En los años ochenta, las ediciones menudeaban cada vez más, las antologías seleccionaban algunas Rimas o se reproducían sueltas en periódicos y revistas. De poco sirvieron para frenar su difusión los comentarios despectivos de Núñez de Arce calificándolas como «suspirillos germánicos» o los comentarios reticentes de Zorrilla. Bécquer iba ganando adeptos entre los lectores y entre los críticos.
Curiosamente, y en contra de lo que sucedía con la mayor parte de la literatura española, la proyección de Bécquer hacia Europa se produjo enseguida, gracias a las traducciones al francés y al ruso por C. de Sidorowitch, secretario de la embajada rusa en Madrid y parte de las cuales aparecieron en el periódico bordelés La Gironde en 1874. Nuevas traducciones fueron realizadas por Achille Fouquier al final de sus Légendes Espagnoles (París, 1885) o ya en 1876 Gustave Hubbard en su Histoire de la Littérature contemporaine en Espagne le dedicaba varias páginas. A la altura de 1880 se contabiliza también una edición alemana de las leyendas traducidas y Franz Schneider ofreció datos en su célebre tesis de la apropiación de Bécquer en Alemania como un seguidor de la poesía de Heine.
En América empezaron a sucederse las ediciones piratas de las Obras y lo que es más importante, las imitaciones, de manera que en los albores del modernismo sus escritos jugaron un papel fundamental tanto en el surgimiento de la nueva poesía como en el de la prosa modernista.
—163→Juan Martínez Abades, Leopoldo Alas (1901), Colección privada.
Rubén Darío. Fotografía dedicada a Archer M. Huntington, fundador de la Hispanic Society, de Nueva York (Hispanic Society, de Nueva York).
El joven Rubén Darío halló en él un lenguaje nuevo y de una genuina pureza. Su exploración de las correspondencias le fascinó y comenzó a ser operativo ya en sus primeros poemas juveniles o luego en libros como Rimas y Abrojos (1887). Rimas fue precisamente escrito para un concurso poético convocado en Chile para premiar «una colección de doce a quince poesías del género subjetivo de que es tipo el poeta Bécquer». Sus Rimas son becquerianas no sólo por el título sino porque acertó en la imitación del tono y lenguaje propios del sevillano. La sexta de estas Rimas, además de la cita explícita del primer verso de la rima I, tiene no poco de glosa de la VII («Del salón en el ángulo oscuro»):
Tomás Campuzano y Aguirre, La Cibeles y el Paseo de Recoletos en día de nevada (1886), Museo Municipal de Madrid.
En 1888, potencia este Bécquer que daba lugar a poemas tan delicados como «Lo que yo te daría» (recogido en Del chorro de la fuente, textos dispersos de 1886 a 1916) donde la combinación de motivos becquerianos es evidente:
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En Azul (1888) la herencia becqueriana se hará visible, además, en sus prosas: es nítida la conexión entre el relato «El rubí» y la leyenda «El gnomo». La visión del artista de Rubén Darío se forja en Bécquer. Hay un momento de Azul en que el artista aparece paseando por la ciudad —165→ buscando impresiones que despierten las energías latentes en su cerebro. De vuelta a casa y durante la noche se pone a recordar:
¡Qué silvas! ¡Qué sonetos! La cabeza del poeta lírico era una orgía de colores y de sonidos. Resonaban en las concavidades de aquel cerebro martilleos de cíclope, himnos al son de los tímpanos sonoros, fanfarrias bárbaras, risas cristalinas, gorjeos, de pájaros, batir de alas y estallar de besos, todo como en ritmos locos y revueltos. |
En la cabeza del poeta se mezclan las impresiones recibidas con los recuerdos de versos y declaraciones sobre la poesía de Bécquer. Rubén Darío no se apartó ya nunca del mundo becqueriano y en sus años de madurez, cuando el desengaño le fue alcanzando, más de una vez sus versos vuelven a adquirir resonancias de Gustavo Adolfo. En Cantos de vida y esperanza (1905) se detectan ecos en poemas como «Nocturno»:
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O «Lo fatal»:
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El poeta cubano José Martí. Fotografía anónima.
El recuerdo de Bécquer es inevitable, leyendo estos versos. La rima LVI, o la II:
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O la rima LXIX:
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Fácil resulta acumular textos de tono becqueriano en los grandes poetas modernistas hispanoamericanos: el peruano Ricardo Palma de modo particular en sus libros Pasionarias y Nieblas; el cubano José Martí interesado en las formas populares y cuyas ideas poéticas tanto se acercan a las del sevillano; los uruguayos José G. del Busto con su famoso «Canto a Bécquer» y Juan Zorrilla San Martín de quien cabe —167→ recordar al menos sus poemas «Bécquer» y «Notas de un himno». El primero:
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Y «Notas de un himno»:
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José Asunción Silva. Fotografía anónima.