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III. Colonia de orientales en Cádiz en los siglos XVII y XVIII

Adolfo de Castro


Creo un verdadero deber académico comunicar á esta doctísima Corporación, un descubrimiento curioso en la historia patria.

Oí yo en Cádiz y en otras partes de Andalucía llamar, y esto desde que era niño, escalque ó escarque626 á una persona sucia, desastrada en ropas y hasta de ningún respeto consiguientemente.

Más tarde hallé que la voz imagen (sharqui) significa oriental, pero no podía acertar con la causa de aplicarse este nombre en Cádiz á las personas de aquellas condiciones y que nada tienen de orientalismo.

Examinando habrá tres años todos los libros parroquiales de la catedral desde 1596 hasta 1800, di con la causa.

Del oriente de Europa venían frecuentes expediciones mercantiles

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á mi patria especialmente dálmatas. La república de Ragusa, desde entonces hasta que terminó, mantenía un comercio más ó menos vivo, según los tiempos, en Cádiz. Y he hallado que muchos de Ragusa del siglo XVII se casaban en esa ciudad.

Había en Cádiz en el primer tercio de ese mismo siglo muchos esclavos moros y turcos, á quienes se prohibía desde las oraciones transitar por las calles en razón de que algunos á favor de las sombras solían apoderarse de barcos é irse á Marruecos para asegurar su libertad.

Por su número el Consejo mandó que estos fuesen internando, y más adelante que pasasen á servir al rey en las galeras, despojándose de su propiedad á los dueños.

No sé si estos influyeron con aquellos para que abjurasen el mahometismo, ó que ellos mismos quisiesen ser bautizados y vivir esclavos bajo un yugo suave con tal que no fuesen forzados á servir en las galeras, cuyo trato era terrible.

Un día en la plaza principal de Cádiz, entonces frente al ayuntamiento, el obispo en un tablado bautizó á más de cien mahometanos y casó á algunos, acto solemne y verdaderamente extraordinario. Desde el tiempo de Felipe III, se puede decir que en Cádiz por dos siglos existió una colonia bastante numerosa de mercaderes armenios católicos.

Se comprende la causa en esta forma. El sultán de Persia hizo estrecha alianza con Felipe III, en odio al Gran turco. El monarca persiano tenía sus riquezas en seda labrada y en rama, y estos comerciantes armenios se establecieron en Cádiz como centro del comercio de Indias en aquella sazón.

En Cádiz muchos se casaron, y allí tuvieron hijos, y allí testaron los más (lo cual arguye que eran sujetos de fortuna), y dieron pruebas de verdadero catolicismo en sus mandas piadosas.

Los más debían tener sus escritorios ó almacenes de venta en la plaza de San Juan de Dios.

El poeta cómico discípulo de Calderón D. Francisco Vance Candamo, en unos versos en que describe á Cádiz, y por cierto con pincel muy desventajoso y enconado, dice así:


Plaza al sesgo de armenios rodeada.





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Muchos de estos alcanzaron longevidad. Uno de los más importantes era David Jacob Zúcar. Debía pronunciarse por el vulgo Zúcher, y de ahí, degenerando la voz, vino á parar en Zucher y Zuchiri.

Ese personaje vivió en el siglo XVII; y siendo yo niño y aun joven, los muchachos por tradición popular llamaban por apodo D. Zuchiri á toda persona de extraña catadura.

Este Zúcar trajo de Italia un alicatado celeste y violeta con pasajes del antiguo y nuevo testamento para la gran capilla, que en el monasterio de religiosas de Santa María en Cádiz posee la hermandad de Jesús Nazareno. Varios de los azulejos tienen inscripciones con caracteres armenios, en que declaran quién donó el alicatado con otras circunstancias. Una pila de mármol para agua bendita, sostenida por la imagen de un ángel, está á la entrada con una inscripción con caracteres armenios también, en que consta haberla donado la devoción del tal Zúcar.

Esta colonia de orientales del Asia se acrecentó á los fines del siglo XVII y principios del XVIII. Cuando las tomas de Pesth, Buda, Belgrado y rota general de los turcos por Hungría y por Servia, se trajeron á Cádiz cerca de 2.000 esclavos y esclavas, hechos por el ejército vencedor. Casi todos se bautizaron; y con el transcurso del tiempo los más murieron siendo ya libres.

Los armenios adquirieron algunos de estos esclavos.

Entre estos orientales quedó uno de inolvidable memoria en Cádiz, un tal D. Juan Clat y Frugela, natural de Damasco y de nación griego. Murió de 100 años. Poco antes de fallecer fundó una gran casa para recogimiento de viudas y doncellas pobres, prefiriendo para ello á las que hubiesen estado en buena fortuna. El cabildo catedral es patrono de esta obra piadosa.

En su capilla existe un monumento notabilísimo. Es una tabla dorada de gran antigüedad con carácter indudablemente bizantino en que hay varios caracteres griegos. Representa á San Juan Evangelista en la isla de Patmos y á Jesús cercado de ángeles, recordando una brillante escena del Apocalipsis. La autenticidad del cuadro es inequívoca; no cabe que sea imitación rusa. Clat murió á mediados del siglo XVIII, y su venida de Damasco fué por los años de 1660.



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No me detengo en hablar de los entronques de las familias armenias y otras particularidades de sus costumbres.

Basta á mi propósito dar á la Academia hoy por hoy una noticia de esta colonia de orientales en Cádiz; asunto que merece ser tratado con la extensión debida y copia de documentos ilustratorios.

Hoy solo he querido dar una idea de estos acontecimientos desconocidos en la historia, tratados en breves palabras, ya que solo por la índole de estas sesiones no puede presentarse en una noche más que una sencilla noticia que he creído oportuno ofrecer á su consideración con el respeto y la simpatía que le debo.

Madrid 28 de Octubre de 1887.

ADOLFO DE CASTRO.



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