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ArribaAbajo Palabras del Secretario General de la Comisión Permanente de la Asociación de Academias de la Lengua Española

Humberto López Morales


Estimados colegas y amigos, para mí, es un placer estar nuevamente aquí en esta casa con todos ustedes, sobre todo, por el objetivo que en esta ocasión nos trae; yo quisiera sucintamente darles a conocer el estado de la cuestión de los americanismos en general, pero de los argentinismos en específico. Lamentablemente, todavía no tenemos las estadísticas últimas, ésas estarán dentro de un par de semanas supongo, porque el ordenador no ha tenido aún la ocasión de hacer los cómputos de las marcas, está todo lo demás, y eso nos puede dar una idea bastante aproximada de lo que será, en definitiva, la presencia de los argentinismos en este gran repertorio léxico que es el diccionario.

En realidad, durante muchísimos años, durante prácticamente toda la historia del diccionario, no se llevó a cabo nunca una revisión sistemática y exhaustiva de los americanismos. En primer lugar, porque no teníamos los medios electrónicos -no existían todavía- que hubieran facilitado esta labor; pero en estos momentos -hace ya unos tres o cuatro años- esa excusa ya no existía; ahora es muy fácil, ya   —166→   que apretando algunos botones de todo el corpus lexicográfico, la impresora nos da solamente aquellos términos que pertenecen a Ecuador, a la Argentina, a Puerto Rico. De manera que eso fue lo que hicimos y fue enviado a todas las Academias; por lo tanto, recibimos un listado con todos los términos que llevaban marcas de «ese país», después otro listado con marcas suprarregionales donde ese país estaba incluido y, además, listados de los países limítrofes, entendiendo por limítrofes no solamente la frontera geográfica, sino también, la frontera cultural en general.

Se pidió a las Academias que revisaran con cuidado todo esto, porque teníamos la «sospecha» -que luego fue ampliamente confirmada- de que una parcela más o menos amplia de ese vocabulario había muerto, era un vocabulario desconocido. Teníamos esa «sospecha», porque durante los doscientos años de historia, se han incluido americanismos desde el Diccionario de Autoridades, ciento veintisiete para ser exactos, lo que demuestra que la Academia Española siempre ha tenido una preocupación y una ocupación con los americanismos; a partir de aquel momento hasta ahora, la labor de las Academias ha sido enviar nuevos americanismos para ser incorporados al diccionario. Es decir, que siempre ha sido una labor de «acarreo» de suma; claro, sería sorprendente que una palabra americana que lleva en las páginas del diccionario bastante más de cien años permaneciera absolutamente inalterable, muchas sí lo han hecho, pero otras han cambiado de sentido, total o parcialmente, muchas han envejecido totalmente y muchas han bajado ya definitivamente a la tumba, son cadáveres léxicos que se desconocen en los lugares.

Queremos, por lo tanto, que este diccionario esté más cercano a la norma léxica actual de Hispanoamérica, y esos cadáveres léxicos tienen que salir de esas páginas, no van a desaparecer, porque no estamos dispuestos a que esa riqueza   —167→   cultural desaparezca completamente del mapa, sino que irá a otro repertorio, que es el gran Diccionario de Americanismos, donde tendrán sus marcas adecuadas de «desusado», etc., y si tienen documentación literaria, también habrá una cita con esa documentación.

De manera que la primera gestión de las Academias fue revisar todo esto para ver si verdaderamente se mantenían «vivas», y con ese mismo sentido, todas esas palabras. Bueno pues, hay Academias, como la Academia Argentina de Letras, en la que los índices de mortandad son muy bajos, no llegan al 7%, es decir, que se mantienen «vivos» una serie de términos que están, hace ya muchos años, en las páginas del diccionario. Sin embargo, ésa no es la norma, hay países como Bolivia, por ejemplo, donde los índices de mortandad suben al 32%; ¿qué quiere decir eso? Que en la edición actual, del año 1992, de cada tres términos marcados como de Bolivia, uno desaparece, porque es absolutamente desconocido en Bolivia, y por lo tanto, esa labor de «resta» que no se podía haber hecho anteriormente por falta de recursos electrónicos, hoy se ha llevado a cabo gracias al trabajo constante y entusiasta de todas las Academias, que son las que tienen la última palabra con respecto a esta información. Pero además de esto, sospechamos que además de las palabras perder vigencia y morir en determinadas áreas y de cambiar de significado, a veces sutiles u otros drásticos en cuanto a la definición, a veces los cambios son técnicos, se mejora la definición lexicográfica que antes, quizás, tenía visos de descripción enciclopédica, o que incumplían algunos de los preceptos de la nueva planta. O sea, ha habido muchas razones por las cuales se debían hacer enmiendas y, claro está, el gran capítulo de las adiciones, es decir, términos que tenían que estar en el diccionario pero que no estaban y, entonces, son las Academias las que han seleccionado esos términos y los han enviado a la Comisión Permanente para que allí se estudien y pasen convenientemente al diccionario.

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Yo les he entregado, con los datos que tenemos hasta hoy, repito que falta el conteo de las marcas, unas hojas para ser más fácil esta exposición. Pueden ver un gráfico con dos columnas, la primera hace referencia a los términos que llevan marca argentina, es decir, los argentinismos que aparecen en la edición de 1992, y hay cerca de mil quinientas palabras de la Argentina que aparecen en la edición actual. La otra columna señala cerca de dos mil quinientos términos, que serán más, porque todavía no se han contado las marcas definitivamente. Esto significa un incremento porcentual del 55%, es decir que se han añadido ciento cuarenta y tres artículos completamente nuevos, doscientas veintiuna acepciones nuevas, cien nuevas ediciones de formas complejas y quinientas cuarenta y seis enmiendas. En cambio, las supresiones son pocas: treinta y ocho supresiones de excepción, cincuenta y dos de artículos y uno de forma compleja; ésos son datos de carácter general que indican la riqueza en cuanto a la cifra de los nuevos términos de la Argentina que aparecerán en el diccionario.

Para llegar aquí, se ha trabajado mucho durante varios años, durante muchas horas, lo hemos hecho entre muchas personas y con mucho amor y entusiasmo; pero la realidad, quien tiene el mérito fundamental de todo esto, es la Academia Argentina de Letras y los académicos que desde aquí, desde Buenos Aires, han estado trabajando rigurosamente. La doctora Kovacci estuvo en un período de tres meses trabajando, en estas cosas y en otras, con nosotros en la Real Academia; pero después, intensamente desde Buenos Aires se ha estado revisando minuciosamente todo esto, con un rigor y una ejemplaridad absolutamente plausible. Por lo tanto, yo quiero que sepan que todo ese trabajo y su resultado: que los términos de la Argentina estén mejor representados en la próxima edición del diccionario y que cualquier lector tenga acceso a una norma léxica de la Argentina más actual, correcta   —169→   y adecuada, se debe al esfuerzo, al trabajo, a la dedicación de los que, en el seno de esta Academia Argentina de Letras, han estado trabajando «codo a codo» y sin desmayo en la revisión de esas listas iniciales que fueron enviadas. De manera que yo quisiera públicamente aquí mostrar nuestra gratitud más sentida a esta Academia, porque su colaboración y trabajo ha sido ejemplar.