Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

«Búcaro Americano»: Clorinda Matto de Turner en la escena femenina porteña

Susana Emilce Zanetti





El 1.º de febrero de 1896 aparece Búcaro Americano; periódico de las familias. Si el título sólo alude al carácter femenino de la publicación mediante el tópico consabido de la mujer (y de la poesía) como flor, el subtítulo señala claramente el proyecto de introducirse en el recinto del hogar en busca de lectores y suscriptores. Flores bellas y perfumadas, los textos femeninos, constituirán buena parte de la «colaboración escogida»1 que el búcaro espera contener. Su directora, la conocida escritora peruana Clorinda Matto de Turner2, sabe ya de la necesidad de quebrar el aislamiento propio de las escritoras, más intenso sin dudas en las sociedades densamente patriarcales hispanoamericanas de ese siglo XIX que pronto va a concluir. Sabe ya de la soledad de la escritura en el ámbito estrecho del hogar, sin diálogo, privada de esa «caja de resonancia» de la que habla Gertrude Stein, en la cual hallan los hombres afiliaciones y confraternidades, o la competencia que moldea la profesionalización. Sabe ya, digo, porque ella misma, bajando de la sierra natal había encontrado en Lima la recepción fraterna de las veladas literarias de Juana Manuela Gorriti, y también porque ella misma, más tarde -afincada ya en la capital del Perú- había abierto su casa a reuniones semejantes. La experiencia de esta trama posible de solidaridades orienta seguramente la fundación de Búcaro Americano, que se acoge ahora a una tradición periodística femenina.

Un orden simbólico tradicional encuadra la justificación del nacimiento de la revista: la condición de madre impulsa la creación de este «hijo de mis dolores», aunque, al mismo tiempo, Clorinda Matto pone en escena su condición de «proscripta», por causa de convicciones políticas que no resigna. El discurso político concreto y definido sólo irrumpe como disidencia con la esfera oficial en temas peruanos.

Búcaro Americano surge como espacio al servicio de la literatura hispanoamericana, en especial de las escritoras, y en defensa de la emancipación de la mujer que reclama el progreso de la sociedad moderna para que ella «pueda cumplir satisfactoriamente los deberes que esa misma corriente evolutiva le señala, no solo como a madre y esposa, cargos fáciles de desempeñar porque el corazón los dirige; la mujer como suegra, como madrastra, como nuera, como cuñada, como amiga, tiene delante escollos difíciles de salvar si no es el cerebro ilustrado y la voluntad educada los que vienen a tomar parte directa en su modo de ser»3.

Publicó 65 números, de aparición irregular, con tendencia mensual o bimensual, desde 1896 hasta el 15 de mayo de 1908, cuando la directora anuncia su alejamiento por razones de salud. Esta larga continuidad se interrumpe en el N.º 42 (25/III/1901), sin razones valederas explícitas, y se restablece cinco años después (15/VI/1906), en una segunda época, que no presenta cambios significativos. Con frecuencia se deja constancia de la difusión y recepción exitosa en Hispanoamérica, así como del nutrido aporte de colaboraciones4. En el N.º 40/41 (25/II/1901) aclara que cuenta con corresponsalías en casi toda Hispanoamérica.

En el N.º 8 (15/I/1897) ingresan al cuerpo de redacción la profesora normal Elia María Martínez y la periodista y escritora María Emilia Passicot -cuya fotografía reproduce la portada- quien había fundado el 1.º de junio de 1893 la Sociedad Proteccionista Intelectual. Desde este número el Búcaro Americano es el órgano oficial de dicha sociedad, cuyo fin es «proteger a los que se dedican al trabajo intelectual». En los números 9 y 10 Passicot informa de los ideales de la asociación y apunta los nombres de los socios honorarios, entre quienes se encuentran Clorinda Matto, Lucio V. Mansilla, Bartolomé Mitre, Calixto Oyuela y Rubén Darío; y los socios beneméritos, casi todas mujeres, entre ellas Cecilia Grierson. En el N.º 22/23 (no fechado, presumiblemente de abril o mayo de 1898) se anuncia que, por razones personales, se retiran Elia M. Martínez y María Emilia-Passicot.

Dada la notable diferencia de proyecto y de intereses ideológico-políticos entre las dos publicaciones femeninas de entonces, Búcaro Americano y El Adelanto, ambas de larga vida e ignorándose mutuamente, es interesante señalar que, en un período casi coincidente, Elia M. Martínez fue redactora de la primera y jefa de redacción de la segunda hasta el N.º 48. Este hecho, difícil de dilucidar5, importa en lo que atañe a los límites que al género impone la clase, por una parte, y por otra, a las posibles dificultades y vacilaciones que la incipiente puesta en escena de estas actividades de la mujer en el campo intelectual, político, ideológico y social le acarrean para diseñar un proyecto periodístico femenino. Entre 1890 y 1910 se inicia la constitución de partidos políticos modernos y la emergencia de movimientos ideológicos -socialismo, anarquismo, comunismo- que tiñen las discusiones y las tomas de posición en los diversos problemas de la vida social y política argentina. Y es en ese ámbito de rápida transformación de concepciones morales, sociales, educativas, literarias, artísticas, etc., donde deben definir su posición los hombres y también las mujeres, pero éstas sin el bagaje de hábitos y experiencias ya acumuladas por aquéllos. Me interesó explayarme un poco en esta cuestión, de importancia menor, quizá, de la presencia casi simultánea de Elia M. Martínez en ambas revistas, tan disímiles, para no silenciar esa dinámica de la época. El atender a ella implica el estudio, en este caso, de Búcaro Americano, de sus ideales y luchas, siempre insertos tanto en las concepciones del cuerpo de redacción como en el complejo y vacilante horizonte de expectativas de sus lectores, sobre todo en lo que hacía a la emancipación de la mujer.

Como vimos, dos cuestiones alientan la cruzada de Búcaro Americano: la condición de la mujer y la creación de un espacio literario hispanoamericano, dedicado sobre todo a la escritura femenina. En este orden me ocuparé de ambas.

La labor de Búcaro Americano por la igualdad de las mujeres en oportunidades de educación, en derechos civiles y cívicos, y en defensa de la situación en el trabajo se define en un reformismo atemperado. Son sus metas privilegiadas el acceso a la educación secundaria y universitaria, la capacitación mediante una instrucción que las faculte como docentes o empleadas de oficina, o como profesionales; insiste en el respeto a su condición de escritoras y en disolver los prejuicios de que tales actividades las alejan del hogar o degradan la condición de esposas y madres. A estos planteos reivindicativos se une la brega constante por la valoración del rol femenino en los ámbitos tradicionalmente propios, cuya significación en la vida social era con frecuencia ignorada o despreciada. Destaca la función social de la mujer en el hogar, la beneficencia y la religión, al tiempo que rebate los estereotipos de pasividad, de inferioridad o de una personalidad absorbida sólo por frivolidades. En este sentido, no sólo intenta convencer al mundo masculino sino también procura modificar las actitudes de sus posibles lectoras al respecto6, valiéndose de artículos de fondo y de los materiales informativos que la revista ofrece, los cuales van sufriendo cambios significativos en el tiempo.

En Búcaro Americano prevalecen los textos literarios, con mayor o menor presencia de secciones muy breves de miscelánea, que varían en el tiempo con el claro deseo de incentivar aquéllas que brindan conocimientos organizados para conformar la cultura general de las lectoras, si bien no desplazan de modo definitivo a las notas sobre moda, urbanidad o a las recetas de cocina. Sin embargo, las notas sociales -bailes, casamientos- y la moda se adelgazan para ceder espacio a los conocimientos útiles o a las noticias culturales -ópera, exposiciones de arte-. La sección Bibliográfica, que se incluye desde el N.º 3, se vuelve más rica, ocupando a veces varias páginas. También desde el N.º 13/14 (15/VII/1897) se detallan las revistas recibidas y se reproducen artículos de otros periódicos argentinos y hispanoamericanos. Entre las novedades, desde el N.º 11, aparece como sección fija la sección escolar.

Búcaro Americano busca configurar una imagen femenina productora, activa y militante. En una nota sobre economía doméstica, por ejemplo, exalta las cualidades organizativas de la mujer en el hogar, diciendo: «Pasó el tiempo en que la mujer, hecha objeto de placer y de lujo, era elemento consumidor únicamente. Hoy, la mujer es también productora» por su capacidad para el gasto ordenado y el ahorro7. La misión femenina, semejante a la del sacerdocio por su inclinación al bien y al sacrificio -símil constante en la revista- requiere en las sociedades modernas «una vida activamente vivida», militante; afirma Clorinda Matto: «La milicia de la mujer tiene mayor importancia que la de los ejércitos disciplinados para matar o morir, porque se encamina a la organización perfecta del hogar, cimiento verdadero de la patria y fuente de la felicidad individual» (N.º 2). La apelación al carácter patriótico de la función femenina y de las transformaciones propuestas para la mujer son también argumentos frecuentes en la revista, recurso, por otra parte, que comparte con las publicaciones femeninas de la época8.

La revista se hace cargo tanto de los derechos como de los deberes de la mujer, alentando siempre la relación armónica entre los sexos, sostenida por el respeto de las mutuas libertades y obligaciones, y conservando en general una idea de la femineidad que no invade las zonas más crudamente defendidas por los hombres en la esfera pública. A menudo es fácil leer, sin embargo, argumentos que más bien provienen de las estrategias discursivas implementadas que de la ideología estricta de las redactoras para conseguir la admisión de la mujer en el campo literario, profesional o científico, visibles en el cuidado por señalar siempre la presencia de las pautas convencionalmente aceptadas de femineidad9.

Evitar enfrentamientos con concepciones patriarcales masculinas, anudando alianzas con los sectores progresistas moderados, es el modo de operar elegido. Es claro en las fotografías y notas sobre personalidades del ámbito oficial y público. La empresa, planteada con frecuencia en planos ideales, es contra los enemigos del progreso social y moral de la humanidad: «los oscurantistas, los protervos egoístas en conservar a la mujer como instrumento del placer y de obediencia pasiva», señala Clorinda Matto en su conferencia «Las obreras del pensamiento en la América del Sur», en El Ateneo de Buenos Aires reproducida en la revista y en la cual celebra la resolución de admitir mujeres escritoras en dicha sociedad. Esta presencia en El Ateneo de Clorinda Matto nos habla a la vez de su trabajo por el reconocimiento de las escritoras en las instituciones de la época y también de su inserción -y seguramente de la pertenencia de sus lectores- en el incipiente campo intelectual porteño dentro de los grupos tradicionales, si bien es cierto que se vinculó con figuras más modernas.

Son varios los hombres que en la revista abogan por las libertades femeninas: Juan José Biedma, Bolet Peraza y Carlos Baires. Muchos de los textos coinciden con la posición moderada de Ernesto Quesada -a quien la revista destaca dentro de la intelectualidad argentina- que consiente en la reforma por igualdad de derechos civiles, en el derecho a trabajar de las mujeres, pero advierte sobre el peligroso, aunque justo reclamo, de los derechos cívicos, cuya aceptación correría el riesgo «de violar leyes eternas, al apartar a la mujer del reinado tiránico del amor, y a virilizar demasiado el sexo femenino». Elia M. Martínez acuerda con tales límites al destacar a la mujer «reconquistando sus derechos de actora y regeneradora de la suerte de la humanidad, no para ejercer derechos políticos y presión en la voluntad del hombre, en la elección de sus gobernantes y autoridades, porque su acción debe ser más amplia y más grande... La evolución feminista no puede ser otra que la irradiación del pensamiento en sus diversas manifestaciones y el ejercicio de la libertad moral y de la civil mesurada por las consideraciones de respeto y honor que la mujer se debe a sí misma»10. Señalo que es ésta una de las pocas veces que Búcaro Americano usa la palabra feminismo y se ocupa del reclamo de los derechos cívicos; el texto citado expresa sucintamente la posición general de la revista. Suele encaminar sus planteos reivindicativos apelando a una visión de la mujer como «redentora», «regeneradora», consciente de que si el desenvolvimiento social abría múltiples posibilidades de progreso, exhibía también los riesgos morales que el materialismo, el socialismo o el «anarquismo desesperado» conllevaban. La mujer, a través del cuidado de los hijos en las enseñanzas cristianas y de su labor educativa, despliega sus campañas: «campañas de paz para alejar la guerra, campañas de trabajo para aportar felicidad doméstica; campaña educativa en asilos y colegios; campaña cristiana, por fin, para que las dulzuras del evangelio hagan amar la vida con el halago del deber cumplido y la pureza de las costumbres». Este texto de 1906 expone conceptos arraigados, nunca abandonados, de Búcaro Americano, muy diferentes de las demandas que, en el campo feminista, expresaban las mujeres enroladas en el Partido Socialista, por ejemplo. No están tampoco de manera central en sus consideraciones el apoyo a la profesionalización y a la capacitación de la mujer ligado a necesidades perentorias de ganarse la vida, ni aparece la preocupación por la trabajadora obligada a abandonar a sus hijos, por la protección de la mujer madre, o por las condiciones de trabajo de mujeres y niños de las clases populares. Se incluye, sí, una noticia sobre un congreso sobre la trata de blancas y sobre abolición de la esclavitud, que se comenta vinculándola a la condición del indio11.

Respecto de la mujer escritora no aparece el interés o la necesidad de ganarse la vida escribiendo, sino sólo la idea de vocación, una vocación casi siempre unida al bien, o como modo de realización humana.

Estas breves indicaciones permiten percibir el marco ideológico y el público de Búcaro Americano. La revista se ubica como muy próxima a las concepciones del liberalismo católico o de posiciones liberales moderadas, respecto de las sustentadas en Estados Unidos, Europa y algunos países latinoamericanos. Tales experiencias actúan como modelo y apoyo, pero circunscriptas a las condiciones propias hispanoamericanas. Se advierte también menguada la actitud crítica de Clorinda Matto respecto de su etapa peruana; pesaron seguramente su situación de extranjera, su reconciliación con la Iglesia luego de los ataques y amenazas de excomunión por su labor como novelista y periodista, la incidencia del vínculo con González Prada cuando vivía en Lima, y quizá también la adecuación de su discurso para lograr el éxito de su programa -concentrado en la educación y en la mujer escritora-, valiéndose de estrategias persuasivas capaces de influir en un público constituido por sectores altos y cultos, cuya concepción patriarcal cercenaba, con frecuencia, el desarrollo femenino buscado. Quizá también percibía los rasgos modernos de la Argentina de entonces más aptos para su empresa, sin esos conflictos sociales que marcaron su actividad en el Perú. Quizá también sólo vio negativamente la irrupción de nuevos sectores sociales, cuyas demandas políticas y gremiales recurrían a la manifestación o a la huelga, porque prevalecía en ella una ideología idealista impregnada de cristianismo y sentimentalismo romántico. Por otra parte, las revistas literarias hispanoamericanas editadas por mujeres comparten, a fines del siglo XIX, en mayor o menor medida, los rasgos enunciados, pues la literatura ofrecía una posibilidad de realización a las mujeres instruidas, casi todas pertenecientes a los sectores altos.

La sección «Nuestras miniaturas», constante del principio al fin de la revista, articula, junto con otras notas, la imagen femenina propuesta. La galería de retratos reproducidos en cada portada, acompañados por notas sobre la personalidad elegida, se inicia con la esposa del presidente de la república, Leonor de Tezanos Pinto de Uriburu, virtuosa, modesta y consagrada al hogar, «apartada de la pretensión de inmiscuirse en los asuntos de la política y del Estado» (N.º 1, p. 4). La primera flor del búcaro fija un modelo inicial que en el N.º 7, con la doctora Cecilia Grierson, comienza a dejar paso a las profesionales y educadoras, a las periodistas y escritoras hispanoamericanas, si bien los valores específicos de estas actividades conviven armoniosamente siempre con la devoción y el apostolado propios de lo femenino. La médica Cecilia Grierson es también «sacerdotiza del bien que oficia en el altar del amor al prójimo» (N.º 7, p. 127), María E. Passicot representa a la escritora «sacerdotiza del porvenir, que ha de consagrar la perfección de la humanidad por la libertad» (N.º, p. 151), o Rosario Puebla de Godoy se destaca por «rehuir el éxito personal» (N.º 48, p. 712). Las miniaturas enmarcan las demandas femeninas y avalan sus reclamos, que otras notas certifican. Contribuyen además a diseñar un linaje, una tradición femenina que los textos se empeñan en abordar desde el primer número. Los artículos despliegan la actuación de la mujer en la historia americana, en el arte, las letras y las ciencias para oponer a la concepción masculina sobre el rol de la mujer. Se informa acerca de los éxitos en la actuación femenina que la actualidad proporciona y se comentan libros y revistas de enfoque similar. Veamos brevemente el segundo tema de Búcaro Americano. Podríamos decir que su aparición coincide con la de Prosas profanas y Los raros (1896) y su fin ocurre pasado ya el gran momento del Modernismo. La revista expresa en 1906 su disensión con el movimiento: «No comulgamos en la religión de la escuela modernista ni decadente, respetamos, sí, toda escuela con tal que los adeptos sean verdaderos, y por eso preferimos al poeta en sus cantos de hogar, sencillos como besos de niño, cristalinos cual gota de rocío, tierno como arrullo de paloma», y no comenta en sus bibliográficas ninguna de las grandes obras darianas o de los otros modernistas significativos. Sin embargo, la mayoría de los poetas masculinos considerados -por inclusión de sus poesías o en notas- son modernistas, aunque la elección de los textos o los rasgos poéticos comentados silencian aquello que por excelencia define al movimiento, como son el enriquecimiento de la percepción, la exaltación del placer sensual en los afectos, en el cuerpo o en la poesía, o los postulados de la autonomía del arte. Los poemas modernistas reproducidos son los presuntamente más decorosos, menos transgresores respecto de las concepciones morales y estéticas que los textos femeninos incluidos en la revista evidencian12. Los textos femeninos dejan traslucir las lecturas modernistas, si no en sus procedimientos o ideas poéticas más arcaicas -el romanticismo sentimental-, en algunas elecciones lexicales, en títulos y seudónimos. Por ejemplo, una escritora firma «La marquesa Eulalia», Eva Evangelina titula un cuento «Morfínicas», título realmente inusitada para las ideas morales de Búcaro Americano, y también aparece el infaltable «azur». En un artículo de Clorinda Matto, «La mujer en el cristianismo», publicado en ocasión de Semana Santa, irrumpe de pronto un adjetivo que me dejó suspendida en el aire. El texto dice así: «María, la que lleva manto de color de cielo y tiene por corona las estrellas del firmamento en la creación rubeniana» (N.º 11, p. 198). Vacilaciones, reparos y usos medianamente insólitos, y también censuras, ponen en escena la asombrosa novedad del modernismo en estas sociedades tradicionales hispanoamericanas, ponen es escena ese salto cualitativo cuya significación y alcances eran difíciles de desentrañar.

Búcaro Americano postula, además, a María de Isaacs como modelo para la novela hispanoamericana y rinde dos homenajes a José Martí, luego de su muerte, revelando nuevamente la recepción generalizada del poeta cubano por entonces. Es decir, destaca al Martí patriota sin comprender los alcances estéticos de su escritura. Creo que le fue difícil a la escritora hispanoamericana, en términos generales, hacer suyos y transformar desde su experiencia personal y literaria la apuesta al goce del modernismo, constreñida como estaba por un discurso convencional sobre devociones y virtudes, que intentaba resignificar o quebrar por otros rumbos.





 
Indice