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ArribaActo quinto

 

La misma decoración del tercer acto. Una tempestad. Es de noche.

 

Escena I

 

LA MAGA, con una antorcha en la mano canta estos versos. Su hijo, sentado sobre una roca.

 
LA MAGA
¡Oh! Salve, oscuro genio
   Del hórrido huracán.
   Ceñudo tú te sientas
   Allá en la tempestad.
   Tu augusto trono velan
   La noche y el horror.
   Tu voz en silbo y trueno
   Retumba en derredor.
   Las ígneas alas tiendes
   Por cima al aquilón,
   Y en torno al aire tiñe
   Relámpago feroz.
   Salud, salud mil veces,
   Espíritu infernal;
   Desciende a mí en las alas
   Del hórrido huracán.
Hoy festeja el averno; hoy, hijo mío,
La luz del rayo su festín alumbra,
Y en la noche los lívidos espectros
Al trueno aterrador sus gritos juntan.
¡Noche de muerte! ¡Regocija el pecho,
¡Hijo de Satanás! Sí, ya vislumbra
A la luz del relámpago tu daga,
teñida en sangre la aguzada punta
¡Noche de muerte es! Vuela, hijo mío;
Con sangre ya mi paladar endulza.
ABENFARAX
Dame, ¡oh madre!, el puñal. ¿Llegó la hora?
LA MAGA
Pronto ya va a sonar. La noche oscura
Sirve a encubrir tus silenciosos pasos.
El genio del averno te conduzca,
Yo te doy mi puñal: marcha al castillo.
ABENFARAX
Yo juro allí satisfacer tu furia.

 (Vase de modo que se ve abrir la puerta del castillo, y entra en él.) 

LA MAGA

 (Vuelve a cantar.) 

   En medio a la tormenta
   Su hora sonará.
   La muerte acechadora
   Su presa aguarda ya.
      Genios del Tártaro,
      Venid a mí,
      Venid mi júbilo
      A repartir.

 (Se arroja en la caverna.) 



Escena II

 

Cambia la decoración. Prisión de BLANCA, una capilla gótica del castillo, un crucifijo en el fondo del teatro; una lámpara moribunda alumbra la escena. La tormenta se oye a lo lejos.

 
 

BLANCA, LEONOR.

 
BLANCA
¿Por qué, Leonor, tu corazón se oprime?
La muerte al fin consolará mí angustia,
Y volará mi alma a la morada
Donde reina la paz; tu llanto enjuga,
Y ahora, en vez de lamentar mi suerte,
Alégrate conmigo en mi ventura.
LEONOR
¿Por qué yo el nombre de tu dulce amiga
De tu boca escuché? ¡Ojalá nunca
Te hubiese visto yo! Yo no llorara
Al ver abierta ante tus pies la tumba.
BLANCA
¡Dulce Leonor! ¡Gran Dios! Calma tu llanto.
¿No ves mi dicha tú? Gloria más pura
En trono eterno el Dios de la inocencia
Guarda, Leonor, para las almas justas.
¿Qué vale el trono de la tierra toda
Cercado de esplendor? Su faz se anubla
Y el pueblo aquel que le temió algún día,
Perdido el brillo, su grandeza burla
No así aquel trono que esplendente siempre
Brilla en la eternidad. Paz y dulzura,
Inocencia y virtud, siempre le ensalzan.
Allí la libertad, la gloria augusta,
Su eterno manantial vierten, regando
Fértiles campos de eternal verdura.
Allí se cifra mi esperanza ahora.
¿Por qué temer la calma de las tumbas,
Si el alma la quietud halla en su seno
Que en la tierra infeliz en vano busca?
Sosiégate, Leonor; yo estoy tranquila.
LEONOR
¿Y vos tan joven moriréis? ¿Y nunca
Os volveré yo a ver? ¡Ah!, no es posible.
Yo nunca os dejaré... ¡Pasos! No hay duda,
Los asesinos son...

 (Se abraza a BLANCA.) 

BLANCA
Allá en el cielo
Me aguarda la virtud; sus manos puras
Allí nos unirán. Leonor, la muerte
Siento sólo por ti. ¿Lloras? ¿Te angustias?
Tú no me olvidarás.


Escena III

 

Dichos, EL ALCAIDE con una luz, y UN ERMITAÑO.

 
DON TELLO
Sólo un momento
Te queda ya para decir tus culpas,
Blanca; ojalá te las perdone el cielo.
Dejémosla, Leonor; esta hora es suya.
LEONOR

 (Abrazándose más a ella.) 

Jamás la dejaré.
BLANCA
Tu llanto quema.
No llores más, Leonor, mi alma se turba
Viéndote padecer. Tu amargo lloro
Me inspira compasión. Leonor, escucha:
Un tiempo fue cuando, en mi cárcel misma,
Plácidos sueños de falaz ventura
Regalaban tal vez mi pensamiento,
Y ciertos yo los figuraba, ilusa.
Pensé que clara la inocencia mía,
Se aplacara tal vez la alma sañuda
Del que tanto adoré; pensé, insensata,
Ocupar el asiento que ahora ocupa
La que perdone Dios; feliz pensaba
Premiar entonces en mejor fortuna
Tu constante amistad. Sólo una prenda

 (Se quita un anillo del dedo.) 

Joya de mi niñez... Tómala; es tuya.
Guárdala tú como único recuerdo
Que te puedo dejar de mi ternura.
Dulce Leonor, adiós; vuelve a abrazarme
Otra vez y otra vez. Basta; tu angustia
Me despedaza el corazón; recibe
Tú mis últimas lágrimas.
LEONOR
¡Oh!, nunca
Me arrancarán de aquí.
BLANCA

 (Con dulzura.) 

Déjame, basta.
Ten lástima de mí.
DON TELLO
Raudo apresura
El tiempo su carrera; tú, hija mía,
Déjala de una vez; sobre ella luzca
La clemencia de Dios. Blanca, un momento
Alza tu mente al que las almas juzga.
Vamos, Leonor.
BLANCA
¡Adiós! ¡Ah! ¡Para siempre!
 

(DON TELLO coge del brazo a LEONOR.)

 


Escena IV

 

EL ERMITAÑO y BLANCA; aquél mira por todos lados, como temeroso de que le oigan.

 
 

BLANCA, de rodillas delante del crucifijo.

 
BLANCA
¡Omnipotente Dios! Piadoso escucha
Mi humilde voz en mi postrero día,
Y el cáliz del dolor benigno endulza.
Dame resignación, fuerza bastante
Para apurar la copa de amargura,
Perdonar, como tú, a mi enemigo,
Y despreciar la vanidad inmunda,
Que me atormenta el corazón.

 (Al ermitaño.) 

¡Oh!, padre,
En nombre del Señor, oye mis culpas;
La eternidad...
EL ERMITAÑO
La libertad, la vida.
Aun puedo darte yo, Blanca. ¿Lo dudas?
Mírame, Enrique soy; vengo a salvarte.

 (Se quita la capucha que le cubría el rostro, y debajo del hábito se descubren las armas.) 

BLANCA
¡Cielos, Enrique!
ENRIQUE
Enrique te asegura,
Si obedeces su voz, salvarte ahora
Del borde mismo de la abierta tumba.
El santo traje que mis armas cubre
Para entrar hasta aquí sirvió a mi astucia.
Yo aquí me quedaré; vístelo, Blanca,
Y este disfraz protegerá tu fuga.
BLANCA
¿Y tú quedarte aquí? Jamás, Enrique:
Yo vivo ya sin esperanza alguna
Y la muerte es un bien. ¿Yo aquí dejarte
A morir en mi vez...? ¡Ah!, tú me injurias.
ENRIQUE
Mi vida aquí defenderá mi espada.
No te cuides de mí; ya a darte ayuda
Cien caballeros en el campo aguardan,
Que allá en tu patria te pondrán segura.
Decídete una vez; allí te esperan
Tus amigos, tu patria y la fortuna.
BLANCA
Déjame, tentador; yo amo la vida,
Y la amo a mi pesar; mas si mi fuga
sólo puede lograrse con tu muerte,
Morir prefiero, a la mayor ventura,
Déjame ahora perecer tranquila,
O un medio noble de salvarme busca.
ENRIQUE
Blanca, no hay otro.
BLANCA
Sí; queda la muerte
ENRIQUE
¡Mujer angelical! ¡Alma más pura
Que la lumbre del sol! ¡Oh!, yo te juro
Morir lidiando en obstinada lucha
O arrancarte de aquí. Voy ahora mismo
El castillo a asaltar. En paz segura
Todos duermen; los pocos que vigilan
Es fácil sorprender: la suerte injusta
No salvará mi vida en la batalla,
O si la salva, salvaré la tuya.

 (Vase.) 



Escena V

 

BLANCA, sola.

 
¡Qué incertidumbre!, ¡oh, Dios! Cada momento
La muerte y libertad me ofrecen juntas.
Hágase, ¡oh Dios!, tu voluntad.

 (Da el reloj las doce.) 

Las doce.
Alguien siento venir. Pasos se escuchan...
¡Perdóname, gran Dios!
 

(Se arrodilla delante del crucifijo. En este momento se abre la puerta y entra ABENFARAX, de modo que antes de entrar se haya visto su sombra.)

 


Escena VI

 

BLANCA, ABENFARAX.

 
BLANCA

  (Se levanta precipitadamente, como amedrentada.) 

¡Cielos! ¡Qué veo!
¡Espíritu infernal! ¡Ah, de su furia
líbrame tú, Señor!
ABENFARAX

 (Lanza una mirada estúpida, mirándola con ojos de complacencia.) 

En vano llamas
Tu Dios en tu favor: mi voz le insulta.
Y maldice su nombre y le blasfema.
¿Ves esta daga?
BLANCA
¡Oh Dios!
ABENFARAX

  (Con sangre fría.) 

Tu fin te anuncia.
BLANCA

 (Precipitadamente.) 

¡Piedad! ¡Piedad! ¡Qué horror! ¡Ah! Compadece...
Un momento, no más... si acaso oculta
Tu pecho un corazón... ¡Ah!, si en tu infancia
Una mujer te amamantó...
ABENFARAX
Una bruja
Y un hijo de Luzbel fueron mis padres.
 

(Se oye ruido de espadas y voces de combatientes, que va progresivamente acercándose. ABENFARAX continua, sin interrupción.)

 
Mi destino es matar. Ven y concluya
Tu vida de una vez.

 (BLANCA, retirándose siempre al fondo del teatro, se abraza con el crucifijo.-ABENFARAX la persigue.-Más cerca, los gritos y las espadas.-Dentro, la voz de ENRIQUE.) 

¡Nuestro es el triunfo!
BLANCA
¡Por piedad! ¡Por piedad!
 

(ABENFARAX la agarra de los cabellos y la arranca del crucifijo.)

 
ABENFARAX
¿Piedad? Ninguna.

 (La levanta de los cabellos la cabeza para mirarla.-La clava el puñal al decir:) 

Gózate, ¡oh madre!, aquí.
BLANCA
¡Valedme, cielos!

 (Cae muerta.) 



Escena VII

 

En este momento se abren las puertas violentamente de la capilla y entra ENRIQUE, con la espada desnuda. Varios caballeros, con hachas encendidas y espadas, y LEONOR.

 
ENRIQUE
¡Libertad, libertad, Blanca!
 

(ABENFARAX se presenta delante de él.)

 
ABENFARAX
¿La buscas?
Mírala donde está; síguela y muere.

 (Le tira una puñalada, que resisten las armas.) 

ENRIQUE

 (Clavándole una estocada.) 

¡Asesino!
ABENFARAX
¡Oh, furor!

  (Cae muerto.) 

 

(LEONOR se arrodilla delante de BLANCA, contemplándola.)

 
LEONOR
¡Muerta! ¡Ya nunca
La volveré yo a ver! ¡Leonor te llama...!
Es en vano; infeliz, tú no la escuchas.

 (Se abraza a ella.) 

ENRIQUE
¡Qué horror! Tan pura, tan hermosa y joven
Y perderse en su flor... ¡Ah!, Dios confunda
Sus enemigos todos y maldiga
Al que manchado esté de sangre suya.

 (Se adelanta y pone la mano sobre el crucifijo.) 

Yo lo juro ante Dios. Mi espada juro
Que hasta vengarla brillará desnuda.




 
 
FIN