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ArribaAbajoCanto V

La Barquilla55




    Suele dar Dios con dulce miel templado
el acíbar del cáliz de la vida,
y aun teniendo el azote levantado,  3075
su providencia paternal no olvida;
por más que en este valle malhadado,
que es de los vicios y el error manida,
no cese un punto la malicia nuestra
de provocar su vengadora diestra.  3080
   Mas entre cuantos bienes, los enojos
calmando, que el vivir humano afligen,
grato solaz ofrezcan a los ojos
o al trabajado pecho regocijen,
—384→
como flores que brotan entre abrojos,  3085
o que su tallo en mustio yermo erigen,
¡dulce amistad! si el tuyo en este mundo
no es el lugar primero, es el segundo.
   Busca el dichoso a ti por confidente,
con quien, partiendo el gozo, mayor le haga;  3090
que, no comunicado, brevemente
el más grato placer nos empalaga.
A ti recurre el ánima doliente,
y tú de la aflicción curas la llaga,
y en ella, ¡oh bienhechora hija del cielo!,  3095
el bálsamo derramas del consuelo.
   Pero cuando un afecto su fineza
apura más y acendra y aquilata,
es cuando aquel que con la vida empieza
la estimación lo esmera y lo remata;  3100
y dos almas que unió naturaleza
santa amistad con dobles nudos ata,
yendo con la razón la sangre a una
y la dulce costumbre de la cuna.
   Que si a lo más extraño y forastero  3105
el mérito y virtud nos aficiona,
—385→
¿qué será cuando aquello que primero
ciego abrazó el cariño, el juicio abona?
Entonces con tan firme y duradero
lazo un afecto al otro se eslabona,  3110
que no se da poder que los desuna
en el mundo, en el tiempo, en la fortuna.
   Desto Reinaldo insigne ejemplo ofrece,
que a su hermano menor, bello dechado
de virtud que en temprana edad florece,  3115
quiere y estima en el más alto grado.
Pensad, pues, a qué punto se enardece,
qué furor hierve en él, cuando a su amado,
Ricardeto el brutal Orgón cautiva,
según lo dejo declarado arriba.  3120
   Poco estuvo Reinaldos vacilante,
que pronta decisión requiere el caso.
Acordó, pues, la suya en el instante,
que fue dar las espaldas a Gradaso,
y luego enderezar contra el gigante,  3125
con la celeridad que pudo, el paso,
—386→
para volver, sin ese inconveniente,
la competencia a dirimir pendiente.
   Y llegado que fue, tomó el partido
de desmontar, no fuese que el villano  3130
le lisiase el corcel con el fornido,
formidable bastón que lleva en mano.
Orgón, que no pensaba hubiese habido
ninguno, que teniendo el juicio sano,
de venir a embestirle osado fuera,  3135
muerto de risa al paladín espera.
   En lo que, cierto, no mostró cordura,
como Frusberta conocer le ha hecho
con un raudo revés y una abertura
algo profunda en el cuadril derecho.  3140
Aúlla el malandrín, blasfema, jura
y se muerde los labios de despecho;
embravecido a Ricardeto arroja,
que el duro suelo con su sangre moja.
   Quedó tendido el pobre mozo en tierra  3145
—387→
sin habla, sin color, sin movimiento.
Orgón la poderosa porra afierra;
Reinaldo alerta está y a todo atento;
cruje los dientes, cual sonora sierra,
Orgón, y con la clava hiende el viento;  3150
Reinaldo, hurtando el cuerpo, atrás da un paso;
en esto sobreviene el rey Gradaso.
   El lance ciertamente es de dar susto,
y casi duda el héroe de Mongrana.
Mas como tiene un corazón robusto  3155
que con ningún peligro se amilana,
un tajo esgrime, que cogiendo al justo
la cintura al jayán, se la rebana;
cayó sangriento el monstruo en dos pedazos;
uno las piernas, otro el busto y brazos.  3160
   Como si hubiese algún melón partido,
sereno así sobre Bayardo salta,
y de nuevos alientos revestido
al rey Gradaso el paladín asalta.
Éste, de lo que mira sorprendido,  3165
mostró la diestra desarmada y alta
en señal de pedirle parlamento;
el paladín envaina, y oye atento.
   «Fuera, señor, soez descortesía,
el rey le dice, y gran desaguisado,  3170
que, siendo tú de tanta bizarría
y de tanto valor como has mostrado,
fueses vencido por la hueste mía;
que, estando de millares rodeado,
—388→
no puedes escapar de muerto o preso,  3175
si eres hombre mortal de carne y hueso.
«No quiera Dios que afrenta tan villana
a un caballero se haga de tal brío.
Yo pienso, si te place, que mañana
(pues tiende ya la noche el velo umbrío),  3180
sin tu Bayardo tú, yo sin mi alfana,
lidiemos cuerpo a cuerpo en desafío,
porque del lauro así y honor primero
no defraude el caballo al caballero.
   «Mas con tal pacto hagamos la pelea,  3185
que si me vences tú, todo el que hubiere
de vosotros cautivo, suelto sea;
y si yo te matare o te prendiere,
no pido más rescate ni presea
que tu corcel; y venza el que venciere,  3190
libre, la vuelta de Asia, irá mi tropa,
y el cetro a Carlos dejaré de Europa».
   Reinaldos, que no encuentra en esta cosa
mucho que masticar, así contesta:
«Serme no puede menos que gloriosa  3195
la lid, alto señor, que me es propuesta,
pues tanto tu virtud maravillosa
al universo mundo es manifiesta,
que en recibir de un brazo tal la muerte
dará envidia, no lástima, mi suerte.  3200
   «Yen lo que toca a la razón primera,
gracias te doy; mas con tu venia añado
que, aunque parezco zozobrar, pudiera
sin ajeno favor salir a vado,
y que si en contra mía el orbe fuera,  3205
y brotara legiones este prado,
no temblara por eso; y lo que digo,
con este acero a sustentar me obligo».
   Gradaso a esto no replica nada;
con que, volviendo al comenzado asunto,  3210
de la lid determinan acordada
el dónde, cómo y cuándo: el dónde, junto
—389→
a la playa del mar; el cómo, a espada,
armados, claro está, de todo punto,
sin comitiva alguna o compañía,  3215
ambos a pie; y el cuándo, al otro día.
   Todo con una flema sin segunda,
lo dejan definido y aplazado,
y por volver a la sabrosa tunda
quisieran fuese el nuevo sol llegado.  3220
No así yo, que de tanta barahúnda
estoy, os aseguro, mareado.
Calle un instante la trompeta bélica,
que en el Catay me está aguardando Angélica.
   La cual, aunque la causa que la inquieta  3225
a la espalda dejó, no ha sosegado.
Cual simplecilla cierva, a quien saeta
de aleve cazador llagó el costado,
que huye anhelando, y tanto más le aprieta
aquel mortal dolor que lleva al lado,  3230
y en vano busca alivio al mal que siente,
en la nativa selva y clara fuente;
   O cual traviesa niña, que en la saya
deja, por acercarse sin cautela,
prender el fuego, y corre huyendo al aya,  3235
y más en el correr la llama vuela;
lleva Angélica así, doquier que vaya,
la amorosa pasión que la desvela;
ni le vale el hüir, antes parece
que su mal con la ausencia se encrudece.  3240
   No sabe qué es consuelo ni reposo;
no hay pasatiempo que su pena engañe;
el rostro tiene siempre lagrimoso;
suspira a todas horas, gime, plañe;
si acaso duerme, en vez de algún dichoso  3245
sueño que un punto su llorar restañe,
sueña que mira aquel semblante amado
esquivo para ella y enojado.
—390→
   Con esto torna en sí sobresaltada,
y volviendo los ojos a occidente,  3250
«¡Oh Francia!, dice, ¡oh tierra celebrada!,
¡dichosa tú, que logras ver presente
el caro bien de que yo estoy privada!
¡Ah! puede ser que ahora cabalmente
otro seno amoroso (¡amarga idea!)  3255
lo que en vano ansío yo, goce y posea.
   «¡Pobre de mí! ¿qué haré contra este loco
delirio, este mortal desasosiego?
¿A qué arte apelo? ¿A qué deidad invoco?
Turbé la tierra, el agua, el aire, el fuego;  3260
mas de hechizos Amor se cura poco;
bien a mi costa a conocerlo llego;
que no calme este ardor ningún encanto
decreto tuyo ha sido, cielo santo.
   ¿Qué aguardo más? ¿Por qué no doy de mano  3265
a la esperanza en que mi amor se ceba?
¿No sabe que le adoro el inhumano,
o de su ingratitud me falta prueba?
Sólo desdenes te debí, tirano;
mas pagarélos con fineza nueva;  3270
al mago Malgesí, mi prisionero,
dar libertad, porque es tu primo, quiero».
   Aquesto dicho, al húmedo aposento
do en medio el mar está el cautivo, baja
valida de no sé qué encantamento,  3275
y las puertas de bronce descerraja.
Oyó el mago el rüido, y al momento,
en el magín la idea se le encaja
—391→
de ser llegado su postrero día,
y de que Satanás por él envía.  3280
   Cuando aguardaba la infernal visita,
aparecióle el bello ángel humano.
Luego que le saluda y que le quita
los hierros ella con su propia mano,
dice: «Quien te libró de tanta cuita,  3285
piedad igual de ti no espere en vano;
aleccionado por tu propia pena,
aprende a condolerte de la ajena.
   «Que si de amor tal vez supiste, y sabes
que de un ingrato enamorada vivo,  3290
juzgarás tus cadenas menos graves
que en las que tengo el corazón cautivo.
Y porque de entender mi ruego acabes,
amo a Reinaldo, y me desprecia altivo;
y de tu libertad en pago quiero  3295
que me sirvas con él de medianero.
   «De servidumbre te declaro exento,
y con tu libro cobrarás tu espada,
—392→
si me empeñas palabra y juramento
de traérmele a vuelta de jornada».  3300
Mucho al mago cuadró el ofrecimiento,
y diciendo en sí mismo: «El camarada
no se hará de rogar, yo lo aseguro»;
responde prontamente: «Sí, lo juro».
   Cuanto le pide Angélica, él le jura;  3305
y ¿quién lo mismo, en su lugar, no haría?
Servir amigo y dama se figura,
y hacer cree dos mandados de una vía.
A cumplir su palabra se apresura,
y con desenfadada gallardía  3310
a un diablo Malgesí las piernas echa,
y por los aires va como una flecha.
   Por el camino el diablo le detalla
(perdóname, lector, si eres purista)
la situación en que la España se halla,  3315
devastada por bárbara conquista,
los lances de la guerra, la batalla
que con Gradaso aparejada y lista
tiene Reinaldos, todo finalmente;
y aún algo más, porque el diablillo miente.  3320
   Llegó el francés al campamento, cuando
amagaba rayar el alba apenas.
Del diablo se apeó, y atravesando
—393→
tiendas de innumerable gente llenas,
ahora sepultada en sueño blando,  3325
dulce, aunque breve, tregua de las penas,
entró en la de Reinaldos, que halló sola,
y al paladín durmiendo a la bartola.
   Reinaldos despertó, no sin trabajo,
y a estrechar va en sus brazos al amigo,  3330
mas éste, rehuyendo el agasajo,
«Únicamente para hablar contigo
salí de mi prisión, le dice, bajo
palabra de volver, si no consigo
que me libertes (pues en ti consiste)  3335
de un cautiverio ignominioso y triste.
   «Ni pienses que el librarme ha de ser cosa
de gran dificultad; que no te espera
ningún jayán, sino una dama hermosa
que te ama con la fe más verdadera,  3340
un serafín; en conclusión, la diosa
misma de la hermosura; de manera
que en hacer lo que pido y lo que es justo,
me harás a mí un gran bien y a ti un gran gusto.
   «Si aún no lo he dicho, Angélica es la dama».  3345
«¡Angélica!», Reinaldos aturdido,
dos o tres pasos dando atrás, exclama;
el horror en su rostro se ha esculpido.
Parece que en las venas le derrama
súbito hielo el nombre aborrecido;  3350
el pobre hombre quedó como insensato,
y sin hablar palabra estuvo un rato.
   Mas como siempre a una alma generosa
repugna el disimulo, de esta suerte
responde: «Mira, Malgesí, no hay cosa  3355
que no la hiciera yo por complacerte;
mándame acometer la más dudosa
—394→
empresa; arrostraré por ti la muerte;
embestiré al infierno, si te agrada;
mas con esa mujer no quiero nada».  3360
   Cosa a sus esperanzas tan opuesta
oyendo Malgesí, confuso estaba;
no supo qué pensar de tal respuesta,
y al primo preguntó si se burlaba.
Ser positiva, el otro le protesta,  3365
la decisión que de expresarle acaba.
Se esfuerza el Nigromante cuanto puede;
insta, conjura, y Montalbán no cede.
   Después que le hubo predicado un rato,
que fue como si en yermo predicara,  3370
dice: «No hay más placer con el ingrato
que echarle los favores a la cara;
tengo el alma por ti en un garabato,
pues porque mi saber te aprovechara,
vendíla al diablo; y tú (¡quién tal creyera!)  3375
quieres que yo míseramente muera.
   «De mí te guarda, nada más te digo».
Mustio el semblante y gacha la cabeza,
echando pestes contra el falso amigo,
sale del campo y cierto ensalmo reza.  3380
La tierra, por un lóbrego postigo
que la luz filtra al Aquerón, bosteza,
y de su centro una pizmienta nube
de alados diablos rezongando sube.
   «A Caudilordo elijo y a Falseta,  3385
el mago dice; a los demás despido».
—395→
Luego con estos dos arma una treta
que no la hubiera Satanás urdido.
Falseta en la figura más perfeta
de un faraute español se ha convertido;  3390
con lunado turbante, alba marlota,
bastón en mano, y blasonada cota.
   Va en este traje al rey de Sericana,
y dice que Reinaldos estaría
junto al mar a las diez de la mañana,  3395
y a la aplazada lid le aguardaría.
La cita el noble rey de buena gana
acepta; y en señal de cortesía,
regala al contrahecho heraldo moro
un rico anillo y una copa de oro.  3400
   El cual de allí se parte, y otra nueva
forma tomó de trujamán indiano;
en delgado cendal que el viento eleva
y en muselina envuelve el cuerpo vano;
en las orejas los anillos lleva  3405
que antes llevaba en la siniestra mano;
dijérades al verle que venía
de Seringapatán Su Señoría.
    En esta forma, pues, y este vestido
al campo de Reinaldos se encamina;  3410
dícele que Gradaso ha prevenido
ir a las ocho en punto a la marina,
a efecto de que el duelo consabido
entre los dos a espada se defina.
Reinaldos, que no entiende la tramoya,  3415
consiente, y al heraldo da una joya.
—396→
   Hácele reverente la zalema
el bueno de Falseta, y se retira.
Ya el matutino sol las cumbres quema,
y aquella multitud de gentes mira  3420
que desde el monte hasta la playa extrema
hierve, y como en confusas olas gira,
y recobrada del afán prolijo
sólo piensa en placer y en regocijo.
   Reinaldos se arma; y como el fin no sabe  3425
de la batalla con el rey pagano,
a Ricardeto en un discurso grave
encomendó el ejército cristiano.
«Si lo peor en esta lid me cabe,
dice, lo llevarás a Carlomano,  3430
y a su servicio en mi lugar te ofrece,
como a quien más que nadie lo merece.
   «Sirve a tu buen señor, que si algún día
hice yo lo contrario, fue mal hecho;
lleváronme a una y otra demasía  3435
juvenil arrogancia, amor, despecho.
Piensa que lealtad y cortesía
obligaciones son de un noble pecho;
combate por tu ley hasta la muerte;
humano sé y piadoso a par que fuerte».  3440
   No sé qué dijo más; y al caro hermano
después que abraza y da en la frente un beso
sale armado el barón de Montalbano,
solo y a pie, como era pacto expreso.
Por una oculta senda cortó el llano  3445
y a la sombra parando de un espeso
bosque a la mar vecino, vio a la orilla,
que solitaria estaba, una barquilla.
—397→
   Cátale Caudilordo, que fingida
de Gradaso la forma, aspecto y traje,  3450
lleva una sobrevesta azul lucida,
y de oro en la cimera alto plumaje,
corona, de diamantes guarnecida,
sobre un yelmo finísimo de encaje,
y escudo, de azul y oro, acuartelado;  3455
era Gradaso, en fin, pintiparado.
   No al rey Gradaso el mismo rey Gradaso
tanto como aquel diablo es parecido.
Llega con un estrépito, un fracaso,
que una legión no hiciera igual rüido.  3460
Reinaldos se le acerca paso a paso,
todo en el ancha adarga recogido;
y Caudilordo la función empieza,
y a la frente la espada le endereza.
   Rebate esotro el golpe, y al costado  3465
del falso rey con no mejor suceso
amaga. Sigue el duelo equilibrado,
lista la mano y el aliento grueso,
hasta que al fin Reinaldos indignado
de que esté aún su antagonista ileso,  3470
de repente el escudo arroja a tierra,
y con las dos la gran Frusberta afierra.
—398→
Baja, cual rayo que abortó la esfera,
la zumbadora espada, y la garzota
le echó a volar, como si un ave fuera,  3475
y la diadema en mil pedazos rota,
y el rico yelmo, y luego toda entera
de arriba abajo le rasgó la cota,
y el anchuroso escudo, y aún no para
que se enterró en el suelo media vara.  3480
   El diablo, que esto aguarda justamente,
echa a correr; Reinaldos le acuchilla,
pisándole las huellas impaciente,
y a cada instante piensa que le pilla.
Y como el engañoso espectro intente  3485
acogerse fugaz a la barquilla,
grítale: «¿A dónde vas? torna a la guerra;
torna, no dejes a Bayardo en tierra.
   «¿Es posible que dé tan triste prueba
de su valor un rey de Sericana?  3490
Bayardo al menos a tornar te mueva,
que de tenerte por señor se ufana.
Jaeces nuevos tiene y silla nueva;
mira que le hice herrar esta mañana.
Si por ganarle acá venido eres,  3495
¿cómo sin él volverte al Asia quieres?».
   Caudilordo entretanto se hace el sordo;
entra en el barco y las amarras taja;
pero Reinaldo en pos de Caudilordo
entra también, le acosa y le trabaja;  3500
—399→
de popa a proa, y de uno al otro bordo
corre tras él y brinca y sube y baja.
Al fin se le escabulle la maldita
fantasma, y a la mar se precipita.
   Calar semeja, como un buzo, al fondo,  3505
y suelta al zabullir un cierto vaho
que de azufre infernal un tufo hediondo
derrama por el aire y por la nao;
sendos fragmentos quedan del redondo
yelmo y de la coraza de oro y blao  3510
en manos de Reinaldo, y, ¡caso fuerte!
todo en sutil vapor se le convierte.
   El francés a la orilla vuelve inquieto
los ojos; pero rastro no hay de orilla;
ve cielo y mar, y en ellos otro objeto  3515
no alcanza a ver que el sol y la barquilla;
y según ella corre, hace conceto
de que la empuja una infernal cuadrilla,
y que va a dar, a legua por segundo,
antes de anochecer, la vuelta al mundo.  3520
   Viendo por fin su error, «¡Cielo sagrado!
dice; la más perversa crïatura
soy que jamás tu ira ha provocado;
pero esta pena es en extremo dura.
Para siempre seré vituperado,  3525
y si llego a contar mi desventura,
¿cómo encontrar podré quien me la crea,
y una mancha lavar tan torpe y fea?
—400→
    «Carlos fïó a mi brazo y mi consejo
con su salud la de la Francia entera;  3530
¿y ha de pensar que fugitivo dejo
su pueblo a que en poder de infieles muera?
¡Triste! en el pensamiento me bosquejo
la insana rabia del feroz Alfrera;
suena en mi corazón la voz doliente  3535
de la cautiva miserable gente.
   «¿Cómo te dejo, Ricardeto mío,
a tanto riesgo en años tan tempranos?
Gemiréis bajo extraño señorío,
Guiscardo, Alardo, Ivón, caros hermanos.  3540
Gradaso, ¿qué dirá del desafío?
La fábula seré de esos paganos.
Pregonarán que de temor me ausento,
y que mi religión, mi patria afrento.
   ¿Qué pensará la Francia, y de qué suerte  3545
infamia tal verá en mi nombre impresa?
Estirpe de Mongrana, altiva y fuerte,
fuiste; tu gloria es lúgubre pavesa.
A denostarme puedes ya atreverte,
desalmada prosapia magancesa.  3550
Aleve un tiempo te llamé, y traidora;
sin honra estoy; callar me cumple ahora.
—401→
   «Llévame ¡oh mar! a do la afrenta mía
no haya nadie que entienda o testifique;
llévame a donde, en soledad sombría  3555
sólo con fieras y árboles platique,
lejos de toda humana compañía;
o más bien esta nave echando a pique,
sepúltame en tu abismo más profundo,
y no vuelva mi nombre a oír el mundo».  3560
   Tres veces a la daga puso mano;
y tres veces fue al bordo de la nave,
como para lanzarse al oceano,
para que allí su desventura acabe.
«Recuerda, pecador, que eres cristiano»,  3565
dice una voz alentadora y grave.
Reinaldos pide al cielo que le acorra,
y el intento fatal del alma borra.
   De Alcides entretanto el noble estrecho
rodea, y deja atrás la bella Europa;  3570
luego el gran cabo que Natura ha hecho
baluarte del Oriente, mira a popa;
a los dichosos climas va derecho
do su más rica y más lucida ropa
la Aurora viste, y llega al otro extremo  3575
del mundo, sin timón, vela ni remo.
   Aunque de vinos y manjares lleva
la nave cuanto al gusto da contento,
el triste navegante nada prueba,
que su pesar le sirve de alimento.  3580
—402→
Mas ya avista una isla, do se eleva
alto palacio en florecido asiento.
Surge la nave, y en la bella estancia
pone los pies el campeón de Francia.
   Aquí le dejaremos paseando,  3585
que no por él es justo que se olvide
al nada menos infelice Orlando,
que también de la Europa se despide;
y por regiones bárbaras errando,
a cuantos ve detiene y nuevas pide  3590
de su adorada Angélica la bella,
sin que acierte a topar quién sepa della.
   Del ancho Tana va, sin compañía,
por la ribera el buen señor de Anglante.
Sin ver a nadie anduvo medio día;  3595
mas al fin vio a distancia un caminante;
viejo era el tal, y a gran correr venía,
volviendo la cabeza a cada instante;
y con doliente voz, «¿Qué malandanza
me roba, dice, mi única esperanza?».  3600
   «Dime, así Dios te ayude, peregrino,
¿qué tienes, que a llorar te obliga tanto?».
Así dijo Roldán; y aquel mezquino,
sueltas las riendas otra vez al llanto,
«¡Ay triste!, exclama, ¡ay mísero destino!  3605
¿A qué dejarme vivo, cielo santo?».
De nuevo Orlando instó, y el viejo al Conde,
gimiendo y sollozando, así responde:
   «La causa de mi llanto y mi querella
es un vestiglo pavoroso y feo.  3610
A dos millas o tres de aquí descuella
—403→
una roca, y desde este sitio creo,
si tienes buena vista, que has de vella;
yo no, que con los años poco veo.
Es toda de color de viva llama;  3615
no mueve el viento allí ni flor ni grama.
   «Suena una ronca voz sobre la cima;
alma nacida no la oyó más fiera;
verdinegra laguna, que da grima,
sirve en torno a la roca de barrera;  3620
la tal laguna tiene un puente encima,
y va el puente a un portal que reverbera,
cual si labrado fuese de diamante;
allí de centinela está un gigante.
   «Cerca de este lugar que te he descrito,  3625
yo con un hijo mío en hora aciaga
pasaba, cuando se oye un ronco grito,
y el jayán (¡déle Dios la justa paga!)
sale y agarra al pobre jovencito,
y ahora ciertamente se lo traga.  3630
Toma escarmiento tú en mi historia triste,
y vuélvete, señor, por do viniste».
   «Orlando no me llame, si no veo,
repuso el paladín, qué roca es ésta».
O tienes de morir mucho deseo,  3635
o poco juicio, el viejo le contesta.
¿Crees que se trata aquí de algún torneo
o de correr sortija en una fiesta?
—404→
Te digo que de verle solamente
para morirme estuve de repente.  3640
   «Tiemblo en sólo acordarme, y a fe mía
tenerle aquí delante me parece».
Ríe Roldán, y dícele que fía
volver en breve, y que, si no, le rece
un paternoster y una avemaría,  3645
y... mas en este punto se le ofrece
el jayán a la vista, y altanero
«¡Hola!, dice, a la espalda, caballero.
   «Para que a nadie transitar permita,
de guarda estoy. El empinado asiento  3650
de la Roca una sabia esfinge habita,
a quien humana sangre es alimento;
el que primero por aquí transita
cada mañana, sacia su sediento
ardor; reposa luego; y el camino  3655
se niega, mientras duerme, al peregrino.
—405→
   «Todo lo sabe, y todo lo adivina;
ni ya el comunicarlo dificulta;
cuestión no le pondrás que no difina,
por extraña que sea o por oculta;  3660
pero suele cobrar una propina
a todo el que curioso la consulta;
si lo que ella a su vez le propusiere
no lo descifra, entre sus garras muere».
   «¿Y qué has hecho del mozo que robaste?»  3665
pregunta el Conde. «Téngolo y tendrélo,
dice el zafio jayán, y eso te baste,
que de mis cosas dar razón no suelo».
Orlando, porque el tiempo no se gaste,
vásele encima, como va al señuelo  3670
halcón gentil; un convincente tajo
de Durindana a la razón le trajo.
   Luego que el dulce hijuelo recobrado
en sus brazos estrecha el padre ansioso,
de cierto taleguillo que colgado  3675
—406→
lleva a la cinta, un libro primoroso
saca, de plata y oro iluminado,
y lo presenta al Conde valeroso,
diciendo: «Eterna vivirá en mi pecho
la memoria, señor, de lo que has hecho.  3680
   «Y puesto que a merced tan señalada
no hay recompensa que se iguale, aceta,
te ruego, este librito, que guardada
tiene una singular virtud secreta;
la cosa más difícil e intrincada  3685
que se le consultare, él interpreta;
pero se comunica únicamente
a solas; de otro modo, o calla o miente».
   Con el libro en la mano queda el Conde
meditando entre sí de qué manera  3690
escale la escarpada roca, donde
de aquella esfinge está la madriguera;
pues preguntarle en qué lugar se esconde
su Angélica adorada, delibera;
que más alta cuestión no le ofrecía  3695
toda la Natural Filosofía.
   Pudo, con sólo abrir aquel librejo,
de su curiosidad haber salido;
mas cuando en mano se lo puso el viejo,
estaba ya tomado su partido,  3700
y no se le ocurrió mudar consejo;
o tal vez el asalto del erguido
risco le pareció más digna empresa
de quien caballería, como él, profesa.
   Aunque a Roldán el advertido anciano  3705
de lo que intenta disuadir procura,
como firme le ve, le da la mano,
—407→
y a seguir su camino se apresura.
El animoso Senador romano,
a quien ningún peligro da pavura,  3710
hacia la Roca va gallardamente,
y sin estorbo alguno pasa el puente.
   Y dueño ya de la contraria orilla
el portal a su salvo descerraja;
pues como Orlando arrastra de malilla,  3715
nuestro gigante se metió en baraja;
luego al corcel desocupó la silla,
y el alto risco en superar trabaja,
hasta pisar la cima, do a la astuta
esfinge vio en el fondo de una gruta.  3720
   Cabellos de oro sobre tersa frente,
y rostro de doncella, blanco, hermoso,
garganta y pecho de león rugiente,
alas de grifo, y miembros tiene de oso;
remata el tronco, a guisa de serpiente,  3725
en cola de tamaño prodigioso;
que al que en sus roscas envolvió sofoca,
y sacudida hace temblar la Roca.
   Luego que al Conde vio la esfinge horrible,
con ambas alas se cobija el cuero;  3730
sólo la cara le dejó visible,
y le clava la vista al caballero,
que revestido de ánimo invencible,
le dice entre alentado y placentero:
—408→
«Diablo, alimaña, o sabia encantadora,  3735
¿en qué lugar se encuentra mi señora?».
   «Tu señora (la esfinge mansamente
le responde) encerrada está en la Albraca,
noble ciudad en tierras del Oriente,
oyendo el son de tártara alharaca.  3740
Mas dime ahora tú, Conde valiente,
¿cuál es el animal que empolla y saca
ajenos hijos que feroz devora,
con todos vive y con ninguno mora?».
   El paladín los sesos se devana,  3745
sin hallar solución que valga un pito.
Desenvolvióse entonces la villana,
y se le lanza encima dando un grito.
El bravo Conde apela a Durindana
contra aquel fiero aborto del Cocito,  3750
que le embiste de modos diferentes
con las agudas garras y los dientes.
   Ya se le pone cerca, ya distante;
ya vuela en alto, ya se arrastra en tierra;
ya le pretende asir con la ondeante  3755
cola, ya con las alas le da guerra.
Salta acá y acullá el señor de Anglante,
y cuantos golpes tira, tanto yerra.
Ella ligera sin cesar le hostiga;
él sin hacerle daño se fatiga.  3760
—409→
Tuvo hadada la piel desde la cuna;
si no, quedaba allí descalabrado.
Mas, a ser del imperio alta coluna,
y de la santa iglesia, destinado,
que no haga herida en él arma ninguna  3765
por especial merced fuele acordado,
siquiera sin loriga y sin escudo
se presente a la lid, y hasta desnudo.
   La batalla ha durado una hora entera,
cuando una vez la parda esfinge cala,  3770
y quiso Dios que tan dichoso fuera
el paladín, que le tronchase un ala.
El firme risco sacudió la fiera
con el bramido que al del trueno iguala;
furiosa se revuelca, salta, trota,  3775
y los peñascos con el rabo azota.
—410→
   Mas el dolor los bríos le renueva;
al conde envuelve en duplicada espira,
y a sofocarle entre las roscas prueba,
y mordiscones y uñaradas tira.  3780
No tiene el conde espacio en que se mueva;
mas forcejando un tanto se retira,
y a la pechuga apunta una estocada
que deja la contienda terminada.
   Sedienta va a buscar la cruda hoja  3785
del fiero corazón la sangre hirviente,
y la ancha herida con violencia arroja
de colorado humor larga corriente.
La encrespada cerviz, ya muelle y floja,
sobre un hombro le cae lánguidamente;  3790
ronca se queja; atravesados gira
los turbios ojos; y temblando expira.
   Orlando del cadáver se desprende,
y por do el risco está más escarpado
al lago lo arrojó; luego desciende,  3795
monta y va en busca de su dueño amado.
Cierra la noche, y por el campo tiende
pálida luna su esplendor menguado;
a un rústico aduar una vereda
estrecha guía; Orlando en él se hospeda.  3800
   Monta otra vez al despuntar del día;
mas antes de endilgar hacia la Albraca,
consultar quiso al libro que le había
dado el anciano, y a la luz lo saca;
de la esfinge algún tanto desconfía,  3805
—411→
y quiere averiguar si la bellaca
le ha dicho la verdad de todo en todo;
ábrelo; y halla escrito de este modo:
   «De un enemigo ejército cercada
en la Albraca se encuentra tu señora».  3810
Mas otro punto esclarecer le agrada,
que en espinas le tiene a toda hora.
¿De más feliz amor preocupada
está la voluntad de la que adora?
¿O le concede a él propicia estrella  3815
adorando y sirviendo merecella?
   ¡Oh mortal inquietud, de ansia anhelante
y cobarde terror dudosa guerra!
Trasuda, tiembla; incierto, vacilante,
abre el libro una vez y otra lo cierra;  3820
el más feliz va a ser en un instante,
o el más desventurado de la tierra.
Tiene en la mano el fallo de su suerte.
¿Será de vida, Amor? ¿Será de muerte?
   «Cese, dice Roldán, tanta agonía.  3825
¿Qué tormento mayor que este tormento?
Si es que jamás he de llamarla mía,
y cuanto peno y sirvo es dado al viento,
para arrancar del alma esta manía,
la desesperación me dará aliento;  3830
y si no puedo ser lo que quisiera,
a ser retornaré lo que antes era.
   «Pero, ¡triste de mí! ¿Quién me asegura
que un loco amor podré sacar del pecho?
¿Se aliviará mi pena por ventura  3835
con saber que el penar no es de provecho?
—412→
Dicen que la razón todo lo cura;
mas de decir a hacer hay largo trecho;
y si manda pesares el destino,
es necedad salirles al camino».  3840
   Dice, y resueltamente el libro guarda;
mas vuelve presto el interior combate;
nuevamente se atreve y se acobarda;
un afecto le eleva, otro le abate;
lo que tiembla saber, saber le tarda;  3845
suda otra vez, y el pecho otra vez late.
Airado clama al fin: «Ciencia funesta,
huye de mí, que el alma te detesta.
   «Libro fatal, que para daño mío
sin duda Lucifer puso en mi mano,  3850
escóndate en sus ondas este río,
y nunca vuelvas a poder humano».
Dice, y lo arroja. Esclavo el albedrío
del Conde tiene siempre amor tirano;
mas a lo menos la importuna brega  3855
que el pecho le agitaba se sosiega.
   De Albraca en tanto a la almenada plaza
corriendo, en busca va de la que adora;
mas la carrera el río le embaraza,
ni de pasar la rápida y sonora  3860
avenida ve el Conde forma o traza,
si no se vuelve un ave voladora,
pues de pendiente roca entre dos vallas
espumajea, que da horror mirallas.
   Cabalga Orlando la ribera arriba  3865
por ver si en parte alguna encuentra vado;
y a un gran puente llegó, por el cual iba
a transitar, cuando un gigante armado
le sale al paso, y con mirada altiva,
—413→
«¡Tente!, le dice, ¿A dónde vas, menguado?  3870
Bien puedes maldecir tu inicua suerte
que te ha traído al puente de la Muerte.
   «Para en este lugar todo camino,
y no hay volver atrás, si aquí se llega;
pues pensar en el puente, es desatino,  3875
porque esta porra el paso a todos niega».
Llámase el tal gigante, Zambardino,
y mide del pantuflo a la albanega
catorce pies; si no se engaña en esto
Turpín, o si no está viciado el texto.  3880
   De cuero de dragón tiene la cota,
que es armadura propia de gigante;
y una palanca esgrime herrada y bota,
que lleva tres cadenas por delante,
y a cada cual prendida una pelota,  3885
no de las de jugar con pala o guante,
sino de plomo, y que, según el grueso,
pesan sendas arrobas de buen peso.
   Mas falta lo peor; que sobre el puente
un género de red estaba oculto,  3890
tan sutil, delicada y trasparente,
que hace una telaraña mayor bulto;
y si alguien por feliz o por valiente
logra esquivar el formidable insulto
de la gran porra, no por eso escapa,  3895
porque salta la red, y allí le atrapa.
—414→
   Que alguien la llegue a ver sin que la huelle,
no puede ser; tan escondida se halla;
antes se rompe el hierro que la melle,
no que le taje una delgada malla;  3900
y Zambardín, pisando cierto muelle,
sabe tan diestramente disparalla,
que el lidiador más avisado y listo
cogido en ella es, y aún no la ha visto.
   De Brilladoro el paladín se apea;  3905
la espada empuña, ajústase la adarga;
y como el tiempo aprovechar desea,
nada responde, y animoso carga.
Brava, descomunal fue la pelea;
mas, porque la materia es algo larga,  3910
dejadme descansar, os ruego, un tanto.
El fin sabréis en el siguiente canto.

  —415→     -[383]-  

3073:



   Suele dar Dios de dulce miel templado

3076:



   de su piedad paterna no se olvida;

3078-3080:



   del vicio y del error sucia manida
   provoque sin usar la armada diestra
   de su venganza la malicia nuestra.

3081-3088:



   Mas entre cuantos bienes testifican
   la pía providencia a nuestros ojos
   y al trabajado pecho dulcifican
   de este mortal destierro los enojos;
-[384]-

V    (como olorosas flores que salpican
   las rocas de un desierto y los abrojos),
   ¡dulce amistad!, si el tuyo en este mundo
   no es el lugar primero, es el segundo.



   Mas entre cuantos bienes, los enojos,
   de la fortuna terrenal corrijan,
   o que placer ofrecen a los ojos
   o el trabajado pecho regocijan

Va   (como flores que nacen entre abrojos
   o que peñascos áridos cobijan)
   ¡dulce amistad!, si el tuyo en este mundo
   no es el lugar primero, es el segundo.

iia



de esta morada terrenal corrijan


templan, que el trabajado pecho aflijan

3083:



   ora solaz ofrecen a los ojos

3086:



   o que un árido páramo cobije

3089:



   Busca el gozoso a ti por confidente

3099:



   es cuando aquello que la sangre empieza

3103:



   yendo con la razón la carne a una

  -[385]-  

3107:



   ¿qué será si el objeto que primero

3110:



   lazo un amor al otro se eslabona,

3113-3120:



   Desto será Reinaldos buena prueba,
   que de su hermano el joven Ricardeto
   la amistad y cariño a un punto lleva,
   que no cabe mayor ni más perfeto;

V    y así de la pasión y rabia nueva
   que dél se aprenderá se hará conceto;
   cuando ve, como queda dicho arriba,
   que a lo que estima él tanto, Orgón cautiva.

i



Desto dará Reinaldos harta prueba,

vi



que hierve en él se formará conceto

vii-viii



Cuando ve que al mancebo Orgón cautiva
como lo dejo referido arriba.

3121-3128:



   Turbóse el buen Reinaldos infinito
   mas en hallar tardo un segundo escaso
   lo que importaba hacer en tal conflito,
   que fue dar las espaldas a Gradaso

V    y enderezar contra el jayán maldito,
   con la celeridad que pudo, el paso
-[386]-
   el cual jayán tiene la piel tan dura,
   que de armas ni de ropas no se cura.

v



y enderezar contra el raptor maldito

  -[386]-  

vii-viii



para poder sin ese inconveniente
la contienda dirimir pendiente.

3137-3144:



   En lo que anduvo desaconsejado
   y no supo con quién se las había.
   Silba Frusberta en vuelo acelerado
   y casi entero el un cuadril le abría.

V    Aullaba aquel mastín descomulgado
   y los labios de rabia se mordía.
   A Ricardeto arroja con tan fuerte
   ímpetu, que en un tris le da la muerte.



   En lo que procedió desacordado
   como Frusberta conocer le ha hecho
   la cual con un revés desapiadado
   le abre honda grieta en el cuadril derecho.

Va    Aúlla el malandrín, blasfema airado
   y muérdese los dientes de despecho
   violentamente a Ricardeto arroja
   que con sus sangres las arenas moja.

iiia



que silbando un revés desaforado


fulminando un revés desaforado

va-via



Aúlla el malandrín descomulgado
y muérdese los labios de despecho

3145:



   Tendido yace el pobre mozo sin sentido

  -[387]-  

3153-3160:



   El lance ciertamente es de dar susto
   y casi duda el noble caballero.
   Mas como tiene un corazón robusto
   que no se paga con ningún dinero

V    tira un revés que la cintura al justo
   coge al gigante, y lo rebana entero;
   cayó el horrible monstruo en dos pedazos;
   aquí las piernas; allá el busto y brazos.

v-vi



un tajo vibra que le coge al justo
la cintura al gigante, y lo rebana.

3162:



   fresco el barón sobre Bayardo salta,

3173:



   vencido fueras por superchería;

  -[388]-  

3191:



   libre, la vuelta al Asia, irá mi gente;

3199:



   que en recibir de brazo tal la muerte.

3208:



   con este acero a mantener me obligo».

  -[389]-  

3220:



   quisieran fuese el nuevo día llegado

3234-3235:



   por acercarse incauta a la candela,
   en llamas mira, y corre, huyendo, al aya,


   arderse mira, y corre, huyendo, al aya,

3248:



   sañudo, más que nunca, y enojado.

  -[390]-  

3256:



   lo que ansiando estoy yo, goce y posea.

3263-3264:



   y no acierta a sanar su herida acerba
   bálsamo alguno, o droga, o flor o hierba


   que no cura este amor ningún encanto
   decreto tuyo ha sido, cielo santo

3266:



   a la esperanza que en mi ardor se ceba.

3275-3276:



   por arte descendió de encantamiento,
   y las robustas puertas descerraja.

  -[391]-  

3279-3280:



   que era llegado ya su postrer día,
   y que ya Satanás por él venía,


   y que ya Satanás por él envía.

3281-3288:



   Cuando aguardaba la infernal visita,
   aparecióle la gentil doncella.
   Después que al mago temeroso quita
   los hierros con su propia mano, ella,

V    «Libre, le dice, de tamaña cuita
   ten compasión de mi infeliz estrella;
   tus cadenas he roto, caballero;
   y una merced igual deberte espero.

3288:



   aprende a lastimarte de la ajena.

3291-3292:



   más que tus hierros juzgarás por graves
   estos do tengo el corazón cautivo.


   juzgarás tus prisiones menos graves

3295-3296:



   y que por gratitud me sirvas quiero,
   de intercesor con él y medianero.



   y de tu libertad en premio quiero
   que me sirvas con él de medianero

3297-3304:



   «Si ora te obligo bajo juramento
   a traérmele a vuelta de jornada,
-[392]-
   te daré un dos del que serás contento;
   tu libro, en fin, por no ocultarte nada».

V   Mucho al mago agradó el ofrecimiento,
   y diciendo en sí mismo: «El camarada
   no se hará de rogar, y lo aseguro»;
   responde prontamente: «Así lo juro».

3298:



   y tu libro recobres y tu espada

3306:



   y ¿quién en su lugar no juraría

3308-3310:



   haciendo dos mandados de una vía.
   Comenzaba a cerrar la noche oscura
   cuando con desenvuelta gallardía

3313:



   Y mientras tanto el diablo le detalla


   Y de camino el diablo le detalla

3315-3316:



   el triste estado en que la España se halla,
   trabajada de bárbara conquista.

  -[393]-  

3324-3325:



   tiendas de multitud de gente llenas,
   sepultadas ahora en sueño blando

3330:



   y a estrechar en sus brazos va al amigo;

3332-3333:



   «De la prisión salí del enemigo,
   le dice, y vengo en busca tuya, bajo

3348:



   del corazón la sangre se le ha ido.

3353-3354:



   Al fin, como persona no alevosa
   a quien disimular es cosa fuerte,

  -[394]-  

3361-3368:



   Al escuchar el mago tan opuesta
   cosa de aquella que esperando estaba
   no supo qué juzgar de tal respuesta
   y al primo preguntó si se burlaba.

V    Le rectifica el primo y le protesta
   ser la verdad lo que de oír acaba.
   Malgesí te razona, le encarece,
   insta, conjura; y él se está en sus trece.

3373-3374:



   puse el alma por ti en un garabato,
   que porque mi saber te aprovechara,

3385-3387:



   A Caudilordo elige y a Falseta;
   a todos los demás ha despedido.
   Ensáyalos muy bien, y arma una treta

3386:



   dice el francés: «a los demás despido».

  -[395]-  

3390-3391:



   de un heraldo español se ha convertido,
   con lunado turbante, azul marlota,

3397-3398:



   Gradaso acepta de muy buena gana


   Acepta el noble rey de Sericana


   Acepta el noble rey de buena gana
   la cita, y en señal de cortesía

3405-3407:



   y en las orejas los anillos lleva,
   que antes llevaba puestos en la mano.
   Jurárades al verle que venía.

3410:



   en busca de Reinaldos se encamina

3416:



   consiente y al faraute da una joya.

  -[396]-  

3425-3426:



   Reinaldos se arma, y porque el fin no sabe
   que la lid tenga con el rey pagano,


   de la contienda con el rey pagano,

3427:



   encomienda al ejército cristiano.

3433:



   Honra a tan buen señor, que si algún día

3441-3448:



   No sé qué dijo más y al caro hermano,
   después que abraza y da en la frente un beso,
   se marcha el gran barón de Montalbano,
   solo y a pie, que así era pacto expreso;
-[397]-

V    y atravesando un espacioso llano
   a la sombra pasó de un bosque espeso
   vecino al mar, y atado vio a la orilla,
   que solitaria estaba una barquilla.

v



atravesando un anchuroso llano

3452:



   y por cimera espléndido plumaje

3455:



   y azul escudo de oro acuartelado


   pavés de oro y azul espada al lado;

3457-3464:



   No es a Gradaso el mismo rey Gradaso
   tanto como aquel diablo parecido.
   Llega con grande estrépito, fracaso,
   que el bosque alrededor ha estremecido.

V    Reinaldos se le acerca paso a paso
   todo en el ancho escudo recogido
   y Caudilordo la función empieza
   tirándole un gran tajo a la cabeza.

iv



retiembla en torno el bosque conmovido

viii



tirándole un fendiente a la cabeza.

3470:



   de ver que su contrario aún está ileso

  -[398]-  

3477:



   y luego el yelmo, y luego toda entera

3481-3488:



   Caudilordo otra cosa no aguardaba,
   y echó a correr fingiendo que temía.
   Reinaldos que vencido le juzgaba
   considerad si alegre se pondría.

V    A la falaz visión, que semejaba
   dirigirse a la barca, perseguía
   gritando «¿A dónde vas? torna a la guerra
   torna no dejes a Bayardo en tierra.

3495-3496:



   Si es que viniste acá por mi caballo;
   ¿cómo ya no te gusta cabalgallo?».
   Si por él emprendiste la jornada,
   ¿como ya que le tienes no te agrada?».

3498-3500:



   salta en el barco y las amarras taja;
   y el buen Reinaldo en pos de Caudilordo
   salta también, le acosa y le trabaja;

  -[399]-  

3505:



   Calar semeja, cual un buzo, al fondo,

3507:



   que de infernal azufre tufo hediondo

3510:



   yelmo y la corazina56 de oro y blao

3514-3516:



   los ojos; mas ya rastro no hay de orilla;
   ve cielo y mar, y no ve más objeto
   que arriba el sol y abajo la barquilla;

3521-3528:



   Viendo por fin su error: «¡Cielo sagrado!
   dice, ¿por qué tu saña en mí se apura?
   Bien sé que soy un pecador malvado;
   mas esta pena es demasiado dura.

V    Para siempre seré vituperado,
   y no hallará [piedad] mí desventura
   (¡oh de mi nombre horrible mancha y fea!)
   diciendo la verdad ¿quién me la crea?

  -[400]-  

3534:



   la ciega rabia del brutal Alfrera;


   la ciega rabia del feroz Alfrera;

3536:



   de la afligida, miserable gente

3539-3540:



   Guiscarte, Alardo, Ivón (¡destino impío!)
   cautivos quedaréis, caros hermanos,

3543:



   Publicarán que de temor me ausento,

3545-3552:



   «¿Qué pensará París, o de qué suerte
   podrá mi fuga ser justificada?
   Estirpe de Mongrana, ínclita y fuerte,
   fuiste; tu antigua gloria es acabada.

V    Ya a denostarla puedes atreverte,
   prosapia magancesa desalmada.
   Aleve un tiempo te llamé, y traidora;
   sin honra estoy; callarme es fuerza ahora.

i-iv



«¿Qué pensará la Francia? ¿de qué suerte
verá en mi nombre tal mancilla impresa?
Estirpe de Mongrana, altiva y fuerte,
fuiste; tu gloria es mísera pavesa.

  -[401]-  

3554-3556:



   no haya mortal que entienda o testifique;
   llévame a la caverna más sombría
   donde con fieras y árboles platique

3558:



   o más bien, prontamente échame a pique,

3563:



   con ánimo de echarse al oceano,

3565-3566:



   «Acuérdate, infeliz, que eres cristiano»,


   «Recuerda, pecador, que eres cristiano»,


   «Detente, pecador, que eres cristiano»,
   una voz dice con acento grave,


   dice una voz misteriosona y grave.

3570:



   traspone, y deja atrás la bella Europa;

3578:



   Reinaldos infelice nada prueba,

  -[402]-  

3580-3581:



   Una isla aparece, do se eleva
   un gran palacio en un florido asiento.


   Cercana ve una isla, do se eleva

3595-3596:



   y habiendo andado casi todo un día
   sin ver a nadie, al fin vio un caminante.

3599-3600:



   y con dolientes voces, «Hijo amado,
   grita, qué monstruo horrible te ha robado?».

3604:



   suelta la rienda nuevamente al llanto.

3609:



   «La ocasión de mi llanto y mi querella

3611:



   A dos millas o más de aquí descuella

  -[403]-  

3614:



   yo no, que con los años ya no veo.

3616:



   no se encuentra a su pie yerba ni rama


   no mueve el viento en ella árbol ni grama

3618-3620:



   alma nacida no la oyó tan fiera,
   y una hedionda laguna que dio grima
   alrededor le sirve de barrera.

3622:



y el puente va a un portal que reverbera

3626-3629:



   pasábamos, y mi hijo en hora aciaga,
   cuando improvisamente aquel maldito
   gigante (¡déle Dios la justa paga!)
   sale, arrebata al pobre jovencito

3633:



   «Roldán no me llamara, si no veo,

3637-3638:



   «¿Piensas tú que se trata de un torneo
   ni de correr sortija en una fiesta?

  -[404]-  

3642:



   tenerle aquí a la vista me parece.

3644:



   que, en breve volverá; si no, le rece

3646-3648:



   Y... mas el tal jayán les aparece;
   «A la espalda, a la espalda, caballero
   que a morir lleva, dice, este sendero.



   y... mas el tal jayán se les ofrece
   de súbito a la vista, y altanero
   «¡Hola, dice, a la espalda, caballero.

3649-3656:



   «Para que a nadie transitar permita,
   me tiene mi señor aquí apostado,
   porque una esfinge en esta roca habita
   a quien el alimento acostumbrado

V    es carne humana; y todo el que transita
   por la insaciable bestia es devorado,
   que sin piedad al peregrino mata,
   que cierto oscuro enigma no desata.

vi-vii



por la insaciable furia es devorado
pues sin piedad al peregrino mata



   «Para que a nadie transitar permita
   estoy de guardia; el enriscado asiento
   una maravillosa esfinge habita
   a quien humana sangre es alimento.
-[405]-

Va    Cada día el primero que transita,
   hecho pedazos, el ardor sediento
   sacia; reposa luego y el camino
   manda cerrar a todo peregrino.

iia-iiia



de guardia estoy, en este alojamiento


estoy de guardia, el empinado asiento
de este risco una sabia esfinge habita,


de este sitio una sabia esfinge habita.

  -[405]-  

va-via



es la del hombre primero que transita,


es la del que primero por aquí transita,
hecho pedazos el ardor violento,



   «Para que a nadie transitar permita
   aquí una sabia esfinge me coloca;
   de humana sangre alimentada habita
   en lo más enhiesto de esta roca

3657-3664:



   «Sábelo todo, y todo lo adivina;
   ni ya el comunicarlo dificulta.
   Cuestión no le pondrás, que no difina,
   por extraña que sea o por oculta.

V    Pero suele cobrar cierta propina
   pues debe el que curioso la consulta
   soltar lo que la esfinge propusiere
   descifrar al instante; y si no, muere».

3666-3668:



   el conde dice: «Téngolo y tendrélo,
   dice el jayán soez, y eso te baste,
   que de lo que hago dar razón no suelo».

3671-3674:



   halcón gentil; y tanto lo acuchilla,
   que rendido el jayán se le arrodilla.
   Luego que el caro hijuelo, que ha llorado
   por muerto ya, recobra el padre ansioso,

  -[406]-  

3690:



   cavilando entre sí de qué manera

3695-3696:



   que problema, a su juicio, no tenía
   más importante la Filosofía


   de importancia mayor la Geometría

3698:



   lo que anhelaba tanto haber sabido;

3705-3712:



   Aunque procura el advertido anciano
   disuadir de su intento al paladino
   viendo por fin que lo aconseja en vano,
-[407]-
   prosigue sin estorbos su camino.

V    El atrevido Senador romano,
   hincando ambas espuelas al rocino,
   hacia la roca va gallardamente
   y sin estorbo alguno pasa el puente.

iv



prosigue en derechura su camino.


prosigue su camino en derechura.

3723-3724:



   el pecho y voz como león rugiente,
   que las rocas más ásperas quebranta


   que suele sacudir con furia tanta
   que lo más duro y sólido quebranta.

3729-3730:



   Mirado que hubo el conde al monstruo horrible,
   con las alas se cubre el cuerpo entero.

3734:



   en alta voz le dice y tono fiero

  -[408]-  

3736-3738:



   ¿en qué lugar está mi dama ahora?».
   «Tu dama (le responde mansamente,
   la aleve esfinge) ahora está en la Albraca,

3740-3741:



   oyendo el son de bárbara alharaca.
   Mas dime a su vez tú, conde valiente,

3744:



   con todos anda y con ninguno mora.

3747-3752:



   Desenroscóse entonces la villana,
   y se le avienta encima, dando un grito.
   El bravo Conde apela a Durindana
   contra esta fiera que abortó el Cocito,
   y ella le embiste en modos diferentes
   con alas, brazos, garras, cola y dientes.

3755-3756:



   ya le procura asir con la ondeante
   cola, ya con las uñas le da guerra

  -[409]-  

3761-3768:



   Tener el cuerpo hadado fue fortuna,
   que de otra suerte asaz descalabrado
   quedara en esta lid sin duda alguna;
   mas porque fuere al pueblo bautizado

V    contra el alarbe infiel firme coluna
   del cielo este favor le fue otorgado,
   que sus carnes herida no consiente
   de hierro, de aguijón, de uña ni diente.



   Tener hadado el cuerpo fue fortuna,
   que si no, queda asaz descalabrado;
   pero contra la impía Media Luna
   fue de la Santa Iglesia destinado

Va    sostenedor y sólida coluna;
   singular privilegio le fue dado,
   que en sus carnes herida no consiente
   de hierro, de aguijón, de uña ni diente.

iia



que si no, queda allí descalabrado

3765-3768:



   que no le pueda herir arma ninguna
   por especial merced le fue otorgado
   y tan impenetrable lleva el cuero
   que en él se amella el más templado acero

3769-3776:



   La batalla ha durado una hora entera,
   cuando la bestia embravecida cala
   y quiso Dios que con tal dicha hiriera
   el paladín que le tronchase un ala.

V    El alto risco estremeció la fiera
   con el rugido que al del trueno iguala;
   furiosa se revuelca, salta, trota,
   y los peñascos con el rabo azota.

ii



y quiso Dios que tan dichoso hiriera

  -[410]-  

3777:



   Mas el furor los bríos le renueva;

3781-3782:



   Pequeño espacio tiene en que se mueva;
   mas forcejando el conde se retira



   no tiene espacio el Conde en que se mueva

3785:



   Sedienta va a beber la cruda hoja

3788:



   de colorado humor copiosa fuente

3797-3798:



   Cierra la noche ya; la luna tiende
   su clara lumbre sobre un ancho prado;

3803-3805:



   aquel mágico libro que le había


   acordóse del libro que le había
   dado el anciano, de la alforja saca
   que Orlando de la esfinge no se fía,

  -[411]-  

3810:



   en la Albraca tu dama se ve ahora».


   en la Albraca tu dama se halla ahora».

3816:



   sirviendo y adorando merecella?

3824:



   ¿Será de vida, oh Dios? ¿Será de muerte?

3827-3828:



   Si ya jamás he de llamarla mía,
   y lo que peno y sirvo es dado al viento

3834:



   que un vano amor podré sacar del pecho?

3836:



   con saber que el penar es sin provecho?

  -[412]-  

3849-3856:



   «Libro fatal, que para daño mío
   sin duda Lucifer puso en mi mano,
   húndete en el abismo más umbrío,
   de do no vuelvas a poder humano».

V    Diciendo así, lo arroja en un gran río
   que corre cerca, el Senador romano.
   Húndese el libro, y a la par la brega
   en el pecho del Conde se sosiega.

3858-3859:



   corriendo en busca va de su señora;
   mas ya el correr, el río le embaraza

3869:



   le sale al paso, que con voz altiva,

  -[413]-  

3873-3880:



   «Aquí viene a parar todo camino,
   y no hay volver atrás quien aquí llega.
   Pues el ir a otro lado, es desatino,
   porque esta porra el paso a todos niega».

V    Llámase este gigante, Zambardino,
   y mide del pantuflo a la albanega
   catorce pies, si no se engaña en esto
   Turpín, o no está acaso errado el texto.

3884:



   que lleva seis cadenas por delante,

3887:



   mas de las que, según materia y grueso


   sendas arrobas pesan de buen peso

3894:



   logra esquivar el poderoso insulto

  -[414]-  

3897-3899:



   Tan escondida está, que al que la huelle,
   sentilla es imposible divisalla,
   y antes se rompe el hierro que la melle,

3897:



   Sentirla o divisarla el que la huelle,


   Que alguien note la red, sin que la huelle,

3904:



   antes cogido está, que la haya visto.

3906:



   la espada empina, embraza la ancha adarga,

3912:



   que vais a oírla en el siguiente canto.