Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

  —356→  

ArribaAbajoII. Monumentos romanos y cristianos de Cabeza del Griego en 1790

Biblioteca de la Academia, códice E 124, fol. 21 r.-53 v., estante 27, grada 4. Á este informe, todavía inédito, se refiere el Sr. Cornide, en su Noticia de las antigüedades de Cabeza del Griego: «Las resultas, dice307, de lo que observó en estos viajes308 y de los trabajos en 17 días que permanecí en Cabeza del Griego, compondrán el informe que voy á dar á la Academia; para el qual he tenido presente el que en 12 de Noviembre del año de 1790 dimos el Señor D. Josef Guevara y yo309 con presencia de todos los documentos remitidos por el Sr. Tavira á S. M., y sobre los quales quiso el Rey oir el juicio de la Academia. Como en dicho Informe se ha tratado con bastante extension de los presupuestos generales, como son la region á que pertenecia este terreno, la ciudad que pudo haber sido de que existen las ruinas, la Sede á que perteneció su Obispo, etc., con las autoridad es de los Escritores antiguos y modernos, no deberá causar extrañeza á la Academia que, aunque en este informe varíe el método, me sirva á veces de las mismas razones que en aquel; pues aun quando esto se mire como una especie de plagio, lo será de un caudal en parte propio, y en parte perteneciente á uno de nuestros individuos, que solo tiene interés en que la Academia quede obedecida, y el público instruido del estado en que se hallan los vestigios de esta antigua poblacion, y del juicio que se puede formar de ellos.» En las notas al primer informe, debido en parte al Sr. Cornide, que sale ahora á luz, irá designado con la palabra Corn. el segundo impreso en el tomo III de Memorias.- F. F.

  —357→  

Excmo. Sr.:

Los monumentos que la diligencia de D. Antonio Tavira, Capellán de honor de S. M. y Prior del convento de Uclés, ayudado del zelo de D. Juan Francisco Martínez Palero Alcalde de Sahelices y del del Cura Párroco de dicha Villa, han encontrado en las excavaciones que se han hecho á sus expensas en Cabeza del Griego y sus inmediaciones, cuyo expediente con orden de S. M. ha remitido á examen de la Academia el Excmo. Señor Conde de Floridablanca310, prueban que el sitio en que se encuentran tantas lápidas, inscripciones, sepulcros, vasos, y otros muchos monumentos, así romanos como góticos, fué una antigua población romana, y después habitada por los Godos.

Ya merecía este sitio la atención, y observaciones de nuestros Literatos; pues el Cronista Ambrosio de Morales hizo una descripción de él, copiando algunas inscripciones311 que unidas con otras que recogió el Licenciado Francisco Porras de la Cámara, Prebendado de la Santa Iglesia de Sevilla, que floreció á fines del siglo XVI y principios del siguiente, forman el códice que se conserva manuscrito en la Biblioteca de San Isidro el Real de esta Corte, y al que añadió otras de su letra el Padre Rafael Pineda de la extinguida Compañía, Colector infatigable de estos monumentos, á mediados del siglo pasado.

Posteriormente en los años de 1765 y 1766, nuestra Academia, atenta siempre á recoger quanto pueda ilustrar la Historia antigua y moderna de la Nación, con noticia de los descubrimientos que se hacían en el expresado sitio, comisionó á D. Josep Alsinet para que desde Aranjuez pasase á Cabeza del Griego; y por sí mismo examinó todo, y expuso su dictamen en carta dirigida á nuestro Secretario D. Lorenzo Diéguez con fecha de 26 de Octubre.

En 27 de Diciembre del año siguiente de 1766, D. Thomás de Torres y Moya Prior de Uclés contestó al encargo que le hizo la Academia para que formase una Disertación, recogiendo todos los monumentos que pudiese, y solo remitió algunas medallas   —358→   que se conservan en nuestro Gabinete, y notó algunas particularidades modernas.

En este estado ha permanecido la excavación y descubrimientos, hasta que la diligencia y amor á las letras de D. Antonio Tavira Obispo electo de Canarias, y el zelo de Don Juan Francisco Martínez Falero, del Cura de Sahelices, del de la Fuente de Pedro Narro, del Padre Gabriel López Religioso Agonizante y Lector de Theología en su Colegio de Alcalá, de D. J. Ramón Martínez Falero Lector de Theología en su colegio de Alcalá, con otros muchos interesados en las glorias de aquellos pueblos, ó por naturales de ellos, ó por tener allí su residencia y empleos, han emprendido de nuevo las excavaciones; unos costeándolas de sus propios fondos y dirigiéndolas con juicio y acierto, otros ilustrándolas con oportunas y eruditas observaciones, otros depositando y conservando cuanto se extraía de las excavaciones, y finalmente contribuyendo todos á que se conserven como monumentos preciosos, que pueden ilustrar nuestra Historia antigua, profana y eclesiástica.

Con presencia de todos estos documentos y de la que hemos visto en los historiadores y geógrafos que hemos consultado, expondremos nuestro dictamen.

Parece innegable que en Cabeza del Griego, ó su inmediación, hubo una ciudad célebre en tiempo de los romanos; porque la multitud de inscripciones, medallas y sepulcros, y el particular culto y veneración que daban á Diana, á quien tenían consagrado un delubro ó templo con su bosque ó luco, de que hace prolija descripción Morales en el citado manuscrito, lo dan bastante á entender. No solo aquel sabio historiador nos ha conservado varias inscripciones descubiertas en este sitio, sino que prolijamente ha dibujado varios bajos relieves, entallados en una peña inmediata, en que se ven figuras alusivas á las ocupaciones de aquella diosa, como son cazadores, perros y animalillos que parecen conejos, debajo de los cuales se hallan algunas letras, que parecen resto de algunas dedicaciones y enterramientos.

No solo tuvimos presente este códice que nos ha franqueada la generosidad de D. Cándido María Trigueros, segundo bibliotecario de los Reales Estudios de San Isidro, sino una noticia de   —359→   excavaciones formada por el ya dicho cura de la Fuente de Pedro Narro, D. Jácome Capistrano312, y la declaración del de Sahelices, D. Bernardo Manuel de Cosío313, en las cuales, no solo se hallan varias inscripciones de las mismas que ha remitido el Prior de Uclés, sino muchas juiciosas observaciones sobre estos monumentos, tanto por lo que pertenece á lo profano, como á lo eclesiástico.

Para proceder, pues, con algún orden, daremos primero noticia de ellos con distinción de los tiempos á que corresponden estas dos clases de monumentos; y procurando desentrañar, en cuanto nos sea posible, su sentido, pasaremos en segundo lugar á discurrir de qué población antigua pueden ser estas ruinas, concluyendo con la aplicación de los bienaventurados obispos que se han hallado enterrados en medio de ellas, y el descubrimiento de cuyas sedes debe interesar más nuestra curiosidad en cuanto contribuya (como observa el erudito Prior de Uclés) á aumentar el catálogo de nuestros prelados.


Monumentos romanos

Todos los monumentos de que se dará razón se hallan en el distrito de la Cabeza del Griego; pero no sucede lo mismo con las inscripciones, pues algunas de ellas se condujeron con las piedras en que se hallaban esculpidas á la villa de Sahelices, en cuyos edificios se han empleado.

Bajo el número I se contiene la vista perspectiva del sitio de las excavaciones y las villas de Uclés y Sahelices, vecinas á ellos.

II. Contiene este número siete fragmentos de inscripciones y una completa. Todas parecen sepulcrales por las fórmulas en que están concebidas; pero solo forma sentido la quinta en orden, que es una lápida sepulcral de forma bislonga, y de la cual resulta que un tal Rufo, hijo del médico Philúmeno, cuidó de que   —360→   se pusiese á su padre314. En la tercera, que es de la misma clase, se halla en las primeras letras el nombre de Sempronio, que murió de más de diez años, y aunque de tan corta entidad hacemos mención de ella por lo que diremos cuando se trate de las góticas315.

III. Contiene cuatro inscripciones, que igualmente parecen sépulcrales: la primera316, que solo conserva como la mitad de su largo, es una dedicación de una mujer llamada Octavia á otra llamada también Octavia Pliada317, que sería su madre ó su hija; adornan el cuadro en que se halla la inscripción, varios ramos de flores, y en la parte superior dos cabezas de leones, en medio de las cuales se descubre otra de mujer, colocada en el centro de una flor de siete pétalos. Los números 4.º, 6.º y 7.º no hacen sentido; el 2.º es un hierro plano y delgado de una figura caprichosa, según va representada, pero cuyo uso no se puede comprender. El 3.º es un sepulcro ó lucillo de una sola pieza, excepto la cubierta, y de cuya forma hay otros tres en el mismo sitio. El 5.º es una pieza de bronce de un palmo de diámetro, que según va diseñada, no percibimos á qué uso pueda haber servido; pero en las notas remitidas se dice que fué el de lámpara de cuatro vasos pequeños, y que se halló inmediata á los sepulcros; aunque no de la forma ordinaria, puede haber sido una lámpara sepulcral. El 8.º es un pedazo de estuco mezclado de yeso y cal, blanquísimo, de dos dedos de grueso y media vara de ancho, con algunos dibujos que parecen de estilo gótico.

IV. Contiene varios fragmentos de vasos de barro de color encarnado, con figuras de relieve, y en los que se reconocen las marcas de los alfareros; entre las figuras, hay en uno de los cascos los medios cuerpos delanteros de dos caballos en ademán de tirar un carro de forma elegante; en otra, una cabra, y en otro, dos figuras con ropa, talar y los brazos desnudos, que por hallarse sobre unas ruedas imaginamos sean de la Fortuna, como en   —361→   acción de conceder alguna cosa á otras dos figurillas más pequeñas que con las manos abrazadas, y al parecer arrodilladas le suplican. Estos vasos parecen de la tan celebrada fábrica saguntina.

V. Es una copia de los bajos relieves318 que ya describió Morales, y de que ahora hace mención y remite también el diseño el cura de la Fuente de Pedro Narro; la relación dice que ocupan más de dos varas de largo y como una de alto; representan como cuatro capillitas; las de los extremos tienen frontispicios circulares y las del centro triangulares, con dos figuras de hombres y dos de mujer alternadamente. Entre las pocas letras que se conservan, se conoce que esta obra fué dedicada á Diana, pues la primeras letras de la primera línea son VE SACRVM SIBI. Aunque la primera letra parece una V ligada con diptongo, como aparece campo suficiente para que hubiesen existido las tres primeras letras de la palabra DIANA, y la primera pierna de la N nos atrevemos á proponer esta conjetura, que se confirma muy bien con los atributos de una diosa cazadora mezclados con las figuras. Estas, dice la relación del Prior de Uclés, que son de relieve, y qué tienen poco primor; pero Morales, que sin duda las reconoció más bien conservadas, asegura que uno de los perrillos, no mayor que un dedo, estaba trabajado con esmero.

VI. Contiene un frasquito de cristal de forma oval y con una especie de asilla para llevarle colgado. El olor agradable, que aún conserva, supone haber tenido el destino de conservar aromas ó perfumes. La relación dice que se halló dentro de un sepulcro, y que tenía unas líneas que vistas á la luz parecían rosas y esto no repugna al ministerio dicho. El núm. 2.º es una especie de pendiente de varias piedras y oro. Los números siguientes contienen siete fragmentos de inscripciones, de las cuales nada se puede comprender, ni aun unidas, como es verosímil (por la forma de las letras) lo estuviesen. El núm. 10 y el 11 no hacen sentido.

VII. Contiene un vaso de bronce, de figura elíptica, del tamaño   —362→   de un huevo de ánade. Tiene cuatro asillas, que pudieron haber servido para mantenerle por medio de unos cordoncitos colgado en el aire, en cuya disposición pudo haber servido de lámpara; conjetura á que puede también contribuir una chapita de bronce que se halló con el que ajusta á la parte superior del dicho vaso, y en medio de la cual se halla un agujero, que pudo servir para poner la mecha.

En este número viene igualmente diseñado un busto ó más bien un tronco de piedra sin cabeza, que la relación asegura es de bella forma, de tamaño mayor del natural y con su base.

VIII. Contiene otro tronco de una estatua de alabastro, de vara de alto; el ropaje, que es de bella forma, le cubre los pechos y la parte inferior del vientre; lo que nos hace creer sería de mujer, y acaso de la casta Diana en traje de monte; el núm. 2.º es una hebilla de bronce ó latón dorado á manera de una aldaba del tamaño que viene figurada, y en cuya parte inferior se reconoce una cruz de Malta, que la relación dice pudo haber sido formada casualmente. El núm. 3.º contiene tres casquitos de ladrillo de figura de losange y de diámetro de línea y media, que parecen piececitas de algún pavimento mosáico.

IX. Contiene las inscripciones conducidas al lugar de Sahelices y colocadas en varios edificios: 1.ª, un serafín319 de bella escultura antigua, según la relación, colocado en una piedra sobre la ventanilla de una casa; esta figura, por más que diga la relación, no nos parece de forma antigua, ni fué conocida sino de los Israelitas en el adorno del arca del Testamento. Los números restantes 2.º, 3.º, 4.º, 5.º y 7.º son fragmentos de inscripciones en piedra común. En el 5.º, que consta de los fragmentos de tres líneas ó renglones, contiene la última las cinco letras siguientes: GRINI. Lo advertimos por lo que más adelante se dirá. La 6.ª parece sepulcral, y la relación dice que es de alabastro, sospechando que pudiese haber sido parte del sepulcro de esta materia que va diseñado en papel aparte.

X. El núm. 1.º es una piedra sepulcral320 de figura oblonga   —363→   con moldura, y señala la sepultura que Emilio cuidó de hacer á su costa para su padre, para su madre y para sí; una pequeña palma esculpida al fin de la cuarta línea puede tener alusión de alguna victoria ganada en los juegos circenses, que por las medallas de Segóbriga sabemos se usaban en esta ciudad ó en la Celtiberia, á que pertenecía. El núm. 2.º es otra memoria sepulcral321 puesta por Julia Peregrina para su marido Antonio Festivo, para su hija Julia Cándida y para sí.

La 3.ª es otra memoria sepulcral322 en que se señala la sepultura de Tilo Valerio, hijo de Cayo Apto de la Tribu Galeria, natural de Valeria, y muerto en edad de 5 años. Tiene de particular esta inscripción que la sigla de Cayo es un a K.

La 4.ª es otra dedicación323 hecha por Cecilio Barsamis á su mujer Cecilia Pámphila, que murió á los 32 años 10 meses y 16 días de su edad. Las tres primeras de estas inscripciones están en la pared foral de la casa de D. Sebastián (así se explica la relación); la del núm. 4.º en la de D. Esteban Sánchez; las piedras del núm. 3.º y 4.º tienen unas colas de milano que indican haber sido hechas separadamente, y dispuestas de modo que pudiesen ajustarse á los sepulcros que estarían fabricados de antemano.

XI. Este número contiene 9 inscripciones, algunas de mala conservación, y entre todas, solo las del núm. 1.º, 2.º y 3.º se pueden considerar como romanas324, debiendo referirse las demás al tiempo gótico. De aquellas, la 1.ª es una dedicación al Buen Suceso; la 2.ª una piedra sepulcral puesta por Manilio Victorino y su mujer Fabia á su hijo Quintiano Cecilio Porciano notario, muerto en la edad de 30 años; la 3.ª se refiere por las últimas cuatro letras de la fórmula ordinaria de las piedras sepulcrales ser de las de este género puesta por unos libertos á su patrono. De las góticas hablaremos cuando se llegue á esta clase; y por ahora añadiremos al antecedente las de que hace mención el cura   —364→   de la Fuente de Pedro Narro, y que no se hallan entre las remitidas por el Prior de Uclés. Después de la 1.ª, 2.ª, 3.ª y 4.ª, que son de las ya explicadas, sigue la 5.ª, que solo contiene las cuatro simas ó letras F. R. E. A. puestas en columna325, ó una encima de la otra, las que nada dicen. La 6.ª, que contiene parte de tres líneas, tampoco es inteligible; la 7.ª parece dedicación á sujeto designado para algún empleo, que por algunas letras puede ser el de Procónsul de la Provincia326; la 8.ª es una memoria sepulcral, de la cual se infiere que Terencia Primitiva la puso á su hermano Levyches, que murió de 53 años327; la 10.ª es otra piedra sepulcral que señala el sitio en que fué enterrada Julia Octatitia, muerta de 10 años, con la ordinaria deprecación de que la tierra la sea ligera; la 11.ª, 12.ª y la 13.ª son de las ya copiadas como existentes en las paredes de la casa de Sahelices. En la 14.ª, existente en dicho pueblo, solo se reconoce el nombre propio Achoristi, y tres letras que nada dicen. La 15.ª contiene la palabra de lico, que no nos atrevemos á determinar si es principio ó fin de dicción. La 16.ª tampoco se puede determinar á qué clase corresponde, y solo se hallan en ella letras que pueden leerse Gaius Valerius, Hilarius Igrini ó Nigrini, y suplir filius ó cosa semejante, y acaso será la 5.ª del núm. IX de las remitidas por el Prior más completa. La 17.ª es de las ya copiadas.

Expresamente habemos reservado para este lugar la del número 9.º, porque las pocas letras que en ella se conservan pueden dar materia á nuestras conjeturas328. No es fácil adivinar lo que aquellas quieren decir; pero es probable que hallándose las cuatro letras GOBR en la segunda línea y en la tercera un DE fuesen parte de alguna dedicación de estatua hecha por los segobrinenses, y pagada con su dinero, como lo da á entender la fórmula DE á que se seguiría el SVO FECERVNT. Esta piedra no creemos esté bien copiada, ni en sus letras, ni en su forma, pues se   —365→   halla representando un cuadrilongo desarreglado, de lo que inferimos habría sido partida al medio y acaso recortado su contorno para acomodarla á alguna obra con grave perjuicio de su lectura que podría poner fin á nuestras dudas.

A la noticia del cura de la Fuente de Pedro Narro acompaña un diseño de unos bajos relieves, que dice estar entallados en una montaña, camino de Almonacid y son los mismos que los de que hace mención Morales y el Sr. Tavira; pero nada añaden que pueda aumentar nuestras conjeturas sobre su destino.




Monumentos góticos

1.º Las antigüedades góticas empiezan por el plano de una iglesia cementerial329 que por su forma se cree de arquitectura gótica, y en cuya descripción no nos detenemos porque acompaña la remitida por el Prior de Uclés, y la del cura de la Fuente aún más extensa y detallada.

Los números 2.º y 3.º igualmente descritos por dicho Prior330, son varias tablas de alabastro con adornos de color rojo. Como estos principalmente señalan el lábaro ó monograma de Cristo, los suponemos de personas católicas. Los adornos se resienten todavía del buen gusto de las artes y tienen semejanza con los que ahora se llaman grecos.

El cura de la Fuente se inclina á que el vaso ó ánfora, y los peces sean señales de haber sido sepultado allí algún santo mártir, y que aquel tinturado de color rojo tenga alusión con la sangre derramada en el martirio, y los peces ó animales indiquen haber sido echado el mártir á las fieras ó las aguas, y aún que este santo mártir se llamase San Félix y diese nombre al lugar de Sahelices. Nosotros solo observaremos que los peces en sepulcros son señales de haber sido enterrados en ellos personas cristianas regeneradas con el agua del Bautismo; que á eso aluden los dichos peces, aunque no ignoramos que los delfines, cuales   —366→   son los que se representan en este sepulcro también fueron distintivo de ciudades no solo litorales, sino de tierra á dentro cuando tenían río vecino, y en este concepto los usó Segóbriga en sus monedas.

La materia de estas tablas es, según la relación, de alabastro; y esto supone la abundancia que de esta piedra había en las inmediaciones de Cabeza del Griego; y de su espesor, resulta la facilidad de dividirla en láminas en la forma que lo refieren Plinio y San Isidoro, como adelante se dirá.

En el número 3.º se propone otra de estas láminas en que se halla dibujada una pirámide truncada por la parte superior, sin que se explique si era parte de dicho sepulcro, ó destinada á alguna obra; lo que hace el cura de la Fuente de Pedro Narro, pues dice estaba en el fondo de un sepulcro. Lo cierto es que las pirámides eran símbolo de la eternidad y adornos muy comunes de los sepulcros; aquella en su forma se aproxima más á la de obelisco, y en su elegancia no desdice del buen tiempo de las artes.

6.º Contiene dos piedras cuadrilongas, la una íntegra, y la otra truncada con adornos de bocel y media caña, y cuatro corazones en sus ángulos. Estas piedras se proponen en la relación como aras; pero el cura de la Fuente de Pedro Narro cree son sepulcrales; y nosotros nos inclinamos á lo mismo, y que los canales que tienen en la parte inferior sería para fijarlas en las tumbas ó lucillos como se verifica con las otras ya referidas.

7.º Este número contiene cuatro columnitas; las dos de ellas íntegras y las dos truncadas. La primera tiene en la parte superior una excavación cuadrada que supone haber tenido otra pieza que pudo haber sido cruz ó cosa semejante.

8.º Contiene tres capiteles de dos columnas y una pilastra; el primero supone el tronco estriado, y en el capitel se ha querido imitar el orden jónico. El segundo es caprichoso, y en lo que debía ser capitel figura una corona de hojas de encina. Nos parece de gusto romano, y que con la pilastra que igualmente tiene adorno de hojas pudo haber servido en algún templo de Diana que parece era la deidad favorita de estos contornos.

9.º Adornos de yesos con labores que parecen góticas. En el fragmento mayor se descubren vestigios de un monograma, que   —367→   aunque en la relación se cree ser el lábaro, no hallamos señales suficientes para tenerlo por tal.

10.º Trozos de labores de yeso (según la relación), góticos, pero á nuestro juicio hay entre ellas algunas que parecen romanas.

11.º Otros labores y piedrecitas, cuyo uso no se comprende. Entre estos diseños se halla el de un vaso de figura cónica, que en la relación se propone como candileja de lámpara; pero á nosotros nos parece lacrimatorio; respecto su parte inferior parece acomodada, para que teniéndolo en la mano se pudiesen recibir las lágrimas.

12.º Fragmentos de vasos de barro encarnado con figuras de relieve. En el mayor que parece parte de una tinaja se reconoce la figura de una cabra con varios adornos de hojas de encina; y todo puede tener alusión al culto de Diana, y haber servido acaso para uso de su templo. Otro trozo tiene dos palomas; otro un pino, y en el fondo de dos de ellos se hallan las marcas de los fabricantes hechas con sello.

13.º Contiene la más extensa, la más inteligible y la más apreciable inscripción331 por ser un elogio de las virtudes de un obispo llamado Sefronio, en versos pentámetros y exámetros de mediano estilo. Está escrito en letra gótica del siglo VII según su forma, pues hallándose esta lápida dividida en varios trozos, por desgracia no se ha descubierto hasta ahora el en que se hallaba la era, quedando solo de ella su final, que con una V y III compone 8. Tampoco expresa de qué iglesia hubiese sido este obispo, pero más adelante formaremos algunas conjeturas para averiguarlo, pues ahora nos contentaremos con explicar el sitio en que fué descubierta esta lápida.

Y para ello y para inteligencia de las siguientes, es menester tener presente que, según las relaciones del Prior de Uclés y del cura de la Fuente, consta que á la parte Oriente y fuera de la antigua población se ha descubierto una iglesia de la forma que se demuestra en el núm. 1.º de los monumentos góticos. Esta constaba   —368→   de un cuerpo superior y de otro más bajo; el primero cuya pavimento se hallaba, y aun se halla relleno de una tierra micácea y friable, debió de servir como de pudridero ó sarcófago para depositar los cadáveres hasta que se consumiesen sus carnes; y el segundo cuerpo más reservado para depositar en él los huesos con la debida separación ó resguardo; así lo inferimos de haberse hallado en la parte superior la lápida del obispo Sefronio sin señal de cuerpo, ni aun de huesos, y con la más inferior las que señalan el sepulcro de los dos obispos con sus huesos trasladados al sitio adonde se descubrieron las dos lápidas señaladas en el número 14.

14.º Estas son dos de á diez palmos de largo y tres y medio de ancho, y se hallaban en una capillita ó bóveda inferior, elevadas del suelo como cinco palmos apoyadas contra las paredes y sostenidas de unas murallitas por la parte que miraba al cuerpo de ella; debajo de ellas fué adonde se hallaron varios huesos, que recogidos con la debida decencia y precaución fueron conducidos á la iglesia de Sahelices; estos huesos conjeturamos estuvieron resguardados en alguna caja de madera por haberse descubierto con ellos algunos clavos; creemos igualmente que sean de los venerables obispos Nigrino y Sefronio, por expresarlo así una inscripción de letra de bella forma gótica332 de pulgada y media de alto, que en una línea seguida dice: hic sunt sepulcra sanctorum y en otra dividida en dos en la lápida de la derecha, Nigrinus Episc. y en la de la izquierda, Sefronius Episc., esto es: «aquí están los sepulcros de los santos en el Señor; este es el de Nigrino obispo, y este es el de Sefronio.» La tal inscripción bien observada explica que la caja ó separación era común á los dos sepulcros, pero que estos se hallaban separados entre sí por medio de una murallita y sostenidos de otras dos paredillas que serían como de durmientes. Nosotros no entramos en la difícil cuestión, si la expresión de su título y las demás señas de respeto y veneración con que se observa fueron tratados estos cuerpos, como igualmente las de que se sirve el elogio de Sefronio, son razones   —369→   suficientes para que los contemos en el número de los santos. La decisión de este punto compite á otro tribunal que á la Academia, y aunque las razones de los descubridores y curas de Sahelices y la Fuente son muy poderosas y están bien traídas, nos abstenemos de adoptarlas y pasamos á reconocer las inscripciones del número 15 que hasta ahora es el último.

15.º Contiene este varias inscripciones romanas que ya van explicadas bajo el núm. XI, y otras de carácter gótico; entre las cuales, la más notable333 es la del centro, señalado con el número 8.º Esta es una piedra de forma cúbica, ó como un dado de media vara de largo y un palmo de ancho; las letras están poco profundas, y al parecer grabadas con un clavo ú otro instrumento poco oportuno (según lo da á entender la relación) en sus dos costados; tiene dos muescas de alto abajo que parecen dispuestas para fijarla en algún pretil ó baranda, y hallándose escrita por la parte superior y anterior, se deja bastante entender que no estuvo embutida en alguna pared como lo supone la relación que se halló, sino en sitio bajo, de modo que se pudiese leer por arriba y por delante; esto y las ya citadas entalladuras ó muescas nos hace creer que primitivamente estuvo ingerida en una de las gualderas de un sepulcro compuesto de varias piezas. Las letras, que como va dicho, son de pésima forma, parecen componían epitafio sepulcral de persona llamada Honorato, que es la palabra con que empieza la primera línea, aunque puede haberle acontecido otra; pues en el hueco superior en que se descubre una cruz mal formada, con unos garabatos que parecen peana, aún queda campo para algunas letras y aun para una dicción que podía ser la de hic jacet. A la palabra noratus se sigue con separación la dicción BI y luego ATI, que puede haber sido principio de Antistes. Esto, y el leerse en el resto de la inscripción las expresiones super oves, Deo credat, y las palabras Ecclesia y vivere, nos hace creer, con los señores que han tratado de estos monumentos, que puede haber sido puesta á algún santo prelado de esta iglesia llamado Honorato, con lo que ya tendremos tres no conocidos hasta ahora.

  —370→  

En el núm. 6.º334 quiere el cura de la Fuente que se descubra otro, y que sea el Antonio que firmó en el Concilio IV de Toledo; pero el Prior de Uclés opina de distinto modo, y hallándose también opuestos en el de copiar la inscripción, no es muy fácil decidir. El primero la propone así:

imagen



esto es, una A en la segunda línea y la O, y vestigios después de la I de haber habido una V y S. El Prior de Uclés solo nos da en la segunda línea una imagen en lugar de la A; las letras CAONI, y el sitio que ocupan la V y la S. En la del cura falta eso, añadiendo que puede ser esta palabra de pueblo, que acaso creería ser el de [ILER]CAONES. Ya explicamos las dudas sobre la conservación de esta lápida, y la diferencia que se halla en los dos modos de proponer la primera letra de la segunda línea; pues si es A, y si efectivamente hay hueco entre ella y la O, puede muy bien decir Antonio, y en este caso, ser perteneciente al obispo de este nombre; si es cruz, excluye nombre gentílico, y no puede pertenecer á sacerdote de los Ilercavones. Contra esto hay que la situación de la cruz repugna en segunda línea, pues debía empezar con ella la inscripción; por otra parte, aunque la R de sacerdos y su A, y la A de Caoni parecen de forma gótica, las restantes letras se copian como del mejor tiempo de la gráfica romana. Por otra parte, la inscripción está incompleta, y á la piedra parece le falta otra porción; en cuyo concepto suspendemos nuestro parecer para cuando algún nuevo descubrimiento nos ofrezca el trozo que falta.

El núm. 7.º solo presenta inteligible la palabra EPISC, pues es un trozo de lápida335 que se conoce recortada por todo su contorno. En su parte superior hay vestigios de otras tres letras que nada dicen.

  —371→  

El núm. 4.º es otro trozo336 en el mismo estado, y del cual se conservan algunas letras en tres líneas; la primera contiene una M, luego un claro; se sigue la sílaba SE, y otro claro, y termina con RO; la segunda línea, después de un claro capaz de cinco letras, termina con las tres PAT, la tercera empieza con otra imagen, siguiendo vestigios de una V y terminando con las tres letras PRO. En las relaciones remitidas nada se decide sobre esta inscripción; pero á nosotros no nos parece fuera de propósito el que haga relación á algún hecho del pontificado de Sefronio, señalando el año de su dignidad episcopal; pues si entre la S y la R de la primera línea se supliese una F, dirá SEFRO, y en el hueco de ella, en el principio de la siguiente, cabe muy bien el NIVS ó NI, y el EPISCO para hacer episcopatus; pero todo esto se reduce á una simple conjetura.

Aún á esta no nos da lugar la lápida del núm. 9.º con que ponemos fin á esta fastidiosa explicación.

Su inscripción337 se halla en una porción de piedra de poco más de un palmo de largo y menos de ancho, según dice la relación. Pero de su diseño se infiere que fué más larga. Aquella, añade, que se halló con natural colocación en la pared cerca de la del núm. 8.º338; pero nosotros creemos que allí no fué puesta, primitivamente. Sus letras son muy extrañas, pues tienen una mezcla de las llamadas góticas modernas y de las primitivas de esta nación; esto es, de las Ulphilanas, si acaso al tiempo de copiarlas no se han desfigurado, y esto puede ser causa de que por más que lo asegure la relación del señor Prior no las tengamos por semejantes en el todo á las del núm. 8.º, en que el cura de la Fuente propone estas letras con una regularidad, y dice que las cree un enigma indescifrable, para aclarar el cual se propone reconocerlas. En tanto que este señor cura no desempeña su oferta, suspendamos también nosotros nuestro juicio, pues tampoco nos hallamos con pretensiones de Edipos.



  —372→  
Otros monumentos. Caminos. Discusión geográfica é histórica

Los restantes monumentos, de que no tenemos copia, de unos por no estar enteramente descubiertos, y de los otros por no ser susceptibles de ellas, son un amphiteatro, un delubro ó templete, dedicado á Diana, y vestigios de dos caminos. Los dos primeros ya se sabe el uso que pudieron tener, y que suponen ciudad célebre y habitada por gentes cultas y religiosas, como que la divinidad favorita entre los segobrigenses era la de Diana, acaso por ser este un país propio para la caza. Los caminos o vías militares suponen frecuencia de tropa, magistrados y comercio; pero no podemos ocultar que estos caminos no son de los contenidos en el Itinerario de Antonino, pues el más cercano de este sitio era el que pasaba de Laminio á Titulcia, por Muro, Alce y Consaburum, que corría más al Occidente, como va señalado en nuestro mapa339, y como es preciso sucediese para que se verifiquen las distancias señaladas en dicho Itinerario entre Laminio y Alce, reducida á Quero ó el Toboso, y entre Alce y Consaburum, hoy Consuegra; pero el no mencionarse en el Itinerario, no excluye estos caminos que pudieron ser muy bien como unas hijuelas de los mencionados para pasar con más brevedad ó por compendio á las partes de Calatayud y ciudades vecinas y dar comunicación á nuestra Segobriga. El determinar la dirección de estos caminos, y aun de las muchas antigüedades de esta región, merece un reconocimiento más detenido, hecho por persona instruída en ciertos principios, sin los cuales son comunes los errores.

Para ello es menester averiguar primero á qué parte de nuestra España pertenecen, según las divisiones antiguas. Y siendo la primera de estas la que entendemos por Citerior y Ulterior, basta solo leer á Plinio para que se conozca que el sitio de Cabeza   —373→   del Griego se halla comprendido en aquella parte que fué denominada Citerior por los romanos, en cuanto estaba más próxima al país de donde vinieron á España. El ya citado Autor, hablando en su libro 3.º, cap. 3.º, de la dicha parte de nuestra España, dice que en ella se comprendían los Mentesanos, los Oretanos y los Carpetanos, vecinos al Tajo, cuyas expresiones son suficientes para que cualquiera medianamente versado en nuestra geografía no le quede la menor duda que, componiendo los Oretanos y Carpetanos el reino de Toledo, y siendo este occidental á Cabeza del Griego, no podía aquel sitio dejar de hallarse comprendido en la España Citerior. Para mayor inteligencia de este aserto, y para prueba de otros que seguirán, acompaña en las notas una copia del texto de Plinio, según la edición de Harduino340, y también lo explica un mapita de la Celtiberia y regiones vecinas que habemos formado341 para más clara inteligencia de nuestras conjeturas sobre la población á que deban aplicarse estas ruinas.

Veamos ahora á qué región de la España correspondía este sitio. Estrabón, de cuyo conocimiento y exactitud en señalar los límites naturales de aquellas no se puede dudar, nos dice que en esta parte de la España, y después de vencido el monte Idúbeda por los que venían de la Italia, se entraba en una extensa y montuosa región, áspera por la mayor parte y regada de varios ríos, como son el Anas, el Tajo y otros varios, entre los cuales cuenta igualmente el Duero, que naciendo todos en esta región, iban á tributar sus aguas al Océano occidental; que su nombre era el de Celtiberia, y que á su Norte caían los pueblos llamados Verones; á su Occidente, los Asturianos, Gallegos, Vacceos, Vettones y Carpetanos; al Mediodía, los Oretanos y parte de los Bastetanos, que habitaban el monte de Oróspeda; y que al Oriente (esto es, por donde empezó la descripción), caía ya el dicho monte Idúbeda342. Por esta individualidad de Estrabón se infiere lo mismo   —374→   que de las palabras de Plinio, esto es, que cayendo al Occidente de la Celtiberia los Carpetanos, y estando al Oriente de estos Cabeza del Griego, debemos contarla entre los pueblos de la Celtiberia, limitando esta al Oriente por los montes de Molina; al Norte por los de Oca y Soria; al Occidente por el reino de Toledo, y al Mediodía por el monte Oróspeda, que corresponde á los que dividen el obispado de Cuenca de los reinos de Valencia y Murcia, y que se denominan sierras, ya de Alcaraz, ya de Segura. En este preciso espacio concurren las circunstancias de tener su nacimiento, el Tajo, el Duero y el Guadiana, ser el país áspero y montuoso, y por consiguiente, desigual y quebrado, como lo propone Estrobón, cuyo texto343 damos igualmente copiado á la letra, como la habemos practicado con el de Plinio, por las mismas razones que tuvimos con respecto á aquel Naturalista.

Determinada ya la región á que pertenecen nuestras ruinas, pasaremos á discurrir de qué población puedan haber sido. Eran muchas las de los Celtíberos; pues en una sola ocasión, después de rendida Contrebia, se le entregaron al procónsul romano Cecilio Metelo ciento y tantas, de cuyos nombres no nos ha quedado noticia; ni podemos persuadirnos que todas fuesen ciudades, tales cuales hacen mención los historiadores de la guerra celtibérica y de los generales que obraron en ella, y otras que nos refieren los geógrafos. Las primeras son Contrebia, Nertobriga, Contobriga, Ercavica ó Arcabica, Alce y Segobriga. Entre las segundas Plinio menciona á Clunia, Numancia, Valeria; Strabón á Numancia, Bílbilis y Segobriga; y finalmente, Ptholomeo, que es el que con más extensión é individualidad emprendió la noticia de los pueblos existentes en su tiempo, considerados, no solo por su situación en la tierra, sino por la relación que tenía con los grados celestes, aunque no tan feliz en lo segundo como en lo primero acaso por incuria de los copiantes de sus códices, es el de quien podemos sacar más noticias para atinar con los pueblos conocidos de nuestra región. Eran estos, según el ya referido geógrafo, Belsino pueblo en el camino de Osina á Zaragoza, Turiasa   —375→   hoy Tarazona, Nertobriga hoy Ricla, Bílbilis hoy Bámbola cerca de Calatayud, Arcobriga hoy Arcos cerca de Medinacelí, Attacum (Ateta), Ergabica (Santaver), Valeria hoy Valera de arriba, Cesada, Mediolum, Barsada, Laxta, Istonium, Libana, ó Loybana, Urcesa y Segóbriga; todos los más hoy no bien conocidos344. Entre estos pues, y entre los mencionados arriba, debemos buscar el que ha producido nuestras ruinas y da motivo á nuestras averiguaciones.

Los ocho primeros caen indudablemente mucho más al Norte y Oriente, que Cabeza del Griego, Consuegra es mucho más occidental; Valeria, es indubitable su situación por las exactas relaciones de su sitio que nos han dejado los Padres Burriel y Flórez; Numancia, todo el mundo conoce su situación cerca del puente de Garray; Ergabica la sitúa el mismo Flórez, Morales y el moderno cura de Azañón á las márgenes del río Guadiela, bien sea en Pella Escrita no lejos de Priego, bien siete leguas más abajo en el sitio Santaver cerca de Cañaveruelas y Alcobufate, y el historiador de Molina, Portocarrero, la quiere llevar á la capital de aquel señorío; Alce la sitúa Flórez hacia el Toboso, y así es preciso para que resulten las distancias entre esta ciudad y las de Laminium y Consabura, propuestas en el itinerario de Antonino; con que, queda reducida la cuestión entre Bursada, Laxta, Istonium, Libana, Urcesa y Segóbriga. De las cinco primeras ni conocemos bien el sitio, ni tenemos monumentos por donde rastrearlo345; pues ni aun los autores que hablan de la guerra celtibérica se acuerdan de ellas. Tampoco tenemos más noticia que la que nos da Ptholomeo, que indistintamente señaló el dulas poblaciones famosas y el de los pequeños lugares. Por eso debemos fijar nuestra consideración sobre la última, esto es, sobre Segóbriga,   —376→   mencionada en los principales geógrafos, como son Plinio, Strabón y Ptholomeo, y aun acaso en Valerio Máximo si, como es verosímil, el nombre de Centóbriga, de quien hace mención en el lib. 5.º, cap. 1.º, es una pura corrupción de Segóbriga; en cuyo caso deberemos contarla como teatro de la generosa acción de Metelo, que por no hacer daño á los hijos de su amigo Rhetógenes, expuestos en la muralla á los tiros de sus máquinas, se retiró del sitio, y dejó tranquilos á los centobrigenses.

Segóbriga era, según Plinio, cabeza de la Celtiberia, atributo que es difícil entender en qué sentido lo toma este autor para que no se oponga al texto de Valerio Máximo, que atribuye igual distinción á Contrebia; y por esta razón, y por el contexto del mismo Plinio en el ya citado libro, cap. 3.º, en que trata de la España citerior, inferimos que la palabra caput no significa cabeza ó metrópoli, sino principio. Plinio había en la Andalucía recogido las memorias con que después escribió su historia natural y descripción de España; y por consiguiente, podía muy bien llamar principio de la Celtiberia á una ciudad la más próxima á la región en donde se hallaba, así como poco más adelante llamó finis Celtiberiæ á Clunia, que era la más distante hacia el Norte. Que Segóbriga no era Contrebia, se deduce de los textos de Valerio Máximo; pues suponiendo que por aquella hubiese entendido lo que llama Centóbriga, atribuye á estas dos ciudades dos acciones distintas á un mismo tiempo, hechas por Metelo, cuales fueron haberse retirado de la una por consideración á su amigo Rethógenes, y haber expugnado á la otra con cuatro cohortes, poniendo en uso el rigor de su disciplina. Por otra parte, la célebre batalla que nos refiere Strabón se dieron Metelo y Sertorio entre Bílbilis y Segóbriga, la contrae Salustio á Contrebia; lo que supone que eran ciudades distintas esta y Segóbriga.

Esta batalla es una nueva prueba de que Segóbriga debía caer por estas partes. Para hacerlo más demostrable, es menester detenernos un poco en referir algunas acciones de la guerra celtibérica, combinando lo que dicen Plutarco, Strabón, Livio, etc., que explican Diego, Escolano, Ocampo y Morales, y que ha reproducido con no menos individualidad el moderno Masdeu.   —377→   Toma Sertorio á Laurona, no lejos de Valencia, á vista del ejército de Pompeyo y Metelo combinado, y se retira á invernar á la Lusitania, de donde pasa luego á Calahorra, y vuelve al cabo de dos años al reino de Valencia, y sitúa su campo en las márgenes del Sucro, hoy Júcar; atácale Pompeyo sin esperar á Metelo; es rechazado; y luego, sobreviniendo este, unidas sus fuerzas, logra desalojar á Sertorio, que les abandona su campo, y se retira segunda vez hacia Calahorra; persíguenle los generales romanos, y dánle otra batalla entre Bílbilis y Segóbriga, en que le derrotan de nuevo, obligándole otra vez á huir hacia el Norte; y asegurados aquellos de no tener ya enemigos hacia estas partes, se retiran también á invernar, Metelo hacia las faldas del Pirineo, y Pompeyo á los Vacceos. Ya se ve por esta serie de operaciones que esta segunda batalla de ningún modo pudo haber sido, como lo pretenden los autores valencianos, en los pueblos de aquel reino, que ya dejaban á la espalda los generales romanos; y que habiendo sido dada cerca de Bílbilis y Segóbriga, no podían distar mucho entre sí estas dos ciudades; lo que se verifica puntualmente entre Calatayud y Cabeza del Griego, cuya distancia en línea recta no pasará de 20 leguas. En este medio, en que caen justamente las fragosidades de los montes de Molina, y en que seguramente existían en aquel tiempo las ciudades de Ercabica y Contrebia, es adonde verosímilmente se pudo haber dado esta batalla, sirviéndose acaso Sertorio de alguna de ellas y de la aspereza del país para atrincherarse y oponerse al progreso de las armas romanas, cuya intención parecía era atacar á Calahorra, su plaza de armas favorita, adonde tenía sus almacenes y adonde como á lugar de asilo solía refugiarse en sus desgracias, y para donde en el caso de quererla poner sitio era preciso pasasen por entre Calatayud y Segóbriga los que venían de hacia Valencia. Decimos de hacia Valencia, pues la primera de las dos batallas, perdida por Sertorio á las márgenes del Júcar, los unos aseguran fué cerca de Cullera, fundados en la opinión de Salustio346, que dice era una ciudad llamada Sucro, la que Escolano juzga que por el río de este nombre se denominaba así, y los otros (como Morales)   —378→   la suponen á seis leguas de la capital. Aquí viene bien el dar alguna solución á cierto argumento que se nos puede hacer, tomado de las tablas de Ptholomeo, y es el que resulta por las graduaciones de Valeria y de Segóbriga, colocada la primera en 12º y 30' de longitud, y la segunda en 13º y 30'; lo que siendo así supone á Segóbriga 20 leguas más oriental que Valeria, lo que contradice á la situación de nuestras ruinas, que, sobre ser más occidentales, apenas distan 12 leguas de dicha Valeria. Confesamos de buena fe que no tenemos que oponer á este argumento, sino la sospecha que siempre ocurre contra las tablas de Ptholomeo, que para confirmar que están erradas en este, basta solo oponerles las muchas razones que hemos dado y daremos para nuestra reducción; y así se ve á renglón seguido, pues Consaburum, que indubitablemente es Consúegra, se coloca en las mismas tablas en 13º y 20', que es lo mismo que suponerlo oriental á Valeria, siendo así que á lo menos está 15 ó 16 leguas más occidental.

Pero la enseña que más puede conducir para hallar el nombre de nuestras ruinas, es una noticia que nos ha conservado Plinio, y de quien después la tomó nuestro San Isidoro en sus Etimologías. Esta es la de una cantera de piedra alabastrina, á la cual, por su transparencia y por el uso que hacían de ella, empleándola del mismo modo que nosotros los cristales ó vidrios guardados para transmitir la luz á lo interior de los edificios, cortando y reduciéndola á delgadas tablas, que según su mayor ó menor grueso aumentaban ó disminuían su transparencia. El naturalista dice que esta beta era solo propia antiguamente de la España Citerior y circunscripta al preciso espacio de 100.000 pasos, cercano á la ciudad de Segóbriga347. San Isidoro dice en sustancia lo   —379→   mismo348. Este espacio de los 100.000 pasos debía entenderse de circunferencia, que por la relación que esta tiene con su diámetro, debía ser próximamente de unos 32.000 pasos, esto es, como de unas 8 leguas, que es lo más á que podía distar su último terreno de la ciudad de Segóbriga. Y ¿qué se diría si demostrásemos que no solo no los distaba esta beta de nuestras ruinas, sino que á una legua de ellas se halla una cantera que tiene todas las señas de haber sido la de que se sirvieron los romanos, y la que contribuyó á la celebridad de la antigua Segóbriga? Esta cantera se llama hoy la Cueva del Toro; de ella se sacan y se han sacado siempre esta especie de piedras especulares ó de luz, como les llaman en Valencia; de ellas se sirven en Huete y en otras partes para comunicarla á los templos, y de ellas se pueden haber llevado hasta el monasterio de Piedra, en el confín de Aragón, adonde Gaspar Barreiro (en la noticia de su viaje hecho á Italia, en 1546, y á que dió título de Corogrofía), dice les ha visto y que se sacaban allí cerca. Esta noticia nos hace sospechar que el espacio de las 8 leguas á que Plinio supone reducida la beta, debía entenderse desde la Cabeza hacia la parte del Nordeste; pero para determinar este punto se necesita un reconocimiento más circunstanciado del terreno349.

Por ahora nos contentamos con decir que teniendo la cantera indicada por Plinio y más circunstanciada por San Isidoro en la cueva del Toro, distante solo una legua de nuestras ruinas; y aun más cerca de ella la misma beta, como lo dice el cura de la Fuente de Pedro Narro, pues asegura estar solo á media legua á donde llaman Fuencaliente; teniendo en las mismas ruinas tal abundancia de esta piedra en columnas, sepulcros y aun restos   —380→   de vidrieras, como lo publican las relaciones, no parece fuera de propósito que estas sean de la antigua Segóbriga.

No disimularemos que de este mismo argumento se han valido los autores valencianos que quieren atribuir este nombre á la moderna Segorbe, suponiendo como lo supone Escolano, que en ella hay cantera de piedra, de luz ó especular, y corroborándola con la autoridad de Antonio de Nebrija, en el prólogo de cuyo diccionario dice se halla la especie; pero con licencia de Escolano, Nebrija no dice tal cosa, como se puede ver en el citado prólogo; y el absoluto aserto de hallarse esta cantera cerca de Segorbe solo se funda en que creyendo que esta ciudad es la antigua Segóbriga le aplican lo que dicen Plinio y San Isidoro. Es cierto que en Valencia hay cantera de piedra de luz cerca de Picacente, como lo dice Escolano; lo es que la hay en Sarrial á siete leguas de Tarragona, como lo asegura Pons en su tomo XIII, pág. 119 de sus Viajes, que dice haberla visto en aquella ciudad; pero esto solo prueba que Plinio no tuvo buen informe en limitarla solo al espacio de los cien mil pasos ó que en su tiempo no estaban descubiertas las canteras de Valencia; pues sino, hubiera hablado de ellas. Pero para que este argumento tuviese toda su eficacia, era preciso que la cantera de piedras especulares estuviese cerca de Segorbe, como lo está la de Cabeza del Griego.

Pero ya que hablamos de una de las razones en que se fundan los autores valencianos para querer reducir á su reino la antigua Segóbriga, y que este empeño puede disminuir la fuerza de las conjeturas que tenemos de que pudiese haber estado en nuestra Cabeza del Griego, será justo que procedamos ahora á poner en claro este punto, que se reduce á que así como los sabios castellanos Antonio Agustín, Morales y Mariana de que solo hacemos mención, porque su celebridad los exime de que los escoltemos con otro gran número de autores de inferior nota, no tuvieron dificultad en asignar el sitio de nuestra antigua y célebre ciudad de Segóbriga al de Cabeza del Griego; así los principales autores valencianos Beuter, Escolano y Diago, se empeñaron en reducirla á la moderna Segorbe, á cuya opinión dió nueva fuerza la autoridad de los modernos Flórez y Masdeu, no obstante que el primero (como observa en su ya citada carta nuestro académico   —381→   el Sr. Alsinet) no se dignó para desengañarse reconocer el sitio de nuestras ruinas, del cual no pasó lejos, y que el segundo no añade nuevos descubrimientos á los que le suministran los autores que ya van citados.

Entre los patronos de esta segunda opinión cuentan los que la llevan á los juiciosos Ocampo y Nebrija, mas el primero350, aunque supone el nombre de la moderna Segorbe, como equivalente de la antigua Segóbriga, no por eso deja de situar esta población en la Celtiberia, y á diez ó doce leguas de Moncayo, y ya se ve que este monte (que cae entre Tudela y Tarazona) está mucho más distante de Segorbe que de Cabeza del Griego. El segundo, hablando en su prólogo al Diccionario latino, de varias cosas de que hicieron mención los antiguos, y que ya no se hallan, dice: ¿dónde están en Aragón, cerca de Segorbe, aquellos mineros de piedras que traslucían? De lo que se infiere que juzgaba, que la cantera de que habla Plinio debía reducirse á este reino y no al de Valencia, ó que á lo menos estaba muy dudoso sobre la reducción de este pueblo.

Por otra parte, dos razones de las más poderosas que militan contra Segorbe son que, hallándose situado á la corta distancie de dos leguas de Liria ó Edeta, capital de los edetanos, pueblos distintos de los celtíberos, de quien los separaba el monte Oróspeda, según los antiguos geógrafos, y á cuya parte meridional caen Liria y Segorbe, ya se conoce, que no podía estar en esta Segóbriga, pueblo celtíbero y septentrional al Oróspeda. La segunda se funda en las graduaciones de las tablas de Ptholomeo, que aunque con algunos errores no dejan á veces de tener fuerza, cuando no obsta cosa en contrario. En dichas tablas se sitúa, á Edeta ó Liria, en la latitud de 39º 25', y á Segóbriga en 40º y 40', poniendo cuando menos entre las dos como unas veinticinco leguas. Todos saben que Segorbe solo dista como unas dos leguas al Nordeste de Liria; con que aun cuando se le rebajen estas de las veinticinco, quedará reducida la diferencia entre la Segóbriga celtibérica, y la que se supone cerca de Edeta, á veintitres leguas, y no   —382→   solo se conocerá la imposibilidad de que la primera se reduzca al sitio que pretenden los valencianos, sino que se sacará un nuevo argumento á nuestro favor; esto es, que Ptholomeo conoció el verdadero sitio de nuestra Segóbriga, y propuso la verdadera distancia que había entre ella y el sitio, adonde en tiempos posteriores se la quiso colocar.

La mayor fuerza de la opinión de los autores valencianos, y aun de los que les han seguido, se apoya en los documentos que se tuvieron presentes para la erección del obispado de Albarracín, y en la donación que hizo á esta iglesia el moro valenciano Zeite Albuzeite. Para poder hacer juicio de la fuerza de este argumento, es indispensable dar á V. E. una noticia ligera del motivo que hubo para la erección en obispado de la villa de Albarracín, y es en la manera siguiente:

Sufocado el nombre de la Sede Segobricense, desde el año de 693, en que cesa la memoria de sus obispos, con la asistencia de Anterio al Concilio XVI toledano, y olvidado con el trastorno que por estas partes causó la irrupción de los moros hasta el sitio adonde había existido, suscitó la Divina Providencia la persona de un caballero navarro, llamado D. Pedro Ruiz de Azagra, que habiendo hecho la guerra á los moros en el confín de los reinos de Castilla, Aragón y Valencia, llegó á tener tanta mano con el rey Lobo de Valencia, que le concedió en pleno dominio el castillo de Albarracín, situado en aquella parte de montañas que cae ya dentro de Aragón, y fijando en él su residencia se declaró vasallo de la Virgen, porque su nueva adquisición se intitulaba Santa María de Albarracín, y para que sus vasallos no careciesen del debido pasto espiritual solicitó con el legado pontificio de Alejandro III, y con el arzobispo de Toledo Zerebruno, que erigiesen la ciudad en silla episcopal, eligiendo por primer obispo á D. Martín, como efectivamente se verificó en el año 1172. Y discurriendo el arzobispo qué nombre le impondría á la nueva Sede, la dió el de Arcavicense, por creer que Albarracín caía en el distrito de esta antigua silla, no menos ignorado que el de Segóbriga, pero dudando luego de lo mismo que antes había creído, ó reclamando acaso el obispo de Cuenca la Silla Ercavicense, al cabo de cuatro años convirtió este en Segobrigense; y de este   —383→   concepto mejor lo sería de Edeta ó Liria, que solo estuvo dos leguas de Segorbe, que sabemos fué arruinada por Sertorio, y que pudo haberse empezado á repoblar por algunos de sus vecinos, dándole el modesto nombre de Suburbio. Mas dejando aparte tantas dudas, expondremos ahora un pensamiento que se nos ha ocurrido, y es el siguiente:

En Segorbe se ha conservado hasta el tiempo de Llanzol de Romani y de Molina, la base de una estatua, erigida por los segobricenses á un tal Lucio Emilio, según asegura Escolano y Diago, y de la cual se han valido todos los que han reducido á Segorbe la antigua Segóbriga, para probar allí su existencia. Pero dejando aparte el argumento de que por igual razón se podría reducir á Tarragona y aun á Narbona el sitio de Segóbriga, pues allí se hallan también dedicaciones de los segobricenses que trae Masdeu, y no deteniéndonos en que el Dr. Siruela niega la existencia de tal inscripción en Segorbe y la supone en Tarragona, porque su autoridad no es comparable en esta, parte con la de Llanzol de Romani y Molina, que aseguran positivamente haberla visto, creemos que esta base, que sin duda se conservó visible, ó en todo ó en la mayor parte, todo el tiempo de los godos y aun de los moros, pues existía en el del Llanzol; fué la que dió origen al nombre de Segorbe tomado de las tres primeras sílabas de la palabra segobrigenses, que acaso serían las únicas visibles ó existentes en algún trozo de la base, y que por ellas se denominó castillo de Segorbe, dando motivo á que los de aquel tiempo, que no eran grandes latinos, le latinizasen llamándole Seurbium. Tampoco tenemos por prueba suficiente el hallazgo ó existencia de algunas monedas con el nombre de Segobrica en aquella ciudad, porque sobre ser débil y equívoco este argumento, aun de algunas de las que se han publicado como existentes en el Archivo del Cabildo, dice Diago, habían sido conducidas por un obispo; y á dársele algún valor á este argumento, más prueba á favor de Cabeza de Griego, adonde en sola una ocasión recogió nuestro académico el Sr. Alsinet como unas veinticuatro, no pocas el reverendo Flórez, y adonde existen algunas entre los naturales; pero este argumento, que parece débil, reunido á las ruinas de edificios solo propios de una ciudad célebre, á las señales   —384→   indubitables de silla episcopal, á los enterramientos de obispos, á la mina de piedra especular ó de luz, y á las que nos dan los autores geógrafos é historiadores, de que nada se halla en Segorbe, nos parece son razones suficientes para que, ínterin alguna feliz casualidad no descubra otras más poderosas, tengamos nuestras ruinas por de la antigua Segóbriga. No tenemos por tal el resto de inscripción propuesta en el núm. 3.º de la nota del cura de la Fuente con las cuatro letras GOBR; pues aun cuando sea resto de la palabra Segóbriga ó segobrigenses, como no se ha descubierto hasta ahora el resto de esta inscripción, ignoramos lo que quisiera decir, y por consiguiente, puede decirse de ella lo que se ha dicho de las existentes en Segorbe, Tarragona y Narbona.

Pero dejemos á parte estas conjeturas; y volvamos á ver qué fuerza puede dar á la de los valencianos la división de Wamba, de cuyo orden en contar los obispados sujetos á la metrópoli toledana, y del señalamiento de términos entre estos, nos parece se sacan dos argumentos poderosos en favor de nuestras sospechas.

Entre los códices publicados por Loaysa se propone en la página 133 de su colección, uno de la Iglesia de Oviedo, escrito en carácter gótico; y en él refieren las iglesias sujetas á Toledo en la forma siguiente: Oretum, Mentesa, Acci, Asti, Urgi, Bigastrum, Illice, Sætabis, Denia, Valentia, Valeria, Secobrica, Arcabrica, Complutum, Segontia, Oxoma, Secobia, Palentia. Ya se ve que por este orden resulta que empezando en Oreto, que suele reducirse á las inmediaciones de Calatrava baja la noticia al Mediodía hasta encontrarse con el Mediterráneo, y que sigue dando noticia de las ciudades obispales de su costa en busca del Oriente hasta llegar á Valencia; vuelve desde allí al Norte hasta Segontia, y desde esta al Poniente hasta Palentia, sin colocar silla intermemedia entre Valentia y Valeria, y poniendo la de Secobrica ulterior á esta, y por consecuencia más al Norte, que es el punto adonde corresponde nuestra Cabeza del Griego.

El segundo argumento es la división de términos. Esta dice que Valentia tenga desde Silva á Morveto, y desde el mar hasta Alpont. No nos empeñaremos en descubrir los dos puntos primeros sobre que pueden verse á los autores valencianos; pero confesando estos que Alpont corresponde al moderno Alpuente, que   —385→   cae hacia los confines de Aragón, Valencia y Castilla, y no ignorando nadie á qué parte cae la mar en Valencia, ya es visto que tirada una línea desde esta al lugar de Alponte debe quedar comprendido dentro de ella todo lo que hoy es obispado de Segorbe, cuya capital cae casi en medio de Alpuente y de Valencia. La misma división dice, que Valeria empezaba en Alpont y terminaba en Terravella, que siguiendo el mismo orden suponemos caería al Occidente verno, y siendo así que Secobrica empezaba en Terravella y seguía hasta Obvia, ya se deja conocer que debía hallarse más al Occidente y Norte que Valeria, y que este obispado debía estar situado en el medio de Segobrica y de Valentia.

El ya expresado códice propone por término más septentrional de Segobrica un pueblo llamado Obvia; y nosotros creemos pueda ser un lugar inmediato á los baños de Trillo, de quien con el nombre de Obila habla Pons en el tomo 13, pág. 43. El mismo códice propone los términos de Arcabrica empezando en Alpont y acabando en el ya dicho Obvia; lo que nos hace conjeturar que Arcabrica cogía en su término ó línea occidental todo el largo oriental de los obispados de Valeria y Segobrica, y que empezando hacia el reino de Valencia venía á confinar con el obispado de Compluto hacia dichos baños de Trillo.

Creemos que esta explicación será suficiente para que se comprenda á lo que se dirigen nuestras conjeturas; y no nos detenemos en la opinión común de los que suponen la primitiva existencia de la silla Segobricense en la ya dicha ciudad de Segorbe.

El tercer punto sobre que nos habemos propuesto informar á la Academia, es la aplicación de los venerables obispos cuyos sepulcros se han descubierto en nuestras ruinas á determinada iglesia de las conocidas en nuestros catálogos. Para ello debemos suponer que tanto número de Prelados en un mismo templo, como aquí se verifica, es una señal casi indubitable de que aquella iglesia es su legítima Sede, y la ciudad adonde esta se halla la que denomina su obispado; y que á no ser así, no se omitirá por lo común en las lápidas sepulcrales el nombre de los obispados en aquellos obispos que se entierran en su catedral; con que el no hallarse expresada esta circunstancia no debe ser argumento para excluirlos de una Sede, que casi dejamos demostrado haberse   —386→   denominado Segóbriga, y ser una de las que nuestros catálogos cuentan entre las de la Metrópoli cartaginense ó toledana. Tampoco es argumento contra su existencia y aplicación el que sus nombres no se hallen en los catálogos de los Prelados que asistieron á los concilios, porque esto pudo haber provenido de que estuviese vacante la silla al tiempo de la celebración de los concilios, de que tenemos actas y suscripciones; fuera de que á favor del uno que es Sefronio hay alguna prueba, á favor de Antonio también la hay, si se admite la lectura que hace el cura de la Fuente de la inscripción sexta del núm. 15.º; con que solo nos queda Nigrino, que no resultando por nuestros catálogos fuese obispo de otra Sede, nos parece irregular aplicarle á la en que se halló sepultado; y para colocarle sin la precisión de asistir á concilio hay el largo espacio corrido desde la entrada de los godos hasta el primer toledano; y aun cuando se quiera apelar á que la letra de su lápida es de tiempos posteriores, tampoco faltaría lugar después del obispo Antonio, cuya memoria cesa en el año de 693.

La diferencia del nombre de Sempronio al de Sefronio constante en las inscripciones nos hace sospechar que son de sujetos distintos, como el cura de la Fuente ya lo observa explicando su distinta significación, que tiene su origen en lengua griega351: y en este concepto no hallamos dificultad en convenir con Flórez que el Sempronio que suscribe el concilio doce de Toledo con el nombre de Segobriense lo hubiese sido de Ercabica y que se halle errado el códice de que se sirvió Loaysa. El Sefronio y Sempronio era común entre obispos españoles, pues en el 2.º Césaraugustano y en el Fisco Barcinonense suscribió Sefronio obispo egarense, y en el 13.º y 14.º toledanos Sempronio, arcavicense.

De lo dicho resulta, que se aumenta el número de nuestros Prelados con dos sujetos, que aunque solo conocidos por este feliz hallazgo, los debemos mirar como lumbreras de nuestra Iglesia española, respecto la noticia que de sus eminentes virtudes nos han conservado sus lápidas, por cuyo medio sus ovejas han procurado llegase su noticia á nuestros días.

  —387→  

Los en que fueron á gozar el premio de sus virtudes no es fácil adivinar en la inopia de monumentos en que nos hallamos; y así nos contentamos con reducir nuestro informe á cuatro puntos:

1.º Á que los remitidos son legítimos y libres de toda sospecha de ficción.

2.º Que su existencia en el sitio de Cabeza del Griego, prueba la de una antigua y célebre población.

3.º Que esta pudo haber sido más bien que otra la de Segobrica, cabeza ó principio de la Celtiberia y Sede episcopal en tiempo de los godos.

4.º Que los obispos Sefronio y Nigrino es probable fuesen dos de sus obispos, lo que más bien comprobado puede contribuir al aumento de los catálogos ya publicados por varios autores.




Dictamen

En consecuencia de lo dicho, siguiendo el dictamen del Sr. Gobernador del Consejo, es el nuestro que se deben continuar estas excavaciones, recoger cuanto se vaya encontrando, poner con separación y resguardo lo que se halle, hacer de cada cosa descripción exacta, y si fuese conveniente remitir noticia de todo á la Academia, para que la agregue al expediente principiado desde el año de 1765, y para que ayude con sus observaciones á los que se han dedicado á desenterrar estos monumentos; pero como estos trabajos causarán gastos, nos parece podían costearse del fondo de los propios y arbitrios de Sahelices y pueblos inmediatos, respecto á que los de Sahelices son cortos, y no sufragarán á lo que se expenda, y que á todos aquellos pueblos resulta alguna gloria, continuando bajo la dirección de D. Antonio Tavira el tiempo que permanezca en aquel destino. La orden para continuar en estos descubrimientos podrá dirigirse á D. Vicente Martínez, á D. Juan Francisco Martínez Falero, alcalde de Sahelices, y al párroco de dicha villa, que son los que las principiaron y continuaron, y tienen más proporción por estar más inmediatos y son personas inteligentes, aplicadas y de buena fe, á quienes debe servir de mérito y particular recomendación este servicio,   —388→   para que se les atienda en sus respectivas carreras y solicitudes. Sería conveniente también, que se escribiesen las gracias á dichos sujetos sin olvidar al cura de la Fuente de Pedro Narro, y á los padres López, agonizante y Falero, mercenario, catedráticos de Alcalá. Esta demostración de aprecio los animará mucho para continuar con gusto los trabajos que han principiado.

Luego que se haya recogido mayor número de pruebas y documentos podrá extenderse la disertación que queda indicada. La Academia resolverá sobre todo lo que estime más conveniente.- Josef de Guevara Vasconzelos.- Josepll Cornide.- Fr. Benito Montejo.