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III. Inscripciones árabes de la casa de Villaceballos en Córdoba

Eduardo Saavedra


Entre los curiosos restos de antigüedad que se guardan en la casa de la ciudad de Córdoba, conocida con el nombre de Villaceballos, se ven cuatro lápidas árabes. De dos de ellas dió primera noticia D. Pascual de Gayangos, maestro de todos nosotros en esta materia, en un artículo inserto en el tomo VI del Memorial histórico. Después las vió y copió D. Rodrigo Amador de los Ríos y las publicó con las demás de la misma ciudad en su libro titulado Inscripciones árabes de Córdoba, y posteriormente en su Memoria sobre algunas inscripciones arábigas. Pero el Sr. Gayangos tuvo que hacer la interpretación mediante dibujos poco correctos; y aunque su habitual destreza venció la mayor parte de las dificultades, hubo algunas que era imposible deshacer con tan malos elementos. El Sr. Ríos adelantó más con la inspección ocular; pero la mala luz de aquel sitio, y la altura á que las piedras se hallan, le impidieron perfeccionar del todo el estudio, que de ningún modo puede hacerse mejor que con los calcos que tuve cuidado de traerme cuando visitó la localidad hace algunos años, los cuales, con otros que me ha facilitado nuestro correspondiente D. Victoriano Rivera, tengo el gusto de entregar á la Academia para su archivo. Con esta ocasión podrán quedar subsanadas las leves correcciones que han de hacerse á las lecturas conocidas ya de dichas lápidas.

I.

La lápida núm. 1 es una piedra de 27 centímetros de alto por 21 de ancho, con caracteres cúficos poco airosos y sin adorno alguno. Disertó sobre ella el Sr. Gayangos en las páginas 316 y 317 del dicho torno VI del Memorial histórico; la publicó el Sr. Ríos

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en la pág. 311 de sus Inscripciones de Córdoba, así como en la pág. 137 de su Memoria, y copiada exactamente del calco dice así:

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La traducción es esta:

En el nombre de Dios, clemente y piadoso. Este es el sepulcro de Badíe, madre de Said, hijo del Amir Mohámed; apiádese Dios de ella. Había profesado que no hay deidad sino Dios y que Mahoma es enviado de Dios. Murió domingo 15 de Chumada segundo.

Falta el año, que no se puede precisar, pues lo que se escribe solo nos enseña que dicho año debió comenzar en sábado. Como el recuadro que termina la lápida por la parte inferior se conserva perfectamente, no hay duda acerca de que la inscripción está completa, por más que sea muy extraña la supresión del año. Pero la época corresponde seguramente al final del siglo III ó principios del IV de la hégira, ó sea hacia los comienzos del siglo X de nuestra era, porque el príncipe Said, hijo de esta señora y del rey de Córdoba Mohámed I, es conocido en la historia. Nómbranle Aben Adarí, primero (II, 150) para decir que el jueves, nueve431

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días antes de terminar el mes de Dulhicha del año 297 (30 de Agosto de 910) fué preso, con sus hermanos Ibrahim y Mohámed, por el zalmedina de Córdoba como sospechoso de conspiración; y poco después (pág. 162) para recordar que prestó juramento de fidelidad al nuevo rey Abderrahmán III en compañía de sus otros hermanos Alaci, Suleimán y Áhmed.

Por un provincialismo que se verá repetido en la inscripción núm. III, se ha escrito al fin imagen por imagen

Hasta ahora no se había leído sino en porción bastante pequeña otra inscripción del mismo museo particular, publicada por el Sr. Ríos en la pág. 136 de su Memoria. Está labrada con caracteres muy análogos á, los de la anterior, en una piedra de 54 centímetros de largo por 39 de alto, falta por la parte superior y bastante rozada en las tres primeras líneas, pero no demasiado difícil de entender, gracias á lo común del formulario que suele emplearse en tales monumentos y á los vestigios claros de ciertas letras que ayudan á reconocerlo. Dice así.

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Para entender la traducción es preciso tener presente que después de la invocación y del nombre de la difunta (porque todo el

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texto tiene los verbos y pronombres en femenino), el trozo que falta decía que había afirmado su creencia acerca de la unidad de Dios y que Mahoma era su enviado, añadiendo que lo envió

...con la guía y religión verdadera para que la hiciera brillar sobre todas las religiones, á despecho de los politeistas, y que el paraíso es verdad, y el infierno es verdad, y la resurrección es verdad, y que la hora del juicio ha de venir sin duda, y que Dios hará levantar á los que están en los sepulcros. En esta fe vivió, en ella murió y con ella resucitará si Dios es servido. Murió, apiádese Dios de ella y perdónela, la noche del miércoles quince del mes de Ramadán del año 328. Apiádese Dios de ella y de quien implore para ella su piedad.

La fecha conviene con el 24 de Junio del año 940, y la inscripción puede ser útil desde el punto de vista arqueológico para ir fijando datos ciertos acerca del carácter lapidario correspondiente á diversas épocas. De dos faltas de escritura adolece el epígrafe, cuales son poner imagen por el imagen en la línea primera, y imagen por imagen en la tercera.

III.

La tercera lápida tiene 37 centímetros de alto por 31 de ancho, y representa una ventana en forma de herradura, con la inscripción en el hueco. La orla contiene unas declaraciones devotas muy usadas en monumentos funerarios, y en las impostas de los dos lados hay dos palabras sueltas. Publicó primero este epígrafe el Sr. Gayangos en la pág. 312 del tomo VI del Memorial histórico, y después el Sr. Ríos en la pág. 315 de sus Inscripciones. El texto se ordena del modo siguiente:



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Lo cual quiere decir

EN EL CENTRO:

En el nombre de Dios clemente y piadoso: la bendición de Dios sea sobre Mahoma. Este es el sepulcro de Bedro, hija de Abulhasán Ali ben Tinesga el Sanhachí. Murió, apiádese Dios de ella, la noche del lunes, 15 de Rabi segundo del año 496.

EN LA ORLA:

Refúgiome en Dios de Satanás el apedreado. Afirmó Dios que no hay deidad sino Él, y los ángeles y los que conocen y mantienen

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lo justo repiten que no hay deidad sino Él, el poderoso, el sabio432. Manifestó Dios la verdad433.

EN LAS IMPOSTAS:

Inscripción del refugio.

La fecha corresponde al 26 de Enero de 1103. Leo imagen el nombre del abuelo de la difunta, por ser en lengua berberisca la forma en diminutivo de un nombre verbal derivado de la raíz imagen (sig), que representa la idea de mirar ú observar. El título de amir se daba en tiempo de los almoravides, como dice el Sr. Gayangos, á los gobernadores ó á los personajes de estirpe real; y aunque no se encuentra á Abulhasán entre los que gozaron de aquel cargo en Córdoba, pudo haberlo disfrutado en otra ciudad de España ó África, y haber venido su hija á dicha población con cualquier motivo.

Las palabras de las impostas son más difíciles de explicar. No he hallado medio de ligarlas con el sentido general de la orla, y creo que se reducen á un letrero ó declaración de que los pasajes y oraciones escritos son resguardo ó preservativo para el alma del difunto. Entiendo que la palabra imagen refugio, se refiere, no á un refugio genéricamente considerado, pues entonces no llevaría el artículo, sino al constituído especialmente por la conocidísima frase imagen, que tomada del Alcorán se ve estampada profusamente en amuletos, epitafios y adornos arquitectónicos, y es de uso frecuente en la conversación.

IV.

Otra inscripción se halla en la misma casa que se reduce á un fragmento de 22 centímetros de alto por 18 de largo, y que ha

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publicado por vez primera el Sr. Ríos en la pág. 135 de su Memoria. Las pocas palabras que se leen son estas:

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Demuestran estas pocas palabras que la piedra declaraba la obra hecha por algún príncipe de Córdoba, y que debía ser de índole religiosa. Después de decir quién mandó ejecutar dicha obra se añade, supliendo lo que falta, «Dios le dé por su piedad los palacios del paraíso; y se concluyó con favor de Dios bajo la dirección de su ministro... hijo de Abderrahmán, protéjale Dios; siendo encargado de la ejecución Abdelquebir, hijo de Fájar

Se justifica la lectura de la primera línea consultando la inscripción de Almotamid de Sevilla publicada por primera vez con grabado en el tomo II del Memorial histórico español, donde se dice en el mismo sentido imagen. Para fijar la época del pequeño monumento no hay más dato que el del carácter de la letra; y aunque en el estado actual de la epigrafía árabe es difícil sacar por este camino deducciones ciertas, parece aceptable la opinión del Sr. de los Ríos, que lo atribuye á Alháquem II y su ministro Cháfar ben Abderrahmán, cuyo nombre figura en varias inscripciones conmemorativas.

Si de tan exiguas bases es lícito sacar alguna consecuencia, se podría suponer que ese califa había mejorado ó restaurado un cementerio donde elegían sepultura las damas más ilustres de la ciudad. De ese modo se explicaría cómo se hallaron juntas, según pienso, las cuatro inscripciones materia de este estudio.

EDUARDO SAAVEDRA.



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