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Ausiàs March y Lope de Vega

Kathleen McNerney


Michigan Technological University



La poesía de Ausiàs March, nacida de la tradición trovadoresca enriquecida con la influencia italiana, tiene su propio carácter original y fuerte. Sus versos, sin comparación en su época, muestran una personalidad ensimismada, sincera, filosófica. Sus temas -el amor, la muerte, la fe- reflejan la sensibilidad de un amante y el tono, austero a veces, de un hombre que piensa, que duda, que sufre. Sus imágenes, siempre enérgicas, a veces brillantes, tan notadas e imitadas por sus contemporáneos, sobrevivieron en las generaciones siguientes en los versos de varios poetas del Renacimiento en España. En este sentido, la obra del gran poeta valenciano del siglo XV forma un eslabón entre sus predecesores -provenzales e italianos- y los castellanos del Siglo de Oro, que tanto admiraron su poesía. Juan Boscán, quien probablemente introdujo los versos de Ausiàs March a su amigo Garcilaso de la Vega, cuya poesía, demasiado original para considerarse como imitación de nadie, sin embargo, contiene varias imágenes ausiasmarchianas, Diego Hurtado de Mendoza, Gutierre de Cetina, Fernando de Herrera -todos han sido impresionados e influidos por el gran poeta melancólico.

En el siglo XVII, cuando las imitaciones de March ya se habían reducido a fórmulas, los poetas siguen admirando sus versos. Lope de Vega, en su crítica tal vez demasiado rigurosa de la traducción de Jorge de Montemayor, escribe estas palabras de alabanza en cuanto al valenciano: «Castísimos son aquellos versos que escribió Ausiàs March en lengua lemosina, que tan mal y sin entenderlos Montemayor tradujo»1. Ausiàs March dejó una huella también en la obra del mismo Lope -imágenes del mar, un tono a veces desesperado, una elegía por la muerte de su dama ofrecen ejemplos de la presencia de March en varios versos de Lope de Vega.

A primera vista, los dos poetas son muy distintos -uno, valenciano, autor de versos en número limitado, mesurados, tristes, a veces difíciles de entender-, el otro, castellano, de una fecundidad casi incomprensible, autor de versos alegres, populares, fáciles y espontáneos. Pero como hombres y como poetas, tienen mucho en común: falta de confianza en la posición social, en contraste con un fuerte sentido de la personalidad, del yo; vaivén entre la mucha poesía del amor humano, y la estrictamente moral, o sea, el amor a la vida y un cristianismo severo; una vida indisciplinada que conduce a la poesía de sufrimiento, a veces desesperada, a veces con remordimientos, siempre con el retrato inequívoco y orgulloso del hombre que la ha escrito.

El poema más conocido de Ausiàs March, e imitado por varios poetas castellanos, es sin duda el Cant I, que contiene los temas típicos del valenciano -los efectos contradictorios del amor, la nostalgia del pasado aumentada por el sufrimiento presente, con varias imágenes sorprendentes:



«Així com cell qui en lo somni es delita
e son delit de foll pensament ve,
ne pren a mi, que el temps passat me té
l'imaginar, que altre bé no hi habita.
Sentint estar en aguait ma dolor,
sabent de cert que en ses mans he de jaure,
temps d'avenir en negun bé em pot caure;
aquell passat en mi es lo millor.

Del temps present no em trobe amador,
mas del passat, que és no-res e finit;
d'aquest pensar me sojorn e em delit,
mas quan lo perd, s'esforça ma dolor
sí com aquell qui és jutjat a mort
e de llong temps la sap e s'aconhorta,
e creure el fan que li serà estorta
e el fan morir sens un punt de record.

Plagués a Déu que mon pensar fos mort,
e que passas ma vida en dorment!
Malament viu qui té lo pensament
per enemic, fent-li d'enuigs report;
e com lo vol d'algun plaer servir
li'n pren així com dona ab son infant,
que si verí li demana plorant
ha tan poc seny que no el sap contradir.

Fóra millor ma dolor soferir
que no mesclar poca part de plaer
entre aquells mals, qui em giten de saber
com del passat plaer me cove eixir.
Las! Mon delit dolor se converteix;
doble és l'afany après d'un poc repòs,
si co.l malalt qui per un plasent mos
tot son menjar en dolor se nodreix.

Com l'ermità, qui enyorament no el creix
d'aquells amics que tenia en lo món,
essent llong temps que en lo poblat no fón,
per fortuit cas un d'ells li apareix,
qui los passats plaers li renovella,
sí que el passat present li fa tornar;
mas com se'n part, l'és forçat congoixar:
lo bé, com fuig, ab grans crits mal apella.

Plena de seny, quan amor és molt vella,
absença és lo verme que la gasta,
si fermetat durament no contrasta,
e creurà poc, si l'envejós consella»2.



El tema de la añoranza del pasado, que hace todavía más penoso el presente, se encuentra en La consolación de la filosofía, de Boecio, y en Dante, donde Francesca da Rimini explica su sufrimiento: «Nessun maggior dolore / che recordarsi del tempo felice nella miseria» (Inf., V, 121-123). Ausiàs March da aún más rigor a esta idea al presentarse como enemigo del presente, del pensamiento, y de la misma conciencia, o sea, se escapa de su desesperación en el sueño. Las imágenes -el condenado, el enfermo, el ermitaño- fueron imitadas y hasta traducidas por varios poetas del siglo XVI. Todos sufren a solas, y veremos luego que la soledad del poeta y del amante surge en otros muchos poemas de Ausiàs March.

Lope habla en varias de sus obras líricas -romances, canciones, sonetos- de los mismos asuntos, a veces con frases parecidas a las del catalán. A él le interesa también la idea del sufrimiento relativo del amor en el contexto de los males presentes. En el romance 28 lo menciona:


«[...] Determínase a sufrir,
aunque mal sufre quien ama,
y más si bienes ajenos
presentes males contrastan; [...]»3



En otro romance, el 359, Belardo lo dice de forma aún más explícita:


«Al pie de un roble escarchado,
donde Belardo el amante
desbarató un tosco nido
que habían texido las aves,
de breves pasadas glorias,
de presentes largos males,
así se quexa diciendo:
-"Quien tal hace, que tal pague"».



Encontramos en otra ocasión, el romance 196, imágenes repetidas del prisionero, del condenado, en este caso a galeras, a causa del amor, y la idea, tan prevalente en Ausiàs March, del dolor buscado:


«Ligado en el duro yugo,
ligada la vida y alma
con ligadura tan dura
que ligó sus bravas ansias;
como galeote al remo
forçadas sus esperanças,
y esperanças bien tardadas,
con sospiros dolorosos
temiendo el dolor que causa
lo que es causa que se duela
sin dolerse ser la causa; [...]».



Lope se ve como prisionero en el soneto 203 (BAE); prisionero del cordel del cual se le escapó su pajarillo, y «que habrá por fuerza de servirme al cuello», siendo prisionero de la tierra mientras el pájaro se le escapa volando.

Lope también a veces «te lo pensament per enemic» como Ausiàs. Empieza el soneto 42 pidiendo que los pensamientos tristes le dejen un rato, y lo termina calificándolos de cobardes y sutiles mientras trata de resistirse al amor. En el caso del valenciano, busca la compañía de la tristeza y los pensamientos melancólicos, que son sus compañeros y amigos. En unos versos en que habla Lisardo en La Circe, Lope también lo trata como personaje propio y lo busca así como busca el sufrimiento:



«Pensamiento, no penséis
que estoy de vos agraviado,
pues me dejáis obligado
con el daño que me hacéis;

[...]

Nunca vos y yo pensamos,
aunque vos sois pensamiento,
vernos en tan alto intento,
que los dos nos envidiamos;
pues si contentos estamos,
vos del lugar en que estáis,
y yo de que le tengáis,
no sufráis que culpa os den
de que no estimáis el bien,
pues que nunca al bien llegáis.

[...]

Quiero, y no puedo alargarme
a ejecutar lo que quiero;
espero lo que no espero,
por ver si puedo engañarme;

[...]

y en tal estado me veo,
sin poderme remediar,
que aun no puedo desear
eso mismo que deseo».



Cuando en el soneto 23 trata de engañar su pensamiento, queriendo «un átomo no más de algún contento», no logra el fingimiento, pues el pensamiento es «el mayor testigo de mis daños».

«Lo verme» de la ausencia que menciona Ausiàs March al terminar su poema, y la soledad que muestran las imágenes que escoge, tienen asimismo sus versos correspondientes en la obra de Lope. En una disputa entre el Amor y el Tiempo en el soneto 178 (BAE), éste, el viejo, dice a aquél, el ignorante niño, que «con sola una ausencia te enflaquezco», con la colaboración del mismo poeta, que habla como testigo por parte del Tiempo. Lo reitera en el soneto 196 (BAE), donde dice que no puede tener salud quien está ausente. El romance 157 está dirigido directamente a la «dura y terrible ausencia, / prolixa, enfadosa y larga / robadora de mis bienes / y de mis males la causa». En cuanto a la soledad, es en La Dorotea donde encontramos las famosas líneas de Lope:


«A mis soledades voy,
de mis soledades vengo
porque para andar conmigo,
bastan mis pensamientos».



Como otros soldados-poetas de su época, Ausiàs March fue a Nápoles, vivió en la corte de Alfonso el Magnánimo, y apreció la poesía italiana -los poetas del «dolce stil nuovo» y el Petrarca-. Los temas corrientes de la timidez del amante ante su amada, las contradicciones entre el dolor y el placer, la dulce enemiga y el hielo ardiente aparecen en la obra de March igual que en la de otros escritores del período. En el caso del valenciano, la voz del poeta queda muy personal, y uno siente que esas contradicciones le salen del alma. Habla de sí mismo; introduce gran número de comparaciones diciendo «Així com cell qui [...] ne pren a mi», o «io sóc aquest que», y en uno de sus últimos poemas ( CXIV) se introduce directamente: «A temps he cor d'acer, de carn e fust. Io só aquest que em dic Ausiàs March!». Así da énfasis no únicamente a su propio ser, nos dice muchas veces que su sufrimiento, su timidez y también su conocimiento del amor sobrepasan los de los demás mortales. Abre el Cant XXXIX así: «Qui no és trist, de mos dictats no cur», y siempre implora a la amada diciendo que merece la felicidad porque es un esclavo perfecto del Amor, pero no recibe lo debido. En el soneto 177 (BAE), Lope dice: «Si gozar no merecen de alegría / Aquellos que no saben que es tristeza, / ¿Cuándo se mudará vuestra firmeza?». Ausiàs March es tan melancólico que anda entre las tumbas del cementerio (Cant XIII) mientras los demás se divierten en las fiestas; Lope, cuando pena de veras, como nos dice en el romance 209, «todo el mundo está de burlas, / los melancólicos cantan / y los tristes los escuchan». El también dice que su timidez no le deja hablar a su amada en La Circe: «Amar sin osar decir / tanto amor es cobardía, / mas perder el bien sería / determinarse a morir», y concluye que mientras sigue sufriendo, le queda por lo menos un poco de esperanza.

Los dos poetas describen los efectos de las contradicciones que sufren de una manera parecida. Ausiàs March, así en el Cant LXIX:


«No trob en mi poder dir ma tristor,
e de açó n'ensurt un gran debat:
Lo meu cor diu que no.n és enculpat,
car del parlar la lengua n'és senyor.
La lengua diu qu.ella be ho dirà,
mas que la por del cor força li tol,
que sens profit està, com parlar vol,
e, si ho fa, que balbucitarà».



Lope, en el soneto 173, explica que el desacuerdo está entre el corazón y los ojos, y que le mata:


«[...] Ojos, si el corazón con llanto os ciega;
corazón, si los ojos con el fuego,
un contrario abrasado y otro frío,
sin duda que mi fin se acerca y llega.
Que no puede durar, ni hallar sosiego
reino tan dividido como el mío».



Algunas de las imágenes más sobresalientes en Ausiàs March son descripciones del mar -en el Cant XLVI, los «veles e vents» le ayudarán a regresar a su amada en la primera estrofa, y entonces sigue:


«Bullirà el mar con la cassola en forn,
mudant color e l'estat natural,
e mostrarà voler tota res mal
que sobre si atur un punt al jorn;
grans e pocs peixs a recors correran
e cercaran amagatalls secrets:
fugint al mar, on són nodrits e fets,
per gran remei en terra eixiran».



Y en el Cant II, el poeta se compara al capitán que puede ver el puerto y se cree seguro, pero entonces un viento súbito y caprichoso lo pone en peligro. Entre los poemas de Lope encontramos bellas y fuertes imágenes del mar también; tal vez el más conocido es el lamento «Pobre barquilla mía», en el cual Díaz Plaja ve influencias de Ausiàs March4. Después de la muerte de la amada, Lope se compara a una barquilla en los altos mares, siempre temiendo las tempestades, pero sin vela porque no tiene destino. En el soneto 196 (BAE), se refiere a la «rota barquilla mía arrojada / de tanta envidia y amistad fingida», concluyendo que tan poco le queda que no vale ni temor del mar ni esperanza del puerto. Igual en el soneto 76:


«Sufre la tempestad el que navega,
el enojoso mar y el viento incierto
con la esperanza del alegre puerto,
mientras la vista a sus celajes llega...
Pero triste de aquel que tanto yerra,
que en mar y en tierra, helado y abrasado,
sirve sin esperanza ingrato dueño».



Es natural que ambos poetas también escribieran poemas filosóficos, sobre la muerte, donde el amor humano se convierte en amor divino y las contradicciones dentro del espíritu del poeta forman una especie de debate entre el cuerpo y el alma. Los dos sucumben a las tentaciones de la vida, y sufren remordimientos después. Ausiàs, en su largo «Cant Espiritual», y Lope, en sus «Rimas Sacras», se dirigen a su Dios en un tono personal, sincero y a veces atormentado. Los pocos poemas que escribió Ausiàs March sobre la muerte nos tocan tan al fondo porque no nos habla en general, sino de la muerte de una persona que amaba profundamente. Lope, durante su larga vida, perdió a manos de la muerte no sólo su amada, sino también el hijo adorado.

Estos dos poetas, separados por más de un siglo, de patria e idioma distintos, sin embargo, muestran varios ejemplos de paralelismo en la obra y en la vida. Ausiàs March inspiró a los grandes poetas castellanos del siglo XVI con su originalidad, intimidad, fuerza y lirismo. Al comienzo del siglo XVII, aunque su popularidad ya menguaba, un poeta de tanto talento y fecundidad como Lope todavía lo elogia y muestra algunos ejemplos del efecto que los versos del valenciano tuvieron en toda España por tantos años.





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