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Informes


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I. Diario vallisoletano durante la guerra de la Independencia

José Gómez de Arteche


En cumplimiento de la orden de nuestro digno Director voy á informar a esta Real Academia sobre un libro, á ella ofrecido por su laborioso correspondiente el Sr. D. Juan Ortega y Rubio que lo acaba de publicar con el título de Noticia de casos particulares ocurridos en la ciudad de Valladolid, año 1808 y siguientes.

Ese libro, según prolijas y concienzudas investigaciones de su editor, parece haber sido escrito por D. Francisco Gallardo y Moreno, procurador de la Chancillería de la capital castellana á que se refiere, dándole con esa circunstancia el carácter y la autoridad que más pueden apetecerse en ese género de producciones.

Algo más propio que ese título es el que pretende darle el Sr. Ortega al calificar el libro de Diario Vallisoletano; porque, después de todo, se reduce á ese orden cronológico la relación que contiene; pues las de los casos particulares en él estampadas son, mejor que la historia de aquellos tiempos, apuntes ó recuerdos de sucesos que no entrañan el origen, marcha y consecuencias de los importantísimos que tuvieron lugar en nuestra patria ni aun en la vieja y gloriosa tierra á que el autor contrae su trabajo.

Detalles del movimiento político y militar operado por la autoridad y las tropas francesas en Valladolid, tanto para la más tranquila y sólida ocupación de aquel centro estratégico, uno de los más importantes en la vasta meseta de la Península, como para

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influir con sus armas en Asturias, Galicia y Portugal, objetivos preferentes en el grandioso plan de conquista ideado por el emperador Napoleón; eso es lo que puede hallar en el libro del Sr. Ortega quien tenga tales conocimientos de la historia de la guerra de la Independencia que, aquilatándolos y comparándolos concienzuda y detenidamente, sepa descubrir su valor real al referirlos á los acontecimientos que denuncian y pretenden explicar. Pero detalles generalmente escuetos, sin enlace y no pocas veces, casi siempre, erróneos, como cogidos al vuelo, ecos de la voz popular, de las exageradas versiones esparcidas, unas veces por los enemigos para mantener su prestigio en aquella lucha, para ellos tan desgraciada, otras por nuestros compatriotas para, á su vez, mantener también vivo el espíritu nacional contra sus opresores.

La noticia, por ejemplo, de un combate, del de Rioseco, llega á Valladolid, sea por el vehículo de los franceses, sea por el de los confidentes españoles, tan desfigurada que no hay medio de encajarla en el cuadro histórico de una acción tan diversamente juzgada á pesar de su desenlace tan decisivo como funesto. La batalla de Rioseco sucedió el 14 de Julio de 1808, y en él terminó con la dispersión del ejército español, que tuvo 363 muertos, 420 heridos, 68 contusos, 158 prisioneros y 2.171 extraviados, y con el saqueo de aquella población, los asesinatos y violaciones más ultrajantes, cometidos en sus moradores por los franceses, que solo tuvieron 70 muertos y 300 heridos. Pues bien, el señor Gallardo supone que aquel combate duró del 14 al 19, y que en él ascendieron las bajas de los franceses á la de 6.000 muertos y 400 heridos, desproporción inconcebible, quedando las de los españoles reducidas á la de 2.500 muertos y 400 heridos. Ya quiere el Sr. Ortega poner correctivo á tamaño error; pero en la misma nota en que lo consigna lo comete todavía no pequeño, y emite opiniones que hacen suponer un juicio no muy exacto de aquella fatal jornada.

A pesar de ese lunar, que se reproduce al traer á la memoria una gran parte de los sucesos militares de la guerra, hay en la publicación del Sr. Ortega noticias sumamente curiosas que sirven al historiador para confrontar fechas, sobre todo en los sucesos que puedan tenerla dudosa ó equivocada en otros libros.

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La estancia de Napoleón en Valladolid ofrece al Sr. Gallardo ocasión para dar interés á su escrito; y aunque muy sucinto este, lo tiene como refiriéndose á personalidad tan conspicua, la más importante en el glorioso drama de una guerra que inició la ruina del coloso, que acababa de ver en Erfurt, puede decirse que á sus piés, á la mayor parte de los soberanos de Europa. También lo ofrece la permanencia, más tarde, del rey José en aquella capital, que alternativamente fueron visitando los mariscales franceses más esclarecidos y los generales ingleses de más nota, según la marcha y peripecias de la guerra. Y por cierto que, al referirse á la estancia de Lord Wellington en Valladolid por primera vez, el 30 de Julio de 1812, dice el Sr. Gallardo que el célebre general inglés visitó la catedral, donde hizo oración. Lo haría todo, ver la biblioteca, el coro, la sacristía, refrescar en la sala capitular; todo menos orar ante las imágenes de aquel santo templo, perteneciendo, como todo el mundo sabe, Lord Wellington á la secta protestante.

Un dato muy curioso ofrece también el libro á que me estoy refiriendo, el de las ejecuciones de los españoles prisioneros en concepto de guerrilleros, cómplices suyos ó conspiradores. Desde la ejecución de cuatro infelices, inocentes quizás, sacrificados, como para descargo de otros, á la vista del magnánimo emperador, hubo aún otras 32 en que fueron ajusticiados hasta 86 españoles, por sentencia de una Junta criminal, compuesta, ¡vergüenza da el decirlo! de jueces, españoles también, que se afiliaron en el partido imperialista.

Y ¿qué sucedió? Que al evacuar los franceses á Valladolid, fué preso por el pueblo D. José Vinuesa, presidente que había sido de la Junta, sentenciado después y muerto en garrote con una precipitación y con tales circunstancias que hacen presumir, mejor que la independencia y la justicia imperturbable de los tribunales, la presión y la venganza de un pueblo oprimido antes y guardando su ira para la primera ocasión propicia.

No era afrancesado el Sr. Gallardo, pero sí hombre temeroso de que, descubierto su escrito, pudieran conocerse las ideas, patrióticas sin duda, que abrigaba, por lo que no se encuentra en él una sola frase que las revele. Debía ser, como supone el Sr. Ortega,

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curial y estar empleado en la Chancillería; pero lo que sí puede asegurarse es que, sobre todo, era cristiano viejo y fervoroso, según se extiende y parece deleitarse en la descripción de las procesiones que se celebraron en Valladolid durante aquella época calamitosa, haciendo notar su esplendor, las iglesias de que salían, los pendones que ostentaban y el trayecto que recorrían calle por calle, recordándolas, como vulgarmente se dice, con todos sus pelos y señales.

En suma, el libro del Sr. Gallardo, si no es muy importante, ofrece alguna, aunque muy corta, utilidad para el estudio de la historia, y es curiosa para los vallisoletanos, sobre todo, á quienes lo dedica el Sr. Ortega al ofrecerlo á su Ayuntamiento. Su editor, de consiguiente, merece todo género de aplausos por haberlo dado á conocer, y la gratitud de esta Real Academia que, en concepto del que suscribe, debe dirigirle una comunicación en que así se consigne.

La Academia, sin embargo, resolverá lo que considere en tal caso como lo más conveniente.

Madrid 11 de Noviembre de 1887.

JOSÉ GÓMEZ DE ARTECHE.



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