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ArribaAbajoPresidente de la Nación Argentina

Eduardo Duhalde


Ciudad de Buenos Aires, 28 de noviembre de 2002
Señor Presidente de la
Academia Argentina de Letras
Dr. Pedro Luis Barcia
Presente

De mi consideración:

Me dirijo al Señor Presidente y a los demás directivos y miembros de esa Academia para saludarlos y felicitarlos por la tarea que realizan en la promoción y difusión de la labor literaria nacional.

Nuestro país necesita como nunca en su historia escuchar la voz y leer la palabra de sus creadores, poetas y ensayistas. Atravesados por una crisis sin igual, los argentinos sufrimos el peor de los males: la decadencia espiritual. Sin lugar a dudas, la implosión económica y social, la pobreza extendida e indignante, la ausencia de un programa nacional que una a las grandes mayorías tras un horizonte común de trabajo en paz, todo ello deriva de la crisis espiritual.

Se dice que la decadencia no es estar mal, sino ignorarlo. Y pienso que los dirigentes argentinos hemos transitado por ese camino de oscuridad hasta encontrarnos de frente con la realidad de una Nación que era conducida hacia su disolución.

La política olvidó su rol de representación de las clases sociales y de debatir los grandes problemas del presente y del futuro. Sólo una   —240→   parte de los medios informativos advirtieron sobre esta decadencia, mientras el resto se sumía en la mediocridad general.

En este marco, la creación artística es una luminosa excepción. Una nueva generación de escritores y cineastas, para no aludir a otros ejemplos, se abre paso, recupera la mejor tradición nacional y mundial, y se impone por sobre el panorama de frivolidad que impera en los medios masivos de comunicación.

Hago alusión a estos temas porque hoy ustedes hacen entrega de la más alta distinción a un escritor argentino que conjuga su excelsitud literaria con su visión aguda y profunda de la realidad nacional. Abel Posse, que me honra con su amistad, ya es un hombre de letras destacado entre nosotros y en el extranjero por su vasta y exitosa obra. Pero ha sido y es, además, en este período difícil de nuestra Patria, una voz implacable e incansable que ha contribuido a desnudar la hipocresía y a mirar, cara a cara, el rostro doloroso de la Argentina de hoy.

Es un pensador nacional que, desde sus columnas, editoriales, ensayos y novelas, ha ido alertando a los argentinos sobre ese «gran viraje» que todavía nos debemos y, estoy seguro, no tardará en llegar.

Señor Presidente, vuelvo a felicitarlos y agradecerles la silenciosa, pero elocuente generosidad de vuestro trabajo. Miles y miles de argentinos, a pesar de todo lo que vemos y vivimos en estos momentos -que dejarán paso, sin dudas, a la recuperación de la esperanza y la fe en nosotros mismos-, nos sentimos felices de haber nacido en esta tierra y de tener una historia y un presente literarios que nos enorgullece.

Muchas gracias, y a mi amigo Abel Posse, le hago llegar mis felicitaciones y toda mi admiración.

Rúbrica