Escena II
|
|
ROBUSTIANA,
PRUDENCIA,
DOÑA DOLORES y
RUDECINDA.
|
DOÑA DOLORES.-
(Saliendo.) ¿Qué
hay?
|
PRUDENCIA.-
Que la princesa de Chimango no puede pisar maíz.
|
DOÑA DOLORES.-
¿Y qué podés hacer entonces? Bien
sabés que no hemos venido acá pa estarnos de brazos cruzados.
|
ROBUSTIANA.-
Sí, señora, lo sé muy bien; pero tampoco
via permitir que me tengan de piona.
|
RUDECINDA.-
(Asomándose a una
ventana.) ¿Ya está la marquesa buscando cuestiones?
Cuando no...
|
ROBUSTIANA.-
Callate vos, comadreja.
|
RUDECINDA.-
Andá, correveidile; buscá camorra no más pa
después dirle a contar a tu tata que te estamos martirizando.
|
ROBUSTIANA.-
(Dejando la tarea.) ¡Por
Dios!... ¿Quieren hacerme el favor de decirme cuándo,
cuándo me dejarán en paz? ¿Yo qué les hago pa que
me traten así? Bien buena que soy; no me meto con ustedes y trabajo como
una burra, sin quejarme nunca a pesar de que estoy bien enferma. ¡Y ahora
porque les pido que me ayuden un poco, me echan la perrada como a novillo
chúcaro!
|
RUDECINDA.-
(Que ha salido un momento antes con el
pelo suelto, peinándose.) ¡Jesús, la
víctima! Si no hubiera sido por tus enredos, no te verías en
estos trances.
|
ROBUSTIANA.-
Por favor.
|
RUDECINDA.-
(Remedando.) ¡Por favor!
¡Véanle el aire de romántica!... Cómo se conoce que
anda enamorada; no te pongás colorada. ¿Te creés que no
sabemos que andas atrás de Aniceto?
|
ROBUSTIANA.-
Bueno, por Dios. No hablemos más. Haré lo que
ustedes quieran. Trabajaré hasta que reviente.
(Continúa pisando maíz.)
De todos modos no les voy a dar mucho trabajo, no; pronto no
más.
(Aparte, casi llorosa.) ¡Si
no fuera por el pobre tata, que me quiere tanto!
|
PRUDENCIA.-
(A
RUDECINDA.) ¿Te parece que
será bastante el ancho? Le puse cuatro paños.
|
DOÑA DOLORES.-
¡Ave María! ¡Qué anchura!
|
RUDECINDA.-
¡No, señora... con el fruncido! ¡A ver!
¡A ver! Esperate; tengo las manos sucias de aceite.
|
PRUDENCIA.-
¿Y si la midiéramos con la tuya lila? ¿Ande
la tenés?
|
RUDECINDA.-
A los pies de mi cama. Vení.
|
|
(Hacen mutis.)
|
DOÑA DOLORES.-
Ahora van a ver cómo sobra. Ese tartán es muy
ancho.
|
|
(Mutis.)
|
Escena III
|
|
ROBUSTIANA y
DON ZOILO.
|
ROBUSTIANA.-
(Angustiada.) ¡No quieren a
nadie! ¡Pobre tatita!
|
|
(Apoyada en el mortero llora un instante.
Óyense rumores de la izquierda.
ROBUSTIANA alza la cabeza, se enjuga
rápidamente las lágrimas y continúa la tarea, canturreando
un aire alegre.
DON ZOILO avanza por la izquierda a caballo, con un
balde en la mano, arrastrando un barril de agua. Desmonta, desata el caballo y
lo lleva fuera, al volver acomoda la rastra.)
|
DON ZOILO.-
¡Buen día, m'hija!
|
ROBUSTIANA.-
Día... ¡bendición, tatita!
|
DON ZOILO.-
¡Dios la haga una santa! ¿Pasó mala noche,
eh? ¿Por qué se ha levantao hoy?
|
ROBUSTIANA.-
No; dormí bien.
|
DON ZOILO.-
Te sentí toser toda la noche.
|
ROBUSTIANA.-
Dormida sería.
|
DON ZOILO.-
Traiga, yo acabo.
|
ROBUSTIANA.-
¡No, deje! ¡Si me gusta!
|
DON ZOILO.-
Pero le hace mal. Salga.
|
ROBUSTIANA.-
Bueno. Entonces yo voy a ordeñar, ¿eh?
|
DON ZOILO.-
¿Cómo? ¿No han sacao la leche
entoavía?
|
ROBUSTIANA.-
No señor, porque...
|
DON ZOILO.-
¿Y qué hacen ésas? ¿A qué
hora se levantaron?
|
ROBUSTIANA.-
Muy temprano...
|
DON ZOILO.-
(Llamando.) ¡Dolores!
¡Rudecinda!
|
ROBUSTIANA.-
Deje... Yo fui, que...
|
Escena V
|
|
ROBUSTIANA,
DON ZOILO y
BATARÁ.
|
|
(BATARÁ aparece silbando,
saca un jarro de agua del barril y bebe.)
|
BATARÁ.-
¡Ta fría!
(A
ROBUSTIANA.) ¡Día!
¡Sión! ¡Madrina! Aquí le traigo pa usté.
(Le ofrece una yunta de
perdices.)
|
DON ZOILO.-
¿Y Aniceto?
|
BATARÁ.-
Ái viene; se apartó a bombiar el torito hosco que
parece medio tristón.
|
DON ZOILO.-
¿Encontraron algo?
|
BATARÁ.-
Sí, señor. Cueriamos tres con la ternera rosilla
que murió ayer.
|
ROBUSTIANA.-
¡Ave María Purísima! ¡Qué
temeridad!
|
BATARÁ.-
Y por el cañadón grande encontramos un güey
echado, y a la lechera chorriada muy seria.
|
DON ZOILO.-
¿Les dieron güelta la pisada?
|
BATARÁ.-
Sí, señor. Pero pa mí que ese remedio no
las cura. ¡Pucha! ¡Pidemia bruta! Se empieza a poner serio el
animal, desganao; camina un poco, s'echa y al rato no más queda tieso
con una guampa clavada en el suelo. Debe ser algún pasto malo.
|
ROBUSTIANA.-
¡Qué tristeza! ¡Era lo único que nos
faltaba! ¡Que tras de que tenemos tan poco, se nos mueran los animales!
¡Y con el invierno encima!
|
DON ZOILO.-
¡No hay que afligirse, m'hija! ¡No hay mal que dure
cien años! ¡Aistá Aniceto!
|
Escena VIII
|
|
RUDECINDA,
DON ZOILO y
ANICETO.
|
RUDECINDA.-
¡Movete, pues!
(A
ANICETO.) Buen día. ¿No han
carniado?
|
DON ZOILO.-
No sé qué... ¡Si no te carniamos a vos!
|
RUDECINDA.-
¡Tas muy chusco! ¡No hablo con vos!
|
ANICETO.-
No hay nada, doña. Anduve mirando si encontraba alguna
ternera en buenas carnes y...
|
RUDECINDA.-
Pues yo he visto muchas...
|
ANICETO.-
Ajenas serían...
|
DON ZOILO.-
No perdás tiempo, hijo, en escuchar zonceras.
|
RUDECINDA.-
¡Zonceras! ¿Y qué comemos entonces?
¿Querés seguir manteniéndonos a pura mazamorra? Charque no
hay más.
|
DON ZOILO.-
Pero hay mucho rulo, y mucha moña, y mucha
comadrería.
|
RUDECINDA.-
Mejor.
|
DON ZOILO.-
(Con rabia.) ¡Entonces no
se queje, canejo!
|
RUDECINDA.-
¡Avisá si también pensás matarnos de
hambre!
|
DON ZOILO.-
Si tenés tanta, pegá un volido pal campo.
¡Carnizas no te han de faltar!... Podrás hartarte con tus amigos
los caranchos. Che, Aniceto. Via dir hasta el boliche a buscar un emplasto
poroso pa Robusta, que la pobre está muy mal de la tos... Reparame un
poco esto, y si se alborotan mucho las cotorras, meniales chumbo no más.
(Vase lentamente por izquierda.)
|
RUDECINDA.-
Eso es; para esa guacha tísica todos los cuidaos; los
demás, que revienten. Andá no más... Andá no mas,
que poco te va a durar el contento.
(A
ANICETO.) ¿Y a usté lo han
dejao de cuidador? Bonito papel, ¿no? ¡Jua!... ¡Jua!... El
maizal con espantajo.
|
|
(Mutis.)
|
Escena IX
|
|
ANICETO y luego
ROBUSTIANA.
|
ANICETO.-
¡Pcha que son piores!
(Se pone a lavarse las manos junto al
barril, echándose agua con el jarro.)
|
ROBUSTIANA.-
(Saliendo.)
¡Esperesé! ¡Yo le ayudo!
|
ANICETO.-
No, dejá. Ya va a estar, hija.
|
ROBUSTIANA.-
(Tomando el jarro y volcándole
agua en las manos.) ¡Hija! ¡La facha para padre de familia!
¿Quiere jabón?
|
ANICETO.-
¡Gracias, ya está!
(Intenta secarse con el
poncho.)
|
ROBUSTIANA.-
¡Ave María! No haga eso, no sea...
(Va corriendo adentro y vuelve con una
toalla.) Ahí tiene.
(Fatigada.) ¡Jesús!
No puedo correr... Parece que me ahogo.
|
ANICETO.-
¡Vea! Por meterte acomedida.
|
ROBUSTIANA.-
Ya pasó.
(Burlona.) ¡Retemé no
más, tatita! ¡No digo! Si tiene andar de padre de familia.
|
ANICETO.-
¡Oh!... Te ha dado fuerte con eso.
|
ROBUSTIANA.-
¡Claro! ¡Si me trata con una seriedad...!
|
ANICETO.-
¿Yo?
|
ROBUSTIANA.-
¡Siempre que me habla pone una cara!
(Remedando.) Así fea.
(Ahuecando la
voz.) «¡Gracias, m'hija! ¡Hacé esto, m'hija!
¡Buen día, m'hija! «O si no, se pone bueno y mansito como
tata y me trata de usted. « ¡Hijita, el rocío puede hacerle
mal! Hija, alcánceme eso, ¿quiere?» ¡Ja, ja, ja!
Cualquier día, equivocada, le pido la bendición.
|
ANICETO.-
¡Vean las cosas que se le ocurren! Es mi manera
así.
|
ROBUSTIANA.-
¿Y cómo con otras no lo hace?
|
ANICETO.-
¡Ah! Porque, porque...
|
ROBUSTIANA.-
¡Dígalo, pues! ¿A que no se anima?
|
ANICETO.-
Porque, bueno... y si vamos a ver: ¿por qué vos me
tratás de usted y con tanto respeto?
|
ROBUSTIANA.-
(Confundida.) ¿Yo?
¿Yo? Este... ¡miren qué gracia! Porque... ¿Quiere
que le cebe mate?
|
ANICETO.-
¡No, señor! ¡Respondé primero!
|
ROBUSTIANA.-
Pues porque... antes, como yo era chica y uste... tamaño
hombre, me parecía feo tratarlo de vos.
|
ANICETO.-
¿Y ahora?
|
ROBUSTIANA.-
(Ruborizada.) Ahora... Ahora
porque... porque me da vergüenza.
|
ANICETO.-
(Extrañado.)
¡Vergüenza de mí! ¡De un hermano casi!
|
ROBUSTIANA.-
¡No... vergüenza no! Este. ¡Sí!
¡No sé qué! Pero...
(Como inquietándose por sus
propios pensamientos.) ¡Ay! ¡Si nos vieran juntos!
¡Conversando así de estas cosas!...
|
ANICETO.-
¿De cuáles?
|
ROBUSTIANA.-
¡Nada, nada! Este. ¡Caramba! Venga a sentarse y
hablaremos como dos buenos amiguitos...
|
ANICETO.-
(Con mayor extrañeza y
curiosidad.) ¿Y antes cómo hablábamos?
|
ROBUSTIANA.-
(Impaciente.) ¡Jesús... si parezco loca!
¡No sé ni lo que digo! Quería decir... No me haga caso,
¿eh? Bueno. ¡Siéntese! ¡A ver! ¿Qué iba
a preguntarle? ¡Ah!... ¡Ya me acuerdo! Diga... ¿Por
qué venía tan triste esta mañana del campo?
|
ANICETO.-
(Ingenuo.) ¡Pensando en
todas las desgracias de padrino Zoilo!
|
ROBUSTIANA.-
¡Cierto! ¡Pobre tatita! ¡Me da una
lástima! ¡A veces tengo miedo de que vaya a hacer alguna
barbaridad!
(Pausa.) Pues... ¿Y en
qué otra cosa pensaba?
|
ANICETO.-
¡En nada!
|
ROBUSTIANA.-
¿En nada, en nada, en nada más? Vamos... ¿A
que no me dice la verdad?
|
ANICETO.-
Por Dios, que no...
|
ROBUSTIANA.-
¿Se curó tan pronto?...
|
ANICETO.-
¡Ay, hija! ¡No había caído!
|
ROBUSTIANA.-
¿Otra vez? ¡Bendición tatita!
|
ANICETO.-
Bueno. No te trataré más así si no te
agrada...
|
ROBUSTIANA.-
Me agrada. Es que usted piensa siempre que soy una chiquilina.
Pero dejemos eso. ¿No venía pensando en... alguna persona?
|
ANICETO.-
No hablemos de difuntos. Aquello tiene una cruz encima.
|
ROBUSTIANA.-
Yo siempre pensé que Prudencia le iba a jugar feo...
|
ANICETO.-
No me quería y se acabó.
|
ROBUSTIANA.-
Hizo mal, ¿verdad?
|
ANICETO.-
Pa mí que hizo bien. Peor es casarse sin
cariño.
|
ROBUSTIANA.-
Usted sí que la quería de veras. ¡Qué
lástima!
(Pausa.) Yo... todavía no
he tenido novio... ninguno... ninguno...
|
ANICETO.-
¿Te gustaría?
|
ROBUSTIANA.-
¡Miren qué gracia! ¡Ya lo creo! Un novio de
adeveras pa que se casara conmigo y lo llevásemos a tata a vivir con
nosotros. Siempre pienso en eso.
|
ANICETO.-
¿Al viejo solo? ¿Y las otras?
|
ROBUSTIANA.-
¡Ni me acordaba! Bueno; la verdad es que para lo que
sirven... Bien se las podía llevar un ventarrón.
|
ANICETO.-
(Pensativo.) Conque... pensando en
novios... ¡Está bien! ¡Ta bueno!
|
ROBUSTIANA.-
(Después de un momento.)
Diga... ¿Verdad que estoy mucho más gruesa?
|
ANICETO.-
(Sorprendido en su
distracción.) ¿Qué?
|
ROBUSTIANA.-
¡Ave María, qué distraído...
¿No me halla más repuesta?
|
ANICETO.-
¡Mucho!
|
ROBUSTIANA.-
Si no fuera por la tos, estaría ya tan alta y tan carnuda
como Prudencia, ¿verdad? Sin embargo, Dios da pan al que no tiene
dientes.
|
ANICETO.-
¡Así es!
|
ROBUSTIANA.-
Yo en lugar de ella...
|
ANICETO.-
(Alzándose.) En lugar de
ella... ¿qué?
|
ROBUSTIANA.-
¡Ay, qué curioso!
|
ANICETO.-
Diga, pues.
|
ROBUSTIANA.-
(De pie, azorada ante el gesto insistente
de
ANICETO.) Pero... ¿Yo qué he
dicho? No, no me haga caso. ¡Estaba distraída! ¡Ay, me voy!
Soy una aturdida. Adiós, ¿eh?
(Volviéndose.) ¿No
se va a enojar conmigo?
|
ANICETO.-
(Tierno.) ¡Venga, hija,
escúcheme!
|
ROBUSTIANA.-
(Vivamente.)
¡Bendición, tata!
|
|
(Mutis.)
|
ANICETO.-
¡Santita!
|
|
(Vase lentamente por detrás del rancho
mientras sale
RUDECINDA.)
|
Escena X
|
|
MARTINIANA,
RUDECINDA,
DOÑA DOLORES y
PRUDENCIA.
|
MARTINIANA.-
(Desde adentro izquierda.)
¡Ave María Purísima!
(Con otro tono.) ¡Sin
pecado concebida! ¡Apiate no más, Martiniana, y pasá
adelante!
(Apareciendo.)
¡Jesús, qué recibimiento! ¡Ni que juera el
rey de Francia!... ¡Ay, cómo vienen todos!
(Saludando.) ¡Reverencias!
¡Reverencias! ¡Quédense sentaos no más! ¡Los
perdono!
|
RUDECINDA.-
¡Ay, comadre! ¿Cómo le va? ¡La
conocí en la voz!
|
MARTINIANA.-
Dejuramente, porque ni me había visto... Creí
mesmamente que el rancho se hubiese vuelto tapera...
(Aparecen sucesivamente
DOÑA DOLORES y
PRUDENCIA.)
¡Doña Dolores!
¡Prudencita! Estaban atariadas, ¿verdad?
|
PRUDENCIA.-
No... Conversando no más.
|
RUDECINDA.-
(Acercándole un banco.)
Tome asiento, comadre.
|
MARTINIANA.-
¡Siempre cumplida! Tanto honor de una comadre.
|
PRUDENCIA.-
¿Y qué buenos vientos la traen?
|
MARTINIANA.-
¡Miren, la pizcueta! Ya sabe que son güenos
vientos.
|
PRUDENCIA.-
De aquel rumbo...
|
MARTINIANA.-
No pueden ser malos, ¿eh? Sin embargo, ande ustedes me
ven, casi se me forma remolino en el viaje.
|
RUDECINDA.-
¡Cuente!
|
PRUDENCIA.-
¿Qué le ocurrió?
|
MARTINIANA.-
Nada. Que venía pa ca, y al llegar al portoncito e la
cuchilla, ¿con quién creerán que me topo? ¡Nada
menos que con el viejo Zoilo!
|
PRUDENCIA.-
¡Con tata!
|
MARTINIANA.-
«¿Ande vas, vieja... arcabucera?», me
gritó. «Ande me da la rial gana...», le contesté. Y
ái no más me quiso atravesar el caballo por delante. Pero yo, que
no quería tener cuestiones con él por ustedes, ¿saben?,
nada más, talonié la tubiana vieja y enderecé pa ca al
galope.
|
PRUDENCIA.-
¡Menos mal!
|
MARTINIANA.-
¡Verás, hijita! ¡La cuestión no
acabó ái! En cuanto me vido galopiando, adivinen lo que hizo ese
viejo hereje. «¿Ande te has de dir, avestruz loco?», me
gritó, y empezó a revoliar las boliadoras. Sea cosa, dije yo, que
lo haga, y sujeté no más. «¿Vas pa casa?»
«¿Qué le importa?» Y se armó la tinguitanga.
«Sí, señor; via visitar a mi comadre y a las muchachas, que
las pobres son tan güenas y usté las tiene viviendo en la inopia,
soterradas en una madriguera», y que tal y que cual. ¡Pcha!...
Ahí no más se me durmió a insultos. Pero yo no me
quedé tras y le dije, defendiéndolas a ustedes, como era mi
obligación, tantas verdades, que el hombre se atoró. Aurita no
más me pega un chirlo, pensé. ¡Pero nada!... Se
quedó un rato serio rascándose la piojera, y dispués,
dentrando en razón dejuramente, me dijo: «Hacé lo que te
acomode... ¡Al fin y al cabo!...» ¿Qué les parece?
¡Dispués habrá quien diga que ña Martiniana Rebenque
no sabe hacer las cosas! ¡Ah! ¿Y sabés lo que me dijo
también al principio?... Que sabía muy bien que don Juan Luis
había estao en casa aquel día que yos fuiste, Prudencia, a pasar
conmigo. Qué temeridad, ¿no?...
|
Escena XI
|
|
MARTINIANA,
RUDECINDA,
DOÑA DOLORES,
PRUDENCIA y
ROBUSTIANA.
|
ROBUSTIANA.-
(Aparece demudada, sosteniéndose
en el marco de la puerta, con voz muy débil.) ¿Me quieren
dar un poco de agua?
|
RUDECINDA.-
Ahí está el barril.
|
ROBUSTIANA.-
(Tose, tapándose la boca con un
pañuelo que debe estar ligeramente manchado de sangre.)
¡No... puedo!
|
MARTINIANA.-
¿Cómo te va, hija?... ¡Che!...
¿Qué tenés?
(Acude en su ayuda.) Vengan, que
a esta muchacha le da un mal...
|
DOÑA DOLORES.-
(Alarmada.) Hija...
¿Qué te pasa?
|
MARTINIANA.-
(Avanza sosteniéndola.)
¡Coraje, mujer! No es nada, no se aflija... Con un poco de agua...
|
PRUDENCIA.-
(Que se ha acercado llevando el
agua.) Tomá el agua. ¡Parece que echa sangre!
|
RUDECINDA.-
¡De las muelas será!... ¡Más
mañera esa zorra!
|
ROBUSTIANA.-
(Bebe un sorbo de agua, sofocada siempre
por la tos, y a poco reacciona un tanto.) No fue nada...
Llévenme adentro.
|
DOÑA DOLORES.-
¡Virgen Santa! ¡Qué susto!
|
MARTINIANA.-
(Conduciéndola con
PRUDENCIA.) Hay que cuidar, hija, esa tos.
Así... empiezan todos los tísicos... Yo siempre le decía a
la finadita hija de don Basilio Fuentes... Cuidate, muchacha... Cuidate
muchacha, y ella...
|
|
(Mutis.)
|
Escena XIII
|
|
RUDECINDA,
MARTINIANA y
PRUDENCIA.
|
RUDECINDA.-
Y después, comadre, ¿qué pasó?
|
PRUDENCIA.-
Tata se fue y...
|
MARTINIANA.-
Y nada más.
|
PRUDENCIA.-
¿Qué noticias nos trae?
|
RUDECINDA.-
No tenga miedo...
|
MARTINIANA.-
Bueno; dice don Juan Luis que no halla otro remedio, que ustedes
deben apurarse y convencer a doña Dolores y mandarse mudar con ella pa
la estancia vieja... El día que ustedes quieran él les manda el
breque al camino y... ¡a las de juir!...
|
PRUDENCIA.-
¿Y Robusta? ¿Y tata?
|
RUDECINDA.-
¿Y Aniceto?
|
MARTINIANA.-
Ése es zonzo de un lao... A Robusta la llevan no
más, y en cuanto al viejo, ya verán cómo poniéndole
el nido en la jaula, cae como misto. Ta aquerenciadazo con ustedes. Y
más si le llevan a la gurisa.
|
RUDECINDA.-
¿Y cómo?
|
PRUDENCIA.-
Yo tengo miedo por tata. ¡Es capaz de matar a Juan
Luis!
|
MARTINIANA.-
¡Qué va a matar ése! Y además, no
tiene razón, porque don Juan Luis no se mete en nada. Son ustedes mesmas
las que resuelven. ¿Por qué le van a consentir a ese hombre,
después que las ha derrochado el güen pasar que tenían, que
las tenga aquí encerradas y muriéndose de hambre? ¡No
faltaría más! ¡Si juese pa algo malo, yo sería la
primera en decirles: no lo hagan! Pero es pal bien de todos, hijas. Ustedes se
van allá: primero lo convencen al viejo y después a vivir la
güena vida. Vos con tu Juan Luis, que tal vez se case pronto, como me lo
ha asigurao; usted, comadre, con su comisario... que me han dicho que anda en
tratos de arriendo pa poblar y ayuntarse... ¿eh? Se pone contenta y todo
como antes.
|
PRUDENCIA.-
Sí, la cosa es muy linda. Pero tata, tata...
|
MARTINIANA.-
¡Qué tanto preocuparte del viejo! Peor sería
que juyeras vos sola con tu rubio, como sucede tantas veces; demasiado honrada
que sos entuavía, hijita. A otros más copetudos que el viejo
Zoilo les han hecho doblar el cogote las hijas, por meterse a contrariarles los
amores. Ustedes no van acometer ningún pecao, y además, si el
viejo tiene tanta vergüenza de vivir como él dice de prestao,
miás vergüenza debería de darle mantenerse a costillas de un
pobre como el tape Aniceto, que es el dueño de todo esto.
|
RUDECINDA.-
Claro está. Y últimamente, si él no quiere
venirse con nosotras, que se quede; pa eso estaremos Dolores y yo, pal respeto
de la casa... ¡qué diablos!
(Resuelta.) ¡Se
acabó! Voy a conversar con Dolores y verás cómo la
convenzo.
(Vase.)
|
MARTINIANA.-
¡Así me gusta, comadre! Las mujeres han de ser de
resolución.
|
Escena XVII
|
|
PRUDENCIA,
MARTINIANA,
RUDECINDA,
ANICETO y el
SARGENTO MARTÍN.
|
ANICETO.-
(Saliendo con el
SARGENTO MARTÍN.) ¡Pase
adelante!
|
EL SARGENTO MARTÍN.-
Güen día.
(A
RUDECINDA.) ¿Cómo le va,
doña?
(A
PRUDENCIA.) ¿Qué tal moza?
¿Qué hace, ña Martiniana?
|
PRUDENCIA.-
¿Cómo está, sargento? ¿Y el
comisario?
|
EL SARGENTO MARTÍN.-
Güeno. Les manda muchos recuerdos y esta cartita pa
usté.
|
RUDECINDA.-
Está bien, gracias.
|
MARTINIANA.-
¿Anda de recorrida o viene derecho?
|
EL SARGENTO MARTÍN.-
Derecho... Vengo en comisión.
(Volviéndose a
ANICETO.) ¡Ah!... Y con usted
tampoco anda muy bien el comisario. Dice que a ver por qué no jue a la
reunión de los otros días; que si ya se ha olvidao que hay
elecciones, y superior gobierno, y partidos.
|
ANICETO.-
Digalé que no voy ande no me convidan.
|
EL SARGENTO MARTÍN.-
¡No se retobe, amigazo! ¡La política anda
alborotada y no es güeno estar mal con el superior! ¿Y don Zoilo?
(A
RUDECINDA.) Me dijo el capitán que
no se juesen a asustar las mozas, que no es pa nada malo. Estará un rato
en la oficina. Cuando hablen con él, lo largan.
|
Escena XVIII
|
|
PRUDENCIA,
MARTINIANA,
RUDECINDA,
ANICETO, el
SARGENTO MARTÍN y
DON ZOILO.
|
DON ZOILO.-
(Saliendo.) ¿Qué
andás queriendo vos por acá?
|
EL SARGENTO MARTÍN.-
Güen día, viejo. Aquí andamos. Este... vengo
a citarlo.
|
DON ZOILO.-
¿A mí?
|
EL SARGENTO MARTÍN.-
Es verdá.
|
DON ZOILO.-
¿Pa qué?
|
EL SARGENTO MARTÍN.-
Vaya a saber uno... Lo mandan y va.
|
DON ZOILO.-
¿Y no tienen otra cosa que hacer que molestar
vecinos?
|
EL SARGENTO MARTÍN.-
Así será.
|
|
(BATARÁ se asoma, escucha
un momento la conversación y se va.)
|
DON ZOILO.-
Ta güeno. Pues... Decile a Butiérrez que si por
casualidad tiene algo que decirme, mande o venga. ¿Me has
oído?
|
EL SARGENTO MARTÍN.-
Es que vengo en comisión.
|
DON ZOILO.-
¡A mí qué me importa!
|
EL SARGENTO MARTÍN.-
Con orden de llevarlo.
|
DON ZOILO.-
¿A mí? ¿A mí?
|
EL SARGENTO.-
Eso es.
|
DON ZOILO.-
¿Pero han oído ustedes?
|
EL SARGENTO MARTÍN.-
(Paternal.) No ha de ser por
nada. Cuestión de un rato. Venga no más. Si se resiste, va a ser
pior.
|
MARTINIANA.-
Claro que sí; deve ir no más a las güenas.
¿Qué saca con resistir a la autoridá?
|
DON ZOILO.-
¡Callá esa lengua vos! Vamos a ver un poco;
¿no estás equivocado? ¿Vos sabés quién soy
yo? ¡Don Zoilo Carabajal, el vecino don Zoilo Carabajal!
|
EL SARGENTO.-
Sí, señor. Pero eso era antes, y perdone. Aura es
el viejo Zoilo, como dicen todos.
|
DON ZOILO.-
¡El viejo Zoilo!
|
EL SARGENTO MARTÍN.-
Sí, amigo; cuando uno se güelve pobre, hasta el
apelativo le borran.
|
DON ZOILO.-
¡El viejo Zoilo! Con razón esa mulita de
Butiérrez se permite nada menos que mandarme a buscar preso. En cambio,
él tiene aura hasta apellido... Cuando yo le conocí no era
más que Anastasio, el hijo de la parda Benita. ¡Trompetas!
(A voces.) ¡Trompetas!
¡Trompetas, canejo!
|
ANICETO.-
No se altere, padrino. A cada chancho le llega su turno.
|
DON ZOILO.-
¡No m'he de alterar, hijo! ¡Tiene razón el
sargento! ¡El viejo Zoilo y gracias! ¡Pa todo el mundo! Y los
mejores a gatas si me tienen lástima. ¡Trompetas! Y si yo tuviera
la culpa, menos mal. Si hubiese derrochao; si hubiese jugao; si hubiese sido un
mal hombre en la vida; si le hubiese hecho daño a algún
cristiano, pase; lo tendría merecido. Pero jui bueno y servicial; nunca
cometí una mala acción, nunca... ¡canejo!, y aura, porque
me veo en la mala, la gente me agarra pal manoseo, como si el respeto fuese
cosa de poca o mucha plata.
|
EL SARGENTO MARTÍN.-
Eso es. Eso es.
|
RUDECINDA.-
¡Ave María! ¡No exagerés!
|
DON ZOILO.-
¡Que no exagere! ¡Si al menos ustedes me respetaran!
Pero ni eso, canejo. Ni los míos me guardan consideración. Soy
más viejo Zoilo pa ustedes, que pal más ingrato de los ajenos...
¡Vida miserable! Y yo tengo la culpa. ¡Yo!... ¡Yo! ¡Yo!
Por ser demasiado pacífico. Por no haber dejao un tendal de bellacos.
¡Yo... tuve la culpa!
(Después de una pausa.)
¡Y dicen que hay Dios!...
|
|
(Pausa prolongada; las mujeres, silenciosas,
vanse por foro.
DON ZOILO se pasea.)
|
Escena XX
|
|
ROBUSTIANA y
ANICETO.
|
ROBUSTIANA.-
(Saliendo.) Aniceto... ¿Y
tata?
|
ANICETO.-
Ahí lo llevan.
|
ROBUSTIANA.-
Preso, ¿verdad?
|
ANICETO.-
Preso.
|
ROBUSTIANA.-
(Echándose a correr.)
¡Ay, tatita!
|
ANICETO.-
(Deteniéndola.) ¡No,
no vaya! Se afligiría mucho...
|
ROBUSTIANA.-
¡Tata no ha dao motivo! ¡Lo llevan pa hacerle alguna
maldad! Déjeme ir. ¡Yo quiero verlo! ¡Yo quiero verlo!
Capaces de matarlo. ¡Largueme!
|
ANICETO.-
Venga acá. No se aflija. Es pa una
declaración.
|
ROBUSTIANA.-
¡No, no, no, no! ¡Usted me engaña! ¡Ay,
tatita querido!
(Llora desconsolada.)
|
ANICETO.-
Calmesé... no sea mala.
|
ROBUSTIANA.-
¡Aniceto! ¡Aniceto! El corazón me anuncia
desgracia; ¡dejemé ir!
|
ANICETO.-
¿Qué sacaría con afligir más a su
tata? Es una injusticia que lo prendan sin motivo. ¡Pero qué le
hemos de hacer! Calmesé y esperemos. Antes de la noche lo tendremos de
vuelta.
|
ROBUSTIANA.-
¿Pero y mama? ¿Y Prudencia? ¿Y la otra?
¿Qué han hecho por tata?
|
ANICETO.-
¡Nada, hija! Ahí andan con el rabo caído,
con vergüenza dejuramente.
|
ROBUSTIANA.-
¡Qué idea! ¡Tal vez ellas no más!...
Serían capaces las infames.
(Enérgica.) ¡Oh!...
Yo lo he de saber.
|
ANICETO.-
¡Quedesé quieta; no se meta con esas brujas que es
pa pior!
|
ROBUSTIANA.-
Sí; son ellas, son ellas pa quedar más libres.
¡Ay, Dios Santo! ¡Qué infames!
|
ANICETO.-
No sería difícil. Pero calmesé. Tal vez
todo eso sea pa mejor. No hay mal que dure cien años... Estese
tranquilita y tenga paciencia.
|
ROBUSTIANA.-
¡Ah! Usted es muy bueno. El único que lo
quiere.
|
ANICETO.-
¡Bien que se lo merece! Amalaya me saliera bien una idea y
verán cómo pronto cambiaban las cosas.
|
ROBUSTIANA.-
¿Qué idea? Cuéntemela.
|
ANICETO.-
Después; más tarde.
|
ROBUSTIANA.-
¡No! ¡Ahora! Dígamela pa consolarme.
|
ANICETO.-
Bueno; si me promete ser juiciosa... ¿Se acuerda lo que
hace un rato me decía hablando de novios?
|
ROBUSTIANA.-
Sí.
|
ANICETO.-
Pues ya le tengo uno.
|
ROBUSTIANA.-
(Sorprendida.)
¿Cómo yo quería?
|
ANICETO.-
Igualito... De modo que si a usted le gusta... un día nos
casamos.
|
ROBUSTIANA.-
¡Ay, Jesús!
|
ANICETO.-
¿Qué es eso, hija? ¿Le hice mal? Si hubiera
sabido...
|
ROBUSTIANA.-
No... un mareo. ¿Pero lo dice de veras?
(Asentimiento.) ¿De veras?
¿De veras?
(Íd.) ¡Ay!... Aniceto... Me
dan ganas de llorar... de llorar mucho. Mi Dios, ¡qué
alegría!
|
|
(Llora estrechándose a
ANICETO que la acaricia enternecido.)
|
ANICETO.-
¡Pobrecita!
|
ROBUSTIANA.-
¡Qué dicha! ¡Qué dicha! ¿Ve?
Ahora me río... De modo... que usté me quiere... ¿Y...
usté cree que yo me voy a curar y a poner buena moza... y nos casamos?
¿Y viviremos con tata los tres, los tres solitos? ¿Sí?
Entonces no lloro más.
|
ANICETO.-
¿Aceta?
|
ROBUSTIANA.-
¡Dios! ¡Si me parece un sueño! Vivir
tranquilos sin nadie que moleste, queriéndose mucho; el pobre tata,
feliz, allá lejos... en una casita blanca... Yo sana... sana...
¡En una casita blanca!
(Radiante, va dejando resbalar la cabeza
sobre el pecho de
ANICETO.)
|