PERSONAJES
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BLANCA DE ROSSI. | |
FELICIA,
dama suya. | |
ACCIOLINO,
conquistador de Bazano. | |
BAUTISTA,
esposo de Blanca. | |
GENARO,
padre de la misma. | |
LEOPOLDO,
General de Acciolino. | |
ALBERTO,
Senador de
Bazano. | |
Comparsa de guerreros de Germania. | |
Comparsa de nobles. | |
Comparsa de soldados. | |
Comparsa del pueblo de Bazano. | |
Escena I
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El teatro representa gran plaza
de Bazano: el telón del foro será de varios
edificios con un arco en medio, por cuyo hueco se verá
en lontananza una de las puertas de la ciudad incendiada
a su tiempo. Templo magnífico a la derecha con entrada
practicable: en su inmediación ancianos, mujeres y
niños consternados. GENARO en medio de ellos.
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GENARO | Elevemos a
un Dios omnipotente | | nuestros humildes ruegos. Si a la patria | | no pueden
socorrer en su conflicto | | el débil sexo, ni la
edad cansada, | | los clamorosos votos al Eterno | 5 | imploren
en favor de nuestras armas. | | ¡Oh tristes ciudadanos! ved
el fruto | | de la guerra civil, de aquella infausta | |
discordia horrible que vosotros mismos | | habéis
fijado en la infelice Italia. | 10 | Eternamente la ambición
y el odio | | harán nacer el duelo y la desgracia;
| | y por siempre también los enemigos, | | a merced
de tan tristes circunstancias,
| | triunfarán de
nosotros. Acciolino, | 15 | al frente de las huestes de Germanía,
| | juró nuestro exterminio; ha conquistado | | este
fértil país, y las murallas | | de esta ciudad
en vano a sus victorias | | oponen el valor, y la constancia, | 20 | oprimidos del odio y de la guerra, | | asolados los
campos, destrozadas | | las invencibles tropas, ¡ay! en vano
| | queremos evitar nuestra desgracia. | | Dios sólo
puede hacerlo: entrad al templo | 25 | en tanto que la suerte
de las armas | | fija nuestro destino, y del asalto | | sabemos
el horror o las ventajas. | |
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(El pueblo entra en
el templo.)
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GENARO | (Solo.) | Todos temen la imagen
espantosa | | de nuestra esclavitud; ansiosos claman | 30 | la viuda triste, el huérfano, el anciano | | que
sus hijos perdió, sus hijos... Blanca, | | yo soy
padre también, y tu peligro | | me llena de terror:
virtudes, gracias, | | hermosura y valor son tus adornos.
| 35 | ¡Oh cuántas veces de mi edad anciana | | apoyo
fuiste, gloria y alegría! | | ¡Oh con cuánto
placer te vi enlazada | | al ilustre Bautista, ese guerrero,
| | que con su ejemplo y su invencible espada | 40 | defiende
en estos muros nuestras vidas! | | ¡Ah! si la suerte acaso
me prepara | | el dolor de perderos, sí en vosotros
| | llego a ver sepultar mis esperanzas, | | ¿Para qué
padre fui? Pero el estruendo | 45 | y el tropel pavoroso de
las armas | | se acerca hacia este sitio. |
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(Ruido
dentro.)
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Escena II
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GENARO,
BAUTISTA, Guerreros con la espada desnuda.
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GENARO |
¡Oh
Dios! Bautista, | | ¿Adónde vas? |
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BAUTISTA | A
defender la patria, | | o perecer con ella. |
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GENARO | ¿Los
contrarios | | han vencido? |
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BAUTISTA | Jamás;
mientras mi espada | 50 | desnuda brilló, y mi furor
la esgrima.
| | De Acciolino las huestes rechazadas | |
dos veces, del asalto abandonaron | | la inaccesible empresa;
avergonzada | | la altiva presunción de ese caudillo, | 55 | viendo que sus esfuerzos se estrellaban | | en nuestra
valerosa resistencia, | | las máquinas previene; a
las murallas | | acerca los arietes destructores; | | yo,
dejando las puertas custodiadas, | 60 | voy a impedir que
la invención consiga | | lo que el valor no pudo;
nuestra saña | | destrozará sus máquinas
astutas, | | y sobre los guerreros, cuya audacia | | se atreva
a conducirlas, lanzaremos | 65 | mil géneros de muertes;
dardos, lanzas, | | fuego de combustión, enormes rocas,
| | desde los altos muros desplomadas, | | sepultarán
los barbaros contrarios; | | y al pie de nuestros muros su
arrogancia, | 70 | su tesón, y también nuestra
victoria, | | dejarán con su sangre señalada.
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GENARO | Todo de ti lo espero: mas mi hija, | | tu esposa,
¿dónde esta? |
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BAUTISTA | Mi
amada Blanca | | cumple con su deber; lidia animosa, | 75 | infundiendo a las tropas su constancia.
| | a imitarla
volemos compañeros; | | este es el día de salvar
la patria. | |
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(Se va con los guerreros.)
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GENARO | Espera... Pero ¡oh Dios! aquellos golpes, | |
(Golpes lejanos de tarde en tarde, que no impidan oír
la representación.)
| que lejanos se escuchan,
mi esperanza | 80 | destruyen con el eco del espanto; | |
de los arietes son; a las murallas | | ya los pudo acercar
el enemigo... | | tarde llegas, Bautista; tarde tratas | | de impedir la ruina. Los cimientos | 85 | de nuestros edificios,
¡ay! las altas | | torres, y la soberbia arquitectura | |
de mi antiguo palacio contrastada | | veré temblar;
y en breve a vista mía | | el muro combatido por la
saña | 90 | de la guerra feroz, a los impulsos | |
del rigor cederá: siento exaltadas, | | mis abatidas
fuerzas por el riesgo. | |
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Escena IV
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ALBERTO con la espada desnuda, GENARO,
que se levanta al verlo.
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ALBERTO | Infelice Genaro,
aquel caudillo, | | que a defender el muro se adelanta... | 110 |
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ALBERTO | No
es necesario: | | Ya es la ciudad despojo de la rabia | |
del furioso Acciolino; y nuestros pechos | | son la sola
defensa de la patria. | | Ese ilustre guerrero, que ahora
vuela | 115 | adonde logre eternizar su fama, | | el cuidado
me encarga de tu vida; | | yo vengo a que, encerrado en la
sagrada | | mansión del templo evites el peligro;
| | donde nunca Acciolino... |
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GENARO | Alberto,
calla. | 120 | Tu compasión me insulta, y el cuidado
| | de ese noble guerrero, ¡oh Dios! me infama. | | ¡Ah!
¿qué importa mi vida, cuando todo | | perece en este
día? Si humillada | | esta ciudad, despojo miserable | 125 | llega a ser de un tirano, si de Blanca | | la suerte
ignoro, di, ¿qué habrá en el mundo | | que
me obligue a vivir? |
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ALBERTO | No;
que pudiera | | el riesgo de su padre intimidarla. | 130 |
Si en vano nuestros brazos se opusieren | | al furor de
las huestes de Germanía, | | yo te ofrezco salvar
esa heroína | | del general peligro; asegurada | |
la conduciré al templo, y en tus brazos | 135 | lloraréis
juntos la común desgracia. | |
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GENARO | Alberto, yo me
rindo a tu promesa | | y a la necesidad; socorre a Blanca,
| | y a este anciano infelice compadece, | | que no tiene
en la tierra otra esperanza. | 140 | (Se entra en
el templo.) |
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ALBERTO | A mi valor ninguna ya le
queda: | | obstinados perecen con las armas. | | en la mano
mis fuertes compañeros. | | ¡Ah! si por mi prudencia
se guiaran
| | no venciera Acciolino con ardides. | 145 |
(Se ven arder las puertas de la ciudad.)
| Pero,
¡oh Dios, qué estoy viendo! Sí; las llamas
| | ya consumen las puertas, que dejaron | | por defender
el muro descuidadas: | | cierta es la desventura; el humo,
el fuego | | la destrucción anuncian; mas mi espada
| 150 | impedirá... |
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Escena V
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Se ven caer las puertas: ACCIOLINO, LEOPOLDO y
sus tropas entran por ellas con las espadas desnudas, ALBERTO.
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ACCIOLINO | Soldados,
ya vencimos | | la obstinación, la bárbara
constancia | | de estos hombres feroces: que la muerte | | a ninguno perdone; de mi saña | | sufran todo el
rigor; ese atrevido | 155 | será la primer víctima.
| (Señalando a ALBERTO.) |
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ALBERTO | Bien
cara | | os venderé mi vida. |
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LEOPOLDO | (A los comparsas.) |
Deteneos.
| | Acciolino, ¿qué intentas? Tu venganza
| | en estos infelices habitantes | | te cubrirá de
oprobio; derramada | 160 | su sangre, contra ti clamará
al cielo; | | perdona generoso. |
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ACCIOLINO | ¡Ah!
que mi rabia | | me recuerda los bárbaros estragos
| | que han sufrido mis huestes: la obstinada | | resistencia
que ha opuesto mis esfuerzos | 165 | la ciudad de Bazano,
de mi gracia | | la hace indigna. |
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LEOPOLDO | El
ilustre Federico, | | Emperador glorioso de Germanía,
| | tu Soberano y mío, a la clemencia | | siempre
inclinó su pecho; y esta mancha | 170 | de crueldad,
con que intentas que sus tropas | | queden de la victoria
avergonzadas, | | te hará merecedor de su castigo.
| |
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ACCIOLINO | Leopoldo, solo puede de mi fama | | el lustre
contenerme. Ciudadano, | 175 | (A ALBERTO.) | al pueblo haz
entender, que si las armas | | deponen a mis pies en el momento,
| | y a discreción se rinden, aplacadas | | mis iras
quedarán.
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ALBERTO | Voy
al instante. | | (Aparte.) | Por si a Bautista oculto, y salvo
a Blanca. | 180 |
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(Se va.)
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Escena
VI
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ACCIOLINO, LEOPOLDO, Guerreros.
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ACCIOLINO | Leopoldo, que jamás en mis oídos
| | penetren por tu voz las amenazas | | del supremo poder
de Federico; | | bien sabes tú que a doblegar no bastan
| | mi corazón el premio ni el castigo, | 185 | y que
el Emperador, más de mi espada | | necesita, que yo
de su corona. | |
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LEOPOLDO | Porque no manches tu victoria...
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ACCIOLINO | Basta.
| | Ya has visto mi piedad; pero no puedo | | perdonar de
un guerrero la arrogancia | 190 | que defiende los muros:
ve al instante | | a prenderlo o matarlo; la nevada | | cimera
del plumaje, el rojo manto, | | y el pavor, más que
todo, que sus armas | | a mis huestes inspiran, lo distingue. | 195 |
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LEOPOLDO | Para servirte corro a la muralla. | |
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(Vase con parte de los soldados.)
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ACCIOLINO |
¡Oh cuánto cuesta a mi valor altivo | | la furia
reprimir! Toda mi saña | | se despierta a la voz de
la obediencia. | | ¿Acciolino obedece?... No; que manda;
| 200 | manda en un Soberano, que asegura | | su cetro en
el impulso de esta espada; | | en su ejército impera,
y ya domina | | en el vasto recinto de esta plaza, | | que
inútilmente a mi rigor se opuso. | 205 | ¿Pero no es
este el templo en que de Blanca, | | de la hija de Genaro,
el himeneo | | se celebró en mi afrenta? No me engañan
| | mis ojos: sí; aquí mismo de Bautista | | coronó con su mano la esperanza: | 210 | y entonces
yo ultrajado, aborrecido... | | ¡Ultrajado Acciolino, y no
se baña | | en sangre y exterminio! Al templo entremos;
| | cuantos sus vidas tienen resguardadas | | en ese sacro
asilo, a mis rencores | 215 | víctimas de mi agravio
mueran; caiga | | después ese edificio desplomado
| | en polvo y destrucción hasta mis plantas.
| |
Venid, soldados; ni la edad ni el sexo | | cobarde, engañador,
de nuestra rabia | 220 | se pueda libertar; será su
tumba; | | el mismo asilo que sus vidas guarda; | | y el
que fue monumento de mi ultraje, | | trofeo venga a ser de
mi venganza. | |
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Escena VII
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DICHOS,
GENARO y pueblo a la puerta del templo.
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GENARO | (Al pueblo.) | Salgamos; que el estruendo... mas ¡qué
veo! | 225 | Ya todo está perdido. |
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ACCIOLINO | (A
GENARO.) | Él es: repara, | | miserable caduco, en Acciolino;
| | tiembla al ver el furor con que amenaza | | tu existencia:
yo soy aquel amante | | que desprecio por tus consejos Blanca. | 230 | Conóceme; ha llegado de vengarme | | la hora
por mi rencor tan suspirada. | |
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GENARO | Y el momento feliz
en que mi muerte | | termine de una vez mi tolerancia. | | La vida me es odiosa; está perdida | 235 | para
siempre la gloria de mi patria; | | no dilates el golpe;
yo soy sólo | | de tus agravios la primera causa;
| | pero perdona a un pueblo que inocente | | no mereció
tus iras; no me espanta | 240 | la vista del sepulcro, si
le otorgas | | a mis últimos ruegos esta gracia.
| |
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GENARO | Yo
lo ignoro: | | quizá habrá perecido. |
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ACCIOLINO |
No
me engaña | | tu fingido dolor... |
(Ruido
de armas dentro.)
| Pero
¿qué estruendo | 245 | el combate renueva? ¿Quién
la audacia | | tiene de resistirme? |
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Escena VIII
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DICHOS, BLANCA lidiando con LEOPOLDO y sus soldados.
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LEOPOLDO | Temerario,
| | no te defiendas más; deja la espada;
| | Oh si
no mi valor... |
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(Al golpe de LEOPOLDO cae el morrión
de BLANCA, dejándola descubierta.)
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ACCIOLINO | (Interponiéndose.) |
Tente, Leopoldo: | | Respete una
deidad. |
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BLANCA | ¡Mísera
Blanca! | 250 | Ya no hay remedio, padre. |
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GENARO | Hija
querida, | | ten presentes tu honor y tu constancia. | |
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LEOPOLDO | (Confuso.) |
Acciolino, mi engaño... ¿Quién
creyera | | que tan bizarra acción... |
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ACCIOLINO |
No
digas nada; | | y admira como yo de su semblante | 255 | la hermosa
majestad que excede a Palas. | | (A BLANCA.) | ¿Y eres tú
la que opone tanto brío | | al invencible corso de
mis armas? | |
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BLANCA | Yo defiendo estos muros; nací
en ellos, | | cumplo con el deber de ciudadana. | 260 |
|
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ACCIOLINO |
Y qué, ¿siempre enemiga de Acciolino | | serás
a mi despecho? ¿No te basta
| | vencer mi corazón
con tu hermosura, | | sino que también quieres, inhumana,
| | que tu valor dispute mi victoria? | 265 | No lo conseguirás,
mujer ingrata: | | ese ademán guerrero, esa osadía,
| | ese sudor, marcial, con que se baña | | tu halagüeño
semblante, me renueva | | tu desprecio, y me acuerda mi venganza.
| 270 |
|
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ACCIOLINO | Tu
hermosura | | Segura está del golpe de mi saña;
| | pero tu padre no, ni ese vil pueblo; | | su altivo orgullo
pertinaz, la osada | | resistencia que hicieron a mis huestes
| 275 | no pueden expiar, si no derraman | | su sangre ante
mis ojos. |
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BLANCA | No,
Acciolino, | | te ciegues del furor que te arrebata. | |
Todos son inocentes e infelices; | | fieles a los deberes
de la patria, | 280 | a su noble caudillo obedecieron; | |
y si esta obligación no les bastara, | | de Bautista
el ejemplo... |
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ACCIOLINO | ¿Y
tú te atreves
| | a proferir el nombre que me agravia?
| | ¿Adónde está? ¿Qué es de él?
¿Respira acaso? | 285 |
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BLANCA | Mi esposo existirá, pues
vive Blanca. | |
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ACCIOLINO | Tu esposo... ¿y tu le adoras?...
¿A qué espero? | | (En ademán de herirlo.) | Detestable Genaro, tú eres causa | | de un amor
que me ofende, y en tu vida... | |
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BLANCA | (Interponiéndose.) | ¡Ah! no, Acciolino; escúchame, repara | 290 | que
es mi padre ese anciano; si te ha sido | | en algún
tiempo mi memoria grata, | | perdónalo; no tiene en
tu desaire | | culpa alguna... |
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GENARO | ¿Qué
dices, insensata? | | No te humilles por mí, ni tus
extremos | 295 | el furor del tirano satisfagan. | |
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ACCIOLINO |
¿Tú me insultas, osado?
| (En ademán de herirlo.) |
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(LEOPOLDO se interpone.)
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LEOPOLDO | No
se tiña | | tu ilustre acero con la sangre helada
| | de ese mísero anciano. |
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Escena IX
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DICHOS, ALBERTO y Guerreros de Bazano desarmados.
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ALBERTO | Esto es, que confiando en tu palabra
| 300 | de Bazano los nobles habitantes, | | y cediendo también
a su desgracia, | | a discreción se rinden desarmados.
| | Concede a nuestra firme confianza | | el honor y las
vidas: ya perdimos | 305 | nuestro caudillo, ¡oh Dios! de la
muralla | | por defender las puertas del incendio | |
se arrojó despechado, y su bizarra | | resolución
costándole la vida, | | con Bautista murió
nuestra esperanza. | 310 |
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BLANCA | ¡Cielos, perdí a mi esposo!
¡Oh padre mío! | |
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| (Se apoya en los brazos de su
padre.) |
GENARO | ¡Oh dolor! ¡oh hija mía desgraciada!
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ACCIOLINO | (Aparte.) | Ha llegado a su colmo mi ventura;
| | ya no tengo rival, y desarmadas
| | están todas
mis iras a la vista | 315 | de este precioso llanto. Mi palabra | | (A ALBERTO.) | de vuestro honor y vidas el indulto
| | os concede y confirma; sí; ya basta | | de estragos
y de muertes. Tú, Genaro, | | libre estás de
mi enojo; goce Blanca | 320 | del paternal amor; vive tranquila,
| | mujer tan admirable como ingrata; | | y piensa que
si pierdes un esposo, | | te ofrece un héroe reparar
su falta. | |
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GENARO | Vamos,
hija, | 325 | que más su piedad temo que su saña. | |
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(Se va con BLANCA.)
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ACCIOLINO | ¡Implacable
Genaro! Pero al tiempo | | cede la obstinación. A
las murallas | | (A LEOPOLDO.) | vuelve, Leopoldo, y haz que
mis soldados | | vigilantes en torno de esta plaza | 330 | aseguren
el campo, de las puertas | | reparen ruina; y sin tardanza
| | que busquen el cadáver de Bautista | | y con fúnebre
pompa, si se halla, | | quiero que se sepulte en mi presencia.
| 335 | Ve con Leopoldo tú, (A ALBERTO.) que de su infausta
| | muerte has sido testigo. |
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ALBERTO | (Aparte.) | Mi
cautela | | frustrará tus astucias inhumanas. | |
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|
(Se va con LEOPOLDO.)
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ACCIOLINO | Vosotros, habitantes
de Bazano, | | a ocupar volveréis vuestras moradas
| 340 | en paz por mi piedad. En sus semblantes | | su rencor
implacable se retrata: | |
(El pueblo se retira
con abatimiento.)
| Yo los perdono, y ellos silenciosos
| | ni mi clemencia ni mi nombre aclaman. | | Pero si temen
mi poder, ¿qué importa | 345 | el débil odio que
en sus pechos guardan? | | Aborrézcanme todos;
sólo aspiro | | a conseguir la posesión de
Blanca; | | y si el amor no basta a persuadirla, | | la fuerza
triunfará de su constancia. | 350 |
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|
(Se va con
sus soldados.)
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