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Babar : revista de literatura infantil y juvenil - Núm. 23, septiembre 1998



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ArribaAbajoSumario

BABAR Nº 23.

REVISTA DE LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL.

Redacción: C/ Siete Picos, 414.

Tel.: (91) 871 20 85.

28500 Arganda del Rey - Madrid.

CONSEJO DE REDACCIÓN.

Dirección: Marta Vidal.

Administración: Ester García.

Maquetación y Composición: Mónica Puentes.

Responsable Comunicación: Pablo Cruz.

Redacción: Teresa García.

Nuria Fernández.

Antonio Ventura.

Imprime: EUROPRINT

C/ Montes Urales, 514

Tel.: 91 871 34 63 Septiembre de 1998

28500 Arganda del Rey - Madrid Tirada 500 ejemplares.





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ArribaAbajoEntrevista: Ulises Wensell

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Ulises Wensell nació en Madrid, en 1945. Ingeniero técnico químico por formación, pero dibujante, pintor e ilustrador por vocación y decisión personal, es autor de las imágenes de muchos libros para niños que han alcanzado difusión internacional.

A lo largo de su trayectoria profesional ha obtenido varios premios: el Primer Premio nacional a la mejor labor de ilustración otorgado por el Ministerio de Cultura español, el Premio Lazarillo otorgado por el Instituto Español del Libro, el Owl Prize otorgado en Japón por votación popular, los colectivos Janusz Korzak y Jane Adams, el premio de la Asociación de Ilustradores de Madrid o el premio de la critica «Serra d'or» de Barcelona.

También ha figurado en la Lista de Honor de los Premios Andersen y recibido diversos diplomas y menciones honoríficas en distintas exposiciones. Pero el premio que más aprecia es el que le conceden los pequeños lectores cuando disfrutan mirando las páginas de los libros que ha ilustrado.

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¿Cómo fueron tus comienzos en la ilustración?¿Qué tipo de estudios has realizado?

Mis comienzos fueron un tanto particulares. Normalmente se llega a ilustrar libros después de haber cursado estudios en una escuela de arte, o de haber trabajado como grafista, como pintor o grabador, o en el terreno del Cómic o la ilustración publicitaria. Yo había aprendido a manejar aceptablemente el óleo viendo a mi padre, que empleaba su tiempo libre en hacer copias de los grandes maestros del Prado, pero lo que estudié fue química industrial, en la actual Escuela de Ingeniería Técnica, quizás porque creí que era eso lo que me gustaría, ya que desde que era un crío me entusiasmaba mezclar colores y materias.

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Para costearme los estudios vendía algún cuadro y trabajaba como colaborador eventual en la Cinemateca del Ministerio de Educación. Fue allí donde, conociendo mi faceta de pintor, me encargaron la realización de unas ilustraciones para las series de diapositivas didácticas destinadas a los niños. A aquel encargo siguieron otros y acabé dejando la química por los pinceles.

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¿Fueron duros los comienzos?

No tanto. Enseguida fui requerido por una conocida editorial de textos didácticos y en poco tiempo me confiaron la dirección del estudio gráfico. Luché bastante para modificar el antiguo concepto de libro de texto y se hicieron cosas interesantes, que muchas editoriales imitaron después, pero dejé el cargo, porque apenas podía dedicarme a ilustrar.

Entonces pude trabajar como colaborador ocasional para otras editoriales e ilustrar no ya textos didácticos, sino libros de literatura para niños, textos de imaginación y fantasía, en los que la labor del ilustrador es más libre y que permiten desarrollar un estilo personal.

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Conseguir un estilo propio... ¿resulta difícil?

Es una cuestión de evolución, de desarrollo de la propia voluntad expresiva y comunicativa. En aquella época el nivel artístico del libro ilustrado infantil era ya muy alto y había ilustradores con estilo muy definido. Admiraba mucho a Perellón, que tenía una increíble ductilidad para pasar de la pintura al óleo, a la ilustración simbólica para adultos o a la de tono afectivo para niños. Admiraba mucho también a Asum Balzola, que hacía un dibujo tan personal, tan limpio y libre de ataduras. Y a Luis de Horma. Y a Boix, Calatayud, Pacheco, o José Ramón Sánchez. Pero nunca intenté imitar su estilo. Quería encontrar mi propia vía de expresión. Algo que combinara mi voluntad de hacer pintura con el ingenuismo expresivo. Algo de eso había en la ilustración centroeuropea. Y en la pintura japonesa. Me inspiré en eso. Mis conocimientos de técnica pictórica me habían permitido descubrir pequeños secretos que hacían misteriosamente atrayente una obra, fuera cual fuera el tema de la misma. El tratamiento de la luz, las lejanías, las sombras, los brillos en el agua, la vibración de un color... Decidí que no me interesaba tanto la ilustración basada en la estilización lineal   —8→   como la posibilidad de hacer pintura para niños y de expresar y transmitir sensaciones de ese tipo. Aún lo intento.

¿Qué técnicas sueles utilizar?

Creo que he utilizado y combinado todos los recursos técnicos que estaban a mi alcance. He empleado el gouache, los acrílicos, las tintas, las acuarelas, el óleo, los rotuladores y hasta el betún de Judea. Y no desdeño emplear el ordenador. Las técnicas pueden variar. Lo importante es lo que se comunica al utilizarlas.

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¿Nos puedes contar... cómo has ido evolucionando?

Creo que no sabría. No es una evolución en línea recta hacia un objetivo definido. Es más bien una espiral, un abandonar y retomar cosas. Uno de mis primeros libros tenía ilustraciones asimilables a la pintura metafísica y simbólica de Giorgio de Chirico, el siguiente, no tenía nada que ver con él. Los libros por los que obtuve el premio Nacional de Ilustración y el Lazarillo (en ese orden, curiosamente) tampoco permitían hablar de «evolución». Mi método eran las pruebas, se trataba de hacer libros diferentes, según lo que me sugiriera el texto. Pero hay algo en mis antiguas ilustraciones que estaba ahí desde el principio, y sigue estando en las últimas. Quizás sea cierto tono afectivo, cierta intención de expresar sentimientos, cierta necesidad de simplificar la compleja realidad observable, que implica un   —9→   modo selectivo de mirar y de ver. Si mi estilo ha evolucionado algo, sería para resolver los problemas de representación que ese modo de ver conlleva... sin perpetrar deformaciones estilísticas demasiado extrañas al público o ajenas a la sensibilidad común.

¿Qué papel crees que juegan los álbumes ilustrados en la educación?

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Un papel importantísimo. No sólo porque en los álbumes ilustrados los niños pueden ver distintos estilos y técnicas y eso les prepara a enfrentar sin prejuicios a los diferentes estilos que podrán apreciar en las obras de arte... no sólo porque el niño que se detiene a contemplar una ilustración   —11→   en todos sus detalles podrá luego disfrutar de la contemplación detenida de un cuadro, una escultura o una hermosa obra arquitectónica, sino sobre todo, porque lo que el ilustrador de libros para niños pretende, es conectar con la sensibilidad infantil y comunicar y transmitir a los pequeños lo que hacen y sienten los personajes de la historia que ilustra.

Las imágenes son la primera lectura atenta e interesada de los niños que aún no saben leer, y un medio excelente para invitarles a leer, a descubrir qué dicen las líneas de texto. Son útiles para enriquecer su propia imaginería interior, para nutrir su imaginación y provocar su fantasía y su voluntad de contar lo que ve, inventando a su modo una historia. Pero son útiles además para ayudarles a conocer, interpretar y compartir sensaciones, sentimientos y emociones. Para despertar y desarrollar su sensibilidad y su afectividad. Hoy que tanto se habla de la necesidad de potenciar la inteligencia emocional, esto parece de enorme importancia. Cuando ilustro para niños, yo siempre procuro transmitir lo que me descubren las sugerencias del texto, incidiendo en las sensaciones y emociones, en las actitudes que expresan afectividad y emotividad. Intento poner en mis ilustraciones algo de ternura, gracia, humor... y me hace feliz que los pequeños y el público adulto, las contemplen con complicidad afectiva, con simpatía y reconocimiento.

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¿Con qué libros has disfrutado más al ilustrarlos?

Con los que tienen animales como protagonistas. Me gusta dibujarlos respetando su aspecto. No pretendo humanizarlos vistiéndolos con faldas y pantalones. No necesito eso para transmitir a los niños que son seres que sienten y pueden experimentar dolor, miedo, alegría, o enfado, como ellos. ¡Pero también disfruto con otros muchos temas de ilustración!

¿Hay algún clásico que te gustaría ilustrar especialmente?

Mira, ahora que lo dices... me gustaría ilustrar La Odisea. El regreso de Ulises a su tierra natal. Parece difícil, pero ahora que he ilustrado nada menos que La Biblia, creo que podría acometer la tarea.

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Las ilustraciones de La Biblia, son una maravilla ¿Cuánto tiempo te llevó ilustrarla? ¿y qué supuso ese trabajo?

Agradezco tu elogio. A mí me resultó muy gratificante realizarlas. Fue un trabajo de dos años. Las historias del Antiguo Testamento podían ilustrarse como un cuento, pero procuré documentarme respecto a la época y las vestimentas, de manera que los niños pudieran reconocer el periodo en que se desarrollaban cuando estudiaran Historia o Historia del Arte. El Nuevo Testamento fue más complicado. Había que dibujar, infantilizando su imagen, personajes que no podían perder en ningún momento dignidad e importancia, que no podían resultar «monigotitos de cuento». Era difícil lograrlo, sin perder la unidad de estilo que debía tener el libro, pero creo que lo conseguí. Puse mucho en esa Biblia. Y cuando terminé, quería volver a empezar. Algo que no me ha pasado con ningún otro libro.

¿Te dedicas a otro tipo de trabajos?

Hace tiempo diseñé decorados, muñecos y vestuario para programas infantiles de Televisión como La mansión de los Plaff o Destino: Plutón... El trabajo de un ilustrador con cierta ductilidad no tiene fronteras.

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¿Nos puedes contar en qué estás trabajando ahora y qué proyectos tienes?

Estoy ilustrando pequeñas historias con animales como protagonistas. El texto es de Paloma, mi mujer. Son historias nada banales porque ella es filósofa y no le gusta la llamada «fantasía blanda», sin sentido ni propósito. Piensa que los niños se bastan solos para inventar mil argumentos fantásticos, dando rienda suelta a su imaginación, pero que los autores literarios deben poner la suya al servicio de un contenido que merezca la pena   —15→   transmitirles. De algo que contribuya a su proceso de interiorización, a su formación afectiva, a encontrar vías de solución a sus problemas, sus complejos o sus miedos.....

Dice que, como madre, le hubiera encantado encontrar libros ilustrados que, además de entretener y divertir a los pequeños, tuvieran un contenido útil, algo que les ayudara a entender, a aprender, a crecer. Imagina historias con ese propósito, pero no son en ningún caso textos didácticos, educativos o con moraleja. Son simpáticas y curiosas. Disfruto ilustrándolas. Como trabajamos juntos podemos conseguir una excelente relación texto/imagen.

Proyectos...

De momento, seguir pensando con mi mujer nuevas historias, seguir ilustrando, seguir mezclando colores y materias... en fin, seguir haciendo lo que siempre me gustó hacer.

Marta Vidal



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ArribaAbajoLibros

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ArribaAbajoEl duende y el robot

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Fernando Alonso.
Ilustraciones de Emilio Urberuaga.
Col. Gaviota Junior.
Ediciones Gaviota, S. L.
Madrid.

Ediciones Gaviota en su colección Gaviota Junior recupera este libro que hasta ahora podía leerse en la antigua edición de la colección Las Campanas de Miñón.

Las ilustraciones de Ulises Wensell de la anterior edición han sido sustituidas por las del ilustrador Emilio Urberuaga.

La historia, que rebosa especial ternura, muestra dos polos opuestos (¿o no?) de la personalidad: la racionalidad tecnológica representada, en un principio, por la figura del Robot; frente al mundo de fantasía y creatividad que se abre ante él tras su feliz encuentro con el Duende.

A partir de dicho encuentro el Robot comienza a vivir numerosas aventuras en sus sucesivos viajes por todos los pueblos del mundo, llevando una vida más alegre y feliz.

Licencia para soñar. Soñar con la libertad y con un mundo mejor, es en definitiva lo que el Robot y el Duende nos están regalando.



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ArribaAbajoLos tres botones mágicos de Solacia

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Jane Yolen.
Traducción de Pablo Somarriba Rueda.
Ed. Apóstrofe.
Barcelona, 1997.

Ambientado en decorados propios de cuentos de hadas, Los tres botones mágicos de Solacia, escrito ya hace veinticinco años, recrea la historia de una peculiar familia de pescadores que, por una u otra causa, se ven envueltos en una serie de aventuras y dilemas donde interviene la magia, los seres sobrenaturales y malvados hechiceros que pondrán a prueba sus recursos y su integridad. Por suerte, si esto falla, queda una última solución: los tres botones mágicos.




ArribaAbajoLos traspiés de Alicia Paf

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(Le favolette di Alice).
Gianni Rodari.
Ilustraciones de Montse Ginesta.
Traducción de Mario Merlino.
Ed. Anaya.
Col. Sopa de Libros.
Madrid, 1997.

De nuevo tenemos la oportunidad de disfrutar de los relatos del genio de la literatura infantil, al que tenemos tantas cosas que agradecer.

Esta vez, Rodari ha puesto sus ojos en una diminuta niña llamada Alicia, que tiene el oportuno don de caerse de todas partes, para desgracia de sus padres y abuelos.

El tintero, una luciérnaga, el cajón de los manteles, el despertador, un balón...

Cualquier sitio es bueno para que Alicia, sin darse cuenta, haga ¡paf!, y quede escondida para el resto de la gente. Sin embargo, la suerte le acompaña y suele salir airosa de estos percances.



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ArribaAbajoCuentos para todo el año

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Carles Cano.
Ilustraciones de Francisco Delicado.
Ed. Anaya.
Col. Sopa de Libros.
Madrid, 1997.

A través de una niña llamada Clara le llegan a Carles Cano unos cuentos. Son cuentos que Clara ha escuchado cuando va a visitar a su abuela, pero no es ella la narradora sino un jardinero llamado Pompeyo.

Pompeyo sabe tanto de plantas como de la técnica de narrar cuentos; tal vez ambos saberes están relacionados y, por ello, cada cuento tiene su momento para ser contado, como las plantas tienen el suyo para ser regadas, abonadas o podadas.

Cada estación tiene sus cuentos. En primavera, Clara escucha el cuento del hada de la primavera que por perezosa tiene que hacer su trabajo en un día para que no la regañen; o el del árbol de las mariposas, cuya acción transcurre en Japón. Mientras que en otoño los cuentos son otros: El oledor de vientos, en el que un extraño personaje es capaz de predecir cuál es el momento adecuado para casarse, invertir, cultivar... sólo con oler los vientos; o La estrella caída en el que una pequeña estrella se desata del hilo que la sujeta en el cielo y emprende un largo viaje hasta terminar en la mano de un pastor.

Cuentos para todo el año es una recreación del acto de contar cuentos: de cómo nos los contaban cuando éramos niños y un homenaje a los narradores orales, a través de ese personaje llamado Pompeyo.




ArribaAbajoViaje a la isla de los milagros

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Klaus Kordon.
Ilustraciones de Jutta Bauer.
Traducción de Rosa Pilar Blanco.
Santillana, S. A.
Alfaguara.
Madrid, 1997.

Viaje a la isla de los milagros es una divertida, fascinante e inquietante historia, que narrada como un   —21→   cuento, puede poner en duda su veracidad, pero como dice su autor: no es lo más importante descubrir qué anécdotas son reales y cuáles no.

Lo que importa es que Silke una niña de nueve años, sabe que está enferma, pero desconoce el motivo, al igual que sus padres. La última visita al médico no fue muy alentadora: Silke empeoraba. Por ello, los padres decidieron darle toda la felicidad que pudieran, algo difícil, pues Silke quería viajar a la isla de los milagros en un velero.

Tras resolver todas las cuestiones domésticas, embarcan rumbo a la isla, esperanzados y nerviosos, pues sabían que iban a vivir una de las aventuras más hermosas de sus vidas.

Para las ilustraciones, Jutta Bauer utiliza el carboncillo. Sus dibujos ayudan a plasmar la emoción y la ternura de esta historia, cargada de insólitas experiencias, rodeadas siempre por un mal presagio, un miedo, una aureola de tristeza en sus miradas que disfrazan con carcajadas.




ArribaAbajoDedos en la nuca

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Varios Autores.
Ed. S. M.
Col. El Barco de Vapor.
Madrid, 1997.

Coincidiendo con el número 100 de la Serie Roja de El Barco de Vapor se publica este libro, Dedos en la nuca, del que parte de los beneficios de venta irán destinados al IBBY.

Se trata de una colección de once cuentos escritos por once autores de distintas nacionalidades (Nueva Zelanda, USA, España, Japón...) que tienen como tema central la historia fantástica o de terror abordada desde distintos puntos de vista; en Una historia de fantasmas la escritora estadounidense Susan Cooper narra la historia de un muchacho que, al marcharse a vivir al campo con sus padres, comienza a recibir a través de su ordenador siniestros mensajes dirigidos por el fantasma del antiguo inquilino contra su propio padre, un abogado demasiado competitivo. La puerta de marfil de Paul Biegel, es la recreación de una leyenda medieval y, tal vez, el más clásico de los relatos: el príncipe Temrad cruzará dicha puerta intentando averiguar el secreto que, generación tras generación, esconde ésta, haciendo caso omiso de todas las recomendaciones   —22→   que se lo desaconsejan, incluyendo la de su padre, el rey.

Por último, me gustaría destacar El canto de las ballenas de Uri Orlev, Israel, que, junto a La puerta de marfil y Cambio de cerebro de Jordi Sierra y Fabra, son, a mi juicio, los mejores relatos de este libro.

En general, Dedos en la nuca es un conjunto de relatos interesantes y atractivos que cumplen perfectamente su función: hacer pasar un rato entretenido.




ArribaAbajoCuaderno de agosto

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Alice Vieira.
Ilustraciones de Páliaz.
Traducción de Mario Merlino.
Ed. Anaya.
Col. Sopa de Libros.
Madrid, 1997.

Es el mes de agosto, Gloria ha cambiado sus vacaciones en el Algarve con su padre, por su estancia en Lisboa con su madre, para ayudarla en casa mientras termina la novela rosa que está escribiendo.

Durante ese mes tórrido escribe un diario en el que plasma sus emociones, sus vivencias, intercalando entre sus páginas aquellos capítulos de la novela de su madre, en los que ella ha intervenido de alguna manera: ya sea para salvar algún personaje o para alentar a su madre en el trabajo.

En las páginas del diario aparecen, en un tono humorístico, las angustias de la madre, sus trabajos a medio acabar, los novios -caracterizados de forma casi caricaturesca no exenta de ternura-, las manías de los abuelos; referencias a sus estudios, a la vida del padre -que se ha vuelto a casar-, a su hermano Antonio...

Cuaderno de agosto es, sin ninguna duda, una buena novela, escrita en forma de diario, de tema realista; ofrece una visión del mundo de los adolescentes alejado de grandes dramas familiares y vitales, sin por ello mitigar sus conflictos internos. Alice Vieira, de nuevo, demuestra ser una excelente escritora, creando un personaje a través del cual conocemos los intereses y el posicionamiento vital de los jóvenes.

También hay que destacar las ilustraciones de Páliaz, quien ha tenido que ilustrar en un espacio reducido y en forma de L invertida.



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ArribaAbajoLos caminos de la Luna

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Juan Farias.
Ilustraciones de Alicia Cañas.
Ed. Anaya.
Col. Sopa de Libros.
Madrid, 1997.

Si tuviéramos que clasificar Los caminos de la Luna en algún género, nos resultaría difícil: no es un diario, no es poesía; tan sólo podríamos decir que está escrito en prosa, pero es poesía y que un personaje nos cuenta su vida, pero no es un diario.

Juan el Viejo sale a pasear con su nieta Maroliña por la orilla del mar, es a ella a quien le narra su vida... su infancia, su juventud, toda su vida que ha transcurrido en un pequeño pueblo, acompañado por su hermana Nené, su abuelo, sus padres, el maestro don Paco, su amor, Marola, y su amigo Nano, entre otros personajes.

Todos ellos han llenado la vida de Juan el Viejo, quien ha aprendido a apreciar las cosas sencillas, lo cotidiano, a valorar la amistad, el amor, los juegos... Y será esto lo que Juan el Viejo le deje como legado a su nieta Maroliña, pues «vivir es una aventura».

Los caminos de la Luna es ante todo, la narración de una vida vivida plenamente. Se intercala pasado y presente, descripciones y diálogos breves, guiños al lector por las numerosas referencias literarias que aparecen en el texto.

Un texto de una enorme calidad literaria y humana, acompañado por las ilustraciones de Alicia Cañas, quien ha logrado plasmar en ellas, el mundo de Juan el Viejo y la relación -llena de ternura- de éste con su nieta Maroliña.




ArribaAbajoEl accidente

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Adelaida García Morales.
Ed. Anaya.
Col. Espacio Abierto.
Madrid, 1997.

La noche de fin de año siempre había sido una noche especial. Sin embargo, en aquella ocasión todo iba a ser diferente.

¿Quién podía pensar que una noche como   —24→   Nochevieja se iba a convertir en un momento especialmente triste? Desde luego, Berta, la protagonista de esta historia, y sus amigos, jamás pensaron que una noche como esa dejara de ser la mejor del año. Todo sucedió de tal manera que marcó sus vidas de forma inesperada: debido a un lamentable accidente muere un anciano. Este acontecimiento transformará la vida de Berta y sus amigos. Cada uno de ellos asumirá su parte de culpa, de una manera u otra, según su conciencia les dicta.

El accidente es una novela realista, en cuya trama destacan valores como la amistad, el amor, la responsabilidad que se debe asumir ante nuestros propios actos y el sentido de la justicia. Dichos valores aparecen en los distintos personajes de la novela que, según se va desarrollando la acción, se van enriqueciendo, ya que aumenta su profundidad psicológica.




ArribaAbajoYo soy el rey

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Günter Saalmann.
Traducción de Mª Dolores Ábalos.
Ed. Anaya.
Col. Espacio Abierto.
Madrid, 1998.

Yo soy el rey. La historia de un joven que ve cómo todo su mundo se desmorona a su alrededor, sin entender muy bien lo que está sucediendo. La historia de un adolescente que resulta parte perjudicada de la transición de una sociedad socialista a una sociedad capitalista por la que está pasando su país.

Rex es un joven popular, el primero de la clase, que vive con su familia en un «buen» barrio. Sin embargo, las cosas comienzan a complicarse cuando cierran la fábrica de armas en la que trabaja su padre. El paro, los intentos de adaptarse, los cambios de un trabajo a otro, las circunstancias que rodean su vida, la falta de recursos económicos... impulsan a la familia a abandonar su casa y trasladarse a uno de los barrios marginales de la ciudad. Aquí empieza su nueva vida.

Rex, un marginado, una persona a la que hay que ayudar, con problemas en la escuela. En su nueva vida hay una consigna: sobrevivir. Y para sobrevivir necesita tener el poder: Rex, el rey; y luchará por él, «pura adrenalina». Junto con sus nuevos amigos prepara aventuras, retos, el riesgo les mantiene vivos... Sin embargo, los acontecimientos van a escapar a su control, todo se precipita, y la aventura termina... Descúbrelo.

Yo soy el rey es un libro escrito en primera persona, presentado en dos momentos   —25→   temporales: en el inicio de cada capítulo, el protagonista nos hace una breve reseña de su situación presente y, a continuación cuenta la historia que le ha llevado a ella.

Una historia llena de intriga, aventuras, amor... La historia de un joven en un mundo en cambio que no siempre es fácil comprender desde fuera, y posiblemente aún menos cuando ese mundo es el tuyo.




ArribaAbajoLa bolsa o la vida

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Hazel Townson.
Ilustraciones de David McKee.
Traducción de Miguel Hernández.
Ed. Anaya.
Col. Sopa de Libros.
Madrid, 1997.

Colin es un niño al que le produce pánico pensar en las numerosas catástrofes que acechan a la humanidad -terremotos, inundaciones, epidemias, explosiones nucleares...-; pero más pánico le provoca perder su bolsa de los desastres, donde lleva los utensilios necesarios para sobrevivir a cualquier posible catástrofe. Becky es una niña preocupada por el medio ambiente, por ello se dedica a recoger toda la basura que la gente arroja en el parque. Ruby Rugg, aunque parece una ama de casa, algo desaliñada y despistada, es una auténtica terrorista, dispuesta a volar los baños del ayuntamiento.

Estos son los personajes principales de La bolsa o la vida, una divertida historia en la que sobre todo prima el humor; humor que David McKee -el creador de Elmer, un personaje muy conocido en la literatura infantil- ha captado de forma estupenda y lo ha reflejado en sus ilustraciones.




ArribaAbajoLas raíces del mar

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Fernando Alonso.
Ilustraciones de Juan Ramón Alonso.
Ed. Anaya.
Col. Sopa de Libros.
Madrid, 1997.

Las raíces del mar de Fernando Alonso es una novela de aventuras, protagonizada por dos muchachos   —26→   de diez años, Mar y Ramón. Ambos viven en una ciudad llamada Siburgo, ciudad que encierra un extraño secreto: está situada a trescientos kilómetros del mar, pero todos sus habitantes poseen un nombre con referencias al mar (Ramón, Mar, Marina, Marcos...), los jóvenes cuando cumplen la mayoría de edad van en busca del mar, la misma ciudad está construida como si fuera un barco. Hay demasiadas referencias para que sea pura coincidencia. Mar y Ramón deciden investigar para descubrir el secreto de su ciudad, para ello van a la biblioteca donde descubrirán algunas de las claves que les conducirá a una emocionante aventura y a la solución del misterio.




ArribaAbajoCuando los gatos se sienten tan solos

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Mari Asun Landa.
Ilustraciones de Asun Balzola.
Ed. Anaya.
Col. Sopa de Libros.
Madrid, 1997.

La madre de Maider quiere volver a ser actriz. Al padre no le hace mucha gracia, pero, aun así, ella lo intenta. Maider ve cómo aparecen los problemas y su único consuelo es su gata Ofelia. Por eso, cuando se la llevan, Maider se da cuenta que al atardecer, al igual que Ofelia y la mayoría de los gatos, es cuando se siente más sola. Maider intentará recuperar a su gata aun cuando ello suponga poner en riesgo su salud.




ArribaAbajoNo mires la luna a través del cristal

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Manuel L. Alonso.
Ed. Santillana.
Col. Alfaguara Juvenil.
Madrid, 1996.

Esta no es una historia convencional sobre brujas. Es una historia sobre la capacidad de las mismas para amoldarse a la época actual.

Mario siente pasión por la vida nocturna. Le gusta salir   —27→   a la calle por las noches y observar la noche desde su habitación con unos prismáticos.

Un día cree descubrir que la nueva vecina del edificio de enfrente es una asesina y finalmente resulta ser algo casi peor: es una bruja, una bruja que pretende destruirle.

Mario no sabe qué hacer ante los extraños sucesos que empiezan a ocurrirle, como el agua que no hierve, ascensores que se caen, grifos que no echan agua sino... Pide consejo a varias personas, pero sabe que sólo él puede conseguir que ella le deje tranquilo.




ArribaAbajoEl oro de los sueños

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José María Merino.
Ed. Santillana.
Col. Alfaguara.
Madrid, 1997.

El oro de los sueños se publicó en la colección Alfaguara en el año 1986. Ahora estamos ante una nueva edición de las aventuras del muchacho mestizo, llamado Miguel, hijo de una india mexicana y un español que acompañaba a Hernán Cortés. Lo interesante de esta nueva edición está en que es una edición anotada, lo cual puede clarificar y documentar el texto a los jóvenes lectores. Además está introducido por un excelente prólogo del escritor leonés, Luís Mateo Díez.

Esta edición anotada de la primera parte de la trilogía Las crónicas mestizas es un excelente trabajo editorial de un clásico de la literatura de aventuras.

Teresa García Adame1





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ArribaAbajoFederico García Lorca

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Nuria Fernández

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Estuvo del lado de la libertad y de los pobres, amó por igual las tradiciones más arcaicas de la cultura popular y las audacias de los tiempos modernos, conoció en su propia alma el luto y la rabia de los perseguidos. No pertenece a nadie, y pertenece a cualquiera que se sienta aludido por una página suya. La mejor manera de conmemorarlo es leer en voz alta uno de sus poemas o una de sus cartas en las que parece que nos dejó dibujado a cada uno un plano de nuestro deseo.

Antonio Muñoz Molina

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Languidece el día.
Oscuridad profunda
anunciada por un despliegue descarado de color.
Razonable contradicción.
Contenido de un dibujo caprichoso
aleatorio esplendor que proclama la herida.
¿Amor? ¿Admiración de la belleza incontenida?
Acaso un poema escrito por nadie... en el aire.

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ArribaAbajoCuatro sombras heridas



«Llevan heridas
sus cuatro sombras»



En ese instante de tiempo infinito,
infinito y amarillo,
sintió en su alma,
la noche
abierta, eterna, la llaga.  5
Su sombra herida
sangraba gotas de escarcha.
Y así,
abatida,
la encuentra el alba  10
que al descanso
la lleva de la mano.
El aire se abre
en cierto modo vacío;
por la luz incipiente,  15
en cierto modo herido.
Y grita,
y clama,
y llora.
También está herida  20
su sombra.
¡Ay, Pena!
Llora tú,
que la noche ya no puede.
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«¿Llorar por tragedia ajena  25
cuando yo soy,
ay,
la Tragedia?».
Sombra herida,
pena, pena.  30
Y en el alba:
silencio.
Quise acompañar
el vuelo pausado
de su pensamiento  35
y he encontrado tan sólo su queja,
próxima, quizá lejana.
Pero, ¿la oigo, la invento?
Sombra herida,
sombra herida,  40
quizá sea esta sombra
la mía.

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ArribaAbajoDesde una estrofa

«Me he perdido muchas veces por el mar».

Bajé a la playa. Entré en el laberinto de paredes de agua que reflejaban mi imagen deformada. La imagen de un pensamiento en un espejo vacilante. Me he perdido muchas veces en un pensamiento.

«Con el oído lleno de flores recién cortadas».

Llueve. El otoño ha irrumpido con fuerza en las calles de la ciudad. Huele a tierra mojada, el aire sabe a frío, la piel siente la llegada de una noche madrugadora que, cauta y silenciosa, usurpa horas a la tarde exhausta. Espero el invierno «con el oído lleno de flores recién cortadas».

«con la lengua llena de amor y agonía».

¿Cómo se habla de sentimientos encontrados que subsisten en el mismo cuerpo, que miran a través de los mismos ojos? ¿Cómo explicar un mundo que cabe en la palma de la mano, que no puede vivir fuera de mí y sin embargo anhela la libertad del deseo? Quizá es mejor el silencio, aún «con la lengua llena de amor y agonía».

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«Muchas veces me he perdido por el mar,

como me pierdo en el corazón de algunos niños».

Inmensos.

Curiosos.

Inocentes.

Nuevos.

Muchas veces me he perdido en un poema (laberinto), «muchas veces me he perdido por el mar; / como me pierdo en el corazón de algunos niños».

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ArribaAbajoHacia su destino


Caminaba
entre redobles
de tambores andaluces
y armoniosas notas
de una melodía neoyorquina.  5
Caminaba
sobre la tierra dormida
(susurros
sobre piel de mujer),
perfecta metáfora  10
de su poesía.
Caminaba
dejando un rastro
interminable.
Caminaba,  15
muriendo un poco
a cada paso
(muriendo a bocanadas).
Caminaba
hacia su destino,  20
desde Granada,
en Granada,
hacia Granada.



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ArribaAbajoA la orilla de Granada

Su nombre... ¿qué importa su nombre?, ¿qué importa si es joven o viejo? Era dueño de la palabra imposible, plena, aunque a veces indescifrable, siempre perfecta. Y con ella (fin y causa), desde siempre, buscaba la mar, buscaba: femenina, coqueta; infinita, fuerte; titubeante, traviesa. Y buscó su rastro en el horizonte de un verso, su canción en el silencio exacto y rebosante del teatro (silencio ondulado), su reflejo en las estrellas que brillan con fuerza en el día. Y buscó su proximidad lejos, aún presintiéndola cerca.

Erró su camino, soportó pesado el yugo, en ocasiones voló, admirado, perdido.

Y «al fin encuentra la mar». A la orilla de Granada, antigua y nueva, húmeda y seca, rodeada de murallas y abierta. La ciudad. A la orilla de Granada «al fin encuentra la mar y se lo tragan las olas».

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ArribaAbajoArthur Conan Doyle

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Sherlock Holmes

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ArribaAbajoSherlock Holmes, el detective existente

-Va a soplar viento del Este, Watson.

-A mí no me lo parece, Holmes. Hace mucho calor.

-¡El bueno de Watson! Es usted lo único inalterable en una época en la que todo cambia. Pero, aún así, va a soplar viento del Este, un viento como nunca se ha visto soplar en Inglaterra. Será un viento frío y crudo, Watson, y puede que muchos de nosotros nos apaguemos bajo su soplo. Pero, con todo, es Dios quien envía el viento, y cuando amaine la tormenta, el sol brillará sobre una tierra más limpia, mejor y más fuerte. Arranque, Watson, que ya es hora de que nos pongamos en marcha. Tengo aquí un cheque por valor de quinientas libras que habrá que cobrar cuanto antes, porque el firmante es muy capaz, si puede, de ordenar que no se pague.

(«El último saludo en Arthur Conan Doyle, El último saludo de Sherlock Holmes).

Sirva este título como homenaje y modesto comentario al artículo de Antonio Muñoz Molina «El detective inexistente», publicado en ABC el 3-9-88, que refleja de una manera acertada pero lánguida el sentimiento de muchos lectores que, como él mismo dice, «no tienen a sus semejantes verdaderos en la vida real, sino en los domicilios minuciosamente numerados y falsos de los libros». No deja de ser curioso viajar a Londres e ir a visitar la antigua casa de alguien a quien nunca se ha visto en persona, pero de quien se conocen hasta sus más íntimos detalles.

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Reconstrucción del 22 B de Baker Street en el pub Sherlok Holmes

Holmes, la creación que impulsó a la fama a Arthur Conan Doyle, es un espléndido ejemplo de este tipo de «personajes» sorprendentemente ficticios que además poseen vida propia, una vida que han de ganarse muchas veces a costa de su creador, que asiste con sorpresa y recelo a la progresiva independencia de sus invenciones.

Fernando Savater también se refiere en dos de sus libros, Criaturas del aire y La infancia recuperada, al fenómeno fetichista que provoca el detective, aunque describe su encuentro con los falsos vestigios con algo más de emoción y menos tragedia. «Hace poco fui a verle: allí estaba su pipa, su violín, el maniquí asesinado de un balazo en una peligrosa ocasión... Una troupe de americanos subió estrepitosamente la escalera que lleva al pequeño cuarto de Holmes mientras yo estaba allí; una señora gorda me preguntó: ¿Dónde está él? Le respondí: Ha salido a dar una vuelta por Whitechapel, madam, pero puede volver en cualquier momento.» Sin duda, no es difícil imaginar, como hicieron los encargados del pub Sherlock Holmes (el londinense, no el californiano: a Holmes no le quedarían bien unas bermudas en vez de su macfarlan, un chicle en la boca sustituyendo el sabor de la nicotina y un inglés chirriante muy distinto al que, escuchando sus palabras escritas, realmente tiene), al detective en su ambiente natural, rodeado de todo aquello que Conan Doyle describe en sus relatos (quizá crónicas), arrebujado en el sofá con la mirada perdida, realizando experimentos químicos, o leyendo la prensa matutina en la mesa ante el desayuno. ¿Cómo se puede dudar de la existencia de Holmes, si conocemos al dedillo su biografía?

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Al legendario detective sólo le falta registrarse como ciudadano inglés por derecho, porque el resto de los requisitos para considerar a un hombre como existente los cumple con creces. Podemos dar el mismo crédito a Holmes como personaje literario convertido en ser humano que a los ausentes en las fotos trucadas del estalinismo o a los actuales seres virtuales que «viven» en muchos ordenadores. Willis G. Frick, creador de Sherlocktron's Page (http://members.home.net/sherlockl/Sherlocktron.html), una de las miles de páginas Web dedicadas al detective y su autor, escribe: «A menudo me preguntan: ¿Era Sherlock Holmes una persona real o un personaje de ficción? La respuesta es: Sí.»

Holmes, recordémoslo, tuvo una dirección, el 221B de Baker Street, cerca del Regent's Park londinense. Conocemos todos sus gustos y manías, su difícil carácter, sus andanzas fechadas con todo detalle y localizadas en escenarios no sólo londinenses sino europeos en general (Escocia, Suiza, Francia...), sabemos que cuando conoció a Watson trabajaba en el laboratorio de química del San Bartholomew Hospital en Newgate Street (donde una placa recuerda el acontecimiento), y el número de escalones que hay que subir para llegar a su apartamento. Hasta sabemos, si nos fiamos de la cronología elaborada por Baring-Gould, que murió en 1957 en Sussex, como su creador.

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Sidney Paget, "El hombre del labio torcido".
Las aventuras de Sherlock Holmes, Anaya 1990

Hay ejemplos pintorescos que subrayan la extraordinaria popularidad del detective, al que en numerosas ocasiones se confundía con su autor (que normalmente ha sido más identificado con Watson, «el escudero»). Así, Holmes era uno de los tres personajes públicos preferidos por los oficiales franceses, y no digamos nada del ciudadano inglés... Una anécdota bien conocida, recogida por Javier Marías en su libro Vidas escritas, es que cuando Conan Doyle fue nombrado Sir en 1902 con motivo de su labor en la   —45→   Guerra de los Boers (sin duda no sería la única razón), la gente le aclamaba por la calle gritando: «¡Viva Sir Sherlock Holmes!». Conan Doyle, a pesar del odio que sintió en ocasiones por su más célebre personaje, subió a los altares de la fama gracias a él, consiguiendo las mejores comodidades allá donde iba: Estados Unidos, Inglaterra... En todos lados las autoridades le trataban como a un héroe nacional. En parte, sin duda, porque creían estar tratando con el verdadero Holmes, y no con esa persona ficticia que se hacía llamar Sir Arthur Conan Doyle, que se atrevía a robar hasta el título real a quien realmente lo merecía.

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Anuncio de tabaco protagonizado por Holmes

A pesar de que las descripciones que hizo Conan Doyle de su personaje nos ayuden a imaginarlo paseando por las calles neblinosas de Londres, contamos con más ayuda, quizá, de la que necesitemos. Tenemos por un lado las magníficas ilustraciones que en su día acompañaron las aventuras del detective en el Strand, realizadas por Sydney Paget y Geo Hutchinson, entre otros, y por otro la enorme lista de actores que representaron en la pantalla las andanzas de Holmes, aportando cada cual su personalidad y su físico, unas veces de manera brillante y otras mediocre. Nuestra imagen del detective puede depender del modo como hayamos llegado a él, por la literatura o el cine, por los grabados de los libros o el rostro de Peter Cushing o Basil Rathborne, pero sus rasgos característicos, su porte esbelto y atlético, el rostro enjuto, la mirada inquisitiva, su nariz fina y aguileña, la barbilla prominente y cuadrada y sus manos huesudas y delicadas, permanecen en nuestra imaginación cuando leemos sus relatos.

Los dibujos originales de Sidney Paget, que acompañan muchos de los relatos -publicados en España por Anaya-, son la primera visión que   —46→   tuvo el público del detective, en su primera aparición: Estudio en escarlata (1887), publicado en el Beeton's Christmas Annual. El ilustrador se inspiró en su hermano Walter (que a su vez ilustraría uno de los relatos de Holmes, «La aventura del detective moribundo» en El último saludo de Sherlock Holmes) para realizar el dibujo del detective (aunque viendo la foto de Joseph Bell, del que se hablará más adelante, uno tiende a dudar), mientras que en Watson podemos reconocer sin temor a equivocarnos la figura menos esbelta de Conan Doyle.

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Dr. Joseph Bell. Sherlock Holmes y Charles S. Pierce, El método de la investigación,
Thomas A. Sebeok y Jean Umiker-Sebeok, Paidós, 1994

Un fenómeno curioso es el ocurrido con Moriarty, el «eterno rival» de Holmes que tan sólo aparece en un par de sus relatos. Hasta tal punto ha llegado la obsesión por redondear al personaje y por acompañarle incluso de conflictos psicológicos, que hay quien afirma que el perverso delincuente representa algunos de los traumas infantiles del aún más ficticio «niño Holmes» (el amante de su madre, el compañero de clase que la hacia la vida imposible, e incluso su alter ego). Aquí, el psicoanálisis se supera a sí mismo: no teniendo suficiente con inventar las vidas de las personas reales, hace lo propio con personajes literarios. Una vez más, queda claro el poder seductor del arrogante detective.

Alrededor de la creación de Sherlock Holmes (nombre que, por cierto, fue impuesto por los editores frente a Sherrinford, propuesto por Conan Doyle) no cabe hacer ningún tipo de hipótesis: Conan Doyle se basó en su profesor de Medicina Joseph Bell, de la Universidad de Edimburgo, para el que trabajó como secretario y del que tomaría para su personaje la sorprendente costumbre de realizar todo tipo de deducciones a primera vista, práctica muy habitual en las clases del citado profesor. Doyle admiraba extraordinariamente esta habilidad,   —47→   e intentaba practicarla cuando recibía a los pacientes de Bell y hacía los informes previos. Esto, a su vez, dotaba al detective de un proceder científico, a pesar de mantenerse velado, para mayor sorpresa de los lectores. Como él mismo decía, la explicación de sus deducciones le quitaba mérito al golpe de efecto, e incluso Watson llegó a «ofenderle» alguna vez afirmando que sus conclusiones eran de lo más sencillo. Gracias a esta capacidad de análisis y a un proceder exhaustivamente metódico y racional, que ahora es preciso matizar, Holmes era capaz de resolver la mayoría de los casos que se le presentaban sin salir del apartamento, bien oyendo los testimonios de sus clientes o encargando a Watson alguna «excursión».

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Sidney Paget, "La aventura de Abbey Grange".
El regreso de Sherlock Holmes, Anaya, 1992

Lo curioso de las deducciones de Holmes es, sin duda, su exactitud. No hay que fijarse mucho, sin embargo, para notar algún tipo de trampa (aparte del mero efecto literario). Un ejemplo de tantos es la escena del relato «El intérprete griego» que protagonizan Holmes y su hermano Mycroft (tal para cual), en la que «diseccionan» mentalmente a un miembro del Club Diógenes, sacando todo tipo de conclusiones acerca de su estado laboral, familiar, rango militar, viajes pasados...

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Prestando un poco más de atención que la simple fascinación de este ejercicio mental, notamos, como en el resto de las ocasiones, que Holmes, y en este caso también su hermano, parten de una sencilla premisa: el mundo funciona según unas reglas muy determinadas, sobre la base de unas relaciones causales estrictas que no dejan espacio al azar o la libertad. Si un hombre tiene la tez morena, y viste uniforme, por necesidad ha sido un militar destinado en la India. El que haya salido a hacer algunas compras, y, además, vaya de luto, no puede significar otra cosa que ha perdido a su mujer y él se tiene que hacer cargo de sus hijos. Puede que en muchas ocasiones hacer estas inferencias sea lo más lógico, pero a veces sorprende la ausencia de casualidades y azares que den al traste con la lúcida hipótesis holmesiana.

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Sidney Paget, "La corona de berilos".
Las aventuras de Sherlock Holmes, Anaya, 1990

Esto, por supuesto, no desmerece (ni podría hacerlo aunque quisiera) en nada la capacidad intelectual de Holmes, que en todo caso siempre sabe dar con la tecla, ya sea por intuiciones, o gracias a su minucioso conocimiento de temas tan variopintos como las cenizas del tabaco, la tipografía de los diarios londinenses, los motetes de Orlando Lasso o la relación entre las características de la mano y el oficio de las personas. Holmes solla aplicar estos conocimientos no sólo en la resolución de los casos, sino intentando adivinar la profesión, carácter, traumas, familia y origen de cualquiera que apareciese en el apartamento, para estupefacción de lectores y personajes. Es de notar, no obstante, que en los pocos relatos narrados por Holmes, este efecto pierde fuerza, y eso era algo que el detective conocía, admitiendo a regañadientes que parte del éxito de las «crónicas» de Watson se debía a su estilo literario, y no exclusivamente a la brillantez del protagonista.

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Sidney Paget, "Escándalo en Bohemia".
Las aventuras de Sherlock Holmes, Anaya, 1990

Esta arrogancia de Holmes, que en ocasiones se veía respondida por los hechos o las observaciones de su inseparable compañero nos muestra tan sólo uno de los aspectos del detective, al que su autor dotó de un difícil carácter, acorde en ocasiones con el prototipo victoriano. Algunos de los rasgos más destacados, que se pueden apreciar en la mayoría de sus relatos, son su rectitud, su porte distante, el gusto por la soledad y la reflexión y una posición reacia y desconfiada frente a las mujeres que le llevaba a preferir el trato de los miembros del «Club Diógenes», entre ellos su hermano. Como curiosidad, habría que añadir algún tinte racista, presente en el relato «Los tres frontones», del libro El archivo de Sherlock Holmes, en el que se puede leer la siguiente frase de Holmes, dirigiéndose a un negro: «¿Nació usted así o se fue poniendo así poco a poco? No le invito a que se siente porque no me gusta cómo huele.» Este aspecto totalmente negativo de la personalidad del detective no ha de servir, sin embargo, para descalificarle, pues hay que entender que Holmes nace en una sociedad colonialista en la que ciertas teorías biológicas justificaban la superioridad del hombre blanco (doctrina que seguramente Conan Doyle compartía).

Respecto a su distanciamiento frente a las mujeres, hay que destacar los numerosos comentarios, que no llegan a ser despectivos, pero que hablan del sexo femenino como un «mal inevitable» al que Holmes nunca se acercará. Sólo hay una mujer que haya tenido el privilegio de seducir al detective: Irene Adler, que aparece en el relato «Escándalo en Bohemia», recogido en Las aventuras de Sherlock Holmes (aunque él mismo afirma que hay otra mujer a la que admira: una que fue ahorcada por envenenar a sus tres hijos para cobrar el seguro -El signo de los cuatro). Admiraba en Adler la   —50→   belleza, pero también la frialdad y la perspicacia. Para los más morbosos, Conan Doyle reservó una escena en que Holmes ejerce de testigo en una apresurada boda entre la dama y su amante, aunque más tarde el detective se reconforta contemplando la foto que le regaló, olvidando el hecho de que no pudiera resolver el caso.

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A. Gilbert, "La piedra de Mazarino."
El archivo de Sherlock Holmes, Anaya, 1995

Billy Wilder, frustrado seguramente por este desencuentro amoroso, quiso hacer realidad los sueños del detective, y en su película La vida privada de Sherlock Holmes (1970) consiguió que Adler y Holmes durmieran en la misma cama, aunque luego hubo de separarles trágicamente (porque la encantadora dama era en realidad una espía). En esta misma película se da vueltas al asunto de la vida sexual de Holmes, llegando a insinuarse la homosexualidad del detective. Wilder no hace más que interpretar los datos que se le ofrecen, y la comedia permite ciertas licencias.

No es ésta, ni mucho menos, la única incursión que el mundo del cine ha hecho en la vida y los casos de Holmes. Desde 1900, y de manera más destacada a partir de 1933, cuando Basil Rathbone interpreta al detective, cientos de películas recrean, o inventan, los relatos que Conan Doyle dejó a la posteridad. Incluso se han adaptado los casos de Holmes en dibujos animados, para que hasta los niños perezosos sacien su curiosidad por saber quién es aquel del que todo el mundo habla.

No es sin embargo en las imágenes donde apreciamos la compleja construcción del personaje. Es tal la minuciosidad que Conan Doyle quiso aplicar, que no puede evitar caer en contradicciones (meras piezas de coleccionista que no afectan a la calidad literaria). Una de las más evidentes se pone de manifiesto al comparar la «tabla de conocimientos» que Watson elabora sobre su nuevo y extravagante compañero de vivienda en Estudio en   —51→   Escarlata y los testimonios que el propio Holmes nos ofrece. Así, según su más íntimo amigo (realmente el único, como el propio Holmes dice), el detective carece de cualquier conocimiento acerca de literatura que no tenga que ver con criminología, a pesar de que en diversas ocasiones leemos en sus diálogos citas de Goethe (uno de sus preferidos), referencias a Poe, lo que da sin duda un toque de realismo al asunto, a poetas ingleses, frases en francés de Flaubert...

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Sidney Paget, "La liga de los pelirrojos".
Las aventuras de Sherlock Holmes, Anaya, 1990

Conan Doyle también inculcó en Holmes el gusto por la música clásica, desde piezas medievales a obras de Wagner o Sarasate. Sin olvidar, por supuesto, su gran habilidad técnica y teórica con el violín, con el que, dice Watson, «se le daba mejor improvisar que interpretar».

En cualquier caso, no pretendo con lo dicho negar la evidencia, y afirmar que Holmes, y todo lo que le rodea, no sólo no es un personaje ficticio sino que además nos ha dejado toda una suerte de vestigios «visitables» y evocadores. Lo que sí quiero destacar es que, por más que un personaje no tenga capacidad para materializarse en persona, Sherlock Holmes ha rebasado las mismas barreras que Hamlet o Don Quijote, llegando a superar a su antecesor Dupin, el detective de Poe, al que Conan Doyle debe estar agradecido. Ha pasado a formar parte de los mitos culturales de occidente, y negar la existencia a un ser mitológico es, si no blasfemar contra la historia de los hombres, al menos, ser injusto con ella.

Pablo Cruz





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ArribaEntrevista a Daniel Golding, editor de Fondo de Cultura Económica de México

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Cuando uno se cruza con él por la Feria de Bologna o la de Frankfurt, sólo cabe un saludo rápido y una mirada de complicidad: ha descubierto, antes que tú, un álbum maravilloso y se lo lleva puesto, contento como un niño que acabara de recibir un anhelado regalo.

La figura de Daniel Golding, un editor entusiasta y convencido de su labor, parece que se fuera a quebrar por el peso de la ingente cantidad de libros que lleva en un brazo y el de la mochila, que para compensar, cuelga del otro. Embutido, haga frío o calor, en una gabardina mezcla de la del inspector Clouseau y la de Humphrey Bogart, Daniel prosigue su infatigable caminata por los Stands de las más diversas editoriales en busca del tesoro: un nuevo álbum para su colección.

Director de las Colecciones infantiles y juveniles del Fondo de Cultura Económica, Daniel Golding es un editor que cuida sus libros como un campesino portugués mima su tierra.

-Daniel, ¿Cuándo aparece la colección de álbumes Los Especiales de A la orilla del viento y con qué libros?

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-Publicamos los primeros cinco libros en noviembre de 1991, junto con 16 de la colección A la orilla del viento. En este momento no recuerdo cuáles fueron los primeros exactamente. Si no me equivoco entre ellos estaba Gorila y Willy el tímido, ambos de Browne, La princesa y el pirata, de Teo Puebla y Alfredo Gómez Cerdá, y Halcón soy tu hermano de Bird Baylor, un álbum que ha circulado poco por España. Quería publicar también Jumanji, pero no encontré ningún impresor dispuesto a afrontar ese reto técnico. De hecho tuvimos que imprimirlo en Italia.

Nuestra idea original era publicar una colección de libros singulares que mostraran la diversidad de propuestas estéticas en sentido gráfico y literario, de formatos e, incluso, de aproximaciones al concepto de lector. Creo que el espíritu que anima a la colección tiene mucho que ver con la alegría moral por la diversidad y con el mantenimiento de una cortesía fundamental con el lector. En otras palabras, no es sólo publicar libros raros o muy locos, como algunos han querido ver.

-Los álbumes de imágenes o ilustrados, a mi juicio, cumplen una función de educación estética; me refiero a los buenos álbumes, y son, en muchos casos, uno de los pocos objetos bellos con los que se relaciona el niño. ¿Cuál crees tú que es la importancia de este tipo de libros?

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-Creo que son muchas. Una de ellas es la revaloración del lenguaje gráfico como un lenguaje con plenos poderes. Es algo sobre lo que hemos insistido mucho en el Fondo. Ante la andanada de comentarios de tantos promotores de la lectura sobre como la palabra ha perdido lugar frente a la imagen, nosotros respondemos que eso es sólo parcialmente cierto. Y que en lugar de lamentar la supuesta derrota de la palabra por la imagen habrá que empezar a tomarnos en serio la educación visual.

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Creo que los álbumes, me refiero a los buenos, contribuyen a esto al trabajar creativa e inteligentemente la relación palabra e imagen. En nuestro catálogo hay algunos excelentes ejemplos.

Menciono otra razón más: el amor por el objeto libro. Todo lector que se precie de serlo tiene una relación placentera con el objeto libro. Tengo amigos que primero los huelen. Otros, los tocan. Destonzar un libro es un placer que la modernidad nos ha quitado. Esto es válido para todos los libros, pero es especialmente pertinente en el caso de los álbumes. Claro que la sola belleza del objeto no hace al libro bello. Por eso también apuntamos a la belleza literaria.

Una tercera razón. En nuestras culturas los álbumes suelen   —57→   concebirse como libros para niños (cuando ya saben leer que dejen a un lado los monitos). En nuestra experiencia, muchos adultos agradecen con el mismo o mayor entusiasmo que los niños que les ofrezcamos un buen álbum. Libros como Zoom, o Los misterios del señor Burdick ¿son para adultos o para niños? Creo que una de las virtudes es que son para ambos solos y para que ambos compartan.

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Claro, que para eso se necesita que la lectura y el trato con los libros en verdad sea algo valioso en la vida personal, algo que tenga cabida en el espacio cotidiano de la familia. En resumen, esta propuesta no se inserta dentro de una lógica del libro para niños como instrumento escolar. Esto es importante.

-¿Existe en Latinoamérica, una tradición de álbumes del mismo modo que se da en Centroeuropa?

-Creo que en Latinoamérica hay diferentes tradiciones de literatura popular que se podrían empalmar con la producción de álbumes (por ejemplo, el papel que tuvieron los grabados en el periodismo y la propaganda política antes, durante y después de la Revolución Mexicana, específicamente el caso de Posada). Creo que ha habido muchos ilustradores destacados. Pero definitivamente no considero que tengamos una tradición comparable con la centroeuropea o la inglesa. Por lanzar una hipótesis que   —58→   habría que matizar: en las tradiciones europeas el álbum es una variante de la cultura escrita. En Latinoamérica, una región con pautas de comunicación fundamentalmente oral, el lenguaje gráfico es una herramienta para paliar las carencias de una alfabetización todavía no asimilada verdaderamente.

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-En España, este tipo de publicación casi ha desaparecido. Sólo vosotros y algunas pequeñas editoriales españolas, mantienen de una manera regular la edición de álbumes ilustrados. ¿A qué piensas que es debido esto?

-No conozco con profundidad el tema. No sé, por ejemplo, si hubo una época de esplendor como se puede leer entre líneas en la pregunta. En lo particular, creo que el problema es que es una línea de baja rentabilidad y altos riesgos y costos que, al ser comparada con otras, se rechaza por los editores. Esto tiene que ver con lo que a mi juicio es el mayor logro y el mayor problema de la industria editorial para niños en España: la escolarización de la lectura. Si te has acostumbrado a transitar por ese camino, los otro sectores parecen más escabrosos.

-No sé si existió, lo digo por tu duda anterior, una época de esplendor del álbum ilustrado en España, pero lo que sí sé, es que hubo un tiempo en el que la edición de álbumes de   —59→   calidad era algo mucho más frecuente que ahora, y además, estos libros se exportaban a otros países, pero bueno, éste es otro tema.

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-Existen dos ilustradores en tu colección que tienen cada uno de ellos varios libros publicados, Chris Van Allsburg y Anthony Browne, este segundo con más presencia. ¿Cuál es tu opinión sobre cada uno de estos artistas?

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-Ambos me parecen ser justamente eso: especiales. Creo que los dos se han tomado muy en serio el arte de la creación de libros ilustrados (que es algo más que el arte de la ilustración). Ambos son autores e ilustradores y nutren sus búsquedas de artes mayores: la literatura y las artes plásticas, justamente para darle valor de arte mayor al libro ilustrado. Son numerosas las referencias literarias y pictóricas. Creo que ambos se han tomado su oficio como un escenario de retos. Creo que ambos tienen, de formas diversas, muy presente el arte de la cortesía. La más elemental de ellas es que sus libros siempre reciben al lector, y le ofrecen más, en la medida en la que su mirada busque o penetre más profundamente. Sus libros te sostienen la mirada y te invitan a volver a ellos.

Prosigo con los símiles. Los dos se   —60→   han caracterizado por llevar una propuesta estética superficialmente realista. Es otra faceta de la cortesía, pero sobre todo una muy clara señal de que la creatividad y la modernidad no está centrada en la búsqueda de lo novedoso.

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Anthony, a quien después de haber publicado cinco o seis títulos tuve la fortuna de conocer (lo he traído en dos ocasiones a México y lo he llevado a Venezuela y Colombia con sendas exposiciones) día a día me parece una persona más extraordinaria. Tuve algunas intuiciones de esto al ver por primera vez sus libros. Después, al escucharlo hablar sobre ellos. Pero ahora que lo conozco con cierta intimidad, me doy cuenta que lo extraordinario de su propuesta proviene de su singularidad afectiva y perceptiva. La sutileza con la que él trabaja las referencias y convierte cada página en un escenario de claves, habla de una sensibilidad muy contrastante con la actual. Por eso su propuesta es tan vigente.

Van Allsburg es, además de un ilustrador sorprendente, un gran autor. Sus argumentos son realmente buenos, literariamente hablando. Es quizá más frío.

-Sé que es difícil de contestar pues, son muchos y buenos los álbumes de la colección pero, ¿cuál es tu libro preferido?

-Willy el tímido es uno. Fue una de las primeras decisiones claras, sin la mayor sombra de duda. Como quien dice un flechazo. Me lo mostró   —61→   Carmen García Moreno y dije: sí, seguro. Debo confesar que mi respuesta no fue sólo como editor, ni siquiera como lector. Es algo mucho más profundo e íntimo, Willy no es un perdedor, como algunos quieren ver, ni un antihéroe. Sólo fíjate en su forma de vestir, Willy es alguien que encarna la vulnerabilidad (un valor a la baja en este mundo) con una dignidad encomiable. Sobra decir que es un libro que creí que estaba destinado a mí. Mi alegría ha sido mucho mayor cuando he descubierto en diferentes lados del mundo que hay muchas personas -gordos y flacos, niños y adultos, debiluchos y forzudos- que se sienten igual que yo.

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Independientemente de ese libro, creo que En el desván, de Kitamura es uno de los mejores álbumes que he visto. Algo así podría decir de Los misterios del señor Burdick.

Recientemente publicamos Vida de perros, de Isol. Es el primer libro de esta joven e inteligente autora argentina. Aunque algunas cosas no me convencen del todo (y ella es más tozuda que yo, lo que ya es decir) su propuesta me encanta y la siento muy próxima.

-Dime tres álbumes de editoriales españolas que te gustaría tener en tu colección.

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-Creo que muchos de los títulos que ha publicado Ramón Besora (un editor de primera) son de envidiablesa. Recuerdo en este momento los de Carme Solé sobre el Arco Iris ¡qué envidia! También el álbum sobre el cuerpo es una maravilla. Entre paréntesis, me alegra que haya alguien que tome riesgos y saludo a la editora de Kokinos, a quien no conozco.

¿Cuáles son los ilustradores españoles que más te interesan en la actualidad?

-Lo más interesante es el panorama general, su variedad y riqueza. Creo que hay muchísimo talento y, quizá, pocas oportunidades. Lástima.

Podría mencionar al menos quince ilustradores de primera línea.

¿Cuál es la razón por la que hay tan pocos ilustradores latinoamericanos en su fondo?

-La nacionalidad de autores o ilustradores nunca fue nuestra principal preocupación. Tampoco creo que lo sea de los lectores. Nosotros hemos buscado la participación de autores e ilustradores originales (incluyo aquí a los españoles) fundamentalmente a través del concurso. Hemos publicado todo lo que nos parecía destacado o apropiado para el proyecto. Las puertas en este sentido están abiertas. Pero la gente tiene miedo de cruzarlas. Debo reconocer también que a veces no tenemos tiempo de atender con el esmero y cuidado necesarios a los autores e ilustradores. En este circo te toca ser, simultáneamente, payaso, león, domador, foca, público, vendedor de golosinas y taquillero. Espero algún día poder dedicarle la atención debida al trabajo editorial. Creo que en el álbum la figura del editor es importantísima.

-¿Cuál es la situación en estos momentos de la ilustración en México y Latinoamérica?

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-Me parece que hay una lenta comprensión de que sólo mediante la profesionalización se logrará elevar la calidad. Pero hay pocas oportunidades profesionales para todos aquellos que quieren crecer trabajando. También poca exigencia. Una especie de pacto: tú haces como que me pagas, yo como que trabajo. Las raras, pero cada vez más frecuentes excepciones, rompen ese pacto. Son pioneros.

-¿Existe algún tipo de protección administrativa en tu país hacia este tipo de libros?

¿De alguna manera, en México toda la industria editorial (nacional y extranjera) está directa o indirectamente apoyada por el Estado, los álbumes no reciben un trato particular?

-Para finalizar ¿en qué proyecto estás trabajando en el presente?

-El gran proyecto en el que estoy trabajando es alterar las condiciones estructurales del mercado para que el trabajo de editores, bibliotecarios, autores e ilustradores no sea tan cuesta arriba. Así concibo mi labor, aunque eso se vea muy poco (y por supuesto esté condenado al fracaso).

En el terreno propiamente editorial estoy trabajando en varias colecciones. Ya sabes, algunas a fuego lento, otras en el congelador y otras en el fogón principal. Desde la incorporación de Mauricio Gómez Morín al equipo me he propuesto dedicarle un mayor tiempo a la creación de un fondo propio. Todavía es un buen propósito.

Uno se queda con la sensación de que hay decenas de temas sin abordar, de que podríamos seguir charlando sobre mil y un aspectos de la   —64→   edición de libros para niños y jóvenes. Daniel es un excelente conversador y cuando se trata de libros especialmente. Gracias a Dios, o al diablo, existen editores como él que hacen posible que la sorpresa salte de vez en cuando en un panorama en el que son más frecuentes los grises que los vivos colores de los álbumes.

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Antonio Ventura