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ArribaAbajoPremio Literario Academia Argentina de Letras


ArribaAbajo Presentación del Premio Academia Argentina de Letras. Género Poesía, año 2001

Rodolfo Modern


En el curso de su breve y honrosa historia el Premio Academia Argentina de Letras, instaurado gracias a la fervorosa voluntad del académico Roberto Juarroz, lamentablemente fallecido, ha ido siendo adjudicado en el género de poesía a Olga Orozco y Amelia Biagioni, en narrativa a Héctor Tizón y Griselda Gambaro, y en ensayo a Ricardo H. Herrera y Víctor Massuh. En todos los casos se tuvo en cuenta como norma rectora la calidad indiscutible de los libros elegidos por esta Corporación.

Este año es el turno de Rodolfo Godino, cordobés de origen y universal en su ademán poético. Escribe poesía sin claudicaciones de ninguna especie a partir de su primer volumen publicado en 1961, al que han seguido muchos otros que son hitos ejemplares dentro de la literatura argentina contemporánea. Esta labor abnegada que lleva ya 40 años ha sido jalonada por premios de trascendencia.

Godino es un poeta puro, un poeta de voz auténtica, identificable por quien tenga afinidad con la mejor poesía. No ha dado a conocer cuentos, ensayos o novelas, no pertenece a grupo, escuela, tendencia o secta alguna, él habla por sí mismo. Lo que, de otro modo, quiere decir que en sus poemas los guiños, las concesiones, los engaños, las trampas están terminantemente excluidos. Sin negar la emoción, la sensación o la pasión, ese denso, complejo y múltiple mundo de los afectos, del que necesariamente todo poema parte, alerta a los más minuciosos movimientos de su alma, que acoge y se sustenta en el mundo de la realidad, de las cosas y del hombre en relación con ellas (y cito la contundencia de su verso: «sin las cosas no hay poema» de su libro Centón), Godino se ha venido empeñando en construir, a   —302→   través de su muy intensa obra, un espacio definido para el sólido e indestructible edificio que es cada uno de sus poemas.

Palabra por palabra, verso a verso, en sabias combinaciones rítmicas, utilizando solo materiales de noble procedencia, que respeta escrupulosamente, Rodolfo Godino es un arquitecto riguroso y tenaz en el proceso de la creación. Sus poemas, férreas unidades de un discurso sin desmayos, indagan, con una autosuficiencia en el tramado, con persistente fanatismo hasta llegar al hueso de lo esencial, de lo que hace que cada poema sea representativo de algo que excede la anécdota propia del mero estado de ánimo. La imagen, la percepción más sutil, la reflexión más honda encuentran allí su asiento y su lugar preciso. En el espléndido edificio que es cada poema de Godino, los elementos que lo componen están cuidadosamente sopesados y ensamblados, en volúmenes, texturas, luces, ritmos, y sometidos al control de una mente severa y austera que proyecta una crítica lúcida sobre su materia, a la que filtra y decanta con apasionada voluntad de estilo. Lo espurio, lo residual, lo meramente efusivo, lo que no es absolutamente imprescindible para impregnar al poema de su soberbia autonomía, todo eso se desecha. Este es su aporte, su mérito, su fuerza peculiar y distintiva, lo que coloca la obra de Rodolfo Godino en un lugar de privilegio. Para ilustrar las palabras anteriores permítaseme que concluya esta escueta presentación con la lectura de uno de los poemas de Elegías breves, el libro que esta Academia Argentina de Letras acaba de premiar.




La tarde con figuras en el cielo


Eran quizás remolinos de color,
espirales, signos o avisos
de la dinámica oracular
disparados por voluntad desconocida.

No hay respuestas, razones
para una actividad extraña entre las nubes
observada desde un cuerpo pequeño.

No creo en la obligación, a una distancia
tan grande, de encontrar nombres
a veloces dibujos fugados
de un pozo que probablemente
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ardía en mi cabeza.
Sólo alcanzo este consuelo: tal vez
fue la manera en que el ambiguo
proveedor de misiones sembraba
fórmulas, encantamientos,
para que destinos centrados en las palabras
comenzaran a crecer en aquella
ciudad lejana, abierta, verde.