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ArribaAbajoCuadernos V. Mayo, 1888


ArribaAbajoNoticias

Por Real decreto fecha de 28 de Febrero, S. M. se ha servido nombrar al Sr. Director de la Academia vocal de la Comisión creada para conmemorar el cuarto centenario del descubrimiento de América y honrar la memoria de Cristóbal Colón. Y para dar cumplimiento á lo prevenido en el número 1.º del mencionado Real decreto, fueron designados por la Academia como vocales también de la Comisión los Sres. Coello y Fabié, individuos de número.

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Se recibió con agrado una comunicación del Sr. D. José María López y López desde Ecija, manifestando el estado de sus gestiones para allegar recursos con que ejecutar las obras de reparación que reclama el interesante edificio de estilo mudejar ocupado por las Carmelitas de aquella ciudad. Es de esperar que, mediando la petición que acordó dirigir al Gobierno la Real Academia de San Fernando á excitación de la nuestra, se declare aquel hermoso edificio monumento nacional artístico.

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Los albaceas del general San Román han entregado á la Academia la rica manda de que dimos noticia en el número anterior353.

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A propuesta del Sr. Saavedra, oportunamente razonada, se acordó el cambio de las publicaciones de nuestro Cuerpo literario por las muy interesantes con que enriquecen el caudal histórico de la Europa moderna los Religiosos de Monte Casino.

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Se recibió una carta del Sr. D. Manuel de Osuna y Van den Heede desde Laguna de Tenerife, fechada el 8 de Marzo y relativa al descubrimiento, que en el extremo Nordeste de aquella isla hizo durante el verano de 1886, de dos piedras que cree muy útiles para esclarecer el problema de los orígenes de la población primitiva de aquel archipiélago. De estas piedras, una contiene cierta inscripción en caracteres diminutos y correctos, cuyo examen pasó á informe del Sr. Fernández González.

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Atendiendo á la invitación del Comité organizador del VII.º Congreso internacional de Americanistas, que debe celebrar sus sesiones en Berlín del 2 al 5 del próximo Octubre, la Academia, á propuesta de su Director, eligió al Sr. Fernández Duro para que la represente en aquella solemnidad, expidiéndosele oportunamente por Secretaría la correspondiente credencial.

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Se han recibido dos monedas y la noticia de haberse encontrado con ellas dos figurillas de bronce en las ruinas de Oreto (Granátula), que ha sido comunicada por D. Antonio Blázquez, cronista de Ciudad-Real, el cual acompañó á su carta el vaciado en yeso de una de las figurillas y el perfil de la otra.

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Se han recibido fotografías de una ánfora romana y de una figurilla de barro cocido halladas en la villa de Consuegra al practicarse   —347→   las excavaciones para construir una plaza de toros, que ha enviado con una atenta carta D. Luís de Pazos, Jefe de Fomento de la provincia de Toledo.

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Los Sres. Rada y Danvila han regresado de León trayendo el Códice palimpsesto de aquella catedral, donde se contiene la Lex romana visigothorum, para cuya edición académica se ha creado una Comisión compuesta de dichos señores, y de los señores Fernández Guerra, Cárdenas y Fita. Aceptando el dictamen de esta Comisión, la Academia resolvió fotografíar las páginas del palimpsesto, que contienen la Lex romana é imprimir su texto, autorizado con el facsímile del original, y colmadas sus lagunas con el de la edición de Haenel. El prólogo, ó introducción, y las anotaciones é índices irán en lengua latina. Para sacar del texto original un traslado exactísimo fué designado D. Jesús Muñoz, bien conocido por autor de varios libros, que ha consagrado al estudio de la Paleografía española, y profesor del ramo en la Escuela de Diplomática.

El Sr. Rada trajo asimismo de León y presentó á la Academia sendas fotografías de la cruz de oro de Ramiro II y de una estatuilla hallada en Cornago, no sin acompañar á estos objetos la copia en colores de un hermoso mosáico de buena época, que se ha descubierto en las inmediaciones de aquella ciudad, y ofrece algún parecido con el de la catedral Compostelana, publicado por los Sres. Fita y Fernández Guerra354.

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D. José Villa-amil y Castro, correspondiente de la Academia, le dió la siguiente noticia355:

«En la copiosa é interesante colección diplomática que recogí en Galicia, el verano último, por comisión de la Dirección general de Instrucción pública, existen dos documentos, que comprueban   —348→   la existencia de población hebrea en Pontevedra y en Monforte de Lemos.

1) Traslado de cierta venta de una finca y sus pedreiras, que el Prior y frailes de Santo Domingo, en el año 1447, mandaron expedir á «mestre jacos é cabrasán judeus moradores en Pontevedra.» La venta se había otorgado en 1304 por Juán Fernández da Ponte á favor de dicho Convento.-Cartulario del mismo, fol. 174 vuelto.

2) Acuerdo que tomó el Cabildo de la catedral de Lugo en 1462, «estando juntos os canónigos, é beneficiados, é personas ó dignidades... en sus capítulos» á consecuencia de que «hun dos ditos canoigos... disso como á noticia de aquelles sonores beneficiados é dél era novamente viido356 como Ruy López vezino da villa de Monforte (que Deus aja) tina do cabídoo una casa en foro ena dita villa de Monforte;... o qual, son requerir ao cabídoo, vendéu é traspasóu o dito foro é as melloranzas dél en ysaque chamiço vezino da villa de Monforte,... por lo qual cayéu en comiso é perdéu o dito foro é enphitéosi; é o dito cabildo podo revocar o dito foro, por vender o dito Roy López o dito foro en judío é ome de diversa fe da nosa, é en tal persona que de dreito non deve aver susidio nen proveyto da aqual contenpne é menos praça.» -Libro E del Cabildo de Lugo, fol. 22 v.



Tomando pié de esta noticia, comunicada por el Sr. Villa-amil, hizo el Sr. Fita algunas observaciones.

«Á Isaac Chamizo se rehusó el poder comprar, ó adquirir por su dinero la propiedad de los cristianos; sin más razón que la de ser hombre de diversa fe y tal que por derecho no debe sacar subsidio ni provecho de la fe cristiana que desestima y menosprecia». El documento encierra doble interés, ya porque descubre la presencia de la grey hebrea en Monforte, ya porque es un síntoma jurídico de la persecución que arreció en toda España, no bien murió decapitado D. Álvaro de Luna, y de la que ha dado testimonio el decreto de Enrique IV357, fechado en las Cortes de Córdoba á 28 de Mayo de 1452. El nombre raro del judío Cabrasán,   —349→   que sale en el documento de Pontevedra, dimanó tal vez del propio imagen (Kabbir, grande, rico, poderoso), y de imagen, (jazzán) custodio ó ministro de la Sinagoga.

En la historia de los hebreos españoles andan oscuras y casi desconocidas hasta el presente las memorias de los judíos gallegos. A juzgar por las raras espigas que se han cogido, la mies promete ser abundante.

El Sr. Amador de los Ríos sacó del olvido358 tomándola del archivo municipal, la muy notable carta de avenencia entre Per Eánez vecino de Allariz é más homes-buenos, é Isaac Ismael xudeu maor de dita villa. Allariz, cabeza judicial del partido de su nombre en la provincia de Orense, ha debido conservar restos monumentales de su antigua xudería y cementerio y de aquella sinagoga, que en la carta de avenencia (20 Mayo 1289) aparece como centro de la pompa del culto israelítico nas rogas é festas, que os ditos xudeus fan nos soburvios da vila por vaixo do noso Castelo.» El R. P. Julio Tailhan ha señalado359 en el Tumbo del monasterio de Celanova otra escritura mucho más antigua é importante. Sabido es cómo á mediados del siglo XII la lengua hebrea se empleaba en la liturgia solemne y cánticos sagrados de la catedral de Compostela. El himno trilingüe, que anoté y dí á conocer por medio de M. Loeb en la Revue des Etudes juives360 no fué seguramente el único de su especie; como no son los únicos de la región gallega los tres epitafios hebreos de la Coruña, cuyos dibujos é interpretación propuso M. Loeb, y discutió en la Revue361.

1.

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Doña Justa.

  —350→  

2.

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Abraham bar Mayr ben Pérez



3.

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Doña Çeti muger de Don Isaac de Carril. Descanse en el Edén.



La primera y la segunda inscripción, como lo ha notado M. Loeb, descubren grande antigüedad, no posterior al siglo XII, á no ser que el carácter arcaico de las letras haya permanecido invariable en la Coruña durante el siglo XIII y los sucesivos. La variación paleográfica, mucho más moderna, resalta en la tercera inscripción, que menciona el lugar de Carril, como prevenencia de la persona ó prosapia de D. Isaac, sin que sepa yo escoger entre los varios lugares de este nombre propios de la provincia de la Coruña. En su ciudad capital según me lo advierten la eminente escritora doña Emilia Pardo Bazán y el Sr. Villaamil, no lejos del sitio de la Palloza donde yacen las lápidas, se abre la calle de la Sinagoga; cuya casa, número 4, ocupa el emplazamiento del que fué santuario israelítico; del cual solo muestran ahora una cisterna, abierta en la peña viva, y en ella un manantial de agua clara. Ni paran aquí los recuerdos de las aljamas gallegas, tendidas como la de la Coruña á lo largo de la costa que baña el Océano. Me ha referido el Sr. Villa-amil que es fama que fueron judíos de Monforte á poblar la villa de Ares, que dista una legua del Ferrol y de Puentedeume y cinco de Betanzos. El vulgo los llama bichos; y las casas ó habitaciones que les atribuyen se distinguen por cierta solana con escalera exterior que da acceso desde la calle á las habitaciones altas. Dícese además que la iglesia parroquial (Santa Eulalia de Lubre) conserva arcos de herradura, restos de la fábrica de la antigua Sinagoga.

  —351→  

El Sr. Villa-amil y Castro, pasando por la ciudad de Lugo, medido exactamente los cuatro monumentos romanos, cuyas inscripciones notabilísimas facilitó á la Academia362.

1. Ara de Júpiter.-Alta 1,28; ancha 0,33.

2. Cipo de Emilia (fragmento).-Alto 0,58; ancho 0,30.

3. Cipo de Florina.-Alto 0,73; ancho 0,30.

4. Cipo de Severa (fragmento).-Alto 0,49; ancho 0,30.

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Publicada en el Jahrbuch des Kaiserlich Deutschen archäologischen Instituts363 la Memoria que lleva por título Die Bildwerke des Grabmals der Julier in Saint-Remy364, ha ofrecido su autor el Dr. D. Emilio Hübner, en donativo á nuestra Biblioteca, un ejemplar de la tirada que ha sacado aparte, realzada con el plano del frontispicio de aquel mausoleo y con magníficas láminas, que representan en fotograbado las cuatro caras del zócalo, donde el arte greco-romano del naciente imperio de Augusto cinceló combates ecuestres, que podrían tomarse por alusivos á los del conquistador de las Galias.

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Nuestro correspondiente en Cádiz, D. Francisco de Asís de Vera, ha enviado los calcos de dos inscripciones romanas, que obran en poder de D. Ricardo Llull, y fueron recogidas en las inmediaciones de la ciudad.

1.

Publicó el texto Hübner, 1808. Tiene la figura de un hexágono regular, de 13 centímetros cada lado. El rabo de la Q es muy prolongado y el ojo alto de la B cortísimo. Las letras que encabezan   —352→   el primer y segundo renglón tienen mayor altura que las siguientes.

Q . FABIVS
SALVICVLVS
H . S . E . S . T . T . L

Quinto Fabio Salvículo aquí está. Séate la tierra ligera.



2.

Inédita. El mármol, en cuadro, mide 13 centímetros.

VALERIA
LOGAS
ANN . C .
H . S .E . S . T . T . L

Valeria Logas de edad de cien años, aquí está. Séate la tierra ligera.



El sobrenombre loga/j, significa escogida, reaparece en una lápida de Ortegicar, cerca de Ronda365. Otro caso de longevidad secular, ó de cien años, se ofrece en el epitafio Gaditano de Valeria Urbana366.

Presentó estos calcos explicándolos, como dicho queda, el señor Fita; y les asoció siete más, que sacó en su última excursión por Cádiz. Los monumentos originales se han descubierto de un año á esta parte en la Punta de la Vaca, al Oriente y á breve distancia del puerto dentro de la bahía, al desmontarse unos altozanos de corta elevación para labrar los cimientos del edificio de la Exposición marítima. Entre ellos se mostró, y con ellos se ha trasladado al Museo Arqueológico de la ciudad, un sarcófago fenicio, cuyo esqueleto está casi entero y cuya tapa antropoide tiene de largo 2,20 m. y ancho 0,84 m. Este bellísimo ejemplar pudo   —353→   ser de un antepasado, cuya difunta estirpe gradualmente se agrupó á su alrededor durante la época romana. Algunos de su género atesora el Museo del Louvre367.

3.

Mármol blanco en cuadro de 14 centímetros. Lo ha regalado al Museo Arqueológico D. Adolfo de Castro.

L . CORNE
LIVS . DRO
SVS . ANNI
CVLVS

Lucio Cornelio Droso, infante de un año.



El sobrenombre Drosus, de origen griego (droso/j, rocío), se repite en un epitafio de Mérida368.

4.

Mármol en cuadro de 15 centímetros.

SALVIA . CARA
SVIS
H . S .E . S . T . T . L

Salvia, querida de los suyos, aquí está. Séate la tierra ligera.



En la inscripción 1 se ha visto el diminutivo Salviculus.

5.

Piedra dispuesta en forma de un hexágono regular. Lado 13 centímetros.

  —354→  

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Á los dioses Manes. Lucio Valerio Sabiniano, de edad de 35 años, aquí está. Séate la tierra ligera.



6.

Mármol blanco, cuadrilongo, 17 por 22 centímetros. Las letras, lindísimas, solo miden 8 milímetros de altura, y no desdicen de la época de los Flavios. Los puntos de separación son triangulares.

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Contegit hic tumulus duo pignora cara parentum;

Indicat et titulus nomine quo fuerint.

Sors prior in puero cecidit; sed, flebile fatum,

Tristior ecce dies renovat mala volnera sana,

Et modo quae fuerat filia, nunc cinis est.

Festiva an(norum) XI, Sodalis annicul(us) h(ic) s(iti) s(unt). S(it) v(obis) t(erra) l(evis). Rogatus dat.



  —355→  

   Dos prendas queridas,
Amor de sus padres,
Encierra este túmulo;
É indica sus nombres
Esta misma lápida.
   Primero la suerte
Recayó en el párvulo;
Pero ¡ay, flébil Hado!
¡Ay día, aun más triste,
Que renueva heridas
Aun no bien curadas!
La que fué hija mía
Ahora es ceniza.

Festiva de once años, Sodalis niño de un año, aquí están. Séaos la tierra ligera. Supremo don de Rogato.



La frase elíptica, que pone remate á la inscripción, halla su complemento en otra, también sepulcral, de Cádiz369: Hoc munus supremum dat. Ni es para olvidado el texto de Ovidio370:


Tu tamen extincto feralia munera semper,
Deque tuis lacrymis humida serta dato.



El angustiado padre, que en eterno testimonio de su dolor, nos dejó tan sentidos versos371, acaso fué el decurión de la ciudad Quinto Antonio Rogato372. El nombre del párvulo ciertamente era Sodalis; y en prueba de ello, otra inscripción373 lo traduce al griego E=Tai=roj con letras latinas, descubriendo al propio tiempo el sistema de cremación:

M(arci) Licini(i) Hetaeri cineres hic.



  —356→  

7.

Fragmento de mármol blanco. Contiene el principio de tres líneas, no conservándose de la última sino los remates superiores de sus tres letras, que indican ser la piedra sepulcral. Mide 8 centímetros de ancho por 17 de alto. El punto es triangular.

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Q(uintus) C(ornelius?) Av(itus?) [c(arus) s(uis?)] ann(orum)...

Quinto Cornelio Avito, caro á los suyos, de... años...



De varios Cornelios Avitos hay memoria en Ibiza, Tarragona y Lisboa374. En la patria de Cornelio Balbo debía abundar su gente, y de hecho no faltaba375.

8.

Fragmento marmóreo, de figura irregular, cuyas mayores dimensiones son de largo y de ancho 0,095 m. El punto es triangular.

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En la primera línea el trazo, que ha permanecido, puede ser de la L ó de la E.

.... e .... [c(ara)?] s(uis)....



9.

Estampilla en un fragmento de teja romana, alto y ancho 32 centímetros. Letras del primer siglo grabadas en hueco de derecha á izquierda en semicírculo, altas 25 milímetros.

  —357→  

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C(ai) Ale(dii?)

De Cayo Aledio.





Otros cuatro sellos en barro se conocen de Cádiz376:

C O M I

Oficina de Como.

muRRAni

Oficina de Murrano.

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Potito, siervo de Cayo Valerio.

CIN . C . F

Convendría buscar el original que Hübner no logró ver. Es posible que dijera CIN . OF (oficina de Cínnamo).

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Antigüedades de la isla de Cádiz, por D. Juan Antonio de Vera y Chilier, miembro corresponsal de la Academia de Medicina de Barcelona, de la Sociedad de Climatología y ciencias físicas y naturales de Argel, de la Española de Antropología y de Etnografía, de la Económica Gaditana de Amigos del país, etc., etc., y D. Francisco Asís de Vera y Chilier, presbítero, individuo correspondiente de las Reales Academias de la Historia y San Fernando, etc., etc.-Cádiz, establecimiento tipográfico de J. Benítez Estudillo, 1887.

Los autores han regalado á la Academia un ejemplar de esta obra. La dividen en tres partes. «En la primera, dicen377, hacemos el estudio de la geografía antigua de esta Isla. En la segunda   —358→   estudiamos las lápidas y objetos arqueológicos. En la tercera describimos las monedas y medallas gaditanas.» Sostienen378 que «la vía romana que se extendía desde el cabo Heracleo al Mediodía de la isla Gaditana se encuentra en la actualidad dentro del mar;» é ilustran la doctrina de la clásica antigüedad con observaciones científicas, tomadas sobre el terreno y extensivas á la geología, botánica é idiomas indígenas de la vecina África. Interesan á la historia universal las indicaciones que hacen sobre el emplazamiento de la isla Heraclea, ó de Sancti Petri, y su famoso templo de Hércules, que estaría estragado, como la ciudad, cuando lo visitó Avieno379. Notan los Sres. Vera380 que «el nombre de Sancti Petri que llevan la isla y el río, y el llamarse de San Beter en tiempo de los árabes, arguyen que el templo se vería trocado en cristiano bajo la advocación del Apóstol durante la época visigoda»; y no es improbable que la transformación acaeciese imperando Teodosio. Las exploraciones arqueológicas que en breve plazo convendría realizar hacia este paraje, no podrán menos de llegar á un resultado vivamente apetecido por la ciencia contemporánea.

En la parte segunda se registran, textuales y traducidas al castellano, 191 inscripciones romanas381 y una visigoda382. Esta última no es de Cádiz, sino de Medinasidonia, donde se encontró y permanece; ni es del año 659, sino del 649, como lo muestra su facsímile publicado por Hübner383. Al catalogar las romanas los autores no conocieron el volumen II del Corpus inscriptionum latinarum. De ahí sus graves defectos. Pasan por alto, ú omiten, 31 inscripciones auténticas Gaditanas384; dan por genuina una espuria385; é introducen como pertenecientes á Cádiz dos lápidas   —359→   de Salamanca386, una de Escalonilla que hoy está en Toledo387, otra de Cartagena388 y otra de Guadix389, dos de Sevilla390 y dos de Medinasidonia391, además de la sobredicha del año 649. El criterio que ha movido á ciertos escritores para calificar de Gaditanas las inscripciones, que emplean la fórmula carus ó cara suis, no debe prevalecer; pues lo desmienten los hechos, y aun considerado a priori es insostenible. Para el estudio científico no es el mejor método el que sigue el Catálogo, clasificando las lápidas comunes á granel, ó por turno de su hallazgo respectivo, suprimiendo no rara vez las noticias de su actual paradero y aventurando interpretaciones tan inconsistentes como las de que Hedone sea vocablo cartaginés y Tyche voz griega que significa sacerdotisa392; interpretación que ha conducido los autores á colocar entre las religiosas una lápida comunísima. Sobre la primera y más insigne inscripción del Catálogo393, fechada en el año 182, é interesante no solo como página histórica de la ciudad bajo el imperio de Cómmodo, sino también como jalón de la vía romana que subía desde la estación Ad Herculem (castillo de Sancti Petri) al Portus Mnesthei (Puerto de Santa María), expresó un señor académico el deseo de que se busque en el fondo del río de Sancti Petri el precioso monumento que en el siglo pasado fué arrebatado por la corriente junto con el puente de Suazo, del que formaba parte y adorno. No lejos de la desembocadura del río en el Océano se arrancó no há mucho, por un barco pescador, una madrépora polisecular, en cuyo seno apareció una moneda de cobre, muy gastada, pero que presenta el tipo fenicio Malacitano. De todo ello ha hecho donativo D. Francisco Asís de Vera al monetario de nuestra Academia.

  —360→  

La inscripción sepulcral de las dos Cornelias, Auge y Secunda, que recogió el Sr. Fita en una calle de Madrid y depositó en el Museo de la Academia394, vino traída de Sagunto. Así lo afirma, por carta del 30 de Abril último, D. Roque Chabás, nuestro correspondiente en Denia.

El cual ha remitido por medio del Sr. Fita un calco de la importante inscripción Dianense, que habla del acueducto de la ciudad, y fija la parte más esencial de la leyenda, puesta en tela de juicio por Hübner395. Mide 40 centímetros de ancho por 65 de alto.

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También ha enviado el Sr. Chabás el calco de una inscripción de Alicante, que guarda en su poder D. Joaquín de Rojas y encontró «en el sitio de aquella ciudad que llaman el barranco, como se va al barrio de Benalúa.» Es un fragmento de laja marmórea, que al parecer sirvió para el pedestal de las estatuas de los emperadores Marco Aurelio y Cómmodo entre los años 178 y 180.

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  —361→  

La descifró el Sr. Fita, conjeturando los suplementos.

[Imp(eratores) Caes(ares) M(arcus) Aur(elius) Ant]oninus, L(ucius) A[el(ius) Aurel(ius) Commodu?]s, Augusti, Ger(manici) Sar(matici). [Municip(es) mu]nicip(ii) Lucent(ini).



Fácilmente se comprende el alto interés histórico y geográfico de esta lápida, que fija el nombre latino de Alicante.

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En los primeros días del próximo pasado mes de Abril encontró D. Vicente María Triadó un fragmento de miliario romano en la huerta adosada al templo de Hostafranchs, barrio occidental de Barcelona. Lo ha interpretado el Sr. Fita.

El fragmento es de piedra arenisca, midiendo su mayor longitud, ó altura, 8 decímetros. Han quedado de la inscripción total cuatro líneas, y estas mermadas; y además algunos trazos, inferiores, de la línea precedente. En las cuatro líneas sobredichas no es igual la altura de las letras: 8 centímetros en la línea penúltima; 9 en las restantes. Otro miliario, también mutilado y del mismo tiempo, cuyo paradero actual se ignora396, se descubrió en 1803 entre Cambrils y el Montbrió397, acaso perteneciente á la estación de Oleastro. De la que acaba de aparecer en Hostafranchs ha sacado y me ha enviado dibujo el director de la Associació d'excursions Catalana, D. Ramón Arabía y Solanas, egregio correspondiente de esta Academia.

Suponiendo que fuese del año 48, leo y suplo:

Ti. Claudio. Drusi, f. Caes
augusto . germanico . pont
maxiMO . TRIB . POtestate . viii
imp. xvi. COS . IIII . PATRI . PAtriae
pro CoNSULI
via. aVGVSTA



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La vía Augusta contaba 102 millas desde Barcelona hasta el Summo Pyreneo. Otros dos miliarios, que he dado á conocer, fijan su dirección primero sobre el valle de Aria, entre Caldetas y Areñs de mar, límite oriental del territorio Layetano y del obispado de Barcelona398, y sobre el paso del río Ter, algo más allá del Montjuich y cementerio hebreo de Gerona399.

El fragmento de miliario, que marca el tránsito de la vía Augusta por Hostafranchs, ha sido encontrado por el Sr. Triadó en el fondo de una capa de arcilla que, á distinción de otras de la huerta sobredicha, no presentaba señales de haberse jamás removido por los aperos de labranza. El monumento ha estado yacente en aquel paraje de tiempo inmemorial; y probablemente se arrancó de su pedestal, y se destrozó en remota edad, como tantos otros romanos, que atropelladamente sirvieron para la reparación de las murallas de Barcelona, ó quedaron tendidos por aquellos campos, donde mil veces dejaron sangrienta huella los ejércitos invasores. La situación primitiva del miliario hay que buscarla hacia la Creu cuberta (cruz cubierta), donde hoy se alza precisamente con su bonita iglesia el muy poblado barrio de Hostafranchs. El antiguo Diario (Dietari) del Ayuntamiento de Barcelona400 nos ha hecho ver cómo á 23 de Agosto de 1539, yendo desde Tortosa á tomar posesión del virreinato de Cataluña, fué recibido San Francisco de Borja en el pueblo de Sans, siete kilómetros al Oeste de Barcelona, por la Diputación del Principado; y cómo al franquear el término municipal de la ciudad, en la Creu cuberta, dió su mano á besar á los honorables Conselleres. Hostafranchs hubo de ser un suburbio romano. Allí, tiempo há, como lo ha notado el Sr. Coroleu401, se descubrió un Priapo lapídeo, de colosales dimensiones, que hoy se ve en el Museo Arqueológico provincial.

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  —363→  

ArribaAbajoInformes


ArribaAbajoI. Una nueva tésera de hospitalidad en las ruinas de Clunia


I

Con fecha 16 de Abril anterior, nuestro erudito correspondiente en Burgos D. Leocadio Cantón Salazar manifestó hacer como diez ó doce días que, arando un labrador de Peñalba de Castro, en aquella provincia, vino á dar con una antigua y hermosa lámina de bronce, escrita, de 36 centímetros en alto por 28 de ancho, y que pesa cuatro kilogramos y medio. Tiene pequeño agujero en cada uno de los cuatro ángulos para fijarla en un muro. El carácter de la letra es el genuino y distintivo del siglo augusteo, y de entonces mismo y original esta tésera. El párroco de Peñalba la compró al labrador y la regaló al diputado provincial D. Félix Cecilia y Barbadillo.

Hubo de ocurrir el descubrimiento en la falda boreal del alto y bien defendido cerro de Nuestra Señora de Castro, donde fué la renombrada Clunia colonia Sulpicia, capital de extenso convento jurídico, á uno de los extremos occidentales de la Celtiberia, en la región de los Arévacos. Tiene el cerro á su Norte el lugar de Peñalba de Castro; al Oriente, los de Quintanarraya é Hinojar del Rey; por la banda del Mediodía, los de Brazacorta y Peñaranda de Duero; y por la de Occidente, á Hontoria y Baños de Valdearados. No dista mucho, al Sudoeste, el pueblo de Coruña del Conde, arrabal de la famosa ciudad arévaca, de la cual usurpó, aunque alterada, la antigua denominación.

Ruinas muy notables subsisten aún de Clunia: restos de murallas   —364→   y torres, y cimientos de grandes edificios, donde á cada hora descubre el arado en abundancia monedas y camafeos402.

Dos calcos del precioso bronce, magistralmente sacados, nos remite el Sr. Cantón Salazar; y después el Dr. D. Rodrigo Amador de los Ríos me ha distinguido con otro.

La lámina recién hallada, contiene un pacto de hospitalidad celebrado por los vecinos de Clunia con el prefecto del ala Augusta Cayo Terencio Basso Mefanas Etrusco en el año 40 de nuestra era cristiana, 793 de la fundación de Roma; y el texto dice así:

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  —365→  

7. meFanate. El grabador calzó tanto el pié de la F, que toma apariencia de E; pero su valor resulta indubitable en cuanto reflexionamos un poco. Dicha letra se eleva sobre las demás, lo mismo que en la voz praeFecto de la línea siguiente.



C(aio) Laecanio Basso, Q(uinto) Terentio Culleone co(n)s(ulibus).

Clunienses ex Hispania Citeriore hospitium fecerunt cum C(aio) Terentio Basso C(aii) f(ilio) Fab(ia) Mefanate Etrusco Praefecto alae Augustae liberis posterisque eius sibi liberis posterisque suis.

Egerunt leg(ati) C(aius) Magius L(ucii) f(ilius) Gal(eria) Silo, T(itus) Aemilius Fuscus.

«En el año que fueron cónsules Cayo Lecanio Basso y Quinto Terencio Culeón (primer semestre de 793 de Roma y 40 de Cristo).

»Los vecinos de la ciudad de Clunia, en la España Citerior, celebraron pacto de hospitalidad con Cayo Terencio Basso Mefanas Etrusco, hijo de Cayo, en la tribu Fabia, Prefecto del ala Augusta: contrato así obligatorio y extensivo á los hijos y posteridad de aquellos ciudadanos, como para el mismo Terencio Basso y para sus hijos y descendientes.

»Contrataron á nombre de la una y de la otra parte Cayo Magio Silón, hijo de Lucio, en la tribu Galeria, y Tito Emilio Fusco.»



Séame lícita una breve explicación del epigrafe.




II.

Los cónsules Cayo Leganio y Quinto Terencio


Con vivísimo interés nos brinda esta memoria epigráfica, puesto que, merced á ella, vemos á toda luz ya los nombres de los dos primeros cónsules sufectos y epónimos que hubo el año 793 de Roma y 40 de Cristo, cuando por tercera vez logró y abandonó en seguida aquella dignidad el emperador Cayo César Calígula.

Refiere Suetonio haber ejercido Calígula cuatro veces el consulado,   —366→   y que fué la tercera en León de Francia, desde el 1.º al 13 de Enero; administrándole solo y sin acompañado, no por soberbia ó descuido como propaló el vulgo, sino porque, ausente de Roma, ignoró haber muerto muy poco antes de las calendas de Enero el otro cónsul designado403. Lo mismo viene á repetir Dion Cassio en estas palabras: «Cayo no tenía colega cuando su tercer consulado; pero en manera alguna, como se ha dicho, por haber procurado ser solo, sino porque la otra persona elegida murió tan inmediatamente al día de comenzar á ejercer el cargo, que no hubo términos hábiles de reemplazarla con otra404

Hacen consonancia á tan eficaces testimonios el Cronicón Pascual y los Fastos Idacianos que mencionan á Calígula solo por cónsul de aquel año405.

Nada más que trece dias ostentó las haces; y voluntariamente las hubo de abandonar, sin duda para enaltecer á dos favorecidos suyos con la magistratura suprema de la República Romana. Ya es de inferir que no les otorgaría semejante honor sino por un semestre, como á la sazón se acostumbraba406. Ignorábamos sus nombres, cuando, habrá cosa de veinte años, pareció en Roma una lápida en la cumbre del monte Albano, entre las ruinas del templo de Júpiter Laciar, y nos dijo quién era el segundo de tales sufectos, sin podernos descubrir al primero, por lo borrada y maltratada que se veía la piedra. Ésta formaba parte de las muchas en que durante cuatro siglos se quiso perpetuar el recuerdo de las Ferias Latinas, institución política de Tarquino el Soberbio para reunir en cierta época del año á pueblos de idéntico origen, y estrecharlos en vínculos de amistad con el alborozo de animadas fiestas y la solemnidad de un sacrificio de sangre humana,   —367→   ante el numen tutelar de todos ellos407. Estaban obligados los cónsules á disponerlas y fijar el día de su celebración, que fué uno al principio y luego crecieron hasta cuatro. Augusto hizo grabar en mármoles casi ternos la memoria de cada Feria Laciar; y Teodosio las prohibió en 394. El nuevo fragmento nos declara haberse tenido á 29 de Mayo la del año en que ejercieron el consulado ...... NIO .... o Q TER.NTIO CUL .....408.

Pues bien, la tésera de Clunia, gracias á su maravillosa conservación, publica íntegros sus nombres: C LAECANIO BASSO Q TERENTIO CULLEONE; dejando enriquecido así el registro consular de Roma.

Hasta el emperador Claudio César, los documentos públicos se fechaban por los nombres de los cónsules ordinarios ó sufectos que á la sazón estaban en ejercicio. Pero Claudio reservó la eponimia, ó séase el dar nombre á todo el año, para los cónsules posesionados á 1.º de Enero, aun cuando en seguida muriesen, ó renunciaren ó vinieren á cesar por cualquiera causa.

En 1.º de Julio terminaron seguramente su empeño nuestros   —368→   cónsules sufectos y epónimos Basso y Culleón; y entraron en lugar suyo, también por designación del César á mi ver, y para los seis meses restantes, Cayo Gellio Poplícola y Marco Cocceio Nerva. Sus nombres, abreviados, nos enseña el Cronicón del senador Magno Aurelio Cassiodoro (470-562): cuyas son estas palabras, según el epítome de Aufidio Basso ilustrado por Mommsen, en las Actas de la Sociedad Sajónica:

«37. Proculus et Nigrinus.

38. Iulianus et Asprenas.

40. Publicula et Nerva.

His conss. Pilatus in multas incidens calamitates, propria se manu interfecit.

[41]. Caesar et Iulianus409.



Poplícola y Nerva, con sus nombres íntegros y completos, figuran como cónsules únicos del año 793/40 en los Fastos Consulares de Onofre Panvinio, 1557. Hoy tenemos ya la verdad en su punto: Gayo César fué el cónsul ordinario, á las calendas de Enero; á los idus del propio mes, entraron de sufectos y epónimos Basso y Culleón; y á las calendas de Julio, como sufectos y epónimos también, Cayo Gellio Poplícola y Marco Cocceio Nerva.

Prosigo en el examen de la tésera hospitalaria.




II

Los clunienses arévacos


Advierte nuestra lámina ser las Clunienses de la España Citerior los que se unían con pacto de hospitalidad á Cayo Terencio, diferenciándolos seguramente de otros que debió de haber en la Ulterior, lusitanos y béticos. La especie no nos cause extrañeza; pues de igual modo que hoy tenemos varias Coruñas (siete se me vienen á la memoria), pudieron existir en la edad romana varias Clunias, voz esta, á mi juicio, originaria de aquella. Oportunamente   —369→   escribe Cayo Plinio Secundo repetirse mucho aquí ciertos nombres geográficos, al hablar de Sigüenza y Osma: Secontia et Uxama, quae nomina crebro aliis in locis usurpantur410; y con efecto, nada menos que ocho Saguncias, Seguncias, Segoncias ó Seconcias ibéricas cito en mis discursos de «Geografía antigua», inventariadas con buenas razones y datos.

Hubo Clunias también fuera de nuestra península: en la Recia, donde ahora Feldkirch; y en Córcega, la que ya se dice Bastía. Pero no creo que por distinguirlas de ellas hiciese la nueva tésera expresión de provincia; supuesto que, registrándose ocho pactos de patronato y hospitalidad celebrados por ciudades españolas, solo este último ofrece semejante circunstancia. Ni la tiene otro de la misma Clunia hallado en Roma, porque al decir que la Asociación de ciudadanos Romanos del Convento Cluniense era quien elegía por patrono á un sujeto conspicuo de la ciudad del Tíber, mal pudiera confundirse con sus homónimas la que ostentaba el honor de Chancillería en la España Tarraconense. Y muy singular es que ocho poblaciones lusitanas, bastante apartadas algunas entre sí, mencionen á diez clunienses (difuntos); y tan solo á dos, el resto de España: no tomado, por supuesto, para esta cuenta lo perteneciente á los ruinas arévacas del cerro de Santa María de Castro.

Encumbrábase la ciudad de Clunia en sitio muy defendido por la naturaleza y el arte; sobre antiquísima vía, mencionada en el Itinerario de Antonino Augusto, la cual unió á la Coruña y Betanzos con Zaragoza; pasando, al Oeste del cerro de Santa María de Castro, por Lugo, Astorga y Palencia; y al Este, por Osma, Calatañazor, Numancia y Tarazona: que es decir, por las más floridas poblaciones de los Galaicos, Vacceos, Arévacos y Celtíberos propiamente dichos, hasta la cabeza ó principio boreal de la Edetania411. Un camino cluniense partía de la ciudad hacia el Septentrión en busca del importantísimo de los Berones   —370→   (transitus ex Beronibus)412, que, arrancando del puerto de Castrourdiales y dividiendo casi por mitad á España, se incorporaba en Sierra Morena á la vía famosa de Cádiz á Italia, vía denominada primero de Hércules413 y luego de Augusto.

Tal situación, pues, y condiciones tan excelentes hicieron á esta ciudad arévaca propugnáculo muy ventajoso en aquellos tiempos antiguos, y punto militar estratégico del mayor interés.

Así vemos fortalecerse en ella al intrépido y hábil Quinto Sertorio; y cercado por las huestes del Tiber, año de 679/75, resistir su empuje, asediar á los sitiadores, dar sobre el enemigo en frecuentes salidas y abatirlo y acobardarlo414.

Veinte años adelante, 699/55, algunas regiones de España intentaron sacudir el yugo extranjero; y Roma acudió al remedio presurosa. Acaudillaban el ejército español unos generales vacceos poco experimentados en la guerra; y en el primer encuentro los desbarató Quinto Metelo Nepote, varón consular, duro adversario de Cicerón. Pero, cuando Metelo comenzaba animoso á cercar y combatir á Clunia, caen sobre él los vencidos, le derrotan, y con insigne triunfo ocupan la ciudad. Poco aprovecharon las ventajas que Nepote alcanzó luego en lejana comarca, pues no pudo sujetar á los rebeldes, y harto logró salvándose de los peligros y hallando seguridad en los cuarteles de invierno415.

Como de los pueblos vencidos, nunca ó rara vez se escribe la historia, ignoramos la antiquísima de la bien fortalecida Clunia.

Desconocemos qué condición política le cupo al romanizarse, ni si antes de Augusto fué colonia ó municipio, ya de ciudadanos romanos, ya de latinos viejos. Pasósele por alto á Plinio decírnoslo, y dejó en blanco una ciudad en cada cual de todas estas clases, al inventariar las de la España Tarraconense416.

Imperando Tiberio César mirábase gobernada, no por dos varones (duumviri), que era lo común en las colonias, sino por   —371→   cuatro (quattuorviri), que era lo común también respecto de los municipios; aun cuando ni para una cosa ni para otra hubo regla absoluta.

Entonces gozaba Clunia el privilegio de batir moneda, y en ella resalta unas veces el símbolo del buey y otras el del jabalí; mostrándonos sus letreros, cómo las personas que ejercían allí á la sazón el cuatorvirato llevaban apellidos de diez familias nobilísimas en Roma, y de dos plebeyas, realzados los de estas últimas por magistraturas y hazañas de esclarecidos varones417.

Pero el renombre y fama de la ciudad arévaca parten del año 68 de Cristo, en que los Clunienses, alentando y enardeciendo al anciano Servio Sulpicio Galba, que regía la España Citerior, le deciden á sublevarse contra Nerón y ocupar el trono de los Césares. Habíanse ya levantado en armas las Galias, y ya las tropas de Sulpicio le habían aclamado emperador, á 3 de Abril, aun cuando él no quiso aceptar más título que el de Legado del Senado y Pueblo Romano. Fracasa la rebelión de las Galias, el ejército de España vacila, Galba teme, refúgiase á la animosa y fuerte Clunia; y le sale al encuentro el astuto sacerdote de Júpiter Cluniense, manifestándole que, excitado por tenaz sueño, acaba de hallar en lo más recóndito del santuario un vaticinio, pronunciado por fatídica virgen hacía dos siglos, que le asegura el triunfo y el imperio. Sorprende al guerrero que sea este vaticinio el mismo que, orillas del Mediterraneo, muy recientemente oyó á pudorosa doncella:


En momento feliz saldrá de España
Varón excelso á dominar el mundo.



Entre tanto, declarado Nerón enemigo de la patria, se da muerte. Trae á Clunia un correo la noticia el 16 de Junio, y prorrumpe la ciudad en vítores llamando á Galba emperador, y éste al punto sale para Roma. El Senado le recibe con aplauso; y hace acuñar monedas, en que se leen aclamaciones entusiastas: ¡La libertad   —372→   restituída! ¡Victoria de Galba! ¡Roma vencedora! ¡Roma renace! Ostentan otras la corona de encina que el Senado otorga al emperador por haber salvado á los ciudadanos418. Sin embargo ninguna tan interesante á nuestro propósito como la de gran bronce que tiene por el anverso la cabeza de Galba, coronada de laurel; y por el reverso, al emperador sentado en silla curul, con la espada corta al brazo izquierdo, y en ademán de recibir una victoriola ó estatuita de Palas que España le presenta. Léese arriba HISPANIA . CLVNIA . SVL . y al pié el decreto senatorial S . C419.

En documento de tamaña publicidad y perpetuidad reconoció el Senado Romano que España y su ciudad de Clunia dieron el triunfo á Galba, y que por ello la población vino á tomar el sobrenombre de Sulpicia.

Hoy no existe medio ninguno de averiguar con certeza cuándo obtuvo el dictado de colonia. Le ostenta en una piedra erigida entre los años 137 y 138, donde perpetuó los votos que hizo por la salud del emperador César Hadriano Augusto, «amparo y defensa de los Colonos Clunienses»420. Y mediado el propio siglo II, la sitúa el geógrafo Claudio Tolomeo entre los pueblos arévacos, llamándola Clunia colonia, Klouni/a xolwni/a421. Los Arévacos, á los cuales dió nombre el río Areva, según Plinio, formaban una de las cuatro naciones en que se hallaban divididos los Celtíberos422.

Lo que para mí está fuera de duda es el haber designado Au gusto á Clunia hacia el año 27 anterior á la era crístiana, por capital de muy vasto convento jurídico en la España Citerior. A él concurrían los Cántabros, Autrígones, Berones, Caristos y Várdulos; los Vacceos, Turmódigos y Pelendones; y los Arévacos: que es decir, de cuanta gente moraba desde la ría de Villaviciosa   —373→   en Asturias, á la desembocadura del Bidasoa; desde la confluencia del Esla con el Duero, por bajo de Zamora, hasta Ágreda y Medinaceli; desde los Toros de Guisando, hasta más allá de Cifuentes, donde Gallo y Tajo mezclan sus aguas; y desde el mar Cantábrico hasta el real sitio del Escorial, á vista de Madrid423.

Como olvidada aparece Clunia durante la dominación visigoda.

Presa del agareno, cuando míseramente sucumbió España en los comienzos del siglo VIII, pronto Alfonso I, el Católico (739-757) toma la ciudad y la abandona, después que degüella á sus moradores alarbes y se lleva consigo á todas las familias cristianas para engrosar sus huestes y defender las montañas de Asturias424. Vuelve el lábaro de Cristo, en 912, á enseñorearse de Clunia; y la puebla el conde Gonzalo Fernández425. Pero, transcurrido medio siglo, en 963, el Humeya Alhákem, rey de los Cordobeses, la entra y la destruye426. Tornan los deshechos baluartes á erguirse, merced á la constancia española; y caen de nuevo en poder de moros, un sábado 16 de Junio de 994427.

Hasta 1011 no logró Sancho García, el de los Buenos Fueros, nieto del conde Fernán González, posesionarse de Osma, de San Esteban de Gormaz y de Clunia: cedieron estas fortalezas los Alarbes á cambio de otras, y firmaron un tratado de paz con el Conde428. No duró mucho: cinco años después, el penúltimo de la vida de Sancho García, fué en Clunia deshecho el ejército cristiano429. Mas, á pesar del descalabro, conservaron y dilataron aquella tierra los condes de Castilla y los reyes de Navarra y León.

Conquistada Toledo por el sexto de los Alfonsos vinieron á caer   —374→   ya los desastres de la guerra sobre la línea del Tajo y del Guadiana, quedando libres y pacíficas las del Duero. Entonces, aquí se comenzó por restaurar los derechos territoriales de las iglesias. Y cuando promueven litigio sobre términos las de Osma y Burgos, sucesora de Auca, mandan los Padres del concilio celebrado en Husillos, cerca de Palencia, á fines de 1087 ó principios de 1088, que vaya entre ambas la mojonera por el nacimiento del río Arandilla, y Clunia permanezca en la jurisdición de Osma, como lo estuvo desde muy lejano siglo430.

Aun duraba en pié la vetusta ciudad, pero corrompida la voz Clunia en Coruña, á principios del XIII, cuando resplandecía triunfante la Cruz en las Navas de Tolosa. Poco á poco se fueron los vecinos trasladando á cómodo y antiguo barrio distante media legua; consigo aunque alterado se trajeron el nombre famoso de la población arévaca; y llamaron á la cumbre donde Clunia se irguió, el cerro de Santa María de Castro. Tal decimos hoy.

Mediada la centuria XIV, el undécimo Alfonso donó la villa de Coruña á Juan Martínez de Leyva, que había sido su embajador cerca del Papa Benedicto XII. Enrique II la incorporó á su corona; y Enrique IV la dió en 1466 á D. Lorenzo Suárez de Figueroa, en trueco de la encomienda de Mohernando. Labró allí D. Lorenzo fortaleza y castillo, y la población vino á denominarse Coruña del Conde.




IV

Terencio Basso Mefanas


Aquí en nuestra tésera vemos amistados á los Clunienses con el prefecto del ala Augusta Cayo Terencio Basso Mefanas Etrusco, hijo de Cayo, adscripto á la tribu Fabia; quien hace ostentación nada menos que de tres sobrenombres. Uno de ellos, el de Mefanas, á que corresponde el femenino Mefanatia, se comprueba por dos epígrafes de la Galia Transpadana, descubierto el más importante en 1713; el cual nos da los nombres y apellidos de cuatro   —375→   Mefanas libertos, varones la mitad y la mitad hembras431. Nuestro insigne Hübner califica de etrusca la voz Mefanas lo mismo que la de Mecenas, en sus Cuestiones onomatológicas432.




V

El ala augusta


Cuál fuese el ala Augusta, á cuyo frente se hallaba Cayo Terencio, es materia oscurísima. Las alas de caballería constaban ya de quinientos ya de mil caballos, compuestas de 16 turmas ó secciones, con 480 jinetes las primeras; y las últimas, de 24 turmas y 960 hombres. Cada ala tomaba apellido por la nación de que procedía, ó por su número; ahora, por la persona que la organizó; ahora, del territorio donde acampaba ó donde había hecho señaladas proezas. Desde Caracalla algunas ostentaron el nombre del emperador; y siempre se gozaron en usar algún apelativo honorífico, y tal como el de «Veterana», «Vencedora,» «Piadosa», «Fiel», «Augusta»433.

Observa el Sr. Mommsen que imperando Octaviano acampaban en Egipto, bajo el concepto de tropas auxiliares, tres alas y nueve cohortes; y que su número se redujo quizá por Tiberio. Una de estas alas llevaba la denominación de Augusta, sin otro ningún aditamento (lo mismo que la del bronce cluniense); y de ella probablemente en los días de Trajano, se envió un escuadrón (vexillatio) á Mesopotamia434. El ala referida obtuvo por su valor el renombre de Augusta435.

  —376→  

Cayo Terencio debía de ser á la sazón prefecto de esta misma ala Augusta; la cual todavía no se sabe donde acampaba en el año de 40.




VI

Contrato de hospitalidad


Usual fué en esta clase de instrumentos públicos la frase hospitium facere; y solo por excepción, como observa Hübner comentando la tésera descubierta en jurisdicción de Frechilla junto á Paredes de Nava, provincia de Palencia, vemos la fórmula Tesseram hospitalem facere436.

Sabido es que el pacto de hospitalidad consistía en prestarse mutuos auxilios determinadas ciudades, familias ó gremios, ó en trabar amistad estrecha por medio de público instrumento con una persona influyente ó necesaria para la defensa de intereses de cuantía y buen éxito de los negocios. Semejante pacto obligaba por lo común á los hijos y descendientes de los contratantes; y á ello aluden las dos fórmulas de nuestra tésera liberis posterisque eius, sibi liberis posterisque suis.

Ajustaban el tratado personas delegadas por una y otra parte; celebrábase en lugar oportuno, y á veces á presencia del magistrado; autorizábase por notario; y del protocolo extendía éste un breve resumen que se perpetuaba después en láminas de bronce.

Comúnmente dos legados ajustaban las condiciones, aun cuando en España tenemos ejemplar de cuatro y de seis. Nuestro bronce muestra dos legados, á saber: Cayo Magio Silón, hijo de Lucio, inscripto en la tribu Galeria; y Tito Emilio Fusco: ciudadano romano aquél, y éste no, pues carece de filiación y tribu romanas.

Parecía natural que, nombrando la tésera en lugar aventajado á los Clunienses y antes que al prefecto Cayo Terencio, imagináramos que al de este precede el legado de aquellos; y que lo fuese por Clunia Magio Silón y por el prefecto el Emilio Fusco.   —377→   Mas, conjeturo yo lo contrario; á saber, que el ciudadano romano hizo las veces del ciudadano romano; y el que no lo era, aunque sí cliente de un romano, representó á la ciudad. Colócanse, pues, á juicio mío los legados, no por el orden relativo al lugar en que aparecen los contratantes, sino por el orden de la jerarquía superior del primer legado respecto del segundo.




VII

Los diez contratos españoles de hospitalidad hasta hoy conocidos


A este número suben ya tales instrumentos públicos en nuestra patria; todos los cuales han merecido especial atención al egregio académico electo Sr. D. Eduardo de Hinojosa y Naveros, en su Historia general del Derecho Español, obra que verá la luz pública dentro de muy pocos días, para enseñanza y deleite de los estudiosos. El nuevo académico forma su catálogo eliminando algún monumento que, aun cuando hallado en España, no nos corresponde; é incluyendo otro de Roma, pero que pertenece á Clunia437.

La Academia tendrá gusto en recordar el índice de los documentos españoles de esta clase, escritos desde el año 2 al de 348, cuya noticia poseemos. Y son los diez siguientes:

I. Año de 2, á 4 de Marzo, Acces, hijo de Licirno, Intercaciense, hizo tésera hospitalicia con la ciudad de Palencia, para sí, sus hijos y descendientes, cuando Augusto administraba el consulado XIII. Al sabio Hübner parece que ha de ser ésta la segunda en antigüedad de cuantas registra la epigrafía romana. Yo fuí quien primero la vió, leyó y calcó, tan luego como se vino á descubrir, en 1870, entre Paredes de Nava y Frechilla, provincia de Palencia438.

II. Año de 5, á 18 de Octubre, Quinto Mario Balbo celebra contrato igual con el Senado y Pueblo de Lacídula (á 4 kilómetros   —378→   de Grazalema, sobre la margen derecha del Guadalete) ó de Acinipo (Ronda la Vieja), sin poderse averiguar cuál de ellos fuese por estar partida la lámina. Autorizaron la escritura cuatro legados; y pareció ésta en 1776, á la falda del peñón de Audita, que se yergue entre Grazalema y Ronda. Hoy existe en el Museo Arqueológico Nacional439.

III. Año de 6, á primero de Mayo, el Senado y Pueblo Boccoritano, en Mallorca, solicita por patrono á Marco Atilio Verno, y éste acepta el compromiso en debida forma, tratándolo dos pretores. La tabla de bronce fué hallada en Pollenza, á la parte de la marina que dicen el «Campo de Bócar,» año de 1765440.

IV. Año de 27, á 28 de Abril, las gentilidades de los Desoncos y Tridíavos, ambas de la gente de los Zoelas, renovaron vetusto y antiguo pacto de mutua hospitalidad en Corunda, ante el magistrado de los Zoelas, apoderados para ello seis delegados. Y á 11 de Julio de 152, viniendo los mismos á confirmar su anterior alianza, admitieron á ella tres personas más de otras tantas gentes: dos legados lo contratan y vigorizan en Astúrica, Astorga. Trájose de los confines astorganos á Madrid la preciosa tésera, antes de mediar el siglo XVII; y el Museo de Berlín ahora la posee441.

V. Año de 40, sin expresar mes ni día, los Clunienses de la España Citerior firman escritura de hospitalidad con Cayo Terencio Basso Mefanas Etrusco, prefecto del ala Augusta, interviniendo un apoderado por cada parte. Dió con esta bella lámina de bronce un labrador de Peñalba de Castro, en la provincia de Burgos, á principios de Abril del corriente año de 1887.

VI. Año de 57, á 6 de Diciembre, en el segundo consulado de Nerón, la ciudad Pompelonense, Pamplona, renueva la hospitalidad con Lucio Pompeyo Primiano, agenciándolo representantes de éste y de aquélla. En Arre, á una legua de Pamplona, se descubrió la tabla broncínea, año de 1614442.

VII. Año de 185, á 1.º de Noviembre, la misma república de   —379→   Pamplona se junta en hospitalidad con Publio Sempronio Taurino, natural de Damania (ciudad que estuvo en las comarcas de Valencia), y le solicita por ciudadano y patrono suyo. Esta lámina y la anterior se hallaron juntas443.

VIII. Año de 222, á 13 de Abril, siendo cónsul el emperador Severo Alejandro, la Asociación de ciudadanos romanos del convento jurídico de Clunia solicita por patrono á Gayo Mario Pudente Corneliano, sin que subscriba la escritura otro legado que el de los Clunienses. Pareció en Roma esta lámina, y Esteban Antonio Morcelli vino á incluirla en sus estudios epigráficos444.

IX. Año 239, sin circunstanciar la fecha, é imperando Gordiano el Piadoso, un colegio de hombres y mujeres libertinos y siervos, del municipio Segisamonense (hoy Sasamón en la provincia de Burgos), bataneros, peineros, zapateros y fabricantes de clavos ó cuñas de madera, otorgan documento votivo á favor de los cuatro patronos y una patrona de aquel gremio, ponderándolos de beneméritos, muy felices, piadosísimos y excelentes conciudadanos y amigos. Descubierta en Sasamón el año de 1869 tan peregrina tabla de cobre, la conserva el Museo provincial de Burgos445.

X. Año de 349, á 9 de Abril, imperando los hijos de Constantino Magno, un gremio, al parecer, de adornistas (Fabri subidiani), en Córdoba, ofrece tésera de patronato á Julio Caninio, por medio de tres de sus maestros446.

Quizá me he dilatado más de lo justo, por cumplir el mandato de la Academia: la cual desea promover y arraigar en nuestro suelo este linaje de buenos estudios. Brindan á ello también lo curioso de la materia, y el poderla tratar como si tuviéramos la propia lámina ante los ojos; que tan lindos calcos nos ha facilitado   —380→   el Sr. D. Leocadio Cantón Salazar. ¡Ojalá nuestro benemérito correspondiente, excitando el patriotismo del dueño de ella, consiga que venga á enriquecer el Museo provincial de Burgos! Y si á éste disputara semejante gloria el Museo Arqueológico Nacional, ¡ojalá no se perdone medio para que logre aquí digna colocación el valioso monumento!

Madrid 20 de Mayo de 1887.

Aureliano Fernández-Guerra.






ArribaAbajoII. Comisión histórica en Túnez

En sesión de 13 de Junio de 1884, leí á esta Real Academia un corto informe, dando cuenta de la existencia en Túnez de manuscritos árabes que debían ser interesantes á nuestra historia, dado lo que se sabía de los autores; pues los tales manuscritos no habían sido examinados por los que de ellos dieron noticia, ni por entonces era fácil hacerlo, dada la excitación que en aquel país existía contra los europeos, y la circunstancia de que los manuscritos pertenecían á la biblioteca de la mezquita Azzeitunah; de modo que por entonces parecía inútil el pretender llegar adonde nadie había llegado, por más que á nadie interesa como á los españoles examinar aquellos libros: á fines de 1886, adquiridas por mí nuevas noticias, en virtud de las cuales parecía que calmada algún tanto la excitación anti-europea, quizá fuera posible examinar dichos libros, y habida noticia, aunque mal dada ó mal entendida, de la existencia de otros libros no menos interesantes, nuestro celoso Director, de acuerdo con los señores académicos D. Eduardo de Saavedra y D. Juan Facundo de Riaño, creyó sería conveniente el que uno de los que nos dedicamos á los estudios árabes pasase á la costa N. de Africa, con objeto de visitar las ciudades de Argel y Túnez y las demás que   —381→   creyese oportuno, para estudiar durante algún tiempo los manuscritos árabes que pudiera proporcionarse: dadas las ocupaciones que pesan sobre los señores académicos dedicados á las letras arábigas, y las circunstancias personales que los rodean, no era fácil que ninguno pudiera ausentarse de su familia por mucho tiempo; y como el que suscribe no podía alegar más ocupaciones que las ordinarias de la enseñanza y de trabajar en los estudios histórico-arábigos, no obligaciones de familia, que no tiene, presentada y no admitida la única excusa ó inhibición que podía alegar, la de su nulidad para estas gestiones, hubo de prestar su asentimiento á que se gestionase por nuestro digno Director á fin de que el Excmo. Sr. Ministro de Fomento confiase al que suscribe la comisión para pasar á la Argelia y Túnez, y copiar ó estudiar los manuscritos que pudiera procurarse, tanto de las bibliotecas públicas como de las particulares.

Dada por el Excmo. Sr. Ministro de Fomento la correspondiente comisión, y concedida después licencia para acompañarme al aspirante del Cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos, D. Francisco Pons, emprendí el viaje, visitando primero la ciudad de Orán, para desde allí pasar á la capital de la Argelia, donde sabía que existían manuscritos, cuyo examen pudiera interesar á nuestra historia.

No habiendo en Orán biblioteca pública, y no dando los Guías del viajero noticias de bibliotecas particulares cuyo acceso pudiera intentarse, me detuve solamente cuatro días, estudiando el bien organizado Museo de Antigüedades, donde si se conservan muchos monumentos antiguos dignos de estudio, tanto de las épocas primitivas como de la romana, son pocos los de carácter árabe y por lo que pude comprender, ninguno hay de verdadero interés para España: no sucede lo mismo respecto á la época moderna, de la cual hay varios monumentos que recuerdan nuestro dominio en aquella ciudad, que hoy resulta más poblada por españoles que por franceses.

Trasladado á Argel, mi primer cuidado, después de visitar á nuestro digno Cónsul general, señor Marqués de González, fué dirigirme á la Biblioteca pública, á la que me acompañó el señor D. Joaquín González, agregado diplomático del consulado, joven   —382→   dedicado á estos estudios, de los cuales ha dado buena muestra en su trabajo Essai chronologique sur les Musulmans célèbres de la ville d'Alger (texte árabe française), Alger 1887, de quien habré de hacer mención muy pronto.

La Biblioteca departamental de Argel, en la parte árabe, consta de los manuscritos que se pudieron salvar á raiz de la conquista, y de los impresos que de un modo ó de otro se han adquirido de Europa, ó de los muy notables bajo el punto de vista didáctico que se han impreso en las tres capitales de los tres departamentos ó provincias, Orán, Argel y Constantina.

El número de manuscritos árabes catalogados en el Inventaire sommaire des manuscrits des bibliothèques de France par M. Ulysse Robert, asciende á 1.446, resultando que se acerca mucho al número de manuscritos que posee la Biblioteca del Escorial: dado el número considerable de manuscritos, no podía pretender examinarlos todos, sino que debía limitarme al examen de los que creyese más importantes por lo que se lee en el catálogo, bastante imperfecto por cierto, de cuya circunstancia había sido informado por nuestros ilustrados correspondientes MM. Hartwig Derenbourg y E. Fagnan.

Muchos fueron los libros que examiné, útiles y hasta de verdadero interés algunos, inútiles para mi objeto los más; pues aun siendo de autores españoles, los que tratan de asuntos religiosos, gramaticales, de derecho ó de ciencias naturales, es decir, los no históricos ó geográficos, hoy por hoy tíenen, ó mejor dicho, les concedemos poca importancia, por tenerla indudablemente mayor los puramente históricos ó geográficos, por ser estos los estudios de nuestro instituto, y á los cuales hubiera debido dedicar mi preferencia, aunque mis aficiones hubieran sido otras; pero conste que no solo no los desprecio, sino que por el contrario, creo que no podremos decir que sabemos nuestra historia árabe, mientras no se hayan estudiado y puesto al alcance de los no arabistas las ideas culminantes contenidas en los centenares de volúmenes de autores árabes españoles, que se guardan en las bibliotecas.

He de hacer constar que quizá me haya dejado sin examinar libros muy importantes: varios ó casi todos los manuscritos que   —383→   tratan de la historia moderna de la costa de África, y que, por tanto, se rozan más ó menos con nuestra historia desde los Reyes Católicos, no pudieron facilitárseme, por haber sido prestados fuera de la biblioteca: de algunos es muy posible que no haya sospechado su importancia, por ser muy vagas ó erróneas las indicaciones del catálogo provisional: algunos, por no estar en su sitio correspondiente, no pudieron ser habidos, lo que no es de extrañar, aunque sí de lamentar, dadas las condiciones de la biblioteca, instalada en una hermosa casa árabe, muy á propósito para pasar la vida en la contemplación ó en la indolencia, á que tanto se prestan habitaciones pequeñas y laberínticas, que nunca baña el sol, y de malísimas condiciones para bibliotecas y museos.

No creo que en esta reseña general deba dar noticia de todos los manuscritos que he examinado en las bibliotecas de Argel, Túnez y Constantina, y me limitaré á dar aquí una ligera noticia de los dos más importantes que en la biblioteca de Argel contienen obras de verdadero interés histórico, á condición de dar de ellos más detalles en ocasión oportuna.

El conocimiento del primero, que lleva el número 26 del catálogo, me había sido comunicado espontáneamente antes de conocerme, por nuestro hoy estimado amigo y correspondiente de esta Real Academia, M. E. Fagnan, distinguido profesor de la Escuela de Letras de Argel, quien encargado de hacer un nuevo catálogo, al examinar este manuscrito falto de principio y sin título, comprendió al momento que no era lo que se decia en el catálogo: averiguar cuál fuera su título y autor, era tarea más difícil, quizá imposible; pero M. Fagnan tuvo la buena suerte de sospechar algo de lo que podía ser, y puesto en la pista, pudo seguirla hasta el fin: como el libro contiene biografías de musulmanes españoles, teniendo á su disposición la Crestomatía arábigo-española de los Sres. P. Lerchundi y Simonet, donde se contienen varias biografías con la indicación de los autores de donde están tomadas, examinó si alguna de las contenidas en esta obra se encontraban en el manuscrito en cuestión, y habiendo encontrado dos que están en ambas obras, pero compendiadas en el manuscrito, sospechó que éste era un compendio de la Tecmilah de   —384→   Aben-Alabbar, y sabiendo que yo me ocupaba en la publicación de esta obra, me comunicó la noticia, por si podía interesarme: como era natural, le contesté inmediatamente, dándole las gracias y remitiéndole el primer tomo que acababa de publicar, para que pudiera cotejarlo con el manuscrito, lo que hizo inmediatamente, habiendo tenido la amabilidad de remitirme á los muy pocos días una nota muy detallada de las biografías extractadas en el manuscrito, ya que no se extractan todas las del códice del Escorial, ni son las solas extractadas; pues parece que Aben-Alabbar debió hacer una segunda edición de su Tecmilah; al menos en el manuscrito de Argel se incluyen algunas biografías que no habíamos visto, y como la inmensa mayoría se ve que están tomadas de Aben-Alabbar, puede suponerse que lo mismo acontece con las restantes.

Con el número 1.143 consta en el catálogo de los manuscritos de Argel un volumen de letra no muy antigua, que contiene dos obras históricas: la primera no parece tener interés para nosotros; la segunda, que comienza al folio 62 ó 72, teniendo solo 20 ó 30 hojas, no tiene nombre de autor ni quizá título, y decimos quizá porque como portada leemos:

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(Este es) un libro en el que se menciona la causa del recuerdo de la conquista de Alandalus y de sus emires.

Después, en la introducción, y de modo que puedan las palabras suponerse del autor, dice:

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En cuanto á lo demás, este es un libro en compendio, se recuerda en él la causa de la conquista de Alandalus.

Aunque de pocas páginas, este libro nos pareció de importancia, pues es un compendio de la historia de los musulmanes en Alandalus desde los primeros tiempos hasta los Almoravides, según resulta de la indicación del autor después de las palabras copiadas poco há, y del contenido del libro, que llega efectivamente   —385→   hasta los Almoravides, aunque por desgracia con una gran laguna, que existía en el original de donde se copió; pues al margen del reinado del emir Mondzir, dice, que había un blanco de cerca de cuatro líneas, que es de suponer se haya tomado por hojas ó cuadernillos, pues falta toda la historia del siglo IV y primeros años del V hasta la muerte de Alí ben Hammud.

Estudiado este libro, hicimos extractos de la última parte, que comprende el período de los reyes de taifa, del cual, por más conocido para nosotros, podíamos tener casi seguridad de conocer qué datos eran nuevos: hecho esto, cuando nos disponíamos á estudiar y comparar lo referente al primer período, por indicación nuestra se resolvió á publicar esta obrita con la traducción correspondiente nuestro buen amigo D. Joaquín González, que proyectaba ocupar las horas que le dejaban libres sus obligaciones con la traducción de otra obra, que me pareció menos importante: con este motivo, desistimos de hacer más extractos de la obra y de mandarla copiar para la Academia, esperando que pronto vea la luz pública; pues nuestro querido amigo tiene ya hecha la traducción.

Examinados los manuscritos de la biblioteca de Argel, que me parecieron podían tener interés, salimos para Túnez, punto principal de nuestro viaje, deteniéndonos en Constantina durante día y medio para descansar de la jornada de diez y ocho horas de ferrocarril, y ver algo de sus muchas antigüedades romanas.

Examinado á la ligera el Museo arqueológico, y sacada impronta de alguna moneda árabe española, salimos para Guelma, la antigua Kalama, donde es preciso hacer noche después de una corta jornada de ferrocarril: de buena gana nos hubiéramos detenido para ver un teatro romano en regular conservación; pero ansioso de llegar á Túnez, no creí debiera detenerme un día por ver una antigüedad más, ajena á mis estudios.

De Guelma á Túnez hay una distancia de 333 kilómetros, que se atraviesan en un día, saliendo de Guelma á las cinco de la mañana y llegando á Túnez á las ocho de la noche.

Llegados á Túnez, nuestro primer cuidado fué visitar á los señores Cónsul y Vicecónsul de España, y de acuerdo con los mismos, al día siguiente, acompañado del Sr. D. Enrique de Vedia,   —386→   nuestro Vicecónsul, fuimos á visitar á M. L. Machuel, Director general de Estudios, para quien llevaba eficaz recomendación del señor Embajador de Francia en esta corte, M. Cambon, recomendación que me había sido proporcionada por nuestro compañero el Sr. Riaño, quién al comenzar las gestiones que produjeron esta comisión, había hablado del proyecto con M. Cambon, ofreciendo éste desde el primer momento su valiosa recomendación. Presentados á M. Machuel, éste ofreció desde luego su incondicional apoyo para facilitar el éxito de nuestra misión, ofreciendo de un modo concreto pedir prestados, como para su uso particular, los libros que yo deseaba estudiar, y como de los más importantes llevaba ya nota preparada, dió órden á su secretario de que pidiese al bibliotecario de la mezquita cuatro ó cinco de estos libros, quedando en avisarme cuando estuviesen en su poder: por desgracia, este procedimiento no era muy expeditivo, pues había que pasar por las manos de los moros, para quienes no es oro el tiempo, y como en esto, como en casi todo lo que se roza con los gobernantes franceses, parece que proceden con no muy buena voluntad, no atreviéndose á resistir la orden del Director, quizá tardaron más de lo que los trámites exigían: puestos por fin los libros en poder de M. Machuel, y avisado de que los tenía disponibles, me personé en su despacho, y previo un ligero examen de los tres manuscritos y un impreso que había pedido, por si era manuscrito, como parecía por el catálogo, por galante invitación de M. Machuel, me llevé á mi casa el manuscrito más interesante, con objeto de hacer su estudio con toda holgura.

Este primer manuscrito, que me fué dado estudiar, es un tomo que comprende la obra imagen Historia de los sabios de Alandalus por Aben Alfaradhí, ejemplar precioso de la obra maestra del príncipe de nuestros biógrafos árabes, obra desconocida por completo en Europa, á no ser por la referencia de los muchos autores que la citan.

Estudiada y extractada por mí esta obra en once días, pues me urgía devolverla para estudiar otra, volví á visitar á M. Machuel, quien á mi instancia tuvo la amabilidad de acceder á mandar sacar una copia de dicha obra con destino á la biblioteca de la   —387→   Real Academia de la Historia; además me facilitó otro de los manuscritos pedidos, que en siete días estudié y extracté, el cual contenía la obra de imagen Aben Hazam imagen Colección de genealogías de los árabes, obra también desconocida en Europa, y de la cual saqué no pocas notas, copiando capítulos enteros, no habiendo mandado copiarla, porque en su conjunto no es de gran interés para nosotros, y además porque la copia es moderna y no muy buena.

Al devolver este libro á M. Machuel para que pudiera prestarme otro, supe que había salido de Túnez por bastantes días, de modo que resultó inútil la precipitación con que había yo procedido en el estudio de este manuscrito, y como mi amigo estuvo fuera de Túnez más de quince días, mi estancia se hizo molesta por el poco fruto que yo creía recoger, aunque en estos días me dediqué principalmente á otros trabajos, de que hablaré después.

Vuelto á Túnez M. Machuel, me facilitó el otro manuscrito, que ya tenía en su casa, y que comprende la primera parte de la obra imagen, Assilah de Aben Pascual, que yo he publicado: me hubiera sido muy grato cotejar todo el manuscrito con el texto impreso, que me había llevado con este objeto; pero como para que M. Machuel pidiera nuevos libros de la mezquita era preciso devolver los del primer pedido, no creyendo que por hacer este cotejo, que casi solo tenía interés personal mío, pudiese invertir quince días, me limité á estudiar el manuscrito con objeto de apreciar su valor como copia, para que en su día, si hay que hacer una nueva edición de esta obra, se pueda tener en cuenta este manuscrito; así pues, examinado y tomada nota bibliográfica en dos días, lo devolví para poder pedir otros; y volvieron las dilaciones consiguientes, hasta que por fin pude ver otros dos libros por este procedimiento, no habiendo pedido más, porque no siendo de gran interés el estudio de los otros y palpadas las grandes dificultades, estaba dispuesto á salir de Túnez de un día á otro, por más que, por causas que diré después, tardé bastante en verificarlo.

Tenía, sin embargo, algún interés por ver dos ó tres obras, y por iniciativa de una de las personas que se interesaba más por   —388→   mis cosas, ya que no me había decidido á entrar en la mezquita, como él lo tenía preparado, sin más que usar un ligero disfraz, consistente en cambiar el sombrero por un gorro tunecino, se adoptó otro procedimiento más sencillo y no expuesto á peligro alguno: no lejos de la mezquita hay una pequeña tienda ó despacho, que ocupaba persona conocida por nosotros: puesto de acuerdo con dos hermanos, y habiéndose proporcionado un ejemplar del Catálogo con las adiciones manuscritas, me lo llevó para que yo viese qué libros deseaba examinar: como tenía bien estudiado el Catálogo, pues además de haber visto un ejemplar que me había facilitado M. Machuel, en estos mismos días me habían facilitado otro ejemplar en uso en la mezquita, y por tanto con las mismas adiciones manuscritas, que no estaban en el primero, dí pronto la nota de los números, y nos fuimos á la tienda: dos hermanos entraron en la mezquita, pidieron uno de los libros, y poniéndose en un rincón, hicieron como que se ponían á estudiar en el libro: luego, el hermano menor lo metió en el capuchón del albornoz y vino adonde estábamos, quedando como en rehenes el que había pedido el libro: en la tienda estábamos el que podía considerarse dueño de la misma, el que había ideado el juego, el Intérprete del consulado, que desde su regreso á Túnez, después de mi llegada, me acompañaba á todas partes, y yo; examinado un libro, y tomada alguna nota para la papeleta bibliográfica, se devolvía á la mezquita y se pedía otro; así examiné los tres tomos de la imagen La Ihatha de Aben Aljatib y el imagenimagen y algún otro que resultó sin importancia.

Quise repetir este procedimiento pocos días después para examinar aún algunos libros más; pero no fué posible, porque se había hecho demasiado público, y el bibliotecario no se prestó á la farsa.

Aunque al llegar á Túnez no pensaba que en las librerías ó en poder de los particulares pudiera encontrar libros interesantes para nuestra historia, y por tanto no intentaba penetrar en ellas, pues aun de las librerías me habían dicho que no me sería fácil adquirir los libros corrientes, pronto cambié de modo de pensar:   —389→   indújome á creer que en poder de los moros podían encontrarse libros muy buenos, el haberme convencido de que en la mezquita no existen hoy los libros de que confidencialmente se había dado noticia á M. Cherbonneau, hace treinta años; y no se crea que fuera cosa fácil convencerse de que tales libros no están hoy en la mezquita, pues podía haber la sospecha de que al imprimir los Catálogos, pues son dos las secciones con su Catálogo correspondiente, no se habían incluido todos los libros, suponiendo, pues allí siempre se anda en suposiciones, suponiendo, repito, que hechos los Catálogos por los moros, pero por iniciativa de los que para ellos son enemigos, habrían ocultado los libros más importantes ó los habrían distribuído entre la gente de la mezquita: quizá todas estas suposiciones carezcan por completo de fundamento y se pruebe en su día que nada ha desaparecido; pero yo podía y debía pensar que si hoy no están en la mezquita los libros de autores españoles, de que hablaron á M. Cherbonneau, estarán en otra parte, y estaba en el deber de procurar averiguarlo.

A este fin, hecha una nota de los libros en cuestión, que yo creía y creo existentes en Túnez, acompañado del Dr. Prats, médico español al servicio de Su Alteza el Bey, pues el Intérprete del consulado estaba aún fuera, me fuí á ver á varios libreros, encareciéndoles la adquisición de tales libros, por cada uno de los cuales se les daría una cantidad de 50 francos, además de lo que costase el libro, si podía adquirirse: no sé si los libreros se deslumbraron con esta promesa, ó efecto de su idiosincracia creyeron muy fácil encontrar tales libros: me encargaron les copiase la nota de los mismos, la cual no llevé al día siguiente por ser viernes y estar cerradas las tiendas de los moros; pero lo hice el sábado, quedando ellos al parecer muy dispuestos á registrar todos los rincones; volví á los pocos días, y me pareció que solo el uno de ellos se había ocupado en mi encargo; pues me preguntó si era verdad que había encontrado la Crónica pequeña de Aben Pascual, imagen y contestando que no, añadí por escrito (pues solo así me entendía con ellos), que si la encontraba, daría por ella aunque fuera 1.000 francos; palabras de las   —390→   que casi me arrepentí á los pocos días, cuando habiéndome dicho por escrito que me la había encontrado y que me la venderían, y al efecto la vería en la librería, pensé que pudiera no valer tanto dinero, si efectivamente era muy corta y no correspondía por su mérito al nombre del autor.

En los días inmediatos me dió la buena noticia, si hubiera sido verdad, de que había encontrado otros dos de los libros de mi nota; pero nunca llegó el caso de poderlos ver, y solo de uno me expliqué de un modo algo satisfactorio cómo decía que lo había encontrado; pues el encuentro se redujo, según creo, á que alguno le dijo que en años anteriores, al venderse en subasta los libros de una testamentaría, un fulano había comprado en 80 piastras la obra imagen Crónica de Córdoba por AzZahrawy; para el librero esta indicación era lo mismo que haberlo encontrado, y contando sin duda con que para el moro el libro no tenía gran importancia, daba por hecho que lo vendería: después de mucha conversación, resultó que el moro dijo que lo había vendido á otro moro, que estaba en Tozeur; le escribió el librero, y cansado yo de esperar la contestación, pues por aquellos días había llegado á la conclusión de no creer nada de lo que me decían, puso el librero un telegrama al moro, con la contestación pagada, telegrama que llevé yo mismo, y á los dos días contestó que no había visto nunca semejante libro; ¿quién mentía? No lo sé. ¿Ha existido allí tal libro? Lo ignoro después de tanto andar tras él. ¿Mentían á sabiendas para engañarme? No lo comprendo; pues á todo esto yo no soltaba una piastra, y es más, ni aun la quisieron para gastos de gestiones.

Estimulado por estas y otras promesas ó aseveraciones de hallazgos, mientras les dí algún crédito, puse una larga nota de libros históricos de Alandalus, nota que se repartió á varios agentes, dando todos el mismo resultado de promesas de libros muy interesantes, pues me decían: «te he encontrado este libro y el otro, y te lo traeré;» pero yo no los he visto. ¿Es que algún musulmán, después de haber enseñado á los agentes algunos de los libros, no querían dejarlos ver, á pesar del interés del agente, y que éste tenía que acudir á mil mentiras para salir del paso? No   —391→   lo sé: si por haberlos visto no me hubiera convencido de que en poder de particulares hay muchos libros, hasta dudaría de la existencia de bibliotecas de su pertenencia.

Después de haber visto sin dificultad la biblioteca de un particular, á quien me presentaron los Sres D. Enrique de Vedia y D. Manuel Saavedra, por más que en ella no encontrase nada de interés para nosotros, comencé á gestionar, encargando averiguasen quienes tenían libros, y medio de presentarnos: después de muchas gestiones he llegado á ver en los últimos días de mi estancia en Túnez, hasta seis bibliotecas particulares muy numerosas, y si nada he encontrado de lo que más especialmente buscaba, he podido convencerme de que en poder de particulares hay muchos libros antiguos, de los cuales algunos de los vistos proceden de España: por haber visto un poco estas bibliotecas no puedo decir que las he estudiado, porque para esto hubiera necesitado mucho tiempo, pues en alguna de ellas creo había más de 500 volúmenes, la mayor parte manuscritos: hay que notar como cosa digna de especial mención, que de dos de las bibliotecas tenían catálogo por materias, y que si llega uno á entrar en relación con ellos, parece que no tienen gran repugnancia en dejar ver sus libros; pero como en general son poco ó nada entendidos en bibliografía, es inútil ó poco menos pedirles que enseñen á uno los libros de historia de España: hay que preguntarles por tal ó cual libro, ó sería preciso verlos todos, á no ser en el caso de que tengan catálogos; pues entonces ya es fácil prescindir de examinar muchos que resueltamente no nos interesan, y preguntar ó procurar ver aquellos que por sus títulos parezcan interesantes ó se sospeche que lo son por el título ó por el nombre del autor.

Hacía días que me habían hablado con la exactitud de siempre de una de las obras de imagen Aben Çaid como existente en una biblioteca de La Marsa: cuando el librero se convenció de que no podía proporcionármela, se prestó á decirnos quién la tenía, y resultó que se decía estar en una de las llamadas bibliotecas de Su Alteza el Bey: nos sorprendió la noticia de que existiesen tales bibliotecas; pues había hecho preguntar expresamente si alguno de los individuos de la familia del Bey tenía libros, y nos habían asegurado que no: procuré, sin embargo, enterarme   —392→   por otro conducto, y resultando cierta la existencia de la biblioteca ó bibliotecas en el palacio de La Marsa, hablé al señor Cónsul general para ver si podía proporcionarme el acceso: no costó mucho trabajo el conseguirlo, pues habiendo hablado de mi pretensión al Residente general M. de Massicault, Ministro de Estado de Su Alteza el Bey, accedió sin dificultad á lo solicitado, dando órdenes al general Valénçi para que, puesto de acuerdo con el bibliotecario, me facilitase la entrada para poder estudiar á mi placer lo que quisiese: acordado el día, nos fuimos una mañana en el tren de las 6h 30m, y después de pasear un poco por La Marsa para esperar que fueran las ocho, á esta hora nos fuimos á palacio, siendo recibidos en la puerta por uno de los ayudantes, á quien el general Valénçi había dado orden de que nos introdujera en el despacho del Ministro hasta tanto que él llegara; introducidos al poco tiempo en la biblioteca, que está en dos departamentos separados, nos encontramos con dos estantes de libros, de los cuales había una lista, no catálogo; por hacer un poco los honores á la llamada biblioteca, pedí algunos de los libros y tomé alguna nota, pero ninguno de ellos me interesaba; de modo que en vez de estar trabajando hasta la una, como me había propuesto, á las diez nos despedimos; pues para ver cosas que no tenían interés, no merecía la pena de tener molestados á mis dos compañeros y de entretener ó satisfacer la curiosidad de los espectadores, que no eran pocos en algunos momentos, incluso uno de los Príncipes, hijo de Su Alteza el Bey.

La gran dificultad para estas investigaciones estriba en averiguar quiénes tienen libros; pues creo que una vez averiguado, aunque es difícil encontrar quien haga la presentación, si para esto se quiere acuerdo previo, creo que en último término se debe intentar el entrar sin tal acuerdo ó preparación; al menos así lo hicimos en los dos últimos días, por supuesto acompañados de un indígena, y la estratagema surtió efecto.

Por lo que había leído y oído, creía que era inútil intentar ver los libros particulares, en el supuesto de que tenían muy poco; hoy estoy convencido de lo contrario, y creo haber visto lo que en Túnez no ha visto ningún europeo; y no es que pretenda pasar plaza de diplomático, sino que quizá los musulmanes oponen   —393→   á nuestros deseos menos resistencia que á los de los franceses, á quienes quizá aborrecen porque hoy son sus dominadores, y consideran á los españoles como de la misma raza; y en verdad que al verlos, muchas veces creía ver á algunos de mis conocidos disfrazados de moros.

En los últimos días de mi estancia en Túnez entablé relaciones para ver libros interesantes y que existen en puntos bien distantes entre sí dentro de Argelia, Tlemecen y Constantina.

En Argel, mi amigo M. E. Fagnan, en los pocos ratos que pude gozar de su compañía, me había dado noticia de varios libros de historia de España existentes en Tlemecen, en poder del táleb Sidi El-Harchandi: son los tales libros un tomo de historia por Aben Hazam, la Ihathah de Aben Aljathib y el imagen estas dos últimas son obras conocidas ya, pero conocíamos un solo ejemplar, no muy bueno; la primera es desconocida: desde Túnez me decidí á escribir á nuestro Cónsul en Orán, Sr. D. Ernesto Merlé, encareciéndole la importancia que podría tener para nosotros el adquirir, ó al menos estudiar tales obras, y le encargaba pusiera en juego sus relaciones para ver si podía adquirir tales libros, ó que el táleb se prestase á dejármelos ver, en cuyo caso, al volverme á España, le decía, me volvería por Orán con objeto de llegarme á Tlemecen: el Sr. Merlé me escribía á los pocos días dándome cuenta de sus gestiones, de las cuales resultaba que había esperanza de vencer la resistencia del moro, al menos así lo creía la persona que en Tlemecen gestionaba en este sentido, á quien no se había negado rotundamente, si bien antes de comprometerse, para ganar tiempo, exigió que dijese de un modo concreto qué libros deseaba yo ver, pues decía que tenía muchos;-para ven ir á parar, cuando ya no podía hacer perder más tiempo, en negarse, diciendo «ne pas laisser toucher ses livres par un roumi

Más afortunados fuímos con los libros existentes en Constantina. M. Fagnan me había hablado de la biblioteca de los herederos de Sidi Hamoudah, de cuyos libros ninguno tenía para nosotros singular interés: y como al pasar por Constantina nos hablaron en el supuesto de ser por entonces imposible el ver la tal biblioteca, no hicimos hincapié en ello; pero estando en Túnez,   —394→   al escribirnos M. Fagnan, nos comunicó una noticia que no había pensado en comunicarme en Argel, diciendo que en dicha biblioteca había visto dos libros referentes por completo á la historia de España, según resultaba de las notas que había sacado en los pocos momentos de que había podido disponer: copiaba literalmente sus notas, y de ellas resultó, para mí casi con seguridad, que uno de los libros era de gran interés, pues se refería al príncipe de nuestros historiadores árabes, Aben Hayyan, aunque en la nota no lo decía, pues ponía solo el título imagen, Almoktabiç, y me hacía dudar el que M. Fagnan no se hubiera fijado más en su importancia, sin duda por los pocos momentos que pudo dedicar á su examen.

En cuanto recibí la carta de mi amigo, escribí á nuestro Vicecónsul en Constantina. Sr. D. José Perals, encareciéndole la importancia que para nosotros podría tener la adquisición de tal manuscrito, encargándole que pusiera en juego todas sus relaciones para ver si se podía adquirir, ó al menos hacerlo copiar á cualquier precio; pues con esto serviría á la Academia y al Gobierno, que me había enviado en comisión para estudiar libros de esta clase. Nuestro celoso Vicecónsul se dió tal maña en sus gestiones, que á los pocos días me telegrafiaba diciendo tenía en su poder el manuscrito por quince días, diciéndome después por carta que no lo querían vender á ningún precio, y que, no encontrando quien se encargase de copiarlo, era preciso que yo regresase por Constantina, y que si iba allí, Sidi Hamoudah había prometido dejarme estudiar la biblioteca y aun cederme algún libro de su biblioteca particular, si me interesaba mucho.

Al recibir la noticia, no podía yo buenamente salir de Túnez, donde tenía pendientes gestiones para averiguar el paradero de un libro importante, de la imagen Dzajirah de Aben Bassam, de la cual había sabido de un modo indirecto que había en Túnez el ejemplar, del que en el año anterior se había sacado una copia, que se había enviado á París, y la cual cabalmente teníamos en trato: desembarazado de estas gestiones, que al fin hube de encargar al Sr. D. Manuel Saavedra, Intérprete del consulado,   —395→   salí para Constantina, dispuesto á estudiar el manuscrito en cuestión: llegados allí, me dirigí inmediatamente al Vicecónsulado de España, y el Sr. Perals me entregó el manuscrito para que pudiera estudiarlo tranquilamente en el hotel: como sólo faltaban cuatro días para terminar el plazo de quince por el cual nos había sido prestado, aunque desde el primer momento creí que no se negarían á dejarlo en nuestro poder por más días, era preciso estudiarlo en corto plazo, y como la letra es bastante buena, en dos días hojeé los 128 folios, anotando en una cuartilla aquéllos de donde habría de copiar algo: hecha esta operación, durante la cual y en realidad desde el primer momento, me confirmé en la idea de que la obra en cuestión era un tomo del imagen Almoktabiç de Aben Hayyán, me puse á copiar los textos en que se contienen noticias concretas interesantes, cuya operación me costó tres ó cuatro días, alternando este trabajo con el de el estudio de la biblioteca de Sidi Hamoudah, en la que mi primer cuidado fué examinar el otro volumen histórico referente á España, de que me había hablado M. Fagnan, el cual, aunque por los epígrafes pudiera parecer muy interesante, pues contiene varias cartas de felicitación dirigidas por diferentes poblaciones, Játiva, Murcia y otras, á varios Príncipes con motivo de su proclamación, como las cartas están escritas por retóricos, leí algunas y nada saqué en limpio, quizá porque no las entendí; no obstante, mandé sacar copia para la Academia, aunque podrá suceder que la misma obra, escrita según parece por imagen Abu Almotharrif ben Hamirah, exista en alguna otra biblioteca: los demás libros de la biblioteca familiar de Sidi Hamoudah no ofrecieron para nosotros interés especial, debiendo sólo hacer notar la existencia de dos obras de autores españoles, la historia de las religiones de Aben Hazam y el Divan de las poesías de Aben Jafacha, ambos manuscritos incompletos de obras importantes ya conocidas, y publicada en el Cairo la segunda.

Hojeados algunos libros de la biblioteca familiar, y tomadas ligeras notas, entramos otro día en la biblioteca particular de Sidi Hamoudah, en la cual sólo examinamos un libro que sea digno de mención, aunque nos sacaron bastantes, creyendo que trataban de historia de España: la obra á que nos referimos consta   —396→   de seis tomos en folio y comprende contestaciones á consultas de derecho, dadas por varios jurisconsultos españoles, magrebíes, argelinos y tunecinos, habiendo visto entre ellos varias veces los nombres de los jurisconsultos españoles Aben Roxd (Averroes) y Aben Labanah: la obra lleva el título .

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Podrá parecer extraño que puesto en condiciones de poder estudiar una biblioteca importante, indique que examiné solamente alguno que otro códice, tomando algunas notas, cuando habrá quien crea que debí examinarlos todos, y tomar abundantes notas: téngase en cuenta que la biblioteca es muy numerosa y antes lo era mucho más: que era conocida en Europa, habiéndola visto M. le Baron de Slane en tiempo en que constaba de cuatro á cinco mil manuscritos, según nos dijo M. Fagnan, y para nosotros era lo más especial el que la había visto poco tiempo antes nuestro amigo, el cual solo señalaba á nuestra atención como importantes los dos manuscritos citados, si bien en carta que no recibimos á tiempo oportuno, contestando á la que le escribimos al salir para Constantina, nos indicaba otras obras que podrían tener algún interés para nosotros.

Las condiciones en las que de ordinario se hace el estudio de tales bibliotecas son poco á propósito para sacar de ellas el fruto que fuera de desear, y que quizá se saque algún día: figúrese el lector que le introducen en una sala de escasa luz, con buena estantería de cristales, en la que hay colocados 500 ó 600 volúmenes; que el europeo mira los libros al través de los cristales y distingue con dificultad los títulos, si los han puesto en los cantos ó lomos del libro: si alguno le choca por el título ó por el aspecto, pide que se lo saquen, ó abriendo el estante, lo toma y pretende examinarlo de pié y observado de cerca por tres ó cuatro personas; pues al menos se encuentra rodeado del europeo que le acompaña, del que ha proporcionado la relación y del dueño de la biblioteca, quienes como no tienen en qué fijarse, le miran á uno, no apartando de él los ojos: en la biblioteca hay á lo sumo una silla donde sentarse, si uno se atreve á ello estando de pié los   —397→   demás: en estas condiciones, ¿es posible trabajar con espíritu tranquilo? Confieso que yo estaba muy violento, y que no encontrando pábulo importante á mi curiosidad, por consideración á los demás no sabía resistir esto por mucho rato: en varias de las bibliotecas saqué de los estantes bastantes libros; pero muchas veces un poco á la ventura, y como comprendía que era imposible verlos todos, no sabía qué hacer.

Para dar una idea de la poca espontaneidad de los moros y de lo difícil que es averiguar dónde hay libros, diré lo que pasó á mi amigo M. Fagnan en la biblioteca de Sidi Hamoudah, cuya familia ha sido una de las que más se ha prestado á que los europeos examinasen su rica biblioteca: pues bien, M. Fagnan estuvo varios días tomando notas, y en realidad haciendo para la familia el Catálogo de la biblioteca familiar, y sin embargo, nada le dijeron de la biblioteca quizá no menos numerosa que hay en la habitación contigua, biblioteca que probablemente tampoco conocía ninguno de los franceses profesores de la Escuela de Constantina, pues es de suponer hubieran hablado de ello con M. Fagnan: si yo tuve noticia de esta biblioteca y pude examinar algo de ella, no es mérito mío, sino buena suerte de que hablaran con alguna más expansión con nuestro Vicecónsul, que se presentó en la casa con su hermano político M. Manin, conocido desde la infancia de Sidi Hamoudah: la circunstancia de haber visto estos libros fué ocasión de que por unos momentos no nos entendiésemos con M. Fagnan, quien habiendo examinado, aunque á la ligera, todos los libros de la que él creía biblioteca única de Sidi Hamoudah, no podía comprender que nosotros hubiéramos visto una obra de seis volúmenes en folio, y de gran interés para sus estudios, en la cual no se hubiera fijado; resultando al fin que nosotros hablábamos de libros que M. Fagnan no había podido ver, por no tener noticia de ellos.

Terminadas mis investigaciones en Constantina, y puesto de acuerdo con M. Bourgeois, intérprete francés, á quien iba recomendado, para que hiciera copiar los dos manuscritos mencionados, el de Aben Hayyan y el de Abu Almotharrif ben Hamirah, podía dar por terminada mi comisión, si no recibía noticias favorables de Orán respecto á los libros existentes en Tlemecen, como   —398→   no las recibí buenas ni malas, aunque malas llegaron pronto á Constantina, cuando ya habíamos salido para Madrid, como tuve ocasión de participar verbalmente á la Academia.

Por estas últimas indicaciones se comprenderá que uno de mis principales cuidados ha sido crear relaciones permanentes con europeos é indígenas, que puedan ayudarnos en lo sucesivo, y que estas relaciones no sean personales, sino para la Academia; de modo que cualquiera que en lo sucesivo pueda ir á esos puntos con idénticos ó parecidos propósitos, encuentre el terreno preparado, y tenga desde el primer día las relaciones que yo he tenido al fin de mi viaje: después de mi regreso, he tenido varias noticias, y sé que se ocupan en buscar los libros que nos interesan, y que alguno ha escrito á sus amigos del Cairo encargando busquen ó vean si se sabe algo de tales libros.

La misión que me fué confiada era superior á mis fuerzas para desempeñarla cumplidamente: entre otras cosas, se necesitaba poder hablar el árabe con los indígenas de Argel y Túnez; pues hay que tener en cuenta que para inspirar confianza á gentes más que un poco suspicaces y reservadas, solo puede conseguirse hablando su lengua: el hablar por medio de intérprete inspira poca confianza, y yo he de confesar que si me podía entender con los moros por escrito, aunque con dificultad, no podía entenderlos de viva voz: aunque hubiera querido, me hubiera sido imposible prepararme para esto, pues solo se aprende á hablar una lengua, hablándola con los naturales durante algún tiempo, y esto no me era posible: otra de las dificultades era el tener pocos conocimientos del país, pues aunque quise prepararme adquiriendo Guías del viajero de los países que iba á visitar, no las encontré en Madrid, ni supieron encontrarme fuera, más que alguna muy general; además, muchas de las cosas que hubiera convenido conocer, creo que nadie las sabía, como he tenido ocasión de manifestar respecto á la existencia de bibliotecas particulares.

Mi viaje no habrá sido para el estudio de nuestra historia árabe todo lo útil que quizá pudiera esperarse; pero puedo asegurar á la Academia que he puesto de mi parte cuanto he podido: en los días en que he tenido á mi disposición libros árabes importantes, me he dedicado por completo á su estudio: la mayor parte del   —399→   tiempo, no teniendo tales manuscritos, las horas que me dejaban libres mis gestiones, las dedicaba á la lectura de los muchos libros adquiridos, principalmente en Argel, y que hubiera adquirido antes, si antes hubieran llegado á mi noticia: muchos de estos libros no son exclusivamente de árabe, ni aun de historia, ni mucho menos de historia de España; pero no por eso deja de ser importante su estudio, como sucede con las obras de Derecho musulmán, del estado social actual de árabes y beréberes, historia y organización de los Mozabitas, organización, doctrinas y tendencias de las cofradías musulmanas, y otras muchas que, si no eran propiamente de mi incumbencia, ninguna de ellas es completamente extraña á nuestros estudios históricos: en más de una ocasión las ideas vertidas en estos libros me han hecho modificar en algo las mías respecto á los árabes españoles, ó me han hecho fijar en ciertos detalles de nuestra historia árabe, que había visto indicados en nuestros autores, pero en los cuales no había parado mientes, y que en lo sucesivo habré de estudiar con interés, como me propongo hacerlo respecto á la propagación en España de las doctrinas de los musulmanes no conformistas ó protestantes de los primeros siglos, acerca de cuyo punto he encontrado varias noticias en la obra de Aben Alfaradhí, de que tuve ocasión de hablar á la Academia.

Madrid 14 de Marzo de 1888.

Francisco Codera.




ArribaAbajoIII. Tres manuscritos importantes de autores árabes-españoles en la mezquita mayor de Túnez

La biblioteca de la Mezquita Azzeitunah de Túnez, quizá la más rica en manuscritos de autores árabes-españoles de cuantas se conocen, posee tres de estos, que para España tienen un interés muy especial; pues dos de ellos comprenden obras históricas de   —400→   autores de primera nota, las cuales no son conocidas, por no existir en ninguna de las bibliotecas de Europa: solo por referencia eran conocidas de los europeos, pues MM. Basset et Houdas dieron de ellas alguna noticia, pero hubieron de darla refiriéndose al Catálogo ó Catálogos publicados en Túnez, cuyas indicaciones no son lo exactas que fuera de desear.

Bajo el número 5.033 y con el título de imagenimagen Biografías de los jurisconsultos de Alandalus por Abu Alwalid el Azdí, figura en el Catálogo una obra, cuyo autor no es fácil conocer quien sea, y así pasó en cierto modo como desapercibido para M M. Basset et Houdas, quienes al mencionar á autores de menos importancia, dan de los mismos los datos biográficos que pueden proporcionarles sus grandes conocimientos bibliográficos, y sin embargo, nada dicen de Abu Alwalid el Azdí, á quien con seguridad hubieran conocido, si hubieran podido ver el precioso códice, al principio del cual, después de la fórmula imagen se lee imagen Dice Abu Alwalid Abdallah ben Mohammad ben Yuçuf el Azdí: este escritor es generalmente conocido por Aben Alfaradhí y de él da abundantes noticias Aben Pascual, su admirador y continuador, quien con el número 567 le dedica una larga biografía.

Y por cierto que por la noticia de MM. Basset et Houdas podía suponerse que se trataba de una obra de Aben Alfaradhí, de la que no da noticias Aben Pascual; sin embargo, al dar noticia de ella á la Academia en 13 de Junio de 1884447, me atreví á indicar que quizá se tratase de la obra que era conocida con el título imagen Historia de los sabios de Alandalus, como es en efecto, diciéndolo claramente así la portada del manuscrito y con caracteres muy elegantes, bien que hoy están medio ocultos por una hoja de papel moderno que se pegó para reforzar la portada, que estaba algún tanto estropeada: con esto se imposibilitó también la lectura de notas que hay en la primera página,   —401→   que es muy posible contuvieran algún dato referente al dueño ó dueños, á quienes el libro haya pertenecido.

El códice de Aben Alfaradhí es un tomo en 8.º de 194 folios, de letra magrebí, probablemente española: está en perfecta conservación á pesar de su muy respetable antigüedad; pues fué concluído de copiar á principios del mes de safar del año 596 de la hégira (22 de Noviembre de 1199), como dice al fin del códice, donde el copista estampó su nombre, diciendo que lo escribió Ahmed ben Ibrahim ben Ahmed ben Alí Assadafí, quien antes había advertido que la copia había sido cotejada con el original de Abu Merwan Abdelmelic ben Maçara ben Ozair el Yahsobí, de quien hace mención especial Aben Pascual, dedicándole la biografía 773.

Creemos que en el códice de Aben Alfaradhí nada falta, ó á lo sumo falta muy poco; aunque el haberlo estudiado con alguna precipitación nos imposibilita para hacer ahora un análisis completo del códice, que ofrece la particularidad de tener foliación antigua, pero tan descuidada, que tenemos que admitir que el que la hizo se equivocó más de una vez, pues dejó sin número el fol. 61, puso dos veces fol. 97, haciendo lo mismo con toda la decena 120 á 130.

La circunstancia de que el signo que marca mitad de cuadernillo no siga constantemente de 10 en 10 folios, pues se encuentra en los que son en realidad folios 5, 15, 21?, 25, 35, 46, 56, 66, etc., nos hace sospechar si faltará algo; cuestión que no podemos resolver, no disponiendo del original, ni aun de la copia que se está haciendo para la Academia.

La figura de los números, que indican los folios, es muy parecida á la que se ve en la segunda parte del códice de Aben Pascual, que se conserva en el Escorial y que dimos á conocer en la introducción, que escribimos para el segundo tomo de nuestra Bibliotheca Arabico-Hispana.

Del cotejo de la foliación antigua con el orden que hoy tienen las hojas, se deduce claramente que están cambiados los folios 9 y 19, pues interrumpen el sentido, y los agujeros de las polillas no coinciden, al paso que si los cambiamos, todo va bien: al encuadernarlo se hallaban sueltas algunas hojas, y no conociendo   —402→   quizá el valor de los signos numéricos, el folio que lleva el número 19 se puso en el lugar del 9 y viceversa: el folio que lleva el número 116, y que en realidad debiera llevar el 118, se puso después del que lleva el 120 y que en realidad es el 121: con estas variaciones, creemos que el códice estaría en su orden primitivo, á no ser que falte algo, como nos queda alguna duda de que así suceda, después del fol. 121.

Del contenido de la obra de Aben Alfaradhí da razón el título, y de un modo más concreto el mismo autor en su corta introducción, en la que dice: «ha reunido un libro acerca de los jurisconsultos de Alandalus, de sus sabios y tradicioneros»: abarca desde los primeros tiempos de la dominación muslímica en España hasta el año 395, ocho antes de la muerte del autor á manos de las hordas de bereberes, que tantos estragos hicieron en Córdoba en el año 403.

Como Aben Pascual se propuso por modelo á Aben Alfaradhí, le imitó en lo posible, y hasta la introducción sigue la misma marcha al indicar las fuentes de donde toma principalmente sus noticias y cómo cita de ordinario en abreviatura á sus autores predilectos: creemos que esto puede dar alguna idea del modo con que Aben Alfaradhí escribe las biografías, en las cuales solo por incidencia se encuentran las noticias de carácter político; pues tanto Aben Alfaradhí como Aben Pascual consideraban en sus biografías, no al hombre que hubiera intervenido en los sucesos políticos, sino al sabio que se había dedicado al estudio, y por sus méritos había obtenido este ó el otro cargo en la administración de justicia ó en el ejercicio del culto religioso.

Son bastantes los hechos de alguna importancia, y hasta hoy desconocidos, según creemos, de que hace mención Aben Alfaradhí, así que hubimos de hacer más de 40 papeletas abarcando todo el período transcurrido hasta su tiempo desde la entrada de los árabes en España y la introducción del islamismo, á la que contribuyó la familia del conde D. Julián, ó al menos alguno de sus descendientes, de los tres que menciona nuestro autor, se consideraba ennoblecido por la participación de sus ascendientes en esto: en ninguno de los autores recordamos haber visto descendientes de D. Julián por parte de su hijo imagen Balcayax448?,   —403→   como tampoco de la capitulación de Pamplona en tiempo de Muza; si bien por desgracia no da más detalles que la existencia de la capitulación, en la que figuraban los nombres de Alí ben Rabah y de Hanax ben Abdallah.

El dar noticia de los nombres geográficos nuevos para mí y de los sucesos importantes para nuestra historia, que he extractado de Aben Alfaradhí, me llevaría muy lejos, y creo más útil ir sometiendo á la consideración de la Academia artículos cortos, en los que me propongo discutir ó aducir datos para aclarar puntos obscuros de nuestra historia, aprovechando lo que haya podido encontrar en los libros que me ha sido dado estudiar.

Con el número 5.014 figura en el mismo Catálogo la obra imagen Colección de las genealogías por el xeque, el hafith Abu Mohammad Alí ben Hazam el de Córdoba: de esta obra no se conocía ejemplar en las bibliotecas de Europa, y por el título lo mismo podía suponerse que trataba especialmente de las cosas de Alandalus que de otra parte: en el manuscrito de Túnez no aparece el título, que se ha tomado de una indicación al fin de la obra: el título parece ser imagen Colección de genealogías de los árabes, ó al menos el autor se propuso tratar de esto; así que, conocido su objeto, no creo debiera tener para nosotros gran interés: lo tiene sin embargo en bastantes casos, pues al tratar de cada tribu de Oriente menciona las ramificaciones que tuvo en Alandalus, dando los nombres de muchos de los individuos pertenecientes á ellas, indicando al mismo tiempo el punto de residencia ó donde se fijaron los primeros, que en Occidente representaron cada tribu: como los Omeyyahs y los de otras dinastías que dominaron en España por más ó menos tiempo, pertenecían á tribus árabes, de ahí que trate de ellos en más de una ocasión; y como el autor sigue generalmente la marcha de poner los nombres de cada uno de los hijos de los que representan la tribu ó   —404→   familia, de aquí el que nos dé casi siempre los nombres de los hijos de cada uno de los príncipes Omeyyahs, de los Hammudies, de los descendientes de Abu Amir Almanzor, de los Tochibies de Aragón, de los Banu Hud de Zaragoza y otros, resultando algunas noticias nuevas y de algún interés para la historia general: por desgracia la copia es moderna y no muy buena, aunque de lujo.

El ms. es un volumen de 196 folios de 19 líneas por página, que miden en lo escrito 0,158 m. x 0,115 de ancho, y con las márgenes 0,284 de alto x 0,208 de ancho; el ms., que es de muy buen papel con recuadros en todos los folios, fué adquirido en Constantinopla en 1258 de la hégira, y por lo tanto, puede esperarse el que en dicho punto se descubra el original de esta copia ú otro ejemplar más antiguo.

Hemos indicado antes que el título de la obra no consta en el manuscrito, sí el del autor, pues después de la fórmula imagen se lee imagen Dice el xeque, el imam, el hafith sidi Alí ben Ahmed ben Hazam, de modo que no cabe duda de que la obra es de Aben Hazam y la conocida por el título imagen; pero parece que el texto ha sido publicado por autor anónimo con algunas modificaciones; pues á los folios 2.º r. y 3.º v. se cita á Aben Hazam, y de un modo más concreto manifiesta lo mismo al folio 184 r., donde leemos:

imagen



«Dice Abu Mohammad Alí ben Ahmed ben Çaîd ben Hazam (Allah excelso le haya perdonado), hemos llegado en la mención de la colección de genealogías de los árabes adonde Allah (ensalzado   —405→   y exaltado sea) ha querido que llegásemos de lo que basta en el conocimiento de la ciencia genealógica; la alabanza sea á Allah, señor de los mundos..., y nosotros, si quiere Allah excelso..., vamos á recordar en compendio las tribus y familias más célebres»; y efectivamente, en 14 folios hay un compendio histórico de las tribus más notables: además, al margen hay una nota que dice imagen hasta aquí llega (el libro titulado) la colección.

Del examen de la obra, de la cual copié cuanto vi referente á España, después de haberla hojeado con algún detenimiento, resulta que Aben Hazam debió escribirla entre los años 448, cuya fecha cita, y el 456 en que murió.

Esta obra no interesa tan solo á la historia de España, sino tanto ó más á la de Oriente hasta los tiempos del autor; pues al dar la historia, ó al menos la ascendencia y descendencia de cada uno de los príncipes de raza árabe, dará indudablemente noticias muy curiosas, como las da referentes á la historia de España: nos proponemos hacer ver su interés leyendo á la Academia el resumen ó cuadros genealógicos de los Omeyyahs de Alandalus, de los Hammudies y otros, cuadros que tenemos hechos en virtud del estudio de los capítulos que copiamos en Túnez.

Aunque no de autor desconocido, toda vez que está publicado por nosotros, debo hacer constar la existencia de la primera parte de la imagen Assilah de Aben Pascual, que está contenida en el ms. número 4.978 del Catálogo. Para mí tenía importancia este ms. para compararlo con el texto impreso conforme al códice del Escorial: hubiera deseado cotejarlo todo, pero no me fué posible, ó mejor dicho, no me decidí á invertir en esto el tiempo que tenía disponible, por no creerlo de bastante importancia, tanto más cuanto que no podía pedir otro de los libros que deseaba ver, hasta tanto que devolviera este; y por eso hube de limitarme á formar juicio del valor del ms. para que pueda tenerse en cuenta, si llega el caso de que hubiera de hacerse una segunda edición.

Este ms. de la biblioteca de Túnez es un volumen de unos 180 folios, de 0,165 m. de alto x 0,105 de ancho lo que pudiéramos llamar la caja, y 0,223 x 0,161 m.: el texto es de letra buena y muy correcto al parecer; creemos sea del siglo VIII de la hégira,   —406→   quizá de carácter español, ó al menos magrebí: el códice está cotejado con mucho esmero, y en su virtud se ven al margen bastantes correcciones con el signo imagen; hay otras notas que parecen de la misma mano, de las cuales algunas son ampliaciones ó noticias referentes á los personajes biografiados, como sucede con una que está al margen de la biografía 115, al fin de la cual dice imagen de letra del autor; otras son biografías nuevas, que no están en el texto impreso: varias de estas llevan la indicación imagen, cuyas palabras suponemos indicarán que tales datos se toman de algún imagen por letra de un fulano, oculto bajo la letra imagen y según su dicho: resulta por tanto que dicho códice es de interés y de bastante autoridad, notándose por otra parte que se diferencia muy poco del texto del manuscrito del Escorial: para los nombres propios poco conocidos hubiera sido interesante cotejarlo con el texto impreso, pues se notan algunas variantes de vocalización.

El ms. está falto por el principio y comienza por las palabras imagen de la biografía 71 del texto impreso, terminando con la que lleva el número 743: no tiene fecha ni indicación de quién lo copió.

En otra sesión me propongo dar cuenta á la Academia de los otros mss. de autores árabes-españoles que constan en el Catálogo, refiriéndome á lo que encuentro en éste, pues son muy pocos más los que he podido examinar.

Madrid 2 de Marzo de 1888.

Francisco Codera.



  —407→  

ArribaAbajoIV. Colón en España, por D. Tomás Rodríguez Pinilla.-Madrid, 1884

Con este título publicó el Sr. Rodríguez Pinilla un estudio histórico-crítico acerca de la vida y hechos del descubridor del Nuevo Mundo, personas, doctrinas y sucesos que contribuyeron al descubrimiento; libro remitido á nuestra Academia por la Dirección general de Instrucción pública á los efectos de la Real orden de 23 de Junio de 1876.

Empieza el autor investigando la patria de Cristóbal Colón, la época de su nacimiento, su modesta cuna, sus aventuras de marino y la temprana afición á las expediciones más osadas y temerarias que le hizo concebir el proyecto de buscar un nuevo camino para la India, navegando por mares desconocidos puesta la proa al Occidente.

Expone las dudas y desconfianzas que suscitó en la corte de los Reyes Católicos la empresa del marino genovés, calificada de imposible por la mayor parte de los teólogos, letrados y cosmógrafos de su tiempo, y cita uno por uno los generosos protectores del hombre de la capa raída y pobre.

Discurre largamente sobre el favor que halló Colón en el guardián de la Rábida, y sus desmayos y esperanzas mientras siguió la corte, hasta que llegó el ansiado momento de armar tres carabelas y lanzarse á los peligros del mar tenebroso.

El autor se jacta de llevar la luz de la crítica á los parajes más oscuros de la historia del futuro Almirante de las Indias; pero es lo cierto que no publica un solo documento desconocido, y que, sobre todo, desde el capítulo X en adelante, este libro nada contiene que sea nuevo y pueda satisfacer la pasión de los curiosos.

La erudición del Sr. Rodríguez Pinilla es vasta, su ingenio sutil, su amor á la verdad sincero, su paciencia ejemplar, y solo peca contra la claridad por falta de arte en la composición del libro sometido al examen de nuestra Academia.

Como muestra del espíritu analítico del Sr. Rodríguez Pinilla, merecen ser citados dos ó tres puntos que trata muy despacio   —408→   en su obra. Sea el primero el empeño en demostrar que el guardián de la Rábida Fr. Juan Pérez fué un personaje distinto de Fr. Antonio de Marchena, con quien se le confundió hasta el extremo de mezclar sus nombres y formar el de Juan Pérez de Marchena; y sin embargo (dice el autor), aquel era seguramente un humilde franciscano, y este probablemente un religioso de la misma Orden; aquel confesor de la Reina, y este un sabio modesto ó buen astrólogo según la carta de los Reyes Católicos á Colón en 5 de Setiembre de 1493; aquel falleció en su convento antes del año 1513, y este pasó á las Indias en compañía de Colón en su segundo viaje. Todas son conjeturas más ó menos verosímiles, pero sin llegar al grado de certidumbre que convence al lector.

Otro punto investiga el Sr. Rodríguez Pinilla y dilucida no menos curioso é interesante, del cual debe tener noticia la Academia. Es cosa que corre acreditada entre el vulgo, siguiendo la corriente de varios escritores extranjeros y algunos regnícolas, que los maestros y doctores de la Universidad de Salamanca, consultados por los Reyes Católicos en claustro general, declararon que las promesas de Cristóbal Colón eran imposibles, vanas y dignas de toda repulsa. De aquí tantas acerbas invectivas contra los hombres más doctos de España en ciencias y letras.

El autor del libro que motiva este informe prueba que los Reyes Católicos dieron comisión á Fr. Hernando de Talavera, prior del Prado, para convocar una Junta de letrados y marinos, la cual diese su parecer sobre el proyecto de Colón; que esta Junta, reunida en Córdoba al principio del año 1486, dijo que el plan sometido á su examen era quimérico é impracticable; que pesó mucho en el ánimo de los concurrentes la opinión de Fr. Hernando de Talavera opuesto á toda empresa que distrajese las armas de Castilla de la guerra de Granada, y que en vista del informe desfavorable los Reyes despidieron á Colón, aunque no le quitaron del todo la esperanza de volver á la materia.

Entonces tomó la mano en defensa del proyecto de Colón Fray Diego de Deza, y propuso á los Reyes abrir las famosas Conferencias que se celebraron por su iniciativa en la sala capitular del convento dominicano de San Esteban de Salamanca, en las   —409→   cuales Cristóbal Colón ganó su causa. El efecto inmediato de las Conferencias fué que entró á servir á los Reyes Católicos; es decir, que el futuro decubridor del Nuevo Mundo se hizo vasallo de la corona de Castilla.

Nota el autor del libro presente la confusión en que cayeron los historiadores por no haber acertado á distinguir la Junta de Córdoba del Congreso de Salamanca, ni esta de la Universidad, y advierte el error que cometieron al atribuir á los maestros y doctores de aquella escuela insigne el voto adverso de los letrados y marinos obedientes á Fr. Hernando de Talavera. Lo cierto es que no hay prueba alguna, ni el más leve indicio, de que la Universidad de Salamanca fuese consultada acerca de la empresa de Colón, y que todo cuanto se dijo y propaló en su menosprecio carece de fundamento.

Por innecesario hubiera prescindido el Sr. Rodríguez Pinilla de investigar si el hijo que Cristóbal Colón tuvo de Doña Beatriz Enríquez fué natural ó legítimo, á no excitarle el conde Rosselly de Lorgues, obstinado en sostener que su héroe contrajo con dicha señora un segundo matrimonio in facie Ecclesiæ. El conde discurre así subordinando la crítica al empeño de persuadir que Cristóbal Colón murió en olor de santidad, y promover el expediente de su canonización; pero el Sr. Rodríguez Pinilla, que no es tan devoto, prueba la bastardía de D. Fernando con el testamento de su padre, otorgado en Valladolid el año 1506.

Por lo demás, es sabido que siempre interesan las circunstancias, por mínimas que sean, relativas á la vida de los grandes hombres que llenaron el mundo con su fama, y Cristóbal Colón es uno de aquellos cuyo nombre va unido con el siglo en que florecieron.

El asunto del libro del Sr. Rodríguez Pinilla, aunque tratado por muchos y doctos historiadores, así nacionales como extranjeros, es inagotable. Todo escritor que se sienta con fuerzas para ilustrarlo será bien venido; y su obra merecerá, como ésta, la protección que el Gobierno suele dispensar á las ya publicadas, originales y de utilidad reconocida para las bibliotecas.

Madrid 27 de Abril de 1888.

Manuel Colmeiro.



  —410→  

ArribaAbajoV. Noticias de Don Cristóbal Colón, almirante de las Indias

El autor de la Bibliotheca americana vetustissima; de Cristhophe Colomb, son origine, sa vie, ses voyages, sa famille et ses descendants, y de tantos otros trabajos relativos al descubridor del Nuevo Mundo acaba de aumentarlos con un opúsculo titulado Cristophe Colomb et Savone449.

El libro nuevo tiene por objeto demostrar que no fue Saona patria del almirante, según sostiene el arcipreste Andrea Astengo fundado en las memorias que redactó en el siglo XVI el jurisconsulto Verzellino450, como no lo fueron Plasencia, Cuccaro, Cogoleto, Pradello, Nervi, Albissola, Bogliasco, Cosseria, Finale, Oneglia, Quinto, Novara, Chiavari, Milan, Módena, Calvi aunque pretendan la honra de haberle dado cuna, y desautorizar al mismo tiempo la especie de nuevo sostenida, de pertenecer Colón á la familia de los Almirantes de Carlos VIII rey de Francia, y aun de haber mandado un buque de guerra en comisión de Renato de Anjou451.

Se sorprende el Sr. Harrisse, ciudadano de los Estados-Unidos de América, de que ciertos biógrafos y polemistas tengan por rareza si no por absurdo, que un aprendiz de tejedor, hijo, hermano, sobrino de modestos artesanos vilibus ortus parentibus, ni mejor ni peor como hombre que el común de los mortales, pudiera   —411→   descubrir las Indias, y que por ende se afanen en buscarle origen de sangre azul y larga serie de abuelos.

Ello es que los archivos notariales de Saona han proporcionado escrituras en las que aparece que Dominico Colón, tejedor de paño452, casado con Susana Fontanarrosa, padre de Cristóbal, Juan Pelegrino453 Bartolomé, Giacomo (Diego) y Blanquinetta454 se avecindó en aquella población el año 1470; compró á plazos una propiedad que no pudo pagar, y que habiendo fallecido pobre é insolvente en 20 de Enero de 1501 presentó el acreedor demanda contra sus hijos y herederos Cristóbal, Bartolomé y Diego, ausentes de la ciudad y residentes en España455.

Entre los documentos ha encontrado últimamente el marqués de Staglieno uno de mayor importancia histórica, pues que da á conocer la fecha aproximada del nacimiento del ilustre descubridor. Ni el diligente Navarrete ni otro alguno de sus biógrafos en España hallaron más datos que los suministrados por el cura de los Palacios, ni fuera de España se conocían distintos de los suministrados por Ramusio y Peschel, según los cuales se ponía el suceso entre los límites de 1430 y 1456. En el documento de referencia declara el mismo Cristóbal Colón en Génova el día 30 de Octubre de 1470 ser mayor de diez y nueve años456, y con su vista y la de otras escrituras determina el Sr. Harrisse que vino al mundo en Génova, donde su padre estaba avecindado desde 1439, entre el 25 de Marzo de 1446 y el 20 de Marzo de 1447.

Por la deuda de Dominico Colón á la familia Cuneo, y demanda que esta presentó contra los hijos y herederos, se explica otra ocurrencia que había servido á manera de probanza á los escritores de Saona en la disputa con los de Génova sobre naturaleza del Almirante.

  —412→  

«Colombo, dicen, à nessuna delle isole scoperte pose il nome di Genova ma adoperò al contrario quello di Savona



Hay en efecto al SE. de la Española una isla que fué descubierta en Agosto de 1494: los indígenas la nombraban Adamaney y se cambió la denominación por la Saona, acreditándolo la carta náutica trazada por Juan de la Cosa en el año 1500. Iba en la nave del ya Virey de las Indias un caballero de Saona, Miguel de Cuneo y en carta dirigida á su compatriota Girolamo Amari cuenta que por honrarle el Almirante le hizo merced de esta isla dándole tal cognomento y que habiendo tomado la posesión la bautizó en nombre de Dios con el de la bella Saonese457.

El P. Las Casas confirma lo esencial de la noticia diciendo: «... dió la vuelta sobre la isla Jamaica; siguió la costa della por el occidente.... vido el cabo o punta occidental desta isla Española, el cual puso nombre cabo de Sant Miguel... de alli pasaron adelante la costa... y alcanzó a tomar una isleta que los indios llamaban Adamaney, que agora llamamos la Saona: esta isleta hace un estrecho entre ella y esta isla Española...»458.

Ha publicado el Sr. Harrisse, además del opúsculo de referencia, una carta dirigida al Ministro de Instrucción pública del reino de Italia invitándole á celebrar el próximo centenario del descubrimiento del Nuevo Mundo459 con la reproducción en fac-símile, é impresión paralela, críticamente anotada de los autógrafos   —413→   del Almirante de las Indias conservados en los archivos de Italia y de España, procurando encontrar alguno más de los que han de ocultar los legajos no registrados.

Probable es que existan todavía en los protocolos de los escribanos y en otros depósitos de papeles no conocidos algunos con la firma Xpo. Ferens,... pues si ha de darse crédito á don Frances de Zúñiga, Colón escribió más que el Tostado. No otra cosa quiere decir el párrafo de carta dirigida al Marqués de Pescara en estos términos:

«A Gutierrez vuestro solicitador, ruego á Dios que nunca le falte papel, porque escribe más que Tolomeo, y que Colón, el que halló las Indias»460.



Por si madura entre los proyectos que para solemnidad del centenario se discuten acá, el de formación de una bibliografía española, añadiré á los apuntes rápidamente escritos en un libro de circunstancias461 algunos más que no carecen de interés.

Primeramente, existe manuscrito inédito en la Biblioteca Nacional de París con la signatura Esp. 360 un libro en 4.º de 269 fojas con licencias para la impresión puestas en la última, dadas en Sevilla en 1.º de Mayo en 1631. El libro se titula Compendio de la vida de los Señores Reyes católicos de España D. Fernando V y Doña Isabel, por Onofre Antonio de la Barreda. Al folio 164 trata del descubrimiento de las Indias occidentales por Xpal Colón y dice textualmente:

«Christoual Colon ginovés á costa de sus grandes estudios y del mayor atrevimiento que cupo en corazon de hombre descubrió un mundo lleno de idólatras que conocieron por él el verdadero Dios, y de riquezas infinitas que goza España y el orbe, despues de la gloria de haber arojado de sus términos los enemigos de su nombre.

»Los Reyes le despacharon, concluida la guerra de Granada, despues de siete años que seguia la Córte. Este, constante, permaneció   —414→   en pretension, burlada de todos; despreciada de otros reyes mas descansados y ricos.

»Debese mucho en la ejecución de tan gran cosa al Cardenal de España que notó sus fundamentos, halló razones firmes que le movieron á fomentarle é interponer su autoridad en el crédito de aquel hombre, valido solo de cartas de la cosmografía en que era doctísimo.

»Los Reyes, gastados, faltábanles dineros para darle armada, que bien hallaba en su opinion crédito Colon para su empresa. Prestó 17.000 ducados el Cardenal, breve suma que rindió de logro tantos millones con que se auró [asi], y de Moguer, surcando mares nunca navegados ni vistos, con pretension de hallar otro mundo sin mas luz instrumental que el derrotero hecho por un maestre de carabela llamado Alonso Sanchez de Huelva que andaba en el trato de las islas de Canaria y costa de África y arrebatado de un levante deshecho, continuado por muchos dias que le llevó siempre al Poniente, descubrió nuevas tierras, marcó las señas, reguló las singladuras por el rumbo que habia navegado con temporal, tomó la altura con astrolabio, fijó la estrella de nuestro polo por cotejarla con la del sol (era persona de talento), y habiendo cesado el viento dió vuelta hacia Oriente, y al fin de muchos dias, por ser los vientos contrarios padeciendo hambre y desventuras aportó á la isla de la Madera donde vencido de los grandes trabajos murió en la posada de Colon con quien comunicó su nueva y forzada derrota dejandole heredero de sus papeles en pago del hospedaje recibido, el cual como dije navegó el mar atlántico por el golfo que hoy llaman de las Damas, atropellando dificultades y peligros de sus mismos compañeros.

»Descubrió unas islas que llamó del Príncipe. En una de ellas dejó á Diego de Arana: dió la vuelta á España, fué recibido con admiracion y alegria, con las muestras de los tesoros descubiertos, desempeñando las esperanzas del Cardenal, que con tantas veras le apoyó. Admiró la extrañeza de las aves de aquella remota tierra que, aunque con impropiedad llamaron Indias y de algunos naturales de ellas. Hizo mas viajes descubriendo otras muchas. A todas les puso nombres que hoy conservan. Varon insigne, que murió el año de 1506 premiado conforme sus méritos.»



  —415→  

El autor según se ve, atribuye al Cardenal Mendoza el anticipo de los 17.000 ducados apartándose de la general afirmación de haberlos prestado Luís de Santángel. En la creencia de haber recibido Colón el premio que merecían sus servicios no es solo. Don Alonso Enrique de Guzman decía: «Yo llegué á la Corte del Emperador, no tan próspero como el próspero Colón462» y el Rey no debía de estar muy distante de idéntica persuasión al suscribir en Valladolid á 4 de Julio de 1513 la cédula dirigida al almirante D. Diego en que se lee:

«La queja de la declaracion hecha por el Consejo es bien injusta, puesto que procuré se os favoreciera mucho, sin mirar en rigor las cosas de vuestro padre en atencion á haberos criado en mi casa; y si os parece otra cosa, á mi me placerá que se torne á ver en el Consejo conforme á justicia463



Respecto á la tradición de Alonso Sánchez de Huelva, el dicho de Barreda, añadido á los que se citan en el libro de Colón y la Historia póstuma464, tiene caloroso sostenedor en cierto cronista franciscano discrepante del P. Civezza465 titulase su obra.

Chrónica de la seráphica religion del Glorioso patriarca San Francisco de Asís escrita por el M. R. P. Fr. Joseph Torrubia. Novena parte, Roma, 1756 en la oficina de Generoso Salomoni.

«Colon, genoves, escribe466, no ilustrado con divina revelacion como quisieron algunos, recurriendo sin necesidad á providencia extraordinaria, sino instruido con las noticias ciertas que le dió un piloto de que habia tierra á la otra parte del Oceano, intentó su descubrimiento.»



Refiere la tradición con cita de Torquemada, Acosta, Garcilaso, Alderete y Murillo: se esfuerza en probar la veracidad con palabras de Hernando Colón y Herrera; agrega los juicios del   —416→   P. Feijoo, Moreri, Pizarro, Oviedo, Ovalle, García, Coroneli, insigne franciscano italiano y el P. Remón en la Historia general de la orden de la Merced, añadiendo por su cuenta:

«El desgraciado Alonso Sánchez quedó en la región del olvido en una común sepultura de aquella isla [Madera] de que no hay memoria, después de habernos dado un mundo entero. Yo admiro y no puedo olvidar en su invención (aunque casual) una notable especie de heroicidad que se refunde en sus fieles observaciones. Aquel derrotero que hizo del primer viaje de la America, ese fué el que la descubrió á Colon, y este almirante el que con ánimo intrépido, sublime espíritu, pecho generoso y corazón magnánimo, salió, navegó, buscó, halló y dió á Leon y Castilla el Nuevo Mundo, que será lustre eterno de su memoria, y blason distinguido de su familia. Quien supiere que Bulkeldio, porque inventó la preparación de los arenques tuvo un sepulcro tan magnífico que lo visitó Carlos V, disculpará el exceso que yo haya cometido en hacer esta visita á las cenizas de Alonso Sánchez.»



Si exceso es, no ha de tacharse á otro escritor que dió á luz:

Memorial y noticias sacras y reales del imperio de las Indias occidentales, por Juan Diez de la Calle, oficial segundo de la Secretaría del Consejo de Indias, año 1646.

«Descubrió la isla Española el almirante D. Cristóbal Colon originario de Génova y vecino de la de Canaria, jueves 11 de Octubre del año 1492, en virtud de la capitulación de 17 de abril dél. Emprendiendo hazaña tan grande con 16.000 ducados qué prestó Luís de San Angel, escribano de raciones, sobre las joyas de la serenisima reina catolica doña Isabel. Fué á hacerlo con tres caravelas, 120 soldados, y sus oficiales. Cuando la descubrió estaba numerosamente poblada. El primer pueblo que se fundó fué la Natividad. Y el primero que edificó iglesia y dijo misa aquí, fué el P. Fray Juan Pérez, de la orden San Francisco, guardian de la Rábida, que le favoreció mucho con sus Magestades para que le encargasen esta conquista. Cuando volvió á España el Almirante, trajo consigo seis indios con que llegó á Barcelona. Allí pidieron y se les administró el Santo Sacramento del Bautismo: fueron sus padrinos los Sres. Reyes Católicos D. Fernando y   —417→   Doña Isabel y el Sermo. Príncipe D. Juan, su primogénito y heredero, al mas principal de ellos llamaron D. Fernando de Aragón y á otro D. Juan de Castilla; este se quedó sirviendo al Principe y los demas volvieron á la isla Española con el Almirante, siendo las primicias de la cristiandad que en ella se introducía. Del primer oro que trajo á España dieron sus Magestades á la Santa Iglesia de Toledo un pedazo de veinte mil escudos, con que se hizo la custodia del Santísimo Sacramentó. Y otro enviaron de presente, con embajada, á la Santidad de Alejandro VI, y relacion del viaje y feliz suceso, á gloria de Dios y conversion de los infieles. Y su Santidad les hizo gracia de todo lo que la Corona de Castilla descubriese á la parte occidental, los años de 1493 y 1494. Falleció éste incomparable varon despues de cuatro viajes á Indias, en el año 1506. Esta enterrado en la Iglesia mayor de la ciudad de Sevilla. Fué valeroso capitan, gran marinero, muy buen cristiano y devoto de la Serenisima Reina de los Angeles, Madre de Dios y Señora nuestra.»



Entre las especies harto discutidas ya, que sienta Díez de la Calle, es la más notable dar por enterrado en la catedral de Sevilla al descubridor, cuyos restos se habían trasladado á Santo Domingo desde la Cartuja de las Cuevas en 1537; cualquiera diría que tuvo á la vista el acta levantada á instancia de Juan Bautista Pavessi en que se atestigua que, visitando la catedral el año de 1618 Francisco Spinola, vió cerca del altar del Santo Sacramento la sepultura de Cristóbal Colón con epitafio que rezaba Hic jacet Christophorvs Colombvs Saonensis467.

Hay libros por cuyas portadas no se sospecharía su relación con el descubridor de las Indias Occidentales: el que sigue contiene elogio del navegante enalteciendo su devoción á la Virgen.

Patrocinio de Nuestra Señora. Discursos historiales por el R. P. Fr. Antonio de Santa María. Año 1666. Madrid, por Diego Díaz de la Carrera, 4.º

La influencia que en el descubrimiento tuvo doña Beatríz de   —418→   Bobadilla, marquesa de Moya, protectora de Colón, se manifiesta en el

Retrato del buen vasallo, copiado de la vida y hechos de Don Andrés de Cabrera, primer marqués de Moya, por D. Francisco Pinel y Monroy. Madrid, 1677, fol.

Este libro ofrece al objeto presente la singularidad de inserción de un poema de autor finado en 1538. La cabeza dice:

Alvari Gomezii de Civdad-real Oppidorum Pioz, el Pozo & Aranzon, Toparche. De mira novi orbis detectione. Poetica prolusio.

En las investigaciones históricas sobre los principales descubrimientos de los españoles de D. Cristóbal Cladera, impresas en Madrid en 1794, se citan dos trabajos especiales, anónimo el uno, que con el título de:

Defensa de España y Portugal, apareció en la primera parte del Memorial literario. Madrid, Julio de 1788, pág. 365.

Leído el otro ante la Sociedad Económica Matritense el 7 de Setiembre de 1777 como

Memoria y fundamentos de haber sido Colón el primero que descubrió el Nuevo continente, por D. Ramón de Guevara.

Por estos tiempos se dieron á la estampa los Opúsculos del Marqués de Buscayolo. Madrid, 1789. En 4.º

Era el marqués ingeniero militar; llamábase D. Gaspar Squarzafigo y dedicaba el principio del trabajo literario á reseñar la nobleza de su casa, una de las primeras de Italia. Nacido en Génova, examinaba después las circunstancias de su compatriota Cristóbal Colón; daba por averiguado que el navegante tuvo noticia de la existencia de tierras al Oeste por unos náufragos que las vieron; encontraba natural que no fueran atendidas sus proposiciones de descubierta; justificaba á los Consejeros de Estado que entendieron en el asunto, y entrando en materia, dedicaba á la reina Doña Mariana de Austria un modesto «Paralelo de Cristóbal Colón y de sus proposiciones náuticas y del marqués de Buscayolo y de sus proposiciones militares.»

Alguna analogía con la obra podría encontrarse en la nombrada:

Entretenimientos de un prisionero en las provincias del Río de la Plata, por el Barón de Juras Reales. Barcelona, 1828.

  —419→  

Sin embargo, el juicio del Almirante de las Indias es muy distinto. La disertación nona sobre un hecho particular de Colón se encamina á defender el empleo de los perros en la guerra con los indios.

Los escritos siguientes por modernos son conocidos.

D. José María Asensio. ¿En qué año nació Cristóbal Colón? Sevilla, 1881, 8.º

D. Manuel Merry y Colón, Catedrático de historia crítica de España. Discurso leído en la Universidad literaria de Sevilla en el acto de la apertura del curso académico de 1883-1884. Sevilla, Tarascó, 1885, folio. Asunto, Vida y viajes de Colón.

D. Felipe Trigo y Gálvez, La colombiada, poema épico en venticuatro cantos y su introdución, escrito en variedad de metros. Burgos, 1885, 8.º

Monumento á Colón erigido en Madrid por iniciativa de títulos del reino. Madrid, Fortanet, 1886. 4.º mayor, con 7 láminas.

Sociedad Colombiana Onubense. Memoria correspondiente al año 1885. Huelva, Muñoz, 1886, 4.º

Contiene:

Colón en Salamanca ó el huesped de San Esteban. Juicio crítico sobre la presentación de Colón á la Junta ó Consejo de la Universidad de Salamanca y sobre el informe dado por esta á los planes del sabio marino, por D. Alejandro de la Torre y Vélez, canónigo lectoral de la Santa iglesia catedral de Salamanca, premiado en el certamen.

¡Tierra! Esqueleto de un poema, por D. José María Gutiérrez de Alba, premiado en el mismo concurso.

El R. P. Ricardo Cappa, de la compañía de Jesús. Estudios críticos acerca de la dominación española en América. I. Colón y los españoles. 2.ª edición. Madrid, Velasco, 1887, 8.º

Estos apuntes ayudarán á la comprobación del juicio de un escritor católico muy estimado468. La poésie en Espagne n'a jamais été ingrate envers Cristophe Colomb.

  —420→  

Otros especiales, más latos que los recogidos hasta ahora469, deberán tomarlo en consideración en la parte que expresa La peinture et la sculpture ont paru moins empressées à pager à Colomb la dette de la Espagne.

Cesáreo Fernández Duro.




ArribaAbajoVI. Historia de Salamanca

Encargado tiempo há de informar acerca de la Historia de Salamanca escrita por nuestro digno correspondiente D. Manuel Macías, no me ha sido posible cumplir con ese cometido como deseaba por atender á otras graves y perentorias ocupaciones, pues por lo demás, la obra es tal, por fortuna, que bien merece el favor de la Academia, sin necesidad de un minucioso examen.

Afortunada ha sido en este punto la ciudad célebre é ilustre que, por tener su Universidad afamada y sus insignes y opulentos colegios, mereció ser llamada la Atenas española. Escribió su historia en el siglo XVII el cronista Gil González Dávila. El maestro Chacón la de su Universidad. Continuó y amplió la de la ciudad y sus linajes en el siglo pasado el cura D. Bernardo Dorado.

El célebre literato y dignísimo correspondiente D. José María Quadrado escribió una bellísima descripción, que ilustró Parcerisa, en sus Recuerdos y bellezas de España.

Nuestro no menos digno correspondiente D. Modesto Falcón publicó una bellísima descripción de sus edificios más célebres y monumentales, que muchos quedan por fortuna, aunque quizá otros tantos han demolido la codicia y el fanatismo impío, que á veces raya en la barbarie. Su curioso fuero moderno dado por   —421→   Alfonso IX publicó nuestro malogrado correspondiente Sánchez Ruano, aunque por desgracia valiéndose de una mala copia, que puede rectificarse por la de esta Academia, y convendría se hiciera.

En pos de estos viene el Sr. Villar á honrar á su patria con una nueva y bella Historia, que bien lo merece. Consta de tres abultados tomos, de unas 500 páginas cada uno en buen papel, limpios y elegantes tipos, avalorados con el mérito de servir en una imprenta de la misma población, lo cual siempre es recomendable en obras de esta índole, pues indica el estado de su cultura en los adelantos de la tipografía por los países historiados.

La obra va dedicada á la Excma. Diputación provincial. Como no se ha remitido el expediente por la Dirección, ignora el que suscribe si se ha cumplido con lo dispuesto en la legislación vigente sobre subvenciones, pues aquella Diputación tiene fama de rica, ilustrada y generosa.

El Sr. Villar, siguiendo una moda, que ya va cayendo en ridículo, principia su historia por la prehistoria, como todas las historias y corografías antiguas principiaban por Adán, el Diluvio y la venida de Túbal. Ahora ya se han jubilado (al menos por ahora) esas noticias, que volverán á estar de moda cuando les toque su turno. El Sr. Villar duda si los primeros pobladores de Salamanca vinieron de las playas del Mediodía ó por el Norte, y habla con este motivo del tiro del puente, que nada tiene de prehistórico. Todas estas lucubraciones paleontológicas terminan generalmente en las historias modernas por decir, si no por lo claro por lo turbio, lo de Argensola:


   «Y en este valle y líquida laguna,
si he de decir verdad como hombre honrado,
jamás me sucedió cosa ninguna.»



El tomo primero avanza hasta principios del siglo XV en cuatro libros.

El segundo los siglos XV y XVI hasta la muerte de Felipe III, en tres.

  —422→  

El tercero comprende desde fines del siglo XVII hasta fines de la guerra de la Independencia en unas 300 páginas y dos libros.

En este tercer tomo el historiador marcha con excesiva rapidez. Al siglo XVIII, que es el libro VIII, apenas le da 100 páginas, destinando el resto á biografías de hijos célebres.

La guerra de la Independencia hasta los sucesos de 1820 ocupan unas 40 páginas. Desde la 300 hasta la 470 la historia se reduce á un amontonamiento de hechos, fechas, fundaciones, biografías, toros y teatro. Al escritor le sucedía lo que á muchos: al fin de la jornada llegaba cansado. Quizá para los sucesos contemporáneos es lo mejor.

Al final de cada uno de los nueve libros en que el autor divide su Historia insértase un catálogo de apéndices curiosos, con algunos documentos, no muchos por cierto, catálogos de los Obispos y Corregidores y otros asuntos curiosos, cuya intercalación podía hacer pesada la marcha de la Historia.

Las notas y referencias son copiosas, y esto al par que denota laboriosidad del autor alivia su trabajo y las pruebas de sus asertos, indicando donde podrán ser halladas; y siquiera el que suscribe no siempre esté de acuerdo con aquellos, ni sean idénticas las apreciaciones, con todo, no son de aquellos lunares que llegan á borrones, ni menos á manchas.

En resumen, la obra es de mérito y acredita al autor, como á la Academia que le tiene por Correspondiente, como á los otros historiógrafos de Salamanca; y á la verdad place que al escribir estos libros se halle la Academia con la satisfacción de que ya de antemano había apreciado el mérito de los autores.

Puede por tanto decirse á la Dirección de Instrucción pública que la Historia de Salamanca escrita por D. M. Villar y Macías no es original en el sentido estricto de la palabra, ni es posible que lo sea, después de haberla ilustrado escritores tan notables como Gil González Dávila, Dorado, Quadrado (D. José María), Falcón y otros, que en libros y monografías han escrito acerca de su célebre Universidad y Colegios y conventos; de Colón, de Fr. Luís de León y otros sujetos que tuvieron aquella ciudad por teatro de sus controversias y vicisitudes, no todas halagüeñas. Pero tiene originalidad en la forma clásica y concreta con que   —423→   procede, resumiendo y recapitulando los sucesos con acierto y buen golpe de vista, imparcialidad, erudición y criterio; de todo lo cual se deduce el relevante mérito en su género y su utilidad en las Bibliotecas, según el recto y usual criterio de la Academia con otras obras de la misma índole.

La Academia ignora si ha sido ya subvencionada, y por ese motivo nada dice acerca de los demás puntos de que trata la legislación vigente.

La forma de la obra es elegante, el papel y tipos excelentes, y como esta clase de obras suelen tener poco atractivo fuera de la localidad, difícilmente podrá indemnizarse el autor de los dispendios de su publicación. En las bibliotecas populares podrá ser su lectura no solamente útil, sino también amena é instructiva, sirviendo quizá de modelo y estímulo para escribir otras de este linaje.

La Academia, sin embargo, dispondrá como siempre lo más acertado.

Madrid, 25 de Febrero de 1888.

Vicente de la Fuente.




ArribaAbajoVII. Historia de la enseñanza en España

Cumpliendo el honroso encargo que se ha servido darme nuestro digno Director, de informar á la Academia para que ésta pueda hacerlo al Ministerio de Fomento acerca de la obra intitulada Historia de las Universidades, colegios y demás establecimientos de enseñanza en España, escrita por D. Vicente de la Fuente, en pocas palabras concretaré el juicio que tan importante libro me ha merecido. Comprendiendo el vasto cuadro que se propuso trazar el docto académico, desde los primeros establecimientos de enseñanza introducidos por los romanos y los del   —424→   período visigodo, hasta cumplirse la primera mitad de la presente centuria, causa verdadero asombro al recorrer sus páginas, la vastísima erudición, el cúmulo de datos nuevos ó casi desconocidos, que esclarecen esta rama nobilísima de la historia patria, apenas tratada por Campa y Gil de Zárate antes de que el Sr. la Fuente acometiera la obra verdaderamente colosal á que está dando cima, ó en algunas apreciables monografías de muy pocos establecimientos docentes, debidas á distinguidos profesores de los mismos.

Buscando las seguras bases de su obra en los archivos de los establecimientos que historía, pasan de ciento, según consigna el mismo autor extractándolos oportunamente, los volúmenes manuscritos ó impresos que ha coleccionado como materiales para escribir este libro; y esto solo basta para comprender la grande originalidad que su obra tiene. Si á esto se agrega el atinado método en la exposición, la depurada crítica al apreciar los hechos, y hasta el lenguaje castizo y digno en que toda está escrita, se comprenderá fácilmente que merezca, no solo ser calificada como obra de indisputable originalidad, sino también de relevante mérito; llenando en la historia de nuestro pasado la página más gloriosa que puede encontrarse en la vida interna de todo pueblo: la que se refiere al progreso de su cultura, reflejado fielmente en los establecimientos de enseñanza.

Cree, pues, el que suscribe, que así pudiera la Academia informar al Gobierno acerca de esta obra, recomendando la adquisición del mayor número de ejemplares para las bibliotecas públicas. La Academia resolverá.

Madrid 2 de Marzo de 1888.

Juan de Dios de la Rada y Delgado.





  —425→  

ArribaAbajoVariedades


ArribaAbajoLos jerezanos, y el segundo viaje de Cristóbal Colón

Datos inéditos



I

Archivo Capitular de Jerez de la Frontera (Cádiz). Libro que contiene los restos de «Actas» de los años 1500, 1502, 1503 y 1505 (fol. 466 r., v.)

Cédula original de Isabel la Católica470

Deuoto Prior de Santo Domingo de Xeres, yo vos mando que los setenta e nueue mill e ochoçientos é [se]senta mrs. que por otra mi çedula mande a Martin de Salinas que vos diese para la paga de çierto pan que [se to]mo a çiertos vezinos de Xerez de la frontera porque los prestaron el año pasado de nouenta e tres para [fa]zer biscocho para bastimento de las fustas que fueron por mi mando el dicho año con el almirante d[on] Christoual Colon A las Indias los dedes e paguedes en esta guisa.

A Mari Rodriguez muger de Fran.co Martin Granado seys mill e seysçientos mrs por çinco caizes de trigo que presto

vj imagen DC

A Fran.co Martin Granado seys mill e seysçientos mrs por çinco caizes de trigo que presto   —426→  

vj imagen dc

Al jurado Martin de Auila seys mill e seysçientos mrs por çinco caizes de trigo que presto

vj imagen dc

A Diego Lopez Candelero seys mill e seysçientos mrs por çinco caizes de trigo quo presto

vj imagen dc

Al jurado Pedro de Çuaço treze mill y dozientos mrs por diez cayzes de trigo que presto

xii imagen cc

A Veatriz Lopez muger de Johan de Medina treze y dozientos mrs por diez caizes de trigo que presto

xii imagen cc

A Hernando Riquelme yerno de Pero Esteuan çinco y dozientos e ochenta mrs por quatro caizes de trigo que presto

v imagen cclxxx

A Pero Esteuan de Trogillo dos mill e seysçientos e quarenta mrs por dos caizes de trigo que presto

ij imagen dcxl

A Alonso de Galdame dos mill e seysçientos e quarenta mrs por dos cahizes de trigo que presto

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A Johan de Çuaço syete mill e nueueçientos e veynte mrs por seys cahizes de trigo que presto

vij imagen dccccxx

A Hernan Mexia tres mill e nueueçientos e sesenta mrs por tres cahizes de trigo que presto

iij imagen dcccclx

A Pedro Camacho de Villaviçençio quatro mill e seysçientos e veinte mrs por tres cahizes e medio que presto para cumplimiento de diez cahizes porque los otros seys cahizes y medio estan pagados

iiij imagen dcxx

Que son los dichos setenta e nueue mill e ochoçientos e sesenta mrs, y es el trigo que Asy prestaron sesenta cahizes e medio471, los cuales Resçebio por mi mandado Gomez Tello, Alguazil de la Inquisiçion de Seuilla y otras personas en su nombre segund parescio por quantos [co]nosçimientos firmados e por las cartas de pago de las personas que lo Resçebieron, y el pan que demás de lo suso dicho prestaron los vecinos de la dicha çibdad de Xeres les fue pagado por otra parte e tomado sus cartas de pago e los dichos   —427→   conosçimientos que de suso hase mençion, con las quales e con esta mi çedula tomando la Razon della Juan Lopez mi secretario e contador mando que vos sean Resçebidos en quenta, e aveys de facer las dichas pagas en presencia del coRegidor desa dicha çibdad o de su lugar theniente e del escriuano del conçejo della sin que les sean descontados de los dichos mrs costas nin derechos algunos de Contador nin pagador nin soliçitador nin mensajero nin otra cosa alguna por quanto non los han de aver, antes es mi merçed que las susodichas personas sean enteramente pagados de todo lo que asy prestaron syn falta alguna, e antes que les pagays las dichas pagas Resçebid juramento en forma de las susodichas personas o de los herederos de los que dellos fueren falleçidos que los dichos mrs nin parte dellos non les estan pagados nin les han Resçebido por otra parte. E sy algunos dellos ouieren bendido o baratado de dicha debda por menos mrs de los que asy les son deuidos non dedes lugar a los tales baratos, e syn embargo dellos pagad los dichos mrs á las personas prinçipales que los prestaron que yo por la presente do por ningund valor y efecto qualesquier escripturas contractos e conçiertos que de las tales ventas e baratos ayan pasado; y esto y la Relaçion de todo lo que ficierdes aveys de enbiar en manera que haga fee Al dicho Juan Lopez mi contador é Secretario. E non fagades ende al. Fecho a doze dias del mes de julio472 de mill e quinientos e tres años=Yo la Reyna=Por mando de la Reyna=Juan Lopez=

Al margen izquierdo, ó interior de la plana 1.ª, parte central, dice: Asentada=Juan Lopez.

A cada nombre preceden las letras p.º (síncopa de pagado) de diferente mano, por supuesto.

Al pié de la 2.ª plana.-[Para] que se paguen a ciertos vesinos de Xerez en esta nomina contenidos lxxjx imagen dccclx mrs que se le deuen por sesenta cayzes [e medio de] pan que prestaron el año pasado de xciij para fazer bizcocho para bastimento de las fustas que fueron con [el] Almirante Colon a las Indias. Antes de este extracto hay una rúbrica del susodicho escribano ó secretario Real.



  —428→  
II

Del susodicho libro (f.º 465 r., v.)

Nota. A todos quantos esta carta de fe vierdes que Dios honrre e guarde de cual yo Juan Roman escriuano publico y escriuano i[nayor] del cabillo de la muy noble y muy leal çibdad de Xeres de la frontera por el Rey e la Reyna nuestros s[eñores] me vos encomiendo y fago saber y por la presente vos do fe que en sabado dies y nueue dias del mes [de a]gosto deste año en que estamos del nasçimiento del nuestro saluador [Ihesu] Christo de mill e quinientos e tres años aqui en esta dicha çibdad de Xeres dentro en el monesterio de [santo] Domingo desta çibdad, estando ende el devoto padre frey Pablo prior del dicho monesterio y eso mes[mo] estando ende el liçençiado Juan de Villalua allcalde mayor y de la justiçia desta çibdad y el noble caual[lero] Gonçalo Gomez de Çeruantes coRegidor e justiçia mayor desta çibdad por sus altesas en presençia de mi el [dicho] Juan Roman escriuano publico y de los testigos de yuso escriptos, el dicho devoto padre prior frey Pablo rrasono e dixo por palabra al dicho allcalde mayor que la rreyna nuestra señora le avia enbiado y el auia resçebido [çierta] contía de marauedis para dar e pagar a çiertas personas vesinos desta çibdad çierta cantidad de pan t[rigo] que las dichas personas prestaron a sus altesas y dieron en su nombre a Gomes Tello alguacil de la santa ynquisyçion ya defunto para faser çierto bizcocho para bastimento de las fustas que fueron por mand[ad]o de s[us] altesas con el almirante don Christoual Colon a las yndias el año pasado del señor de mill e quatroçientos e noventa e tres, segund que todo lo susodicho mas conplidamente se contenia en vna çedula de la rreyna nuestra señora que su altesa sobre ello le enbio; por ende dixo el dicho devoto padre prior quel obedesçiendo y cumpliendo la dicha çedula e reales mandamientos de su altesa auia fecho llamar al dicho monesterio de santo Domingo por pregon público para oy dicho dia a esta ora á las presonas contenidas e declaradas en la dicha çedula de su altesa para las dar e pagar antel dicho liçençiado   —429→   allcalde mayor y presençia de mi el dicho escriuano los mrs que cada vna dellas ha de aver e su altesa les manda dar por la dicha su çedula y conforme a ella; la qual dicha çedula de la Reyna nuestra señora el dicho devoto padre prior dio á mi el dicho escriuano publico para que leyese al dicho liçençiado allcalde mayor la qual luego le fue leyda delante que su thenor es este que se sygue.

Aqui la çedula de la Reyna nuestra señora. Y la dicha çedula dela Reyna nuestra señora seyendo presentada e leyda, el dicho liçençiado allcalde mayor dixo quel obedesçia e obedesçio la dicha çedula de su altesa con la mayor e mas devida Reuerencia que podia e deuia como carta é mandado de su Reyna i señora natural a la qual Dios nuestro señor dexe biuir e Reynar por largos tiempos e buenos a su santo seruiçio con acresçentamiento de mas Reynos e señorios; i quanto al cunplimiento della que estaua e esta presto de se juntar con el dicho devoto padre prior e estar ende presente a ver pagar a las personas contenidas en la dicha çedula de su altesa y a cada vna dellas la contía de mrs que han de aver e su altesa les manda dar por la dicha su çedula de la manera e segund e como en ella se contiene; fasyendo primeramente las tales personas i cada vna dellas la solenidad i juramento que su alteza manda que fagan por la dicha su çedula y conforme a ella.

E lo sobredicho seyendo asy pasado vinieron luego al dicho monesterio de santo Domingo e paresçieron ante los dichos devoto padre prior e liçençiado Juan de Villalua allcalde mayor y en presencia de mi el dicho escriuano publico i dichos testigos de yuso escriptos çiertas personas vesinos e moradores desta çibdad que de suso en esta fe seran declarados las quales eran e son de las personas contenidas e declaradas en la dicha çedula (de) su altesa que de suso va encorporada, que dieron i prestaron a sus altesas pan trigo el dicho año pasado del señor de mill e quatrocientos e noventa e tres años para el dicho bizcocho e bastimento de las dichas fustas de que suso en la dicha çedula de su altesa se fase mençion, de las quales dichas personas i de cada vna dellas fue rresçebido e fisieron luego el juramento e solenidad que su altesa les manda que fagan por la dicha su çedula, el qual juramento   —430→   las dichas personas e cada vna dellos fisieron i dieron i declararon conforme a lo contenido en la dicha çedula de su altesa, e las personas que asy paresçieron ante los dichos devoto padre prior e liçençiado allcalde mayor en presençia de mi el dicho escriuano publico que fisieron el dicho juramento e paresçio por la dicha çedula de su altesa que dieron e prestaron el dicho pan trigo para el dicho bizcocho, e los maravedis que a cada vna de las dichas personas les fueron dados e pagados e Resçebieron e su altesa les manda dar e pagar por la dicha su çedula es lo que aqui sera dicho e declarado en la forma siguiente en esta guisa

aqui la paga

a Mari Rrodrigues muger de Fran.co Martin Granado se le dieron e pagaron por çinco cafises de trigo vj imagen dc mrs conforme a lo contenido en la dicha çedula de su altesa;

y asy los otros pagados fasta ser fecha toda la paga.

De todo lo qual segund que ante mi el dicho escriuano paso (do) la presente escriptura desto firmada de mi nonbre e sygnada con mio sygno, que es fecho i paso todo lo que dicho es de suso en la dicha çibdad de Xeres en el dicho dia sabado xjx dias del dicho mes de agosto del año sobredicho del señor de j imagen diij años. Testigos que fueron presentes a todo lo que dicho es...

No existe firma ni rúbrica alguna.




III

Del propio libro, folio 468 r., v.

(Pago de los créditos detallados en la Real Cédula. Autógrafo del escribano Juan Román).

En sabado dies et nueve de agosto de mill et quinientos et tres años en Santo Domingo antel señor frey Pablo prior del monesterio de Santo Domingo e antel señor liçençiado Johan de Villalua.

  —431→  

Pagose a Fran.co Martin Granado vezino a San Saluador de çinco cahizes de trigo a rrazon cada vno de mill et trezientos et veynte mrs que montaron seys mill et seyscientos mrs

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Pagose a Diego Lopez Candelero vezino á San Dionis de çinco cahizes de trigo al dicho presçio que montaron otros seys mill et seys cientos mrs., juro que non es pagado dellos nin tiene vendida esta debda

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Pagose a Pero Lopes Toçino jurado; el sobrenombre esta errado en la çédula, porque dezia en la çedula Pedro de Suaço et non ay tal jurado en esta çibdad, et averigose asy por los alualaes desta debda como por ynformaçion ser esta debda del dicho Pedro Toçino; e por esto se le pago treze mill e dozientos mrs por dies cahizes de trigo al dicho preçio fizo el mesmo juramento

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Pagose al bachiller Fran.co de Medina en nombre de Beatriz Lopes su madre, el poder ante Fran.co de Trogillo en este dia, de dies cahizes de trigo al dicho presçio treze mill et dozientos mrs, fizo el juramento

xij imagen cc

Pagose a Johan de Suaço, veynte e quatro, syete mill et nueveçientos et veynte mrs de seys cahizes de trigo al dicho preçio, fizo el mesmo juramento

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Pagose a Fernan Mexia tres mill et nueveçientos et sesenta mrs de tres cahizes de trigo al dicho presçio, fizo el mesmo juramento

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Pagose a Pedro Camacho de Villaviçençio, veynte e quatro, quatro mill e seys çientos e veynte mrs de tres cahizes e medio de trigo al dicho presçio, fizo el mesmo juramento

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En lunes veynte et vno de agosto

Pagose a Bartolome de Avila por sy y en nonbre de Clara Marrufa muger que fue del jurado Martin de Avila (cuya tutris es en nonbre de la sobredicha)   —432→   el poder ante Juan dOrtega, oy dicho dia seys mill et seysçientos mrs de çinco cahizes de trigo al dicho preçio, juro e etc

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Pagose a Fran.co Martin Granado en nonbre de Mari Rodriguez su madre, cuyo poder tiene ante Juan Roman en sabado dies et nueve de agosto deste año, seysmill et seysçientos mrs de cinco cahizes de trigo al dicho presçio, juro

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Pagose a Fernando Riquel yerno de Pero Esteuan ya defunto çinco mill e dozientos e ochenta mrs de quatro cahizes de trigo al dicho presçio, juro

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Pagose a Alonso de Galdames el moço por sy e en nonbre de su hermana Eluira de Galdames muger de Gomes Patiño el moço et Beatris de Santiago, madre e tutris de los menores fijos de Al.º de Galdames ya defunto herederos del dicho Al.º de Galdames, cuyo poder tiene ante mi el dicho escriuano, en veynte de agosto de dos cahizes de trigo dos mill et seysçientos et quarenta mrs juro

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A Martin de Trogillo e Ynes de Trogillo e Leonor dEspino herederos de Pero Esteuan de Trogillo ya defunto se dieron e pagaron dos mill et seysçientos et quarenta mrs de dos cahizes de trigo conforme á lo contenido en la dicha çedula de su alteza473

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Jerez de la Frontera, 28 Abril 1888.

Agustín Muñoz y Gómez.