1
Las dos obras principales de referencia de este artículo son La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares, en su segunda edición de Emecó editores, Buenos Aires, 1968 y La Diana de Jorge de Montemayor en la quinta edición publicada por Espasa-Calpe ed., Madrid, 1970. La paginación incluida en el texto corresponde a estas ediciones. Lo subrayado, salvo cuando se aclare lo contrario, va por mi cuenta. Los epígrafes de cada sección son siempre de Jorge de Montemayor, ya sea de La Diana o de su Cancionero.
2
Montemayor, op. cit., prólogo de Francisco López Estrada, p. XLVI.
3
Uno de los antecedentes argentinos de La invención de Morel es «El vampiro». de Horacio Quiroga. Un hombre se enamora de una estrella de cine y logra materializar su cuerpo. El fantasma corporificado de la actriz se convierte en el vampiro que extermina a su creador. En este sentido es interesante relacionar a los vampiros y a los espejos. Los espejos se ciegan para los vampiros pues nunca reflejan la imagen: son como Faustine que mira ciega al narrador.
4
H. G. Welles, La isla de Moreau, en Obras completas, tomo I, Plaza Janés editores, 1968, p. 191.
5
Ver a este efecto el artículo de Borges «La postulación de la realidad» en Discusión, Emecé editores, Buenos Aires, 1964.
6
Moro, Tomás. Utopía en Utopías del Renacimiento, México, Fondo de Cultura Económica, 3ª ed., 1973.
7
Bioy Casares, Adolfo, Plan de evasión, 2ª edición, Buenos Aires, ed. Galerna, 1969 (p. 33). Este dato se confirma en la propia Invención de Morel pues hay alusiones al tema hasta en los nombres de algunas calles. Ver en la p. 83, la mención al Paseo del paraíso y a un establecimiento denominado La pastora.
8
Borges Luis, Historia de la eternidad, 4ª edición, Buenos Aires, Emecé, ed., 1966, p. 16.
9
Ibid., p. 17.
10
Bartolomé Ponce, en su versión sagrada de La Diana, Diana a lo divino, citado en el prólogo de Montemayor, op. cit. p. XLVII.