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Blanca de Borbón

José de Espronceda



PERSONAJES
 

 
DON PEDRO EL CRUEL.
ENRIQUE DE TRASTAMARA,    su hermano Bastardo.
GARCÍA DE PADILLA.   Consejero del rey.
CASTRO.   Caballero.
DON HERNANDO.    Viejo.
PRIMER CABALLERO   que habla.
SEGUNDO CABALLERO.
TERCER CABALLERO.
DON TELLO.   Alcaide de la prisión de Blanca.
ABENFARAX,   asesino. Su carácter marcado: la estupidez y la ferocidad.
BLANCA,   esposa de don Pedro el Cruel.
LA PADILLA,    su manceba.
LA MAGA,   madre del asesino.
LEONOR,   hija del alcaide.





ArribaAbajoActo primero


Escena I

 

El teatro representa un cuarto de la prisión de Blanca, con dos rejas de hierro en el fondo y dos puertas, una a la derecha y otra a la izquierda de los espectadores.

 
 

BLANCA y DON TELLO. Varios SOLDADOS requisan las rejas y se oye a lo lejos música y el siguiente coro:

 
Honor al valiente,
Loor a las bellas,
Volad, caballeros,
La lid os espera.
Los fieros encuentros
Las damas recelan,
Y allá entre sí mismas
El triunfo os desean.
Honor al valiente.
Loor a las bellas.
 

(Siguen vivas y ruidos del pueblo que van poco a poco alejándose.)

 
DON TELLO
Las voces suenan en la alegre fiesta
Del nuevo infante, que la gloria aviva
Y el contento del rey, cual nueva joya
De la rica corona de Castilla.
Todos festejan hoy, todos gozosos
Al rey proclaman en ardientes vivas.
Soldados, pronto, requerid las rejas;
Nos aguarda el placer.
BLANCA
¡Fatal desdicha!
En medio el gozo, que decís que reina,
Cuando mi esposo entre placeres brilla,
Yo sola gimo y para siempre cubre
Negra noche de horror el alma mía.
¿Un infante, decís?
DON TELLO
Un noble infante,
Hijo feliz de la feliz Padilla.
BLANCA
¡Ah, para siempre me olvidó el impío!
Siempre esclavo feliz de sus caricias,
En brazos, ¡ay!, de esa mujer perversa
El vivirá, mientras que yo afligida
En perpetua prisión yaceré siempre,
Entregada al horror que aquí me inspira.
Hasta mi vida misma. Y ella en tanto
Feliz será: cuando gozosa ría,
Verá corresponderla al mismo tiempo
En los labios de Pedro la sonrisa;
Si ella derrama lágrimas... ¡Dios mío!
¡Nunca su mano enjugará las mías!
DON TELLO

 (Con aspereza.) 

Nunca castiga Dios sin que el delito
Haga el rayo brillar de su justicia.
BLANCA
Dios mirará piadoso mi inocencia:
Que yo, infeliz, no provoqué su ira.
DON TELLO
Vos blasfemáis de Dios.
BLANCA
Tened, Don Tello:
Mostrad respeto a la desgracia mía:
Ya que la triste que tu lengua ultraja,
Que fue tu reina desleal olvidas,
Al menos, ¡ah!, cual castellano noble,
Con una dama usad de cortesía.
DON TELLO
¡Cortesía! ¿Y con quién?... Callaré y basta

 (A los SOLDADOS.) 

¿Están las barras dobles? La alegría
Salgamos a gozar que en tanta fiesta
Del pueblo entero el corazón anima.
 

(Vase con los SOLDADOS por la derecha y entra LEONOR por la izquierda.)

 


Escena II

 

BLANCA, LEONOR.

 
LEONOR
Mi padre se alejó; ya en fin respiro
Y la reina llorando... ¡Qué abatida
La desdichada está!  (A BLANCA.)  ¡Triste señora,
Ni un momento de paz!
BLANCA
Dulce hija mía,
¿Eres tú mi Leonor, tú, mí consuelo
En mi amargo pesar? Sola tú alivias
De mi suerte el rigor. ¿Lloras? Tu llanto,
Dulce Leonor, mi corazón reanima.
Yo perdono a tu padre: no es culpable
El que obedece, no.
LEONOR
Mas, ¿qué os agita?
Nunca cual hoy os vi tan angustiada,
Nunca en tan cruda y mísera agonía.
La crueldad de mi padre, la insolencia,
Ese cuidado eterno que le excita
A cerrar, a observar, que le arrebata
El sueño y la quietud, tan abatida
No os pusieron jamás: noble firmeza,
Noble resignación os sostenía.
BLANCA
Secas las fuentes ya de la amargura
Y colmado el rigor de mi desdicha,
Yo, querida Leonor, necia pensaba
Que el vaso amargo de la suerte impía
Había agotado ya: que tantas penas,
Tanta crueldad, a fuerza de sufrirlas,
Eran ya para mí leves pesares,
Que ni arrancarme lágrimas podrían.
Mas hoy renuevan su fatal martirio,
Hoy renacen en mí, mi pecho agitan
Con la misma violencia, el mismo imperio
Con que me atormentaron aquel día,
Cuando lejos del rey, ya para siempre,
Hallé mi dicha y mi quietud perdida.
¿Iba con ella, di, Leonor, le has visto?
LEONOR
Sí, yo he visto hoy al rey; su frente altiva,
Coronada de plumas ondeantes,
Al leve soplo de la blanda brisa
Sobre otros mil guerreros se elevaba
En medio del palenque, allí blandía
El asta formidable, y a los rayos
Del sol naciente deslumbrando, ardían
Sus relucientes armas. Los relinchos
De cien caballos, los ardientes vivas,
El rumor del concurso, enajenaron
Mis ojos un momento. Entristecida
Yo los volví después a vuestra cárcel,
Y en medio de la pública alegría
Se cubrieron de lágrimas. ¡Dios mío!
Bizarro estaba el rey, pero a su vista,
no sé por qué me estremecí; sus ojos
Yo no sé qué terror, qué espanto inspiran,
Que tiemblo siempre al verlos.
BLANCA
¿Y ella, dime?
LEONOR
Ella también allí, la de Padilla,
Orgullosa, arrogante se mostraba
Coronada de perlas; elegida
Reina de la hermosura y los amores
Por vuestro esposo infiel, ella ceñía
La sien del rey con orlas de laureles,
Recibiendo gozosa sus caricias.
BLANCA
Calla, calla por Dios; dulce me fuera,
Más que vivir así, la muerte misma;
Leonor, dime: ¿después?...
LEONOR
Yo suspirando
Volví luego a llorar vuestra desdicha,
Sin querer ya ver más.
BLANCA
¿Y qué? ¿Ninguno
Ya se acuerda de mí? ¿No se lastima
Ninguno de mi suerte? ¡Desgraciada!
El que adoraste más, ese te olvida.
LEONOR
No todos, no, que acaso el descontento
También en medio a los placeres brilla
Y algunos hay que, con atentos ojos,
Las rejas de esta fortaleza miran,
Y os nombran suspirando. Oculto un joven
En derredor de este castillo gira
En la noche callada: yo, mil veces,
Extático le he hallado, con la vista
Fija en estas murallas, contemplando
Siempre este sitio en ansia pensativa.
Él me ha hablado tal vez; mi mano entonces
Por vos al preguntarme retenía,
Y alguna ardiente lágrima brillaba
Acaso de sus ojos desprendida.
BLANCA
¡Inútil compasión! Tal vez la muerte,
Si le observan aquí, sus pasos siga.
No, mi amada Leonor; si a verle vuelves,
Dile que huya.
LEONOR
El infeliz decía
Que si estimaba yo vuestra ventura
Le diese entrada en vuestra cárcel misma
Un momento no mas, y yo he ofrecido
Hacerle entrar hoy mismo.
BLANCA
¿Tú, hija mía,
Te has de exponer también, tú has de arriesgarte?
No, mi dulce Leonor, mi única amiga,
Si te apartan de mí... Tu padre acaso...
LEONOR
Mi padre allá en la fiesta se confía.
De sus guardias no más, que entre el bullicio
Entretenidos, su deber descuidan,
Vuelvo a buscarle, sí.

 (Vase.) 



Escena III

 

BLANCA, sola.

 
¿Leonor, qué haces?
¿Y quién sabe quién es, ni quién podría
Acordarse de mí, cuando encerrada
Hace ya tanto tiempo, en mi desdicha
Nunca en esta prisión ha penetrado
Ni un rayo de esperanza fugitiva?
¡Cielos! Si Enrique... Es imposible, Enrique
Desterrado, infeliz, incierto gira,
Devorando su amor en el silencio,
Errante acaso en extranjero clima.
¡Y si él fuera, tal vez! Si arrebatado
De su loca pasión... Si se imagina
Valerse, oh Dios, de mi infelice suerte...
¡Ah! No, nunca, jamás, la suerte impía
No cambiará mi corazón. Su hermano,
Sólo a su hermano adoraré rendida,
Ya sepultada en negros calabozos,
Ya víctima infeliz de su injusticia.
Es mi fatalidad: siempre he de amarle.
Amarle a mi pesar.


Escena IV

 

BLANCA, LEONOR, ENRIQUE, embozado.

 
LEONOR
Entrad, propicia
Nos es la suerte: si mi padre llega,
Yo al punto advertiré.

 (Vase.) 

ENRIQUE
¡Dichoso día!
Al fin te encuentro, idolatrada Blanca.
BLANCA
¡Enrique! ¡Oh Dios! ¿Y tú te sacrificas
Generoso por mí? ¿Qué intento ahora
Pudo traerte hasta mi cárcel misma
A aumentar mi inquietud? ¿Acaso, Enrique,
No conoces tu riesgo?
ENRIQUE
Tranquiliza,
Blanca, tu corazón: mi único intento
Es salvarte o morir: toda mi dicha,
Mi ventura mayor cifro en salvarte.
Salvarte, sí, para que Enrique viva.
Este déspota atroz, ese inhumano
Tigre, que en ti furioso se encarniza,
Salva de su furor, libre ha de verte
Cuando mas en sus garras te imagina.
Prófugo, en mi destierro yo he llevado
Siempre tu imagen en mi mente fija,
Y entregada al dolor, en triste cárcel,
Contino ante mis ojos te veía;
Por ti, gozoso en el mayor peligro
Me lanzaba con ávida codicia,
Por ti, contra mi rey, contra mi hermano,
Fiero empuñé la espada vengativa,
junté guerreros, me arrojé al combate,
Luché con él en desigual porfía:
La suerte en las batallas caprichosa,
Mostróse a mis valientes enemiga.
Entonces, ¡ah!, mis odios, mi venganza,
Mi rabia, cual jamás sentí encendida
Roer mi corazón, no me es bastante.
El nombre de traidor que me designan
Es para mí un blasón. ¡Ah! Si es forzoso
Para salvarte arrebatar su vida,
Quiero añadir al nombre de rebelde
El título también de fratricida.
BLANCA
¡Cielos, Enrique! ¿Adónde despeñado
La cólera te arrastra? Tú deliras:
Huye, Enrique, por Dios. ¡Ah! No conoces
Cuánto se arriesga hasta mi vida misma
Si el rey descubre tu imprudente arrojo.
¿Quién sabe si ahora mismo cien espías
Te han conocido ya, siguen tus pasos,
Te cercan, oyen, si pendiente brilla
Sobre tu propio corazón la daga
Que a asesinar a entrambos se destina?
ENRIQUE
Primero yo la enclavaré en el suyo.
Oyeme, Blanca: mi dolor respira
Sólo venganza; la ternura, el fuego
En que otro tiempo el corazón me ardía,
Esta insaciable sed los ha trocado
Ya en desesperación. ¡Ah! ¿Tú creías
que era sólo por ti? ¿Tal vez pensabas
Que esta pasión que el alma me domina
Me la inspirabas tú, tú únicamente?
No, Blanca, no, que por venganza gritan
Madre y hermanos por mi hermano muertos,
Y el seno dejan de la tumba fría,
Sombras inexorables: mis furores
No has encendido tú; la saña mía,
Horror tan negro, tan funesta llama...
Es imposible, no, tú no la inspiras.
BLANCA
Basta, Enrique, no mas: yo le idolatro:
Yo a mi pesar le adoro, aunque me oprima
Y me desprecie y me abandone.
ENRIQUE
¿Acaso
Yo te hablaba del rey? ¡Oh, Dios! ¡Qué ira!
Un astro mismo, sí, cuando nacimos,
Blanca, tú y yo, sin duda presidía.
Feroz el rey te oprime, te abandona;
A una ramera vil te sacrifica...
Y tú le adoras, y su nombre odioso
Está y su imagen en tu pecho escrita...
Y yo, entre tanto, que doquier me vuelvo
En torno al mundo la anhelante vista
Un solo punto en todo el universo
Encuentro para mí: yo, que mi vida
Cifrara en poseerlo; yo, arrojado
Lejos de allí y opreso de codicia,
Como un segundo Tántalo, a mis labios
Llegó apenas el agua apetecida.
BLANCA
Sí, Enrique, sí, es verdad; los dos nacimos
Para ser infelices: destruida
Nuestra esperanza está; nunca yo he visto,
Desque a tu hermano amé, lucirme un día
De ventura y quietud. La blanda calma,
Los dulces juegos, la inocente risa,
Placer de los amantes venturosos,
No halagarán jamás el alma mía.
¡Desdichada de mí! Si acaso busco,
Durante el curso de mi corta vida,
Momentos de placer, sólo me quedan
Tristes memorias de los breves días
de mi infancia feliz, tristes memorias
Que, acaso más, mi pecho martirizan.
Y tú también sin esperanza, Enrique,
Por un mísero amor, cual yo, suspiras.
ENRIQUE
¿Y tú lloras por mí? Blanca, tu llanto
Es regalado bálsamo que alivia
Mi amargo padecer: jamás mi pecho,
Jamás sintió tan plácida alegría.
Yo no soy infeliz; yo soy dichoso;
La más dulce esperanza me reanima,
Yo puedo liberarte, hacer que vuelvas
Al seno de tu patria, a las delicias
De tu primera edad: tu alma inocente
Allí tal vez reposará tranquila.
Los años vuelan y el pesar con ellos;
Allí se trocará en melancolía,
En recuerdo pacífico y sensible,
Ese dolor que el corazón te agita.
Yo puedo liberarte. Óyeme, Blanca:
Aún tengo amigos; Aragón, Castilla,
Sevilla misma, auxiliarán mi empresa;
Mil descontentos de su rey me brindan
Con todo su poder; Lara, Manrique,
Sólo esperan mi voz, todos me animan
A volver a lidiar... Guerra y venganza
Contra mi hermano en su poder respiran.
Hoy mismo, cuando salgan del torneo,
vendrán conmigo a concertar el día
Que debemos romper.
BLANCA
¿Y qué...? ¿Mi esposo...?
ENRIQUE
Si es necesario...
BLANCA
¡Enrique, me horrorizas!
ENRIQUE
Si es necesario, morirá. Es forzoso
Que tú seas libre; ante las aras mismas,
Sobre la hostia lo juré. Esta tarde,
Al declinar el sol, cuando sombría
Tienda la noche su estrellado manto,
Yo volveré a avisarte la hora fija
En que libre has de ser. Tú, a alguna reja
De las que al Betis sobre el margen miran,
Atenta esperarás, y cuando un barco
Atraviese las aguas cristalinas,
La voz del trovador y el son del arpa
Te anunciarán cantando mi venida.


Escena V

 

Dichos, LEONOR, muy apresurada.

 
LEONOR
¡Cielos! ¡Mi padre!... ¡Apresuraos!
BLANCA
¡Enrique!
LEONOR
Aún es tiempo, venid...
ENRIQUE
¡Blanca divina!
O muero, o te liberto. Adiós.
 

(Vase con LEONOR por otra puerta.)

 


Escena VI

 

BLANCA, sola.

 
Tu furia
Te perderá, ¡infeliz! ¡Ah! Si la dicha
Lograra yo de abandonar por siempre
Este suelo fatal... Cuál me palpita
Entre el temor y la esperanza el pecho,
¿Qué será de mi suerte?


Escena VII

 

BLANCA, DON TELLO y DIEGO GARCÍA

 
DON TELLO
Aquí, García,
La inocente tenéis.
GARCÍA
Basta, don Tello:
Ya os podéis retirar. El rey me manda.
BLANCA
¡Nuevos ultrajes siempre! ¡No hay momento
De quietud para mí!
GARCÍA
Siempre la calma
Huyó del criminal.
BLANCA
¡Dios! ¿Hasta cuándo
La vil calumnia me herirá? ¿No basta,
A par del reino, arrebatarme injusto
Mi propia libertad, y verme hollada,
Lejos del rey que se llamó mi esposo,
Por la que ser debiera mi vasalla?
¿No está, tal vez, cansada mi enemiga
De verme padecer?
GARCÍA
Está cansada
La paciencia del rey; cuando engañado
Cedió otro tiempo a las inicuas tramas
Del pérfido Albuquerque, y con su mano
Os ciñó la diadema soberana,
Nunca pensó que a un tiempo con su esposa
La discordia en el reino penetrara.
Vuestro alevoso amor con D. Fadrique
Benigno os perdonó, cual leves faltas...
BLANCA
¡Es falso, es falso! La calumnia sólo
Pudo inventar iniquidad tan baja.
¿Qué delito, decid, he cometido
Para que el rey jamás me perdonara?
Yo inocente, ¡ay de mí!, feliz vivía
Allá en el seno de mí dulce patria
Con mis ilustres padres. Sus heraldos
vinieron en su nombre, y cuando ufana
Firmemente adorándole, mi dicha
Eterna entre sus brazos figuraba,
Otra mujer, ¡gran Dios!, ya poseía
El único tesoro de mi alma...
¡Y soy yo criminal...! ¡Y él me perdona...!
Yo sin razón de su injusticia esclava...
GARCÍA
Yo doy que entonces inocente fueseis,
Blanca, ¿y ahora me diréis osada,
Si os pruebo yo vuestro reciente crimen,
Que es injusta la lengua que os agravia?
¿Tenéis, ahora, el corazón tranquilo?
¿Nada os remuerde la conciencia?
BLANCA
Nada.
GARCÍA
¿Nada os reconvenís? Mitad que escucha
El Dios de la verdad vuestras palabras.
BLANCA
El ve mi corazón.
GARCÍA
Decid: ¿Si Enrique...?
BLANCA

 (Aparte.) 

¡Enrique, oh Dios!
GARCÍA
Estáis muy agitada,
Blanca, calmaos. Al escuchar su nombre,
¿Por que tu corazón se sobresalta?
¿Sabríais acaso de él?
BLANCA

 (Aparte.) 

¡Cielos! ¿Podrían
Ya saber su intención?
GARCÍA

 (Con sarcasmos.) 

¡Ah! Sus desgracias
Os conmueven tal vez; tranquilizaos;
¿Qué? ¿No sois inocente? ¿No son falsas
Calumnias vuestros crímenes? ¿Y ahora
Por qué no respondéis? ¿Acaso os ata
La inocencia la lengua?
BLANCA

 (Con dignidad.) 

¿Y cómo puedo
Responder a denuestos y palabras
De escarnio y de baldón?
GARCÍA
¿Y es eso sólo
Lo que tanto te turba, desdichada?
BLANCA
Me turba tu insolencia.
GARCÍA
¿Mi insolencia?
BLANCA
De un pérfido cual tú la indigna audacia.
GARCÍA

 (Con serenidad.) 

Pérfido es el traidor, el vil rebelde
Que contra el rey y su señor se alza,
El que olvidando su deber, perjuro,
Mueve guerra civil contra su patria;
El que eleva pendón en vuestro nombre.
Y a un vil bastardo por su rey proclama.
Pérfida es la infame que promueve
Esa vil rebelión, la que en su alma,
Bajo el vellón de tímido cordero,
Del tigre encubre la traidora garra.
¿Dónde está ese candor, esa inocencia
De que tanto os jactáis? ¿Veis esta carta?
Ella os alegrará: vuestros amigos
Con ella animarán vuestra esperanza.
Lástima es que el noble don Enrique
No esté reunido ya con los que aguardan
Proclamarle por rey, los que anhelantes,
Por sólo daros libertad se arman;
Los insensatos que el infierno mismo
A eterna muerte y perdición arrastra.
Vedla y negad después.
BLANCA
¡Fatal desdicha!
¡Desventurado Enrique! Mi desgracia
Se extiende a ti también.
GARCÍA
Todo os confunde.
¿No os hallabais acaso preparada
A golpe tan fatal?
BLANCA
( ¡Ah! ¡Ya respiro! )
No es para mí esta carta.
GARCÍA
No; esta carta
Es Para Enrique. Mas, decid: ¿Acaso
No habla siempre de vos? ¿Su confianza
No está cifrada en la extranjera hueste
Que por su influjo de la Francia aguarda?
¿Qué? ¿No le ofrecen la corona a Enrique?
¿No le ofrecen tu mano, si te salva?
¡Infeliz! ¡Infeliz! Tú, sí, tú misma,
A par del suyo, tu sepulcro labras.
¡Mísero Enrique! Acaso se imagina
Que el rey ignora su traidora trama,
Y mientra oculto aquí necio se piensa,
Ya tu mansión, su intento, sus palabras...
Todo patente está. Sus enemigos
Han penetrado ya dentro su alma.
¿Os turbáis otra vez?
BLANCA

 (Aparte.) 

¡Oh, Dios! ¡Si fuese
Fingido este papel!... ¡Ah! Si intentara
Sorprenderme y saber... Decid, García:
¿Cómo, por quién se os entregó esta carta?
GARCÍA
¿Dudáis de su verdad? Yo os aseguro
Vuestra duda calmar. ¿Veis esta banda?
BLANCA
¡Teñida en sangre! ¡Oh, Dios!
GARCÍA

 (Con calma.) 

Prenda de Enrique,
Aguilar el rebelde la enviaba,
y el triste mensajero la traía
Para entregar y acreditar su carta.
BLANCA
¿Y él mismo os la entregó?
GARCÍA

 (Sin alterarse.) 

Sin duda, él mismo
Nos la entregó, cuando entregó su alma
Al infierno también.
BLANCA
¡Qué horror! ¡Acaso
La misma mano ensangrentada amaga
Ya el corazón de Enrique!
GARCÍA

 (Una pausa.) 

En vano ahora
Los hechos negarás con tus palabras:
Harto sabidos son y en vano fuera
Por más tiempo fingir. Óyeme, Blanca:
Tú ves en mí tan sólo un enemigo,
Digno ministro de mi altiva hermana;
Tú imaginas que gozo en tu desdicha,
Que vengo ansioso aquí para amargarla.
Pues no, te engañas: mi venida es otra,
otro mi intento; tu única esperanza
Se cifra en mí no más. Sí, yo he venido
Sólo para salvarte.
BLANCA
¿Mi esperanza
Sólo se cifra en ti? ¡Pérfido! ¿Intentas
Deslumbrarme, tal vez? ¡Ah! Tus palabras
Son astutas y falsas: son floridas
Como el sendero del infierno.
GARCÍA
Acaba;
Desahógate, sí: bastante tiempo
Aquí exhalaste en lágrimas calladas
Tu penoso dolor. Justo es ahora,
Que libre puedas desahogar tus ansias.
Óyeme, por tu bien; mayor tormento,
Desventura mayor, Blanca, te aguarda,
Si no escuchas mi voz.
BLANCA
¿Y qué tormento,
Qué desdicha mayor, puede mi alma
Padecer que tu vista?
GARCÍA

 (Con frialdad.) 

¿Qué? La muerte.
BLANCA
Ella me librará de mis desgracias
A par de tus insultos.
GARCÍA
No; la muerte
Yo sé que acaso el infeliz la ansía.
Sé que jamás se estremeció turbado
Un corazón valiente al arrostrarla.
Mas no es la muerte por que el triste anhela
El espantoso fin que te amenaza;
Es la muerte cruel, ignominiosa,
Lenta, bárbara, atroz, acompañada
De tormentos horribles, de agonía,
Cubierta del oprobio que arrebata
Hasta el placer efímero, muriendo,
De inspirar compasión, la que acompaña
La amarga pena de dejar al mundo
Indigna, vil y sempiterna fama.
Tú, ante tus ojos, mirarás a Enrique
Morir penando en angustiosas ansias,
Mientras maldita por el pueblo entero
Como adúltera...
BLANCA
¡Oh, Dios! ¡Ah! ¿No bastaba
La muerte sólo por castigo mío?
¿Era forzoso, aún, añadir la infamia?
GARCÍA
He aquí la muerte que te espera, muerte
Que aún, puedes evitar: tus dulces gracias,
Tu amable juventud, tu desventura,
Todo en mi corazón por ti me habla.
Tú amas a Enrique; pero Enrique en vano
Presume libertar la que idolatra.
Tú tienes ambición; tal vez deseas
Lograr del rey y tu rival venganza,
Volver de nuevo al esplendor perdido
Y el cetro augusto asegurar de España.
Yo te puedo auxiliar; triunfo y corona
Partiremos los dos: yo te amo, Blanca.
Todo lo ignora el rey; yo, únicamente,
Sé donde Enrique está, sé de esta carta,
Y nunca al rey la mostraré, si ofreces
Callar, ceder, cumplir con mi demanda;
Y yo te doy la libertad, la vida,
Mi corazón...

 (Se acerca a BLANCA y trata de arrebatarle una mano.) 

BLANCA

 (Con dignidad.) 

Jamás.
GARCÍA

 (Con frialdad.) 

Cálmate, Blanca;
Siento piedad por ti, tú eres hermosa,
Y la muerte es cruel; tal vez mañana
Serás cadáver ya; sí, considera
Tu respuesta mejor; cálmate, Blanca.
BLANCA
Tranquila estoy: mi corazón, García,
Sólo se turba atónito a tu infamia.
¡Huye, monstruo, de mí!
GARCÍA
Blanca, ¿deliras?
Piensa en las dichas que el vivir te guarda;
Piensa que están tu libertad, tu vida,
Pendientes de mi voz: tiembla, si agravias
Al que te ofrece tanto. Un solo premio,
Y el trono mismo ocuparás de España,
Augusta Reina, independiente, libre;
Yo te lo juro por mi honor y espada.
Ya no exijo tu amor, tu nombre ahora
Sólo exijo de ti; cédeme, Blanca:
Aquí la dicha y el placer te esperan,
Allí la muerte y el dolor te aguardan.
Nada hay ya que dudar: elige y tiembla.
BLANCA
Tu odiosa vista con horror me espanta,
Tu corazón está más corrompido
Que el aire del sepulcro. ¡Alma villana!
Vuélvete al rey, inventa tus calumnias,
Cubre mi nombre con eterna infamia,
Y apresura mi muerte: yo no tiemblo.
GARCÍA
Tú, pues lo quieres, morirás. Mi alma
He mostrado ante ti; la muerte sólo,
Una vez dicho, mi secreto guarda,
Si alguno lo escuchó.
BLANCA
Basta, García;
Basta de insultos ya.

 (Vase.) 



Escena VIII

GARCÍA
Sí, Blanca, basta;
Y, pues lo quieres tú ¡morirás! Tu muerte
Lisonjeará el orgullo de mi hermana,
Y al ver a Enrique perecer contigo
Yo gozaré cumplida mi venganza.
¡Morirás! ¡Morirás!... ¿Sois vos, Don Tello?


Escena IX

 

Dichos y DON TELLO

 
DON TELLO
Un hombre ahora encapotado acaba
De salir del castillo. Entre los bosques
Le vi perderse con ligera planta;
Quise en vano seguirle. Aún no he podido
Conocer cómo entró. Todos los guardias
Niegan haberle visto.
GARCÍA
Bien; dejadle,
Y si vuelve otra vez... Enrique vaga
Siempre alrededor de aquí. Vuestra cabeza
Responde al rey de la prisión de Blanca.
Adiós, Don Tello.

 (Vase.) 

DON TELLO
Sí: ya te he entendido;
Yo doblaré mi celo y vigilancia,
Y si intentan librarla, yo te juro
Que antes muerta tal vez podrás hallarla.



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