Aunque no soy literaria: Rosa Araneda en la poesía
popular del siglo XIX
Micaela Navarrete A.
En recuerdo
cariñoso de don Juan Uribe Echevarría, quien
nos empujó a conocer y a estudiar a los poetas populares. Agradezco el apoyo para sacar adelante este trabajo, que
hartos tropiezos tuvo, a mis amigos y compañeros que
apostaron por él. A mi pequeña y grande familia... Un agradecimiento especial a Elizabeth Salazar, que sin
entender nada de esta poesía, se dio a la tarea de
transcribir todos estos versos con la dedicación
y el cariño de una especialista.
Entre
los poetas populares que dieron a conocer sus versos impresos
en grandes pliegos en el Santiago de hace cien años,
destacó esta poetisa de origen campesino.
No fue
posible dar con la fecha de nacimiento de Rosa Araneda, pero,
si se tiene en cuenta que en la época en que había
adquirido gran fama, cercana a la revolución del 91,
tenía cuarenta años, debe haber nacido en torno
a 1850. Sus poesías circularon profusamente, junto
con la de otros populares de su época, vendidas en
las plazas, mercados y estaciones, desde donde seguían
viaje a los pueblos.
Por datos que aparecen impresos al
pie de los pliegos publicados por ella, se sabe que vivió
en los barrios populares cercanos al Mapocho, como calle
Andes 11-A, San Pablo 132-A, Sama 16-G y 73-A, o en la calle
Zañartu entre San Pablo y Sama en los números
23, 18 y 9. Este último domicilio lo compartió
con Daniel Meneses, poeta popular con quien convivió
hasta su muerte. Actualmente la calle Sama corresponde a
General Mackenna o Ismael Valdés Vergara.
Según
sus propias palabras, su vivienda era humilde:
Desde allí escribía
con su atrevido coraje, no solamente en verso, como lo que
publicó en el periódico popular y democrático
El Ají: «Al miserable que me mandó a insultar
en una carta anómina le recomiendo pase a mi casa
a reiterar sus palabras más inmundas que él»3.
Respondió con fuerza a quienes criticaron sus versos
o dudaron de la autoría de las composiciones que publicó:
La cultura
de Rosa Aranda fue entrañablemente campesina. Su descripción
de la tradicional y «acaballada» fiesta de San Juan en Machalí
es fruto de una visión asumida como personalmente
«gustosa»:
Machalí estaba sin duda en el corazón
de Rosa Aranda. En unos versos dedicados al Niño Dios
pone en boca de los populares «empascuados» de la Navidad:
«Del pueblo de Machalí / vengo, misiá Mariquita,
/ a dejarle unas guinditas / coloradas como ají»7.
Su mundo ideal probablemente fueron los jardines y las huertas
del Valle Central conocidas y disfrutadas en su infancia.
Nada más decidoras sus imágenes vegetales de
Jesús. Él es el «perfumado Edén»8. O
el «fragantoso Edén»9.
Las flores son el mejor homenaje
al Niño Dios: «Al fin, cuando ya nació / el
Salvador de este mundo / desde aquel mismo segundo / el campo
se floreció. /.../ La flor abrió su capuz /
—19→
risueña y con elegancia / para decir con fragancia
/ ya nació el buen Jesús.»10. Cuando elogia a
las trabajadoras del transporte urbano de su tiempo escribe
así: «Todas las conductoras / son amorosas / cuando
suben al carro/ parecen rosas»11.
La aguerrida mujer que se
defendía con fuerza de quienes la atacaban, sabía
ser tierna y sensible para cantar en sus versos a lo divino
al Niño Dios, a los Angelitos, a la Pasión
de Cristo o la Virgen de Andacollo. Dulce e inspirada en
sus versos por literatura.
Atenta a las vicisitudes públicas
de su tiempo su poesía vibró con los dramas
colectivos del país. No pudo sustraerse a los conflictos
políticos suscitados por la trágica Guerra
Civil de 1891. Si bien compartió la pasajera euforia
de lo que se consideró el fin de la dictadura de Balmaceda,
a poco andar comprobó que el Chile posterior a la
contienda Civil inauguraba el dominio incontrarrestable y
sin vergüenza de los ricos. A mediados de 1892 ya escribía:
La situación del pueblo de Chile comenzó
a degradarse sin remedio. Y, dueña absoluta del país,
la elite gobernante apareció descarnadamente responsable
de dicha situación:
«Por último, la conciencia «Mueren hoy los pobres
de hambre
ya en Chile se ha acabado en la noche y en el
día. /.../.
y solamente ha quedado Por si acaso antes
me muero
la impiedad y la inclemencia. /.../»18. daré
a saber sin demora:
¿Quiénes eran las cabezas visibles
de esa élite post 91? En una alusión familiar
a políticos de diversos signos ideológicos
como Guillermo Matta, Agustín Edwards Rossi o Carlos
Walker Martínez, Rosa Aranda los llama Los garroteros
del pueblo:
El poder
político y el económico se conjugaron de modo
injusto. Y desde sus certezas cristianas la «poetisa cronista»,
como se llamó en sus versos, ve el drama de la eterna
condenación de los ricos:
Rosa Aranda comprobó cómo
el dinero y el ansia inmoral de las ganancias en Chile tenía
como víctimas no sólo a los obreros sino también
a los indígenas y las mujeres. Sobre la situación
de los mapuches en Traiguén escribió:
¿Qué hacer ante esta situación social de
los 90? Los uniformados en La Moneda debían volver
a sus tradicionales funciones. Sobre el Almirante Montt señaló:
En
términos de opciones políticas Rosa Aranda
favoreció al Partido Democrático creado en
1887 para defender a los obreros, artesanos y pequeños
comerciantes del país. En 1888 sus adherentes participaron
en protestas callejeras y en 1894 consiguieron su primera
representación parlamentaria en la figura del diputado
por Valparaíso Ángel Guarello. En sus Versos
del Partido Democrático dijo la cantora popular de
Tagua Tagua en diferentes momentos, al menos si comprobamos
dos hojas de poesía suscritas en Andes 11-A o Zañartu
9:
Rosa Aranda defendió un mundo aún
no corrompido por el dinero. Incluso esto se percibe en su
visión personal del héroe Arturo Prat, imagen
casi mística:
Por lo mismo, creyó a pie juntillas en la generosidad
de Jesús, el multiplicador de los panes y los peces,
y en su madre, María, a quien llamó «sultana»
del Universo, empleando la misma expresión con que
ella quiso ser conocida en Chile:
«Jesús de ver el contento «Virgen Santa, celestial,
del pueblo que lo seguía, inefable y milagrosa,
ya que me hace compañía eres vos la más
virtuosa
hay que darle el alimento. consuelo de todo mal.
Mandó a Pedro muy atento Divina y angelical
que
se deje de ademanes /.../ del Universo Sultana» .
Por un
milagro divino
cuando en el monte estuvieron
con dos
peces y cinco panes
cinco mil hombres comieron» .
Cuando
Rosa Aranda muere, en su sentido testamento escrito en versos
por Daniel Meneses, su compañero, no dejó bienes
materiales, pero sí las huellas de su transparente
fe cristiana:
Son escasos los datos históricos sobre
Rosa Aranda. Ella misma cuenta algo de su vida en su Aclaración
donde se dice la verdad32 y poco más se encuentra en
varios de los versos escritos por Daniel Meneses cuando ella
muere. En uno de ellos se registra el día y el mes
de la muerte pero falta el año. De manera que no hay
certeza que sucediera en 1894 como ha aparecido en escritos
posteriores:
El hecho es que ella aparece desafiando a los poetas consagrados
de su tiempo a componer por cualquier tópico o fundamento
pese a que ellos veían con recelo que una mujer se
dedicara a hacer versos, lo que tradicionalmente era oficio
de hombres:
No sólo publicó sus composiciones en una
gran cantidad de hojas sueltas, también se imprimieron
en folletos. Antonio Acevedo Hernández, que estudió
a los grandes de nuestra poesía en décima escribió
sobre Rosa Aranda: «Buscó dentro de la orientación
unilateral de los poetas populares motivos originales, así
compuso versos con motivos de adivinanzas; fue también
polemista y buena versificadora... daba fácilmente
la emoción y el colorido místico a sus versos,
tenía inventiva...»35.
En cuanto a la suposición
de que Rosa Aranda y Daniel Meneses «trocaron más
de una vez las firmas para su respectivas composiciones»36,
es difícil probarlo. Por ejemplo el verso «Las tentaciones
de Lucifer y el poder de Jesucristo» publicado por Rosa en
un pliego en torno a 189437, aparece más tarde, en 1898,
en un folleto de Daniel Meneses donde no se consigna el autor38.
Esto puede llevar a error. Sin embargo, ¿no puede ser que
Meneses se sintió, como legítimo «heredero»,
en el derecho de tomar versos de su mujer?:
Además él mismo, en sus versos se compromete
a «reemplazar a la Rosita»:
«Yo me oferto a reemplazar «Prometo yo de seguir
desde hoy
a la Rosita, reemplazando sus cantares,
con la tinta y la
plumita con mis versos a millares
sin jamás acobardar
/.../»40 hasta dejar de existir /.../»41
Con o sin su compañero
poeta, la producción de Rosa Aranda fue importante,
similar a la de Bernardino Guajardo, Nicasio García,
Rolak y el mismo Daniel Meneses, lo que no es poco ni se
tiene en cuenta su condición de mujer y la sociedad
santiaguina del siglo XIX.
A instancias de don Juan Uribe
Echevarría empezamos a descubrir las Liras Populares,
hace casi veinte años, en la Biblioteca Nacional.
Él es uno de quienes han estudiado en forma más
profunda
—24→
y acabada nuestra poesía tradicional, desde
los inicios de la época colonial. «Soldados, poetas,
misioneros, funcionarios y aventureros españoles dieron
a conocer e iniciaron el trasplante y adaptación de
los cantos a lo humano y a lo divino en décimas que
glosaban temas contenidos en las cuartetas»42.
El profesor
Uribe Echevarría cree que en torno a 1865, junto con
la evolución del periodismo satírico, aparecen
las primeras hojas con versos impresos en donde los poetas
comentaban los hechos de la actualidad, mezclados con otros
temas: cantos a lo cotidiano, terribles catástrofes,
hechos o personajes bíblicos, brindis, payas y contrapuntos,
hasta cuecas y tonadas. El número de poesías
que se imprimía en cada pliego variaba entre las cuatro
y las ocho, llegando excepcionalmente hasta doce. Comúnmente
las hojas de versos llevaban un título impreso en
grandes letras que se referían a una o dos de las
cinco o más poesías que contenían.
«Los autores de las hojas hacen el comentario de los sucesos
nacionales desde el nivel del pueblo. Lo representan con
fidelidad porque ellos mismo son pueblo»43. En la segunda mitad
del siglo XIX destacaron: Bernardino Guajardo, Juan Rafael
Allende, Nicasio García, Daniel Meneses, Rolak, Adolfo
Reyes, Javier Jerez, José Hipólito Cordero,
Juan Bautista Peralta, etc. y entre todos ellos Rosa Aranda,
única mujer.
Al profesor Rodolfo Lenz, filólogo
y estudioso de nuestro folklore, le llamó la atención,
desde su llegada a Chile, este tipo de impresos, sus autores
y la forma en que se difundían. En 1894 escribía
que los vendedores de las hojas al ofrecerlas gritaban una
especie de letanía: «Vamos comprando, vamos pagando,
vamos leyendo, vamos vendiendo...» Y después de enumerar
los versos remataban con el pregón: «¡Los versos!,
¡Los versos!»44.
Aunque las ediciones aparecían en
forma muy irregular, Rodolfo Lenz tenía informaciones,
en 1894, que «poetas aplicados» publicaban cada 15 días
una hoja y que cada tirada era de unos 3.000 ejemplares,
pero que «la Rosa Aranda sacaba a veces 8.000 y aún
10.000 de una vez»45. La mayoría de estos poetas no
sólo publicaron pliegos, también difundieron
sus composiciones en folletos y en cantidad muy considerable.
Este profesor anotaba a comienzos de este siglo, entre pliegos
y folletos, una producción de 80.000 ejemplares al
año. De una sola hoja suelta de Daniel Meneses impresa
con ocasión del fusilamiento de Emilio Dubois, en
1907, se habían hecho 18.000 copias. «Este copioso
número de copias tiene su público entre los
obreros de Santiago y luego entre los mineros y campesinos»46.
Los títulos eran siempre impactantes y llamativos.
Por ejemplo, el de un pliego de Rosa Araneda: Horrorosa matanza
en Vichuquén. Cuatro muertos en un salteo. Dos grandes
plagas: El volcán Calbuco en erupción y el
cambio tan bajo. Los «puetas» vendían sus producciones
en calles y plazas y sobretodo en el Mercado Central, pregonadas
por ellos mismos o por los suplementeros, quienes los ofrecían
gritando «de un resuello» todos los títulos de una
vez47. Las primeras hojas tuvieron un tamaño de unos
26 x 38 cm, después se imprimieron de 35 x 56 cm.
y algo más y casi todas salieron de imprentas pequeñas.
Los adornos de los pliegos eran muy variados: estampas tomadas
de antiguos clichés, santos, paisajes, buques de guerra,
escudos de armas, retratos de personajes célebres,
flores, frutas, pentagramas, letras de silabarios, etc. Pero
los más interesantes eran los grabados populares,
hechos especialmente48 para ese fin y según opinión
de don Rodolfo Lenz: «son casi siempre increíblemente
toscos». La mayoría de ellos ilustraba tragedias,
crímenes, fusilamientos y todo tipo de hechos sensacionales.
El poeta Adolfo Reyes, utilizó estos grabados para
sus propios versos y para venderlos a sus colegas. Eran tallados
«con un cortaplumas ordinario en un pedazo de tabla de raulí»49.
—25→
Rosa Araneda en su lecho de muerte, grabado popular,
s. XIX.
De los autores de los versos, como llaman los poetas
a la poesía o décima completa, don Rodolfo
Lenz, quien tuvo la ocasión de conocerlos de cerca
dice que «sin ser propiamente una poesía popular,
sino más bien, una poesía culta, vulgarizada
y degenerada, hay que distinguir entre el autor de los versos...
el pueta o versero y la persona que presenta los versos al
público cantándolos con acompañamiento
de guitarrón»50.
Una característica en las hojas
es la firma del autor, con el nombre real o un seudónimo.
Y casi siempre acompañada de la dirección,
como es el caso de los pliegos de Rosa Araneda. Lo que no
registraron fue la fecha, dato que hubiera sido muy útil
para su estudio posterior. En cuanto a los temas los propios
poetas populares han clasificado sus argumentos en dos grandes
grupos: Canto a lo humano y canto a lo divino. En el canto
a lo divino se incluyen los temas religiosos; por creación
del mundo, Antiguo y Nuevo Testamento, por la Virgen, Jesucristo,
los Santos, el juicio final, etc. Con el título de
versos a lo humano se tratan los temas generales: amor, política,
guerras, patriotismo. Y todo los temas de actualidad como
los asesinatos, fusilamientos, tragedias, etcétera.
Otras clasificaciones más específicas son:
versos Históricos o por Historia, versos por Literatura,
por Astronomía, por Geografía, los Contrapuntos
y los Brindis. Temas todos estudiados por los autores mencionados
aquí y que están vigentes hasta hoy día
entre los poetas populares.
En Chile, los testimonios claves
de lo que podríamos llamar la época de oro
de nuestra literatura de cordel, que va aproximadamente entre
1860 y 1930, se encuentran en las colecciones de pliegos
reunidas por don Rodolfo Lenz y por don Raúl Amunátegui
y que se conservan en la Biblioteca Nacional y en la Biblioteca
Central de la Universidad de Chile, respectivamente.
Ambas
colecciones se encuentran reservadas para consultas restringidas,
por su delicado estado de conservación. Pero, cada
vez crece más el interés por estudiar estos
impresos, no sólo desde el punto de vista de la gráfica,
sino de su contenido. Se ha ido creando conciencia del valor
de esta literatura para estudiar la historia, por ejemplo,
desde la mirada del pueblo.
—26→
En la Biblioteca Nacional llevamos
unos buenos años trabajando estas colecciones, estas
liras populares, y, más específicamente en
el último tiempo, en el Archivo de Literatura Oral
y Tradiciones Populares, difundiendo sus contenidos en exposiciones
e impresos.
Creemos que ya es hora, al cabo de cien años
del primer estudio sobre estos pliegos realizado por don
Rodolfo Lenz, de empezar a publicar una serie especial con
el contenido de las dos colecciones con que contamos para
ponerlas al alcance de todo público. Es, además,
un gesto de gratitud a este profesor alemán, que se
dio a la tarea de reunir nuestra literatura de cordel, antes
que chileno alguno, y cuya colección donó a
la Biblioteca Nacional en marzo de 1933.
Elegimos iniciar
esta serie con las liras de Rosa Araneda, la única
Mujer entre los verseros de finales del siglo XIX. Pensamos
que es bueno que sea ella quien tome la delantera, sin juzgar
si es mejor o peor que los otros poetas; por su personalidad
interesante, por su fuerza para defender lo que cree y lo
que quiere, por su tremenda franqueza y al mismo tiempo por
su ternura y fineza con que trata los temas a lo divino.
Los versos fueron transcritos tal cual fueron impresos en
su época, conservando su ortografía y en algunos
casos los grabados populares que las ilustraban.
No hacemos
aquí un análisis de cada uno de los temas que
trata Rosa Araneda. Presentamos, simplemente, sus versos
para que sean conocidos y estudiados por todos quienes tienen
interés por las fuentes populares, legos o especialistas,
poetas como ella o encariñados con «los buenos versos».
Micaela Navarrete A.
Archivo de Literatura Oral y Tradiciones
Populares