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«Atala», de Chateaubriand, en la traducción de Pascual Genaro Ródenas (1803)

Giné Janer, Marta

Genaro Ródenas, Pascual (trad.)





La obra tal vez más popular de Chateaubriand, Atala (1801), se enmarca en los relatos escritos por el autor, tras la muerte de su madre (hecho que, según la crítica, supuso un retorno a la religión de la infancia), en favor de la defensa y la restauración del ideal cristiano. En este grupo de obras hay que incluir René (1802), Le génie du christianisme (1802) y Les martyrs (1809). En todas ellas el autor busca un sostén espiritual para su existencia. Más adelante, al entrar en la carrera política, Chateaubriand destacó por la redacción de artículos penetrantes que hacen de él un periodista combativo, amén de un ensayista histórico. Pero, sin duda, su obra más significativa son las Mémoires d'outre-tombe, su autobiografía, calificada como epopeya personal, especie de poema épico y lírico cuya lectura no podemos sino recomendar.

Bretón que reivindica su origen (región poética por antonomasia), Chateaubriand fue marcado también por una estancia en América, entre el 10 de julio y el 10 de diciembre de 1791. Atala recoge la idea de la religión como fuente de sensibilidad, asociada a la naturaleza exótica, bárbara incluso, del Nuevo Mundo y la melancolía y las pasiones. Chateaubriand realizó el primer esbozo de la novela durante su estancia en Londres (donde se refugió durante la Revolución francesa) pero lo remodeló para englobarlo en Le génie du christianisme, como ilustración del capítulo «Harmonie de la religion chrétienne avec les scènes de la nature et les passions du cœur humain»; sin embargo, Atala fue publicada en 1801, como novelita suelta.

Atala se presenta como un relato que el viejo indio Chactas, de la tribu de los Natchez, hace a René, exiliado en América. La acción se sitúa en Luisiana, en el siglo XVIII. Chactas se había enamorado, a los 19 años, de una india cristiana, Atala, perteneciente a una tribu enemiga de los Natchez. Ella salva a Chactas, prisionero, de la muerte. El amor entre ambos es imposible a pesar de la intervención de un misionero, el padre Aubry, que quiere casarlos. Atala se envenena y revela su negativa al matrimonio antes de morir: su madre, india cristiana, al nacer ella casi moribunda, juró a la Virgen que su hija no se casaría nunca si lograba sobrevivir. El padre Aubry y Chactas la entierran.

Edgar Allison Peers (1924) fue el primero en realizar un análisis de conjunto de la recepción de Chateaubriand en España mostrando cuán significativa fue ésta y apuntando que la importancia que el cristianismo tuvo en la obra del bretón pudo ser el origen de esta atracción.

La traducción de Atala de 1803 fue la primera versión publicada en España de los textos de Chateaubriand. Le siguieron El genio del cristianismo, René y Las aventuras del último Abencerraje en una primera época de éxito que iría hasta 1830, mientras que, después, el interés se centraría en las obras más políticas del autor francés, para decrecer, en su conjunto, a partir de 1860.

A lo largo del tiempo, la recepción de Atala fue muy significativa en el conjunto de la recepción de Chateaubriand en España, como resalta J. Sarrailh, quien examina los presupuestos estéticos, históricos y culturales en general que explicarían el éxito: «Ainsi, plus de quinze fois, de 1801 à 1832, le roman de Chateaubriand fut publié en castillan. [...] Toute l'Espagne en fit son livre de chevet?» (1933: 55). Y más adelante continúa: «tant que dura la persécution de l'esprit, jusqu'à la mort de Ferdinand VII, Atala connut un des plus grands succès dont on ait gardé la mémoire au-delà des Pyrénées» (1933: 75-76).

Efectivamente, como el propio Cabrerizo señaló en su momento (1843): «Cuando a principios de este siglo leyeron los españoles la Atala, sorprendioles el nuevo género de novela con que el joven Chateaubriand acababa de enriquecer la literatura; y [...] no pudieron menos de prendarse de aquella narración tan fácil y animada, de las variadas y magníficas descripciones, el florido lenguaje, y aquella poesía, en fin, tan brillante a la vez y tan sencilla como el país y las costumbres que describe».

Ya en el siglo XX, el erudito P. Grases (1954) estudia la influencia de Chateaubriand en la literatura romántica hispanoamericana y señala que «la repercusión literaria de Atala en Hispanoamérica es impresionante» indicando también esas repercusiones. En definitiva, es una obra clave en la recepción del autor en todo el ámbito hispano.

La traducción de Atala que aquí nos ocupa, publicada en Valencia por José de Orga en 1803, es la primera edición hecha en España. Consta de 163 páginas, con una lámina. Está realizada a partir de la edición original francesa de Atala. El traductor se cita únicamente por las iniciales P. G. R. y, según Sarrailh (1933: 49), estas iniciales corresponden a Pascual Genaro Ródenas.

Se inicia con una dedicatoria a la Sra. R. G. T., desconocida para nosotros aunque -probablemente- de origen americano, por el texto de la citada dedicatoria. Sigue una «Advertencia» del traductor que señala las dificultades que la obra de Chateaubriand entraña para su traducción, dificultades que residen -en su mayor parte- en el vocabulario de la naturaleza y en el uso metafórico del lenguaje -según el traductor-, quien termina señalando el carácter novedoso de la obrita y el interés que supone mostrar «el combate de su corazón agitado entre la religión y el amor».

Siguen algunos extractos (lo que se indica por la inserción de espacios en blanco) del «Prefacio» puesto por Chateaubriand a su primera edición de Atala, con una nota explicativa del traductor a pie de página. Es significativo observar qué párrafos se reproducen y cuáles no: aunque el traductor afirme que ha «traducido» sólo lo que contemplaba preciso para dar idea de la obra, omitiendo lo que tocaba directamente a su [por Chateaubriand] persona», en realidad, a causa de la censura eclesiástica, observamos que se han suprimido los párrafos de Chateaubriand sobre el rol del cura y las reflexiones sobre la religión cristiana en la actualidad (y en estos casos, es significativa la ausencia de espacios en blanco). Ya en su artículo, Sarrailh (1933) señala que la obra tuvo que luchar contra las opiniones negativas de los escritores ortodoxos y de la Inquisición.

Viene a continuación el corpus de Atala, con el «prólogo» del autor y la «narración» con la distribución en capítulos del original francés. Se incluyen prácticamente todas las notas a pie de página que Chateaubriand puso para explicar términos propios de la civilización americana y el traductor añade algunas otras de tipo explicativo. Como señala J. Sarrailh (1933: 50) esta traducción no presenta muchos galicismos pero es «gauche et peu élégante», opinión que no podemos sino compartir.

Y, hecho significativo para situar la sociedad de la época, aunque el texto de Atala, en conjunto, se ha traducido en su totalidad (es interesante constatar que el traductor sigue a Chateaubriand incluso en la transcripción de palabras o frases en cursiva), se han suprimido frases, juzgadas inmorales para la época. Así, el sensual baile de las dos vírgenes indias, en el transcurso de los «jeux funèbres», se transforma en: «sus senos se estrechan, sus bocas se encuentran», quedando el párrafo completamente incoherente. O, más adelante, se suprime el pasaje en el que Atala y Chactas, al descubrir la unión fraternal que se superpone a su amor, están a punto de abandonarse a su cariño. Otro detalle significativo: el fragmento en el que se hace alusión al perdón para la oveja descarriada del rebaño cristiano también se ha suprimido, suprimiendo así la noción de la magnanimidad divina del perdón (original francés: «Si vous aviez succombé, eh bien! pauvre brebis égarée, le bon Pasteur vous aurait cherchée, pour vous ramener au troupeau»), de la misma manera, la evocación de la entrada de Atala en el paraíso cristiano ha desaparecido. Igualmente se ha eliminado la referencia a la posibilidad, para el hombre, de llegar a ser Dios si fuera constante en sus afectos (original francés: «la solitude et l'amour l'égaleraient à Dieu même») y la frase «ô vanité des vanités».

El resultado es, pues, un libro mutilado en su mensaje más íntimo para insistir en la severidad del mensaje católico; sin embargo, sabemos que, para Chateaubriand (1800), «la religion chrétienne, en retenant ce que celle de Moïse avait de sublime, en a adouci les autres traits. Faite pour les misères et pour les besoins de notre cœur, elle est essentiellement tendre et mélancolique. [...] Le Dieu qu'elle offre à nos adorations est le Dieu des infortunés; il a souffert lui-même, les enfants et les faiblesses sont les objets de sa prédilection, et il chérit ceux qui pleurent».

El desacuerdo, pues, es total, entre la visión del gran romántico francés y la visión española De todas formas, señalemos que la crítica francesa del momento tampoco entendió esa religión natural que amaba el escritor. Él mismo era consciente de ello y resumió esas críticas en la Défense du Génie: «Pourquoi l'auteur ne s'est-il pas contenté d'employer les raisonnements de la théologie? Pourquoi ne s'est-il pas servi de cette logique sévère qui ne met que des idées saines dans la tête des enfants, confirme dans la foi chrétienne, édifie le prêtre et satisfait le docteur?» (Chateaubriand 1978: 1098).

Que Atala tuvo gran éxito es cierto por el número de ediciones que, tras ésta de 1803, surgieron. Esa recepción ha sido estudiada por Sarrailh (1933: 41-81) hasta el año 1833. Por su parte, M. Rodríguez de Rivas (1949) cita y estudia a grandes pinceladas las traducciones de Atala hasta 1827. Finalmente, J. F. Montesinos (1982: 171-175) establece un repertorio de las traducciones de Chateaubriand entre 1801 y 1854, amén de eruditos y perspicaces comentarios sobre el autor y su recepción. Estos artículos, así como las propias investigaciones, han permitido corroborar que, desde el primer momento, hubo numerosas versiones de la novelita de Chateaubriand.

El éxito de esta versión de 1803 es seguro pues existe una reimpresión en Valencia, por la imprenta de J. Ferrer de Orga, en 1813 (en 164 páginas), que sigue las mismas características de la traducción realizada, en esa misma ciudad, en 1803, es decir, la primera edición hecha en España. Más adelante (1823), en Valencia se hace otra reimpresión de la edición de 1803. Y aún otra reimpresión en la misma ciudad, en la imprenta de J. Ferrer de Orga, en 1828.

Sin embargo, esta primera edición se vio nublada, en sus inicios, por diversas acusaciones. Al analizar la recepción de Atala en España J. Sarrailh (1933) sigue a Peers, quien ya indicó que una primera traducción de Atala en español se realizó en Francia, en el mismo año de la publicación del original francés, pero es Sarrailh quien primero señala, citando las Memorias de fray Servando Teresa de Mier (1946: 245), que la traducción valenciana de 1803, firmada por P. G. R., es, en realidad, una reimpresión de la traducción de 1801, realizada por el propio fray Servando, si bien firmada por Samuel Robinson, seudónimo del caraqueño Simón Rodríguez, el futuro maestro del libertador Simón Bolívar: «Se imprimió con el nombre de Robinsón, porque éste es un sacrificio que exigen de los autores pobres los que costean la impresión de sus obras. [...] Ródenas en Valencia hizo apuesta de traducir la Atala al castellano en tres días, y no hizo más que reimprimir mi traducción [...] tuvo, empero, la prudencia de no poner en la fachada sino las iniciales de su nombre, por si se descubría el robo». Más tarde, P. Grases (1955) cotejó ambas traducciones y concluyó que la traducción de Ródenas es distinta de la que Mier se atribuye. Se deshizo pues el entuerto.

Aparte de la traducción de P. Genaro Ródenas, circularon por la España de principios del siglo XIX otras versiones de Atala: así, existe una realizada por Torcuato Torío de la Riva, impresa en Madrid en 1806, bastante libre respecto del texto de Chateaubriand, que tuvo varias reimpresiones en los años siguientes. También se hizo una adaptación de la novelita para la escena, en forma de tragedia (1827), y circuló asimismo una canción sobre la protagonista. Para Sarrailh (1933: 80-81): «À l'école de Chactas, les jeunes Espagnols ont appris, à contempler "immobiles", des "heures entières", la cime des lointaines forêts, ou à regarder tristement couler l'onde des fleuves. Ils ont associé la Nature à leurs sentiments les plus profonds: les paysages sont devenus des états d'âme. La passion fougueuse et qui emporte tout leur est désormais apparue comme l'unique raison de vivre, la seule puissance capable de conférer une valeur réelle à l'existence». En definitiva, como indica Montesinos (1982: 69), Atala constituyó «sin disputa uno de los libros de más éxito del siglo», pieza clave en la difusión de las ideas románticas en la Península.






Bibliografía

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