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ArribaAbajoIII. Las bienandanzas é fortunas, que escribió Lope García de Salazar

Excmo. Sr.: El reputado artista D. Maximiliano Camarón, restaurador de objetos artísticos en la Biblioteca Nacional, acudió con fecha de 19 de Febrero de este año al Ministerio de Fomento, y á la vez y con igual solicitud al de Ultramar, suplicando que por uno y otro Ministerio se le tomasen algunos ejemplares de la obra que ha publicado, titulada «Las Bienandanzas é fortunas, que escribió Lope García de Salazar estando preso en la su torre de San Martín de Muñatones.»

El motivo de la reproducción lo expresa el editor Sr. Sánchez en el párrafo tercero del prólogo, en el cual, después de expresar que el autógrafo se conserva en la Biblioteca de esta Real Academia, dice así: «Es un códice tan interesante, que de él se han sacado multitud de copias, la mayor parte inexactas, que venían á desfigurar lo escrito por el autor, y haciendo que en fuerza de registrar el referido códice, su estado de conservación dejase mucho que desear.»

El libro era, en efecto, conocido por sus copias, pero poco utilizado, como sucede en tales casos; así que, al ponerlo al alcance de todos por su exacta reproducción, se ha hecho un indudable   —223→   favor á la literatura y á nuestra historia patria en lo que concierne á la vascongada. Preciso es, por tanto, para informar rectamente al Gobierno, examinar el libro en su parte formal é interna, y además en su parte material, por lo que atañe á la reproducción artística, á fin de ver si se halla en las condiciones que la ley exige para merecer los favores del Tesoro, y obtener una subvención en el concepto de obra útil y de mérito que sale á luz.

Los libros que escribió el autor son veinticinco, según él mismo declara al final: «Aquí acaban los XXV libros que fizo Lope García de Salazar...» pero el editor solo ha publicado los últimos. Así que á la cabeza comienza diciendo «libro XX», lo cual por cierto se echa de menos en la parte impresa, la cual desde luego supone anteriores noticias, pues comienza diciendo: «TITULO176. De la batalla que los Vizcainos ovieron en Arteaga con los Leoneses, é seyendo vencedores tomaron por señor á D. Zuría.» Y comienza luego el texto en esta forma: «Seyendo Don Zuría ome esforzado e valiente, con su madre allí en Altamira, cabe Mondague, en edad de veintidos años, entró un fijo del rey de Leon con poderosa gente en Vizcaya...»

No creo que se deba llorar mucho la no publicación de los veinte primeros libros, pues por el contenido de la Crónica general y las historias posteriores desde mediados del siglo XIII hasta fines del siglo XV, en que escribía el prisionero en su torre de San Martín, año 1492, podemos conjeturar lo que diría acerca de la creación del mundo, de nuestro padre Adán, el diluvio, venida de Túbal á España, los Geriones, cartagineses y fenicios, y aun con respecto á Vizcaya las noticias que aún sostenían en el siglo pasado el cándido Astarloa y otros.

Por los primeros títulos ó capítulos de este libro XX tampoco pasará la crítica tan aina, ni por la derrota y muerte del hijo del rey de León, ni por la mayor parte de las cosas que se refieren acerca de la elección de D. Zaría, que, siquiera sean antiguas y honrosas tradiciones, dignas, por tanto, de respeto y de ser sabidas, repetidas y perpetuadas, son muy difíciles de aceptar como verdades históricas.

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El capítulo segundo es tan verde y tan grotesco, que apenas si por decencia se pueden copiar las primeras líneas.

«E muerto este Don Zuría, fué recibido por señor de Vizcaya Munio Lopez, su legítimo fijo, que se yendo á los condes de Castilla fué preso de los moros. Como lo supo su muger llamó á Don Íñigo Esquerra, su antenado, que era de otra primera muger, mancebo é fermoso, é díjole: pues tu padre es cautibo é no salirá; cásate conmigo, é seremos Señores de Vizcaya...»

Resístese el mancebo á las torpes solicitaciones de la madrastra, marcha á la frontera, libra á su padre, le previene que no crea los embustes de su segunda mujer, el marido los cree, sitia á su hijo, este acude al juicio de Dios, pelea desarmado contra su padre que viene armado de punta en blanco, y el crédulo padre hace la gran fazaña de atravesar de una lanzada á su hijo, inerme é inocente.

¿Quién va á creerlo?

Esta patraña y otras de su jaez, como la de la condesa de Castilla defendida por su hijastro D. Ramiro contra los propios hijos de D. Sancho el Mayor, no eran otra cosa que los romances que desde el siglo XII venían cantando los cíclicos de aquel tiempo, trovadores, menestrales y juglares, recorriendo los castillos feudales y los caseríos rústicos á falta de teatros, óperas y dramas; y que, recitados una y otra vez, y aprendidos de memoria por rústicos y nobles, vinieron á parar de romance en historia. Y dadas las costumbres, las ideas, el estado social y la cultura intelectual del siglo XIII, ¿nos habremos de extrañar de que esto sucediera, si aun hoy día, á sujeto que vivo se le ha enseñado en un monasterio, cerca de Zaragoza, el sepulcro de Leonor y su amante el Trovador Manrique, unidos en la tumba, ya que no lo pudieron ser en vida? Si D. Alfonso el Sabio en su Crónica general dió cabida á todos los romances de ciego, que por su tiempo corrían por Castilla, ya que con mejor criterio algunos de ellos no los había trascrito don Rodrigo en su Crónica latina, ¿nos extrañaremos de que el pobre recluso en la torre de San Martín insertara también la bellaquería de la madrastra de D. Íñigo Ezquerra y el triste fin del desdichado mancebo?

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No vayamos, pues, á juzgar del libro por esa muestra y con el rigor censorio de nuestra crítica moderna, pues con mayores defectos se ha impreso la Crónica general, y se debe reimprimir; que crisoles tenemos en donde poder aquilatar la historia, depurándola de la leyenda, separando el plomo de la escoria y la plata plomo y otros metales de menos valer.

Esto en cuanto á la parte formal ó historia interna del libro.

En cuanto á la material y externa, motivos hay también para aplaudir su publicación y mérito, siquiera no carezca de lunares como todas las cosas humanas.

Los cinco libros últimos de D. Lope, que se han publicado, están escritos en noventa y ocho folios dobles y correlativos, que comienzan con el folio I y el libro XX, y acaban en el XCVIII vuelto.

En este, por cierto, encontramos la prueba de la autenticidad del libro, pero también de que no es autógrafo de D. Lope el que posee la Academia, ó sea el original, como se asegura en la primera página del prólogo, sino tan solo una copia sacada por un nieto del autor.

Después del final ya citado, en que D. Lope García de Salazar dice que escribió estos XXV libros el año de 1492, estando preso en su casa de San Martín, y que le escribió y acabó Cristóbal de Mieres, analizando en toda regla con un Amén, y su correspondiente Deo gratias, sigue otro párrafo que dice:

«E fue este dicho libro mandado esqrivir é tresladar por el Señor Ochoa de Salazar, proboste de Portogalete, fijo mayor de Lope de Salazar é nieto del dicho Lope García; é tresladóse del Registro que dexó el dho Lope García, é no lo pudiendo acauar en su vida, segun por el oreginal pareçe, o fue quitado parte del.»

Por la frase del párrafo penúltimo, en que se dice que el contenido de los XXV libros «escrebiólo é acabólo cristóbal de mieres,» podríamos entrar en dudas si el tal Mieres fué escritor, ó mero escribiente de estos últimos libros; pero aunque admitamos, como admitimos, que el escritor sea D. Lope y el escribiente Mieres, siempre resultará que no es tal autógrafo de Sálazar; mucho menos cuando el párrafo último añade que es traslado que mandó hacer su nieto, añadiendo por segunda vez que este lo hizo trasdar del registro que dejó su abuelo.

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No es, por tanto, el original lo que posee la Academia y se reproduce, sino lo que pudiéramos llamar, salvas las fórmulas cancillerescas y notariales, una escrítura original de primera saca, pues el verdadero autógrafo de mano de Mieres quedó en el registro ó archivo de la casa de Salazar, y de él se sacó esta primera hermosa copia que posee la Academia.

En cuanto al desempeño en la material, el trabajo es bastante esmerado, habiéndose hecho, no por fotografia, sino por calco. De ahí alguna pequeña dificultad en la lectura, que debió salvarse por nota en el impreso.

En la primera columna del folio I vuelto, donde comienza el título II del libro XX «De como fue Don Munso Lopez, su fijo segundo, Señor de Vizcaya,» se lee en la línea segunda del título: Don Nufa, ó sea Nunfa, que en la versión impresa se dice Munso: mas si la copia está conforme con el original, Nunfa dice y no Munso. De este añade que «sirviendo a los condes de Caslilla fue preso de los moros.» La palabra fue preso aparece de distinta y más moderna letra, pero la dificultad está en la abreviatura del gerundio que en el impreso se ha vertido siendo, lo cual no hace sentido, y yo creo deberse leer se iendo ó yendo.

Descrita ya esta obra en la parte material y formal, resta solo ver si se halla comprendida en el caso, ó casos, que comprenden los Reales decretos de Febrero de 1864 y Marzo de 1875.

Dadas las tristes condiciones que arrostran las letras y las artes en España, el Libro de las Biertandanzas é fortunas es bien seguro que no logrará estas en nuestra patria por ahora, ni aun en singular, cuanto menos en plural. Por lo que ha sucedido con el Lapidario, y sin ir más lejos, con la edición autográfica de las obras de Santa Teresa, puede decir el que suscribe, con lástima y compasión ¡non ignara mali! que, sin la protección del Gobierno, y aun quizá con ella, no lograrán, ni el artista Sr. Camarón, ni el editor Sr. Sánchez, indemnizarse de su trabajo y gastos. Por tanto, es de aquellas que no pueden salir á luz sin la protección del Gobierno, ó si ya han salido, serán triste escarmiento para que no salgan otras.

El precio de cada ejemplar es de 75 pesetas, ó sean 300 rs., y sabido es también que son pocos, por desgracia, los literatos y   —227→   bibliófilos que puedan sacrificar esa cantidad para la adquisición un libro. La tirada que se ha hecho es solamente de 200 ejemplares.

El preámbulo del decreto de 12 de Marzo de 1876, en que se consigna el espiritu de la legislación vigente, dice en una de sus cláusulas: «Cierto es que toda publicación, que por su elevado coste no se halle al alcance de modestas fortunas, tiene legítima preferencia en los estantes de las Bibliotecas públicas.»

Fundado, pues, en estas razones, el que suscribe es de parecer que se debe informar á la Dirección general de Instrucción pública en estos ó parecidos términos:

Que la obra titulada Las Bienandanzas é fortunas que escribió Lope García de Salazar, etc., publicada por el Sr. D. Maximiliano Camarón conforme al autógrafo que posee esta Real Academia, es una obra tan útil en las Bibliotecas como deseada por los literatos, por ser inéditas y poco exactas comunmente las copias que de ella corren; por cuyo motivo, y atendido el esmero con que se ha hecho, el mucho trabajo y coste de su reproducción, y el coste de la obra, que no está al alcance de las modestas fortunas, conviene que adquiera ejemplares el Gobierno para las Bibliotecas públicas, y á fin de que sean divulgadas las curiosas noticias y tradiciones que contiene acerca del origen, vicisitudes, bandos y otros sucesos del Señorío de Vizcaya.

Deberá advertirse asimismo al Ministerio de Fomento, conforme al párrafo primero de la disposición segunda de la Real orden de 23 de Junio de 1876, que el Sr. Camarón tiene solicitada subvención por el Ministerio de Ultramar.

Por lo que hace á éste, puede repetirse el mismo informe que para el Ministerio de Fomento; y, como quiera que no sean los vascongados, especialmente los vizcaínos, los que menos contribuyen á la colonización de nuestras posesiones de Ultramar, parece que la obra será también de no poca utilidad en las Bibliotecas públicas de aquellas regiones.

La Academia, sin embargo, resolverá, como siempre, lo más oportuno.

VICENTE DE LA FUENTE.

Madrid 23de Mayo de 1884.