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Acto segundo

 
El antro de los sacrificios. Gruta tallada en la roca, alumbrada por teas que llevan los soldados. Al levantarse el telón aparecen divididos en grupos los sacerdotes alanos, arrojando sus varillas adivinatorias sobre un lienzo que les sirve de tapiz: el sacrificador ostrogodo, rodeado de los arúspices rujos, y con las manos metidas en las entrañas de una víctima, consultando las palpitaciones de ésta, y el hechicero de los hunos blancos, evocando los espíritus de los muertos, al son del tambor mágico, que tañe con una sola mano mientras que sus satélites, con los brazos extendidos diagonalmente y en el éxtasis de la inspiración, giran en derredor suyo y sobre sí mismos. En el fondo ATILA, sentado sobre un escabel, espía los menores movimientos con febril ansiedad. A su lado están ARDARICO, los REYES y dignatarios. ILDICO a sus pies, escucha resignada.
 
Escena I
 

ILDICO, ATILA, ARDARICO, REYES, SOLDADOS, SACERDOTES, ARÚSPICES, HECHICEROS.

 
ATILA No la suerte ya próspera o adversa
al destino interrogo de mis armas,
que a los pies de la paz quemando incienso,
del ocio en el sopor duerme mi espada.
Huérfano el cinto, la rodilla ausente 615
del flanco del corcel y el brazo en calma,
para luchar nacido en otras lides
con rudo encono el corazón batalla.
Por acallar de la justicia el grito
que bajo el muro resonó de Mantua, 620
hoy de Etzelburgo en el palacio regio
con Ildico mis bodas se preparan.
Mas de su muerte la feroz sentencia
mi amor repugna y mi piedad rechaza,
y en el antro profético os convoco 625
con voz doliente demandando gracia.
Sacerdotes, alanos, al destino
los secretos robadle del mañana:
arúspice ostrogodo, de tu víctima
sorprende la clemencia en las entrañas; 630
y tú, hechicero, de mis hordas hunas
que el parche hiriendo a los sepulcros llamas,
haz que los manes de los muertos sean
propicios a su vida amenazada.
SACERDOTE Tres veces el enlace misterioso 635
sobre el blanco cendal pedí a la magia,
y las tres con fatídico presagio
los signos respondieron: ¡muere o mata!
ATILA Oscuro enigma. Mas tu fallo espero
que revoque el arúspice.
ARÚSPICE                                         Te engañas: 640
en dos partido el corazón, presenta
la víctima a mis ojos, y nefasta
la ciencia del augur, la muerte pide
para librarte ¡oh rey! de la venganza.
ATILA ¡Los dioses me abandonan!
(Al HECHICERO.)             ¿Son los muertos 645
implacables también?
HECHICERO                                     Sañudos rasgan
la nupcial vestidura, y su sudario
con sus rígidos huesos me señalan.
ATILA ¿El hado me es adverso?
LOS TRES                                          Sí.
ATILA                                               ¿Su suerte
no os es dado cambiar?
LOS TRES                                        No.
ATILA                                              ¡Desgraciada! 650
Suplícales también; que mienten diles
vengativa al juzgarte.
ILDICO                                     En vano clamas.
Déjame ser quien soy; a la impostura
no se humilla jamás la fe cristiana.
ATILA Rogaré por los dos. Hecho pedazos 655
mi corazón mirad a vuestras plantas.
Yo os daré una hecatombe por su vida;
su hermosura y mi amor os lo demandan.
LOS TRES ¡Imposible!
ATILA                     ¿Perdón!
LOS TRES                                    ¡Jamás!
ATILA                                                  El polvo
por vez primera mi rodilla mancha. 660
¡Compasión para entrambos!
LOS TRES                                                 ¡Nunca!
ATILA                                                               ¿Nunca?
Pues bien, ya no os suplico: el rey lo manda.
Forzaros quiero a deponer las iras;
no amedrentan mi espíritu esas farsas
con que el miedo trocando en sacerdocio 665
al armado valor vencéis sin armas.
Yo soy mi religión; a mis pasiones
mi brazo altares por doquier levanta,
y más númenes sacros no consulto
que los tajantes filos de mi espada. 670
Oráculos, justicias, dioses, leyes
los nombres fueron que la fuerza usaba;
mas la fuerza una vez llamose Atila,
y Atila desde entonces se los llama.
(Movimiento general de sorpresa. ARDARICO avanza solemne y dice a ATILA:)
ARDARICO «Si a los preceptos que nos rigen vieras 675
que alguien valido en su poder faltara,
húndele tu puñal sin que tu mano
vacile ni ante el pecho del monarca.»
Así hablaste al poner sobre mis hombros
y haciéndome oscilar del juez la carga. 680
No me digas tu nombre, no me importa;
la justicia al herir vuelve la cara.
(Desnudando el puñal.)
¡Muere!
ATILA (Aparte a ARDARICO, deteniéndole.)
               (De la obediencia del soldado
el ejemplo del rey la norma traza;
tu acción aplaudo y a fingir me obligo; 685
la salud de mi pueblo me lo manda.
Mas si al deber sucumbo aquí en secreto,
mi voluntad su vida te reclama;
y yo sé que los cielos han de oírte,
(Con irónica sonrisa.)
porque mi fe y la tuya son hermanas. 690
Prisionera la entrego a tu custodia;
en su espíritu infunde la esperanza
mientras yo ante esa imbécil muchedumbre
disfrazo de dolor mis carcajadas.)
(Alto a los demás.)
Hechiceros, augures, sacerdotes, 695
mudo es el crimen; mi silencio os basta;
partamos. (¡En mi indómita bravura
el ser vencido aun por ficción me espanta!)

(Vanse ATILA y su séquito y la escena queda alumbrada por una sola tea, sujeta con garfios a la roca.)

 
Escena II
 
ILDICO, ARDARICO.
 
ARDARICO (Llegó el momento: la emoción me agita
y se anuda la voz en mi garganta. 700
Inútil vacilar. Rugid, pasiones,
y desbordad del pecho que os encauza.)
Ildico, junto al tálamo el verdugo
a cortar la existencia se prepara.
¿No te asusta morir?
ILDICO                                    Para el creyente 705
sólo empieza la vida cuando acaba.
ARDARICO ¿Y no temes acaso que al perderla
se disipen tus sueños de venganza? (Con misterio.)
ILDICO Siempre el tiempo al castigo otorga un día:
que si la muerte el hombre del hoy salva, 710
la eternidad para cumplir las deudas
tiene un hoy sin ayer y sin mañana.
ARDARICO Mas perder juventud, belleza, trono...
ILDICO Torturarme imaginas y te engañas:
el honor me devuelven, soy dichosa; 715
me libertan de Atila, estoy vengada.
ARDARICO ¿Y si yo la segur de la justicia
lograse detener con mi pujanza?
(Pausa, durante la cual ILDICO le lanza una mirada escudriñadora.)
ILDICO Te escucho: el precio di; pero al hablarme
mi faz observa y si enrojece, calla. 720
ARDARICO A tus encantos la razón perdida
juez inflexible condené tu causa,
para poder ser dueño en este instante
de encerrar en mi mano tu esperanza.
Mía serás; mi voluntad lo ordena. 725
ILDICO ¡Cuánto en subir al rostro el rubor tarda!
ARDARICO Yo te puedo salvar o aniquilarte.
Entre amarme o morir, elige.
ILDICO                                                 Mata.
ARDARICO Eres de roca.
ILDICO                       La materia impura
al homicida hierro siempre es blanda; 730
mas la virtud es aire que al herirle
con el mismo puñal se le separa.
ARDARICO Pues bien, mujer sublime, yo a tu acento
en súplica trocando la amenaza,
vengo a rogarte que tu amor me otorgues 735
en cambio de mi mano y de mis lágrimas.
(Sorpresa en ILDICO.)
De mis lágrimas, sí: tú no concibes
que en mis mejillas por el sol tostadas
pueda el dolor rodar fundido en llanto
huyendo al ver la soledad del alma; 740
mas tú no sabes que en oscura noche
sume mi vida impenetrable gasa,
y que la luz perdida en mi existencia,
yo al ocaso pregunto si es el alba.
No conocí jamás ni la temida 745
autoridad de un padre, ni la casta
caricia maternal.
ILDICO (Compasiva.)     ¡Ah! ¿Los perdiste?
ARDARICO ¡Ojalá que perdidos los llorara!...
En las hordas de Atila, como el viento
barre el bosque y los gérmenes arrastra 750
que la tierra fecunda, el hombre nace
en los pliegues envuelto de una ráfaga.
ILDICO (¡Oh! ¡Con igual acento de amargura
el hijo llorará de mis entrañas!)
ARDARICO ¡Ámame por piedad!
ILDICO                                   Aunque ofendida, 755
no me es dado mirarte ya enojada;
mas tente, que si mi honra no se queja,
más sensible otra fibra me desgarras.
Por el dolor marchita mi hermosura
rechacé tu niñez.
ARDARICO                             ¡Quimera vana! 760
¡Ámame!
ILDICO                  No lo intentes... (¡A medida
que se va la mujer, la madre avanza!)
ARDARICO No en mitad del camino me abandones
de mi existencia triste y solitaria.
ILDICO (¡Atrás, necia ilusión!)
ARDARICO (Tomándole la mano.) ¡Ildico bella!... 765
Responde.
ILDICO                   (¡Aquí, honor mío!... ¡O hiero o callas!)
(Arrebata el puñal a ARDARICO y se amenaza el pecho con él.)
ARDARICO ¡Espíritu indomable!... ¿Qué pretendes?
(Quitándole el puñal.)
ILDICO Tu silencio comprar.
ARDARICO                                   Oye, insensata.
Pues ni los ruegos ni la fuerza logran
triunfar de ti, mi vengadora saña 770
a desbordarse corre, y del verdugo
toma el amante la sangrienta plaza.
ILDICO ¡Qué importa!
ARDARICO                         Mas no en brazos de la muerte
trocando el nupcial velo por la palma
del martirio, caerás con tu sonrisa 775
insultando el rigor de la guadaña.
¡Al tálamo no irás; quiero en tu rostro
(ILDICO se horroriza.)
ver pintados los signos de la rabia,
y saber que al morir, de la deshonra
el caliente rumor te invade el alma! 780
ILDICO ¡Eso nunca!... ¡Piedad!...
ARDARICO                                          ¿Y tú la tienes
de mi acerbo sufrir?
ILDICO                                  ¡Oh, desdichada!
ARDARICO ¡Tu amor!
ILDICO                  ¡Es imposible!
ARDARICO                                          ¡Pues tu vida!
ILDICO (¡Inspírame, Señor!) (Levantando los ojos al cielo.)
ARDARICO (Amenazante.)        ¡Mi acero aguarda!
No vaciles, responde.
ILDICO                                     Ve mi angustia. 785
ARDARICO Mi ansiedad mira tú. (Avanzando.)
ILDICO                                   Detén la planta.
ARDARICO ¡Pronto!
ILDICO               ¡Atrás! (Retrocediendo.)
ARDARICO                            Es inútil.
ILDICO (Inspirada por una idea.)   ¡Soy tu madre!
ARDARICO (Deteniéndose anonadado.)
¡Ah! ¡Mi madre! ¡Perdón!
ILDICO                                            (¡Dios mío! ¡gracias!)
(Descansando de su lucha. -Pausa.)
ARDARICO Ya no estoy solo: por la vez primera
el rutilar de un astro me acompaña. 790
¡Mi madre! ¡Cuál colúmpiase en mi oído
la dulce vibración de esa palabra!
Déjame verte: en tu segunda forma
complácese mejor la vista avara.
Déjame verte, que de cuatro lustros 795
la deuda está cumpliendo la mirada;
a tus maternos brazos las caricias
que el tiempo me robó piden mis ansias.
ILDICO ¡Oh! ¿qué intentas?
ARDARICO                                  ¿La madre lo pregunta?
ILDICO (¡Voy a hacerme traición!)
ARDARICO                                             Mas... ¡cómo! ¿Pálida 800
doblas la frente y en silencio gimes?
¡Oh! ¡sospecha infernal!
ILDICO                                         ¡De ti la aparta!
ARDARICO No eres mi madre tú.
ILDICO                                    Lo soy; mas temo
que aun del hijo el contacto arroje infamia.
ARDARICO ¡Horrible duda! Si a mis ojos quieres 805
digna del nombre ser que me consagras,
sin vacilar hasta mi frente llega
y encima el labio pon: está sin mancha.
ILDICO (¡Dios mío!)
ARDARICO                       De otra suerte tu impostura
con tu propio silencio me declaras. 810
ILDICO (¡Valor!) (Avanza hacia él con paso lento.)
ARDARICO                 (¿Iré a perderla?)
ILDICO                                              (¡No, no puedo!)
¡Te he mentido!
(Después de llegar hasta él y tras un esfuerzo inútil.)
ARDARICO (Con profundo dolor.) ¡Ah, cruel!
ILDICO                                                          ¡Mátame!
ARDARICO                                                                           ¡Aparta!
(Con amargura, mas sin violencia.)
¿Qué me importa tu vida, si ha venido
la ventura a dar cuerpo a mis desgracias,
como brilla el relámpago en el cielo 815
para enseñar las nubes que te empañan?
No temas ya a mi enojo, que en la mente
la ilusión al pasar deja su traza.
Cuál te hubiera yo amado a ser mi madre
si el mentírmelo sólo me desarma. (Pausa.) 820
Tus días salvaré.
ILDICO                             Tanta nobleza
la sangre acusa en ti de una gran raza.
ARDARICO Fui la tuya un momento y yo te pago
aprendiendo a ser digno de tu patria.
Torno a mi soledad y redimido, 825
(Tomando la mano a ILDICO.)
mi mano sella de amistad la alianza.
ILDICO ¿Quién te enseñó a vengarte?
(Dándole la suya con gratitud.)
ARDARICO                                                  ¿Quién? Tu Iberia
al mandarme su aliento en una ráfaga.
¿Pero qué ven mis ojos? ¡Este anillo!...
(Reparando en el que lleva ILDICO.)
ILDICO (¡Cielos! ¡Perdida soy!)
ARDARICO                                        No temas; habla. 830
¿Quién te le dio? responde:
ILDICO                                              Mas...
ARDARICO                                                          No mientas.
ILDICO Un general romano.
ARDARICO                                  Escio se llama.
ILDICO ¿Escio?
ARDARICO                Sí; que del mundo agonizante
movido a compasión, la fiera saña
va a aniquilar de Atila, y desde Roma 835
la rebelión fomenta. De sus arcas
el oro te entregó.
ILDICO                              Medita...
ARDARICO                                              Entiendo:
de mi lenguaje audaz la prueba falta;
este anillo labrado a par del tuyo
de testimonio sirva a mis palabras. 840
(Mostrando uno.)
ILDICO Yo soy quien buscas. Mas ¿por qué tu brazo
vengador sobre Atila se levanta?
ARDARICO Donde tiranos hay no se pregunta
por qué la libertad blande su espada.
¡Cómo el destino por extrañas artes 845
nos une en el deber!
ILDICO                                  Sí; mas repara
que el derecho de herirle no me usurpen;
es el precio que puse a mi embajada.
ARDARICO En busca vuelo, pues, de mis parciales;
y acaso el nuevo sol vertiendo galas, 850
como brillar Judit lo vio en Betulia
su cadáver alumbre y tu venganza.
ILDICO Pronto, corre, que el tiempo a mi impaciencia
no habrá dado jamás noche más larga.
ARDARICO Parto. (Vase.)
ILDICO           ¡Oh! las que lloráis mujeres todas... 855
¡qué hermoso despertar tendréis mañana!
 
Escena III
 

ILDICO, y a poco ZERCÓN, que aparece por una pequeña abertura practicada en el suelo junto a la roca.

 
ILDICO En mi intranquila emoción
cada instante transcurrido
traducen por su latido
las fibras del corazón; 860
y a querer de la impaciencia
recoger mi pecho el fruto,
toda entera en un minuto
palpitara mi existencia.
Seres que perdidos lloro, 865
va a cumplirse vuestro plazo,
mas si vacilara el brazo,
prestadle ayuda, os lo imploro;
y para impedir quizá
que os cubra de odiosa afrenta: 870
-¡Ildico, -gritadme, -alienta!
ZERCÓN ¡Ildico, alienta! (Con voz apagada.)
ILDICO                           ¿Quién va?
ZERCÓN Yo.
ILDICO        ¡Zercón! ¡Respiro!
ZERCÓN                                       ¡Qué!...
¿Temiste?...
ILDICO                      Que fuera tarde.
Soñaba que era cobarde: 875
mas por fortuna soñé.
ZERCÓN Pronto: esta oculta salida
que con mis manos abrí,
para llegar hasta ti,
robe al verdugo tu vida. 880
ILDICO ¡Me propones!...
ZERCÓN                             El furor
de esos inicuos burlar.
ILDICO Trajéronme a este lugar
mi hijo, mi esposo y mi honor,
¿y huyera en estos instantes 885
traidora siendo a los tres?
¿Si no he de hacerlo después
por qué me lo exiges antes?
ZERCÓN Evita su encono fiero.
ILDICO Suplicas en vano.
ZERCÓN                              Advierte... 890
ILDICO Con la venganza y la muerte
hice pacto y las espero. (Pausa.)
Mas cuéntame. Desde el día
funesto en que la desgracia
entró en nuestro hogar de Tracia 895
sembrando el estrago impía,
hoy solos por vez primera
logramos vernos. ¿En dónde
su existencia mi hijo esconde?
¿Sabe que mi amor le espera 900
o abriéronle acaso allí
junto a su padre la tumba?
Habla, aunque al dolor sucumba.
ZERCÓN Escúchame atenta.
ILDICO                                Di.
De tu esposo esclavo fiel 905
secundando la pujanza,
hallábame en la matanza
de aquella noche cruel;
cuando un grito dando Aspar:
-«Volemos, Zercón! -me dijo- 910
«la madre a salvar y el hijo
del incendio del hogar.»
Alas llevaron los pies;
pero al entrar nos hirieron
y esclavo y señor cayeron. 915
ILDICO ¡Ay, triste!
ZERCÓN                    El señor después.
Él allí encontró la muerte;
yo la busqué, pero en vano.
De pronto siento tu mano
la mía estrechar inerte, 920
y explicarte no sabré
mi extraño presentimiento;
pensé en el niño al momento
y halleme al momento en pie.
Tú, aunque exánime, la presa 925
disputábasle a un gelón;
yo al comprender tu aflicción
quise auxiliarte en la empresa,
pero mi sangre manaba;
la angustia te consumía, 930
y en tan horrible agonía
el gelón se lo llevaba.
Siendo ya inútil luchar,
la guarnición esculpida
por el fuego enrojecida, 935
vi del acero de Aspar,
y sobre el hombro desnudo
de aquel ángel inocente
la marca puso candente
de vuestro bético escudo. 940
Luego al dolor sucumbí;
cautivo me desperté,
y aunque el mundo registré
jamás con su huella di.
¡Pero tú!...
ILDICO                   ¿Qué me preguntas? 945
¿Acaso en mi faz no ostento
que a calmar voy el tormento
de todas mis horas juntas?
¿No adviertes en mi semblante
cierta feroz alegría 950
que nadie inspirar podría
sino Atila agonizante?
¿En tu pecho no retumba
la ronca voz de mi encono
al gritar que subo al trono 955
para ver mejor su tumba?
ZERCÓN ¿Qué dices?
ILDICO                      La rebelión
Roma protege, y hoy mismo
de la nada en el abismo
le arrojará la traición. 960
Un gozo siento infernal
al pensar que en breve plazo
tendré un puñal en mi brazo
y su vida en mi puñal.
ZERCÓN ¿Mas si esta noche al festín 965
debe suceder la muerte?...
ILDICO En él con distinta suerte
verá el monarca su fin. (Con misterio.)
Junto a la gruta de Athel
de la Pannonia en la vía 970
hay un pastor, un espía;
toma este anillo; con él (Le da el suyo.)
dueño del oro te harás
que reclaman los alanos,
y de Ardarico en las manos 975
sin tardanza lo pondrás.
ZERCÓN Sí; mas salgamos los dos;
¿de convencerte no hay arte?
ILDICO Cállate, ejecuta, parte,
y que nos proteja Dios. (Vase ZERCÓN.) 980
No tiembles, mano, sé fiel
al vengar a los que gimen:
si verter sangre es un crimen
no es un crimen verter hiel.
De la conciencia insensata 985
no acallo el grito severo;
cuando le pregunto: ¿Hiero?
siempre me responde: ¡Mata!
¿Quién? (Viendo a ATILA.) (¡Mi víctima! Al furor
voy la máscara a poner.) 990
Madre serás; sé mujer:
anda a ganarte el honor.
 
Escena IV
 
ILDICO, ATILA.
 
ATILA Reposo dando a la ficción funesta
que aquí me impuse de mi pueblo en nombre
del monarca la púrpura depuesta, 995
su pequeñez mostrando, llega el hombre.
¿Es cierto, di, que en la ilusión te meces
de mi sangre verter?
ILDICO (Con fingida dulzura.) ¿Qué me preguntas?
Si a la fe del oráculo obedeces,
mi respuesta y tu fe no caben juntas. 1000
ATILA Jamás la conocí. ¿Piensas que al hado
mi indiferente condición perdona?
Un adorno es mi fe que entrelazado
en el cerco encontré de mi corona.
Mas responde: ¿es verdad que de mi muerte 1005
sólo el anhelo tu conducta guía?
ILDICO ¿Y para qué inquirirlo?
ATILA                                        Por poderte
libertar del horror de la agonía;
porque en mi duro pecho con violencia
el amor encendiste con tus gracias. 1010
ILDICO ¿Qué importa que se apague mi existencia
si al hacerme tu esposa el amor sacias?
ATILA Importa, sí, que de letal quebranto
el corazón sucumbe bajo el peso,
y en ti no busco el voluptuoso encanto 1015
que sólo dura el palpitar de un beso.
Vuela tan alto el pensamiento mío,
que sordo del placer al eco inmundo
paréceme que aliento en el vacío,
en el cual sólo tú formas mi mundo. 1020
ILDICO ¿Tanto me amas?
ATILA                              ¡Oh! sí: fundo mis goces
en tu imagen soñar con rudo empeño:
quiero a veces vivir; me llamo a voces,
pero en mí ya no hay vida; todo es sueño.
Ámame por mi amor, no por venganza 1025
sacrifiques tu ser y mi ventura.
Tu enojo al fin depón.
ILDICO                                      ¿Y quién me lanza
el estigma feroz de esa impostura?
ATILA Los oráculos.
ILDICO                        Mienten.
ATILA                                        ¿Y el encono
con que en tu faz brillando la delicia 1030
las gradas escupiste de mi trono
al ir a Italia a demandar justicia?
ILDICO ¿Y cómo tú, para quien nada existe
secreto ante el poder de la mirada,
en mí el dolor de la mujer no viste 1035
que se cree siendo amante despreciada?
ATILA ¿Qué prefieres? Repítelo: mi anhelo
entre la duda y la verdad vacila.
ILDICO Pues ver te impide del pudor el velo,
yo le rasgo a tus ojos: te amo, Atila. 1040
ATILA ¿Que me amas escuché? Supremo instante.
(Extasiado.)
¡Oh! ¡si tú el corazón verme pudieras!
Mas, ¿qué es esto que abrasa mi semblante?
ILDICO ¡Lágrimas! (Mirándole bañado.)
ATILA (Secándoselas avergonzado.)
                   Es la verdad. Son las primeras.
Extraña condición, que de quebranto 1045
se disfrace el placer. Yo no sabía,
hasta que al ser feliz corrió mi llanto,
que también hay dolor en la alegría.
ILDICO Agitadas confúndense las heces
cuando su cáliz la pasión apura. 1050
¡Si supieras, Atila, cuántas veces
se traduce en sonrisa amargura!
ATILA ¡Ildico mía! (Tratando de estrecharla entre su brazos.)
ILDICO (Cruzando los suyos sobre el pecho.)
                    Si por él no alientas,
¿por qué amor me juraste, fementido?
ATILA ¿De él dudas? (Teniéndola estrechada.)
ILDICO                         Sí, porque matarlo intentas 1055
de un beso con el último latido.
¿Esclava o reina soy?
ATILA                                     Reina y señora.
ILDICO Pues déjame ser digna de mi altura.
ATILA Del insensato afán que me devora,
no me culpes a mí, si a tu hermosura. 1060
ILDICO Harás que estrecha cuenta te demande
de lo que iluso llamas tu heroísmo:
no digas que venciste nada grande
faltando que te venzas a ti mismo.
ATILA ¿Qué falta?
ILDICO                     Nada. A tu valor me postro. 1065
(En el colmo de la alegría.)
ATILA Esta noche por fin, esposa mía...
ILDICO (¡Esta noche matar!) (Con alegría.)
ATILA                                   ¿Vuelves el rostro?
ILDICO (Con aparente rubor.)
Trataba de ocultarte mi alegría.
ATILA ¡Cómo busca el espíritu agitado
colocarse a nivel de tu belleza! 1070
Cuando vuelvo la vista a mi pasado
le hallo mezquino ante mi actual grandeza.
Trono y conquistas y poder y gloria
átomos son no más que barre el viento;
cien mundos lleno yo de tu memoria 1075
con cada pulsación del pensamiento.
Impónme el sacrificio más terrible
y al punto tu ambición verás colmada.
Pídeme algo gigante, algo imposible:
vivir sin batallar: rompo mi espada. 1080
ILDICO Eso jamás: si mi pasión despiertas,
si estrechar ambiciono nuevo lazo,
si al entusiasmo al fin abrí las puertas,
¿de quién es hijo iodo? De tu brazo.
De ese brazo sin par, cuya pujanza 1085
se recrea del orbe en el martirio;
porque tu sed de sangre y de matanza
la siento yo también.
ATILA (Con salvaje gozo.)  ¿Sí?
ILDICO                                            Es mi delirio.
¡Cuánto debéis gozar en el instante
de ver la presa a vuestros pies rendida, 1090
consultando el puñal como un cuadrante
que el límite encerrara de su vida!
(ATILA la escucha con interés creciente.)
¡Y al clemencia pediros y negarla!...
¡y al ahogar en insultos su lamento!...
¡y la mano al crispar, y al levantarla! 1095
¿y el momento de herir? ¡Ese es momento!
ATILA ¿Y es tanto tu valor, que del acero
no oscilara al sentir el choque duro?
ILDICO Si llega la ocasión, como lo espero,
tú mismo juzgarás, yo te lo juro. 1100
ATILA Tiemble la tierra, y a nutrir con llanto
de dos sañas se apreste el apetito.
Si sobrio me temió, ¿qué hará en su espanto
al saber que un banquete necesito?
Mas... corro a confundir en mis desprecios 1105
de esa inmunda canalla la insolencia.
¡Con qué placer a los augures necios
arrancaré el perdón de su sentencia!
¡Fuerza es al fin partir, Ildico bella!

(Llegando a ella con los brazos abiertos. ILDICO para evitarlo se deja caer de rodillas.)

ILDICO A tus plantas, señor, mira a tu esposa. 1110
Vida le das.
ATILA                     Porque mi aliento es ella.
ILDICO Parte.
ATILA           Alas llevo. ¡Adiós!
ILDICO                                           Adiós.
ATILA                                                       (¡Qué hermosa!)

(Vase ATILA sin dejar de mirar a ILDICO, que a su vez finge seguirle con enamorada vista.)

ILDICO Corre, que tu existencia en el ocaso
el tibio resplandor último vierte:
corre, que cuanto más vuela tu paso 1115
más deprisa te acercas a la muerte.
 
Escena V
 
ILDICO, ARDARICO, ZERCÓN, VALAMIRO, TEODOMIRO, VIDEMIRO.
 
ZERCÓN (A los que le siguen.)
Entrar podéis; ya partió:
Ildico, los conjurados.
ILDICO ¡Ah!
TEODOMIRO         ¡Salud!
ILDICO                      Salud a todos,
mis amigos, mis hermanos. 1120
ARDARICO Di; ¿contra cualquier sorpresa
prevenidos nos hallamos?
ZERCÓN Seis hombres a la salida
de la gruta hay apostados
y dos acechan ocultos 1125
en la mina del palacio.
Además, si en las tinieblas
hay que explorar, yo me encargo.
Mis ojos son dos antorchas.
ARDARICO Pues el tiempo no perdamos 1130
y cuentas demos del oro
que han recibido los campos.
Roma en Ildico está aquí
y Roma es también del pacto.
(Siéntase en el suelo alrededor del escabel de ATILA.)
Reyes todos sometidos 1135
de Atila al potente brazo,
de su afán juguete somos,
de su poder tributarios.
Su odio nos lanzan los pueblos
al odiar a ese tirano, 1140
y por corona ceñimos
el vil dogal del esclavo.
A hacer añicos el yugo
van hoy por fin nuestras manos.
¿Queréis ser libres?
TEODOMIRO                                  ¡Sí! ¡sí! 1145
ARDARICO ¿Juráis venganza?
TEODOMIRO                               ¡Juramos!
ARDARICO Pues bien, de la rebelión
este es el plan, escuchadlo.
Mientras en festín nupcial
el rey y los dignatarios 1150
solemnemente esta noche
nos hallemos congregados,
las auras de independencia
vendrán el rostro a besarnos:
del cuervo al primer graznido 1155
que imitarán los alanos,
sabréis que ya somos dueños
de la guardia del palacio.
Dado el alerta, esperad
que suene de nuevo el canto; 1160
entonces es que los gépidas
tienen el hurgo cercado,
y que rujos y ostrogodos
al trotar de sus caballos,
baten a las hordas hunas 1165
sorprendidas en sus barrios.
Ese es el momento: caiga
cuanto nos impida el paso,
y al frente de las legiones
o triunfemos o muramos. 1170
ARDARICO ¿Y quién al rey ha de herir?
TEODOMIRO Deja esa empresa a mi cargo.
VIDEMIRO No; que la suerte decida.
ARDARICO Ved que os afanáis en vano.
Roma reclama ese honor. 1175
VALAMIRO ¿Quién lo llenará?
ILDICO                                Mi brazo.
TEODOMIRO ¿Tú?
ILDICO          ¡Yo!
VIDEMIRO                   ¿Una débil mujer?
ILDICO Judit lo fue en igual caso.
TEODOMIRO Mas si a su fuerza sucumbes...
ILDICO He dicho que mato... ¡y mato! 1180
ZERCÓN No temáis: mi previsión
se lo entregará postrado.
TEODOMIRO ¡Cómo!
(Se oye un silbido y todos se ponen en pie.)
ARDARICO               Pero esa señal...
TEODOMIRO ¡Una sorpresa!...
VALAMIRO                             Partamos.
ARDARICO Pronto: apagad esa antorcha. 1185
(La apaga uno de ellos, quedando la escena en completa oscuridad.)
ZERCÓN (Se acerca al fondo.) Un momento: no oigo pasos.
Ilusión sin duda fue.
ARDARICO Tal vez, pero hablemos bajo
y a esta agitada asamblea
demos fin en breve plazo. 1190
¿Decías?...
ZERCÓN                    Que cual copero
del monarca, yo los vasos
custodio de que él se sirve,
en tosco leño vaciados,
y un narcótico mortal 1195
en el fondo he derramado
que esta noche en el festín
irá su ser devorando.
ILDICO Mas si es mortal, mi venganza
llegará tarde. Impidamos 1200
que ese licor acreciente
en vez de enjugar mi llanto.
ZERCÓN Escucha, aunque no hay antídoto
contra su terrible estrago,
tarda es la muerte en llegar, 1205
mas la víctima al letargo
rinde las fuerzas y entonces...
ILDICO ¡Ah! ¡Comprendo!...
 
Escena VI
 
DICHOS, ATILA.
 
ATILA                                    ¡La he salvado!
¡Qué tinieblas!
ILDICO                          ¡A luchar!
ATILA (¿A luchar?)
ILDICO                       En breve espacio 1210
vuestras penas y las mías
para siempre habrán cesado.
ATILA (¿No está sola?)
ILDICO                             Piensa iluso
que amor en mi pecho guardo
y que compartir un trono 1215
voy de sangre salpicado.
¡Oh! no: la suya a raudales
verteré con odio insano.
(ATILA palidece de coraje.)
Y el hierro al blandir...
ZERCÓN                                       ¡El Rey!

(Tapándola la boca con la mano y con un horroroso y apagado grito. Terror general, que se traduce por una inmovilidad completa.)

ARDARICO Perdidos somos.
VIDEMIRO                            ¡Huyamos! 1220
ILDICO Venid; vuestro acento ahogad.
ATILA (¡Miserables! ¡Hablan bajo!
¡Me han descubierto!)
ZERCÓN                                      Seguidme.
(Llevándolos a todos por la abertura.)
ATILA (¡Crujen armas!) ¡Ah del antro! (Dando gritos.)
¡Pronto! ¡Antorchas! ¡Aquí gente! 1225
¡Ah del Rey! ¡Ah del palacio!
(Suena el crujido de las armas por la abertura.)
Te hallaré.

(ARDARICO, que pasó el último, retrocede con ILDICO de la mano al ruido de las armas.)

ARDARICO                   (¡Las armas chocan!)
ZERCÓN (Aparte a ILDICO y ARDARICO, entrando por la abertura.)
(No os mováis, que peleando
nuestros parciales están;
pues sorprendidos se hallaron 1230
al salir, por una guardia
de acatriras y hunos blancos.)
ARDARICO (No hay remedio.)
ATILA                                Te hallaré;
conduce el furor mis pasos.
ARDARICO (Blande el puñal y dice aparte a ZERCÓN sin ser oído de ILDICO, cuya mano suelta.)
Zercón, es fuerza matar: 1235
Tú que ves, llévame el brazo.
(ZERCÓN le toma de la mano armada y juntos van hacia ATILA.)
ATILA (¡Por aquí siento pisadas!)
ILDICO (¿Do están?) (Buscándolos.)
ARDARICO (Aparte a ZERCÓN.) (Al pecho.)
ATILA (Llamando.)                                   ¡Soldados!
¿Ninguno acude?
ZERCÓN (Guiando la mano de ARDARICO.) ¡Ahora hiere!
(ARDARICO asesta un golpe al pecho de ATILA, pero el puñal se rompe sin herir.)
ATILA ¡Miserable!
(Le derriba al sentirse atacado y le sujeta con una fuerza hercúlea.)
ZERCÓN (Mirando el puñal.) (¡Roto!)
ATILA                                                  ¿Acaso 1240
contra asesinos mi cota
no templé?
ILDICO                    (¡Qué oigo! ¡Ya alcanzo!...)
ATILA ¡Un hombre!...
(Tratando de reconocer por el tacto a su asesino.)
                          ¿Quién eres? di.
ZERCÓN ¡Silencio! (Aparte a ARDARICO.)
                 (¡Y yo desarmado
estoy!)
ILDICO             (¡Me vendieron!)
(Desesperada al comprenderlo todo.)
ZERCÓN                                          (¡Ildico!) (Aparte a ella.) 1245
Tu puñal.
ILDICO                 ¡Si el tuyo aguardo!
ATILA ¿No me respondes? Pues bien; (A ARDARICO.)
mientras al verdugo traigo
para enseñarle quién eres,
con este sello te marco. 1250
(Desnuda su puñal y se lo deja clavado en lado izquierdo.)
Reyes, sacerdotes, pueblo...
¿Cuándo Atila llamó en vano?
(Vase dando desaforados gritos.)
 
Escena VII
 
ILDICO, ARDARICO, ZERCÓN.
 
ZERCÓN Ven en su auxilio: le hirió.
ILDICO ¿Muerto?
ARDARICO                 ¡No, desesperado!
ILDICO Va a volver.
ZERCÓN                      ¿Pero esta herida?... 1255
ARDARICO ¿Qué importa? Primero huyamos.
ZERCÓN ¡Es imposible! Aún combaten.
ARDARICO Pues aguardémosle impávidos,
y al entrar, a nuestras plantas
cadáver caiga el tirano. 1260
ZERCÓN No hay más acero que el tuyo
y hecho yace aquí a pedazos.
ARDARICO Aún tenemos este.
ZERCÓN                               ¡Ah! ¡sí!
ARDARICO Del hombro al momento arráncalo,
que en su desnuda garganta 1265
de hundirlo en la sed me abraso.
ILDICO Sublime ardor, pero inútil:
le cubrirán sus soldados.
ARDARICO Las vestiduras destroza.
(ZERCÓN las desgarra y arranca el puñal.)
ZERCÓN Bien se conoce su mano. 1270
¡Mas cielos! ¿Qué ven mis ojos?
ARDARICO ¿Qué es ello?
ZERCÓN                        No estoy soñando.
ILDICO ¡Habla!
ZERCÓN              ¡El escudo de Aspar
sobre su espalda grabado!
ILDICO ¡Mi hijo!
ARDARICO                 ¿Qué escucho?
ATILA (Dentro.)                          ¡Seguidme! 1275
ILDICO ¡Ah, Zercón! ¡sálvalo! ¡sálvalo!
¡Me lo viene a arrebatar
cuando de encontrarle acabo!
ZERCÓN ¿Mas cómo?... (Buscando el medio.)
ARDARICO                          ¡Madre!
ATILA (Dentro, más cerca.)     ¡Venid!
ILDICO Hijo, no busques mis brazos, 1280
que aquí cuando el gozo asoma,
ve al horror y huye espantado.
ZERCÓN En esa abertura escóndete,
y cuando lleguen al antro,
sal como si tú con ellos 1285
descendieras del palacio.
Toma y cúbrete.
(Dándole una especie de capote que lleva cruzado en bandolera.)
ILDICO                             ¡Zercón!...
¿Pero y después?
ZERCÓN                              Los cristianos
miran al cielo y esperan.
ATILA ¡Ildico! (Más cerca.)
ILDICO               ¡Verdugo!
ZERCÓN                                 ¡Vamos! 1290
(Llevándole a la abertura y desapareciendo por ella con él.)
 
Escena VIII
 

LOS MISMOS, ATILA, seguido de multitud de soldados, con las espadas desnudas y teas encendidas.

 
ATILA Ildico... No, cruel; ese es tu nombre.
¿Cabe en tanta beldad tanta impudencia?
Pero sola te encuentro y busco a un hombre.
¿Dónde está ese traidor?
(ZERCÓN, al oír la pregunta de ATILA, sale de la abertura, recatándose de los soldados y clavándose en el hombro izquierdo el puñal que arrancó a ARDARICO, se presenta con los brazos cruzados a ATILA.)
ZERCÓN                                          ¡En tu presencia!

(Movimiento general. ILDICO y ATILA abundan en el mismo asombro, aunque con diferente orden de ideas.)

ATILA ¿Tú fuiste?
ZERCÓN                     Hable el puñal.
ATILA                                               Este es mi acero. (Pausa.) 1295
A mis bodas te invito y a tu muerte.
Provoca, histrión, mis carcajadas; quiero,
pues tu sangre me das, corresponderte.
(ZERCÓN hace un signo de desprecio.)
Y tú a libar el adorante camos
ven, que el momento de tu fin retarda. 1300
(A ILDICO.)
¡Alumbrad a la víctima! (A los soldados.) Partamos.
¡El funeral banquete nos aguarda!

(Abren paso, y ATILA, llevando de la mano a ILDICO y seguido de ZERCÓN, gana el fondo a la cabeza del cortejo.)

 
FIN DEL ACTO SEGUNDO

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