Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
IndiceSiguiente


Abajo

Boletín (Asociación Española de Amigos del IBBY)

Año V, núm. 8, diciembre 1987

portada





  —4→  

ArribaAbajo Juventud y censura

Denise Dupont-Escarpit


En Francia, desde hace más de un año, los sectores a los que atañe el libro infantil y juvenil -editores, bibliotecarios, profesores o padres- se ven afectados por acciones de censura que se ejercen sobre la literatura para niños y jóvenes.

Esta «cruzada de orden moral» se mantiene muy hábilmente en una semiclandestinidad; y cuando, esporádicamente, llega a la superficie, adquiere todavía mayor importancia para las personas mal informadas, es decir, la mayoría de los padres.

Esta censura se manifiesta por la publicación de listas negras, por recomendaciones minuciosas hechas a los bibliotecarios por las municipalidades de las que dependen, y, finalmente, por la creación, en determinadas municipalidades -en particular la Villa de París-, de comités de lectura integrados por una mayoría de personas ajenas al mundo del libro y al de la juventud. Hasta ahora, las políticas de compra de las bibliotecas públicas incumbían a comités de lectura intra o inter-bibliotecas, es decir, a personas a las que, en razón de su formación, se reconocía la capacidad de leer las obras y de seleccionarlas en función de un público conocido y bien delimitado.


Temas «Tabúes»

La mayoría de las obras recriminadas se refieren a tres campos diferentes:

-En primer lugar están las novelas que, por estar dirigidas a adolescentes, ponen en escena a adolescentes confrontados con determinados problemas: primero, los inherentes a la condición de adolescente -sexualidad, soledad, por ejemplo-, y luego, los que se relacionan con un estado de la sociedad -delincuencia, droga, violencia, discordia familiar, etcétera.

-En segundo lugar están las obras que tratan los temas de la enfermedad y la muerte y que son juzgadas tristes y morbosas.

-Finalmente están las obras que tratan de problemas políticos, tanto en el plano histórico -nazismo, antisemitismo, Resistencia-, como de la información «cívica» -derechos del hombre, por ejemplo.



  —5→  
Más allá de la censura

Al denunciar las obras en las que se tratan la violencia, la delincuencia, la droga o el sexo, se rehúsa considerar una parte de los problemas que se plantean a los adolescentes. En consecuencia, también se rehúsa contestar a sus preguntas.

Se trata de un conocimiento falseado de comportamiento-tipo del lector adolescente, que realiza esencialmente una lectura-espejo. En efecto, los jóvenes lectores buscan obras que contesten a sus preocupaciones inmediatas: relaciones con la familia, con los demás, con el otro sexo, angustia frente al porvenir, sed de libertad..., lo que explica la boga pasajera de las novelas con argumento.

También es ignorar que los adolescentes, inmersos en el mundo de los «media», reciben cada día informaciones e imágenes que les vienen

imagen

Il. Sophie Brandes. Ben quiere a Ana, de Peter Härtling. Trad. Víctor Canicio. Madrid: Alfaguara, 1982.

  —6→  

presentadas de forma brutal, sin preparación ni continuación. Buscando la mayoría de las veces un eco o una explicación a sus emociones y a su rebelión, se hacen preguntas; y sus respuestas las encuentran a menudo en las revistas para adolescentes o en «lecturas paralelas» más violentas, pero más credibles, por ser a menudo relatos de experiencias personales. Tales lecturas «prostitutas» obligan, por tanto, a interrogarse sobre las respuestas que puede brindar la literatura juvenil.

Finalmente, tal actitud ignora que la ficción -todas las obras contestadas son novelas- crea una suerte de distanciación de los problemas planteados, y, al atenuar la credibilidad del relato, puede permitir enfrentarse con ellos más fácilmente. El joven adolescente podrá entonces situar los elementos del puzzle encontrados en la masa de las informaciones que recibe y elaborar una respuesta, válida para él, en un momento dado de su joven vida.




El envite es la juventud

Todo esto apenas hubiera merecido un poco de interés, de indignación o de denuncia, tan visible es su objetivo ideológico. Pero lo que nunca se dice abiertamente cuando se habla de esta censura es que el envite de esta «caza de brujas», de esta «cruzada de orden moral», son los niños, los adolescentes y, más allá, la generación que construirá el mundo del mañana.

Se nos quiere preparar una generación que no conocerá de su medio y del mundo más que lo que le asestan las imágenes demasiado rápidas y, a menudo, violentas y brutales de la televisión, porque se le habrá negado las lecturas que le hubieran permitido disponer de los elementos de información necesarios para ejercer su juicio y su espíritu crítico, para reflexionar tranquilamente, con toda lucidez y todo conocimiento de causa, para formarse una opinión personal; una generación que no habrá elegido su cultura y que vivirá, ciega, en un mundo al que no entenderá.

Un niño no es un recipiente que se llena de ideas y de prejuicios. Es un ser autónomo, que hace lo que quiere de lo que lee. La limitación del campo de las lecturas del niño es un ataque a la posibilidad que le es dada de devorar, digerir y asimilar todo lo que de maravillosa variedad ofrece el libro; es poner en tela de juicio el fundamento mismo de la libertad humana: el derecho, a partir de las palabras, las ideas y las experiencias de los demás, de construirse a sí mismo.

Denise Dupont-Escarpit.
Directora de la revista Nous voulons lire!
(Trad. de Chantal E. Ronchi Ferrari)





IndiceSiguiente