1
C. Pitollet, La querelle caldéronienne..., París, Alcan, 1909, pp. VII y ss. Véase también, sobre el episodio, V. Lloréns, El Romanticismo español, Madrid, Fund. J. March-Castalia, 1979, p. 23.
2
Acerca de la fortuna de Calderón, nos brinda Gil y Zárate un dato interesante, al afirmar en 1844: «[Calderón] nunca ha dejado de ser aplaudido por el pueblo, hasta ahora en que, por el contrario, los literatos le ensalzan, y el público no asiste a la representación de sus dramas» (cit. en B. A. E., VII, p. LXX).
3
La tibieza de los españoles es atestiguada por la polémica Böhl-Mora, que vio muy pocos campeones en las filas del primero; se desprende también de los juicios sobre Calderón que recogió diligentemente Hartzenbusch en el tomo VII de la B. A. E.; encontramos reservas y perplejidades en casi todos los críticos, hasta en Javier de Burgos y el propio Hartzenbusch.
4
Por otro lado, no hay que olvidar que el propio A. W. Schlegel expresaba su admiración por las comedias de enredo de Calderón.
5
Sobre el tema, véase el cap. I, p. I (I «refundidores»), en mi ensayo Il dramma romantico in Spagna, Pisa, Università, 1974, pp. 9 y ss.
6
Pasatiempo crítico en que se ventilan los méritos de Calderón, etc., Cádiz, Carreño, s. a., p. 9.
7
V. Il dramma romantico, cit., pp. 35 y ss.
8
Por ejemplo, en Con quien vengo, vengo, IV, 14, Bretón añade: «pues ya apunta el alba».
9
No era sólo ésta la causa de la subdivisión en cinco actos; se pensaba también que podía favorecer el desarrollo de la obra y sobre todo de los caracteres. En este sentido se pronunciaban los teóricos del Neoclasicismo.
10
Ya Batteux (Principes de la littérature, Lyón, Leroy, 1800, T. III, pp. 32-33) aconsejaba que se evitaran, entre otras cosas, «les figures oratoires [...] les comparaisons déployées, les répétitions, les descriptions, les élans lyriques; en un mot, tout ce qui peut avertir que c’est un Poëte, ou un orateur qui sugère aux acteurs ce qu’ils disent». Y Batteux, como es notorio, era muy leído en España.