vieja. Salta la firma de Julio Burell y leo distraído unos párrafos primeros. La sorpresa me clava al suelo. ¿Es posible que este hombre sea ministro? Un ministro es un ser gris, y este Julio Burell es un escritor estupendo, el primer periodista de esta época» (Gente extraña, pág. 182). Burell ha vuelto a ser recordado por Azorín en JORGE CAMPOS, Conversaciones con Azorín, páginas 23 y 52.

     Sin embargo, y como prueba de la niebla voluntariosa que rodea estas figuras, recordaré que se ha pensado también en Augusto González Besada, personaje con el que Valle mantuvo relación. (J. CEPEDA ADÁN, El fondo histórico, social de Luces de bohemia, en Cuadernos hispanoamericanos, julio-agosto, 1966, pág. 241)

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11.       Iluminaciones en la sombra, págs. 238-239. Ernesto Bark fue cofundador, con Eduardo Zamacois, y algún otro escritor, de Germinal (Un hombre que se va, pág. 153). En Los vencidos, novela política (Alicante, 1891) ya recoge una lista no desdeñable de títulos publicados. Ernesto Bark había aparecido ya con anterioridad en una olvidada narración de Valle Inclán, bajo el nombre de Conde Pedro Soulinake. La narración se titula La corte de Estella (1910), y ha sido analizada por JACQUES FRESSARD, Un episodio olvidado de «La guerra carlista» en Cuadernos hispanoamericanos, julio-agosto, 1966, págs. 347 y sigs. También aparece este personaje en La lámpara maravillosa.

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12.       La vendedora era conocida por el sobrenombre de «Ojo de plata», según cuenta FRANCISCO MADRID, La vida altiva de Valle Inclán, Buenos Aires, 1943, pág. 248.

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13.       Un hombre que se va, pág. 181.

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14.       Valle Inclán ya había recurrido con anterioridad a poner nombres y personajes conocidos en la trama de su prosa. Así ocurre en Alma de Dios, la novela basada en la obrilla de igual titulo de Carlos Arniches. Allí nos encontramos con un Baroja, un Bargiela, una «señorita» Cornuty, un Antonio Palomero. (Véase D. GARCÍA SABELL, El gesto único de Don Ramón, en Ínsula, julio-agosto, 1966.)

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15.       MANUEL MACHADO, Poesía, Madrid, 1942, pág.294.

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16.       La carta puede leerse íntegra en DICTINO ÁLVAREZ HERNÁNDEZ, S. J., Cartas de Rubén Darío (Epistolario inédito del poeta con sus amigos españoles), Madrid, Taurus, 1963, pág. 72.

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17.       DICTINIO ÁLVAREZ, ob. cit., pág. 70.

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18.       MELCHOR FERNÁNDEZ ALMAGRO, Vida y literatura de Valle Inclán, 2.ª edic., pág. 164.

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19.       G. TORRENTE BALLESTER, Historia y actualidad en dos piezas de Valle Inclán, Ínsula, julio-agosto, 1961.

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20.       Â«Tenía un hermoso perro, como Alfonso Karr, a quien deseaba parecerse, y decía que no se lavaba la frente porque Víctor Hugo se la ungió con un beso» (LUIS RUIZ CONTRERAS, Memorias de un desmemoriado, Madrid, 1961, pág. 124). También recuerdan el perro EDUARDO ZAMACOIS, Un hombre que se va, pág. 168, y RUBÉN DARÍO, en el prólogo a Iluminaciones en la sombra («Sawa, su perro y su pipa»). Aquí precisamente leemos el origen de la leyenda del beso que Víctor Hugo dio a Sawa, leyenda recordada por casi todos los que de él hablaron: «Entre lo legendario circulaba algo inventado por Bonafoux: que había hecho un viaje a París con el único objeto de conocer a Víctor Hugo, que el anciano emperador de la poesía le había dado un beso en la frente, y que desde entonces, Sawa no había vuelto a lavarse la cara... El buen Sawa tomó la cosa en serio, protestó. Luego Bonafoux confesó que ello había sido una de sus amargas bromas amistosas». Toda esta leyenda tragicómica, que sería conversación y chisme diarios en los cafés y tertulias, aparece apenas entrevista en Luces de bohemia, cuando Don Latino se refiere a su compañero: «¡Señor Inspector! ¡Tenga usted alguna consideración! ¡Se trata de una gloria nacional! ¡El Víctor Hugo de España!» (E. V).

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21.       Un hombre que se va, pág. 170.

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22.       E. S. SPERATTI, ob. cit., págs. 97 y sigs.

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23.       La buñolería de Eslava, famoso punto de cita y de reunión, fue recordada con frecuencia. «En el cafetín que hay en sus adentros hemos pasado muchas veces las últimas horas de la madrugada y hemos recibido junto a los buñuelos -pompas del alba- aguardiente en taza que nos despachaban por recomendación, y que más que por la autoridad era disimulado para que no se diesen cuenta de que nos lo expendían los mangantes de las otras mesas» (GÓMEZ DE LA SERNA, Nostalgias de Madrid, pág. 26). El café está en los orígenes mismos del teatro superviviente. Es el que acabó de hacer famoso el cantable de La Gran Vía («Te espero en Eslava tomando café»). (Véase J. DELEITO PIÑUELA, Origen y apogeo del género chico, pág. 447).

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24.       El clima de sainete está reconocido, como una intuición de matices irrecusables, en muchos trabajos. Ya en MELCHOR FERNÁNDEZ ALMAGRO, ob. cit. También lo hace PEDRO LAÍN ENTRALGO, en su agudo libro La generación del 98, pág. 159. Aún podrían aducirse más testimonios, todos, repito, como una «vivencia» más. Solamente ahora comenzamos a ver tal rasgo con la lejanía necesaria.

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25.       La «corza herida» tan recordada, era motivo frecuente de F. Villaespesa. Una sola muestra: «...huyó mi alma con sus pies veloces / como una corza ensangrentada y blanca» (El libro de Job, 1909, Obras, I, página 649). También es usual en este poeta «el peregrino» más o menos eterno (Saudades, El Rey Galaor, etc.). Se trata de uno de los recursos más en abuso por la poesía modernista. Del «peregrino» se acuerda Don Latino, escena última.

     Para las huellas y los procedimientos de literatización véase A. ZAMORA VICENTE, ob. cit., passim.

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26.       La circulación de algunos cantables debía ser abrumadora. Algunos ejemplos nos lo demuestran. La canción de la tarántula, de La Tempranica, aparece reproducida en escritores tan distintos como EUGENIO NOEL (Señoritos chulos... La tarántula) y PÍO BAROJA (Mala hierba, Obras, I, página 497). Que el aire traía y llevaba de un lado para otro estas músicas, lo revela la anécdota, muy ilustrativa, de un sevillano que, después de permanecer tres días en un tejado, aislado por una avenida del Guadalquivir, recibió a los bomberos que venían a salvarle con los mismos compases de Marina recogido arriba: «Dichoso aquel que tiene / su casa a flote» (J. MONTERO ALONSO, Pedro Muñoz Seca, pág. 120). Entre los rasgos del madrileño, RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA encontraba éste: «...es ir en la plataforma de un tranvía y que al mirar a un señor raro, éste no se ofenda por la mirada fija, sino que canturree: ¡Caballero de Gracia me llaman!» (Nostalgias de Madrid, pág. 18).

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27.       Se recuerdan estas representaciones en El mirlo blanco, el teatro casero de Ricardo Baroja, en JULIO CARO BAROJA, Recuerdos valleinclanescobarojianos, en Revista de Occidente, noviembre-diciembre, 1966, págs. 302 y sigs. En apoyo de lo que venimos señalando, recogeré la anécdota que divulga R. Gómez de la Serna, en su pintoresca biografía de Valle Inclán. Según su aserto, Valle, al ser detenido en su casa por la policía gubernativa, bajo el gobierno del General Primo de Rivera, recitó unos versos famosos:

                                                    He vivido lo bastante

                                                    para no ser arrogante

                                                    cuando no lo puedo ser.

     (Ramón del Valle Inclán, pág. 160).

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28.       El Canto del cosaco está vivo a lo largo de toda una escena de El balido del zulú (Cuadro primero, escena VI).

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29.       Â«-¿Qué es atrevida, y qué? ¿Dónde me deja usted Las vengadoras, de Sellés?

     -No las trato» (El gorro frigio, escena VII).

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30.       También se ha interpretado Los cuernos de Don Friolera como una parodia esperpéntica de Otelo, y no faltan argumentos para hacer incidir la burla sobre El gran galeoto, de Echegaray. (G. DÍAZ PLAJA, Las estéticas de Valle Inclán, págs. 235 y sigs.)

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31.       JUAN B. AVALLE ARCE, La esperpentización de Don Juan Tenorio, en Hispanófila, núm. 7, 1959, págs. 29-39.

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32.       También Azorín ha recordado la idea de representar el episodio de Hamlet en el cementerio: «Fuimos varias noches, después de la tertulia del café, a uno de esos cementerios abandonados... No sé quién de nosotros tuvo la idea extraña: representar el cuadro del cementerio en Hamlet en aquel camposanto. La primera noche en que luciera la luna, plena luna, allá nos iríamos llevando aprendido cada uno su papel. ¿Quién iba a hacer de Hamlet?» (Madrid, Los cementerios, págs. 43-54).

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33.       Â«Mi papá es atroz en eso de la moral. Mira, quería mucho a mi madre, pero porque la pilló un domingo haciendo calceta, se la llevó al doctor Esquerdo, y allí está en el manicomio quince años, en observación» (Dos cataclismos, Cuadro I, escena I).

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34.       PEDRO SALINAS, ob. cit., págs. 112-114.

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35.       Â«Entre nosotros el caso es muy diverso: el español que pretenda huir de las preocupaciones nacionales será hecho prisionero de ellas diez veces al día y acabará por comprender que para un hombre nacido entre el Bidasoa y Gibraltar es España el problema primero, plenario y perentorio. Este problema es, como digo, el de transformar la realidad social circundante. Al instrumento para producir esa transformación llamamos política. El español necesita pues, ser antes que nada político» J. ORTEGA Y GASSET, La pedagogía social como Programa Político, Obras completas, I, Pág. 498).

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36.       Las aseveraciones sobre la deformidad social de España son numerosas en Luces de bohemia. «España, en su concepción religiosa, es una tribu del centro de África». «¡Está buena España!» «¿Qué sería de este corral nublado? ¿Qué seríamos los españoles?» (E. II). La afirmación indirecta sobre la conducta de un ministro («¡El señor Ministro no es un golfo! -¡Usted desconoce la historia moderna» E. V), el recuerdo de los patronos catalanes, las citas de la barbarie ibérica, o frases como «¡Te has muerto de hambre, como yo voy a morir, como moriremos todos los españoles dignos!» (E. XIII). o «¡En España es un delito el talento!» (E. XIII), «¡En España se premia el robar y el ser sinvergüenza! ¡En España se premia todo lo malo!» (E. XIV), etc., deben ser consideradas como armónicos dispersos de una melodía central que logra su máximo tono en el grito desgarrado de Max Estrella en la cárcel, en el que funde al obrero catalán con el recuerdo del anarquista Mateo Morral, quien arrojó una bomba al paso de la comitiva nupcial de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battemberg: «Mateo, ¿dónde está la bomba que destripe el terrón maldito de España?» (E. VI).

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37.       La lámpara maravillosa, pág. 83.

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38.       Es la imagen primeriza y superficial que las revistas ilustradas nos proporcionan. Una vida idílica, sosegada, de fiestas multicolores y nostalgia de un fastuoso pasado se desprende de las fotografías de esas publicaciones, hoy ajadas y vagamente ridículas. Puestas en el quicio donde pierden su brillo esas publicaciones quedan esperpentizadas. Es inevitable traer a la página la cita de Blanco y Negro, aducida en Las galas del difunto. «EL RAPISTA: ¡Y tampoco es unánime en el escalpelo toda la Prensa! ¡La hay mala y la hay buena! Vean ustedes publicaciones como Blanco y Negro. Doña Terita, si usted desea distraerse algún rato, disponga usted de la colección completa. Es la vanagloria que tiene un servidor y el ornato de su establecimiento. LA BOTICARIA: Creo que trae muy buenas cosas esa publicación. EL RAPISTA: ¡De todo! Retratos de las celebridades más célebres: La Familia Real, Machaquito, La Imperio. ¡El célebre toro Coronel! ¡El fenómeno más grande de las plazas españolas, que tomó quince varas y mató once caballos! En bodas y bautizos publica fotografías de lo mejor. Un emporio de recetas: ¡Allí, culinarias! ¡Allí, composturas para toda clase de vidrios y porcelanas! ¡Allí, licorería! ¡Allí, quitamanchas!...» Es indudable que detrás del párrafo hay una llamada a calar con la mirada en la revista, buscando lo que no está. Esa amplia parcela de la vida colectiva que al decir de Unamuno, no brilla en la Historia, pero la hace. Detrás de esta tan socorrida cita de Blanco y Negro está la más delicada superación artística de todos los supuestos noventayochistas sobre la intrahistoria.

     Y como en tantas ocasiones, los textos vecinos son el mejor acompaña miento para muchas de las afirmaciones dispersas. Ese toro Coronel, existiría o no existiría. Pero Eugenio Noel recuerda la actitud, el estilo vital, de esa afirmación. «Un señorito poseía la cabeza de Aguarrás. En la placa metálica que a modo de etiqueta o garantía, fijan al pie, constaba que Aguarrás había tomado el día de tantos de tal año de cual fecha diez y seis puyazos, matando doce caballos. Esta resistencia inaudita que hizo célebre al toro, trastornó el cerebro del señorito chulo, y «tirando de cartera» dio por ella veinticinco mil pesetas 'mondas y lirondas'. Su vida brava de rico vago le llevó a una casa de juego, donde perdió todo, hasta el honor; apostó la cabeza de Aguarrás y la perdió. Quiso suicidarse y pudieran impedirlo. La browning aún en la mano, dijo el señorito estas palabras eternas: Si pierdo la mía no lo siento tanto» (Señoritos chulos..., pág. 134). Insisto: no se trata de la puerilidad de reconocer la bestia concreta que, en una plaza cualquiera, demostró las fuerzas propias de su oficio, sino la categoría espiritual de un clima humano, que en esperpento sale, definitivamente ya, reducido a ruin escoria.

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39.       Otros textos de Pío Baroja nos iluminan espacios de Luces de bohemia con nítida claridad. Así ocurre, por ejemplo, con Adiós a la bohemia, incluido en el Nuevo tablado de Arlequín (Ob., V, págs. 101 y sigs.). Allí nos tropezamos con el grupo de mozos discutidores, el artista fracasado y sin directrices fijas, el que recibe dinero de la antigua amante, la nostalgia de los que han ido desapareciendo, las citas de Verlaine, los jóvenes melenudos y de larga chalina, etc. Y todo en el ambiente entre descarado y anónimo de un café. Por todas partes se respira una agravada inmediatez con muchas de las «deformaciones» de Luces de bohemia. En Tres generaciones, Pío Baroja vuelve a evocar esos años en los que se desarrolló, «principalmente en Madrid, una bohemia áspera, rebelde, perezosa, maldiciente y malhumorada». Baroja considera natural que esto ocurriera, dadas las condiciones sociales del escritor joven y destaca el paso de las ilusiones al alcoholismo y la golfería, inquilinas constantes del café. La gente identificó al escritor con el golfo. (Loc. cit., V, pág., 579.)

     En otros medios, la bohemia tuvo también su representación. Así ocurrió con esas Memorias de bohemia, escritas por el maestro Lassalle, memorias que, al parecer, quedaron inéditas. (L. RUIZ CONTRERAS, Memorias de un desmemoriado, pág. 310). Como cita curiosa, diré que el maestro Lassalle y su mujer, María Kousnezoff eran contertulios asiduos de Enrique López Marín, el parodiante de ¡Simón es un lila! Sin otros datos que la estricta noticia, añadiré que López Marín escribió algo que la pareja Lassalle llevó a Nueva York. Era algo donde María Kousnezoff cantaba y bailaba flamenco. (PRUDENCIO IGLESIAS HERMIDA, Gente extraña, pág. 128.)

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40.       Iluminaciones en la sombra, pág. 125.

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41.       Iluminaciones en la sombra, pág. 171.

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42.       Iluminaciones en la sombra, pág. 231.

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43.       Â«Al salir del Gobierno civil contemplamos la estatua de Camo, el cacique de Huesca, hecha por julio Antonio, y Aláiz cuenta algunas cosas chuscas de la estatua mientras estaba en el taller del escultor» (Obras, V, pág. 269).

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44.       Â«El joven oscense no tendría necesidad de saber que Gracián o Goya eran aragoneses; pero tendría el alto honor de saber que era paisano del señor Camo, farmacéutico excelso, que al mismo tiempo que vendía la mejor zarzaparrilla de los montes de Aragón, caciqueaba en la provincia de Huesca con el no menos excelso periodista don Miguel Moya» (Obras, V, pág. 573).

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45.       Â«Â¿Qué hizo el señor Barroso para tener una estatua en Córdoba? Hizo lo mismo que pudo hacer el Conde de Romanones en Guadalajara, Montero Ríos en Santiago de Galicia, Moret en Cádiz, Calbetón en Deva, y un boticario llamado Camo en Huesca, que, al parecer, era gran cacique y muñidor electoral, y quizá un buen fabricante de ungüentos y de sinapismos» (Obras, V, pág. 497).

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46.       Â«No siendo la comunidad política española una orden religiosa, que para profesar en ella se exija el voto de castidad, dedúcese que casi todos los ministros y ex ministros tienen hijos e hijas, y se supone que algunas de estas hijas han contraído matrimonio. Pues bien, todos estos hijos y yernos de ministros y ex ministros, más sus hermanos y sobrinos, más, acaso, ciertos nietos -porque entre los ex ministros los hay ya caducos y carcamales-, más los supermentados clientes, parásitos y servidores, componen la cámara de Diputados» (Política y toros, págs. 64-66).

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47.       Las máscaras, II (La comedia política), págs. 220-221.

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48.       No he podido encontrar el texto de una revista estrenada en el Teatro Martín, Crisis total (14 mayo, 1920). Por su título, no parece descabellado pensar que alguna referencia política contiene.

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49.       El amigo, (Ob. Comp., I, págs. 308 y sigs.)

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50.       Véase JACQUES FRESSARD, en Cuadernos Hispanoamericanos, julio-agosto, 1966, págs. 347 y sigs.

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51.       Política y toros, pág. 104.

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52.       La escena XI falta en la primera redacción. O bien estaba ya escrita y no se publicó por alguna razón, o bien se añadió al disponer el original para su edición en libro, en 1924. Lo cierto es que la escena está dotada de una total sensación de gravedad, de preocupada expresión, que en vano buscaremos en el resto del libro. Varios críticos han señalado ya la falta de esperpentización en lo que a esta escena se refiere, que aparece, sin embargo, altamente literatizada.

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53.       Se llamaba Ramón Pérez Muñoz, de 50 años. Ocurrió el atentado el 9 de abril de 1920.

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54.       La visión de la sociedad que Valle Inclán tiene ha sido agudamente analizada por JOSÉ A. MARAVALL., en La imagen de la sociedad arcaica en Valle Inclán, Revista de Occidente, noviembre-diciembre, 1966, páginas 225 y sigs.

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55.       ÁLVARO DE LA MERCED, Memorias del Sargento Basallo, Madrid, Pueyo, s. a. (El prólogo del propio Basallo está fechado en abril de 1923.)

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56.       Complemento de Luces de bohemia, y excelente contraste en lo que a la vida alemana se refiere, es el esperpento breve (no recogido nunca en libro) ¿Para cuándo son las reclamaciones diplomáticas?, publicado en España, julio, 1922. Puede verse ahora, editado con su habitual habilidad por JOSÉ MANUEL BLECUA, en Cuadernos hispanoamericanos, julio-agosto, 1966, págs. 521 y sigs. La atmósfera periodística es aún más visible en esta corta y mordaz piececilla. Los motivos paródicos o grotescos, idénticos a los de Luces de bohemia, aparecen más directamente expresados -conversacionalmente, diríamos.

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57.       Ya he citado atrás, por otras razones, las apariciones de Villaespesa en Troteras y danzaderas, de PÉREZ DE AYALA. También EDUARDO ZAMACOIS, en su Un hombre que se va, nos trasmite rasgos análogos sobre el mismo escritor. Incluso CANSINOS ASSENS (La nueva literatura, II, página 172) nos evoca esta figura, que debió ser muy familiar en los medios literarios y quizá tomada en dimensión no muy grave. De otras personalidades citadas en Luces de bohemia, podríamos encontrar un fondo parecido. De Cavestany, PÉREZ DE AYALA se ocupa alguna vez, no muy elogiosamente que digamos. (Las máscaras, II, pág. 163.) Y sobre Cavia, ya quedan recogidos los juicios de PÍO BAROJA, tan coincidentes con los de la pareja de guardias que conduce a Max Estrella a la prisión. (¡Los inevitables guindillas de tantos sainetes! Recordemos solamente, como ejemplo a mano, La pareja científica, de Arniches.) Muy viva es la opinión sobre Benlliure. El «¡Santi, boniti, barati!» con que es despachado en Luces de bohemia repite el pregón de los vendedores de figurillas de escayola o de madera que pululaban por la España finisecular, muchos de ellos de origen italiano. Véase este testimonio del tiempo: «Pero, ¿qué turba de industriales es la que vemos así que la concurrencia llena los cafés? Ah, sí; ese hombre de blusa y chambergo es un italiano que lleva vaciados en yeso de bellísimas esculturas. Difunde el arte por poco dinero. No es ya el vendedor de santi, boniti, barati que conocimos en nuestra niñez: ha mejorado, ha crecido y, arrinconando los Niños de la Bola pintados de almazarrón y los conejitos vivos que pudo vender a su llegada a España, lleva hoy reducciones en yeso de verdaderas obras artísticas, medallones en azufre con relieves de hombres célebres y otros objetos muy apreciables. Durante el día expone dichos objetos en las ventanas de algún edificio, y por las noches recorre los cafés» (M. OSORIO Y BERNARD, Viaje crítico alrededor de la Puerta del Sol, Madrid, 1882, capítulo V). Aunque la figura ya no existiese, sí podía quedar aún en provincias, y, desde luego, sobrevivía el pregón, que yo he alcanzado a oír en mis años de Instituto, y aún después. El valor significativo del pregón en el ambiente en que estoy situando Luces de bohemia, es de primera importancia: pensemos que los pregones eran utilizados como recurso cómico en las parodias. En Churro Bragas se oye el pregón que aún puede percibirse hoy, media mañana arriba, por las calles de diversos barrios madrileños: ¡Si hay algo, ropa vieja que vender! La encrucijada psicológica que el pregón despierta es extraordinariamente viva y cotizable. Lo mismo ocurre con el grito de Valle Inclán al enjuiciar el arte de Benlliure. La depuración, el cambio provocado por el escritor con el uso de una lengua diferente, lo percibimos muy bien si comparamos este juicio con el de quien no se propone más que una primaria expresión, entre insulto personal y crítica despectiva: este es el caso de P. IGLESIAS HERMIDA: «Exceptuando a Julio Antonio, ¿qué escultor español sería capaz de hacer algo parecido a la grandiosa y armónica escultura del Dios de las aguas? ¿Benlliure, el merenguista?» (Gente extraña, pág. 135). De todos modos, y para lo que nos interesa, hay que destacar que tampoco se trata de un ataque rotundo, personal y agriamente revolucionario, de Valle contra Mariano Benlliure. Es también ahilamiento artístico de una opinión colectiva, generacional, que, esta vez, plasmó en pública protesta. Benlliure ingresó en la Real Academia de Bellas Artes en octubre de 1901. Su discurso comenzó con violentísimos ataques a los impresionistas, a los que, realmente, insulta. La reacción no se hizo esperar. La revista juventud a los pocos días (números de octubre y noviembre) replicó airadamente por boca de Manuel Machado. Hubo un manifiesto de protesta, en el que, después de explicar en qué consistía su arte, firmaban gentes como Ignacio Zuloaga, Darío de Regoyos, Santiago Rusiñol, Pablo de Uranga, Miguel Utrillo, etc. (Cito tan sólo los más recordados hoy). La cita de Benlliure en Luces de bohemia explica, quizá como ninguna, cómo el libro es una portentosa radiografía de la sociedad contemporánea y de los años juveniles de Valle en particular.

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58.       La discusión se centraba, en esencia, entre los partidarios de Joselito el Gallo y los de Juan Belmonte, Juanito Terremoto. EUGENIO NOEL recoge pintorescas manifestaciones de esta rivalidad en Señoritos chulos..., pássim. Allí se pueden ver las oraciones del culto taurino, dedicadas a los diestros. («Creo en Belmonte todopoderoso, creador del molinete y de la media verónica...»; «Alabado seas, Joselito, amo y elegancia del toreo... Sé siempre hermano del calvo divino, para honra de la fiesta y martirio de los belmontistas. Amén».)

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59.       Â«Â¡Deje usted las espantás para el calvorota!» (E. última). He ahí la cortísima, y, sin embargo, vigorosa presentación de la costumbre de Rafael el Gallo, torero famosísimo, que, presa de un pavor irrefrenable, abandonaba muchas veces el ruedo sin terminar la lidia, e iba a parar, naturalmente, a la comisaria de turno. Sobre el alcance y ocasiones de las espantás puede verse J. M.ª DE COSSÍO, Los toros, III, págs. 384 y 388. Estas «espantás» convivían con tardes gloriosas, como era de esperar. En los periódicos de abril-mayo, 1917, encuentro la descripción de escandalosísimas huidas del torero con pelea, apedreamiento, bastonazos, agresiones graves, etcétera, que el cronista lamenta mucho «por haber ocurrido en presencia de la Familia Real». En mayo de ese año se celebra un juicio entre un señor Marcos Mascarate y el Gallo, por agresiones, relacionadas con las últimas espantás (se escribe así sin anotación a aclaración alguna, lo que prueba la normal circulación de la palabra en esa forma) en la plaza de Madrid. El Gallo, en su declaración, emplea expresiones como aluego, tarde esgrasiá, etc.

     Lo de calvorota también era léxico corriente. Rafael Gómez, el Gallo, estaba calvo ya en sus días de gloria taurina.

     EUGENIO NOEL recuerda hechos del Gallo en Señoritos chulos..., páginas 54-64.

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60.       PÉREZ DE AYALA, Las Máscaras, II, págs. 164-165. Aún agregaré otra cita que demuestra (por doble camino) el prestigio de Pastora. Está en unos versos de Villaespesa: «... indolente, / sobre el verde diván arrellanado, / está Antonio Machado / que con su rictus grave, adusto y serio, / de padre mercenario, / devora en su diario / líricos ditirambos a la Imperio, / la gitana ideal, que, cuando avanza / agitando en el baile su melena / de tempestad, parece que en la escena / es el alma española la que danza» (Cafés de Madrid, Maison Dorée, Obras, II, pág., 888).

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61.       ANTONIO RISCO, La estética de Valle Inclán en los esperpentos y en El ruedo ibérico, Madrid, Gredos, 1966, pág. 197.

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62.       Un hombre que se va, pág. 172.

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63.       Sobre la estructura y alcance de los esperpentos deben verse GUILLERMO DÍAZ PLAJA, Las estéticas de Valle Inclán, Madrid, Gredos, 1966; ANTONIO RISCO, La estética de Valle Inclán en los esperpentos y en El ruedo ibérico, Madrid, Gredos, 1966, y ANTONIO BUERO VALLEJO, De rodillas, en pie, en el aire, Revista de occidente, noviembre-diciembre, 1966, págs. 132 y sigs.

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64.       R. CANSINOS ASSENS, La nueva literatura, II, instantes líricos, páginas 41-42.

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65.       Prólogo a Iluminaciones en la sombra.

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66.       Otras veces, el estilo lleno de prosapia libresca se repite en bocas incultas, esporádicamente, con lo que se acentúa el carácter ilusorio del trozo, la mueca desorbitada de lo totalmente fuera de lugar. Es el caso del estilo «veni, vidi, vici» empleado por el chico de la taberna: «Entró, miró, preguntó y se fue rebotada, torciendo la gaita». Es un ejemplo feliz de grotesco, según explico más adelante.

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67.       Ha resucitado, con ligeras variantes, el mismo ambiente, RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA, en Retratos contemporáneos, Buenos Aires, 1941, pág. 297. También caracteriza a Rubén con el ¡admirable! RICARDO BAROJA, Gente del 98, pág. 19.

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68.       Sabemos que ya en este tiempo Valle trabajaba en la elaboración de Tirano Banderas. Lo demuestra una carta a Alfonso Reyes, fechada en noviembre de 1923. Hay, pues, una estrecha cercanía. (Véase E. SPERATTI, La elaboración artística en Tirano Banderas, pág. 147, donde figura la carta mencionada.)

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69.       R. GÓMEZ DE LA SERNA. Retratos contemporáneos, pág. 322.

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70.       R. GÓMEZ DE LA SERNA, Retratos contemporáneos, pág. 326.

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71.       Un acertado análisis de la tragedia grotesca y de su contenido y medios expresivos puede verse en MANFRED LENTZEN, Carlos Arniches. Vom «género chico» zur «tragedia grotesca», Kölner romanistische Arbeiten, 35, París, Droz, 1966.

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72.       Unos cuantos títulos de P. Muñoz Seca nos esclarecen cegadoramente lo que quiero decir: El verdugo de Sevilla, Juanita Tenorio; El teniente Alcalde de Zalamea; El sinvergüenza en Palacio, El parque de Sevilla; etc. Este trivial procedimiento de insinuar un «algo» cargado de valores tras de un tosco disfraz, basado en una equivalencia acústico-intelectual es, todavía, el gran secreto del popularismo del cine de Cantinflas, por ejemplo.

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73.       Lo que digo no tiene nada que ver con la calidad teatral, dramática de la tragedia grotesca. Son materias diferentes.

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74.       Véase D. GARCÍA SABELL, El gesto único de Don Ramón (En torno a una obra ignorada de Valle Inclán), en Ínsula, julio-agosto, 1966. La noticia ya había sido recogida por M. FERNÁNDEZ ALMAGRO, ob. cit., pág. 64.

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75.       Las máscaras, II (La señorita de Trevélez), págs. 227 y sigs.

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76.       Véase GEORGES MATORÉ, En marge de Th. Gautier. Notes Lexicologiques, en Études romanes dediées a Mario Roques par ses amis, collègues et élèves de France, París, Droz, 1946, págs. 217-229.

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77.       Comp. estas afirmaciones de Victor Hugo: «Revenons, donc, et essayons de faire voir que c'est de la féconde union du type grotesque au type sublime, que naît le génie moderne, si complexe, si varié dans ses formes, si inépuisable dans ses créations». «Dans la pensée des modernes, au contraire, le grotesque a un rôle inmense. Il y est partout; d'une part, il crée le difforme et l'horrible; de l'autre, le comique et le bouffon. Il attache autour de la religion mille superstitions originales, autour de la poésie mille imaginations pittoresques. C'est lui qui sème à pleines mains dans l'air, dans l'eau, dans la terre, dans le feu, ces myriades d'êtres intermediaires que nous retrouvons tout vivants dans les traditions populaires» (Cromwell, Préface, IIa, IIb; cito por la edición de Oeuvres de V. H., Bruxell, 1842, tomo II).

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78.       Grotesques, pág. 338, edic. 1859.

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79.       Véase WOLFGANG KAYSER, Das groteske: seine Gestaltung in Malerei und Dichtung, Oldenburg-Hamburg, 1957. Una aguda aplicación del estudio de Kayser a la novela esperpéntica se encuentra en MANUEL DURÁN, Valle Inclán y el sentido de lo grotesco, en Papeles de Son Armadans, octubre, 1966, págs. 117 Y sigs.

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80.       GEORGES MATORÉ, La méthode en lexicologie, Paris, Didier, 953 págs. 65 y sigs.

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81.       Una ligera observación, al pasar, permitirá ver con precisión de qué estoy hablando. Todos los comentaristas de las Sonatas hemos destacado el uso de combinaciones de dos (y de tres) vocablos (sustantivos o adjetivos) como recurso dilecto de Valle Inclán. Pero quizá no hemos insistido lo suficiente sobre el aspecto revolucionario de sus combinaciones. Ese tipo de frase existe muy copiosamente en escritores anteriores. Pereda, por ejemplo, ofrece nutrido repertorio: «Muestra de deferencia y respeto» (Escenas montañesas); «...habían durado la escampa y el sosiego lo estrictamente necesario» (Peñas arriba); «...el horror y la repugnancia de sus convecinos» (Tipos y paisajes); «las pesadumbres y los dolores fueron minándola y consumiéndola» (Peñas arriba); ejemplos de tres: «ofrecer su agonía por blanco a la burla, a la sátira y al escarnio» (Esbozos y rasguños); «rumor continuo, igual, monótono» (Peñas arriba). Podrían sumarse muchos más. Pero, en realidad, lo que hace aquí Pereda no es escribir español, sino la lengua de Cervantes, que es otra cosa. Está preso del prestigio de la lengua clásica, que, de modo admirable, empleó esas combinaciones de voces sinónimas (o casi sinónimas: es posible que para el clásico hubiese algún matiz semántico que, a veces, percibimos y, a veces, no). Observemos el cercanísimo parentesco semántico de esas palabras combinadas. Es el rasgo que Menéndez Pidal analizó tan certeramente en su ensayo sobre La lengua del siglo XVI. En cambio, las combinaciones de Valle Inclán («golpe alegre y desigual»; «niño riente y desnudo»; «lloroso y doctoral»; «fervorosos y torpes». De tres: «calle antigua, enlosada y resonante»: «campanilleo grave argentino, litúrgico», «calle de huertos, de caserones y de conventos»; «la vieja, la noble, la piadosa ciudad»; todos de Sonata de Primavera) revelan una total disonancia entre sus componentes, y solamente el conceptismo interior del escritor, la disciplina mental que les hace funcionar a la vez (como pinceladas superpuestas de cuadro impresionista o puntillista) es el nexo visible. Valle logra dar la impresión de la ciudad antigua, monacal, devota, dormida o despierta bajo el acorde de las campanas conventuales, con la exacta aglomeración de tres conceptos distintos: vieja, noble, piadosa. El rumor del río en Peñas arriba, continuo, igual, monótono, no pasa de ser ligeramente aburrido.

     Ya en La lámpara maravillosa (1916), se habla del «esfuerzo por enterrar la prosa castiza». Y es de destacar que aún no se sabía bien en España en qué consistía la prosa castiza: el ensayo de Ramón Menéndez Pidal es de 1933. Como ha vuelto a ocurrir en varias ocasiones, el instinto del creador ha ido por delante de la meditada observación del filólogo.

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82.       EUGENIO NOEL, en esta dirección, puede emplear voces como niñibilis 'niño flamenco, agitanado', y Ricardíbilis, donde se da el mismo matiz burlón a un nombre de pila. (Señoritos chulos..., págs. 156 y 78, respectivamente.)

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83.       Dejar cortinas la encuentro en PÍO BAROJA (Juventud, egolatría, Ob., V, pág. 218), por cierto acompañada de comentario muy valioso sobre el clima social de la expresión.

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84.       Ser un pipi, pipiolo; coger a uno de pipi, son muy abundantes. Figura ya en CASERO (Los gatos) y lo emplean RICARDO BAROJA (Gente del 98) y PÉREZ DE AYALA (Troteras y danzaderas).

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85.       De boquilla, 'charla o discusión no acompañadas de actos' la encuentro usada en Churro Bragas y en ¿Cytrato? ¡De ver será!, entre otras del género, donde es frecuente. En otras esferas, aparece en CAVIA, Cháchara, y en PÉREZ DE AYALA, Troteras y danzaderas.

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86.       Son abundantes los rasgos de madrileñismo en el habla de Luces de bohemia. Entre los más significativos, añadiré los siguientes: Tendencia a reducir las palabras, dejándolas en su primera mitad, que sirve como índice de reconocimiento. Es procedimiento para extremar la familiaridad con lo local y exagerar crípticamente la cercanía que con determinadas cosas se tiene: La Corres 'La Correspondencia de España', nombre de un periódico; Don Latí 'don Latino', usado, por cierto, cuando este rasgo estilístico está muy vivo; propi 'propina'; pipi 'pipiolo'; delega 'delegación de orden público, comisaría'. Es el mismo caso de los entonces generales (hoy apenas se oyen) la Bombi 'La Bombilla. barrio de la ciudad', y el Campi 'el Campillo del Mundo Nuevo'; jipi 'jipijapa', 'una clase de sombrero'; preve 'la prevención, oficina gubernativa'; etc. También es madrileño lo cual con un antecedente un tanto amplio: Habrá que darle para el pelo. Lo cual que sería lástima. El achulapamiento de la frase ¿te caminas?, entre conminatoria, suplicante o amenazadora, es también índice local del habla. Redondea la impresión de la afectación barriobajera madrileña de hace unos lustros, el uso frecuente de cultismos estridentes en medio de las palabras de ámbito plebeyo. Compárense, por ejemplo. «¡No introduzcas tú la pata, pelmazo!»; «¡Un café de recuelo te integra!», «¡Pudiera! Yo me inhibo»; etc. Finalmente, recordaré algunas frases que cargan la tinta madrileña a lo largo de la conversación: Ya queda registrada arriba por un casual, añadamos estar marmota 'estar dormido'; dar morcilla 'enviar a uno con cajas destempladas'; no dar ni los buenos días 'encarecimiento de la avaricia' (también se decía no dar ni la hora); cambiar el agua de lo aceitunas 'orinar'; ¡me caso en Sevilla! 'eufemismo para disimular la violencia o la blasfemia'; dar para el pelo 'golpear, dar una paliza'; ¡Que te frían un huevo! también 'expresión despectiva, reprobatoria', que convivió con ¡Que te frían un Citroën!, torcer la gaita 'poner cara de disgusto'. Ya exclusivamente madrileña es la cita de El que no pasa por la calle de la Pasa no se casa, empleada por la Pisabién, para recomendar a Don Latino que se case con su madre. En la Calle de la Pasa estaban las oficinas de la Vicaría, donde era forzoso arreglar la documentación matrimonial.

     Frente a esta riqueza de vitalidad madrileña, popular, los rasgos incultos, vulgares, son muy escasos. Tan sólo algunos en boca del sereno que detiene a Max Estrella (sus por 'os'; por cierto que Max llama al sereno troglodita asturiano: las revistas literarias de la época están bastante nutridas de trogloditas, indudablemente con el valor de 'cavernícola, reaccionario'), de la vecina que descubre a Max muerto (señá, apegarse) y de la Lunares (cuála, dilustrado). El valor estilístico de estos vulgarismos es clarísimo y eficaz.

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87.       El léxico madrileño surge, en Luces de bohemia, con pujanza insorteable, mezclándose los cultismos extraños, los gitanismos y las creaciones momentáneas con estrecho vigor. Una breve lista, puramente enunciativa, nos ilustrará apañar 'robar'; beatas 'pesetas'; bocón 'boceras, charlatán'; cañí 'gitano'; cate 'golpe, bofetada' (figura en alguna de las parodias); dejar cortinas 'dejar residuos o restos de bebida en la copa en que se bebe', frase que también encuentro en Pío Baroja; curda 'borracho'; chalao 'loco, chiflado', de muy frecuente empleo en la literatura popularista anterior; chola 'cabeza', dimanar 'causar, provocar', verbo que se utilizó con valores aproximados (Arniches, por ejemplo, en La pareja científica); faltar 'ofender', ya general en todo el dominio hispánico, fiambre 'cadáver'; gatera 'tunante, calavera, sinvergonzón'; guindilla 'guardia de orden público'; guipar 'ver, mirar'; llevar mancuerna 'recibir una paliza, un tormento de cualquier tipo'; ¡naturaca! '¡naturalmente!', voz de cuya novedad en los medios en que nos estamos moviendo da pruebas Eugenio Noel (Señoritos chulos..., pág. 319); pájara 'mujer, hembra, con alguna connotación peyorativa'; panoli 'tonto, bobalicón', ya usada en el siglo XIX (Galdós, Pardo Bazán, Casero, el género chico); papel 'periódico', aún vigente entre los vendedores; pápiro 'billete de banco', que se oye todavía y también fue empleado en Troteras y danzaderas; punto 'sujeto avispado, perdulario, golfante', pela 'peseta'; pupila, tener pupila 'tener cuidado, avivarse, catar listo' (en Troteras y danzaderas es aún más madrileño: púpila); servidor, servidorcito 'yo'; soleche 'pelmazo, tonto, latoso'; sombrerera 'cabeza'; susodicha, voz muy empleada, extraída del lenguaje leguleyo; vándalo, ser o no ser vándalo 'bestia, bruto', etc.

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88.       Ver GEORGES MATORÉ, L'espace humain, Paris, 1962.

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89.       Recuérdese que P. Muñoz Seca recurrió también al cine en alguna ocasión. Así sucede, por ejemplo, en Trampa y cartón, donde hay algunas secuencias cinematográficas, interpretadas por los mismos actores que hacían la representación teatral. Trampa y cartón; se convirtió en zarzuela en 1920.

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90.       E. SPERATTI, ob. cit., pág. 92 (basándose en otros textos); J. MONTERO PADILLA, en su prólogo a La pareja científica, de Carlos Arniches; J. F. MONTESINOS, en Modernismo, esperpentismo, o las dos evasiones, en Revista de occidente, noviembre-diciembre, 1966, págs. 155-156 y 161.

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