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1

Todas las citas provenientes de las antiguas ediciones de Sor Juana se modernizan en cuanto al léxico y a la puntuación. En esta cita «la nave» es una metáfora que significa a Sor Juana y su obra: una mujer que trae «confusión» por la altura de su obra y personalidad. Esta cita que sirve de epígrafe se ha tomado de los preliminares de Segundo Volumen, Sevilla, 1692. El autor está en el grupo de los varios personajes que escribieron elogios a favor de Sor Juana en el volumen mencionado.

 

2

Estoy muy lejos de haber agotado las muchas posibilidades que ofrecen estas dos bibliotecas, algo de lo que me tendré que ocupar antes de terminar con el trabajo de edición de las obras de la monja mexicana.

 

3

Esto no quiere decir que no haya pasado inquietudes y trabajos en los muchos años transcurridos. Quiero consignar aquí, aparte de que lo haga en la edición proyectada de la que hablaré luego, mi agradecimiento especial a los directores de Raros de la Biblioteca Nacional, así como a sus colaboradores.

 

4

Menciono a Méndez Plancarte líneas más abajo. Felipe Maldonado fue bibliógrafo español que conocía muy bien su oficio (era funcionario del Museo de Lázaro Galdiano); me ayudó a desentrañar las intríngulis de las tres ediciones de Barcelona, 1693. Todo el mundo recordará al profesor inglés Edward M. Wilson; él me alentó en mis primeros trabajos bibliográficos enviándome relación, minuciosamente transcrita, de los ejemplares antiguos que poseía de la obra de Sor Juana.

 

5

Ya que menciono este punto, quisiera consignar algunas ediciones que se han publicado de poetas coloniales, en los últimos años: Alicia de Colombí-Monguió, Petrarquismo peruano: Diego Dávalos y Figueroa y la poesía de la «Miscelánea austral», Londres, Támesis, 1985; Francisco J. Cevallos, Juan Bautista Aguirre y el Barroco colonial, Madrid, EDI-6, 1983; obras de Balbuena por José Carlos González Boixo: Grandeza Mexicana, Roma, Bulzoni, 1988 y Siglo de Oro en las selvas de Erífile, Xalapa, Universidad Veracruzana, 1989; de Juan del Valle Caviedes por Daniel R. Reedy, Caracas, Ayacucho, 1984; de Hernando Domínguez Camargo, Obras, por Giovanni Meo Zilio y Horacio Jorge Becco, Caracas, Ayacucho, 1986; de Luis de Sandoval Zapata, por José Pascual Buxó, Obras, México, Fondo de Cultura Económica, 1986; de Fernán González de Eslava, por Margit Frenk, Villancicos, romances, ensaladas y otras canciones devotas, México, El Colegio de México, 1989; de Diego Mexía, por Trinidad Barrera, Primera parte del Parnaso Antártico de obras amatorias, Roma, Bulzoni, 1990; de Mateo Rosas de Oquendo, por Pedro Lasarte, Sátira hecha por Mateo Rosas de Oquendo a las cosas que pasan en el Perú, año de 1598, Madison, Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1990. La obra de Domínguez Camargo necesita aún de una edición que ayude a resolver los muchos problemas que presenta la difícil poesía del autor, debe revisarse la puntuación y explicarse el texto de manera más extensa. Es una pena que las notas de Meo Zilio, quien correctamente ha aprovechado el trabajo anterior de Méndez Plancarte, no aparezcan a pie de página. Esto puede aplicarse a las ediciones de Ayacucho.

 

6

Agradezco a la profesora Luisa López Grijera de la Universidad de Michigan, Ann Arbor, la utilísima lista que me envió hace ya años sobre libros básicos de bibliografía y crítica textual. Además del libro que menciono a continuación en el texto, puede servir de ayuda, especialmente la parte de práctica aplicada que ofrece el libro de Alberto Blecua, y la Edición de textos, libro editado por Jauralde, Noguera y Rey, que ofrece artículos de interés en estas cuestiones.

 

7

Las signaturas son las siguientes: R-19448, R-19245, R-23486, R-30065 y R-19253. Aprovecho para contribuir a las preguntas que se hace Alatorre en la nota 60 (p. 455) de su artículo de Fama sobre el epígrafe de la composición de Lorenzo de las Llamosas, que en unas ediciones aparece como «Al lamentable doloroso espirar» y en otras como «A la sentida dolorosa muerte» (siempre con referencia a Sor Juana). Aparece «A la sentida» en R-19448, R-19245 y R-19253. Aparece «Al lamentable» en R-30065 y en R-23486.

 

8

La edición de Castalia, que en un principio iba a ser total, se me pidió se redujera a la mitad, lo peor, sin embargo, es que tardaron unos diez años en publicarla después de haberse entregado el manuscrito, el cual hubo de revisarse más de una vez.

 

9

Como he dicho en otras partes, llamo al poema así y no Primero sueño por las razones que he apuntado: Sor Juana, la persona más fiable de cómo quería llamar ella a su amado «papelillo», lo denomina así en la Respuesta, y su primer biógrafo, Diego Calleja, lo llama así dos veces en el escrito que sobre la vida de Sor Juana apareció por primera vez en la edición póstuma de la monja, la mencionada Fama y Obras póstumas. También lo llama así, dos veces, el clérigo Juan Navarro Vélez, quien se ocupó de «censurar» la primera edición perteneciente al tomo II, Sevilla, 1692 (en la página 4 de esa censura): «Pero donde, a mi parecer, este ingenio grande se remontó aun sobre sí mismo, es en el Sueño [...]. En fin es tal este Sueño, que ha menester ingenio bien despierto...». En esa misma edición y también en los preliminares (p. 4 del elogio que se comenta), fray Gaspar Franco de Ulloa dice: «... y el Sueño en que imita, o por mejor decir excede al celebérrimo Góngora». Es decir, que ni comparando el Sueño a las Soledades se llama al poema de otra manera. Creo que todo esto es prueba, además de la forma utilizada por la monja en la Respuesta, de que ésa era la forma empleada por los contemporáneos de Sor Juana que estaban cerca de su obra y de su persona. Lo de Primero se le añadiría por algún editor deseoso de aproximar el poema de la monja a las famosas Soledades de Góngora con vistas a la venta del libro, según he sugerido antes.

 

10

Véase el texto completo: «Advertencia. O el agradecimiento de favorecida y celebrada, o el conocimiento que tenía de las relevantes prendas que a la señora virreina dio el cielo, o aquel secreto influjo (hasta hoy nadie lo ha podido apurar) de los astros, que llaman simpatía, o todo junto, causó en la poetisa un amar a su excelencia con ardor tan puro como en el contexto de todo el libro irá viendo el lector». En mi Inundación, p. 103; véase el cambio de MP, I, p. 48. Claro que toda esta explicación sobre la amistad entre las dos mujeres ha dado qué pensar. Véase a Octavio Paz, Barcelona, 1982, 264-272.

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