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ArribaAbajo El precario equilibrio agropecuario morisco en una zona árida de Almería: Casa Bermeja o la explotación al límite

Valeriano Sánchez Ramos



Universidad de Granada

El fuerte sistema impositivo sobre los moriscos granadinos desde su incorporación a Castilla es un tema bien estudiado que permite ver en el mismo un exagerado abuso, enorme presión que durante el reinado del emperador comenzó a ser insoportable323. Una de las salidas de los cristianos nuevos fue la colonización y explotación de los espacios agrestes, dando paso a una paulatina transformación del paisaje324. Entre los elementos más significativos del nuevo cambio espacial cabe hablar de los rompimientos de tierras, fenómeno trascendental que en muchos casos terminó poniendo en riego muchos de los labrantíos. Además de las diferentes variables innatas a la misma, esta última cuestión en una zona tan árida como la almeriense generó una problemática específica sobre el desequilibrio de recursos.

Poco ha escrito la historiografía almeriense sobre la polémica destapada por la ampliación del regadío, ni siquiera por el dato empírico que supone el expansionismo agrícola. Tan sólo hemos advertido un interés por conocer el ordenamiento irrigatorio, más descriptivo que efectivo a la hora de desvelar los verdaderos parámetros por los que se movieron los moriscos. Incluso aún hoy muchos escritos mantienen equivocadamente como riegos nasrís sistemas que han sufrido diferentes transformaciones a lo largo del tiempo. Desde luego los regadíos son difíciles de cambiar, por la rigidez que los define, aunque no hay duda evolucionaron, por supuesto dentro de

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parámetros económicos muy específicos325. Estamos convencidos de que durante el reinado del emperador, por influencia de los cristianos viejos -bien en su carácter realengo como señorial-, se produjo un enorme esfuerzo por ordenar el medio y los recursos, elementos ambos complejos de equilibrar y que tuvieron un fatal resultado en zonas medioambientalmente delicadas. Viene bien recordar unas palabras del profesor Soria Mesa en las que afirma textualmente que «[...] habría que analizar de una vez el conflicto cristiano viejo-morisco dentro de un marco económico, considerando la rivalidad de ambas comunidades en buena medida como una lucha despiadada por la posesión de la tierra y los recursos. Y también es hora de repudiar la consideración de los moriscos como una misma categoría»326. De ello da cuenta el trabajo que presentamos, que analizará desde otra perspectiva un pleito de aguas sobre Casa Bermeja, heredad inserta en el señorío de Alboloduy y limítrofe a la jurisdicción de Guadix327, ciudad que desde su incorporación a Castilla mantuvo ciertos derechos territoriales sobre la zona328.

Nuestra intención es expresar el sabio equilibrio morisco entre monte y agua, dos elementos que fueron llevados al límite en una zona árida de Almería, debido a la presión de los nuevos poderosos surgidos con la conquista castellana. Convencidos que no pecamos de exagerados si afirmamos que el tema es interesante -en tanto y en cuanto poco conocemos sobre temas cotidianos de la vida agropecuaria morisca en época del emperador-, esta cuestión por sí sola justifica en buena medida el análisis que sigue.


La heredad de Casa Bermeja y su situación

Casa Bermeja es un paraje situado en la taha de Alboloduy, muy cercana al término de Abla -jurisdicción de la ciudad de Guadix-, que era propiedad de don Álvaro de Bazán, un musulmán convertido al catolicismo que -al igual que muchos- la recibió como premio por su colaboración con los Reyes Católicos329. Con toda seguridad este

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personaje pertenecía al clan de Abulhacén -bautizado como don Alonso de Bazán Hazén-, cuya progenie -habida con doña María Bazán Avencerraje- se dejará sentir entre Fiñana y Abla durante dos centurias330.

Esta merced de tierras se desdibujó poco después cuando la taha del Boloduy se entregó como señorío, junto con la villa de Gor, a don Sancho de Castilla, ayo del príncipe don Juan331; y comenzaron las polémicas para apoderarse de ella las jurisdicciones vecinas, que alegaban equivocados amojonamientos332. La conflictividad territorial nacía en gran medida -evidentemente- de la política emprendida por algunos señores para restablecer ciertas mancomunidades nasrís en aras de un mejor aprovechamiento de los recursos333. Aun cuando la jurisdicción de Casa Bermeja era confusa desde su origen, a finales de la década de 1540 o principios de 1550, don Álvaro de Bazán el viejo y su hijo don Álvaro de Bazán el joven, vendieron gran parte de la heredad al hospital de San Juan Bautista, en Toledo, terminando por enredar el asunto.

Si la propiedad y jurisdicción de Casa Bermeja era compleja, su localización terminaba por convertirla en un punto estratégico. En efecto, situada en un medio árido y circunscrito a cursos fluviales, su desarrollo pasaba por armonizar sus elementos con el entorno. Desde luego el recurso más importante, además del enorme monte, era el río Nacimiento, cuya característica más destacada pasaba por la falta de agua superficial -salvo las avenidas en época de lluvias-, aunque no era óbice para que diera vida a ricas vegas en torno a sus riberas334. El milagro que hacía posible el regadío era el afloramiento en dos puntos del curso de algunas fuentes o manantiales: la primera eran las Fuentes del Margen de Abla, al pie de la villa, cuya abundante agua se vertía al cauce del río, perdiéndose a pocos metros en el lecho arenoso. La segunda se denominaba Ojos del Buluduy, aguas arriba de Alboloduy, y que mantenía a las tierras de esta población, creyendo firmemente los moriscos que ambas se conectaban bajo tierra.



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Con estos recursos tan específicos, durante la época nasrí se configuró un sistema de aprovechamiento milimétrico que en cierto modo mantenía el precario estado agrícola y pecuario de la heredad. Aun cuando desde la conquista las continuas presiones impositivas y de diversa índole forzaron a los moriscos a continuar estirando el ya débil sistema de explotación, ambas actividades son -como en otros muchos lugares- el ejemplo perfecto de su optimización335. En efecto, el primer cuarto del siglo XVI es conocido por la política de los corregidores del extremo oriental del Reino de Granada por fomentar la ganadería, sector económico que exigió un mayor intervencionismo hidráulico336. No hay duda que el complejo aprovechamiento de Casa Bermeja comenzó a sufrir una sobreexplotación a partir de esta fecha, acabando poco a poco por desequilibrar su difícil sistema.




Los recursos agropecuarios de la heredad morisca

A finales del reinado del emperador, Casa Bermeja tenía un sistema de explotación que aprovechaba las aguas del río Nacimiento para las labranzas y del monte para la ganadería. Resumamos ambos elementos:

a) El regadío del río Nacimiento

El río Nacimiento, aun cuando sus aguas eran irregulares -tanto en su discurrir superficial como en el afloramiento caprichoso de sus fuentes-, fue sabiamente aprovechado. Con toda seguridad su regulación debe ser de la misma época en la que la jurisdicción de Guadix ordenó sus recursos hídricos337, teniendo constancia cómo ya en el siglo XIII las aguas del río Abrucena -afluente del Nacimiento- fueron reajustadas para los campos338.



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Mapa del río Nacimiento

Las aguas del río Nacimiento



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Mapa en el que se detalla la jurisdicción del río Nacimiento

La jurisdicción del río Nacimiento



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Las labranzas de Casa Bermeja se regaban con las fuentes de Abla por una acequia específica denominada de Gadil. El sistema de riego era bien sencillo: el agua la utilizaban durante el día los vecinos de Abla, mientras que al caer la noche -a la hora de vísperas- la tomaban los labradores de Casa Bermeja hasta el amanecer, momento que volvía a empezar. Si los labradores terminaban de regar y aún no era tiempo de devolverla a Abla, las aguas se soltaban para que fuesen utilizadas por los predios más abajo. Con este sistema los nasríes de la zona habían logrado crear un abigarrado ordenamiento irrigatorio que conjugaba el obligado riego de Casa Bermeja con un sistema de Remanentes un tanto peculiar. En efecto, los remanentes sólo regaban los predios de Alboloduy con derecho a agua, de tal modo que una vez realizada tal operación debían continuar a los secanos, circunstancia esta última que lo convierte en un Alquézar339. Esta práctica tiene su razón en la fundada creencia morisca que los remanentes permitían nutrir los veneros de la fuente de los Ojos del Buluduy, conformando un trasvase hídrico más complejo. En efecto, los remanentes de Casa Bermeja/Ojos del Boloduy pasaban por algunas villas del duque de Maqueda, regando las vegas de Alhabia y Alsodux. Este derecho hídrico se remontaba al menos al año 1226, cuando el cadí de Almería dictaminó que el agua del río Nacimiento y Alboloduy era indivisible o nauba, constituyendo un solo distrito comprendido entre las alquerías de Falix y Alsodux340. Esta mancomunidad de riego entre ambos señoríos favorecía a Almería, dado que esta ciudad -a su vez- mantenía otro aprovechamiento comunitario con la taha de Marchena que aseguraba el abastecimiento del valle bajo del río Andarax341.

b) Los pastos de Casa Bermeja

El terrazgo de Casa Bermeja además de labrantío tenía espacios sin romper con importantes posibilidades ganaderas. Similar a las aguas, los pastizales eran compartidos con otras jurisdicciones aledañas, en consonancia con la política señorial de la época de regenerar las antiguas mancomunidades de pastos. Sin ir más lejos, un ejemplo a seguir era la cercana ciudad de Almería, que, desde 1515, había restablecido una hermandad pastoril nasrí con su vecino señorío de Marchena342.



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Sin poder precisar cuándo se estableció, el monte de Casa Bermeja funcionaba como un pastadero comunal de los señoríos de Gérgal, Alboloduy y Marchena, así como los realengos de Guadix, Baza y Almería. La comunidad ganadera en realidad era un complejo ordenamiento de los recursos que afectaba a todo el territorio del río Nacimiento; en definitiva, una prueba más de la ancestral trashumancia de las grandes cabañas del interior en su camino a las llanuras litorales343.

Este espacio ganadero era muy apreciado por los pastores, puesto que los remanentes de Casa Bermeja permitían tener abrevaderos para los ganados en el mismo cauce del río Nacimiento, manteniendo, pese a la precariedad, el equilibrio entre pastos/ganado y agua/regadío. La avidez, no obstante, de los señores por aumentar las rentas de ambos sectores, sólo hizo enfrentar aún más las ya antagónicas explotaciones344.




La desequilibrada explotación de recursos

El equilibrio alcanzado en la explotación de los recursos del río Nacimiento era tan frágil que cualquier alteración dislocaba todo el sistema alcanzado. El árido clima y sus variables, así como la explotación humana son los elementos más significativos de la permanente lucha del aprovechamiento de los recursos. El medio evidentemente era imposible de alterar, no así el factor humano, elemento éste causante del desequilibrio progresivo de Casa Bermeja y, por tanto, generador de conflictos.

Los propietarios del labrantío de Casa Bermeja la explotaron básicamente de forma indirecta, repartiendo la mayoría de los predios entre los labradores de las villas colindantes. Durante todo el siglo XV y aun el siglo XVI, la heredad tuvo el típico sistema de explotación mudéjar basado en el arrendamiento de las tierras que, gobernadas por un mayordomo o almojarife, supervisaba la explotación o bien directamente la dirigía. En el primer modo, los labradores disfrutaban las labranzas en un tiempo largo de entre 50 y 60 años, casi en régimen de colonato, si bien también había otros -los menos- a los que los mayordomos arrendaban la tierra a corto plazo345.

El sistema de explotación indirecta permitía a los colonos sacar el máximo aprovechamiento a las tierras, aunque la contrapartida era su insensibilidad a los problemas. Un morisco de Fiñana que «[...]] sirvió de regador quinze o diez y seis días en verano en el heredamiento de Casa Vermexa con Alonso de Gurailes, vezino de la villa de Fiñana que tenía arrendadas las tierras del dicho heredamiento a Don Álbaro de Baçan», explica perfectamente la violencia que desencadenaba la necesidad de regar las tierras

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arrendadas sin importar mucho la cada vez más escasa agua. El regador bien poco entendía del dislocamiento de las tandas y sus retrasos, tan sólo que «[...] si a la dicha ora de bisperas no la soltavan, este testigo e otro su compañero, e qualquier de ellos, solían ir a la dicha açequia del Margen y la cortavan, como personas puestas para ello por el dicho Alonso Gurailes, arrendador del dicho heredamiento de la dicha agua a la dicha açequia de Gadir»346. La utilización de los colonos, jornaleros, etc. de uno y otro lado (propietarios y arrendadores) fue un elemento común en esta zona limítrofe a dos jurisdicciones, generando no pocas relaciones de dependencia que acabarían en una violencia estructural. Por ejemplo, a lo largo del pleito que mantuvo Casa Bermeja se oyeron voces acusadoras como las referidas a los testigos de Abla a favor de los propietarios de la heredad, los cuales no dudaban en mentir a favor del bando que más les convenía347. Si a esta cuestión se le une el aplastante aumento de los impuestos sobre la población conquistada, tendremos las causas del exagerado aumento de la explotación.

Ambos elementos puestos en una zona árida con una fuerte dependencia del agua no tienen más resultado que el desequilibrio de recursos, cuestión a la que eran insensibles las autoridades castellanas. El distrito de Guadix -zona que nos interesa- no contó con cierta atención hasta el 13 de febrero de 1497, cédula que regulaba en parte los abusos sobre el sistema348. Sin embargo, y a pesar de estas medidas locales, no será hasta principios del siglo XVI cuando se tomen medidas serias en el asunto, caso de la real cédula del 2 de octubre de 1501 que creaba un tribunal especial de agua para que velase por los sistemas de regadío. Poco después, y dada la gravedad de la situación en el extremo oriental del reino, se constituyeron otros específicos para zonas tan sensibles como Guadix, Baza y Almería349.

Sin embargo, y a pesar de la legislación emanada por la cancillería castellana, a lo largo del reinado del emperador se realizaron importantes rompimientos en Casa Bermeja que restaron cada vez más agua a los predios de Alboloduy. El aumento parcelario incluso comenzó a impedir que la heredad se regase en la noche que tenía establecida, terminando el riego nuevo por ser más grande que el viejo. Ello dio ocasión a oír las primeras quejas por un conflicto latente que resumía un labrador así: «[...] el agua

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que se trae por la açequia del Gadir, que viene de las dichas fuentes del Marjen de Abla, que dichas tiene este testigo, de suso para regar el dicho heredamiento de Casa Bermeja, es poco agua e tan poca que no basta para acabar de regar las tierras y heredamientos antiguos que tiene dicho heredamiento de Casa Bermeja, porque este testigo lo ha visto ser ansy [...] e por esta causa sabe este testigo que no puede sobrar agua del dicho riego para dexalla yr por la dicha ranbla abaxo que ba al Boloduy, e es cosa ynposyble porque ay muchos heredamientos»350.

La cada vez más frecuente escasez hídrica no era sólo cuestión de Casa Bermeja, sino que los vecinos de Abla igualmente habían aumentado el riego. Ello significa retrasar cada vez más su bajada y/o subida por la acequia, generando no pocos conflictos por el agua, pues «[...] si los de Abla no la sueltan, los labradores de Casa Vermexa suben por ella e la llevan por la dicha açequia del Gadir, e la tienen e riegan con ella hasta otro día en amanesçiendo entre dos luzes, que se devise un hombre que los dichos vezinos de Abla cortan en el pago que dizen de Çetibatalmalaqui, e tornan a regar» 351.

El dislocamiento progresivo en época morisca del sistema de regadío nasrí no sólo es achacable al aumento de tierras, sino que la introducción de nuevos cultivos más rentables también fue causa de la gradual quiebra irrigatoria antigua. La necesidad de ciertas plantas de nutrirse con más agua terminó por alterar la ya precaria situación de la heredad, de tal modo que un anciano morisco afirmaba que «[...] aún algunos años se suele perder el panizo por falta de agua, e aún de trigo e otras cosas que estavan senbradas de riego en el dicho heredamiento de Casa Bermeja. E por esta causa nunca sobra agua del dicho riego para dexalla yr por la dicha ranbla abaxo que va a dar al Boluduy, aunque alguna vez sobrase»352. Muchos de los nuevos cultivos introducidos o aumentados por los moriscos eran frutales y moreras, árbol este último de gran predilección en la política agrícola señorial por su alta productividad353.

La situación de Casa Bermeja provocada por la expansión de sus labranzas y las de Abla, condujo finalmente a que el agua que antes bajaba a la hora de vísperas se retrasase y/o a tomarla más temprano por la mañana. La violencia latente entre los moriscos de ambas jurisdicciones no llegaba en muchos casos a los tribunales de justicia, pero es evidente que existía. A poco que escuchemos su voz podemos entresacar algunas cuestiones como la apreciación siguiente sobre el modo de regar: «[...] si la dicha ora de bísperas no se la sueltan los labradores del dicho heredamiento de Casa Bermeja, suben por ella e derruecan e abren las açequias por do se toma la dicha agua, e la llevan e riegan con ellas sus panes y heredades, y la tienen hasta que otro día amanesçe, que la toman a tomar los dichos veçinos de Abla [...]. E aún este testigo algunas vezes a estado esperando en los molinos baxos de Abla para que corta sin la dicha agua para el dicho heredamiento»354.



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El expansionismo hidráulico esquilmaba los recursos del medio, desequilibrio que tenía como consecuencia inmediata la ruina de Casa Bermeja. Esta fiebre no sólo afectaba a los colonos de la heredad, sino que tenía el mismo efecto en sus propietarios, quienes en sus dominios de explotación directa también quisieron intervenir. Esta cuestión, sin embargo, era más compleja, puesto que chocaba con el mismo corazón del sistema hidráulico implantado en la zona.




La tiranía del riego en Casa Bermeja

La imposibilidad de alterar el riego ordenado en el río Nacimiento en la Edad Media adquiere verdaderos tintes de tiranía. Recursos limitados y ambición por aumentar la producción es la historia de esta heredad. De no llegar a acuerdos satisfactorios entre ambos elementos, sólo puede haber un fin nefasto, algo de lo que la historia de Casa Bermeja da cuenta. En efecto, en época nasrí los labradores de la zona realizaron una alberca que recogía las aguas del río y permitía regar durante el día los predios. Sin embargo, esta construcción hidráulica en algún momento fue abandonada, quedando sólo algunos restos y la memoria de los ancianos. Así lo recordaba en 1553 un morisco casi centenerio: «[...] que del dicho tiempo de çinquenta años a esta parte este testigo la a oydo nombrar Fadinalbeyve, que en aljamya quiere dezir la haza del alberca, e que este testigo podría aver treynta años e quarenta años, poco más o menos, que este testigo vido en la propia haza [...] una alberca vieja que estava la más de ella por ser alverca e algunas piedras a la redonda. Y este testigo oyó dezir a viejos e vezinos más que este testigo, que aquella solía ser alberca en que arrecogían el agua los que labravan en el heredamiento de Casa Vermexa para regar. E que este testigo lo oyó dezir a Alonso el Çelid, que es difunto, e fue vezino de la villa de Abla, que hera de hedad de noventa años quando murió, e abrá que murió diez años, poco más o menos, e dezía que la avía conosçido que aquella avía sydo alberca antigua y en su tiempo recogían en ella el agua. Y lo mismo dezía Françisco el Çelid, hermano del susodicho, que hera de la villa de Abla y sería de hedad de ochenta años, poco más o menos tiempo. E ésto mismo oyó dezir a otras muchos hombres ancianos que de sus nombres no se acuerda, veçinos de Abla y de Fiñana, que este sytio que paresçe aver sydo alberca antigua»355.

La causa que llevó a los nasrís a eliminar esta alberca era la profunda alteración de riegos que supondría disponer de líquido todo el día, además de los perjuicios que seguirían a las fuentes de más abajo si se retenían los remanentes. Sea como fuere, el sentido común equilibró la balanza de los recursos, de tal modo que el peso de la comunidad de regantes mantuvo en armonía hombre y recursos. Sólo quedó, pues, de aquel intento el ejemplo pétreo de tal abuso: «[...] antiguamente debería aver allí en aquella hala una alberca donde se recogía el agua, porque agora e después que conosçyó el

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dicho heredamiento de Casa Vermexa, syempre a conosçido allí aquella señal que paresçe aver sydo alberca, porque tiene unas piedras e como argamasa y es hecha la señal como una alberca hecha en quadra con sus quatro cornajales e es señal que paresçe por ella aver sydo alberca antigua entera».356

Con la incorporación castellana la cuestión no quedó inconclusa, sino que el aumento de impuestos y la avidez de los señores y su presión sobre los colonos, generó una nueva escalada de atentados contra el sistema hidráulico. En efecto, como señalan algunos trabajos, el aumento hidroagrícola en los heredamientos no hace sino monopolizar el agua, degenerando el sistema establecido357. En Casa Bermeja, si malos eran los rompimientos de los colonos -ansiosos por aumentar sus beneficios-, no lo fue menos la explotación directa de los propietarios. En efecto, alrededor de 1540 don Álvaro de Bazán resucitó el viejo proyecto de acumular agua de la acequia de Gadil, pretendiendo levantar una nueva alberca, a tan sólo 34 pasos de la anterior y a un tiro de ballesta del lugar de doña María358. No obstante la tiranía del medio volvió a imponer su orden e impidió aumentar los beneficios a costa de los limitados recursos. La frustrada operación hidráulica cortó las expectativas de enriquecimiento en la zona, desilusión que llevó a los Bazán a deshacerse a lo largo de la década de gran parte de la propiedad.

Los nuevos propietarios, sin embargo, no tardaron en ver la necesidad de optimizar sus tierras revitalizando la alberca, pues «[...] después de comentada cesó e no se entendió en ella, e que después que se dixo e publicó que el dicho don Alvaro avía vendido el dicho heredamiento de Casa Vermexa al ospital de San Juan Baptista de la çiudad de Toledo, se dixo e publicó que los administradores del dicho ospital avían tornado a reedificar e hazer la dicha alberca e que sobre ello se movió este pleito y que este testigo ha visto la dicha alberca359». El interés del Hospital de San Juan reabría el viejo tira y afloja entre colonos y arrendadores de un extremo y otro de la acequia de Gadil, dado que el almacenaje de agua perjudicaba a los labradores aguas abajo en beneficio de los de arriba, que «[...] está claro que les viene provecho a el dicho heredamiento

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de Casa Vermexa e señor de él, porque regarían más tierra, rentaría más el heredamiento y valdría mucho más, porque regarían al doble de lo que regavan porque de noche piérdese muncha agua y el día al verlo y no la dexarían perder» 360.

El nuevo intento de esquilmar los recursos hídricos tuvo como respuesta nuevamente la negativa de Alboloduy a construir la alberca, una oposición que reabrió la tradicional máxima hidráulica de no alterar el sistema. Detrás de todo el debate se encontraba la presión de los poderosos, los mayores perjudicados o beneficiados en la pérdida y/o aumento de los recursos y, en todos los casos, la falta de control sobre la organización naciente.




La presión de los poderosos

Si los propietarios de Casa Bermeja, bien los Bazán o más tarde el Hospital de San Juan, se interesaron por forzar su producción, no menos fue la avidez del señorío de Alboloduy y el realengo de Guadix por aumentar sus ingresos en la mancomunidad, dado que el sistema recaudatorio de diezmos les favorecía a partes iguales361. Ello no era obstáculo para que ambas partes tradicionalmente tratasen de engullir la jurisdicción completa, deseosas de disfrutar los pingües beneficios de la zona: «[...] que Don Sancho de Castilla, y los señores que an sydo de la taha de Alboloduy, an pretendido que el dicho heredamiento de Casa Vermexa e el heredamiento del cabre en su término e jursidisçión de la taha de Alboloduy. Y lo mismo a oydo desir este testigo que a pretendido e pretende la çibdad de Guadix, diziendo que el dicho heredamiento cabre en su término e sobre esto a oydo desir este testigo por cosa pública e notoria que an tratado e traen pleyto entre la dicha taha de Alboloduy e el señor de ella con la çibdad de Guadix»362.

Mientras se producía la anhelada anexión de la heredad, los vecinos de sendos términos fueron instigados a incrementar las rentas en toda la zona. Por su configuración señorial, la taha de Alboloduy parece que forzó más, especialmente a partir de 1551, fecha caracterizada en el estado por una mayor presión en el secano, básicamente definido por el reparto del monte y la introducción ganadera363. Con respecto al realengo, el fenómeno fue semejante al que realizaba su homónima jurisdicción de Almería,

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quien por las mismas fechas hacía lo propio en el Campo de Tabernas rozando algo más de 4.000 fanegas de secano y un campo de 6 fuentes364. No es de extrañar, pues, que los conflictos por pastos comunitarios no se hicieran esperar, siendo de recordar las fuertes quejas que ya en 1541 presentó Almería contra los señores de Gérgal y Alboloduy365.

Cuando el mayordomo del Hospital de San Juan, don Sancho Ortiz, pretendió poner en riego los secanos de la heredad, los Castilla y Guadix vieron bien la operación, pues también ellos participarían de los beneficios sin alto costo de inversión: «[...] aunque de hazerse esta alverca muy provechoso vernía al dicho heredamiento de Casa Bermeja, i a los señores que rentava e valdría mucho más de lo que vale»366. Sin embargo este principio pronto se desvaneció por la caída de rentas agropecuarias en ambas jurisdicciones. Según comentaba un testigo: «[...] en lo que se hiziere el alberca, que no podrán pastar los ganados, y de ésto vendría daño y perjuyzio a los vezinos de la taha del Buludui y aún a los de Guadix y su jurisdiçión, por el arvolado del pasto en la dicha alberca. Y también verná daño al señor de la taha del Buludui, que si allí en el alverca se sembrava trigo e otras cosas, el diezmo de ello avría de llevar a la dicha taha del Buludui e el señor de ella, e por ésto que dicho tiene no pueden dexar de reçebir daño e perjuyzio de hazerse la dicha alverca en el dicho heredamiento de Casa Vermexa»367.

La alteración del sistema perjudicaba a Guadix tan sólo en los pastos, mientras que Alboloduy lo era por doble partida, no sólo por las hierbas sino porque peligraban sus tierras aguas abajo. Bien es cierto que la mayoría de los beneficiarios de Casa Bermeja eran vasallos de don Sancho de Castilla, cuestión que le hizo calibrar muy bien su posición, dado que «[...] de hazerse la dicha alverca en el dicho eredamiento de Casa Bermeja le verná provecho al dicho heredamiento e señores, del que rentaría más e valdría más, e que este testigo no sabe qual será mayor el daño, del Buludui o el provecho de Casa Bermeja»368.

Como quiera que sea, y a falta de un análisis de los diezmos recaudados en ambas zonas, el señor se decantó finalmente por apoyar a los campesinos de Alboloduy, no dudando en enarbolar la máxima medioambiental en defensa del viejo sistema de riego. Entre otros temas, sus vasallos moriscos comenzaron a alarmar a todos los regantes del río Nacimiento, oyéndose voces como que aún cuando «[...] la taha del Buludui resçibirá daño mucho de hazerse la dicha alverca, [...] no yrán los remanientes de agua y del margen de Abla que les sobrava la ranbla abaxo del Buludui»369. La inquietud era obvio que alarmó a los labradores de Alsodux y Alhabia -por tanto al señorío de

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Marchena- y de la jurisdicción de Almería. El problema evidentemente era mayor para Alboloduy, pero su señor no dudó en abanderar la oposición de la mancomunidad contra el Hospital de San Juan, así como financiar todas las costas del pleito.

Con la vida o muerte de sus rentas, los Castilla pusieron en marcha su maquinaria clientelar, y con ella la violencia estructural inherente, si bien tenían como rival a la especialmente fuerte organización de las propiedades eclesiásticas del área accitana370. No es extraño, pues, que comenzasen a oírse acusaciones del lado de Alboloduy contra los testigos contrarios, pues «[...] pretenden ynterés e porque tienen hijas y tierras junto a la balsa y en partes que pretenden regallas con el agua de ella y son grandes amigos del dicho Sancho de Ortiz y ansy grandes enemigos del dicho Don Diego de Castilla y sus vasallos del Boluduy»371. Más específicas que la anterior, son las preclaras palabras de un morisco que hablaba sinceramente de las relaciones económicas mantenidas por los mayordomos del hospital con el colonato y las prestaciones que éste realizaba, no dudando en adivinar en las mismas un atisbo de polémica realengo/señorío, en especial por las diferencias jurisdiccionales entre los Castilla y el cabildo accitano: «[...] todos los demás testigos son personas ynteresadas en esta cabsa, y censatarios del dicho ospital, y tienen tierras en el dicho pago de la Casa Bermeja, y criados y allegados de los arrendatarios del dicho pago. Y todos ellos son enemigos capitales de D. Sancho de Castilla y de todos sus vasallos de la dicha taha del Boluduy y de la villa de Gor, por ser como son vezinos de tierra e jurisdiçión de la çiudad de Guadix, con quien an tenido y tienen grandes pasiones y enemistades por raçón de los grandes pleytos que tienen e an traydo el dicho Don Sancho y los dichos vasallos, sobre el dicho término de Casa Bermeja e sobre otros términos y sobre diezmos y tierra se otras cosas»372.

La maquiavélica posición de Guadix al lado de la Curia de Toledo no amedrentó al señor de Alboloduy, quien no tardó en mover sus influencias, que pasaban por aliarse con la ciudad de Almería. Baste recordar la comisión que realizó su abogado ante el concejo de la ciudad, descrita por un jurado almerienses así: «[...] Françisco de Nanclares, en nombre de Don Sancho de Castilla y de los pueblos de la taha de Alboloduy, entró en el aiuntamiento e conçejo de la çiudad de Almería habrá dos años, poco más o menos, estando juntos en su cabildo la çiudad de Almería, e les dixo que se hazía el alverca por la que es pleito en el heredamiento de Casa Vermexa e les dixo allí en cabildo e aiuntamiento que de hazerse el alverca en el heredamiento de Casa Vemexa vernía mucho daño a la taha de Alboloduy, que viniendoles a ellos daño también verná daño a la çiudad de Almería y les dixo que se mostrase parte la çiudad de Almería y que le hazían merçed en ello a él e a Don Sancho de Castilla, su señor, y a que la taha e que desde luego se ofresçia y ofresçió a pagar las costas y gastos de este pleito que la dicha

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çiudad de Almería hiziese e hiziere de aquí adelante, e debaxo de esto concertó se començo este pleito y la çiudad de Almería no paga blanca que todo lo paga la taha del Boloduy y Don Sancho de Castilla373

En la entrevista almeriense Francisco de Nanclares era la mejor voz que podía tener el señor del estado, no sólo por las relaciones de sangre que le unían por su matrimonio con Ángela de Castilla, sino porque este abogado sustentaba su poder económico en el mayorazgo que poseía en las tierras de Nacimiento374. Sin duda la relación de don Sancho de Castilla con este regidor de la villa de Santa Cruz, es el mejor referente de la inicial alianza con la emergente oligarquía, una clase social que en la generalidad de los casos acabará finalmente ganando la partida en el control del estado a los señores375.

El pacto entre realengo y señorío no hay duda que tendría sus contrapartidas, cosa que escapa a este trabajo, si bien cabe hacer una reflexión final que pasa por descubrir quiénes son los poderosos y cuál es su actitud ante la zona. Tal alianza no hay duda que repercutió en los recursos; en la forma de explotar el medio y, por supuesto, en la configuración social y política del territorio, aunque ello queda para nuevas investigaciones.




Cronología del pleito de Casa Bermeja

No queremos terminar este artículo sin dar cuenta de las fechas y pasos jurídicos que se siguieron en el pleito de Casa Bermeja. Aun cuando hemos reducido al máximo el mismo, en aras de analizar desde una perspectiva metodológica distinta un conflicto de aguas, no pretendemos dejar de un lado los nombres de los protagonistas, fases y desarrollo que trajo consigo el conflicto. Esta aportación queda más como verdadero eje cronológico para el conocimiento de la zona.

La crisis de Casa Bermeja comienza a finales de la década de 1540 cuando el mayordomo del Hospital de San Juan Bautista, Sancho Ortiz, decide continuar con las obras de la alberca que en su día levantaron los Bazán, en un intento por poner en regadío los secanos de la heredad. De inmediato, el cabildo de Alboloduy se opuso a la obra por boca de sus ediles, Alonso Pacheco y Garlia Çapata, Luis Xergali, Luis el Toçabi y Juan el Zicara, que dan poder a Andrés el Dubeyre, alguacil de la taha, para que les represente en sus derechos. El 9 de septiembre de 1550 el alguacil morisco se presentó ante Juan de Peralta, alcalde mayor de Alboloduy, quien al día siguiente, en nombre del gobernador del Estado, -don Juan de Frontada, Alcalde de Gor-, redacta una carta al corregidor de Guadix y a su teniente en Fiñana para solicitar su apoyo en las justas reivindicaciones.



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Comenzado el pleito de aguas ante la justicia señorial en la villa de Santa Cruz del Boloduy, el 12 de septiembre Andrés el Dubeyre da poder al abogado Francisco de Nanclares para que continúe. El mismo día se presentó Nanclares en Abla, ante el licenciado Hernando de Trillo, alcalde mayor de la villa, requiriendo su ayuda en tan complejo tema. Un día después, el cabildo de Abla estudia la cuestión, al tiempo que el abogado de Alboloduy se presenta en Fiñana ante la casa del mayordomo del Hospital, siendo recibido por su esposa, quien «[...] dixo que el dicho Sancho Ortiz está en la çibdad de Sevilla e que no vendrá»376.

El 16 de septiembre se comunican todos los pasos al tribunal señorial, que no duda en declarar rebelde a Ortiz. Comenzado el juicio cuatro días después sin la presencia del mayordomo de Casa Bermeja, el alguacil Dubeyre rogaba que se despachen requisitorias a todos los lugares donde afectaba la alteración del riego del río Nacimiento. Por lo pronto él mismo se había presentado en la villa de Tabernas, jurisdicción de Almería, y había tomado declaración a diversos vecinos377. Con los testimonios en la mano, el juez del señorío el 20 de septiembre insiste en notificar a Sancho Ortiz los cargos, quien al día siguiente apela. Iniciado el juicio, el alguacil Dubeyre moviliza todos los recursos, entre ellos entrega el 29 septiembre un poder al procurador Alonso Pacheco, vecino y regidor de Alboloduy, para que le ayudase en la recogida de testimonios. El 31 de septiembre el juez de Santa Cruz dictaba un nuevo plazo a Ortiz para que presentase sus testigos. Entre tanto el procurador Pacheco recogía el 2 de octubre nuevos testimonios en el señorío de Gérgal378. Con todo el material, el juez del señorío notifica el 20 del mismo mes a Sancho de Ortiz la cuestión, quien no duda en apelar al día siguiente379.

Mientras se recogían las pruebas, el 15 de octubre de 1550 se presentaba en Santa Cruz Miguel Soriano, quien en nombre de los testamentarios del Cardenal Tavera, Arzobispo de Toledo, defendería los derechos de la heredad380. El 16 de diciembre comenzaba el pleito, siendo Antón Pérez el abogado defensor de Alboloduy381. La sentencia fue favorable al estado de los Castilla, dando lugar a que el 24 de enero de 1551 Soriano apelase a la Real Chancillería de Granada para un nuevo juicio382. Es en este momento cuando D. Sancho de Castilla moviliza todas sus influencias y consigue que Almería le apoye en sus reivindicaciones, presentándose la ciudad almeriense en enero del mismo año en Granada por boca de Baltasar de Alcocer383. Comienzan así las

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probanzas por ambas partes, siendo representante en esta ocasión por Toledo el licenciado Pedro Cebrián de Ybarra, canónigo administrador del hospital, quien presentó las escrituras de propiedad384 y los testigos de la zona385.

El comienzo del nuevo pleito en Granada no amedrentó a los moriscos, que el 22 de febrero de 1551 reunidos en cabildo nombran a Luis el Xergalí, regidor de Santa Cruz, para seguir recogiendo testimonios en contra de la alberca386. El día 25 este morisco se entrevista en Almería con Antonio Rodríguez de Noguerol y el licenciado Rodrigo Santillana, corregidor, para pedir ayuda387. Los interrogatorios no se hizieron esperar, y al día siguiente se inician en Tabernas388. El día 27 el mismo regidor de Santa Cruz se presentó en el señorío Gérgal ante su alcalde mayor, Francisco de Ocaña, con el escribano de Almería Rodrigo Espino, tomando nuevos testimonios389. Poco después, el 7 de marzo, lo hacía ante el bachiller Martín Hernández, alcalde mayor del Cenete por el señor don Gerónimo Pérez de Amirel, Bayle de Teruel, gobernador del estado, solicitándole más interrogatorios390.

Pese a la rapidez de los moriscos, el pleito se alargó sumamente por las reticencias de unos y otros. Lo cierto es que todavía el 12 de septiembre de 1553 el escribano mayor del cabildo de Guadix, Alonso de Ramos, presentaba las escrituras de 1505 sobre el amojonamiento de la zona391. Y aún el 23 de enero de 1555 llegaba una provisión imperial ordenando dar más tiempo al hospital para preparar sus pruebas, siendo su procurador Jusepe de Quirós392. Sea como fuere, y pese a la lentitud, el pleito fue favorable a los moriscos en 1556, si bien el conflicto deterioró la ya mala relación entre cristianos nuevos y viejos, conflicto económico que terminó convirtiéndose en social, algo de lo que mucho conoce la historiografía granadina de esta época y que acabará zanjándose con el alzamiento de 1568.





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Apéndice documental

1556, Granada
Un regidor morisco de Gérgal opina del perjuicio que vendría a las fuentes
de Alboloduy de almacenar el agua en la alberca de Casa Bermeja
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(A. R. Ch. Gr., Cuaderno III, Testimonio de Luis Vélez)
               


[...] y la dicha alverca se haze desviada de la ranbla en una tierra seca sin agua, que ni tiene agua ninguna que este testigo aya visto, ni ay en toda aquella redonda del alverca. E que este testigo no ha visto mineros de agua en el alberca, pero este testigo ha visto unas fuentes que están una legua más abaxo, poco más o menos, de donde está enpersada el alberca sobre que es este pleito. E que este testigo ha visto que de estas fuentes que llaman el Almajara e Ojos del Buludui a sido y es la prençipal agua de riego que a tenido la taha del Buludy. Y este testigo no la a conosçido ni conosçe esta agua de riego ninguna, e con esta agua de estas dichas fuentes ha visto este testigo de treynta años a esta parte, poco más o menos tiempo, que riegan y an regado sus heredades e tierras de riego los vezinos de la taha del Buludui, y no con otra ninguna, sin contradiçión de persona alguna. Que este testigo nunca ha visto ni oydo dezir que en ella aya sido puesta y este testigo, aunque no lo sabe de açierto y lo ha visto, que el agua de las dichas fuentes del Almajara y Ojos del Buludui vienen de las fuentes de La Marjen de la villa de Abla, por debaxo de tierra, la ranbla abaxo. No ostante que este testigo no lo ha visto, ni lo sabe si es ansi, ni si no, más que ello presume e podría ser ansi y le pareze a este testigo que haziéndose la dicha alberca en el dicho heredamiento de Casa Vermexa, e recogiéndose en ella el agua de las fuentes de La Marjen de Abla, podría ser que les viniese perjuizio a los vezinos de la taha del Buludui, y que se les secase las fuentes del Almajara e Ojos del Buludui.








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