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Blest Gana en el ambiente de su época

Raúl Silva Castro


de la Academia Chilena



28-VII-68

Según consenso habitual de cuantos han tocado el tema, la existencia de don Alberto Blest Gana da poca base para un relato novelado o siquiera ameno. Vivió noventa años, murió agotado por tan largo trayecto, desempeñó quietas funciones de empleado administrativo y diplomático, y sus papeles íntimos, sus cartas, sus confesiones -si las hubo- se perdieron o por lo menos hasta hoy siguen guardadas. El haber fallecido en Francia, lejos de Chile, rodeado de un corto número de personas, entre quienes llamaba la atención por sus condiciones espirituales su hija doña Blanca, explica algo de esta pérdida o extravío de sus papeles. O fueron destruidos en cuanto se produjo el deceso o están fondeados nadie sabe dónde.

Me he detenido algo en estos pormenores para pedir al lector que dé su verdadero mérito al libro titulado «Genio y figura de Alberto Blest Gana», que firma Hernán Poblete Varas. Lo edita pulcramente la Editorial Universitaria de Buenos Aires en una serie de «genio y figura», en donde, al parecer, se trata de relevar los caracteres novelescos y extraordinarios de ciertos sujetos ligados a la historia literaria. De interés para Chile se conocen ya dos títulos, éste y uno de fecha algo anterior, dedicado a Pablo Neruda.

La gracia del asunto está, pues, en que Poblete hubo de animar un tanto la existencia tan larga y monótona de Blest Gana, a fin de que su libro no desentonara en la serie. ¿Cómo hacerlo? Para ello, si no estoy errado en la impresión que me deja la lectura, aprovechó escenas de las obras de Blest Gana y las mezcló, con cierto ritmo, a la narración biográfica que había de formar el esqueleto o cañamazo de su libro. El resultado es, casi siempre, excelente. Escenas, significativos fragmentos, diálogos, confesiones en voz alta de ciertos personajes, van añadiendo a los poco hechos de la vida de Blest Gana una nueva dimensión, cierta vibración agradable y que contribuye a despertar el ánimo del lector.

Hasta aquí todos estamos de acuerdo; pero la lealtad con el camarada de letras y con el amigo obliga a ciertas franquezas. Al magnífico libro de que es autor don Hernán Poblete Varas yo le haría el reparo, muy tímido por lo demás, de haber sido escrito sin seriedad. La expresión es, así, demasiado fuerte y voy en consecuencia a explicarla.

El libro ha sido escrito con ánimo sonriente, con la mente atraída o dominada por los contrastes de las costumbres. No le falta seriedad en la información, la cual, según parece, agota los recursos habituales de la bibliografía, sino que la sonrisa, como ya se dijo, invade terrenos que no le están reservados por la organización misma de los sucesos. Un solo ejemplo voy a dar de esto, a ver si nos entendemos. En la pág. 115 el autor intercala la bella imagen de un joven mancebo y pone para ella la siguiente leyenda: «Un 'elegante' de 1938». Está a la vista el matiz irónico. Si el autor no hubiera deslizado esas impertinentes comillas en torno de la palabra elegante, todos estaríamos de acuerdo y reinaría paz en el campo de las letras.

La verdad es que ese joven era elegante en 1838, y basta. El que hoy no nos parezca elegante -parecer, por lo demás, sujeto a infinita discusión- es cosa absolutamente distinta. Si esto no fuera como yo lo planteo, quedaríamos los de hoy en muy incómoda situación ante quienes nos sigan, esto es, la posteridad. Me retrato yo en 1968 con la ropa que es hoy de uso, la fotografía correspondiente queda guardada en un cajón y en el año 2136 la desentierra un sujeto cualquiera. ¿Soportaré con buen humor que mi fotografía de hoy le parezca chocante, extravagante o ridícula a un señor de aquella edad? De ningún modo. Cada quien se viste de acuerdo con el gusto imperante en su época, y éste no tiene por qué recibir la solfa de nadie.

Volviendo atrás, el joven de 1838 de la pág. 115 de este libro es todo un elegante, si el escritor desea darle ese nombre, pero si se lo da debe ponerlo no entre comillas que indiquen su sonrisa, con la cual podría entender el lector que no le juzga elegante sino ridículo. Más justo, sin duda, sería no llamarle elegante, porque la vestidura que allí se ve es la de diario de los jóvenes decentes de esa época: frac, chaleco blanco, corbata de seda que cubre totalmente la pechera de la camisa y, en fin, sombrero de copa «huit réflets» en la mano. Conviene decir que en el año citado esa forma de vestirse era usada en la calle. El vestido podía ser más o menos «elegante» según la calidad de los materiales, pero era usual y -como ya dije- de diario.

Esta sonrisa irónica, sin duda presta agilidad al estilo del señor Poblete y aparece extendida por el libro al través de casi todas sus vibrantes y amenas páginas. La actitud de constante sorna no impide al autor llevar a cabo un excelente trabajo de reconstitución del pasado, mediante el uso de testimonios gráficos de categoría. El grabado de la pág. 229, por ejemplo, que pinta aglomeradas en un salón las damas y los caballeros que verosímilmente pudieron ser contertulios de Blest Gana en su hogar parisiense, es en todo y por todo exquisito. Y nótese que ahora el autor no pone una leyenda irónica a tan ameno grupo, y así aparece respetando el valor informativo y documental de la escena.

Finaliza esta obra con una bibliografía de referencias, la cual comprende las «obras citadas o consultadas en este trabajo» (pág. 253-4). No sería de buen gusto reprochar nada al autor que tan gentilmente se ha avenido a tomar en cuenta las informaciones de terceros; pero rindiéndole todo género de explicaciones por la observación que vamos a hacer, allá va ella. Cita él un pequeño, casi invisible, libro mío sobre Blest Gana publicado en 1941, como prueba de que en algo pudo serle útil, pero no cita la segunda edición «refundida» del mismo, hecha en 1955. ¿Asunto meramente de acuciosidad bibliográfico? No: nada de eso. Ocurre, sí, que en esta segunda edición la narración del incidente de la frustrada preconización de Taforó aparece profundamente alterada en vista de haberse publicado en el intervalo (catorce años corrieron entre 1941 y 1955) nuevos documentos sobre el asunto.

Vea el señor Poblete si el dato le sirve, y tómelo en cuenta para una nueva edición de su libro, que vendrá y seguramente antes de lo que cualquiera puede imaginar.





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