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ArribaAbajoViaje de la Academia a San Juan


ArribaAbajoRecepción del académico correspondiente por San Juan don César Eduardo Quiroga Salcedo2

Pedro Luis Barcia


Agradezco, en nombre de la Academia Argentina de Letras y en el mío propio, al señor Rector por la hospitalidad generosa con que nos ha invitado y recibido, por asumir los gastos de nuestro traslado y hospedaje en esta amable ciudad, por la distinción de que nos ha hecho objeto y por la cordialidad de su acogida. Gracias también a la señora Decana de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Arte, que tanto hizo para poder concretar este homenaje a uno de los profesores integrantes de su Casa académica, el doctor César Eduardo Quiroga Salcedo, por su capacidad de organización y pronta disposición para las actividades que ha previsto, por la comprensión de nuestro proyecto de federalización de la presencia de la Corporación en el interior del país y por la simpatía de su recepción. Nos enorgullece a todos, sanjuaninos y académicos, y es motivo de júbilo compartido, el acto de esta noche.

Queremos acercar a ustedes el saludo de nuestra. Corporación y la expresión agradecida a todos los escritores sanjuaninos, en prosa y en verso, que han sabido enriquecer las letras nacionales. Quisiéramos señalar un aporte, valga como muestra, y desde nuestro ángulo de historiadores de la literatura argentina, apuntar que San Juan publicó en sus prensas el primer manual de Historia de la literatura argentina, en   —186→   1893, cuyo autor fue Juan Contreras, según lo he estudiado en mi libro sobre Historiografía literaria argentina. Lo imprimió el establecimiento Tipografía La Patria, situado en la esquina de las calles Santa Fe y General Acha. La obra, de 653 páginas, fue destinada a sus alumnos del Colegio Nacional de San Juan, que he visitado esta mañana.

No es ésta la primera vez que la Academia se hace presente en San Juan, pero lo hizo antes con otras motivaciones diferentes de la que hoy nos convoca. En 1988, con motivo del centenario de la muerte de Sarmiento, la Universidad incluyó entre sus homenajes la invitación al pleno de la Academia para sesionar públicamente en tierra sanjuanina. En esa oportunidad, se presentaron dos libros sobre el gran escritor: Sarmiento. Centenario de su muerte, editado por la Universidad, e Historia de Sarmiento, de Leopoldo Lugones, reeditado por la Academia. Al primero, se refirió el Académico Correspondiente por San Juan, el Dr. Leovino Eduardo Brizuela; y al segundo, el Académico de Número Dr. Antonio Pagés Larraya, profesor honorario de la Universidad Nacional de San Juan.

La segunda visita fue un lustro después, en ocasión del vigésimo aniversario de la fundación de la Universidad Nacional. Entonces, en 1993, la Corporación sesionó en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, aula que hoy lleva el nombre de nuestro ex correspondiente el doctor Brizuela. Siempre, pues, ha habido un hermanamiento en las celebraciones, motivo de regocijo común entre la Universidad sanjuanina y la Academia Argentina.

Dijimos que, en esta oportunidad presente, la motivación es otra. No se trata de que la Academia se traslade, convertida en Corporación itinerante, a una provincia argentina para sesionar públicamente en ella, como antes lo hizo. Hoy comenzamos en San Juan con una nueva ceremonia que queremos esté plena de sentido. Al asumir la presidencia, advertimos que había catorce provincias argentinas sin académicos correspondientes que las representasen. Propusimos al pleno, entonces, avanzar en las designaciones de correspondientes en todas ellas. Una gran ausencia es, por ejemplo, el caso de las que constituyen la región patagónica; o, para venir a lo de casa, en la del Nuevo Cuyo, sólo Mendoza tiene designados correspondientes. Con voluntad de consolidar el sentido cabalmente argentino de nuestra Corporación y de integrar federativamente a todas las provincias en unidad nacional,   —187→   propusimos al pleno que el acto de recepción de los correspondientes no se realizara en Buenos Aires, como hasta hoy se ha hecho desde la fundación de la Academia, sino que se celebrara en el propio suelo provincial que honra el elegido. Además, mocionamos para que ese acto revistiera las mismas características que la recepción de los miembros de número, y que los discursos de incorporación del acto se editaran en nuestro Boletín. El pleno aprobó nuestras propuestas. Más aún, sabemos que otras Academias Nacionales adoptarán este procedimiento a partir de nuestra iniciativa federal. Nos place haberlo comenzado; en segundo lugar, nos es grato inaugurarlo aquí, en la tierra del gran Sarmiento, y, en tercer lugar, por la persona en quien recae esta nueva ceremonia, el doctor César Quiroga Salcedo.

Hace una década que San Juan no tenía su Académico Correspondiente, desde el fallecimiento del entrañable doctor Brizuela. Cuando se fundó la Academia, el 13 de agosto de 1931, la provincia estuvo presente en la persona de un sanjuanino egregio: Juan Pablo Echagüe fue uno de los miembros fundadores al ocupar el sillón Miguel Cané. Escritor de varia producción, se inició y perduró toda su vida en el periodismo cultural, de particular manera, como cronista teatral. Esta actividad periodística de Jean Paul, como firmaba sus comentarios y críticas, le generó más de media docena de los tomos que supo editar. Como narrador, la mejor de sus dos novelas, estimamos, es La tierra del hambre; y como cuentista, cabe recordar su sabrosa obra Tradiciones, leyendas y cuentos, que mantiene su atractivo ficcional en su atención al legado de la cultura popular argentina. Su ensayismo se contiene en volúmenes, como Prosa de combate o El amor en la literatura y, para aludir a lo del terruño y a lo regional, Paisajes y figuras de San Juan y Tierra de huarpes, para sólo mencionar algunos de sus libros.

El primer correspondiente sanjuanino fue don Antonio de la Torre, elegido en 1948, quien tomó el testimonio de su comprovinciano Echagüe, al despedir sus restos en 1950. Peninsular, granadino de origen, se aquerenció argentino y de San Juan. Su obra es esencialmente de carácter lírico: Canciones del peregrino; La tierra encendida; Coplas; Mi padre labrador; San Juan, voz de la tierra y el hombre, entre otros poemarios. Fue profesor de Literatura argentina en la Universidad y activo colaborador en La Nación, La Prensa, Caras y Caretas, El Hogar, y en otras publicaciones periódicas.

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El segundo correspondiente fue don Luvino Eduardo Brizuela, electo en 1985. También profesor de la Universidad, autor de trabajos sobre El oro de Mallorca, de Darío; El sistema expresivo de «Facundo» o el Léxico de los viñateros. Figura querida y recordada por los académicos, con expresiones de alto afecto y estima intelectual, como comprobamos cuando expusimos en el pleno la idea de este viaje a San Juan.

Y el tercer académico es el que hoy investimos con carácter de correspondiente, el doctor Quiroga Salcedo. Para esta ceremonia hemos venido, con entusiasmo fraternal, delegados por la Corporación, los académicos doña Emilia de Zuleta, don Antonio Requeni, don José Luis Moure y quien les habla.

Conocimos al doctor Quiroga Salcedo en sus años de trasplante universitario platense. Nosotros veníamos de nuestro Entre Ríos natal. Ya se perfilaba como infatigable trabajador, polemista aguerrido y vivacísimo, con quien nos trenzábamos, de vez en cuando, en debates arduos, en las inextinguibles colas del comedor universitario, en las que el hambre estudiantil nos aguzaba el talento; pero, eso sí, sin que las cañas pasaran a lanzas ni la sangre llegara al río. Desde temprano, su vocación se orientó al latín y a la filología. Después, él regresó a su provincia, y nos perdimos los rastros. Supimos a la distancia de sus viajes al exterior y de sus primeras publicaciones. Ocasionalmente, nos encontramos en algunos congresos, hasta que, los últimos años, coincidimos en las comisiones del CONICET. Entonces advertimos el acrisolamiento de sus virtudes: la honestidad intelectual, el respeto por la obra ajena, la distinción entre obra y persona, y una criteriosa ponderación para las evaluaciones. Se empeñaba en volver y retomar sus dictámenes buscando una calibrada estimación y enunciación de sus juicios para no afectar a la precisión y la justicia.

Comenzamos su presentación por este bosquejo de etopeya, porque la índole moral y espiritual de un intelectual condiciona la totalidad de su obra: es el marco de su producción. Cabría agregar a lo dicho su sano sentido del humor vital y gozador de facecias, como de quien sabe que es poco serio tomarlo todo en serio.

Nos agobiaba verlo, en cada ida breve a Buenos Aires, sacándole más horas al día, haciéndose tiempo para «saltar» de la Biblioteca Nacional al Instituto de Antropología, y de la delegación de su Universidad   —189→   al CONICET. Ello contrastaba con el ritmo de gavota de tanto investigador del gremio, que suele tener todo a la mano, y no a la distancia, como para el que vive en el país interior.

Culminado su Profesorado en Letras, en La Plata, inició cursos de posgrado, apoyado por las becas que iba obteniendo por sus méritos: en Holanda, en Málaga, en el Consejo de Investigaciones Científicas y en la Universidad Complutense de Madrid. Se doctoró en Filología Española, en la UNED de Madrid, con una tesis sobre Onomástica de Cuyo, dirigida por su querido maestro Manuel Alvar y López.

Su currículum es amplio y rico. Sólo señalaré algunos aspectos de su carrera intelectual. Ha asistido, con ponencias, a un centenar de congresos. Ha sabido organizar con eficacia dos importantes encuentros: el II Congreso Nacional de Lingüística, en San Juan, en 1981, y el de la Asociación Argentina de Hispanistas, también en esta ciudad, el año pasado. Su capacidad de orden y previsión permitió, en ambos casos, publicar la totalidad de las conferencias y ponencias presentadas en tres y seis tomos respectivamente.

Su carrera docente universitaria ha sido desarrollada por pasos y escalones, desde ayudante alumno hasta profesor titular con dedicación exclusiva actualmente en la Universidad Nacional de San Juan, donde es Director del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas, el INILFI, que él contribuyó a diseñar, crear y fundar. En la misma Universidad, ha sido docente de Semiótica y Lingüística, y de otros cursos, en la Facultad de Ciencias Sociales. Ha dictado seminarios sobre cuestiones folclóricas, lingüísticas y filológicas en su Casa universitaria.

Ha sido representante de la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ) en muchas ocasiones y ámbitos, y se ha desempeñado como Consejero en lo académico y en lo administrativo.

Es investigador del CONICET, donde es integrante de la Comisión de Filología, Lingüística y Literatura. Ha sido evaluador externo de informes y de proyectos de esa institución. Así como evaluador de investigaciones de otras universidades y por la CONEAU.

Ha dirigido y dirige becarios y equipos de investigación en sus campos de interés, particularmente, en el INILFI.

Ha recorrido un largo y fructífero camino en el terreno de las publicaciones, desde sus primeros artículos en la época del sesenta, en la revista Románica -que después me tocó dirigir, en la Universidad de la Plata-, hasta sus últimos libros editados por la UNSJ.

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Sus trabajos de investigación se aplican a tres campos básicos: las lenguas indígenas habladas en la región de Cuyo, particularmente el huarpe allantiac, el folclore y la lingüística aplicada. En el campo de las lenguas aborígenes, ha publicado algunos trabajos individuales y otros colectivos, y proyecta esta materia a los otros campos de su preferencia, particularmente la onomástica. En el terreno del folclore literario, se ha dedicado al cuyano, con sus valiosas notas Apuntes al Cancionero Cuyano (1976); se destaca su atención a las fiestas populares, como la de San Isidro Labrador; a las fraseologías populares; las tonadas. Varios de estos aportes los ha reunido en su último libro: Salir con un domingo siete, publicado este año por la UNSJ. En el terreno de los estudios folclóricos allega provechosamente su saber de lingüista, lo que es valiosa contribución que no suele asociarse en quienes investigan en este campo.

Hay un espacio de estudio que lo ha atraído de especial manera: las adivinanzas. Más allá de la obra Adivinanzas de San Juan, nutrida compilación realizada bajo su dirección, cabe destacar el libro Adivinanzas Cuyanas en doce estudios, editado por la Universidad Nacional de Cuyo, en 1997, donde recoge todos sus aportes parciales y suma otros nuevos, en fin, en un recorrido por todos los rincones del adivinancero: las formas de su versificación, el contraste entre las literarias y las orales, la que se incluyen en el cancionero quechua y en el aymará; en fin, las sicalípticas, a partir del capítulo censurado del libro Adivinanzas rioplatenses, del sabio alemán Lehmann Nitsche. Queremos informarle, para que complete sus compulsas, que hemos hallado entre los papeles de Cáceres Freyre, un cancionero erótico inédito que colecta coplas de adivinanzas verdolagas. Es el texto que Quiroga no pudo ver y lo alcanzó de mentas. Queda a su disposición. Más aún, aquí tiene usted una copia de él.

En cuanto a sus investigaciones lingüísticas, su tercera esfera de acción, se ha ocupado de aspectos dialectológicos y lexicográficos. En este campo, su mayor contribución es al Atlas lingüístico de Cuyo, a partir de la propuesta y guía de Manuel Alvar.

He dejado para el final, dulcis in fundo, el ámbito de su dilección: la onomástica, a la que ha dedicado varios estudios, pero es fundamental su tesis doctoral: Onomástica de Cuyo, Argentina. Una proyección a la onomástica hispano-indoamericana, publicada por la Facultad   —191→   de Filosofía, Humanidades y Artes, en el año 2000. Se trata de un trabajo de investigación notablemente riguroso, firme contribución a su tema. De esta obra suya, no podrá prescindir quien explore el terreno cuyano.

También el doctor Quiroga Salcedo ha incursionado en la poesía, con su Poemario de la Patria, libro de sonetos compuestos a lo largo de algo más de una década, en su «exilio» platense. Lo suscribió con el seudónimo de «Angualastino».

Tiene en prensa varios libros que recogen sus últimas investigaciones: uno sobre aportes de Julián Cáceres Freyre. Ponemos a su disposición la donación de don Julián hecha a la Universidad Austral, sobre la cual hemos fundado el Instituto de Estudios Americanistas, que lleva su nombre, y que dirigimos desde entonces. Tiene también en prensa un par de tomos sobre Folclore regional de Cuyo y Estudios de lexicografía. Igualmente, el Diccionario de regionalismos de Cuyo.

Entre tanto, dirige el equipo que labora en el Diccionario de regionalismos del Nuevo Cuyo y en la organización, para editarlos, de los papeles inéditos de esa mujer excepcional que fue doña Berta Vidal de Battini, cuya biblioteca, documentos y obras en proceso fueron donados a la Universidad Nacional de San Juan y los preserva el INILFI, cuyo cancerbero es el doctor Quiroga Salcedo.

Estimado doctor, en nombre de la Academia Argentina de Letras, representada por esta delegación de miembros de número, tenemos el grato y gustoso honor de recibirlo en el seno de nuestra Corporación en carácter de meritorio Académico Correspondiente por la provincia de San Juan. Estamos seguros de que usted contribuirá, desde su saber y su tierra natal, a las tareas comunes de nuestra Academia Argentina, en pro de nuestro idioma y nuestras letras, como ha sabido hacerlo hasta hoy. Reciba usted en el mío, el abrazo cordial de todos, como muestra de hermandad académica. Sepa que, desde ahora, la Academia es su nueva Casa. Lo felicitamos vivamente y le deseamos toda la suerte que merece por su labor intelectual, en medio de las muchas limitaciones editoriales y económicas que ha sabido vencer con tesonero y sostenido afán.