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«Cambio de armas»: hacia el umbral del secreto

Juanamaría Cordones-Cook





Memory is nutriment, and seeds stored for centuries can still germinate.


Resisting Amnesia: History and Personal Life, Adrienne Rich                


... la memoria como el hombre, imagen de Dios en el alma, y la memoria como el océano, padre de las aguas, de donde fluyen todas las palabras y pensamientos.


La travesía, Luisa Valenzuela                


Trasladar, trasponer, transgredir el secreto «como quien cruza un puente o va más allá del sitio establecido» para llegar a aquello reservado «que se mantiene oculto, que no es aparente ni visible», nos propuso Luisa Valenzuela, en una de sus últimas conferencias1. Incluso, en su novela, La travesía (2001), nos dice su protagonista que pertenece a esa «opaca raza de quienes por siempre van a violentar el límite» (182). Más recientemente en un diálogo con Ava Taurel, personaje de carne y hueso que transita por sus dos últimas novelas, Valenzuela confirma que emplea la palabra como salvoconducto para traspasar la barrera de la censura2.

Coherente consigo misma, sin concesiones y nunca dispuesta a tranzar ni a negociar con represión alguna, la escritura de Luisa Valenzuela, desde sus ensayos a sus cuentos, novelas y poesías, abre camino hacia aquello que se mantiene oculto, invisible y desconocido, mientras, conscientemente histórica, reflexiona sobre situaciones de poder y dominio político contemporáneo. Desde los márgenes, va urgando en el secreto con un contra-discurso que, entre líneas y palabras, ilumina los intersticios. Con estrategias, alimentadas por idealismos, rebeldías y asperezas, Valenzuela recupera e inscribe las omisiones impuestas por los límites a la memoria en varias de sus obras, entre otras Cambio de armas (1982), Novela negra con argentinos (1990) y La travesía (2001). Además esta última, incluye reflexiones sobre la memoria y sus tecnologías que parecerían, por momentos, referirse a situaciones de la protagonista de «Cambio de armas».

Precisamente para este estudio seleccionamos la narración «Cambio de armas» como indagación de olvido y recuperación de una secreta memoria. La protagonista, Laura, una desaparecida, vive en estado de amnesia, secuestrada en un apartamento, convertida en objeto erótico de quien fuera su torturador y acompañada por una mujer que la vigila y le suministra medicamentos para mantenerla en «una inefable nebulosa,» un limbo. Laura se encuentra suspendida en un no tiempo, mientras siente que ha perdido «algo en la curva del camino» (116).

Desnuda de recuerdos, su mente ha quedado en «un estado general de olvido». Sobre la tabla rasa de su mente, podrían ir escribiéndose otras historias, pero esa página siempre queda en blanco. Laura vive en la sincronía de «un presente absoluto» que no se registra, que se hace y se deshace para rehacerse a cada instante, al punto de perder la capacidad de recordar los nombres de los objetos cotidianos. Olvida constantemente el nombre de Martina, su cuidadora, y ni siquiera recuerda el de quien las apariencias del momento «señalan como su hombre» (130). El «sinnombre» responde a cualquiera de los nombres que ella le adjudica, Sebastián, Ignacio, Héctor, aunque Roque sea el verdadero.

Extranjera de sí misma, sólo le pertenecen los momentos en que hace el amor con él. Ajena al mundo que habita, piensa desde no es y es desde no piensa, desde «el sitio de una interioridad donde está encerrado todo lo que ella sabe... sin en verdad saberlo...» ni quererlo saber (129). Se trata de una profunda zona oscura, el «pozo negro de la memoria», oculto dentro, de ella y lleno de secretos, cuya existencia conoce pero que, por inalcanzable, no acierta a comprender ni a saber de qué se trata; el inconsciente.

A partir de su presente, la realidad la obliga a transitar senderos más secretos (69). Laura rechaza y suprime de su consciencia recuerdos tóxicos e indigeribles. Borra las conexiones psíquicas con los desgarradores recuerdos tanto de su propia tortura y horror como de la muerte de su amante. Como autodefensa, todo ello se va a alojar en su inconsciente, ya que si recordara ese secreto, abriría las compuertas de una represa cuyas aguas incontrolables inundarían su consciencia hasta ahogarla. Para nadie tanto como Laura se haría más acertado aquel precepto nietzschiano de que sin olvidar se hace imposible vivir.

El registro subterráneo del inconsciente se aproxima en su funcionamiento en «Cambio de armas» a la máquina de la memoria concebida por Hebe Solves y la protagonista de La travesía, máquina que conserva «a salvo todo lo que después sería peligrosísimo guardar en la memoria... para permitirle a la gente olvidar tranquila, con la consciencia limpia, sabiendo que todo ha sido registrado y los recuerdos pueden ser retomados en el momento propicio» (70). Una diferencia es que, en ese proceso, Laura ha estado muy distante de toda tranquilidad.




La memoria3

De acuerdo con Freud y Lacan, las experiencias del individuo son grabadas en la memoria, pero cuando son borradas y reprimidas, pasan al caos del inconsciente. Allí, nunca presentes en un aquí y un ahora, sino en un más allá, dejan de estar disponibles a la consciencia, ámbito de coherencia y razón. Sin embargo, todo aquello a lo que se le niega el ingreso a la consciencia es conservado en el inconsciente y se mantiene vivo en un nivel latente sin sufrir mengua alguna (Terdiman 283-7). El inconsciente constituye una reserva que, como un palimpsesto retiene las percepciones, sensaciones y experiencias del pasado desechadas de la consciencia, que debido al impacto emocional han de mantener existencia propia dejando una huella a su paso. La mente, como el cuaderno mágico de Jacques Derrida, registra una escritura original que se mantiene subyacentemente cubierta con cera, mientras que las nuevas percepciones son inscritas sucesivamente sobre las anteriores4.

Participando al nivel consciente de todos los actos de percepción y de procesamiento intelectual, la memoria recoge la impresión o la imagen de las experiencias vividas. De acuerdo al teórico Charles Shepherdson, la percepción y la memoria son fenómenos de la consciencia; mientras que la primera capta la inmediatez del presente, la segunda lo recupera post facto (49-57). De esta manera se vinculan la imagen y el tiempo, por un lado, y, por el otro, la experiencia pasajera del cuerpo donde reside la sensación con el saber retentivo de la mente5. Al recordar, la memoria recupera impresiones e imágenes, pero no las reproduce exactamente, sino que las evoca en lo que constituye una representación.

Básicamente la memoria une el presente con el pasado. La presencia consciente del pasado permite al individuo responderá las circunstancias del presente a la luz de sus experiencias anteriores. Asimismo, la memoria es esencial para la identidad personal, pues presta continuidad y coherencia al individuo al vincularlo con su subjetividad más temprana.

En el caso de Laura, al borrar su memoria humillada, pierde su capacidad asociativa y, con ella, el entendimiento de su entorno y la continuidad de su identidad. Sin embargo, su mente es continuamente aguijoneada por signos de un pasado que insiste en aparecérsele en la pantalla activa de su consciencia. Con cierta amargura que parece resabio de épocas lúcidas, Laura se hace cuestionamientos sobre sus recuerdos con preguntas que como a la protagonista de La travesía, «ya le empiezan a latir con vida propia, si bien ella no puede ya formulárselas», sobre situaciones relegadas al olvido «que muy tenues afloran a su memoria sin adquirir jamás consistencia de recuerdos» (29). Imágenes incomprensibles del pasado bloqueado van emergiendo durante los encuentros sexuales con Roque, plagados de violencia física y verbal. En un momento orgásmico, Roque le grita:

¡Abrí los ojos, puta!.... y es como si la destrozara, como si la mordiera por dentro -y quizá la mordió- ese grito como si él le estuviera retorciendo el brazo hasta rompérselo, como si le estuviera pateando la cabeza. Abrí los ojos, cantá...


(123)                


Esos mensajes, supuestamente hipotéticos y a la vez resonantes de un ayer agazapado en su íntimo pozo, vibran tan fuerte y desgarradoramente que Laura no puede soportarlos. De modo que ella sigue insistiendo en separar la percepción y la sensación de la memoria. Desarticula la cadena de significación y tranca su compuerta interior para volver a la consciencia donde, a salvo de su pasado, se refugia en su limbo.

De acuerdo al psicoanálisis, aunque el yo olvide y el tiempo pase, el inconsciente recuerda. Ya hemos visto que secretamente lo conserva todo, ya que así como la represión constituye un proceso de supresión, también lo es de conservación de percepciones en su condición pristina (Freud, «Másallá...» 319-20). El problema surge en los umbrales, cuando la represión y su secreto, con existencia independiente de la mente, insospechadamente flexibles en su naturaleza enigmática, generan una energía ambivalente que a pesar de pujar por permanecer reprimida también atrae y se esfuerza por salir de la invisibilidad a la luz6.




El secreto7

Resultante de la represión, el secreto de Laura está tan arraigado que, por inaccessible, ya ni le pertenece, Pero más allá de un secreto personal, es un secreto público. En su lúcido estudio Defacement: Public Secrecy and the Labor of the Negative, el antropólogo Michael Taussig define el secreto público como aquello que, generado en contextos autoritarios, no puede ser nombrado aunque sea generalmente obvio, conocido por todos quienes saben lo que no debe saberse. Imponiendo «una ley de silencio», por un proceso de encubrimiento y enmascaramiento de un no ver activo, se crea en el ámbito público una realidad llena de estratégicos, inesperados y peligrosos vacíos y oscuridades. Así sucedía durante «la guerra sucia» en la Argentina, cuando todo el mundo sabía lo que acontecía, la tortura, la muerte, las masacres, y, por el poder de lo negativo, se imponía de facto una ley de silencio convertida en cortina de humo (Taussig 6-7). Todos lo sabían, el régimen sabía que todos lo sabían, pero nadie se atrevía a decirlo. De todos modos, el secreto se iba perfilando subrepticiamente en la proyección espectral de lo no dicho.

La intensa ambivalencia del saber qué no saber y el no poder expresarlo le otorga poder al secreto y a los detentadores del mismo. Dentro de un esquema foucaultiano de poder y saber, Taussig sostiene que el no saber activo, o sea, la negatividad de saber lo que no se debe saber, constituye poder y se encuentra en la base de los poderes sociales:

...the fact that this negativity of knowing what not to know lies at the heart of a vast range of social powers and knowledges intertwined with those powers, such that the clumsy hybrid of power/knowledge comes at last into meaningful focus, if being not that knwoledge is power but rather that active not-knowing makes it so. So we fall silent when faced with such a massive sociological phenomenom, aghast at such complicities and ours with it, for without such shared secrets any and all social institutions... would founder.


(6-7)                


AsimismoTaussig menciona a Elias Canetti quien sostiene que el secreto reside en el meollo del poder y en el abuso del mismo8. Canetti concibe el secreto como un tipo de fetiche explosivo con poderes apocalípticos, cuya revelación se logra mediante un drama de desenmascaramiento que, a la postre, constituye un descubrimiento transgresor de lo considerado «familiarmente secreto» (51). Por otra parte, se debe tener en cuenta que una vez que el saber secreto es revelado y nombrado, pierde su poder.

El secreto pasado de Laura relegado a su inconsciente es sabido por todos quienes la rodean sin que jamás lo nombren. Ese secreto permanece invisible para Laura, aunque siempre esté presente y palpitante.

Con existencia propia en el discurso de «Cambio de armas», el secreto se va desplazando por intersticios y por senderos ocultos. Como afirma Michael Taussig respecto al lenguaje del secreto: «It is a speech hollowed out by itself, so to speak, working on the secret secret that works on it» (51). Se proyecta en la oblicuidad del lenguaje, en significantes que, al parecer vaciados de significado, crean una oscuridad tan cargada que va adquiriendo vigor e intensidad. Las palabras van segregando aquello que ocultan para representar lo decible indecible. Como en sueños, Laura ha de caminar, entonces, «sobre las aguas del secreto sin mojarse», dejándose llevar por un lenguaje que, sin nombrar lo obvio, se manifiesta pleno de promesas y cargado de significados, todo permeado de elementos contextuales e intenciones del universo sociopolítico.

En los umbrales, desde su no saber, Laura merodea involuntariamente la incógnita que necesita ser descubierta por ella misma. Atisba la verdad pero no se atreve a atravesar el umbral y enfrentarla. Sin embargo, las palabras vacías, lo no dicho, lo entredicho y los silencios, como signos de sugestión, van demarcando por aproximación los vacíos y los perfiles de lo que parece no estar pero que está, los aspectos oscuros e innombrables de la realidad con los reflejos fantasmales de un secreto a voces.

La memoria del secreto que no puede ser hablado impone un denegación verbal y consciente, pero no somática. De modo que si bien la mente sella los labios para hablar, el cuerpo puede hablar y traicionar esa consciencia (Terdiman 262).

El cuerpo constituye un elemento fundamental para los discursos de opresión y colonización, pues configura un espacio de representación así como de inscripción de poder. El cuerpo de Laura, papiro sobre el cual el discurso autoritario fuera escrito, busca imponer en ella un reconocimiento. Así se registra como matriz simbólica del secreto en la cicatriz que ella sólo ve en el reflejo de un espejo y que, con un espeso costurón, le atraviesa su espalda que parece haber sido cruelmente azotada (119).

En medio de ansiedades, Laura parece recibir señales desde su cuerpo, sus emociones y su mente, señales que como puntos de anclaje van apuntando hacia el saber oculto. Se trata de síntomas que representan lo reprimido y propician el acceso a la otra escena donde se aloja la historia subjetiva y colectiva reprimida. Pero Laura rehúsa atribuir el significado real al material simbólico manifiesto en su cuerpo, así como a las asociaciones sensoriales y mentales con objetos materiales. Cuando Roque le trae el rebenque, símbolo fálico de poder físico, violencia y tortura, al verlo, Laura reacciona enloquecida con gritos y aullidos de rabia y dolor acompañados de imágenes mentales y corporales de violación y destripamiento. Vienen a su mente asociaciones con armas y puños a través de la puerta controlada por Roque que contienen cargas de profundidad explosiva (126). Sin embargo, Laura insiste en no saber ni entender.

Más allá de todo exorcismo, el pasado, como fantasma que no desaparece, parece dispuesto a aflorar, pero ante la resistencia de Laura, necesita ser activado por algún agente exógeno. Para poder despertar de la amnesia, Laura necesita la dinámica de una otredad, que, como un analista, haga inteligible la historia de lo reprimido. Hacia el final del relato, una vez que sabe que su capítulo como dominador ha acabado, Roque va a asumir esa función de analista. Se erigirá en agente catalizador y activará el proceso mnemónico como sujeto de un saber que ella no posee y se resiste a poseer.

Involuntariamente Laura se acerca a su secreto. Parece conocer el peligro del umbral. Merodea. Siente su palpitar. Atisba la verdad pero no se atreve a rasgar el último velo. Se pregunta qué será lo prohibido, pero le rehúye a la respuesta pues le teme al secreto:

Ella sospecha -sin querer formulárselo demasiado- que algo está por saberse y no debería saberse [...]. A veces quisiera meter la mano en sus secretos y hurgarlos un poquito, pero no, nada de eso, más vale dejarlos como están: en un agua estancada de profundidad insondable.


(140-41)                


A partir de una fijación narcisista, Laura se ha venido aferrando a Roque mediante una fantasía identificatoria generada a través de Eros y el principio del placer que le permite experimentar el aquí y el ahora en su cuerpo, único locus de reconocimiento de una cierta identidad ficticia. Laura se encuentra confundida en el imaginario en una dialéctica de identificación narcisista con Roque/amo en la cual ella ocupa la posición de su otro sumiso/esclavo.

En un diálogo feroz, articulado en un vaivén entre instinto y lógica, ficción y realidad, olvido y recuerdo, que, en Laura, se traduce en un querer saber y no querer saber, querer estar y no querer estar, Roque quiere obligarla a reconocer su secreta memoria: «... quiero que sepas. Si no, todo va a quedar a mitad de camino» (142). Ella se resiste, «quisiera taparse los oídos con las manos, taparse los ojos, ponerse los brazos alrededor de la cabeza y estrujarla» (142). Como la protagonista de La travesía tampoco quiere mirar dentro de su agujero negro de tiempo atrás, pero ha llegado el momento de encarar «su propia cita a ciegas con la parte ignorada de sí que la había metido en esa loca historia» (25).

Ante la negación de saber de Laura y desde su asumida posición de amo/analista/Pigmalión que rompió la voluntad de su ella, su Galatea/esclava, maltratándola hasta quebrarla como se quiebra un caballo, para tomar a «una ella borrada..., un ser maleable para armarlo a su antojo...», Roque continua su acoso: «Despertate... Es hora de que sepas» (138, 141). La obliga a excavar y a revolver entre sus escombros para que reconozca las ruinas de su pasado y de su identidad. Insiste «Nada puede ser perfecto si te quedás así del otro lado de las cosas, si te negás a saber...» (143).

Desde su defensiva denegación freudiana, Laura continua su resistencia protestando: «No quiero saber nada, dejame» (142). Pero Roque insiste férreamente, mientras: «No, grita de nuevo la cabeza de ella. No, no, no. Y con desesperación se sacude hasta darse golpes contra la pared» (142). Le ruega a Roque que no se vaya: «-Estoy muy cansada, no me cuentes más historias, no hables tanto. Nunca hablás tanto. Acostate conmigo.... Pero quédate conmigo. Vení acostate» (145).

Roque irá llenando las elipsis y los vacíos. Quiere obligar a Laura a restaurar los vínculos entre las percepciones, las ideas y los hechos olvidados y a ubicar las emociones y los signos en el lugar que corresponden en la verdadera historia. Descarnada y brutalmente, explicará los incomprensibles signos y asociaciones.

Al trasponer el secreto del pasado, Roque va a abrir las compuertas del laberinto de lo reprimido para forzar la epifanía de la memoria de Laura. Sin embargo parece no tener en cuenta que a la vez está dando el paso esencial hacia la resubjetivación de Laura9. Por supuesto la motivación de Roque no es la cura de Laura, sino un ajuste personal de cuentas, pues él busca completar su círculo de venganza con la guerrillera que, sin conocerlo, lo odiaba e iba a matarlo. La conmina: «...vos tenés que saber así se completa el círculo y culmina mi obra...» (144). En la recuperación de la memoria de Laura, la culminación de la venganza de Roque será hacerla consciente de la terrible degradación y vejación de la que ha sido víctima al haber sido transformada en objeto erótico de su torturtador y de sus secuaces voyeuristas.

Sin considerar la capacidad explosiva y apocalíptica del secreto y de su conocimiento que podría ser pagado con la muerte (134), Roque acaba por desmantelarlo. Para terminar de abrirle los ojos a Laura, le entrega su antigua cartera con el revólver cargado que ella llevara cuando fuera apresada en el momento que apuntaba para matarlo a él.10 En un desafío a su propia suerte y a la muerte, Roque le da la espalda para marcharse, mientras ella apunta.

En este proceso, Roque ha potentizado a Laura y la ha ubicado en un umbral desde donde ella podría desencadenar su fin. Sobreviviendo pequeñas y grandes muertes, Laura ha recorrido una trayectoria que la ha llevado desde una insostenible tortura a la sincronía de una amnesia que la sumergió en un imaginario desde donde ha de regresar para reintegrarse a la diacronía del orden simbólico, de la consciencia, y asumir entonces su historia personal, su identidad y su agencia.

Deslizándose sutilmente sobre las aguas del silencio y balanceándose entre superficies y profundidades, represión y expresión, el discurso de «Cambio de armas» ha creado una realidad de vacíos con oscuridades de creciente intensidad y vigor. Ha llegado a trasponer la frontera del secreto potenciando una plenitud explosiva que, en un fin abierto, se mantiene en el vilo del umbral, como posibilidad pendiente a materializarse más allá del texto. Luisa Valenzuela ha logrado aumentar y multiplicar la energía y el poder del misterio que, inesperadamente, se anida no ya detrás del secreto sino en el violento proceso y en las posibles consecuencias de su revelación.






Obras citadas

  • Freud, Sigmund. «Más allá del principio del placer (1920)», Los textos fundamentales del psicoanálisis. Barcelona: Alianza, 1988. 272-333.
  • ——«La represión» (1915). Los textos fundamentales del psicoanálisis. Barcelona: Alianza, 1988. 643-658.
  • —— «Contributions to the Psychology of Love», The Standart Edition of Complete Psychological Works. London: The Hogart Press, 1966-74. vol 11.
  • Lacan, Jacques. Ecrits: A Selection. Alan Sheridan, trad. New York: W.W. Norton, 1977.
  • ——Speech and Language in Psychoanalysis. Anthony Wilden, trad. / editor. Baltimore: Thejohns Hopkins University Press, 1968.
  • ——«Ocho escenas en busca de autor». Página 12, Sec. Radar Libros. [Buenos Aires, Argentina] 8 de abril, 2002.
  • Rich, Adrienne. «Resisting Amnesia: History and Personal Life (1983)». Blood Bread, and Poetry. Selected Prose 1979-1985. New York: W.W. Norton, 1986.
  • Ragland-Sullivan, Ellie. Jacques Lacan and the Philosophy of Psychoanalysis. Urbana: University of Illinois Press, 1987.
  • Shepherdson, Charles. «Vital Signs: The Place of Memory in Psychoanalysis». Critical Essays on Jacques Lacan. Ellie Ragland, ed. G.K. Hall & Co., 1999.
  • Taussig, Michael. Defacement: Public Secrecy and the Labor of the Negative. Stanford, CA: Stanford University Press, 1999.
  • Terdiman, Richard. Present Past; Modernity and the Memory Crisis. Ithaca: Cornell University Press, 1993.
  • Valenzuela, Luisa. «Cambio de armas». Cambio de armas. Hanover, NH: ediciones del Norte, 1982.
  • «Siete aproximaciones al Secreto». Conferencia en Casa de las Américas, La Habana, Cuba, noviembre, 2001. Recogido en Casa de las Américas XLII:226 (enero-marzo 2002), 90-95.
  • —— La travesía. Norma: Buenos Aires, 2001.
  • Wright, Elizabeth. Feminism and Psychoanalysis: A Critical Dictionary. Cambridge, Massachusetts, 1992.


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