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Signorelli alude a esta relación secular, en la que prevalecen luces y sombras, deteniéndose en la larga dominación española de los territorios del sur de Italia, primero bajo los Austrias y sucesivamente con la dinastía de los Borbones, consciente de que ella ha impregnado buena parte del carácter y de los gustos culturales de los napolitanos: «il dominio spagnolo [...] innestò in ogni cosa il natural carattere [...] il gusto che fioriva oltre i Pirinei. Quindi tutti compose alla maniera spagnola. L'inevitabil traffico d'interessi de' nostri regni colla nazione dominatrice comunicó ad essi [napolitanos] molte virtù insieme con diverse usanze e difetti a questa peculiari» (Vicende V: 481).

 

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La llegada de Signorelli a España en efecto coincidió con el primer triunfo de los neoclásicos: la prohibición de los autos. A este respecto, el autor napolitano enfatiza el papel desempeñado por Nicolás Moratín en dicha batalla, recordando que su amigo «poeta non volgare e scrittore elegante anche in prosa [...] prese a combatiere il pregiudizio dei suoi compatrioti intomo agli auto sacramentali con due discorsi intitolati Desengaños [del theatro español]», Storia critica VII: 57.

 

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No se olvide que don Nicolás transmitió al joven Leandro no sólo la pasión por la poesía y el teatro, el gusto por los clásicos y la poesía y cultura italianas, sino que le dejó como legado inestimable las importantes amistades que había cultivado, destacando en este sentido principalmente al grupo de literatos italianos (Conti, Bernascone y el mismo Signorelli). Como ha observado D. Gies, «Nicolas's friends, his library, his ideal, his aspirations, and his directions became Leandro's» (Nicolás Fernández de Moratín 47). Sobre la relación de amistad personal y de colaboración literaria entre Leandro Moratín y el dramaturgo italiano, véanse el valioso artículo de Mariutti Sánchez de Rivero y mis dos recientes estudios: Relaciones culturales (130-58) y «Pedro Napoli Signorelli» (205-21).

 

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Como advierte Pérez-Villamil, el juicio que Signorelli traza sobre los escenarios en la península «es parcial por estar demasiado inmerso en las tensiones que vivía la dramática española entre los defensores de la tradición y quienes se debatían por la importación extrapirenaica. La concurrencia a la Fonda de San Sebastián y amistad con los dos Moratines le condiciona y hace enfocar el siglo XVIII con esta óptica, tan en sintonía con sus propios cánones estéticos» (117). A este respecto véanse mis dos estudios: Relaciones culturales (177-201, 214-56 y 288-370) y «Pedro Napoli» (205-237).

 

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Casi todos los biógrafos (Mininni y Guariglia entre otros) coinciden en esta nueva colocación laboral del autor italiano, que le permitió contar con un salario digno, y de este modo poder dedicarse, desde una posición de mayor estabilidad y tranquilidad económica, a sus aficiones literarias. Cotarelo y Mori (112), erróneamente, ha indicado, sin embargo, que durante su estancia madrileña el escritor partenopeo había desempeñado funciones en la embajada napolitana en Madrid en calidad de agregado.

 

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Satire di Pietro Napoli Signorelli dedicate al Sig. Muzzio Zona, primo medico di Sua Maestà Cattolica... (Génova, Stamperia Gesiniana, 1774). Algunos años más tarde estas composiciones fueron incluidas en el segundo volumen de sus Opuscoli Vari, II: 1-127.

 

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Según Caso González, dicho influjo llegó a rebasar incluso el ámbito de la misma tertulia para imponerse, al menos por lo que atañe a algunas de sus modalidades más significativas (el «buen gusto», el pedagogismo, el racionalismo, las hondas venas de hedonismo, tendencias antibarrocas, y el ejemplo de la lírica castellana del XVI), como tendencia y actitud estética dominante, hasta los mismos inicios del XIX (183).

 

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Véase en este sentido las consideraciones que traza Moratín en su Vida X-XI. Sobre el valor de la amistad en el XVIII véanse Aguilar Piñal y Gies («Ars amicitiae» 157-72), centrados principalmente en las relaciones que entabló Cadalso con Moratín padre, mientras que en una perspectiva más amplia puede consultarse Sánchez-Blanco Parody (1992).

 

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Sobre la relación de amistad y de estima recíproca que Signorelli estrechó con el poeta madrileño remito a mi apartado «Signorelli y Nicolás Moratín: amistad poética y afinidades estéticas», en Relaciones culturales (120-30) y a mi reciente al artículo «Pedro Napoli» (199-204).

 

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Flumisbo Thermodoncíaco, como es sabido, es el nombre arcádico que adoptó Nicolás Moratín. El nombre deriva de «Thermodonque citus», río que vierte sus aguas en el Ponto Euxino de las Metamorfosis de Ovidio (v. 249). Sobre el más complejo origen y el posible significado de Flumisbo se remite a Aguilar Piñal (147, nota 26).