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Beber sueños: seis palabras acerca de Agustín Fernández Paz

Montse Pena Presas


Universidad de Santiago de Compostela



Decir Agustín Fernández Paz es decir clásico. Pero también es convocar otros significados que me gustaría condensar en seis: tradición, reivindicación, renovación, misterio, amor y premios. Su biografía y su carrera literaria son hoy suficientemente conocidas, tanto que me basta trazar unas pocas líneas sobre la primera, para luego ahondar en las claves de la segunda. Su niñez en Vilalba, de la que quedan huellas escondidas en muchas de sus obras; sus estudios interdisciplinares (Peritaje Industrial, Magisterio, Pedagogía) y sus múltiples trabajos, siempre relacionados con la educación (maestro, autor de libros y proyectos vinculados al gallego, investigador en las áreas de la sociolingüística y de la literatura infantojuvenil) resumen su lado más divulgado, conformando así el perfil del escritor al que me quiero acercar a través de las palabras, el material que él moldea.




ArribaAbajoTradición

La producción de Fernández Paz se sitúa, de un modo absolutamente consciente, como parte de la cultura -en un sentido amplio- y de la literatura -en un sentido estricto- gallega, porque como dice uno de los personajes de Aire negro: «cada persona es de un tiempo y de un país». El autor conoce perfectamente cuál es su contexto de partida (ser un escritor de una lengua minorizada de un campo literario invisibilizado, situado también en los márgenes) y lo reivindica como lugar desde el que mirar el mundo. Es habitual que obras de la literatura gallega se cuelen entre las líneas de Agustín para enseñar al público más joven y recordarle al adulto que el hecho literario gallego de hoy en día posee una tradición oral y escrita que no puede ni debe permanecer en la sombra. Y así Castelao, Otero Pedrayo, Cunqueiro o Ferrín -u otros nombres de nuestra tradición- se sitúan tras sus textos, inspirándolos, prestándoles enfoques, motivos y citas que muestren que, como declaró el autor en una oteriana concepción del mundo: «solo se puede ser universal siendo fiel a las propias raíces1». Pero la utilización de estas referencias tiene que ver, asimismo, con el papel de la literatura infantil y juvenil (LIJ) como elemento normalizador (aunque sea de manera indirecta) de la lengua, otro de los anclajes del autor en su realidad, como muestra su trabajo a favor de la dignificación y difusión del gallego y la temática de algunas de sus ficciones (por ejemplo, O centro do labirinto2 -además de sus características de texto de ciencia ficción- se debe entender como una apasionada defensa de las lenguas minorizadas).




ArribaAbajoReivindicación

El segundo convencimiento desde el que escribe Fernández Paz: la consciencia plena de que crea, como receptor primario, para el público juvenil. Porque el autor disfruta explorando esa «edad de la frontera» a la que siempre alude, porque defiende la existencia y la necesidad de una literatura juvenil como una etapa fundamental de la formación lectora y porque muestra habitualmente, especialmente a través de sus protagonistas (que, sin embargo, no son siempre jóvenes), su conocimiento y su conexión con los lectores adolescentes, que le permite conectar tanto con ellos. Por eso, si nos sumergimos de nuevo en los numerosos libros que se citan en sus obras, comprobamos que, además de los que pertenecen a autores gallegos, se encuentran diferentes creadores juveniles de distintos sistemas literarios. Al aludir a Jules Verne, Peter Härtling, Gianni Rodari, Judith Kerr, Roald Dahl o Robert L. Stevenson, entre muchos otros, Agustín visibiliza su campo literario a través de los clásicos, se sitúa conscientemente en la historia literaria universal de los textos juveniles y envía estrellas fugaces en forma de obra para que sean atrapadas por las lectoras curiosas. Mientras, esto le sirve para caracterizar a algunos de sus personajes: «mi padre dice que se puede conocer a una persona examinando su biblioteca», dice Sara, la protagonista de Noite de voraces sombras3. Incluso porque en sus textos hay siempre algún personaje marcado por el amor a los libros, su producción se puede entender como una campaña indirecta de fomento de la lectura. Porque esta, globalmente, es su lucha para «lograr un status digno para la literatura juvenil»4. La misma que lo lleva a buscar deliberadamente la publicación en colecciones para chicos y chicas, ya que considera que así también podrá llegar a los receptores adultos. Los pasos de Fernández Paz en esta dirección van encaminados a romper prejuicios, a cuestionar y dinamitar las bases del sistema adulto (canónico) y en de la literatura infantil y juvenil (periférico).




ArribaAbajoRenovación

El momento en el que este autor comienza a crear es una etapa clave para el campo literario infantojuvenil gallego. A finales de la década de los ochenta (concretamente, su primera obra, A cidade dos desexos5, sale de imprenta en 1989), la edición en lengua gallega para niñas y jóvenes es aún un sistema bastante incipiente. Si bien el boom editorial, con el surgimiento de las correspondientes colecciones dedicadas al público infantil ya se había producido6, todavía será en los años siguientes cuando se fortalezca la red editorial dirigida a chicas y chicos7 y se aumente la tirada y la difusión de los textos publicados. La temática de las ficciones experimenta también en esta etapa una vuelta de tuerca que la abre al mundo y hace que los textos de carácter puramente realista, los que buscaban una línea continuista -sin afán de transgresión- con lo popular y los que deliberadamente se llenaban de marcas identitarias sin espacio para nada más, dejen paso a obras en las que la fantasía, la aventura, la ciencia-ficción y el humor ocupan un lugar destacado8. Todas estas nuevas cuestiones, que ya eran (aunque escasamente) motivos literaturizados entre 1975 y 1985, van a pasar a ocupar el centro del sistema, acompañados de un nuevo realismo y de un ludismo en diálogo con la tradición oral. Los nombres propios (luego, afortunadamente, vendrían muchos más) de esa apertura y consolidación de horizontes de la literatura infantil y juvenil gallega fueron autores como Paco Martín, Xabier Docampo, Fina Casalderrey (los tres Premios Nacionales de LIJ, junto con Agustín), Miguel Vázquez Freire o María Victoria Moreno. Entre ellos, también, Agustín Fernández Paz, que abre ventanas no solo a partir de las temáticas que utiliza, sino también por las formas y figuras que usa. Porque con él, igual que con los escritores que acabo de citar, el intercambio de voces y visiones narrativas o la aparición de personajes y escenarios más verídicos, tomarán una importancia definitiva. En su caso, lo singulariza el relevante papel que las chicas alcanzan en sus ficciones, como muestran muchos de sus títulos, que las hacen protagonistas (la muestra más evidente de esto es Rapazas9) y les otorgan, más allá del papel de madre y de ser pasivo, en general, el de periodista, doctora o científica con una total naturalidad y sin forzar situaciones de cambio de roles (tal y como sucedió en las obras europeas de los años setenta o en las derivadas de la colección «A favor de las niñas» ya en la década de los ochenta, que no funcionaron como deberían debido a su exceso de didactismo). Pero en esta ocasión, me voy a centrar (la cuestión de género en su producción merece un acercamiento mucho más demorado) en el tratamiento de dos elementos profundamente relacionados en su obra: el misterio y el amor, pues si de lo primero se derivan buena parte de los otros temas, el segundo es un componente transversal de su producción. Ambos, en todo caso, elementos primigenios de la fórmula «Fernández Paz».




ArribaAbajoMisterio

El misterio, entendido este en un sentido amplio, es el ingrediente fundamental de su fantasía, desde donde comienzan y hacia a donde evolucionan gran parte de sus obras, como Aire negro, O laboratorio do doutor Nogueira o Avenida do Parque, 1710. Agustín, que se ha confesado, en diversas ocasiones, fascinado por la novela de género y lector de Hammet, Lovecraft o Bradbury (tres maestros del misterio, el terror y la ciencia ficción) domina las claves de estos estilos, mezclándolos en ocasiones, y resaltando en la creación de intrigas y en el tratamiento de sucesos que escapan a las explicaciones de la razón. Mas la base narrativa de la que parte está firmemente anclada en la realidad, como si sus ficciones comenzasen en la tentativa de abordar historias que le ocurren a gente normal, que incluso podríamos ser nosotros. Sus escenarios son realistas (aunque en ocasiones acaban por transformarse en fantásticos), acostumbran a ser localizaciones concretas y contar con su nombre verdadero o con un pseudónimo que, sin embargo, invita a identificarlas. Pese a esta primera atmósfera de aparente tranquilidad, desde las primeras líneas el autor consigue que el lector intuya (a través de prolepsis, creación de situaciones tensas y comentarios de la voz narrativa) que algo importante, tan maravilloso como extraño, va a suceder. En su ansia por saber qué sucesos le esperan, la lectora devorará y devorará páginas y más páginas, para comprobar que el rumbo de la narración cambió y que esa aparente cotidianidad se tornó en un mundo real visitado por sucesos maravillosos, misteriosos o terroríficos, muchas veces aderezados con una chispa de humor (como, por ejemplo, en Contos por palabras11), que personaliza indudablemente su estilo. Ese acontecimiento fuera del canon de lo estándar puede partir de un anuncio de periódico, beber de la tradición popular gallega y/o desprenderse del mundo del cine (Drácula y Marilyn, entre otros, acaban por visitar Galicia como Simbad, Merlín o doña Ginebra hacían en las creaciones cunqueirianas). Pero lo seguro es que ese hecho diferente se erige en el leitmotiv que conduce la obra, en el elemento que guía a un receptor que, desde ahí, ya solamente anhela conocer el final de la historia. Un final que, especialmente en su producción juvenil, acostumbra a ser abierto, incierto, tal vez problemático, enseñando de manera indirecta que, a veces, la vida está llena de sucesos inexplicables y es un ovillo confuso que hay que intentar desenrollar.

El misterio es su kilómetro cero, mas desde allí navega hacia otras temáticas que, de vez en cuando, lo atrapan. La ecología es una de esas redes que lo envuelven, y él acostumbra a combinarla con rasgos de la novela de aventuras o de la mitología gallega. En diversas creaciones suyas (especialmente las dirigidas al público infantil) aparece como una necesidad, como un instrumento para contemplar el planeta con otros ojos y construir así un futuro esperanzador. El autor posa en las manos del lector la idea de que todo lo que él haga a favor de la naturaleza repercutirá en el bien común (piensen en la historia de As flores radiactivas12, donde el valor de Alba da paso a una hermosa utopía ecologista) y de que los tiempos que han de venir dependen de su actitud (buena muestra de esto es el relato «A máquina do tempo»13, donde la receptora puede escoger entre tres finales que deciden cómo se desarrollarán las épocas futuras). La fantasía, esta vez con tintes de obra con conciencia del medio ambiente, vuelve aparecer en forma de seres mitológicos, porque quien ayuda a los protagonistas a conseguir sus objetivos o a cambiar su perspectiva del entorno son los trasnos14 (No corazón do bosque15), las hadas (As fadas verdes16) o las sirenas (A praia da esperanza17), en la fantástica y ya clásica concepción de que estas personitas son absolutamente verídicas, pues nada hay más real que la fantasía.

Otro de los tejidos con el que le gusta trabajar a Fernández Paz es la memoria. Muy al contrario de uno de sus personajes, el doctor Nogueira, que inventa un «selector de recuerdos» para que la gente solamente pueda recordar las cosas que le hacen feliz, él recurre a la memoria como manera de comprender el presente y seguir caminando hacia adelante, aunque a veces los recuerdos hieran con su aguijón. De nuevo, la importancia de saber de donde se viene (tanto familiar como culturalmente) y hacia donde se va aparece en su producción. De manera explícita, este es el tema central de dos de sus obras: Noite de voraces sombras18 y Corredores de sombra19. La sombra, en ambos casos, es la guerra, pero además el pasado oculto que surge como un manantial imparable para favorecer el crecimiento de los más jóvenes. También en relación con el elemento reivindicativo que hay en sus textos, la memoria de los personajes olvidados es siempre la memoria de quien defendió la República, pero sobre todo de quien amó la causa galleguista. Todo con fines claramente didácticos, porque como dice la madre de Sara, la protagonista de Noite de voraces sombras, todavía «estamos edificando sobre la desmemoria».




ArribaAbajoAmor

El amor es la otra viga de oro de la producción de Fernández Paz. Contemplado como sentimiento primigenio, casi puro, en el paso a la adolescencia (piénsese en Trece anos de Branca20), sin dejarse llevar por una dulzura superficial y sin concesiones, el escritor también se detiene en el sentir amoroso entre adultos, lleno de las contradicciones y complicaciones que lo dificultan (buena prueba de esto es Aire negro). Justamente en esos desencuentros, en esas idas y venidas del sentimiento más deseado pero también más dañino en su lado contrario, es donde se busca la materia narrativa. La salida de O único que queda é o amor21 en 2007 iluminó la certeza de que el tema latía en todas sus ficciones, pero aún le faltaba una última y feliz explosión. Su florecimiento le trajo el merecido Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2008 (del que ya había quedado finalista con Corredores de sombra), porque en el está el mejor Agustín. El que condensa su pasión por la poesía, con Valente, Neruda o Yeats al frente, con la prosa delicada (que ya había mostrado en creaciones como la hermosa O meu nome é Skywalker22) que hurga en el sentir oscuro, en el sentir dolorido, en la desolación del desamor o en la pasión inmortal.




ArribaPremios

Con unas cuarenta obras publicadas, Agustín Fernández Paz es uno de los escritores más premiados de la literatura gallega, al poseer todos los galardones estatales importantes en lo que a LIJ se refiere. Todo como recompensa a una obra-macrotexto (pues de unas ficciones nacen otras, como ocurre, por ejemplo con el relato «Meditación ante o álbum de fotos familiar», germen de Corredores de sombra) que se construye con desiguales dosis de tradición, reivindicación, renovación, misterio y amor, que siempre se saben mezclar como es debido. Por eso, al hablar de Fernández Paz, hablamos de uno de nuestros escritores más leídos de todos los tiempos. Él, que cree en la literatura juvenil como un instrumento para transformar la realidad y construir una sociedad futura mejor. Él, que nos invita, con cada ficción, a beber sueños de sus manos. Él, que cree que en eso, en beber sueños, consiste la lectura.





 
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