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61

Es curioso cómo el sentido de la copla se disimula bajo sus versos; acaso pocos en una primera lectura piensan que se alude a la compañía del paisano con cuyo guardamonte podría, sin peligro, cruzar por los chañarales. (N. del E.)

 

62

[El tomo II presenta un apartado de variantes de composiciones presentes en este volumen. (N. del E.)]

 

63

Recogida por mí, es transcrita en El ataja caminos, de Juan Carlos Dávalos (La novela semanal, año II, n.º 34, Buenos Aires, 1918). (N. del E.)

 

64

En un artículo publicado por el doctor Roberto Lehmann-Nitsche, en La quena (II, n.º 7), se contiene lo más sensato y justo que se ha escrito sobre el significado de la palabra vidalita que da su nombre a los cantares gauchescos. Fórmase del diminutivo quichua lla o la, agregado a la voz castellana vida; a esto se aumenta la terminación y, mi en aquella lengua, quedando vidalay o sea mi vidita. A su vez, ese vocablo quichuo-castellano sufrió probablemente el aumento de otra partícula como diminutivo español quedando las voces vidalita o vidalitay, ahora usadas.

La bibliografía musical de este tema es muy copiosa y acaso, separando algunas publicaciones fundamentales, pueda reducirse a una abrumadora repetición sin variantes de interés. (N. del E.)

 

65

[«Se ven, mamita», corregido de la fe de erratas del original (N. del E.)]

 

66

Véase en las variantes (n.os 53 y siguientes) la lección completa. He aquí los textos españoles que traen una reminiscencia de estas coplas, tomadas de los Cantos populares españoles de Rodríguez Marín, (6108-6109):



A la mar tiré un chino,
cayó en la arena;
confianza en los hombres
nadie la tenga.
Porque los hombres
en viéndose queridos
no corresponden.

Aunque quieras a un hombre
más que a la vida,
no le muestres cariño
que eres perdida.
Pues luego dicen:
Fulana fue mi novia,
yo no la quise.


En otra sección vemos esta otra copla con el número 3789:


Malhaya la cocina,
malhaya el humo,
malhaya quién se fía
de hombre ninguno.


Tal es la contribución española a la formación de estos versos. Fuera de la nuestra, no conozco más transcripción americana que la siguiente citada en Spanish American, Folk-songs as sung and played, by..., collected by Eleanor Hague, Lancaster, P. A., and New York, published by the American Folklore Society, 1917 (Ex Memoirs of the American-Folklore Society, volumen X, página 85, número 58):



Aunque ames a un hombre
más que a tu vida,
no se lo manifiestes
que eres perdida,
¡ay! morenita mía,
porque los hombres
cuando se ven amados
no corresponden.

Tienen a una
y a dos y a tres,
y a una docena
sin caridad,
y cuando alguna
reclama el orden,
la quitan luego
de la hermandad.


Y así siguen otras dos estrofas. La primera es acompañada por su melodía para el canto.

El estribillo:


Porque los hombres, etcétera.


se repite en la misma colección en un texto titulado: No hay árbol, procedente de Costa Rica (página 90, n.º 66). (N. del E.)

 

67

[«A su china», corregido de la fe de erratas del original (N. del E.)]

 

68

Es esta una de las pocas veces que he visto usado en un cantar la palabra fiero en este sentido de «arriesgado»; casi siempre se la usa como sinónimo de «malo», o sino de «desagradable» o «feo».

Es ciertamente acertada la comparación con el poncho de mucho fleco, vistoso, pero inútil. (N. del E.)

 

69

Estos venos:


Bajo de un árbol sin hojas
me puse a considerar...


con que comienzan tantas coplas, casi siempre tristes, deben tener su expresión, menos trivial que la aparente: acaso el cantor vinculó en ellos en cada estrofa la tristeza del sentimiento evocado con la tristeza del follaje ausente... (N. del E.)

 

70

La he visto citada también por Groussac en: Popular Customs and beliefs of the Argentine Provinces, Chicago, 1893, trabajo reproducido en castellano en el Viaje intelectual, páginas 47 a 75, Madrid, 1904, bajo el título de El gaucho. Véase, del mismo escritor, en Fruto vedado, Costumbres argentinas, Buenos Aires, 1884, el capítulo IV, narración de un viaje por nuestros campos. (N. del E.)

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